El Copyright y la Marca Registrada del nombre y del personaje Harry Potter, de todos los demás nombres propios y personajes, así como todos los símbolos y elementos relacionados, son propiedad de Warner Bros., 2000. Esto es hecho sin fines de lucro.


De opciones y oportunidades

I: Reactivos

De no haber sido por el ruido de algo metálico cayendo al suelo y luego de un par de segundos el de algo de vidrio, probablemente con el mismo destino de choque, lo más seguro es que no se hubiera dado cuenta de la presencia de alguien más en la torre hasta que se viera descubierto.

Se quedó de pie en un escalón, como un estúpido. Fácilmente podría volver a la sala común sin levantar sospechas del celador o los prefectos. Eran tan idiotas que no necesitó más que esconderse tras un par de esculturas para poder escabullirse de las mazmorras e ir hacia donde se le había dado la gana. El primer lugar que había pensado fue la Torre de Astronomía. Todo el rollo de ver el cielo de noche y estar a una altura considerable sobre el suelo, le daba el toque de romanticismo y tragedia necesarios para sentirse peor. ¿Acaso no era ése el punto? Hundirte aún más en tu miseria, hasta que termines vomitando de asco por tu patética vida, ¿no?

Al carajo, pensó y siguió subiendo. Quien fuera que estuviera en el lugar, también estaba violando las reglas de la escuela y blá, blá, blá. Además, no quería volver a la sala común. ¿A estar acompañado de muchas personas que con su felicidad y tranquilidad le asqueaban? No, gracias.

Al llegar al último escalón, se encontró con uno de los cabestrillos que sostenían los telescopios en el suelo. Frunció el ceño, y sus ojos siguieron el origen de la lánguida sombra en el suelo.

-¿Quién eres? –preguntó Scorpius luego de tratar de adivinar en silencio de quién se trataba. La escasa luz y su dolor de cabeza no le ayudaron en la tarea.

-¿Por qué no te largas? -contestó con amargura.

No creía estar demasiado deprimido para confundir a un chico con una chica. Y ella definitivamente era una chica. Pelo rizado…

Al acercarse, notó la inconfundible cabellera pelirroja de un Weasley. Hogwarts estaba lleno de ellos. Sólo había que reconocer la textura del pelo o el color de ojos, para identificar exactamente el nombre del Weasley.

Rose Weasley estaba sentada al borde de la parte abierta de la torre. Sin pared, el lugar sólo tenía unos fierros metálicos que le daban el aspecto de un extraño balcón. Era el observatorio. Sus piernas colgaban hacia el vacío, y tenía un telescopio entre las manos, apuntado hacia el cielo.

-Vaya, la amabilidad personificada.

-Lo repetiré de nuevo: ¿por qué no te vas?

Ni siquiera había hecho el mínimo ademán de soltar el telescopio y de mirarlo. De hecho, estaba seguro que ni tenía idea con quién estaba hablando, ya que una botella vacía de ron de fuego reposaba a su lado.

¿Qué había ocurrido para que Rose Weasley estuviera bebiendo? No, no tan sólo eso. ¡Bebiendo en la escuela!

El extraño deseo de seguir allí, molestándola, apareció y decidió hacerle caso. Nada mejor que hacer a otra persona más miserable. Tal vez le serviría para matar el tiempo hasta que descubriera qué hacer con… todo.

-Oh, cuñadita, no deberías ser tan amargada. ¿Acaso viniste a la torre de madrugada para estar sola? –sonrió, sentándose a su lado. La miró unos segundos, analizando si al menos sus palabras habían ejercido algún efecto en ella. Nada. Seguía con el ojo izquierdo, justo el lado donde se encontraba sentado, en el telescopio y no pudo siquiera saber si con el derecho había rodado los ojos o había hecho cualquier gesto parecido al de ella-. ¿Y qué? ¿Tenemos una fiesta? ¿Te estás bebiendo todo el alcohol de Ravenclaw? Oh, espera, ¿en Ravenclaw acaso tienen alcohol? De seguro lo esconden en sus libros, ya sabes…

¡Sorpresa! Una pequeña sonrisa se asomó en sus labios, y él se enojó. No debería hacerle gracia, sino que debía molestarse.

-¿Acaso crees que soy gracioso? –preguntó, verbalizando sus pensamientos.

-No –respondió calmadamente. Él entrecerró los ojos, confundido-. De hecho, jamás me has parecido gracioso ni nada remotamente parecido –añadió, moviendo el lente de enfoque del aparato.

-Eres loca, ¿sabías?

-Y tú eres el hazmerreír de Hogwarts, ex cuñado.

Cerró los puños y endureció la quijada.

-¿Sabes, Weasley? Me das pena –dijo, sin saber muy bien qué estaba diciendo. La cabeza empezó a palpitarle, haciéndole más insoportable habitar en este cuerpo, ser él mismo-. Sola, bebiendo en la Torre de Astronomía, manejando como una mocosa el telescopio… Sólo te falta que te acuestes con toda la población masculina de Hogwarts y te añadimos el título de puta. De ese modo cubres las categorías de sola, alcohólica, imbécil y zorra.

La actitud tan calmada estaba desapareciendo. Ya fuera por sus insultos o los efectos del alcohol, su paciencia se acabó y pudo ver que se mordió el labio inferior. Y se enojó aún más, porque ella hacía exactamente lo mismo cuando se encontraba nerviosa.

Quería borrar ese gesto y su estúpida tranquilidad. Debía hacerla ceder y que se sumergiera al mismo nivel que él.

-Eres tan patética que no te das cuenta de eso tú sola. ¿Acaso has tenido novio alguna vez? Oh, claro que no –soltó una risa-. De seguro que lo único a lo que has follado ha sido un libro.

-Déjame adivinar –dijo, por fin. Él simplemente sonrió, satisfecho de haber logrado su cometido-. ¿Estás aquí para lamentarte porque entregaste tu pobre corazón y te lo rompieron? Pues esta torre está ocupada, Malfoy. No hay espacio para tu depresión y mi autocompasión juntas, así que da la media vuelta y vete –soltó el telescopio y volteó el rostro para encararlo-. Porque a diferencia de Lily, yo sólo necesito un poco y mi paciencia se acaba. Así que si no quieres terminar muerto, ándate. No quiero cargar en mi conciencia el haber provocado tu penoso suicidio.

Estaba llorando. Con su calma y actitud desafiante demostraba lo contrario, pero sus ojos llenos de lágrimas la delataban.

No eran iguales. Weasley tenía el pelo rizado, la nariz más respingada, y los ojos azules. La voz mucho menos aguda e infantil. Sin embargo, mientras más la observaba y comparaba, empezaba a encontrar más parecidos que lo hicieron temblar en rabia. La forma de su rostro, la tez pálida, las pecas esparcidas sin orden definido en la nariz, el modo en que entrecerraba los ojos desafiándolo a enfrentarla, el mismo tono rojizo del cabello… Era casi como si al tuviera en frente. No eran iguales, pero sí eran parecidas. Y eso era lo único que bastaba para despertar en él los deseos de destruirla. De infligirle aunque sea un mínimo del dolor que él sentía.

-¿Me vas a matar? –arqueó las cejas, irónico-. Quisiera ver a la gran Rose Weasley, atreviéndose a ser una asesina. ¿Qué dirían tus padres? ¿Te sacarían de Azkaban, usando sus contactos?

-Imbécil –murmuró, mirándolo con una mezcla de asco e incredulidad.

-¿Es eso lo mejor que tienes? Creí que podrías darme algo, no sé… ¿mejor? Un simple y básico insulto no funcionará conmigo.

-Cierto, lo siento mucho –había perdido la paciencia. Bravo. El espectáculo por fin iba a comenzar-. ¿Quieres que algo mejor? –tomó la botella y se la llevó a la boca. Aparentemente de verdad no quedaba nada o sólo unas gotas, porque frunció la boca en señal de molestia-. Bueno, ya no queda ron… -dejó sin cuidado la botella en el suelo, rebotando como si se rompiera-. Entonces, Malfoy, cambiemos el tema de conversación. Cuéntame cómo se siente saber por fin que tu novia te engañó por tres meses con tu mejor amigo.

Las frases llenas de ácido sarcasmo quedaron atrapadas en su garganta. Se quedó en silencio, sintiendo como sus palabras le pegaban dejándolo inmóvil.

-Oh, ¿te logré callar sólo con eso? –sonrió, satisfecha-. Debe ser difícil. Casi todos en Slytherin y Gryffindor sabiendo que se veían a tus espaldas. Ya sabes, encontrándose en armarios de escobas, aulas vacías, la siempre útil Sala de los Menesteres… Y ellos besándose, tocándose, ella abriéndose de piernas –graficando sus palabras, ella separó las piernas-, y él follándola –dejó el telescopio entre sus piernas. Hizo una pausa, sus ojos nunca dejando de mirarlo, y apreció un dejo de malicia en este acto-. Dándole placer, hacerla gritar el nombre de Zabini una y otra vez –empezó a mover el telescopio hacia su entrepierna, y lentamente lo empezó a voltear hacia la horizontal.

De seguro sobria jamás se atrevería a hacer esto, porque aunque no conocía mucho a Weasley, estaba seguro que no poseía tanto desplante como el que exhibía en aquel momento. Y con una ejecución morbosamente atractiva, empezó a moverlo hacia el espacio entre sus piernas. Entrando, saliendo, entrando, saliendo. Desapareciendo del dobladillo de su falda y apareciendo cada vez más rápido.

-Y ella gimiendo, gritando, mientras él la toca y la hace llegar al orgasmo de manera inevitable –empezó a gemir y cerró los ojos-. Oh, Tom, Tom, Tom, sí, sí, más fuerte, sí, Tom, Tom, oh, sí, así, Tom… -y acabó con un gemido profundo y silencioso, que indudablemente se trataba del orgasmo.

Con pereza abrió los ojos y lo miró.

No sabía si le parecía todo esto gracioso o ridículo, pero lo estaba disfrutando. Se estaba enfrentando a él de un modo que nunca había esperado y estaba surtiendo efecto. Claro, no había nada más excitante que una chica fingiendo un orgasmo de manera magistral frente a él, pero el real significado de toda esta actuación le enfermaba. La muy perra sabía muy bien qué estaba haciendo y se sentía feliz con echárselo en cara.

La pelirroja sacó el telescopio de sus piernas y por un segundo quiso preguntarle si de verdad se lo había metido en la vagina o sólo había sido una ilusión creada por la falda cubriendo sus muslos.

-Entonces, ex cuñado –se llevó el aparato a la boca y lamió lentamente el lente que había usado para su actuación. Si no estuviera de otro ánimo, esto habría terminado por excitarlo. Una pequeña sonrisa se dibujó en sus labios, al notar las consecuencias contradictorias de todo el teatro-. Dime la verdad. ¿No satisfacías a mi prima? Los rumores dicen que lo tienes pequeño –cerró el telescopio, acortándolo hasta menos de la mitad del tamaño extendido. Sintió las orejas enrojecer de humillación-. Hay remedios muggles que ayudan a tu problema, ¿sabes? O podrías tomar pociones para tu problema… aunque dudo que puedas recuperarla. Parece que le gusta más cuando Zabini se lo coloca.

Había venido aquí para alejarse de las miradas de sus compañeros, quería él mismo sentir su propia humillación hasta estar harto de ser el patético Scorpius Malfoy. Y lo estaba logrando. Se sentía asqueado por ser un idiota confiado, uno de esos que realmente ponía las manos al fuego por su pareja y no hacía caso a las preocupaciones de sus amigos. Pobre estúpido. Todos sabían que su mejor amigo se estaba tirando a su novia y nadie se lo había dicho. Qué patético.

-Al menos no lo hago con un telescopio. Me pregunto qué otros objetos usas para auto complacerte, Weasley. Pero además quiero saber cómo te sientes después, cuando toda tu calentura bajó… ¿Te sientes bien contigo misma? –ya no se veía tan confiada como segundos antes. Iba por buen camino-. Apuesto que todas las noches, antes de dormir, piensas en lo que has logrado con tu vida. Nada. ¿De qué te sirve saberte de memoria la Historia de Hogwarts cuando estás sola? De seguro tus amigos no sirven para hacerte feliz, tampoco tu numerosa y molestosa familia. Lo que a te falta es vida, ¿sabes? Dejar de estar encerrada entre tantos libros y vivir la teoría, porque tu vida no es más que un enorme vacío que no tiene el más mínimo sentido de existencia.

Toda seguridad en ella se borró. Una oleada de placer lo invadió. Cada segundo que su mirada seguía posada en ella, la veía más y más. Esa misma mirada de confianza que se había impreso en su memoria. Pues, la había hecho desaparecer y ahora era él quien la estaba destrozando. Iba a quebrarla por completo, hasta que no hiciera más que llorar porque debía sentir lo mismo que él. La misma humillación, odio, tristeza, y la misma sensación que todo a tu alrededor te asfixia. Romperá su vida tal como ella hizo con él.

-Exacto, cuñadita –apoyó la mano derecha en el suelo y se inclinó hacia ella. La chica respingó la nariz y entrecerró los ojos, en un pobre intento para no llorar; pero le impresionó que le sostuviera la mirada. Ella la hubiera apartado, nerviosa y temerosa por su actitud violenta. ¿Cómo se atrevía?-. Nadie te quiere, nadie puede llenar ese vacío en tu vida porque quién desearía hacerlo. Estás sola y-

Las palabras murieron en su boca. Le costó entender lo que había ocurrido hasta que sintió una de sus propias manos acariciar la zona donde la pelirroja le había pegado una cachetada.

Weasley por fin había cedido por completo.

Dos grandes lágrimas caían por sus mejillas. Nunca nadie lo había mirado con tanto odio, ni siquiera su abuelo cuando le había sacado en cara que había sido un mortífago.

Pudieron haber sido varios factores, la cachetada o el recuerdo escabroso de su abuelo lanzándole una maldición por haberlo encarado con sus decisiones del pasado, pero lo único que importaba es que todo ese enojo descontrolado que se había apoderado de él había desaparecido. Porque no era ella. La que estaba frente a él era Rose Weasley.

-Espero que te pudras, imbécil. Al menos nadie me va poniendo los cuernos con mi mejor amigo, porque yo sí tengo un cerebro –dejó el telescopio en el suelo, y subió las piernas hasta su pecho. No fue hasta que hizo ese movimiento que se dio cuenta lo verdaderamente borracha que se encontraba. Le costó ponerse de pie, y tambaleó mientras se equilibraba para poder caminar sin caerse.

Se volteó y la vio tambalear hacia la escalera.

Cerrando los ojos, se puso de pie lo más rápido que pudo y la siguió.

-Weasley, espera –le tomó el brazo antes que bajara. Ella retrocedió y trató de soltarse, pero parecía estar tan desorientada que no consiguió romper el contacto.

-¿Qué quieres? –preguntó, enfadada.

-Mira, yo… lo siento. No debí haberte dicho todo eso. No tienes la culpa que me sienta tan mal que quise descargarme contigo –no la miró a los ojos al decir esto. Le daba vergüenza, sobretodo porque lo que recién había ocurrido lo hacía sentirse aún más mal. ¿Cuán patético llegaría a ser por su culpa?-. En tu estado dudo que consigas llegar al ala opuesta del castillo sin terminar castigada todo lo que queda del año o expulsada. Además, ¿podrías contestar la pregunta para entrar a tu sala común? –notando que todavía la tenía tomada, soltó su brazo. Ella lo miró fijamente, como si le costara enfocar la mirada-. Vamos. Te acompañaré hasta que puedas mantenerte en pie sin caerte –movió la cabeza, señalando el lugar donde estaban sentados momentos antes-. Y prometo no hablar si te hace sentir mejor.

Con sus enormes ojos azules lo miró de pies a cabeza, y cuando llegó a su rostro, una solitaria lágrima siguió el camino hasta su mentón.

-En realidad eres un buen chico, Malfoy –dijo, casi un en murmuro.

De todas las posibles cosas que podría haberle dicho, en las cuales la mayoría ella lo agredía verbal o físicamente, para esto ciertamente no estaba preparado.

-Me siento mal por ti –su voz era apagada y ligeramente nasal. Se limpió las mejillas-. Lily de verdad es una idiota.

-Lo siento –lo decía más bien por la situación, y por él. Por todo lo que estaba ocurriendo-. No sé por qué te dije que-

-No lo sientas. Tienes razón –se alzó de hombros y levantó el brazo-. Un brindis por nuestras patéticas existencias –simuló con la mano que tenía una copa-. Salud.

Empezó a reírse y fue cuando él decidió que lo mejor sería ayudarla a caminar hacia el balcón. Poniendo un brazo por sus hombros, la dirigió hacia donde estaban sentados antes que la pequeña pelea verbal estallara.

La chica se dejó caer en el suelo, y se acostó, mirando hacia el cielo. Una de sus manos tomó la botella vacía y dijo algo relacionado con la sequía de alcohol o algo parecido, y se rió suavemente.

-¿Qué te pasó, Weasley? –inquirió, observándola con curiosidad. Weasley era una estudiante promedio de Ravenclaw y jamás habría imaginado encontrarla en este estado.

-Oh, ¿te interesa? –apoyándose en los codos, lo miró. Por primera vez pareció sobria. Por un momento creyó que todo el acto de borracha había sido otro de sus espectáculos-. De verdad querías a Lily –sentenció, con calma.

Era cierto. Por lo mismo se sintió tan mal.

-¿Te recuerdo a ella?

Lentamente, él asintió con la cabeza y bajo la mirada. Dolía verla, dolía encontrar otro rasgo parecido al de ella.

Después de un prolongado silencio, la miró y se encontró con su perfil mirando la vista del jardín que ofrecía la zona del observatorio. Parecía absorta en la belleza del paisaje, pero notó que nuevamente había comenzado a llorar. Le daba un aspecto de singular belleza que lo perturbó. De un modo casi ilógico podía sentir el dolor que irradiaba de su cuerpo y se encontraba con el de él, oprimiéndole lo que alguna vez fue su corazón latiendo en una pieza.

No necesitaba escuchar qué le ocurría, porque tenía una idea general por su reacción ante sus palabras; pero aún así el corazón se le encogió cuando la escuchó decir con la voz quebrada:

-Estoy sola –llevó al rodillas al pecho y se sentó. Parecía una niña asustada, escondiéndose del mundo-. Me siento sola.

Extendió un poco la mano y apretó la de ella, tratando de confortarla aunque fuera un poco o tan sólo se tratara de un intento egoísta de su parte para también calmar la abismante pena en su interior.

Con el dedo pulgar acarició suavemente el dorso su mano, sin ser realmente conciente de esto.

-No quiero estar sola.

-Aunque todo sea una mierda, quiero estar con ella. Quiero volver a tenerla conmigo –la confesión hizo que el pecho se le oprimiera y al mismo tiempo le quitaba un peso de encima.

Sus ojos se encontraron y una corriente eléctrica subió por su columna.

-Entonces, ¿qué ocurre a continuación?

No estaban tan lejos como había creído. El olor a ron de su aliento perforó su nariz, pero no le resultó desagradable.

Hacía muchísimo tiempo no tenía el interés ni la seguridad para buscar respuestas a las preguntas. Aunque en este caso en particular le hubiera gustado tenerla.

-No tengo ni la más puta idea –admitió.

Sus manos nunca se separaron mientras sus rostros se acercaban.

Una enorme parte de él le gritaba que dejara de hacer estupideces y huyera del lugar cuanto antes. Nada bueno iba a terminar de todo esto, pero tal vez este era el único modo en que podía volver a tener a Lily. Aunque fuera una ilusión de su retorcida mente y corazón roto, sería capaz de huir de todo lo que sentía y tan sólo concentrarse en ella, en los días felices.

-No estoy tan borracha como para olvidar, Malfoy –dijo, con los ojos brillantes y no por las lágrimas-. En la mañana despertaré recordando todo.

A pesar de la escasa luz, pudo apreciar que tenía menos pecas que Lily. Eran más pequeñas y estaban concentradas en el puente de la nariz; pero si entrecerraba los ojos, era fácil ver las grandes y esparcidas pecas de su pelirroja en lugar de estas nuevas.

-Eres tan igual a ella…

Era su última oportunidad de acabar lo que podría consumirlos en un algo desconocido que podría ser lo peor de sus vidas. Ella era la que podía detenerlos, porque él no iba a negarse a volver a tener a Lily aunque fuera por una noche y todo fuera una mentira.

Apretando su mano y con ojos que rebosaban en algo que sólo podría describirse en una combinación de miedo y aceptación, ella acortó la mínima distancia que los separaba.

Sus bocas se encontraron con timidez. No fue hasta que ella partió sus labios con la lengua cuando se dijo que no había vuelta atrás y la besó con más seguridad, llevando sus manos a su mentón para profundizar el contacto.

Sus labios sabían a ron, pasta de dientes y algo dulce que no pudo identificar.

No fue difícil olvidar que esta chica no era su Weasley. Los rizos de Rose se alisaron para dar paso a una cascada pelirroja, con la cual tanto le gustaba jugar a pesar que la dueña protestara que le desordenada el peinado; su mentón era más pronunciado, y su lengua ya no era una extraña entrando a terreno ajeno, sino que era una antigua conocida a la que había añorado como un maniático en las últimas horas.

Dejó sus labios y repartió cortos besos en su quijada, para bajar rápidamente por su cuello. Cuando llegó a su clavícula, sintió que el cuerpo de la chica empezaba a temblar y una mano se afirmó como pudo de sus cortos cabellos. Complacido por su reacción, se concentró en la zona, lamiendo de vez en cuando el espacio entre el hombro y la clavícula.

Lentamente, mientras su boca seguía ocupada, buscó los botones de la blusa y empezó a desabrocharlos. Quitándole la prenda, se inclinó sobre ella hasta que su espalda chocara con el suelo.

La pelirroja tembló, tal vez por el frío de las piedras en contacto con su piel o por los nuevos besos que ahora se aproximaban al valle entre sus pechos. Su mano había abandonado su pelo, sino que las tenía contra el suelo, como si estuviera demasiado extasiada sintiendo como para preocuparse de algo más.

Cuando llegó a su estómago, la escuchó suspirar. Sonrió, disfrutando de aquellos suspiros que se asemejaban cada segundo más a gemidos cada vez que su boca se acercaba hacia su entrepierna. Estuvo jugando en aquel borde delimitado por la falda y sus bragas, disfrutando de su impaciencia. Empezó a moverse intranquila, ahogando sin mucho éxito pequeños gemidos.

Abandonó su abdomen. Ella frunció el ceño y antes que pudiera replicar por la interrupción, soltó un extraño ruido ahogado de su boca cuando se inclinó para quedar casi encima de ella. Mientras apoyaba su peso en la rodilla derecha, una de sus manos se dirigió al suelo, buscando su espalda. Cuando sus dedos la rozaron, ella se arqueó y él notó que a través de la tela de su corpiño se notaban sus pezones erectos. Su miembro se endureció rápidamente. Tratando de recordarse respirar, con la mano bajo su espalda desabrochó el corpiño.

Antes de continuar, la miró a los ojos por unos instantes. Evidentemente tenía miedo, pero estaba muy bien oculto tras un aire de impaciencia y lujuria que emanaba desde sus poros.

Le quitó el corpiño con rapidez, una mano en cada tirante hasta que sus pechos quedaron descubiertos.

Retomó la tarea de recorrer cada milímetro de ella con la boca, y avanzando desde el valle hasta su pecho derecho. A sus oídos llegó un fuerte e inconfundible gemido y todo eso fue lo que necesitó para llegar hasta el pezón y empezar a succionarlo con avidez, casi con un deseo acumulado que se estaba transformando en violencia.

Las manos de la chica fueron hasta su cabeza, tratando aferrarse nuevamente de su pelo, pero pronto las movió hasta sus hombros como si realmente no supiera qué hacer. No le importaba. Sus gemidos y el modo en que todo su cuerpo vibraba ante su boca lo encendían.

¿Cómo había soportado hasta ahora sin explotar? La respuesta era simple: quería sentirla hasta que su lengua se hartara del sabor de su sudor. Y un pensamiento a la vez horroroso y excitante lo invadió: quería marcarla. Quería reclamarla como suya, para que nunca nadie más osara a tocarla. No volvería a dejar que otro le pusiera un dedo encima ni que la hiciera gemir como él lo hacía. Lily era suya y de nadie más.

Una de sus manos bajó tentativamente hasta su muslo, recorriendo terreno inexplorado aún.

-Oh, mierda –la escuchó susurrar.

Cualquier intención de usar la misma táctica de saborear su piel, quedó en el olvido cuando sus piernas se abrieron invitándolo claramente a finalizar lo que era una tortura y placer al mismo tiempo para ambos.

Su miembro se presionó contra sus muslos a modo de respuesta, no haciendo nada fácil la tarea de abrir el maldito cierre de los pantalones.

Una vez que consiguió deshacerse de la ropa que cubría su miembro erecto, deslizó las pantaletas de la chica hasta las rodillas, lo suficiente para entrar y sentir que dejaba en ella una marca imborrable, por dentro y por fuera estaría él.

Se acomodó rápidamente apoyando su peso en una mano y en el codo del otro brazo contra el suelo.

Entró con violencia, sintiendo que si se demoraba más esta oportunidad se perdería y lo que consideraba una pesadilla volvería a convertirse en la cruda realidad.

Fue entonces cuando realmente la miró y se encontró con el rostro de ella rozando el de él. Unos ojos azules se asomaban tras grandes pestañas cobrizas, realmente no observándolo sino con la vista puesta en algún punto indefinido. Y con sus gemidos ahogados y aliento a ron, supo que estaba con Rose y no con Lily.

El ritmo empezó a aumentar.

Ella cerró los ojos completamente y esbozó una expresión extraña. Estaba sintiendo muchísimo placer, eso cualquiera lo podía decir por los sonidos emitidos de su boca, pero a la vez el ceño se le fruncía en algo totalmente opuesto al placer. Entre sus gemidos, distinguió una nota de dolor que le hubiera preocupado sino estuviera él mismo llegando al orgasmo.

Entró más rápido, sintiendo que ella cerraba las piernas aumentando el contacto entre su miembro en el interior de su vagina.

Ella llegó antes que él.

Scorpius cerró los ojos, siendo solamente conciente que lentamente todas las emociones que se habían sembrado durante los últimos días habían explotado y se estaban consumiendo, dándole la sensación de paz y satisfacción puras que tanto extrañaba. El nombre de Lily se coló entre sus gemidos.

Al abrirlos, vio dos grandes ojos azules empañados en lágrimas, que lo miraban fijamente.

Turbado y repentinamente consciente de la chica que tenía presionada contra su cuerpo, salió de ella y rodó hasta quedar a su lado, acostado también boca arriba.

El calor se difuminó hasta helar sus cuerpos. Se llevó una mano a la frente y se quitó el sudor, pensativo.

No se atrevió a mirarla, pero presumió que se había sentado para colocarse el corpiño y la blusa.

-¿Y ahora qué?

Volteó el rostro y la miró.

Rose no era Lily.

-¿Qué quieres que ocurra? –preguntó, con amargura.

La había besado, tocado, y entrado en ella. Pero no era Lily. Se había sentido tan feliz, tan seguro que era ella. Volvió a tenerla aunque fuera una distorsionada ilusión.

Él no tenía la respuesta indicada. Sabía que lo más sano sería olvidarla, pero no quería. Simplemente no podía. Tal vez quería distender esa etapa hasta lo más lejano posible. Si existía algún modo de estar con ella, para enseñarle por qué no debió haberlo cambiado por otro, para demostrarle que él la amaba y que eso jamás nadie se lo quitaría. Él la seguía amando y ahora podía engañarse que ella también lo hacía.

Esta podría ser la oportunidad para vengarse y a la vez para volver a ser feliz. O llegar a algo parecido a la felicidad.

Algo le llamó la atención y lo sacó de sus cavilaciones. Observó algunas pequeñas gotas de sangre en el suelo.

Un latido. Dos. Una eternidad y alzó la mirada.

Debería sentirse culpable, pero sólo se sentía confundido y alterado, como si estuviera en la frontera que separaba la alegría de la tristeza, y la tristeza de la rabia. La voz en su cabeza que llenaba de preguntas del tipo "¿cómo has podido hacerle esto?" fue opacada con esta revolución de emociones contradictorias y errantes. ¿Acaso debía sentirse mal por algo en lo que ella había acordado participar? Si quería perder la virginidad así, pues ni modo, era su problema.

Rose abrochaba con lentitud su blusa y al observar más detenidamente sus manos, Scorpius notó que éstas temblaban un poco. Luego de terminar con la prenda, se acomodó las pantaletas y empezó a alisar con una delicadeza tan inusual los pliegues de la ropa, como de quien conoce las líneas de las arrugas de su ropa de memoria.

Quería sentirse asqueado de sí mismo por toda esta situación. Y de hecho empezaba a sentirse culpable por sus sentimientos, no por lo que había ocurrido. ¿Cuán retorcido era eso? ¿Por qué estaba pensando, sintiendo todo esto? No se reconocía. Todo es culpa de ella, pensó. Ella le había sacado el corazón y le arruinó la vida. Ya no podía sentir ni pensar con claridad.

Y antes que pudiera preguntarle por qué había aceptado y la culpa nublándole el pensamiento, ella dijo:

-No lo sé –abrazándose las rodillas, volteó la cabeza y supuso que su mirada estaba puesta en el cielo-. No sé qué quiero que ocurra –susurró, con las palabras perdiéndose en la suave brisa que entraba a la torre.

La vida solía ser una sucesión de hechos que formaban un camino que llevaba al mismo lugar donde empezaba. Un perfecto círculo donde la historia se repetía infinitamente.

Ninguno de los dos sabía a ciencia cierta qué habían empezado, pero estaba seguro que esto volvería a ocurrir. Habían empezado a trazar su propio círculo: éste era el inicio y final de cada ciclo.


N/A: Mientras escribía los últimos capítulos de La reina de las manzanas, se me ocurrió la idea de colocar a Scorpius y Rose en un ambiente completamente distinto. Uno dramático, personal, y podría decirse que hasta más real. Pero sobretodo, un fic donde pudiera explorar temáticas y personalidades que nunca me he atrevido por miedo al fracaso (aunque he repetido las cartas usadas en otros fics de colocar a Lily y a un Zabini como los "villanos" de la historia. Algunas costumbres no se acaban). Fue así que durante todos los meses en los que sólo he escrito viñetas u one-shots, he ido construyendo la historia que se presenta en este epílogo a modo de primer capítulo.

Este es mi primer lemon como tal, con todas sus letras. Y también podría decirse uno de los pocos donde me atrevo a estudiar las personalidades de los personajes, específicamente de Scorpius, el narrador, y pronto de Rose. Por lo mismo esperé mucho para publicarlo, pensando una y otra vez la idea general del fic, haciendo esquemas de las escenas, al evolución de los personajes, y atormentando a mi maravillosa beta (Alicia, más bien como conocida como sara_f_black en Livejournal y una de las mejores escritoras que conozco. Si van a sfb_escritos, su comunidad en LJ donde sube sus relatos, no se arrepentirán) para poder pulir lo más posible el fic hasta sentirme cómoda presentándolo en público. Y suena exagerado, pero créanme que estoy un poco nerviosa, porque... es realmente distinto a todo lo que he publicado. Siento que es mucho más maduro y mezcla bien los personajes con la historia, algo que espero haber logrado bien después de estar por aquí desde hace ya tantos años.

Si lo han leído (hasta con nota de autora incluida), lo agradezco desde el fondo del corazón, y les pido, por favor, que me dejen sus reviews :). Podría decirles que enviando uno van a ganar una galleta o algo del estilo, pero simplemente admitiré que me encanta leer todas su opiniones, sugerencias, teorías, y reclamos porque su retroalimentación realmente me interesa.

Un besito y hasta la próxima actualización.