Los personajes pertenecen a la maravillosa Stephenie Meyer, yo solo deje fluir mi imaginación creando una historia un tanto diferente.


Prólogo


Cry-The Veronicas


20 de Junio del 2010

Illinois, Chicago.


— ¡Estoy cansada de esto! —exclamé con todas las fuerzas de mis pulmones, mientras las lágrimas surgían de lo más profundo de mi cuerpo; mi corazón no tenía aire y palpitaba desbocado, tratando de huir del horrible sentimiento de miedo y furia que lo golpeaban sin cesar.

Ascendí las escaleras, dejando a un grupo de estupefactos invitados, con aquellos trajes formales tan malditamente hipócritas.

No me importó nada, ni la falda del horrible vestido hecha girones, ni aporrar los horribles zapatos de tacón contra la pared del vestíbulo. Mucho menos que Edward me siguiera como un loco maniático, con las manos empuñadas y el asqueroso traje de etiqueta arruinado.

—¡No viviré más esta mentira! —insistí con la garganta quebrada a sollozos, sintiendo como un horrible puñal atravesaba mi pecho dejando que la sangre se colara por cada una de mis extremidades. Me dolía el cuerpo entero, la cabeza me daba vueltas, y mis lágrimas no paraban de escapar.

—¡No puedes hablar en serio! —Rugió agarrando mi brazo, en cuanto habíamos llegado a la puerta de nuestra habitación – ¡Tu eres mi mujer! ¡La que me daría hijos!

—Se acabó Edward—sus dedos se hundieron en mi piel causando un dolor palpitante, y a pesar de aquello, lo que mi alma sentía era mucho peor, y podría doblegar a esa molestia a base de sucias mentiras— nunca fuimos nada ¡Tu no me amas!

— ¡Eso no tiene importancia! —Gruñó atacando mi cuerpo contra la pared— ¡Lo prometiste! ¡Con tenerme te bastaría!

— ¡Eres un sucio cerdo egoísta! —le escupí en el rostro con todas mis fuerzas, sintiendo como mi cuerpo se rompía en mil pedazos, retazos de insoportable amargura— ¡Solo piensas en ti!

—Eso no es cierto—murmuró con voz ronca, mientras sus manos trataban de entrelazarse con las mías a fuerza—Sabes que también pienso en ti, eres lo único que tengo en el mundo. Eres lo que más valor tiene para mí, cediste en ese punto. Bella, estamos bien así…

Por algunos instantes, noté un destello de culpabilidad en sus ojos, algo de cansancio y súplica. Pero aquella expresión desapareció pocos segundos después, en cuanto le planté una gran bofetada con la pequeña mano que poseía. No conocía la fuente de aquel miedo, al sentir sus manos cerca de mí, pero si comprendía el porqué del miedo. No podía volver a rendirme ante él.

—Tú me hiciste dejar atrás lo que soy—le reclamé con la voz hecha añicos, mientras mis puños lo empujaban cada vez más lejos—y no volverá a ocurrir ¡No vas a cambiarme!

Golpeé lo poco de hombre que tenía con mi rodilla, dejándolo en el piso, sufriendo y a mi merced. Abrí la puerta del dormitorio y empaqué mi poca ropa decente en la mochila vieja y empolvada que él mismo había escondido en un sucio rincón del armario. Tomé mis viejos tenis, aquel par de zapatos rojos y enlodados que tanto amaba, me los calcé sin pensar en las calcetas y en cuanto levanté la vista la pesadilla regresó.

—No te vas a marchar de aquí—habló seguro y confiado— soy todo lo que tienes, nadie más que yo te tratará así, te dará tanto como yo. No, Bella, tu no vas a irte dejándome arruinado. ¡No así!

Suspiré, sintiendo como las lágrimas cristalizaban mis ojos y me nublaban lo poco de visión que tenía. El cuerpo me pesaba y la piel no resistía más peso. Cada parte de mi alma estaba bañada en sus mentiras, y cada rincón de mi corazón se había vuelto frío y hostil, tan amargado como solo él podía serlo en algún momento de su vida. Ya no había luz, ni sol, ni rayos de esperanza, solamente estábamos él y yo, en un oscuro túnel de engaños, donde ambos habíamos transformado nuestros sentimientos en masas inconformes y aglutinadas, sabiendo que la única verdad que teníamos era lo que yo llevaba en mi vientre.

—Yo no quiero esto Edward—señalé con mis manos la hermosa habitación a mi alrededor. Sollozos desgarradores luchaban por escapar de mi alma, y aún tratando de controlarlos, mi pecho se hundía de tanto pánico a la realidad, mis piernas me fallaban convirtiéndose en gelatina pura—Yo solo quería que me amaras— le confesé en un susurro, acariciando su mejilla recién rasurada con mi mano barata de mesera—Soy todo lo que no quieres para tu mujer, no soy rubia platinada, y no tengo vacía la cabeza—me reí, mientras aquel líquido salado delineaba cada estructura de mi rostro—Soy yo Edward, la misma Bella del internado, aquella que nunca pudo dejarte ir después de esa noche. Soy solo yo. No hay señorita en mí—suspiré, colgando el morral en mi hombro derecho. La frente se me había perlado de sudor, y sabía que en pocos segundos necesitaría acudir a un baño para devolver la comida de la horrible y complicada cena, me froté la mano congelada contra el vestido—No quiero esto para mí, todo este tiempo me has convertido en algo que no soy, cambiando mis ideas, mi forma de ser, la manera en la que miro la vida. Siempre, controlando algo que no te pertenece….

—Tú me perteneces—habló sin fuerza en la voz, cubriendo mi mano con la suya, en completa debilidad—desde que tengo uso de razón, eres mía…

—No cariño—me mofé recordando años pasados—No soy algo tuyo, jamás lo fui. Por un solo momento en tu vida Masen, piensa ¿Qué harías si te digo que no puedes controlar mi vida? ¿Qué harías si te informó que no hay un nosotros?

—Yo….te amo—susurró tratando de aferrar mi mano a la suya, sus ojos se mostraban desgarrados, como si un hueco en el pecho se hubiera filtrado, descomponiendo todo a su paso.

La respiración se me cortó y escuché con claridad como mis pulmones se fundían en hielo puro. Sabía que algún día, el ideal de amor terminaría, pero dolía, y nadie tenía la menor percepción de cuánto.

Me reí.

Completamente dolida por esa mentira.

—No es cierto Edward, es solo….desesperación.

Las palabras flotaron fuera de mi boca, y no hice nada para retenerlas, nadie más que a mí, le costó negar esa afirmación. Solo buscaba salir, escapar. No podía con esto, eran tantas las noches que había soñado con él y aquellas palabras en su dulce boca, y ahora, temiendo verse solo utilizaba aquella excusa tan hermosa. Si él no creía en el amor ¿Qué le impulsaba a pronunciar aquella frase, sabiendo el dolor que me infringía? Mi cuerpo estaba dividiéndose en dos hemisferios, sin tener anestesia de por medio.

—Quédate—suplicó con la voz quebrada en miles de esquirlas repartidas por su pecho. Las manos le temblaban y el brillo de sus ojos se estaba apagando de manera fugaz.

—No puedo Masen, ya no—me alejé de él, contando los pasos, mientras mis sucias zapatillas enlodaban cada alfombra persa de la mansión. Y cuando al fin llegué al jardín, y pude respirar aire lejos de él, y pude sentir brisa lejos de él. ..

Me desplomé.


Hola!

Este fic va a iniciar muy pronto. Pero está en competencia con Bittersweet, un Rosemmett. Si les gustó este, aparte de dejar mucho muchos reviews, voten por el en el poll de mi profile. Dónde, por si las dudas, encontrarán la canción del fic. No se olviden de sus comentarios, que son muy importantes para la continuación de la historia. Para quién me haya leído, esto tiene el estilo de "La primavera siempre vuelve" así que nos esperan grandes cosas. XD

Besos

Valhe