Two-shot; dos únicos capítulos.
Naruto no me pertenece, solo a Kishimoto. (Mi futuro esposo que morirá intoxicado por uno de mis postres luego de conseguir una ley que me permita adueñarme de Matthew Bomer, protagonista de White Collar).
Esta historia si me pertenece, por favor, no la uses sin mi permiso.
[Notas del autor, al pie de página]
Postre
- ¿Cuándo vas a regresar? - le pregunté con una visible mueca de fastidio.
- El sábado por la mañana - me informó mientras cerraba su pequeña valija - ¿Qué es lo que va mal?.
Lo observé un buen rato, prestando mayor atención a sus penetrantes ojos negros y a su boca en forma de linea recta que demostraba tensión. Yo era la causante de esa tensión. Él tenía esa clase de gestos tan descubiertos solo en la intimidad; se podrían clasificar como exclusivos. A veces me sentía muy afortunada de ser la única que podía contemplar sus emociones sin ninguna capa que me lo impidiera. Cuando tienes una relación amorosa con alguien que probablemente es el ídolo sexual de toda una generación de infantes, adolescentes, jóvenes, adultas y adultas mayores; te sientes afortunada con el solo hecho de que te señalen como ella. La maldita y agraciada ella, que lo envenó, hiptonizó, embrujó para que esté a su lado.
- Sakura - me llamó él, impaciente - tus ojos verdes no me mienten.
¿Y quién podría mentirte a tí y tu sensual mirada?, pensé con una increíble ausencia de sinapsis. Lo cierto es que aún me sentía culpable por ser la responsable de su viaje, que nos separaría una semana entera. Él debía levantar los resultados de algunos estudios que me realicé hace un tiempo, en un hospital privado que quedaba a casi trescientos kilómetros de nuestra ubicación actual; un pequeño pueblo de pocos habitantes.
- Nunca podría mentirte - contesté con franqueza - pero es duro distanciarme de tí una semana completa.
Y el caso de todo esto, es que no podían enviarme los resultados y yo tampoco podía ir por ellos debido a mis estrictos horarios de trabajo. Mi jefa y directora del hospital: Tsunade, había hecho un extraño acuerdo con el diablo para odiar e intentar exterminar a cualquiera de mis parejas amorosas estables, pasajeras y platónicas con el único objetivo de que no descuide los sectores del nosocomio.
- No creas que a mi me resulta fácil - me consoló él y me rodeó con sus cálidos brazos.
Una turtuosa melodía comenzó a sonar desde el fondo de mi bolsillo derecho, llamando la atención de todo el sector de Observación. Caminé a zancadas hasta que logré perderme en los largos y vacíos pasillos del hospital. Me reproché a mi misma por olvidar que mi móvil era un poco escándaloso en los horarios nocturnos. Lo tomé entre mis manos y junté un poco de valentia para contestar, botón verde.
- ¿Qué sucede, Ino? - le pregunté sin rodeos.
- Estoy sentenciada a muerte - me confesó con aire dramático - será la noche del sábado.
Suspiré un par de veces y me imaginé alguno de los muchos problemas en los cuales ella podría estar involucrada. Un chispa de intuición femenina atravesó mi mente y volví a suspirar. Estaba más que segura de que no se trataba de un cuerpo en descomposición que trataba de ocultar para evitar los posibles cargos de homicidio, sino que se refería a algo aún peor: un chico.
- Puedo imaginármelo.
- Necesito tu ayuda - me comunicó mientras pegaba algunos gritos histéricos - él vendrá a casa.
Sí, un chico. Se viene el fin del mundo.
- ¿Y cuál es la parte... - le pregunté curiosa - ...en la que intervengo?
- Es fácil - dijo obveando la respuesta - viene a cenar.
Me senté en la silla de mi escritorio y me dispuse a llenar los formularios de los pacientes más recientes.
- Cenar - deletreó.
- Mañana por la tarde estoy libre - le informé - ¿Te parece bien?.
- Perfecto.
Botón rojo. Toda palabra relacionada al verbo cocinar, era un tabú para mi mejor amiga. Podrías pedirle que te dijera el abecedario de marcas de ropa, o los mejores consejos en cuanto a vestimenta y maquillaje se refiere, pero nunca menciones nada acerca de sus cualidades culinarias; porque carece de ellas. Era una de las muchas cosas que se encontraba en su extensa lista negra. En mi caso, mis platos no eran tan buenos como yo quisiera, pero tampoco había intoxicado a nadie con ellos. Ino, sí. El lado positivo de todo esto, es que iba a ocupar mi tarde libre en algo productivo con una amiga, en vez de pensar en mi único satélite.
Volví a dirigirme a Observación, llevando conmigo un par de formularios, y me perdí en el silencio de la noche...
Me senté en una de las sillas de la cocina y apoyé mi cabeza entre mis manos. Hacía mas de media hora que una cabellera rubia se movía de un lado a otro, inquietándome de una manera inimaginable cada vez que aproximaba sus utensillos de cocina hacia mí. ¿Es que acaso nunca observó esos comerciales donde te venden uno de esos artefactos diminutos que cortan los vegetales en tiempo record, y a su vez te enseñan recetas en las cuales no vas a utilizarlo? Es frustrante. Llegó un momento en el que me vi tentada a salir corriendo para salvar mi sistema digestivo de lo que quisiera darme a probar.
- No creo estar haciendo las cosas bien - dijo secándose las manos - para nada bien.
- ¿A qué te refieres? - pregunté inocentemente.
- Ésa torta - dijo señalando una revista - no se parece en nada a mi torta.
- Tienes razón - admití con una sonrisa.
Me puse de pie delante de la gran creación de Ino y la examiné desde varios ángulos. No descubrí ninguna semejanza entre la revista y la real. Eso era grave. Sopesé una idea arriesgada en mi mente por unos momentos. El día de mañana, mi satélite personal volvería a la ciudad, de modo que yo regresaría a mi órbita nuevamente y no tendría mucho tiempo disponible entre el trabajo y mis deberes pre-nupciales.
- Tengo la solución a todos tus problemas - sentencié alegremente.
- ¿Vas a decirme que debo ir a un lugar de comidas rápidas... - adivinó ella - y conseguir la cena allí?
- Exacto - solté apremiante - Del postre, me encargo yo.
Sinapsis: comunicación entre las neuronas que se lleva a cabo mediante un impulso nervioso.
Nosocomio: sinónimo de hospital.
