DISCLAIMER: los personajes de esta historia pertenecen a la maravillosa Stephanie Meyer, yo solo los tomé prestados.

La historia es completamente mía.


Capítulo 6.

El rubor cubrió las mejillas de Isabella. Podía sentir los firmes músculos del duque presionando su cintura, el calor de su mirada penetrando su alma. Se le aceleró la respiración al pensar la situación en la que estaban.

Edward, por su parte, estaba totalmente aturdido. Ahora que la veía de manera tan cercana, se daba cuenta de lo hermosa que era. Incluso su rubor era adorable. Supo que si cualquiera los viera, sería una situación comprometida, que podría complicarlos a ambos más allá de lo que debiera ser. Tenía que ordenarle a sus brazos apartarse; después de todo, habían logrado su cometido, pero no lograba hacerlo. El calor que emanaba del cuerpo de la joven aturdía sus sentidos, y nublaba la mente.

- Muchas gracias por su ayuda – Bella casi podría haberse golpeado por interrumpir el momento, pero estaba comenzando a hiperventilar. Y moriría de vergüenza si llegaba a desmayarse en sus brazos.

El joven parecía no entender las palabras, hasta que de pronto reaccionó.

- No hay de que – la soltó despacio, extrañando la sensación del cuerpo junto al suyo -. ¿Se encuentra bien?

- Gracias a usted si – sonrió agradecida -. Suelo ser algo torpe, y al parecer, una raíz se cruzó en mi camino.

Él rió. Ella intentó dar unos pasos, pero aun estaba débil y estuvo a punto de caerse otra vez.

- Tal vez sea mejor que se siente un momento – la tomó del brazo y la guió al banco de piedra dentro de la glorieta. Se apoyó, con los brazos cruzados, tratando de mostrar una expresión relajada, contra una de las columnas -. Es un placer volver a verla, señorita Swan.

El rubor regresó. Al parecer, solo él podía provocar eso en ella.

- El placer es mío, Milord – agachó la cabeza, a modo de saludo -. Aunque tal vez deberíamos dejar las formalidades de lado, ¿no le parece? – él se mostró sorprendido -. Si lo desea, puede tutearme y llamarme Bella. Asi me dicen todos.

Sonrió.

- Entonces... Es un placer volver a verte, Bella – le hizo una reverencia.

- El placer es mío, Edward.

Le gustó cómo sonó su nombre en los labios de Isabella. Ésta se sentía nerviosa en su presencia, pero se obligó a no demostrarlo, mostrando su parte segura y vivaracha.

- Y dime Edward, ¿qué estabas haciendo por aquí? Te hemos buscado por horas – en ese momento reparó en que él iba descalzo - ¿Qué le sucedió a tus zapatos?

La expresión en la cara del duque era de vergüenza. Miró hacia otro lado cuando le contestó.

- Se los regalé al mozo de cuadra.

- ¿Eric? – preguntó ella, con la sombra del conocimiento en el rostro.

- Me dijo que no tenía calzado para pasar el invierno, asi que le di el mío. Al principio no quiso aceptarlo, dijo que no era correcto por su parte – se paseó por la glorieta -. Creo que los tomó para quitarme de en medio. Puedo ser muy insistente cuando quiero – la miró, como queriendo mostrarle su sinceridad.

Ella se alisó la falda, se quitó el sombrero (ya torcido entre sus cabellos) y lo colocó junto a sus piernas.

- Te entiendo. Todos ayudamos a Eric con lo que podemos. Pero no siempre acepta fácilmente. Cree que es indigno que un hombre que puede trabajar para conseguir su sustento, acepte regalos de otros como caridad.

- ¿Y tu qué crees?

- Creo que debería dejar de ser tan terco y aceptar la ayuda de sus amigos. Hemos pasado tardes enteras en su casa, acompañando a su familia. Incluso he ido a visitar a sus niños y a leerles unas horas.

Se le acercó.

- No cualquiera haría lo que tu – no pudo evitar que una de sus manos subiera hasta la mejilla de la joven para acariciarla.

- Lo se. Es por eso que la gente que no es como nosotros en ese sentido, nos rehuye y habla mal a nuestras espaldas – extendió su propia mano y la puso sobre la de Edward. Éste creyó que se la quitaría, pero se sorprendió al darse cuenta que había entrelazado sus dedos -. Aun no me dijiste el motivo que te trajo aquí.

Él bajó la vista.

- Alice – susurró, pero Bella lo escuchó.

- ¿Alice? – se sorprendió, pero después entendió y se largó a reír.

- ¿Qué es tan gracioso? – le preguntó serio.

- Ahora sé porque ella estaba tan exaltada cuando llegué. ¿Supo lo de Eric?

- ¿Tu qué crees?

Reía descontrolada. Tanto, que incluso él no pudo evitarlo y la acompañó.

- Estoy segura que ella aprueba tu buena acción. Lo que no aprueba es que anduvieras descalzo por la vida, como si fueras un niño. Si hubieras tomado un par de zapatos de tu armario y se los hubieras entregado, ella aplaudiría contenta.

- Estoy seguro que si. Quien no aplaudiría sería Tyler.

Bella le tomó la mano, para sostenerse cuando un nuevo ataque de risa la golpeó.

- Debes haber vuelto loco a Tyler. Nunca reacciona por nada.

Edward la miró como si le saliera un tercer ojo en el rostro.

- No estamos hablando del mismo Tyler, ¿verdad? Me dio un sermón el primer día, y fue a quejarse con mi padre. Ese hombre necesita relajarse un poco.

- En eso tienes razón, solo que nadie lo había logrado hasta ahora.

- ¿Lograr qué?

- ¡Sacarlo de quicio!

Tiempo después, ambos lograron detener la risa, sosteniendo sus estómagos que ya les dolían. Isabella pudo observar a un hombre totalmente relajado y predispuesto a las travesuras, despreocupado de lo que el mundo pudiera pensar sobre su comportamiento. Pero también se dio cuenta de la sombra que aparecía en sus ojos cuando creía que no lo estaba viendo. Supuso que era consecuencia de tantos años de guerra, pero no se sentía preparada para sacarlo a relucir. No estaba segura de que fuera real lo que ella veía, ni tampoco eran tan cercanos como para hacerle una pregunta tan personal. Si, se tuteaban; si, se habían reído juntos; y si, se habían tomado de la mano; pero aun asi no se atrevía a formular la pregunta que rondaba su mente.

Edward vio la cara de preocupación de Bella, y supo que se daba cuenta de la batalla que se libraba dentro de él. Podía intentar hacer mil y un travesuras, podía reír y escapar de sus hermanos, podía cortejarla de manera suave para no asustarla, pero no podía revelarle su pasado. No creía que una joven tan dulce y libre como lo era Isabella Swan, debiera escuchar cosas tan sangrientas. Tal vez en algun momento se atreviera a abrir su corazón ante ella. Al menos esa parte, porque la otra estaba completamente a su disposición. Una mirada y un día de risas y charla distendida lograron enamorarlo por primera vez en toda su vida.

- Tal vez deberíamos regresar – la voz susurrada de Bella lo sacó de sus cavilaciones -. Seguro ahora también me están buscando a mi.

- Creo que es hora de enfrentarme a mi hermana, ¿verdad?

- Deberías. Pero no te preocupes, no dejaré que te lastime.

Lo dijo tan seria que Edward no pudo más que creerle. Además, era probable que Alice se hubiera calmado teniendo a Jasper a su lado.

Tomó el sombrero y se lo puso correctamente en la cabeza, aprovechando para acariciar los rizos del peinado. La respiración se le atoró en la garganta, y su corazón le latió rápido en el pecho, igual que la primera vez que se habían visto, durante el baile. Podía ver el pecho de su acompañante subir y bajar, tratando de respirar.

Sabía que no era correcto. Sabía que era demasiado rápido. Sabía que estaba mal. Y sabía que era muy probable que ella lo abofeteara luego, pero aun asi no pudo evitarlo. Su mano derecha acunó su rostro, y la izquierda bajó a su cintura, atrayéndola hacia si. Vio los ojos achocolatados de Bella mirarlo intensamente, para luego bajar la vista hacia su boca. Lamió sus labios despacio, con la punta de su lengua rosada, tan tentadora. El aliento se le secó en la garganta. Necesitaba parar, pero su cerebro no reaccionaba correctamente.

Isabella lo miró de nuevo, levantó el mentón, y cerró los párpados, en una clara invitación. Edward no aguantó mas, y la besó. Saboreó los labios que se le abrían suavemente, delineó la entrada con su lengua, tentándola, en una muda pregunta; un desafío que Bella aceptó, encontrando la lengua de Edward con la suya a medio camino, logrando intensificar el beso, aumentando la pasión. El cuerpo del duque reaccionó por instinto, y la arrastró hasta la columna a sus espaldas, donde la apoyó. Tomó la cintura con ambas manos y la apretó. Las manos de Bella subieron hasta su cabello, tomando los cobrizos y desordenados mechones entre sus dedos, tirando suavemente de ellos, logrando un gemido por parte del joven. Éste subió sus manos por el talle de su compañera, acariciando desesperado todo lo que tenía a su paso. Le fue levantando la falda con su mano izquierda, mientras la derecha exploraba sus pechos bajo el corsé.

Bella gemía sin control, bajito entre los labios del duque. Cuando necesitaron respirar, Edward siguió los besos por su cuello, despacio para no asustarla. Pero Bella estaba más allá de cualquier temor. Era como si flotara entre los brazos de su amor; porque eso es lo que era, lo que no podía negar, pero tampoco admitía abiertamente. Adoraba la forma en que sus brazos la sostenían, en que sus besos la hacían sentir, y como lograba divertirla con esa pose de niño bueno, a pesar de ser un adulto. Si no lo detenía, sería suya allí mismo, de pie en una glorieta. Y no le importaba. Pero no tenía el valor de frenar sus caricias, como su mano se introducía entre sus muslos, a punto de llegar a aquel rincón que nadie había llegado.

Se detuvo de pronto, como si saliera de un trance. Se alejó, soltándola como si su tacto quemase. Ella se apoyó en la columna para no perder el equilibrio.

- Lo siento.. yo... esto no debió pasar – se pasó la mano por el cabello, despeinándoselo mas.

Ella tomó aliento, se le acercó, y lo besó de nuevo, tomándole la cara entre las manos, para no dejarlo escapar. Edward se sorprendió, pero luego respondió con las mismas ansias, acercándola a él. Se separaron por la falta de aire.

- Nunca, y mírame bien. Nunca vuelvas a arrepentirte de esto, porque yo no lo hago.

El duque la miró sorprendido (otra vez). No se imaginaba que reaccionaria así.

- A menos... – dudó -. A menos que te arrepientas.

La besó de nuevo, para quitarle esa idea de la mente.

- Jamás podría arrepentirme de haberte besado. No se que me has hecho, pero me tienes embrujado. No se mantenerme lejos de ti.

- Entonces no lo hagas – le sonrió.

Una sonrisa radiante apareció en la cara del joven Cullen, para luego lanzar una carcajada y abrazarla, dando vueltas alrededor de la glorieta con ella en brazos.


Aquí vuelvo otra vez, con un nuevo capítulo. Espero no haberme precipitado con el descenlace, pero moría con la necesidad de lograr esto pronto, y no darle tantas vueltas. No quiero acelerar las cosas, pero tampoco extender la historia de manera que el primer beso de estos pobres chicos sucediera en el capítulo 20.. jaja.

He recibido reviews cada vez mejores, alabando mi historia y la manera en la cual encaro las situaciones. Eso me pone muy feliz, porque se que estoy logrando algo, y se siente genial! =D

Ojalá les guste este capítulo tanto, o más que los anteriores (yo deseo que si!)

Nos seguimos leyendo...

Besos!


* Hubo un error en algunos nombres en los que me confundí. Una de ustedes me avisó y ya lo solucioné. Aviso por si alguien más se dio cuenta.