Aquí les dejo una historia que tendrá varios capítulos, aún no sé la cantidad exacta pues no lo he terminado. Perdonen mi falta de talento al ordenar secuencias cronológicas, espero que se entienda la historia en general. Y por si preguntan, sí habrá yaoi, pero no en este capítulo. Aguarden pacientes por favor.
Si no te gusta LietxPol ni el yaoi, pues no te gustará leer esto. Adiós.
¡Disfruten!
Prohibido - Capítulo 1
Más o menos fue a mediados del 1600 cuando ocurrió una loca historia de amor. No muchos en Europa supieron de aquella relación porque era prohibida. Y por eso causó muchos disgustos a la peculiar pareja involucrada. Todo empezó en un hermoso domingo de primavera en la imponente ciudad de Varsovia, cuyo inmenso castillo brillaba ante el Sol que lo cubría con sus dorados rayos de luz. El campo de centeno a su alrededor brillaba también, mostrando el esplendor que vivía el gran reino de Polonia. Era una ciudad hermosa y majestuosa.
Como era costumbre, todos los domingos se levantaban temprano en el castillo y se juntaban para la misa especial, donde todos oraban fervorosamente, entregando esos momentos únicamente a Dios. Feliks, la joven promesa del reino, era un orador maravilloso, y durante las misas se entusiasmaba por transmitir al Cielo sus más beatos deseos de estar obrando bien. Era tan encantador que a las personas les brillaban los ojos y las mujeres lloraban emocionadas mientras veían al joven más precioso del castillo predicar. Gracias a eso su reputación había crecido enormemente, y eso fue una respuesta muy positiva para sus superiores porque eso significaba que el muchacho, si se seguía esforzando, podría convertirse en el futuro gobernante de su país. Y además era imponente con los lituanos, que si bien parecían trabajar mano a mano como un único imperio, en realidad eran constantemente subordinados por los poderosos polacos.
Sí, los polacos dominaban en cantidad y en poder, y Feliks era el mejor demostrando esa superioridad. Por eso había pedido un vasallo de Lituania que lo sirviera en todo momento. Era un joven un poco menor que él, y era más moreno debido a que siempre labraba en los campos de centeno. Pero aunque a pesar de todo era un chico hermoso, no podía compararse con la blanca piel y los dorados cabellos del polaco.
El vasallo de Feliks se llamaba Toris, y hacía dos años lo habían llevado a Polonia para que pudiera ganarse la vida. Su familia era pobre y necesitaban un trabajo desesperadamente, por lo que aprovecharon la fuerza y el entusiasmo por el trabajo del moreno para que trabajara. A Toris le encantaba Polonia, le parecía un país precioso, nada comparado con su territorio invadido por constantes batallas perdidas. Todo le gustaba excepto el excesivo fervor religioso de su pueblo, porque él no creía del todo en Dios. Pero siempre iba a misa para verlo a él: a Feliks.
Tenía que admitirlo; sólo empezó a asistir a las misas cuando se encontraba un día limpiando las ventanas de la Iglesia, escuchando desde afuera el coro cantando con cierto tono de escepticismo. Prefería ganar tiempo extra de trabajo que asistir a una reunión sin sentido para rezarle a alguien que nunca nadie podía asegurar haber visto. Pero en un momento escuchó la voz celestial del polaco cantando fervoroso, como un ángel celestial, y no pudo evitar correr hasta la entrada de la capilla con rapidez. Toris llegó a la puerta y vio en lo más alto del púlpito al rubio, brillando, sumiendo a todos en un mar de tranquilidad y emoción que también afectó al lituano. Vaya que cantaba bien. Pero había algo raro, porque su corazón había empezado a latir con una fuerza indescriptible y los ojos le brillaban como si quisiera llorar. Tan embelesado estaba el moreno que aún después de terminar la canción, y aún después de terminar la misa, seguía ahí parado bajo el dintel, mirando el lugar –ahora vacío- donde el polaco había cantado. Una bofetada lo despertó de su sueño. Era Feliks.
- Oye. Tipo que, estás ahí parado desde hace rato. ¿Te pasa algo?
Era la primera vez que Feliks se acercaba a él, y eso para Toris significó algo increíble. Eso sí, se sentía un idiota porque no podía contener esos abruptos sentimientos que sentía por el rubio, pero intentó contenerse lo mejor posible. Toris negó con la cabeza y le sonrió amenamente, haciendo una leve inclinación para mostrarse respetuoso. Feliks notó al instante que se trataba de un joven con personalidad débil, y decidió aprovecharse de eso.
- Bueno, o sea. Eres lituano, ¿verdad?
- Sí, mi señor.
- ¿Eh? ¿A qué viene tanto respeto?
- E-Eh…
Había algo malo: Toris aún no sabía suficiente del idioma polaco, lo cual le impedía comunicarse fluidamente con la gente. Podía entender en general lo que escuchaba, pero al intentar hablar se le complicaba bastante. Se quedó pensando qué decir, y el polaco se lo quedó mirando con impaciencia. Le reprendió por no entender el idioma, porque se suponía que era lo primero que debería haber hecho antes que nada. Y Toris asintió, avergonzado.
- Bueno, pero alguien te tiene que enseñar, totalmente. – Se quedó pensando durante unos segundos hasta que se le ocurrió una buena idea para aprovecharse del joven moreno- Ya sé, yo te enseñaré.
- ¿Eh?
El lituano exclamó y se quedó mirando con los ojos bien abiertos al rubio. Éste largó una risita y le extendió la mano.
- Tipo que yo te enseñaré mi idioma. Pero a cambio deberás convertirte en mi sirviente. No puedes oponerte, pues seguro necesitas dinero y toda la cosa. –Se acercó al lituano y lo miró con imponencia- ¿Aceptas?
Toris miró a todos los costados con nerviosismo. Nunca antes había visto esa mirada, y sintió que poco a poco estaba desapareciendo el precioso ángel que había visto cantar, para convertirse en un diablillo caprichoso y travieso.
Desde ese momento, Toris no dejó de atenderlo en cada minúsculo pedido que hacía el caprichoso de Feliks.
Lo curioso es que sólo él sabía acerca de esa especie de doble personalidad que tenía, porque todos en el reino no dejaban de vanagloriarse en lo inocente y angelical que era el polaco. Era la esperanza del pueblo, y todos esperaban que algún día se convirtiera en el hombre más poderoso de toda Europa. Pero Toris sabía quién era de verdad. Y sabía que no era ningún angelito. Sin embargo le parecía interesante saber que él era la única persona con la que el rubio se había atrevido a compartir su secreto, y le gustaba. Pero desde ese momento empezarían a guardar mucho más secretos.
Todas las introducciones son aburridas, lo sé. Pero el segundo capítulo lo disfrutarán más.
Gracias por llegar hasta el final.