Card Captor Sakura y sus personajes son propiedad de CLAMP


Nota inicial de la autora: ¡Hola a todos! Antes de dejaros con el nuevo capítulo de Perfecta (Im)Perfección quería desearos a todos unas muy felices Navidades y un próspero Año Nuevo. Otra vez he estado ausente, pero dije en su día que este fanfic iba a terminarlo y lo haré cueste lo que cueste por todos aquellos lectores que seguís la historia y me dejáis esos comentarios que sabéis que tanto me gustan (¡GRACIAS, GRACIAS, GRACIAS!). ¡Nos leemos al final del capítulo! Espero que os guste mucho y que digáis qué os ha parecido, por favor. Nada más. ¡Buena lectura! :)


En el capítulo anterior...

Kobato, Shaoran y Sakura llegan al bosque de Aokigahara, más conocido por el nombre del Bosque de los Suicidios. Allí deciden pasar la noche para tomar fuerzas y volver al día siguiente a Tomoeda. Mientras Shaoran y Sakura se refugian en una pequeña cabaña, Kobato decide explorar el terreno en busca de alguna pista que indique la posición de Yue. En mitad de una tormenta que no tiene pinta de parar, Shaoran le cuenta a Sakura la razón de que sus ojos se tiñan de plata cada vez que usa la magia y, del mismo modo, confiesa su inseguridad por considerarse a sí mismo "un monstruo". Sakura no está dispuesta a aceptar las palabras de Shaoran y trata de consolarlo. Sin embargo, pronto las caricias y los besos les llevarán a dar otro paso más en su relación pese al miedo y las dudas de Sakura, quien no está segura de querer a Shaoran tanto como para hacer el amor con él.


Perfecta (Im)Perfección

Capítulo 11

Estúpido corazón

(Sakura)

¿Acaso estás probando hasta dónde eres capaz de llegar? ¿Estás seguro de que luego no vas a arrepentirte?

¿Y tú? ¿Por qué siempre tienes que darle vueltas a todo? ¡Déjame ser libre!

Él la quiere. Y su corazón se ha enamorado de ti. Si tú no sientes lo mismo deberías detener esta locura, pues si sigues haciendo que Sakura despoje a Shaoran de más prendas no podrá parar a tiempo.

Oye, ¿tú te has enamorado alguna vez?

Sí. En el cerebro se alojan los sentimientos relacionados con el amor. ¿Lo sabías?

¿Entonces por qué me llevas la contraria?

Porque sé que luego acabas llorando.

Estúpida mente.

Estúpido corazón.

Creo que fue Bécquer el que lo dijo en una ocasión en uno de sus poemas… "Mientras el corazón y la cabeza batallando prosigan…" Y es que en mi interior unas extrañas voces hablan a gritos sin dejarme escuchar los latidos del corazón de Shaoran, acrecentando mis dudas, mis nervios y el temblor de mi cuerpo en general.

Es en mitad de esta absurda guerra en la que parece que todos tienen algo que decir menos yo, cuando Shaoran pronuncia un nombre… que me resulta bastante familiar.

Tsu.

Le dedico un interrogante con la mirada y no puedo por menos que preguntar:

—¿Tsu? ¿De dónde viene el apelativo? ¿De Tsubaki? ¿Tsukuru? ¿Tsukiko? —pero entonces la respuesta es tan clara que me avergüenzo de no haber caído antes en la cuenta—. No. De Tsubasa.

Shaoran asiente.

—Sí. ¿Cómo… lo sabes?

—No lo sé. Pero me ha dado la sensación de que no podía ser otro nombre.

Shaoran frunce el ceño, pensativo. Le doy un golpecito en la nariz con mi dedo índice. ¿Acaso estamos en situación de pensar?

—¿Qué andas tramando?

—Planeo una estrategia para quitarte el sujetador a la primera y no quedar como un crío.

—¡Idiota! —exclamo golpeando su hombro derecho a la par que me inclino sobre él y quedo recostada encima de su cuerpo. Shaoran se ríe y me abraza. Me acaricia la espalda con delicadeza mientras fija su mirada ambarina en el techo de la cabaña. Me sorprende que no tenga goteras. Así, tumbada sobre él, pego el oído a su pecho y escucho la nana de su corazón. El mío canta al mismo son, aunque sigue debatiéndose de forma incansable con mi razón. No hay tregua, no hay acuerdo. Solo sentimientos contradictorios que se reflejan en mis actos. Ahora sí; ahora no. Y ese nombre… Tsu… hace que me duela la cabeza—. ¿Shaoran…?

—¿Sí?

—¿Por qué será que me da miedo preguntarte… quién es Tsu? Creo que me estoy perdiendo algo importante…

Él suspira y me aparta el pelo de la frente.

—Mira, hagamos una cosa, Sakura —dice en voz baja sin dejar de acariciarme… ahora por debajo de mi camiseta—. Yo te amo sin preguntas y tú… estás conmigo sin respuestas. ¿Hecho?

"Estás conmigo". No ha dicho algo como "y tú me amas", no. Solo un vacío y tal vez justo "estás conmigo". Y quizás sea lo mejor. Al menos hoy. Solo por esta noche. Como un paréntesis.

—Hecho.

Un rayo y su posterior trueno cruzan la estancia iluminando nuestros cuerpos entrelazados pero aún vestidos. Pronto dejarán de estarlo.

Shaoran y yo nos incorporamos sobre el manto de nubes y quedamos de rodillas el uno frente al otro. No existe nada más que el color de nuestras miradas retándose en silencio, acompañado por el tacto de nuestras manos explorándonos. Shaoran se acerca peligrosamente, como un felino acechando a su presa. Apoya su frente contra la mía mientras yo entreabro la boca para acoger el beso que está a punto de darme. Él no se hace de rogar, y después de una última e intensa mirada me besa lentamente deslizando sus dedos desde mis hombros hasta mi cintura, donde se entretiene con mi camiseta rosa. Luego asciende a un ritmo más acelerado arrastrando consigo la tela húmeda por la lluvia.

Siento un escalofrío cuando Shaoran me arrebata la camiseta, pero pronto me abraza y esa sensación desaparece. En su lugar noto su piel arder contra la mía. Me aferro a su espalda y busco su cuello para darle un mordisco tan suave como rápido y torpe. Estoy algo nerviosa… ¡y seguro que Shaoran lo nota! Me pregunto con cuántas chicas habrá estado antes que conmigo… Esta seguridad que tiene al explorarme no es casual. No es como si yo fuera su primera vez. Sabe moverse, sabe exactamente dónde y cómo tocarme… y eso me desconcierta. Me hace dudar una puta vez más. ¡Estoy harta de mis dudas! ¿Qué más dan las veces que Shaoran haya hecho el amor con otras? Ahora está conmigo, solo conmigo. Aquí, protegiéndome con su calor. Entonces, ¿por qué tengo la impresión de que las cosas pueden volver a salir mal? Y espera, espera… ¿cómo que "haciendo el amor"? Él y yo no estamos haciendo nada. Esto es solo cuestión de sexo. Cuestión física de pura atracción magnética. Nos apetece coincidir bajo el mismo techo de esta manera. Y ya. Punto. ¿Verdad?

Shaoran me empuja suavemente hacia atrás, aunque no llegamos a tumbarnos. Me mira en la oscuridad de la estancia y el brillo de mis ojos verdes le llega en la lejanía. Frunce un poco el entrecejo y me da un golpecito en la nariz con su dedo índice.

—¿Qué te pasa? —pregunta con paciencia infinita.

—Nada.

—Entonces es que pasa algo.

—De verdad que no.

Shaoran me da un dulce beso en la mejilla. Es tan tierno que me hace derretirme.

—¿Quieres que lo dejemos por hoy?

—N-no…

Me rodea con sus brazos y desliza sus manos a lo largo de mi espalda. Se detiene en el cierre de mi sujetador y tira de él con picardía. No sé si lo que intenta es provocarme, pero desde luego está consiguiendo que me ponga más nerviosa de lo que ya estoy.

—¿Segura?

Le doy un beso en los labios, aunque es solo una excusa para ganar tiempo. Creo que, de intentar hablar, me temblaría tanto la voz que sería incapaz de pronunciar palabra, por lo que simplemente asiento.

Y entonces lo hace. Sus dedos se mueven con precisión en torno al broche y se deshacen con presteza del sujetador, dejando mi pecho al descubierto. Los colores se me suben a la cara y noto cómo la sangre circula por mi cuerpo a toda velocidad. Mi corazón late tan fuerte y tan deprisa que por un instante temo que Shaoran se percate de sus atronadores chillidos. Sin embargo, lo que menos me preocupa es lo que sucede por debajo de mi piel. ¡Lo que me preocupa son los ojos de Shaoran clavándose en mi torso!

Comienza a descender muy despacio mientras va acariciando mis hombros con sus labios. Me pego a él abrazándole con fuerza. Así al menos no verá mi desnudez. Shaoran se ríe y me aparta un poco de su lado. ¿Él no siente vergüenza o qué?

—Es como nuestra primera vez —susurra contra mi oído, aunque no entiendo a qué se refiere y no me da tiempo a preguntarle, pues pronto avasalla mi boca con su lengua en un beso que va adquiriendo mayor intensidad a cada segundo que pasa.

Ahora sí que nos deslizamos sobre el manto de nubes. Shaoran queda justo encima de mí y me contempla entre las llamas de fuego que siguen bailando a nuestro alrededor. Sus manos, que estaban apoyadas a ambos lados de mi cabeza, se pasean a sus anchas por mi cuerpo hasta detenerse en mis muslos. Y luego empieza a descender poco a poco, lamiendo desde mi cuello hasta mi vientre, entreteniéndose en cada curva que encuentra a su paso.

Joder… Cierro los ojos y le dejo hacer, pero no puedo reprimir un largo suspiro. Me mira desde abajo, a la altura de mi ombligo, y sonríe satisfecho con una inocencia mal disimulada. Está a punto de levantarme la falda cuando me incorporo y le empujo hasta quedar sentada encima de él, como cuando estuvimos en aquella playa italiana.

—No te pienses que te voy a dejar a ti toda la acción —digo tratando de mostrarme segura antes de deslizarme por su cuerpo y juguetear con el botón de sus vaqueros.

Los nervios hacen que me tiemblen los dedos. No quiero que Shaoran se percate, así que le beso mientras desabrocho torpemente su cremallera y le quito poco a poco los pantalones después de que se haya deshecho de los zapatos y los calcetines. Él me ayuda a desprenderse de ellos y cuando se queda únicamente con sus bóxers negros, me aferra súbitamente por el trasero y me arrebata la falta en un visto y no visto.

—Primera regla —susurra en un tono seductor acompañado de una sonrisa que no tendría ni el mismo diablo—: nunca dejes que tu oponente te distraiga.

Y vuelve a los besos, a las caricias que van más allá de mi ropa interior y que me hacen estremecerme entre sus brazos… Y sigue inclinándose más y más hasta volver a situarse encima de mí. Parece tener una maldita obsesión con querer estar en esa posición todo el rato, pero no se lo replico. No creo que tenga voz suficiente para quejarme.

Los dedos de Shaoran se mueven rápidamente dentro de mí. Es una sensación extraña… Sus besos son dulces, tiernos, lentos… pero sus manos van a un ritmo muy diferente. La combinación es brutal y al final termino por soltar el primer gemido dentro de su boca.

No sé dónde ni cómo poner los brazos. Primero los dejo a ambos lados de mi cadera, luego los estiro por encima de mi cabeza, como si estuviera desperezándome, y finalmente vuelven a la espalda de Shaoran. Es él quien se encarga de quitarse tanto su ropa interior como la mía. Y yo, que no me atrevo a mirar por debajo de su cintura, decido echar un rápido vistazo…

Buuuf… Busco sus ojos, pero no es una buena idea. Mi cara tiene que ser de cuadro, porque Shaoran deja escapar una carcajada.

Le golpeo el hombro con indignación, pero él enseguida roza su nariz con la mía a modo de disculpa y me abraza. Así, sin más. Sin besos ni caricias. Nos abrazamos piel con piel.

Dios… aquí hace mucho calor. ¿Será porque la temperatura de Shaoran está unos grados por encima de lo normal?

—Eres muy bonita, Sakura —dice de pronto, descolocándome—. Por dentro… —y mientras pronuncia esas palabras me acaricia el pecho— y por fuera.

Me deja completamente cortada ante ese comentario, aunque por suerte no tengo que responderle, pues pronto compartimos un nuevo beso.

Casi por instinto separo las piernas cuando él se incorpora, pero de pronto su expresión cambia de golpe y me mira con horror.

—¿Shaoran?

—Sakura… —dice sopesando cada palabra—. ¿Por casualidad no tendrás un preservativo?

(Shaoran)

¡Joder! ¡El puto preservativo…!

Mierda, mierda, mierda… ¿Y ahora qué? Ahora nada.

—Claro que no —suelta ella como si fuera lo más obvio del mundo—. No estaba en situación de coger ninguno cuando he salido de casa… y tampoco podía imaginar que terminaríamos así…

—Vale, vale, vale… —digo con rapidez. No quiero que Sakura vuelva a pensar en los hechos tan macabros que la han obligado a fugarse de su casa en Italia— Vale.

La abrazo y le doy un beso en la frente antes de levantarme y recuperar los bóxers. Sakura también se pone en pie y me sigue. Pasa los brazos alrededor de mi cintura y apoya su cabeza en mi hombro izquierdo.

La contemplo de arriba abajo. Es la chica que me ha hecho suspirar durante años, la misma que jodió mi vida poniéndola patas arriba cuando decidió abandonarme, la que sin proponérselo me ha hecho recordar que seguía enamorado de ella. La he tenido desnuda frente a mí infinidad de veces y hemos hecho el amor en los sitios más inimaginables posibles. Ahora sucede lo mismo. Es la piel la que habla por nosotros, nuestras bocas entreabiertas y los besos repartidos… Sin embargo, yo siento que es algo distinto. A fin de cuentas, esta chica es Sakura, pero no es mi Sakura, sino la que pertenece a la realidad desdoblada que Kobato creó para cumplir mi deseo.

Y aún así ella es igual a la que recuerdo. Se parece en todo, en cada mínimo gesto… ¿Cómo no iba a enamorarme otra vez de ella? Sí, ¿cómo?

Estarás contento, ¿eh? ¡Estúpido corazón!

—Shaoran… —susurra Sakura después de que ambos hayamos permanecido unos minutos en silencio.

—¿Sí?

—No me importa…

—¿Qué dices…?

—Que quiero hacerlo. No me importa si no tenemos nada.

Me doy la vuelta y la miro sin creerme estar oyendo esto que está diciendo. Pero cuando el ámbar de mis ojos encuentra el verde de los suyos solo veo determinación en ellos. Y algo más… el deseo desbordándose a través de su mirada.

Pienso en Tsu. Nosotros estábamos buscando tener un hijo cuando Sakura se quedó embarazada de ella. No nos cogió de sorpresa la noticia y fue una alegría cuando Sakura se hizo las pruebas y estas dieron positivas.

Ahora lo que menos nos interesaría sería que Sakura se quedase encinta por un desliz como este, por ese deseo que también se desborda a través de mí.

—Pero…

—No va a pasar nada —asegura ella acariciando mi pelo con las yemas de sus dedos y tal vez, solo tal vez, haciendo cálculos mentales—, de verdad.

Y la veo tan segura que no me lo pienso, como si nuestras dudas se hubieran disipado al mismo tiempo. La tomo en brazos y, entre nuevos besos, la llevo hacia la única mesa de la cabaña que está en buen estado. A un movimiento de mi mano el manto de nubes se traslada desde el suelo hasta la superficie lisa de la mesa, colocándose como un mantel acolchado y sedoso. Deposito allí a Sakura y separo sus piernas con delicadeza. Ella se recuesta en la mesa y me guiña un ojo, cómplice. Sé que aparenta una seguridad que en realidad no siente. Sé que tiene miedo y que sigue dudando, pero actúa tan bien que incluso yo me creo su truco.

No tenemos nada más que decirnos. Hay cosas que se entienden sin necesidad de palabras, y supongo que esta es una de esas cosas. Y es una sensación maravillosa. Esa conexión, quiero decir. Saber que conoces tan bien a una persona y que estás tan a gusto con ella que incluso puedes comprender sus pensamientos sin necesidad de hablar. Una cruce de miradas, un roce de nuestra piel y hasta una sonrisa son suficientes entre Sakura y yo para entender que esta noche es para nosotros, que la lluvia cae para amenizar nuestro momento, que el frío está ahí afuera para que nos encarguemos de mutilarlo con nuestro calor, y que el viento es el vocalista de la tormenta de verano que nos retiene en esta cabaña.

Suspiro deseando que este momento dure para siempre, aunque sepa de sobra que aquellos "para siempre" que Sakura y yo nos regalamos en nuestra juventud terminaron por no significar nada, por vaciarse de emociones y carecer de sentido.

De un "para siempre" a no saber nada de ti, Sakura.

Pero no… Esta noche no. Hoy los "para siempre" vuelven a existir. Y es entonces cuando comprendo que simplemente soy incapaz de tener solo sexo con Sakura. Que al menos por mi parte le haré el amor.

—Me vas a volver loco —digo casi para mí mismo.

—Lo sé.

Acaricio sus mejillas mientras me acerco poco a poco e invado su boca con mi lengua. Luego me alzo ligeramente sobre mis talones y por fin entro en ella. Sakura clava sus uñas en mi espalda en cuanto lo hago, preparándose para reaccionar ante cualquier movimiento.

—Shh… —la tranquilizo mientras acaricio su pelo. Después empiezo a moverme muy despacio adelante y atrás. Ella no tarda en deshacerse entre gemidos que son pausados al principio y más violentos luego, cuando acelero el ritmo de las embestidas.

Sakura busca mi boca a la desesperada y rompe cada beso con sus jadeos mientras yo cierro los ojos y experimento todas y cada una de las sensaciones que nos envuelven. Me muevo en su interior fluyendo como un río que desemboca al océano de lo prohibido, del placer más absoluto. Mis manos recorren cada trocito de piel y a su paso logran erizar el vello de Sakura, que sube el volumen de sus gritos por encima de la lluvia y me araña la espalda canalizando la rabia de no poder estar quieta.

La abrazo fuertemente sosteniéndola por los hombros y hundiendo mi rostro en el hueco comprendido entre su cuello y su hombro. Quiero sentirla todavía más cerca, ser uno solo con ella. ¡Más, más cerca! Que mi carne se funda en la suya.

Aspiro su perfume sin dejar de moverme en su interior. Sakura se inclina hacia atrás y luego vuelve a la carga besándome con intensidad. Me arde todo el cuerpo… ¡Joder! ¡Los cristales de las ventanas se han empañado!

Dejo escapar un largo gemido mientras tomo el rostro de Sakura entre mis manos, los mechones cayendo entre mis dedos. Nos miramos durante algunos segundos que se hacen eternos. Ella abre la boca y yo aprovecho para besarla. Rompe el baile de nuestras lenguas cuando llega al orgasmo, estallando dentro de mi garganta. Acto seguido llego yo, pero inmediatamente me aparto de su lado. La conocida marcha atrás…

—Uf… —Sakura se deja caer sobre mi cuerpo, extenuada. Yo la ayudo a ponerse en pie y ambos caminamos agotados hacia donde inicialmente había dispuesto el manto blanco de nubes. Caemos pesadamente sobre él y nos quedamos así, desnudos, contemplando las vigas del techo de la cabaña.

Sakura me da la mano. Se la aprieto. Luego ella se acurruca a mi lado, encogiendo su cuerpo. Busco las palabras adecuadas que decir, pero no lo consigo, así que solo es mi respiración entrecortada la que habla por mí.

Cierro los ojos y tan solo por un instante pienso que he engañado a Sakura. A la mía, quiero decir, a la que se casó conmigo y me espera en los juzgados de Tomoeda para resolver de una vez por todas el tema del divorcio. Pero enseguida me doy cuenta de que no debo pensar así. Yo tampoco soy el mismo Shaoran. Ahora tengo diecinueve años y estoy viviendo otra historia de amor… ¿Y si decido quedarme en esta realidad? ¿Y si le digo a Kobato que quiero cambiar mi deseo inicial y envejecer aquí junto a esta Sakura?

Me parece una idea muy tentadora, demasiado… Pero entonces pienso en Tsu. En este mundo desdoblado ella no es mi hija, yo no soy su padre… No podré verla crecer como quiero, ni apoyarla en sus decisiones más difíciles ni protegerla incluso del más amenazador de los peligros…

No. No puedo quedarme. Mi misión aquí es acabar de una maldita vez con Yue y recuperar mi vida, mis cuarenta años… y decirle a Sakura que la amo y que no quiero que me deje.

—Shaoran…

La voz pausada de Sakura me saca de mis pensamientos.

Mi giro y contemplo su rostro. Ella me acaricia la mejilla con ternura y se acerca un poco más a mí.

—¿Qué?

—No sé… te has puesto muy serio de pronto… ¿Te encuentras bien?

No sirvo para estar con Sakura Kinomoto. ¿Qué diablos estoy haciendo? Consigo que una me deje y que la otra se preocupe por mí después de hacer el amor. ¡Después de hacer el amor! Joder, la quiero… debería haberla abrazado y susurrado mil cosas al oído que la hicieran sonreír… Pero no. ¡Reacciona, Shaoran!

—Sí, tranquila —digo en voz baja y le devuelvo sus caricias. Ella no parece muy convencida, pero asiente y me da un beso en la mejilla—. Eres increíble, Sakura.

Sus mejillas se encienden ante mi comentario, más que inocente, y se refugia en mi pecho para que no vea su cara colorada. Parece una niña pequeña.

Sonrío. Sakura me abraza por la cintura y yo rodeo sus hombros con mi brazo. Así, pasados unos minutos, nos quedamos dormidos.

(Sakura)

El incesante trabajo de un pájaro carpintero consigue despertarme cuando los primeros rayos de sol se cuelan a través de las contraventanas de madera y acarician mi piel desnuda con su calidez. Me incorporo muy despacio y no sin cierta confusión, como si no supiera a ciencia cierta dónde me encuentro. Pero luego veo a Shaoran a mi lado, dormido como un niño, y no puedo evitar retener una sonrisa al recordar lo que sucedió anoche. Cómo esos mismos brazos que saben blandir una espada de fuego me enseñaron a amar, pues decir que Shaoran y yo sólo tuvimos una noche de pasión desenfrenada me parece quedarse corto. No fue solo sexo. Y aunque me dé miedo admitirlo he de hacerlo, también hubo amor.

Suspiro y me acurruco a su lado. Sonrío al sentir su piel contra la mía y después cierro los ojos, pero ya no tengo sueño, así que vuelvo a incorporarme al cabo de un par de minutos y contemplo la expresión de Shaoran. Es plácida, tranquila, como si jamás hubiese conocido el miedo, el dolor o el sacrificio. Me obligo a mí misma a conservar en mi memoria su gesto de absoluta calma pensando que me encantaría poder ver cómo duerme Shaoran durante mucho, mucho tiempo.

Tras acariciarle la mejilla le doy un ligero beso en su hombro desnudo y abandono la improvisada cama que él creó cuando llegamos a la cabaña. Luego, sin hacer ruido, recupero todas las prendas que anoche no me hacían falta y me visto antes de salir al exterior.

Hace algo de frío, pero no es nada que no pueda soportar. Camino contemplando las copas de los árboles, sus ramas cubiertas de un verde más intenso después de la tormenta, las hojas bañadas por el hermoso rocío de la mañana. No me importaría quedarme aquí, en la cabaña del bosque Aokigahara… incluso a pesar de las leyendas que hablan de este lugar como el Bosque de los Suicidios y que, en parte, son verdad. Envejecer junto a Shaoran y morir con él. Siento que no necesito nada más mientras esté a su lado.

Sin embargo, pronto desecho la idea de mi cabeza. Aún queda un largo recorrido antes de poder sentirme así de libre. Todavía tengo que rescatar a mi hermano Touya de las garras de Yue. Hay mucho que hacer… y poco tiempo que perder.

Con este pensamiento dirijo mi mirada al cielo. ¿Cuándo volverá Kobato? Dijo que nos encontraríamos por la mañana y regresaríamos a Tomoeda, pero aún no hay rastro de ella. Tampoco sé si estoy preparada para volver y enfrentarme a todo lo que dejé atrás. Para mí, la pequeña Tomoeda ha permanecido congelada tal y como la recuerdo antes de que Yue me obligara a irme. Pero ya nada es igual. Mis amigos han cambiando, han empezado ese futuro del que tanto nos hablaban los profesores en el instituto Seijô. Algunos ya van a la universidad; otros se habrán puesto a trabajar… y todos han crecido en estos dos años que han pasado enriqueciéndose con nuevas experiencias. Cambiando y cambiando sin parar. En cambio yo me he perdido en ese tiempo y he intentado olvidar. He intentado que todas las personas a las que conocía no fuesen más que recuerdos lejanos, ya que de otra manera no podría avanzar ni empezar de cero. Y no me daba cuenta de lo inútil que había sido eso. Estoy demasiado ligada a ellos. De otro modo Shaoran nunca me hubiera buscado. Él sí que ha sacrificado dos años de su vida por mí, lo que me lleva a preguntarme quién de nosotros dos ha perdido más en realidad. Si lo pienso he sido yo la que le ha robado tantos días del calendario de su vida. ¿Cómo puedo devolvérselos?

Me encojo de hombros y sigo caminando. Vuelvo a pensar en si Kobato habrá llegado o no al lugar en donde quedamos, tal y como dijo ayer. Tengo la impresión de que podrá encontrarme aunque me pierda, por lo que puedo seguir alejándome de la cabaña todo lo que quiera.

No obstante, no avanzo mucho más. Un brillo en el suelo llama mi atención. Un brillo plateado a pocos metros de donde me encuentro.

Camino con cautela arrastrando los pies mientras me guío por la extraña luz que emana entre las hojas esparcidas por la tierra. Me agacho cuando estoy lo suficientemente cerca y las aparto. Allí, oculto entre un montón de ellas, hay un perrito azul de peluche en cuyas patas delanteras sostiene una antigua llave de plata. El muñeco tiene un collar de color rojo en su cuello que me resulta familiar y me pregunto dónde lo he visto antes. No tardo mucho en darme cuenta de que ese peluche es el mismo que llevaba Kobato asomando en su bolso cuando me ayudó a huir de Yukito.

—¿Qué haces tú aquí? —digo como si el perrito fuese capaz de contestarme. Lo tomo entre mis manos y analizo con cautela la llave que lleva.

Pero un ruido no muy lejos de donde estoy hace que me sobresalte y me ponga en guardia. Me levanto en silencio y escucho lo que me rodea. Hay alguien que se acerca, estoy segura. En la distancia puedo oír unos pasos que, presurosos, se dirigen hacia a mí.

—¿Shaoran?

Nadie contesta. Rápidamente me escondo detrás del grueso tronco de un árbol mientras le quito la llave al peluche azul y la guardo en uno de los bolsillos de mi falda.

Los pasos se escuchan cada vez con más claridad, aunque no sé qué puedo oír mejor, si esos pasos o los latidos de mi corazón. Siento que me fallan las piernas cuando un negro pensamiento cruza mi mente. ¿Y si es Yue? ¿Y si nos ha encontrado? Pero sé que, por otro lado, esa idea es absurda. Yue sería más cauto. Se movería como un felino, sin llamar la atención ni hacer ruido. A fin de cuentas, es el señor del factor sorpresa.

Pensar en Yue me hace recordar a Fye. Noto cómo mis ojos se inundan en lágrimas tibias que no llegan a descender por mis mejillas… Y siento una vez más el miedo en mis huesos, una sensación que se incrementa en mí a cada segundo que pasa y se sincroniza con el compás de los pasos que siguen avanzando hasta detenerse.

Parpadeo rápidamente para retener las lágrimas mientras me asomo con mucho cuidado tras el tronco del árbol. Así, despacio…

Y entonces la veo. Una chica…

Una joven que no tendrá más de dieciocho años sentada en el suelo cubierto de hojas y la espalda apoyada contra un enorme pino. Tiene el pelo larguísimo y de una tonalidad entre rubia y castaña. Sus ojos, de un verde intenso, se deslizan a toda velocidad por las páginas de un viejo cuaderno de anillas.

¡Menos mal! Sólo es una niña…

Suspiro aliviada y me dispongo a darme la vuelta para regresar a la cabaña. Pero olvidándome de toda cautela, mis pies pasan por encima de una rama seca que, al pisarla, se parte en dos produciendo un crujido que en mitad de todo ese silencio alerta a la muchacha.

—¿Quién anda ahí? —la oigo preguntar a pocos metros de distancia de donde me encuentro—. ¿Eres tú, Eriol?

¿Eriol?

Me quedo completamente inmóvil. La chica se levanta del suelo y comienza a caminar hacia el tronco que me oculta de su campo de visión, pero yo ya no pienso en eso, en huir, en salir corriendo como si ella fuese una especie de amenaza, sino en el nombre que ha pronunciado. Eriol… ¿se referirá a Eriol Hiiraguizawa?

Decido dejarme ver antes de que me descubra, y de dos pasos me sitúo frente a ella, quedándome más paralizada de lo que ya estaba.

Durante dos segundos ambas contenemos la respiración mientras nos sostenemos la mirada. ¡Y es que es como mirarme en un espejo! Esta chica, sea quien sea, se parece extraordinariamente a mí…

Ella debe de pensar lo mismo, pues cuando se acerca lo suficiente extiende la mano que no sostiene el cuaderno para tocarme y así comprobar que soy real.

—Increíble… —susurra abriendo los ojos como platos.

Yo sacudo la cabeza de un lado para otro y trato de salir de mi ensoñación.

—¿Quién eres? —pregunto.

La chica sonríe con picardía. ¡Maldita sea! ¿A quién me recuerda esa sonrisa?

—Yo podría hacerte la misma pregunta.

—No tengo tiempo para juegos de palabras —contesto con severidad—. Una de las dos tendrá que responder en primer lugar. Y yo he preguntado primero.

—Vale, vale… Me llamo Tsubasa, pero puedes llamarme Tsu.

El corazón me da un vuelco al escuchar su nombre. Tsubasa, Tsu… ¿Será la chica que Shaoran mencionó anoche?

—Yo soy Sakura Kinomoto —digo siguiendo la conversación como si nada—. ¿Qué haces en este bosque?

—¿Y tú?

—Yo he vuelto a preguntar primero.

Suspira con cierta exasperación, pero aún así responde.

—Me gusta este lugar. Suelo venir a escribir aquí.

—¿Prosa? ¿Poesía?

—De todo un poco.

¿Y ahora qué? Me la quedo mirando y esperando al mismo tiempo a que diga algo más, cualquier cosa, pero la chica simplemente permanece de pie y me escudriña con interés. En el bosque no se escucha apenas nada. Tan solo el canto de algún pájaro madrugador y nuestras respiraciones entrecortadas. Por un instante temo que mis pensamientos se oigan por encima de mi voz calmada, pues mi cabeza es ahora un alboroto ensordecedor en donde las dudas se pelean unas con otras. Y no sé por qué tengo el presentimiento de que algo no va bien… ¡Es muy raro! ¿Quién es realmente esta chica? ¿Por qué se parece tanto a mí? ¿Es la misma Tsu de la que me habló Shaoran?

—Yo también escribo —suelto de pronto intentando desconectar—, pero soy mala con los finales. No sé cómo acabar mis relatos de forma adecuada.

—A mí tampoco se me da muy bien —contesta Tsu esbozando una sonrisa de complicidad—, por eso solo escribo historias cortas y a menudo abstractas que suelen tener un final abierto.

—Ya veo. ¿Te funciona?

—No lo sé. No me gusta que los demás lean mis escritos… Algunos son demasiado personales, así que no recibo apenas críticas.

Baja la mirada poco a poco hasta clavar sus ojos en el suelo mientras se coloca un mechón de pelo detrás de la oreja.

—Yo podría leer lo que escribes… si me dejaras —digo de forma pausada en un intento por seguir hablando con Tsu. Por algún motivo tengo la sensación de que esta chica no es como las demás. Pero no da resultado.

—¿Estás intentando cambiar de tema? —espeta con cierta dureza—. Yo he respondido a tu pregunta. Contesta tú ahora. ¿Qué haces aquí?

Maldita sea… No es tonta la niña, no.

—Eh… He venido a dar un paseo con mi… —¿mi qué? ¡Shaoran no es nada para mí! Al menos no de manera oficial. ¡Si ni siquiera sé lo que siento por él! Le quiero, pero… ¿Pero qué?—. Con un amigo.

Tsu me observa con el ceño fruncido sin saber si creerme o no, sin confiar en mí.

Un amigo… Claro, Sakura, ¿con cuántos "amigos" has hecho lo que hiciste ayer con Shaoran Li?

Se me sube la sangre a la cabeza al recordarlo… y Tsu se da cuenta de mi rubor.

—¿Un amigo?

—Sí, pero tú también esperas a alguien, ¿no? He escuchado que llamabas a un tal… Eriol…

La expresión de Tsu cambia de golpe y se abalanza sobre mí tapándome la boca con sus manos. Su cuaderno de anillas cae al suelo, entre las hojas, y se queda ahí abierto, mostrando las líneas inseguras que Tsu ha escrito en tinta negra.

—¡Shhhhhh! ¿Pero qué dices, Kinomoto? ¡Yo no he llamado a NADIE! —grita visiblemente nerviosa, lo que me hace sospechar que algo pasa.

—Vamos, no tienes que desconfiar de mí… Sé guardar un secreto.

—¡No! ¡Te lo has imaginado! ¿Entiendes? Te lo has imaginado…

Tsu va perdiendo la voz a cada segundo que pasa y al final se queda callada. Yo la miro muy desconcertada, pero tampoco añado nada más. Sé lo que he escuchado y por mucho que insista no me va a hacer cambiar de opinión. Sin embargo prefiero dejar que las cosas se queden así. En su lugar mis ojos se posan en las páginas del cuaderno abierto de Tsu y leo lo que hay escrito en él:

Sé que a ratos te quiero. Sé que somos dos extraños que jugaron a robarse suspiros contra esta misma pared de gotelé. Sé que a ratos también te odio. Sé que tan pronto como te eche de mi vida te suplicaré que vuelvas. Y sé que ondearé la bandera blanca cuando esto vuelva a pasar y te marches dejando el armario abierto de par en par, como debía haberse quedado la puerta que, sin embargo, has preferido cerrar…

Tsu se aparta de mí al escuchar sus líneas en mi boca y se apresura a recoger el cuaderno del suelo. Lo cierra de golpe y lo esconde detrás de su espalda. Sus mejillas se han teñido de un rojo brillante.

—¡No lo leas! —chilla.

—Pero si es muy bonito…

—¡Es triste!

—Eso no quiere decir que no pueda ser hermoso —replico—. Dime, esa historia, ¿tiene un final feliz?

Tsu desvía la mirada hacia el cielo.

—No tiene final —susurra—. Te lo he dicho, yo también soy mala escribiendo finales.

Y tras estas palabras se da la vuelta y echa a correr por el bosque, alejándose más y más.

—¡Tsu! —la llamo—. ¡Espera!

—¡Sakura!

Su voz me parece extrañamente distorsionada cuando pronuncia mi nombre, pero no hay duda. Es Shaoran. Y corre hacia mí esquivando las ramas y los arbustos que obstaculizan su paso.

—Shaoran…

Comienzo a caminar en su dirección antes de que me alcance, pero no soy la única que lo hace. Tsu retoma los pasos andados y se dirige hacia Shaoran con los brazos extendidos y una sonrisa en los labios.

—¡Li…! ¡Shaoran!

Y… Y… ¡Y se tira a su cuello descaradamente! ¿Pero qué se ha creído?

Shaoran, entre la sorpresa y la confusión, la abraza por la cintura y hunde su rostro en el cabello de Tsu.

—¡Tsu! —exclama él sin podérselo creer mientras aparta a la chica ligeramente para poder contemplar su rostro—. ¿De verdad eres tú? ¿Qué haces en este bosque?

—¡Dos años, Shaoran! ¡Han pasado dos años! ¡Me preguntaba cuándo volvería a verte! —dice inclinándose para darle, para darle… ¡un beso en la mejilla! ¡Joder! ¿Pero quién es ésta?—. ¡Te he echado de menos!

—¡Oye, tú! —grito tomando a Tsu del hombro, pero ella no me hace caso y abraza a Shaoran con más fuerza—. ¡EH! ¡Sigo aquí! ¿Queréis que os deje a solas?

Shaoran por fin recupera la cordura y se aleja de Tsu para regalarme un beso tan tierno como breve en los labios.

—Sakura, ¿por qué te has ido? ¡Me has dado un buen susto! —me reprende.

—¡Hum…! —suelto por toda respuesta y aparto la mirada. ¿Por qué se toma tantas confianzas con esta chica?

—¿Li es el amigo al que te referías? —interrumpe Tsu mientras se recoloca su ropa.

Yo le lanzo una mirada asesina y me agarro del brazo de Shaoran, atrayéndolo hacia mí.

—Sí. Y somos muuuuy amigos, ¿sabes? —digo esperando que Tsu sepa leer entre líneas, pero ella, lejos de indignarse, sonríe con socarronería.

—¿Estás celosa de mí? —pregunta sin andarse con rodeos y se ríe tanto que tiene que llevarse las manos al estómago. Su risa es casi directamente proporcional a mi enfado. ¿Celosa, dice? ¡Qué va!—. Me parece que te estás equivocando. Li y yo sí que somos muy amigos, pero solo en ese sentido. No es lo que tú piensas. Le conocí en el instituto Seijô y me ha ayudado mucho con las clases.

Shaoran me mira con incredulidad y también se echa a reír.

—¿Se puede saber qué tiene tanta gracia? —espeto de mal humor.

—¿Va en serio eso de que estás celosa de Tsu? —pregunta Shaoran sin aguantar la risa—. ¡Venga ya! ¡Si Tsu es nuestra…!

Se calla de pronto, poniéndose serio, y carraspea aparentando que no se ha ido de la lengua. Pero hoy no estoy dispuesta a pasar ni una.

—¿Nuestra qué?

—Nada.

—Vamos, Kinomoto, de verdad —continúa Tsu. Parece estar divirtiéndose mucho con la conversación. Desde que Shaoran ha aparecido en escena es como si fuera una chica diferente—, no estés celosa. Además, creo que hacéis una bonita pareja.

—¡Yo no estoy celosa!

—¿Qué más da? —replica Shaoran sonriendo—. ¡Estoy muy contento de teneros a las dos aquí conmigo!

Y nos abraza al mismo tiempo. Y es extraño, porque siento sus brazos alrededor de mi espalda, pero también noto los de Tsu. Y es reconfortante al mismo tiempo… Cierro los ojos y yo también los abrazo con fuerza en mitad del bosque, alegrándome sin saber por qué de que estemos aquí los tres.

Sin embargo, ese instante de felicidad dura menos de lo esperado. Un pinchazo golpea mis sienes con fuerza y un dolor agudo se extiende por mi cabeza haciéndome desfallecer. Tengo que sujetarme a Shaoran y a Tsu para no caerme.

—¡Sakura! ¿Qué te pasa? —grita Shaoran alarmado.

—¿Kinomoto? —Tsu me mira con aspecto preocupado mientras intenta sostenerme, pero yo siento que caigo, caigo en el vacío más absoluto, en la nada…

Parpadeo varias veces. Con los ojos abiertos veo a Shaoran y a Tsu hablándome, diciéndome que resista… Pero si los cierro y vuelvo abrirlos ya no están. Ni siquiera veo el cielo, los árboles, el suelo. Floto sobre un fondo negro. Y ya está.

—¡Mamá!

La voz de una niña me llega a lo lejos. Suena con eco, como si gritara desde las montañas. Es dulce, pero parece impacientarse poco a poco.

—¡Mamá! ¿Me estás escuchando?

Y de pronto la veo. Tendrá trece o catorce años y lleva el uniforme de la Escuela Tomoeda. Ya no estamos en el bosque de Aokigahara. Tsu y Shaoran han desaparecido… Y yo (o al menos creo que soy yo), me encuentro en una pequeña cocina muy iluminada. Estoy sentada en una mesa situada en el centro de la estancia y frente a mí tengo un portátil con un procesador de texto abierto. En el documento hay escritas varias líneas que, sin embargo, no alcanzo a leer, pues la jovencita que está sentada junto a mí reclama mi atención otra vez.

—¡Mamá, no me estás haciendo caso!

—Lo siento, Tsu… Es que este párrafo se me está atragantando. Perdona…

¿Tsu? ¿Cómo que Tsu? ¿Por qué esas palabras han salido de mi boca si ni siquiera quería pronunciarlas?

La niña se inclina hacia la pantalla del ordenador y echa un vistazo.

—¿Es tu novela? —pregunta.

—Sí, pero la continuaré después. Necesito desconectar un rato —y cierro el portátil—. ¿Qué me estabas diciendo?

Contemplo a Tsu con interés. ¿Estoy soñando? ¿Qué me pasa? Aún no tiene todos los rasgos definidos… No lleva el pelo tan largo y tiene su carita blanca salpicada de pequeños granos… Pero sin duda es Tsu, la muchacha que acabo de conocer en el bosque. ¿Es esto real? ¿Son acaso los recuerdos de Tsu? Sea como fuere parece que los estoy viviendo en primera persona… En el cuerpo de uno de sus parientes. De su madre, en concreto. Y que yo no tengo ni voz ni voto en esta extraña visión. Soy una mera observadora metida en el cuerpo de la madre de Tsubasa, pero… ¿por qué?

—¿El jefe de papá es bueno? —pregunta ella dedicándome una inocente mirada.

—Ya sabes que sí, Tsu, ¿por qué me lo preguntas? Tu padre y yo somos sus amigos desde el colegio.

—Es curiosidad… Si es tan bueno podría ascender a papá.

No puedo evitar reprimir una sonrisa.

—Papá disfruta con su trabajo.

—¿Y el jefe de papá está… casado?

Dejo escapar un suspiro y me levanto de la silla para dirigirme a la nevera. Necesito un poco de agua… y algo de tiempo para averiguar por qué razón a Tsu le interesa esa información.

—¿A qué viene tanto interés por él, hija?

—Curiosidad —repite Tsu.

—¿Otra vez?

—Sí.

Suspiro y vuelvo a su lado. Le acaricio el pelo con dulzura antes de contestar.

—Pues sí, está casado.

Una ligera sombra cruza los ojos verdes de Tsu. Agacha la mirada durante apenas una fracción de segundo y luego vuelve a la carga.

—¿Y cómo se llama su mujer?

—¿También lo quieres saber por curiosidad o hay otro motivo? —espeto empezándome a preocupar. ¡A mí con trece años no me interesaba la vida de los jefes de mi padre!—. Tsu, ¿qué pasa?

—Nada.

—¿De verdad?

—De verdad —y se levanta de la silla para salir de la cocina—. Me voy a estudiar.

Pero no dejo que se vaya sin haber respondido a su pregunta. Supongo que soy demasiado buena… o demasiado estúpida.

—Tomoyo —digo—. La mujer del jefe de papá se llama Tomoyo Daidôji, Tsu.

El dolor en mi cabeza es tan fuerte que creo que me va a estallar. Todo a mi alrededor empieza a difuminarse. Las baldosas blancas del suelo, los muebles, las ventanas por las que se cuelan los rayos del sol, Tsu… todo. Y de nuevo aparecen los árboles, los arbustos, el cielo despejado… Escucho la voz de Shaoran llamándome a gritos. Me zarandea con suavidad, pero de forma constante. Y al final consigo enfocar su figura, su expresión preocupada… y logro ponerme en pie aturdida y muy confusa, sin entender nada de lo que acaba de suceder.

—¡La pastilla! —exclama Shaoran y busca en mi cuello el guardapelo plateado que contiene la dosis que Yue hace aparecer por arte de magia cuando la necesito, cuando me dan esos malditos ataques de ansiedad. Efectivamente, ahí está el comprimido. Shaoran lo toma entre sus dedos y consigue introducirlo en mi boca y hacer que me lo trague sin apenas pensarlo.

Poco a poco mi respiración vuelve a la normalidad, a su ritmo pausado. Siento que mi corazón también se calma y que los nervios desaparecen. Me siento libre, viva. Tomo aire en mis pulmones, lo retengo y después lo suelto de golpe. Ya está, ya ha pasado.

Tsu contempla la escena con una expresión de pánico dibujada en su rostro. Le tiembla el labio inferior y busca a Shaoran con la mirada para que le regale una caricia reconfortante. Sin embargo, él no la está mirando. Se acerca todavía más a mí y me abraza.

—¿Te encuentras bien, Sakura?

—¿Qué te ha pasado, Kinomoto? —pregunta Tsu.

Pero apenas oigo sus palabras. Hundo mi rostro en el pecho de Shaoran y me aferro a su espalda. Él hace lo mismo y le dedica una mirada a Tsu en busca de unas respuestas que, obviamente, no le puede dar.

—Vámonos, por favor —susurro.

Shaoran asiente.

—Sí… debemos irnos ya.

—¿A dónde piensas ir? —exclama Tsu agarrando del hombro a Shaoran—. ¿Te marchas lejos de nuevo? ¡No quiero que te vayas otra vez!

—No, Tsu. Regresamos a Tomoeda —dice él muy despacio sin dejar de sostenerme. Tsu y Shaoran se miran en silencio. El verde de ella incide directamente en el ámbar de él y se cuentan secretos que no entiendo. Entre ellos parece haber una conexión tan fuerte que me parece incluso un pecado el querer interrumpirlos, aunque es Shaoran el que finalmente termina hablando—: ¿Vienes con nosotros?

Tsu retrocede un par de pasos y niega con la cabeza:

—Yo… —susurra apretando los puños con fuerza para después clavar su mirada en el suelo. Sus pies juegan con una hoja seca que se ha desprendido de la rama de algún árbol—. No… Pero prométeme que volveré a veros.

—Tienes poca experiencia con los chicos, ¿verdad? Nosotros no somos de prometer nada.

—Tú sí.

—Está bien—se rinde Shaoran ante la seguridad aplastante de Tsu. Lo cierto es que yo también confío en las promesas de Shaoran—. Te lo prometo.

Y Tsu da media vuelta para irse con su cuaderno de anillas, pero cuando su imagen ya se difumina entre los árboles se gira y nos saluda con la mano.

—¡Te escribiré! —le grita a Shaoran agitando en su puño una nota de papel.

Él no dice nada, aunque sé que está conforme. Siento una punzada de dolor en el pecho que no tiene nada que ver con los pinchazos que siguen bombardeando mis sienes por la extraña visión que acabo de tener.

—Shaoran… —digo en voz baja para reclamar su atención.

—Vámonos, Sakura.

—No, no es eso.

—Has tenido otra de tus visiones, ¿verdad?

No contesto. En su lugar le dedico una mirada de soslayo. Sus ojos bajo la luz madrugadora del sol y el reflejo de las hojas, de la corteza de los árboles y del mismo cielo azul, adoptan tintes de varias tonalidades que embellecen más si cabe el color ambarino de sus iris. Le acaricio la mejilla. Algo me está pasando… algo extraño. Recuerdo las palabras de Yue:

Te estás muriendo, Sakura… te mueres.

Pero me niego a creer que sea cierto. No quiero morir… no puedo morirme… Ni tampoco confiar en Yue. Él solo quiere hacerme daño, solo quiere herirme porque sigue obsesionado conmigo. Por eso tiene retenido a mi hermano Touya. Por eso ha utilizado a Yukito Tsukishiro contra mí…

—¿Sakura?

Y por eso sigo teniendo estas visiones, esos ataques de ansiedad… Si Yue no existiera, si desapareciera, podría ser feliz, ¿no? Podría ser feliz junto a Shaoran. No habría más amenazas para nosotros.

Es mentira, Yue. No me estoy muriendo.

—Sakura…

No me estoy muriendo, pero algo muy raro está pasando dentro de mí.

—Eh, ¿por qué estás llorando?

Noto la caricia de Shaoran en mis mejillas y vuelvo a la realidad, a esos ojos magnéticos que reclaman los míos. Siento su calor, su amor, su ternura… Consigue llevarse lejos mi tristeza y mi confusión.

Shaoran no es mi amigo, como le he dicho a Tsu. Con su calidez y amabilidad también consigue despejar mis dudas y admitirlo sin temor.

Le quiero. Le quiero tanto que me duele.

¿Por eso estoy llorando? Si es por un amor correspondido no quiero que él enjugue mis lágrimas. Son el símbolo de que soy feliz.

—Bésame, Shaoran.

—¿Qué?

—Bésame…

Y Shaoran se inclina y me besa en mitad del bosque. Siento un escalofrío recorrer mi columna vertebral y por un momento tengo la sensación de que vuelo muy alto y de que no tengo intención de poner los pies en la tierra nunca más.

En mi interior, la razón y el corazón siguen discutiendo, aunque hace rato que ya han dejado su debate. Ahora es mi mente la que se enfada con cada movimiento de sístole y diástole que dedica mi corazón al joven que me besa dulcemente esta mañana de verano.

Estúpido corazón. ¡Te has vuelto a enamorar!

Pues sí. Me he enamorado de Shaoran Li.

CONTINUARÁ...


Notas de la autora:

¡Y así llegamos al final del capítulo 11! ¿Qué os ha parecido? Espero que os haya gustado a pesar de mi tardanza a la hora de publicarlo. Soy un desastre, lo sé. Y pido perdón por ello. ¡Aunque los que deberían disculparse son mis profesores por la cantidad de trabajos que me mandan hacer! Son tantos que consumen todo mi tiempo. Y esta vez he tenido que ponerme al día en todas las asignaturas por haber estado ingresada... ¡Pero en fin! ¡No hablemos de eso! ¡Llegó el momento lemon del fanfic! Y eso que tampoco he querido exagerarlo demasiado. Sin embargo, todavía me guardo un as en la manga. Recordad que Sakura aún le debe un baile sexy a Shaoran por haber perdido contra él en esa carrera que hicieron en la playa. Shaoran no lo ha olvidado, no, no xD

Por otro lado, además de encontrar esa llave que no sabemos qué abre ni para qué sirve... ¡Sakura ha conocido a Tsu! ¿Qué pasará ahora? ¿Se harán amigas? Aunque todo es muy confuso... pues parece ser que Sakura no deja de lado esos extraños sueños, esas visiones... ¿Hipótesis?

Bueno, en el próximo capítulo nuestros protagonistas regresarán al fin a Tomoeda y volverán a encontrarse con todos sus amigos. Además, tenemos pendiente el tema de Yukito. Kobato ha de sanar su corazón (recordad que lo dijo en el capítulo 9).

Y eso ha sido todo por ahora. Pronto volveré a dar guerra con el 12.

¡Muchas gracias a todos por seguir esta historia! En especial a quienes me comentaron el capítulo anterior: caritom25, Pris, Nerushi-san (¡wow, me quedé alucinada con tu gran, gran review! Me encantan esos comentarios tan extensos. ¡Mil gracias! Me alegro mucho de que te guste el fic :D) y zhaoro. Hay más personas que comentaron la historia, pero no pusieron nombre al que poder referirme y solo me aparecen como invitados a la página. A todos ellos, GRACIAS.

Me gustaría pararme a escribir un párrafo a cada uno de vosotros en agradecimiento por leer y comentar este fanfic, por añadirlo a vuestra lista de favoritos y por seguirlo, pero ahora no dispongo de tiempo suficiente (maldita sea ¬¬). Estoy escribiendo esto antes de ponerme a hacer la maleta. Hoy salgo de Madrid para celebrar el Año Nuevo en otro lugar. ¡Me voy en tres horas y ni siquiera he comenzado a preparar la ropa! :O De todos modos sabéis que me gusta hacerlo, así que espero que en el próximo capítulo pueda dedicaros unas palabras.

Ah, por cierto, el relato que está escribiendo Tsu y que Sakura lee en voz alta existe. Lo escribí hace tiempo y está publicado al completo en mi blog personal, Crónicas de Radhuk. Se llama "Contra la pared de gotelé", por si queréis leerlo entero. No es demasiado largo, y es más bien una reflexión sobre una ruptura.

Si consigo batir mi récord en hacer la maleta a la velocidad de la luz es posible que actualice mi otro blog, Lie for Love, y que os cuente alguna que otra cosa además de subir algún dibujo que tengo por aquí. Si no es posible lo haré a la vuelta de esta escapada de la ciudad, el uno o el dos de enero.

Ahora sí, dejo aquí este apartado. ¡Espero vuestros comentarios!

¡Muchas gracias por todo y FELIZ AÑO NUEVO!

¡Besos!

Ess.