Los personajes en su mayoría son de Stephenie Meyer, salvo algunos cuantos que salieron de mi alocada cabecita. La historia es completamente mía.


EPÍLOGO –

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Parte II

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Soltó su mochila táctica militar a un lado de la puerta con un suspiro que no lograba ocultar su cansancio. Acababa de terminar su última misión de entrenamiento con explosivos, ésta vez en el macizo del Jura, una pequeña cadena montañosa situada al norte de los Alpes. Fueron casi cinco días completos desconectado del mundo, incomunicado y solamente en contacto con los otros miembros de su escuadrón.

Caminó hasta la ventana más cercana, esa desde la cual lograba contemplar con soltura gran parte de la cuidad a sus pies. Podía escuchar el sonido del ambiente que lo rodeaba, era agradable oír de nuevo todo ese ruido después de cuatro días de prácticamente silencio absoluto.

¡Merde! Esperaba que fuera ma belle – soltó a su espalda una voz masculina con un marcado acento francés.

Él giró en su lugar para encontrarse con uno de sus compañeros de vivienda mirándolo con una sonrisa pícara mientras sostenía con su mano derecha una toalla a su cintura, la única prenda que llevaba encima.

—¿Por qué no me sorprende saber que aprovechaste el momento para traer a Kalina?

—Elise – corrigió Armand sonriendo como el gato que se comió el canario. James, aunque rodó los ojos, sonrió también.

El tiempo había pasado... y afortunadamente para él pasó bien.

La investigación interna que el FBI presidió dentro de la OCF duró cuatro largos y tortuosos meses en los cuales cada uno de los miembros de su antiguo equipo fue minuciosamente indagado en busca de actividades ilícitas que pudieran relacionarlos con el caso del Merodeador. Y sin excepción alguna, para frustración de Volterra, todos fueron absueltos. Pero ya nada era lo mismo, es por eso que el equipo del que formó parte por tantos años se disolvió completamente. Salvo Rosalie Hale y Emmett McCarty, los únicos en permanecer dentro de la organización aunque no en el mismo grupo, los demás pidieron traslados o simplemente renunciaron.

James los comprendió bien porque él no se sentía capaz tampoco de seguir en aquel lugar actuando como sin nada hubiese pasado cuando todos sabían que no era así. En cuanto pudo hacerlo pidió su traslado al Escuadrón Anti-bombas y un mes después ya estaba en D.C. intentando encausar su vida de nuevo.

En una ocasión, lo recordaba con suma claridad, Bella le había dicho que la distancia no pone punto final a los problemas. Fue el día después de su cumpleaños número veintitrés, cuando todavía estaba separada de Cullen. Esa conversación la había tenido presente durante un tiempo, sobre todo después de entender que no funcionaba de igual manera para él. Y quizá por eso mismo es que no dudó en regresar a D.C. o en aceptar el entrenamiento en Suiza con explosivos de última generación.

De modo que, contrariamente a Bella que se rodeó con sus amigos, James puso mucha tierra de por medio. Necesitaba estar solo para poder pensar, para dejar atrás a Paul y su traición y el dolor que le causó. Pero, por sobre todas las cosas, necesitaba dejar atrás su amor por Isabella Swan. Ella no lo amaba a él, ya lo tenía asumido, sino que amaba a Edward Cullen. Y Cullen también la amaba y, lo que consideraba más importante, la hacía feliz. Esa parecía ser una buena razón para dar un paso al costado.

Por supuesto, Bella no le dio opción. La mujer que se preocupaba siempre por el mundo entero no podía permitir que su mejor amigo se perdiera completamente. Así fue que pasaron los meses, llamadas telefónicas mendiante, sabiendo los dos que las palabras necesarias en los momentos difíciles estaban a la orden con solo presionar un botón de marcado rápido.

La voz de Armand lo sacó de sus pensamientos.

—James, ¿pasa algo?

—No, es... nada, no importa. ¿Dónde está Gabe?

—Ni idea. Creo que su escuadrón es el que llega mañana – él se encogió de hombros.

Gabriel era su otro compañero de vivienda, los tres habían compartido apartamento desde el preciso momento en que llegaron a Zúrich casi cuatro meses atrás cuando comenzó el entrenamiento. En general se llevaban bien aunque obviamente tenían sus diferencias, sobre todo porque eran hombres de distintos escuadrones y con constumbres desiguales. Por un lado estaba Armand, el orgulloso francés, arrogante, seductor y un donjuán en toda la regla. Por el otro tenía a Gabriel, el callado español, centrado, respetuoso y tan paciente como un verdadero santo. Ocasionalmente a James le tocaba mediar entre aquellos dos polos opuestos pero solo eran cosas de la convivencia, detalles que le hacían la vida divertida.

Después de que Armand regresara a su habitación para ponerse algo de ropa encima James miró el tablón de anuncios que tenían en la pared más extensa de la sala diaria. Era el lugar donde se suponía que colocaran notas importantes que no deberían olvidar pero ellos también pusieron varias fotografías de familiares, amigos o mascotas... todo aquello que los hacía sentir de alguna forma más cerca de casa.

De las veinte imagenes esparcidas en aquel trozo de madera la mitad eran de Gabriel y solo tres de ellas le pertenecían a James.

La primera, una vieja fotografía con sus padres cuando él todavía era un adolescente larguirucho de dieciséis años con cara de que prefería estar en cualquier lugar menos en esa foto. Sus compañeros soltaron tanto risas como burlas al verla pero James simplemente los ignoró, su madre adoraba esa foto y a pesar de todo a él también le gustaba.

La segunda era bastante más nueva, tomada en D.C. unos días antes de su viaje a Suiza, en la "fiesta de despedida" que organizaron sus amigas cuando él les comunicó de su marcha. En la imagen James se encontraba mirando la cámara con una media sonrisa en su rostro mientras que Bella Swan le tomaba por un brazo y Lauren Mallory le tomaba del otro. Obviamente hubieron comentarios burlescos también por aquella fotografía, sobre todo los subidos de tono de Armand, que él también ignoró. Lauren y Bella eran sus amigas, las únicas dos personas de su antiguo equipo con las que mantenía contacto, y ellas merecían estar en el tablón. Aunque, esa no era la única razón por la que estaban ahí. Esa fotografía era también un recordatorio de que no todo había sido malo en el pasado, de que habían cosas que valía la pena rescatar... ahí tenía un buen ejemplo de eso.

La última era más sencilla y todavía más reciente que la anterior, solamente un primer plano de dos rostros sonrientes en blanco y negro. Esos eran él y Renata, Renata Ludwin, la mujer que llevaba casi un mes frecuentando... la misma que últimamente visitaba con frecuencia sus pensamientos.

La conoció dos meses después de llegar a Suiza, cuando una noche libre salió a tomar unos tragos con sus compañeros al mismo bar en el que ella estaba con los suyos. Fue Gabriel quien le presentó a esa impresionante morena canadiense de piel dorada y ojos verdes, ya sea por casualidad o el destino su compañero español y ella coincidían en el mismo escuadrón. Desde aquella noche habían seguido viéndose esporádicamente, sin etiquetas de ninguna clase, pues la cosa empezó a caldearse con rapidez.

James descubrió en Renata algo más que un atractivo físico y una cara bonita, descubrió inteligencia, astucia, simpatía y muchas otras cosas más que también le encantaron.

Su estómago gruñó hambriento así que cruzó la estancia hasta la cocina, se armó un sandwich. Al terminar el tentempié se marchó a su habitación, se dio una larga ducha que logró relajar bastante los musculos de su cuerpo y después decidió revisar su cuenta de e-mail.

En su bandeja de entrada habían cuatro correos electrónicos, dos de su madre, uno de un compañero de D.C. y el otro era de Bella Swan. Como siempre él abrió el último primero.

De: Bella Swan

Enviado: Viernes, 11 de diciembre de 2015 17:24:56 p.m.

Para: James Witherdale

¡Querido James! ¿Qué tal te trata la preciosa Suiza?

Espero que todo marche bien. Nosotros disfrutamos de la tranquilidad ganada y me siento aliviada de poder decirlo. Lauren está de acuerdo conmigo en eso.

Con Edward las cosas van muy bien, el sábado cumpliremos un año juntos. En realidad es un año desde que volvimos oficialmente después de... bueno, ya lo sabes, no tiene caso regresar a eso. Pero, ¿puedes creertelo? Ya un año... es increíble lo rápido que pasa el tiempo.

En otros temas, me quedé muy intrigada con tu último e-mail. ¿Qué pasó con esa mujer? ¿Estás seguro que solo son un par de salidas? Porque no sé, a mi me suena a que es más que eso... solo piénsalo. Y recuerda que aunque esté lejos quiero saber todo lo que le pasa a mi mejor amigo.

Te quiere, Bella.

P.D.: Creo que... tengo una cosa importante que decirte, aunque prefiero confirmarlo antes de decir nada. Pierde cuidado, serás el primero en saberlo pero hasta entonces... te toca soportar la duda.

Él se quedó un rato largo mirando la pantalla, releyendo las palabras que su mejor amiga le había enviado. Y, por qué no decirlo, curioso ante aquella "cosa" que Bella Swan tenía para decirle. Enseguida elaboró una respuesta.

De: James Witherdale

Enviado: Sábado, 12 de diciembre de 2015 15:40:32 p.m.

Para: Bella Swan

Hola Bella. Perdona que no contestara antes, acabo de regresar de una misión de entrenamiento aislada y no he tenido tiempo de nada. Y dentro de todo también disfruto de la tranquilidad, creéme.

Me alegra mucho saber que las cosas con Cullen marchen bien, ustedes se lo merecen (¿Puedes creer que yo haya dicho eso?). No sé si algún día él me caerá del todo bien pero sé que te quiere, como tú a él, y te hace feliz... eso es lo importante.

¿Renata? No sé ni por dónde empezar, es decir, es todo un misterio para mi... ella me gusta, mucho, y creo que por ahora es mejor dejarlo ahí... no quiero apresurar las cosas, lo que deba ser será a su debido tiempo.

Estoy intrigado, mentiría si digo lo contrario, con respecto a "eso" que tienes para contarme. ¿Desde cuándo le ocultas cosas a tu mejor amigo?

También te quiere, James.

Presionó "enviar" y esperó. Cuando abrió el segundo varios sonidos fuertes provenientes de la sala captaron su atención. James cerró sesión rápidamente para ver qué estaba pasando, ya más tarde podría terminar de contestar sus e-mails. Saliendo del dormitorio se encontró con Gabriel que tomaba el camino a su propia habitación luciendo una expresión igual de cansada a la que debió haber traído él un par de horas atrás. El recién llegado pasó por su lado, todavía llevando al hombro su mochila táctica, y asintió como saludo para después perderse en su habitación. Witherdale miró de nuevo hacia la sala en donde Armand, ya vestido, se encontraba parado con los brazos cruzados y una sonrisa en su rostro.

—¿Qué le has dicho?

Armand lo miró con fingida indignación pero sin quitar su sonrisa. No creyó que fuera a responder aunque de hacerlo tampoco le habría dado tiempo ya que Gabriel volvió a la sala en ese momento, todavía con su uniforme pero sin la pesada mochila. Su cara no demostraba nada más que agotamiento así que James asumió que lo que sea que dijese el francés no fue tan grave tampoco como para enojarlo.

—¿No se supone que ustedes regresaban hasta mañana?

—Claro que no, Armand. Esos son los otros, mi escuadrón salió al mismo tiempo que el de James.

—Eso quiere decir que podremos ir por unos tragos esta noche.

—Ni soñar – interrumpió Gabe tajante –, tengo la intención de dormir al menos veinticuatro horas seguidas, muchas gracias.

James soltó la risa cuando la mirada azulada del francés se posó en él. Era difícil, no imposible pero sí poco frecuente, que Gabriel le llevara la corriente a Armand en eso de las juergas nocturas, sobre todo porque no se cortaba un pelo al momento de ir trás unas curvas bonitas. El español tenía una novia, casi prometida según sus palabras, esperándolo en casa por lo que irse de fiesta con mujeres desconocidas no entraba en sus planes de diversión. Y a James le tocaba admitir que desde que se veía con Renata tampoco le entusiasmaba la idea.

—No me mires a mi tampoco.

—Cierto, no lo mires – Gabriel rió –. Sobre todo porque cierta morena no dejaba de mencionar que extrañaba a un hombre en especial.

Eso llamó su atención, básicamente porque él también la había echado de menos en durante esos días. No era la primera vez que no se veían en días pero si era la primera en la que no habían podido comunicarse de ninguna forma.

El hombre volvió a reír cuando la mirada de Witherdale lo atravesó.

—Parece que alguien tendrá diversión esta noche – canturreó el francés con sorna. Y Gabriel lo miró rodando los ojos.

—No sé de qué te quejas, como si tuvieras problemas para conseguir compañía. Estoy convencido de que si levantas el teléfono Soraya, Annika, Kalina, Elise o cualquiera que sea con la que te estás viendo ahora no dudará un minuto en ir a tu encuentro.

—Es posible – se encogió de hombros –. Y también podría conseguirte a alguien también si lo quieres.

Gabe bufó, como siempre. Armand lo miró malicioso, como siempre. Y James rió, como siempre.

—Realmente amo mucho a Marina, Armand. Nunca la engañaría con otra mujer por más guapa que fuera, después de estos meses conviviendo juntos ya deberías saberlo.

Sin necesidad de agregar más Gabriel se marchó a la habitación, probablemente a tomar una ducha para sacarse el cansancio de encima.

El francés se quedó allí mirándo por donde su compañero se había marchado, él siempre hacía la misma broma y siempre obtenía la misma respuesta. Sabía que Gabriel amaba a su novia, en más de una ocasión la mujer había viajado desde Madrid a Zúrich para visitarlo aunque sean un par de días, pero siempre era divertido ver la cara de enfado e irritación que ponía cada vez que le sugería algo de ese estilo.

—Ya deja de molestarlo, él no está salido como tú.

—Cállate – respondió Armand con la pose más altiva que pudo fingir –. Bien que me seguías antes de Renata, aún teniendo a esas dos preciosuras que te esperan en Nueva York.

James bufó ahora también, estaba hablando de Bella y de Lauren. Así como Marina era el tema favorito del francés para molestar a Gabriel, meterse con sus amigas era lo que elegía para molestarlo a él.

—Cierra la boca.

Armand reía con satisfacción, siempre era divertido poner en verde a sus compañeros, cuando el móvil de James comenzó a sonar. El rubio antendió sin necesidad de mirar la pantalla porque ya tenía una clara idea de quién podría ser.

¿Es un buen momento? – preguntó una suave voz femenina.

—Siempre es un buen momento – respondió con una media sonrisa en el rostro al ver la cara que ponía Armand, que también se había imaginado quien llamaba.

Sin mediar palabra se marchó solo a su habitación donde podría continuar la conversación con Renata con mayor privacidad.

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Pasó la lapicera distraídamente por entre sus dedos una y otra vez mientras esperaba una contestación que parecía no llegar. Tenía más de cinco minutos esperando en el teléfono que la persona con la que necesitaba hablar le tomara la llamada, la irritante música de espera comenzaba eliminar de a poco el buen humor que traía cuando regresó a su trabajo. Soltó un suspiro, si no fuera tan importante le habría mandado al carajo desde hace mucho atrás.

Se acomodó mejor en su asiento cuando la música se detuvo y la lapicera cayó de sus manos. En esos momentos John entraba a la oficina con una pila de carpetas, la miró durante un segundo con curiosidad pero continuó su camino y se sentó en el escritorio frente al de ella.

¿Señora Mallory? – era una voz firme que nunca había escuchado, esa no era la aplicada secretaria con la que ya había tenido oportunidad de intercambiar palabras en el pasado.

—La escucho.

Le habla Susan Baxter, la asistente personal del señor Manning – aquello despertó su interes –. Después de considerarlo él accedió a reúnirse con usted... si es que sigue interesada, claro está.

—Por supuesto.

Entonces el señor la recibirá el martes a las dos de la tarde. Por favor, sea puntual.

—Ahí estaré – comentó con una sonrisa de satisfacción que casi no le cabía en la cara –. Gracias por su tiempo.

Cuando cortó la llamada se sentía incluso más contenta que antes, eso era decir mucho. La situación con Manning ya se estaba volviendo insostenible, para todos los implicados. Pero bueno, ya está, finalmente después de semanas intentando localizar al único hombre que podría darle en bandeja de plata al responsable de un considerable desvío de fondos estatales lo había conseguido. El resto era solo cuestión de tiempo.

—¿Por qué luces tan pagada de ti misma?

—Conseguí una reunión con Manning.

—¡Diablos! – soltó el chico inclinándose en su escritorio para verla mejor – ¿Cómo?

Lauren rió.

—Solamente debes saber qué teclas pulsar.

—Ya, claro. Imaginemos que te entendí – John rodó los ojos –. Oye, se me pasó preguntarte, ¿qué tal tu almuerzo?

—Fue... informativo – soltó girándo en su silla –. ¿En qué estás?

John levantó las carpetas por sobre su cabeza para que ella pudiera verlas.

—Por ahora, reviso candidatos.

Cuando dejó la organización... mejor dicho, cuando se negó a regresar... Jacob le ofreció un trabajo provisional dentro de su agencia de investigación privada, solo hasta que pudiera encontrar otra cosa. Y Lauren lo aceptó. Sin quererlo la situación los benefició a los dos, Black acababa de llenar la vacante que dejó Bella en su agencia cuando decidió dejar las investigaciones trás la muerte del Merodeador mientras que Lauren se enfocó en retomar de a poco su vida, volver a trabajar en lo que amaba sin la necesidad de regresar al lugar que tantos malos recuerdos le traía. Así mismo fue que, caso tras caso, investigación tras investigación, el trabajo provisional se volvió definitivo.

Trabajar con Jake y John era fácil, ya lo había hecho antes. Ahora los tres se dedicaban a realizar investigaciones civiles simples aunque de vez en cuando colegas o amigos de Jacob, e incluso alguno que otro suyo, solicitaban un favor de esos que siempre convenía hacer. Por eso mismo necesitaban un nuevo colaborador, a veces los trabajos eran demasiados y ellos tres solos no podían lidiar con todo.

—¿Ya tienes alguno en mente?

El muchacho pareció pensativo, mientras miraba de nuevo un par de fotografías de los candidatos.

—Discreto, confiable y bien conectado – era el perfil que Black buscaba en su nuevo empleado –. No es sencillo encontrar a alguien así de la noche a la mañana, sin embargo, tengo un par de nombres en la mira. Te los pasaré después para ver qué opinas.

—Seguro.

Su móvil vibró un par de veces sobre el escritorio por lo que él se apresuró a responder. Lanzó una maldición por lo bajo luego de comprobar la hora, ni siquiera había salido de la oficina y ya estaba llegando tarde a la reunión que Erica se pasó semanas planeando.

—¡Que me jodan! ¿Has visto ya la hora que es? – medio gruñó él organizando un poco los papeles de su escritorio, tampoco podía dejarlo todo revuelto antes de marcharse.

Lauren revisó su reloj de pulsera sorprendiéndose al notar que eran ya casi las seis de la tarde. ¿Cuándo se pasó el tiempo?

—¡Vaya...! Espera un minuto, ¿qué tú no ibas a conocer al novio de tu amiga esta noche?

John gruñó de nuevo alguna cosa que Lauren imaginó sería un "si".

—Y voy tarde... ¡Maldición! – soltó tomando su abrigo – Quería llegar temprano para causarle una impresión... una impresionante impresión... y ahora se me fue todo a la mierda.

Lauren negó con una sonrisa en su rostro.

—Has investigado todo sobre él, John. Está completamente limpio... ni siquiera una multa de tránsito impaga, ¿qué es lo que te preocupa?

Él se paró en su lugar para mirarla, ya tenía el abrigo puesto, el casco en una mano y las llaves de su moto en otra.

—Erica es como mi hermana... – vaciló un poco pero continuó hablando –. Yo prometí... a Simón que la cuidaría, siempre, y es eso lo que pienso hacer. Tengo que comprobar que ese tipo es lo suficientemente bueno para ella, Lauren.

Inevitablemente la sonrisa de la rubia decayó un poco al comprender mejor la preocupación que sentía chico por esa muchacha. Para John fue difícil superar la muerte de Simón, quizá por eso mismo se unió tanto a Erica... porque juntos el dolor era más fácil de llevar. Lauren sabía que ellos no compartían lazos sanguíneos pero su relación era prácticamente como la de cualquier hermanos... peleaban igual, se apoyaban igual, se querían igual.

—Está bien, hazlo – aceptó después de unos segundos –. Pero... ten cuidado, no vayas a meter la pata y lo arruines con tus dudas, ¿está bien?

El chico se colocó la bufanda al rededor del cuello y sonrió.

—Tranquila, no lo haré. Te veo el lunes – agitó la mano desde lejos como única despedida mientras corría a la salida.

La mujer se quedó un rato mirando por donde John se había marchado, entonces volvió a consultar el reloj notando que eran pasadas las seis. Suspiró, ya podía considerarlo todo un día. Se acomodó de nuevo en su escritorio, guardaría un par de cosas en la computadora, anotaría en su agenda privada lo de la cita con Manning y haría un par de modificaciones en el informe que le tocaba entregar a primera hora del lunes pues el domingo lo pasaría con sus padres. Y entonces sí, podría cerrar la oficina y marcharse a casa.

Jacob como el jefe era quien tenía el honor generalmente pero cualquiera de los tres podía hacerlo, todos tenían la llave y la autorización para ello. Y dado que él no se pasó por la oficina en todo el día sería tonto esperar que lo hiciera solo para cerrar.

Apagó la computadora luego de cuarenta minutos, guardó los archivos en el cajón superior de su escritorio y se levantó de su silla. La puerta principal se abrió sorpresivamente dándole paso a un hombre moreno que ella reconoció enseguida, incluso bajo toda aquella cantidad de ropa invernal.

Indiscutiblemente él también se sorprendió al verla.

—Pensé que ya no había nadie – aseguró quitándose el abrigo de encima y todo lo demás –. ¿Dónde está John?

—Él acaba de irse. Yo estaba por hacer lo mismo.

Jacob asintió mirándo para un lado y para otro, no había nadie más que ellos dos en aquel lugar. Entonces la miró a ella, estaba apoyada sobre el escritorio estirándose para tomar las llaves de su coche haciendo que su pelo cayera tímidamente por sobre sus hombros. No se habían cruzado en todo el día, en realidad no se veían desde la tarde del anterior cuando cada uno salió de camino a su casa, y la había echado de menos en esas horas. Recordó entonces la charla que mantuvo en la tarde con Edward, una conversación de la que obtuvo algo más que un número telefónico y un nombre, se ganó mucho en que pensar.

Con una decisión tomada Jake se aclaró la garganta. Lauren levantó el rostro para verlo no sin cierta duda, su expresión era bastante rara, al menos no recordaba haberla visto antes. Él se acercó hasta donde estaba la muchacha, tomó su mano para tirar de ella e hizo lo que deseó hacer desde el primer momento en el que entró a la oficina.

El beso comenzó suave pero no tardó en subir de intensidad a medida que saboreaba esos labios que lo enloquecían, enterró una mano en su cabello mientras que la otra acariciaba la espalda de Lauren. Y ella se dejó hacer, se permitió sentir, disfrutar de la calidez, de la pasión, que siempre le brindaban los besos de Jacob Black.

Cuando les hizo falta el aire ambos se separaron pero él no le permitió alejarse.

—Hola... – susurró viéndola a los ojos.

—Hola – respondió conteniendo una sonrisa que quería aparecer –, ¿por qué me miras así?

—Porque me gusta, ¿supone eso algún problema para ti?

—No, claro que no.

Lauren llevó las manos desde los hombros hasta el pecho de Jake y presionó levemente para soltarse. Él notó que parecía un poco incómoda así que le permitió alejarse aunque apenas unos cuantos centimetros.

—Bien, porque eres hermosa – y lo decía muy en serio, pensó colocándole un mechón del rubio cabello detrás de la oreja –. Seguramente me verás mirándote así muchas veces.

Ella soltó una risita que parecía entre nerviosa y divertida.

—Ya, claro... seguro que tú no tienes nada mejor que hacer que mirarme todo el día, ¿verdad?

—Efectivamente.

La muchacha negó pero mantuvo su sonrisa, entonces dio media vuelta hacia el escritorio para abrocharse el cabello y después ponerse la bufanda y el abrigo. Quería llegar a casa temprano porque todavía le quedaban algunas tareas domésticas por realizar, quizá también le diera tiempo de cocinar esa noche, una afición que había descubierto hace relativamente poco y que se le daba bastante bien. Esa era una buena idea, tal vez también podría invitarlo a él cenar. Ella volteó para hablarle cuando notó que Jacob continuaba en el mismo lugar mirándola de la misma manera.

—Está bien – suspiró cruzándose de brazos –, ¿me dirás qué es lo que te sucede o quieres que lo adivine?

—Mi hermana, Rachel... – comenzó a decirle – se comprometió con su novio hace una semana.

—Lo sé, me alegro por ella... y por ti también, claro.

—¿Cómo lo sabes?

—Bella me lo comentó – murmuró con simpleza pero sin mirarlo.

Prefirió omitir el detalle de lo mal que se sintió descubrir una noticia que debió ser tan importante para él por la boca de otra persona. Su cabeza le había dado vueltas una y otra vez a ese hecho y siempre llegando a la misma fatídica conclusión de que él no pretendía relacionarla con esa parte de su vida. De todas maneras ya no quería seguir indagando al respecto, por el bien de su tranquilidad mental había decidido días atrás dejar de pensar en eso.

—Claro, por supuesto – él asintió retomando el tema –. El caso es que Rebecca está organizando una fiesta de compromiso para ella y Seth. Será en dos semanas.

Eso también lo sabía, sobre todo porque tanto Bella como Jessica estaban invitadas. Incluso Bella y Edward tenían planeado viajar antes de la fiesta para pasar unos cuantos días en Forks con Charlie Swan.

—Entiendo... lo que no entiendo es por qué me lo estás diciendo así. ¿Es que te preocupa su casamiento?

Él volvió a suspirar al ver que eso no estaba resultando como quería. La tomó de cintura para acercarla de nuevo, así quizá sería más fácil hablar.

—Lauren, lo que intento es... quiero saber si te gustaría ir conmigo a esa fiesta.

Su boca se abrió de golpe, por la sorpresa. No lo podía creer, ¿estaba hablándole en serio? Él acababa de invitarla a... conocer a su familia. Lauren cerró la boca y respiró hondo.

—Ir... contigo – susurró – ¿Por qué quieres llevarme contigo a la fiesta de compromiso de tu hermana?

Jacob pareció momentaneamente confundido por esa pregunta tan directa, ¿era así de increíble su petición? Claro que entonces recordó los resguardos que tomó desde el principio para que nadie supiera todavía que estaban saliendo porque simplemente quería ir con calma. Nunca le mencionó a ella que no era una relación oculta, en realidad nunca habló de ninguna relación, porque después de tres meses juntos no pensó que fuera necesario. Desde luego nunca imaginó que ella se lo tomaría de esa forma. Es hasta ahora que se daba cuenta y se sintió como un idiota al notar que quizá sus temores la habrían lastimado cuando eso era lo que menos quería.

Él acarició su mejilla con el dorso de su mano.

—Porque quiero que mi pareja me acompañe.

Si lo de antes había sido una sorpresa, ella ahora estaba totalmente asombrada.

—¿Pareja?

—Somos una pareja, Lauren. Hace meses que lo somos aunque no se lo hayamos dicho a nadie – siguiendo un impulso besó la comisura de sus labios –. Pensé que no era necesario mencionártelo pero ahora me doy cuenta de que debí haberlo hecho.

—Pero, ¿estás seguro? Ahí estará tu familia, tus amigos... y también la familia de...

—¿De Leah? Sí. Todos estarán presentes.

Ella apoyó su frente contra la de él y cerró los ojos por un momento, necesitaba un minuto para pensar.

—¿Sería... correcto? – preguntó todavía con los ojos cerrados – Es decir, no quiero que hagas una cosa de la que puedas arrepentirte después si no sale como esperas.

Sabía bien a qué se refería pero no quiso dar cuenta, por una vez en su vida solo quiso reparar en ella sin tomar en cuenta nada ni nadie más que ellos dos y sus sentimientos. Tomó la cara de Lauren entre sus manos y la hizo mirarlo a los ojos.

—Me costó mucho trabajo admitir lo que sentía por ti... aún más aceptarlo y animarme a darle una oportunidad. Tú lo sabes mejor que nadie. Y aunque lo hice, no lo hice completamente.

—Jacob... – murmuró.

—No quiero seguir escondiéndote, como si estuvieramos haciendo algo malo porque no es así. Permitirme amarte es una de las mejores cosas que he hecho... y seguir ocultándolo sería como faltarle a ese sentimiento.

Lauren lo miró con una tímida sonrisa en el rostro.

—¿Me amas?

—Por supuesto – aseguró con el ceño fruncido –. Creía que lo sabías.

Ella soltó una risa corta, nerviosa, mientras sus ojos grises se veían inusualmente brillantes.

—Sí lo sabía, lo intuía... es solo que... nunca antes me lo habías dicho.

Jake negó suavemente, pero con una sonrisa, y entonces rozó sus labios con los de ella en una caricia tímida.

—¿Te das cuenta? Otro error que cometí contigo – murmuró un minuto después –. Te amo, Lauren. Te amo... te amo... tú lo sabes, yo lo sé... y quiero que todo el mundo lo sepa también.

—Te amo – susurró con una sonrisa antes de que él la besara. Y Jacob la abrazó por la cintura levantándole los pies del suelo, cosa que la hizo reír.

—Entonces, ¿irás conmigo o no?

—Si estás completamente seguro de que eso quieres... si, Jacob, me encantaría ir contigo.

Entonces él volvió a besarla y ya no hizo falta decir más nada.

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Le habían dicho un par de veces que el primer año de una pareja siempre es el más importante porque marca un precedente de lo que podría llegar a ser el resto de la vida con una persona especial, quizá por esa misma razón es que para muchas personas el primer aniversario simboliza el comienzo de esa vida que tanto se desea.

No sabía si estaba de acuerdo con eso o no pero lo cierto es que Edward sí tenía planes para ese día con Bella, grandes planes que se vieron suspendidos cuando su padre le llamó temprano en la mañana para atender una urgencia en el hospital. Es así que su aniversario transcurrió de una forma diferente a la que imaginó en un principio.

¿Habría preferido quedarse con su novia sin salir de la cama en todo el día, o invitarla a un lugar especial, o solo mimarla con detalles que demostraran su amor por ella? Si, claramente. Sin embargo, habían cosas que uno no podía controlar. Ser el jefe del Área Pediátrica del Manhattan Medical Center podía llegar a ser agotador, consumía mucho tiempo y producía muchas responsabilidades pero Edward amaba demasiado su trabajo como para que le molestase. Afortunadamente, Isabella lo comprendía, lo conocía tan bien como para saber cuánto disfrutaba de ejercer su profesión y lo apoyaba incluso si tenía que salir a media noche por causa de un imprevisto, o dejar de lado los planes románticos del día por una situación que no podía esperar. Era esa misma una de las cualidades que él más amaba de Bella.

La casa se encontraba en completo silencio, una cosa rara desde que Bella Swan vivía ahí. En el correr de esos casi siete meses que tenían de convivencia se había acostumbrado a llegar a casa y escucharla trastear con las ollas en la cocina, hablar por teléfono con sus amigas, discutir con la televisión cuando su equipo favorito perdía... básicamente, se había acostumbrado a vivir con ella y le encantaba.

Dejó su portafolio sobre el sofá, estaba quitándose el abrigo cuando finalmente la vio. Ella estaba parada, con su hombro apoyado sobre la pared y sus brazos cruzados, mirándolo con una sonrisa que entre pícara y seductora. Llevaba un vestido suelto, corto a medio muslo y de color celeste, con un escote asimétrico que cubría uno de sus hombros y dejaba a la vista el otro. Terminaba el vestuario con un fino cinturón negro, del mismo color que sus stilettos, que marcaba su cintura y un moñó desenfadado del que caían algunos mechones castaños. Edward sonrió cuando ella se acercó a él y le pasó los brazos por el cuello.

—Buenas tardes, señorita Swan. Luce verdaderamente hermosa.

Ella rió y dejó un beso en la comisura de sus labios.

—Buenas tardes, doctor Cullen. Es agradable oír algo así de usted.

Edward la abrazó por la cintura, se tomó su tiempo y la besó como había querido besarla durante todo ese largo día.

—¿Te he dicho ya cuánto me gustan ésta clase de recibimientos, cariño?

—Sin parar – ella rió de nuevo –. Date un baño, así se te quita el cansancio, y luego podremos cenar. No es por nada pero esta vez sí que me superé a mi misma... ya lo verás.

Él también rió antes de besarla de nuevo, entonces la soltó y se marchó al baño. Aparentemente, su Bella lo tenía todo arreglado. Claro, no podría ser de otra forma. Sin la menor intensión de refutar Edward siguió las indicaciones de su novia, tomó un baño relajante y después se vistió para la ocasión. Un pantalón beige, una camisa azul marino y unos zapatos marrones. Cinco minutos después, ya listo, salió en busca de Bella.

Se sentaron en la mesa del comedor que ella había preparado para la ocasión. Al parecer las velas, la luz tenue, los mariscos y el vino espumoso eran solo el comienzo de lo que prometía ser una velada perfecta.

—¿Entonces fue un día más que interesante, verdad? – preguntó él después de escucharla resumir en pocas oraciones lo que le había sucedido.

La sonrisa de Bella solo aumentó con la pregunta.

—Absolutamente – la castaña rió pero un segundo después su sonrisa decayó un poco para dejar salir un suspiro –. No lo sé, creo no podría explicarlo del todo pero me siento bien, muy bien. Por alguna razón me siento completa, feliz... mucho más feliz de lo que era ayer, Edward. ¿Suena demasiado loco lo que digo?

—Por supuesto que no – él acarició su mano por sobre la mesa viendo ella recomponía su expresión de plena felicidad otra vez –. En realidad tiene mucho sentido.

—Está bien, lo siento. Creo que han sido demasiadas emociones para un solo día.

Edward rió, inevitablemente. Por alguna razón siempre le causaba gracia esos cambios anímicos suyos tan sutiles pero perceptibles para él que la conocía bien.

—Estamos de acuerdo... sobre todo después de la noticia de la boda – tomó un sorbo de vino y esperó la reacción.

—Sí, muchísimo. Todavía no... ¡Espera un minuto! ¿Tú cómo sabes eso?

La cara de sorpresa que Bella puso fue suficiente para que su risa escapara de nuevo, aparentemente su intuición no se equivocó cuando dedujo que así como Riley Jessica no podría guardar el secreto.

—Mi primo tiene la boca igual de floja que su novia, cariño. Con la promesa y todo de que no hablarían de eso hasta el anuncio "oficial" – y marcó las comillas en el aire con sus dedos – en cuando pudo nos soltó la bomba a Tyler y a mi.

Bella sonrió sintiendo como burbujeaba la emoción en su interior, eran cosas como esas las que le daban sentido y volvían feliz su vida, las inesperadas buenas nuevas y las alegres sorpresas. Así que, repentinamente inspirada, levantó su copa de vino que hasta el momento permanecía intacta.

—Ahora... quiero que brindemos... – comenzó ella después de un momento cambiando el tema – por todo, porque somos felices y porque este sea el primero de los muchos años que quiero pasar contigo.

Él chocó su copa con la de Bella.

—Después de lo pasado es nuestro tiempo de ser felices, Isabella. Feliz primer aniversario, mi amor.

—Feliz primer aniversario – ella tomó apenas un sorbo de su copa y la dejó nuevamente en el lugar que estaba.

Edward se levantó de la mesa para la sorpresa de su novia que no se lo esperaba, no había terminado la cena. Él le ofreció la mano para ayudarla a levantarse, Bella lo siguió. Se sintió curiosa cuando su novio la dejó parada en la mitad de la sala pero todo cobró sentido al Edward accionar el reproductor de música de su iPhone. Sin quitar la sonrisa del rostro volvió donde ella para abrazarla cuando empezaban los primeros acordes de esa increible canción que los dos conocían muy bien y que tantos recuerdos les traía.

—Hace dos años que bailamos esta canción, nuestra canción, por primera vez... ¿Lo recuerdas?

—Nunca podría olvidarlo – apoyó su cabeza en el hombro de él mientras escuchaba con deleite la letra de "Waiting for a girl like you".

—Sé que no fue de la mejor manera pero nunca dejaré de agradecer el haberme cruzado contigo – admitió él, ambos se mecían al ritmo de la música –. Esa desconocida muchacha que me chocó en un pasillo vacío del hospital de a poco se fue convirtiendo en la persona más importante de mi vida... aunque ya no es la única que posee ese título.

—Por supuesto – murmuró sin esconder una sonrisa igual de grande a la que tenía él.

Si bien todavía no habían confirmado nada Edward parecía completamente seguro de sus palabras, y por sobre todo feliz. En cuanto a Bella, sus sentimientos iban desde la emoción al temor una y otra vez. Había tenido alguno que otro retraso en el pasado, un par de falsas alarmas, pero ésto... ésto era algo diferente, se sentía completamente diferente a cualquier otra cosa que haya sentido antes. No quería ilusionarse prematuramente pero cada vez que pensaba en ello no podía evitarlo. Solo un par de días, pensó finalmente con un suspiro, un par de días más y tendría su ansiada respuesta.

—Por supuesto.

—¿Sabes? A veces me pregunto si nos habríamos conocido de haber sido otra la situación – comentó después de un rato de silencio –. Y de ser así... si te habrías enamorado de la antigua Isabella como lo hiciste de Nessie... no sé, es algo tonto que se me pasa por la cabeza ocasionalmente.

Él pareció de repente pensativo aunque no necesariamente confuso, Bella imaginó que era por la afirmación y no por el tema en cuestión. Hablar de Vanessa/Nessie Masen ya no era un problema para ellos, desde mucho tiempo atrás había dejado de ser un tema tabú.

—Quizá habría tardado un poco... pero sí, creo que sí.

—¿Si, qué?

—Que de seguro nos habríamos conocido, quizá de alguna manera extraña, y definitivamente me habría enamorado de esa Isabella. Puede que tardara un poco más de lo esperado, incluso más de lo que tardé en reconocer mis sentimientos por Nessie – ambos sonrieron recordando gran parte de aquellos momentos del pasado que ahora parecían tan lejanos.

—¿En serio?

—Claro que si. Probablemente me habría cautivado primero tu mirada, luego tu belleza y después tu esquiva personalidad. Eventualmente, me daría cuenta de que no podía sacarte de mi cabeza e intentaría buscar la manera de verte más seguido sin que te dieras cuenta de que lo hacía adrede.

Ella soltó una suave risa.

—Lo habría notado – admitió siguiéndole el juego a su novio –, no te hubiese sido tan fácil engañarme.

—Eso es lo que piensas – entonces la hizo girar con suavidad al ritmo de la música y después volvió a tomarla entre sus brazos – pero déjame decirte que sutileza es mi segundo nombre.

—Por supuesto, cariño. Síguete diciendo eso hasta que te lo creas.

Edward la miró morderse el labio para contener la risa, y entrecerró los ojos con falso enojo.

—Entonces... ignoraré eso que has dicho... me verías tan a menudo que lentamente iría entrando primero en tu cabeza y después en tu corazón. Me habría llevado un tiempo derribar tus defensas, claro, pero estoy convencido de que con paciencia y perseverancia lo habría logrado. Y para cuando tú notaras lo que sucedía ya sería demasiado tarde porque estarías completamente enamorada de mi.

—¿Así como ahora?

—Exactamente – susurró sobre sus labios antes de besarla con suma delicadeza, como si creyera que de lo contrario ella se rompería en cualquier momento.

—Tal vez si todo hubiese sucedido de esa forma habría sido más fácil – miró a su novio a los ojos.

—No lo sé – dudó Edward –, a mi no me pareció tan difícil cuando lo entendí. Me costó un poco al principio pero después comprendí que fue cuando me enamoré de Vanessa Masen que comencé a amar a Isabella Swan.

—Nessie era solo parte de una mentira.

Edward negó con calma cuando vio la duda en el rostro de su chica.

—Bella, Nessie es parte de ti... fue la primera parte de ti que yo conocí y amé... y que todavía amo porque está aquí – acarició con su dedo índice la piel de la chica, justo sobre su corazón – y porque es parte de lo que tú eres.

—Eres una dulzura, ¿lo sabías? – soltó medio en broma medio en serio, con un sospechoso brillo en sus ojos castaños, y lo abrazó por el cuello para atraerlo más a su cuerpo.

Él dejó salir una breve risa y cruzó los brazos por su cintura esperando con tranquilidad, y con cierta cuota de gracia también, la posterior reacción de su novia que imaginó podría ser la risa, el llanto o incluso el enamoramiento absoluto... quizá por culpa de las descontroladas hormonas, su sonrisa se asentuó al pensar en ello.

No se esperaba el repentino ataque de pasión que invadió a la castaña de pronto pero tampoco se quejó, mucho menos se resistió. Edward la levantó del suelo besando con destreza sus labios cálidos, entonces volvió a dejarla en el piso y los dos comenzaron el camino hasta la habitación donde seguramente continuarían con la celebración.

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Una suave brisa en su rostro hizo que abriera los ojos a la claridad del día. Acostada como se encontraba, reconoció de inmediato el lugar y se sentó sorprendida de encontrarse allí después de tanto tiempo. Recorrió el paisaje con la mirada durante más de un minuto hasta que encontró lo que buscaba, a pocos metros de distancia una figura humana, pequeña, se columpiaba con suma delicadeza ajena a todo lo demás.

Isabella no dudó en ir hasta donde ella.

Hola – saludó la niña con una sonrisa cuando la muchacha ocupó el columpio de junto.

Ángela, luces... diferente... – murmuró y estaba en lo cierto. Desde el principio acostumbró ver a su hermana igual a como la vio por última vez, así como iba el día en que murió. Pero ahora, era distinto. Su vestido turquesa había sido remplazado por uno blanco de gruesos tirantes anchos que a simple vista parecía ser tan suave como el algodón y delicado como una pluma, el lazo del pelo también había desaparecido dejando que sus negros cabellos sueltos enmarcaran su rostro y cayeran por su espalda, y los zapatos blancos de siempre tampoco estaban a la vista.

Por supuesto, aquellos cambios eran solo los más visibles, Bella también notó otras diferencias en su pequeña hermana. Ángela resplandecía, brillaba de una manera que nunca antes había visto, emanaba calma y tranquilidad y sobre todo una paz absoluta que la hacía sentir maravillosamente bien.

Es gracias a ti – la niña volvió a sonreír deteniendo por completo el movimiento del columpio –. Ya nada me ata, Bella. Ahora somos libres... las dos somos libres para seguir adelante.

Esperaba que dijeras algo así – soltó con un suspiro.

¿Eso quiere decir que sabes por qué he venido?

La castaña asintió.

Es una despedida, ¿verdad?

Es una despedida – confirmó Ángela – pero no como lo imaginas. Las dos tenemos que continuar nuestros caminos que desde ahora tomarán rumbos separados, y eso me temo que es algo definitivo. Pero, no te preocupes, Bella, tú ya no me necesitas.

Ella la observó sintiendo como sus ojos comenzaban a humedecerse. Se lo veía venir desde hace mucho tiempo, durante casi todo ese año había esperado encontrarse con Ángela por última vez sin mucho éxito, pero a pesar de eso nunca desistió porque sabía bien que su hermana no se iría sin despedirse de ella.

Claro que si – prácticamente susurró, su voz parecía no querer salir –, siempre voy a necesitarte.

No, ya no. Has cambiado tanto en este último tiempo... lograste enfrentar tus miedos, superarlos y salir victoriosa de ello. Cambiaste tu vida, la vida de muchas personas. Y te liberaste de las ataduras de tu pasado. – entonces Ángela no hizo nada para evitar la sonrisa que se formó de nuevo en su rostro –. Además, Bella, a partir de ahora tendrás otro ángel a tu lado... un diferente tipo de ángel que estoy segura llenará tu vida de felicidad.

Isabella pareció repentintamente confundida por aquella afirmación aunque inexplicablemente algo dentro de ella se iluminó.

¿De qué estás hablando?

La niña volvió a reír al ver la cara de su hermana.

Si no lo sabes, no seré yo quien te lo diga... no ésta vez – la miró con alegría y se encogió de hombros negándose a decir una palabra más al respecto, si su hermana no lo sabía todavía quería que lo descubriera por si misma.

Ángela se paró del columpio repentinamente cosa que Bella imitó sin demora, las dos sabían que su tiempo juntas se estaba acabando. Una al lado de la otra caminaron varios pasos meditando las que probablemente serían las últimas palabras que se dirían cara a cara.

No importa que ya no estés – murmuró Bella rompiendo el silencio, ya sin aguantar las lágrimas – siempre serás la mejor hermana del mundo... y me siento dichosa de haber compartido parte de mi vida contigo, Ang. Quiero que lo sepas, incluso si ya no volvemos a vernos, que siempre te amaré.

Quizá ya no nos veamos pero eso no significará que no esté ahí, Bella... cada vez que pienses en mi, cada vez que menciones mi nombre... cuando veas mis fotografías con tus amigos o les hables a tus futuros hijos de su tía Ang... en cada uno de esos momentos yo estaré ahí, estaré en tu corazón y en tus recuerdos. Quizá me marche ahora pero de alguna manera nunca me iré, te lo prometo.

Eso suena... bien – sollozó mientras se lanzaba a los brazos de Ángela que no dudó en responder a la muestra de amor de su hermana con una igual, era sumamente difícil para ambas pero también las dos sabían que era lo más correcto.

La niña se enjuagó las lágrimas cuando se separaron así como también lo hizo su hermana mayor con un gesto que pareció imitado por la otra, y que las hizo soltar una risa acuosa a ambas.

Me siento orgullosa con lo mucho que has aprendido de los momentos difíciles pero también con lo mucho que me has enseñado a mi. Gracias por eso, Bella – apretó las manos de su hermana en un gesto que pretendía reafirmar sus palabras.

Entonces, con una última sonrisa, soltó las manos de Isabella mientras se alejaba paso a paso pero sin dejar de mirarla a los ojos. Quizá había necesitado ese día para comprender del todo su situación, es que ahí después de ver una a una las vidas de las personas que directa o indirectamente habían tenido relación con su misión entendió que eso era lo que quería y lo que era en realidad.

Ángela había sido hasta el momento un ángel guardían... y quería continuar siéndolo por siempre.

Adiós, Ángela. Siempre estarás en mi corazón.

Adiós, Bella. Sé feliz, muy feliz.

Sin más premura, lo último que Isabella Swan vio de su hermana fue una sonrisa que desapareció al mismo tiempo que ella lo hizo. No se necesitaron más palabras, más miradas o más tiempo. Cada una estaba en su mundo ahora, en su lugar, donde debía estar y así era como debía ser.

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¡Ahora sí... punto final! No puedo ni siquiera comenzar a explicar lo que esto significa para mi, no es mi primera historia ni mucho menos pero si es la que tenía más de mi en ella... la que más me costó planear, que cambió miles de veces y me dio muchos más dolores de cabeza de los que creí posibles :) esa misma historia que se escribió prácticamente sola, teniéndolos tanto a ustedes como a mi de expectadores... que me dio alegrías y tristezas, me sacó lágrimas y sonrisas, me acompañó y me permitió crecer y conocer magníficas personas en ese camino recorrido.

Quiero agradecerles de corazón por todos sus comentarios, alertas y favoritos que fueron dejando a lo largo de los capítulos... pero, por sobre todo, quiero agradecerles por haber llegado hasta acá... aún cuando yo tardaba meses en actualizar... eso signifíca mucho, muchísimo más de lo que imaginan. Así que... gracias :)

Y no me quedá más que decir adiós... aunque esta vez en lugar de adiós yo preferiría decir hasta luego.

Un beso a todos, Lila.