Resumen: En apenas algunas horas Kagome había perdido su virginidad y ahora estaba a apunto de perder también a su corazón. ¡Y todo porque se dejó superar por los encantos diabólicos de su hermanastro!

Aclaración: Este FanFic es Lemon. Tiene un alto contenido en descripciones gráficas; así que no es recomendable para todo el público.

Soy lo que me das

— Llegas tarde.

Kagome suspiró lentamente. Como pidiendo a los cielos solo un poco más de paciencia. Miró a InuYasha que estaba recostado contra la pared del oscuro pasillo que daba a su habitación. Parecía tranquilo pero Kagome sabia era que solo fachada.

Había ido a la casa de Sango a pasar una divertida tarde en compañía de alguien que estaba segura no vivía para pasar las veinticuatro horas del día para criticar cada paso que daba. Y sin darse cuenta, ella la había arrastrado hacia un nuevo club que había abierto en la ciudad.

'Chica, lo que tu necesitas es parar un momento y disfrutar un rato de una buena dosis de pura testosterona.'

O eso le había argumentado Sango antes de entrar aquel club que con solo mirarlo uno podía prever que nada bueno saldría de allí. Y Kagome había estado en lo cierto. Al entrar, alguien le había forzado a entrar a una habitación y la habían encerrado con lo que Sango definitivamente diría que era «testosterona pura». Músculos de acero, una mirada provocativa y un diminuto bóxer que ni siquiera ocultaba su masculinidad habían hecho que Kagome olvidara todo.

Todo excepto una cosa: hacia ya más de dos años que nieguen hombre la había tocado. En realidad, el único hombre que la había tocado había sido InuYasha. Fue en el día de navidad. Enloquecido por los celos, InuYasha la había jalado hacia el muérdago y le había espetado un beso que incluso hoy hacia que le temblaran las piernas.

— Son solo las dos de la mañana. — Respondió Kagome con cautela al verlo entrecerrar los ojos. — Además, yo también tengo derecho a divertirme de vez en cuando, ¿no crees?

Un sentimiento extraño pasó por la mirada de InuYasha pero Kagome no tuvo tiempo de analizar qué tipo de sentimiento era, porque su mirada se volvió un glaciar.

— Esta casa tiene reglas y tu no eres diferente de los demás.

En eso si que se equivocaba InuYasha. Ella era diferente, ella no podía tener un amante para cada noche como lo hacia él. La última vez que se atrevió a insinuar que tenía uno, InuYasha la había humillado frente a medio colegio.

Kagome volvió a suspirar. Había tenido una noche esplendorosa y la ultima cosa que necesitaba ahora era escuchar los reproches de su hermanastro. Mañana lo oiría hasta el cansancio, pero aquella noche sólo quería soñar despierta con el moreno del club que le había demostrado que incluso una frígida como ella todavía podía sentir pasión.

— Bien, si eso es todo lo que querías decirme, me voy a la cama. — Respondió Kagome con un bostezo. — Yo, al contrario que tu, necesito dormir. Buenas noches, InuYasha.

Kagome empezó a caminar y cuando iba a pasar su lado, InuYasha levantó su brazo derecho, impidiendo que pasara.

— Creo que has dejado tus buenos modeles en la entrada, gatita. Porque esa no es una forma de despedirse se alguien.

— ¿Que es lo que realmente pretendes con todo esto? — Explotó Kagome después de escucharlo llamarla «gatita». Odiaba cuando él empezaba con sus estúpidos juegos de gato y ratón.

InuYasha la miró tan duramente y durante tanto tiempo que Kagome creyó por un segundo que él iba a quedarse toda la noche mirándola, sin decir una única palabra.

— Ven aquí y béseme. — Dijo suavemente mientras le miraba con sus ojos dorados que parecían querer tragarla por completo. — Sé que lo estás deseando.

Kagome se quedó rígida como una piedra. Al principio pensó que era otra de sus bromas de mal gusto, después se dio cuenta de que hablaba en serio. Y lo que era peor: tenía razón.

Lo deseaba. ¡Buda, cuánto lo deseaba!

Antes de darse cuenta de lo que estaba haciendo, Kagome ya se estaba acercando a InuYasha. Él se puso recto mientras ella avanzaba, y sus ojos brillaron comprendiendo lo que le ocurría, aunque no dijo nada.

Sólo esperaba.

Le temblaron los hombros cuando ella le pasó las manos por encima.. Sus dedos lo acariciaron deslizándose por su camisa, y un poco, por su cálida piel. Él no se movió excepto para mirarla, y ella no pudo interpretar la expresión de sus ojos. Simplemente levantó la cara, cerró los ojos y juntó su boca con la de él.

Al principio apenas rozó la suave línea de sus labios, sólo para ver qué le parecía. Le sorprendió sentir que su cuerpo temblaba mientras lo tocaba. Entonces se acercó más, y apretó su boca contra la suya ladeando la cara para que pudieran acoplarse mejor, separando los labios lo justo para que él abriera los suyos y poder sentir su sabor.

Ocurrió algo extraño cuando InuYasha empezó a corresponder a su beso. Una gran explosión de calor, una fiebre de emoción y deseo le recorrió el cuerpo como si se hubiera desatado. Los labios de InuYasha se movieron bajo los de ella, que ya no estaban indecisos, sino hambrientos y exigentes.

Kagome se perdió en el beso atrapada en un torbellino de sensaciones: pasaba sus dedos sobre la camisa y el cálida tejido le permitía percibir el tamaño y la forma de los músculos que tapaba… La danza resbaladiza y caliente de sus lenguas, los dedos de él agarrados con fuerza a su cintura, clavándose en su piel, la dureza y pesadez de su pecho contra ella.

Sus caderas presionaban la parte superior de los muslos de ella, que pudo percibir la erección bajo el tejido de sus pantalones. Entonces una aguda espiral de sorpresa y deseo se disparó desde su vientre hasta su feminidad, que automáticamente hizo que se moviera permitiendo que él se frotara contra ella.

No protestó cuando la levantó en sus brazos, la llevó a su habitación y la depositó sobre la cama.

InuYasha murmuró un suave gemido rozándole la boca, y deslizó una mano por dentro del vestido paseándola por su cintura, después por su vientre plano hasta que alcanzó uno de sus senos.

Kagome comenzó a respirar entrecortadamente al sentir el despertar de su feminidad que se hinchaba de deseo, y se excitaba con ese pequeño toque de InuYasha.

InuYasha mordisqueaba, chupaba y lamía, y ella jadeaba cerrando los ojos, sintiendo como todo su cuerpo recibía una oleada de sensaciones abrumadoras. Él le atrapaba los pezones entre sus dedos pulgares e índices, y los retorcía y acariciaba suavemente. Jugó con ellos hasta que se pusieron duros y la respiración de Kagome se hizo más intensa y acelerada.

Sus bocas se volvieron a encontrar, y Kagome aprovechó ese momento para deslizó sus manos entre ambos hasta llegar a aquella dura pertuberancia que se endurecía contra su vientre. InuYasha volvió la cara hacia el techo y liberó una larga y temblorosa espiración cuando Kagome empezó a acaricia toda la extensión de su miembro.

La respiración de ambos era pesada e irregular, la habitación empezaba a estrecharse y el aire estaba denso. De pronto, le apartó sus manos juguetonas de su miembro, la giró de espaldas a la cama, y le quitó el vestido dejándola solo con unas bragas (ya que Kagome no llevaba sujetador). No perdió el tiempo y enseguida las bragas siguiera el mismo destino que el vestido. Kagome se sintió expuesta, ya que ella estaba tal y como cuando vino al mundo y InuYasha no obstante seguía completamente vestido.

Cuando lo sintió acariciarle delicadamente, aunque con firmeza, el interior de sus muslos, abriéndoselos justo hasta donde se unían, Kagome abrió todavia más las piernas. Si es que posible abrirlas más.

InuYasha resbaló su pulgar sensualmente a lo largo de los labios, entre sus pliegues, y hasta el apretado y oculto clítoris. Kagome gemía, cerraba los ojos y empujaba con sus caderas todo lo que podía contra el incansable pulgar. Arriba y abajo, por alrededor, hacia dentro y hacia fuera, el dedo se movía lenta y tranquilamente... Y ella sentía cómo aumentaba su sensación de placer, que latía con fuerza, temblaba y crecía.

InuYasha murmuró algo pero Kagome no alcanzó a entender muy bien. Entonces lo sintió apartarse bruscamente de si y eso la hizo girar la cabeza hacia atrás justo a tiempo para ver como él se desabotonaba la camisa deprisa y se sacaba los pantalones con la misma rapidez. Aunque todo estaba a oscuras, por la luz tenue de la luna pudo ver como su miembro quedaba al fin libre de su cautiverio.

Desde de que InuYasha quedara completamente desnudo, Kagome no tuvo dudas de lo que iba a ocurrir a continuación. La recostó de espaldas en la cama, le abrió las piernas y, arrodillando delante de ella, la penetró.

Primeiro con suavidad, hasta tocar la barrera flexible, y entonces con un poco más de brutalidad la poseyó completo.

Kagome gritaba, sintiendo conmocionada por el inesperado golpe de placer que la asaltó. Era mejor de lo que alguna vez había pensando. Su feminidad estaba resbaladiza, pegajosa, lo que parecía enloquecer a InuYasha. Lo notaba en la expresión de sus ojos, en la forma en como apretaba de nalgas y la embestía.

— ¡Por favor, más! ¡Más! — Le rogó Kagome al sentir como su sexo lo apretaba, como si quiera aprisionarlo para siempre.

InuYasha se retiraba con suavidad, para volver a hundirse en ella con salvajeria. Y así siguió una y otra vez. Kagome lo envolvió con sus piernas y se agarró a su pescuezo. Su musculoso pecho chocaba contra sus senos, y eso sólo parecía aumentar más la pasión que los consumía.

Cuando InuYasha se arqueó una ultima vez y derramó su semilla dentro de ella, Kagome le clavó las uñas en al espalda mientras gritaba su nombre con desenfado.

Se dejaron ambos caer sobre la cama. El cabello de InuYasha le caia sobre la cara y podia escucharlo jadear junto a su oído, como si acabara de subir una cuesta corriendo. Olia a sexo, a colonia y a masculinidad.

Kagome poco a poco fue volviendo en sí misma. Las oleadas de placer iban decayendo. Entonces él se apartó, salió de la cama y se puso de pie. Kagome se dio cuenta de que no se estaba vistiendo, como supuso en un primer momento. Sino que había caminado desnudo hacia la ventana y ahora miraba hacia fuera. Su boca estaba torcida en un gesto duro.

Se levantó y empezó a recoger su ropa. Le temblaba todo el cuerpo, y tuvo que admitir que aunque acababa de perder la virginidad, no se había arrepentido de nada. Se vistió lenta y torpemente. Su cuerpo no parecía aceptar que ya se había acabado.

Aunque InuYasha nunca más le hablase en lo que quedase de vida, al menos le había dejado un precioso regalo; recordaría aquel día el resto de su vida.

Cuando se hubo calzado y peinado un poco con sus dedos se enredado cabello, se dirigió hacia la puerta. Era el único hombre que había amado desde que era pequeña, pero él parecer ser solo capaz de verla como la hija de la prostituta que engatusó a su padre con un embarazo no deseado.

Sentia las lagrimas ardiendo en sus ojos, pero se negó a llorar. Más tarde se derrumbaría y daria rienda suelta al llanto, se dijo a si misma.

Abrió la puerta, pero antes de que pudiera poner un pie fuera, todavía lo alcanzó a decir:

— Si te quedas embarazada, hazmelo saber. Asumiré toda la responsabilidad.


Notas: No. Realmente no pretendía escribir un lemon tan explícito. Quería un lime, que es muchísimo más suave que el lemon, pero supongo que al final InuYasha terminó saliéndose con la suya. Tengo pretendido escribir un ShortFic, que tendría más o menos como unos tres o cuatro más. Enfin, si les gusta la idea haganmelo saber. ;)

Con relación a «Cuentame tus secretos», ya que mi hermano tuvo la pequeña delicadeza de apagar todos los archivos que tenia en el ordenador, no se muy bien cuando volveré a actualizar el fanfic. Aunque espero que sea muy pronto. *~*

Enfin, espero que les haya gustado la historia. Si desean continuación, estoy abierta a nuevas sugerencias.

Reviews son siempre bienvenidos. :)