GHOST STORY

Capítulo 3 ~ Futuro

Muchos años después…

La última caja fue cerrada con cinta adhesiva y luego fue llevada al camión que esperaba en la entrada de la enorme casa victoriana. Cuando aquella caja fue colocada junto a las otras, el hombre de la compañía de mudanza contratada cerró el portón de hierro y se dirigió a la cabina, en donde ocupó el puesto de copiloto. Su compañero ya le esperaba dentro, con el motor en marcha. El conductor había estado rellenando algunas formas relacionadas con el trabajo que estaban realizando y, apenas terminó, le entregó una copia a la joven mujer que esperaba en la entrada de aquel magnífico cottage. Entonces ellos partieron.

Rachel tomó la copia del recibo y lo guardó en uno de los bolsillos de su pantalón de mezclilla. Luego entró a la casa; quería asegurarse por última vez que no habían dejado olvidado nada importante. Los muebles se habían ido hacía tres días y ahora era el turno de las cosas más pequeñas –las toallas, sábanas, libros, juguetes, entre otras-. Rachel llevaba sobre su hombro una mochila con su billetera y laptop. Estaba nerviosa y quería terminar cuanto antes aquella inspección para abandonar finalmente aquella casa que habían comprado hacía un año en el Valle de Godric.

Cuando hubo terminado su recorrido por el piso inferior, se aproximó a las escaleras, pensando si sería necesario subir al segundo piso. Abajo no parecía quedar nada de valor para ella y su familia. La sala se veía tan vacía y desolada que casi le daba pena, la enorme chimenea apagada y llena de hollín en el centro del espacio que hasta hacía poco tiempo había sido ocupado con mubles acogedores. El cottage era hermoso, no lo podía negar, pero ella había dejado de sentir aquel lugar como un hogar desde hacía mucho tiempo. Ahora sólo le producía un profundo terror.

Posó su miraba en el techo cuando escuchó unas pisadas resonar en el piso superior y notó que el viejo candelabro se mecía lentamente producto de aquella vibración. Rachel sabía que no había nadie en la casa además de ella misma y aquel conocimiento sólo le ponía más nerviosa de lo que ya estaba. En medio de aquel temor que sentía, supo que no se atrevería nunca a subir para averiguar quién producía aquel ruido que le erizaba los cabellos de la nuca y los brazos. Ya había tenido suficientes experiencias desagradables para toda su vida en aquella casa y no deseaba tener una más. Si algo se había quedado en el segundo piso, rogaba que no fuera nada realmente importante porque ya no pensaba recuperarlo. No valía la pena. No a costa de exponerse a lo que sea que habitaba aquel lugar.

En vez de eso salió corriendo casi despavorida, esperando no tener que regresar nunca más. Su esposo Noah le esperaba en la camioneta encendida junto a sus pequeños hijos Aidan y Samara. Ellos también se veían con ganas de irse cuanto antes y no les podía culpar por ello.

Cuando ellos compraron el hermoso cottage, nadie les advirtió que estaba embrujado. Y aunque lo hubieran hecho, reconocían con pesar, muy probablemente no les habrían creído. Sabían que el lugar había tenido un inusualmente alto número de propietarios y que ninguno de ellos se había quedado mucho tiempo viviendo en la antigua casa, pero aquello no les hizo desconfiar demasiado. Ellos simplemente pensaron que estaban haciendo el trato de sus vidas al comprar aquella enorme propiedad en tan bajo precio. La casa necesitaba arreglos, es cierto, pero nada demasiado grave. Ellos podían realizar las reparaciones necesarias y entonces sus hijos tendrían la vida que siempre habían deseado... Sin embargo, no les tomó mucho tiempo el comenzar a arrepentirse de su decisión, cuando la actividad paranormal comenzó a afectar sus vidas a las pocas semanas de comenzar a vivir allí.

Financieramente se habían tenido que declarar en bancarrota pues no habían encontrado a alguien que quisiera adquirir el cottage, pero eso ya no les importaba. Nada importaba salvo salir de aquel lugar. Cuando antes mejor. Incluso mudarse bajo un puente parecía una mejor opción que quedarse, así de desesperados estaban. Por ahora vivirían con los padres de Noah en Londres y luego ya se vería...

Rachel se detuvo junto al auto para ver la casa por última vez. En el segundo piso había una cortina que se movía en la habitación principal, como si alguien la hubiera cerrado de repente. Pero eso era imposible, sabía que no había nadie en la casa. Quizás podría pensar que todo se debía a una ráfaga de aire, pero ya no trataba de engañarse buscando una explicación racional. Eran aquellas pequeñas experiencias las que más le atemorizaban y se alegraba muchísimo de que, finalmente, dejaría todo ello atrás. Al Fin. Gracias a Dios.

Tragó saliva con fuerza, entrando al auto. Noah le sonrió afectuosamente en el asiento del piloto y ella le regresó una más débil. Estaba muy asustada y quería irse. Los chicos estaban sentados en el asiento de atrás y permanecían silenciosos. No había un ambiente de felicidad dentro de aquel auto, sólo de alivio y cansancio. Rachel esperaba que, una vez que sus hijos comenzaran una nueva vida en Londres, volverían a ser los niños felices que fueron alguna vez.

Los Keller abandonaron la propiedad del Valle de Godric y no regresaron nuevamente.

o00o

Dentro de la habitación principal del cottage, Draco observaba a través de la ventana cómo se iba aquella familia. Estaba feliz, muy feliz. Al fin se había librado de ellos. Ahora la casa era suya de nuevo. Suya y de Harry, por supuesto. Como siempre debía ser. No permitiría que nadie viviera en su hogar.

Draco sonrió una vez más y luego se desapareció.

Iría en busca de Harry y le daría la buena noticia.

o00o

Como fantasmas que eran, podían salir de la casa pero no ir muy lejos. Harry se alegraba muchísimo de que el cottage estuviera tan cerca del pequeño cementerio del Valle de Godric, porque así podía acudir allí con frecuencia.

La verdad es que cada vez pasaba más tiempo entre los viejos panteones y la hierba crecida, prácticamente abandonada de aquella parte del cementerio. Ya nadie visitaba aquellas tumbas, al menos con frecuencia, pues sus ocupantes habían muerto hacía muchísimo tiempo… Nadie excepto el fantasma de Harry Potter.

Harry permanecía de rodillas junto a una tumba cuya lápida había sido esculpida en mármol negro; últimamente acudía mucho a ese lugar en particular. Trataba de recorrer el nombre labrado en el mármol sin obtener buenos resultados. A diferencia de Draco, quien era capaz de mover objetos a voluntad y podía tocarlo todo a su antojo, él apenas podía sentir una pequeña sensación cuando se aproximaba lo suficiente a alguna cosa y nada más –imaginaba que aquello se debía a que el rubio estaba más apegado a la vida que él-.

Ahogó un sollozo de pena cuando su mano semitransparente traspasó la lápida en vez de acariciarla; realmente quería tocarla. Si al menos pudiera hacerlo, aunque fuera una vez… Sería una especie de consuelo. Pero incluso aquello le era negado…

Trató de recomponerse cuando sintió a Draco aparecer repentinamente detrás de él e inmediatamente se puso en pie. El rubio le abrazó por la espalda y le dio un beso en la nuca. Harry se estremeció por la sensación.

-Lo intrusos se han ido, amor.

Harry suspiró.

-Al fin lograste ahuyentarles, ¿eh?

-Por supuesto. Ya sabes que puedo llegar a ser un fantasma aterrador cuando quiero.

Harry no dijo nada al respecto. Draco odiaba cuando el moreno era tan poco entusiasta. Hubo una época en la que Harry era distinto. El Harry de ahora era tan triste, tan silencioso y tan apático… A veces era difícil estar a su lado cuando se hundía en aquel oscuro agujero de indiferencia y miseria.

Draco presentía lo que le pasada al moreno, claro que sí, pero se negaba a pensar en ello. El sólo intentarlo era demasiado doloroso para él. Prefería pretender que no notaba nada, aferrarse a lo que sea para no pensar. Una oleada de culpa subió a través de su garganta, pero después de tantos años ya era un experto en ignorarlo.

-¿No te alegra? –insistió el rubio cuando el otro permaneció en aquel obstinado silencio.

-No realmente –reconoció el moreno, encogiéndose de hombros-. El cottage es grande. Si quisiéramos podríamos ignorar perfectamente que alguien más vive allí. No veo por qué no podemos compartirlo…

Draco observó a Harry completamente horrorizado.

-¡¿Cómo puedes decir algo así? ¡Es nuestro hogar del que estás hablando! No quiero que nadie viva allí, ¡sólo nosotros!

El moreno finalmente se giró a verle. Su cara no reflejaba nada más allá de un profundo cansancio y tristeza. El rubio no soportaba ver esa expresión en alguien que amaba tanto. No lo soportaba. Pero tampoco podía hacer algo al respecto, ¿cierto? Otra oleada de culpa amenazó con ahogarlo, así que hizo hasta lo imposible para no pensar en ello. Sí podía hacer algo al respecto, maldita sea. Pero no se atrevía.

-Draco… -Harry tomó su mano. Por alguna razón, él sólo podía establecer contacto con el rubio- El cottage ya no es nuestro.

-¡No digas eso, Harry…!

-Pero es verdad. Estamos muertos, Draco. Ya no poseemos bienes materiales…

Draco se soltó del agarre de su mano bruscamente.

-Nunca admitiré algo así. Vivimos años felices en esa casa y no permitiré que nade más la ocupe. Punto y final.

Harry suspiró una vez más. Probablemente aquella discusión no tenía ningún sentido. Incluso después de su muerte, Draco Malfoy era tan testarudo… No le iba a hacer cambiar de parecer y, francamente, ya no tenía deseos de intentarlo siquiera.

Draco regresó el gesto y tomó la mano del otro, con gentiliza esta vez.

-Vamos a casa, Harry. Por favor.

Harry simplemente asintió con apatía y permitió que el rubio le llevara al cottage, incluso cuando sentía que ya no tenía un hogar en lo absoluto. Draco ni siquiera notó que Harry había estado todo ese tiempo junto a la tumba de su hijo James Sirius Potter.

o00o

Harry no se arrepentía de su decisión de permanecer en este mundo junto a Draco, aunque fuera como fantasma. Incluso si debía ir al infierno, estaba dispuesto a sufrir una eternidad de agonía como pago para estar siempre a su lado. No, claro que no se arrepentía. No de estar con Draco, al menos. Y recordaba que al principio, cuando ambos eran jóvenes espíritus que apenas estaban descubriendo el alcance de sus nuevas habilidades, se habían divertido bastante.

Cuando Harry murió, sus hijos habían conservado el cottage durante mucho tiempo como un recuerdo de su padre y el lugar al que había amado tanto. Pero la antigua casa victoriana ya tenía fama de estar embrujada y nadie había querido habitarla desde entonces. Al menos nadie de la familia Potter. O su descendencia directa. La casa había quedado sola para ellos.

Harry había estado un poco resentido por ello, pero Draco y él habían conversado mucho al respecto y decidieron que, en el fondo, era lo mejor. Permanecer cercanos a sus hijos era una tarea que les resultaría muy dolorosa. Debían tratar de cortar sus lazos con su familia, eso prometieron. Aunque el tiempo les demostró que aquello no sería una tarea nada fácil. Nada, nada fácil. No obstante, eso fue descubierto mucho después.

Mientras tanto, habitaron pacíficamente el cottage y se comportaron como siempre hicieron cuando aun estaban con vida: se amaron cada noche y cada día sin descanso o tregua. La suya había sido desde entonces una especie de nueva existencia… No estaban vivos en el sentido literal de la palabra, pero en cierta forma se sentía como si lo estuvieran. También fue divertido descubrir que podían salir de la casa, aunque sólo fuera en un área limitada más allá del linde de la propiedad. Draco se la pasó en grande asustando a unas cuantas personas en el cementerio más de una vez. Harry le ayudó en un par de ocasiones también. Después de todo, ¿qué sentido tenía el ser fantasma si no podían espantar a unos cuantos sujetos incautos? Era una cuestión de lógica, por Dios.

No pudieron hacer magia nuevamente, aunque Draco aprendió rápidamente a concentrarse hasta lograr mover objetos cuando quisiera. Podía abrir puertas, mover cosas pequeñas e incluso proyectar sombras. Harry no tuvo tanta suerte; él nunca logró aquellas habilidades que el rubio dominaba tan bien. Harry sólo podía tocar a Draco, sentirle. Su mano simplemente traspasaba cualquier otra cosa que quisiera alcanzar. Aquello fue frustraste, pero luego se acostumbró. Con el tiempo dejó de importarle en lo absoluto. Fue fácil adaptarse a las nuevas reglas de aquella realidad en la que habitaban.

A Draco le gustaba estar en el cementerio, asustando y divirtiéndose a partes iguales. Esa actitud duró muchos años. No sabía cuántos exactamente pues ahora les costaba medir el tiempo en años, meses o días. Ellos eran como niños viviendo en una constante y feliz infancia, haciendo travesuras y riéndose de ellas después. Parecía que nunca habían tenido una vida antes de esta existencia. Era difícil recordar qué habían sido antes y con el tiempo dejaron de intentarlo. Ya no parecía ser importante. El pasado había caído en un olvido casi absoluto; sabían sus nombres y cuánto se amaban y eso era todo.

Pero todo acabó el día en que Harry descubrió la tumba de su hijo James.

Había estado tan perdido en su nueva existencia junto a Draco que no notó el paso del tiempo. Estaba en un punto en que apenas recordaba su antigua vida, si es que recordaba algo. Sin embargo, ver la tumba de su hijo trajo todo ese pasado de regreso y ahora le parecía increíble que hubiera podido olvidar a sus hijos. Harry simplemente no lo comprendía; él amaba a sus niños más que a nada en el mundo y siempre había sido así. Sentía que les había fallado, que había traicionado el amor que siempre tuvo por los tres y un repentino sentimiento de dolor amenazó con hacerle pedazos.

James, Albus y Lily.

Había olvidado a sus bebés.

Los había olvidado.

¿Qué clase de monstruo era?

James había muerto hacía diez años y para entonces tenía ochenta y cinco.

Había pasado un montón de tiempo y ellos no se habían dado cuenta.

Oh, James, su hijo…

Estaba muerto.

Harry buscó desesperadamente entre las demás tumbas cercanas y no tardó mucho en descubrir una que pertenecía a su hija Lily también. Cayó de rodillas a su lado y lloró cuando descubrió que su pequeña había muerto antes de cumplir siquiera los cuarenta… ¿quizás en una de sus misiones como auror? Nunca lo sabría y la duda le carcomería desde entonces.

Albus fue descubierto al último. Su segundo hijo había muerto hacía un año… Sólo un año. Aparentemente había tenido una vida más longeva que sus hermanos. Harry permaneció mucho tiempo junto a la tumba de su hijo también, rogando porque hubiera tenido una vida feliz.

Se sentía destrozado, como un barco a la deriva.

No había estado con ellos nunca más. No supo cómo fue sus vidas, ni cómo murieron. Harry se había perdido todos aquellos momentos, buenos y malos, sin quererlo. E incluso el saber que, de todas formas, era poco lo que hubiera podido hacer al respecto si nunca los hubiera olvidado, no le hizo sentir mejor.

Harry buscó y descubrió varias tumbas nuevas con el apellido Potter. No sabía quién era quién pues cada una de ellas tenía sólo la información básica: un nombre y una fecha de nacimiento y defunción. El moreno se preguntaba si Alyssia sería la esposa de James o Albus. Y en ese caso, ¿quién era Deborah? ¿Quizás alguna nieta de la que no sabía nada? No había forma de contestar esas preguntas, ni muchas otras. No había forma de saber si era abuelo, y en ese caso, cuántos nietos había tenido.

No pudo encontrar a Teddy tampoco, pero aquello no significaba nada si consideraba que el panteón de los Tonks estaba ubicado en otro sitio que no era el Valle de Godric. En ese punto incluso Andrómeda debía estar muerta.

¿Y Ron y Hermione?

¿Y los Weasley?

¡No había pensado en ellos por años!

Harry rompió la burbuja de felicidad en la que había permanecido junto a Draco durante décadas. Gente había muerto, gente a la que amaban con todo su corazón. Gente a la que ya no volverían a ver nunca más. Porque ellos habían permanecido en la Tierra como fantasmas, mientras que el resto estaba en un lugar mejor. O al menos eso esperaba. No podía saberlo, y eso era la peor parte de todo, la más frustrante: Que no lo sabía.

Corrió junto a Draco y le contó sobre su descubrimiento. Le hizo recordar también, pensar en Scorpius. Pero el rubio no tenía forma de saber el destino de su hijo: el panteón Malfoy era un sitio al que no podría ir. Y, a diferencia de Harry, Draco se tragó el dolor y la amargura y nunca lo dejó salir. Prefirió continuar siendo el fantasma que habitaba la casa embrujada del pueblo, el fantasma que salía de vez en cuando a asustar gente en el cementerio. Harry había estado desconcertado con su actitud, pero luego creyó entenderle. Aquélla era la forma en que el rubio manejaba su propio dolor y sentimiento de pérdida.

Posteriormente su casa fue vendida y gente comenzó a vivir en ella. Sus hijos jamás habrían abandonado el cottage, pero a saber quién había heredado la propiedad cuando ellos murieron… Draco se sintió traicionado por ello. Volcó aquella furia tan celosamente guardada en su interior hacia los nuevos inquilinos del cottage. Y cada vez realizaba un excelente trabajo al espantar a aquellos que osaban comprar la propiedad que Draco protegía tan fieramente con una obsesión y posesividad casi enfermiza.

Nadie, nunca, se quedó más de tres años viviendo en ella.

Para Harry era distinto. El cottage le importaba muy poco a esas alturas. Harry sólo quería ir hacia la luz, pasar al siguiente plano y ver qué había más allá. Él sabía que la luz no se había ido realmente, no totalmente al menos. Harry podía presentirla cerca, podía verla aparecer de vez en cuando, como si quisiera brindarle una tímida segunda oportunidad de abandonar este mundo de una vez por todas. Y Harry quería tomarla más que nunca y reunirse finalmente con todos sus seres queridos, si esto era posible.

Pero no podía hacerlo.

Y no podía hacerlo porque Draco no quería irse con él.

No sabía por qué, Draco no quería abandonar este mundo.

Ni siquiera quería hablar de ello, como si la posibilidad le incomodara.

Draco era un cabezota sin remedio, pero Harry todavía le amaba demasiado.

Y Harry no sería Harry si no fuera noventa por ciento puro amor incondicional y diez por ciento sentido común cuando se trataba de Draco Malfoy.

Sin lugar a dudas, y por muy estúpido que fuera, Harry se iba a quedar junto a Draco por siempre. Y Draco lo sabía, al igual que Harry.

Así se vieron sumergidos en aquella espiral de pesadilla en la que Draco se aferraba a una casa que ya no era suya, mientras Harry se había convertido literalmente en un alma en pena que vagaba sin rumbo por el cementerio, tratando de estar siempre cerca de las tumbas de sus hijos ya fallecidos hacía tiempo.

Y pensaba, pensaba en por qué Draco estaba tan aferrado a este mundo, mientras que él estaba tan listo para irse… Y nunca hallaba una respuesta.

o00o

Hubo un paréntesis en sus vidas como fantasmas. Cada uno en lo suyo, cada día más separados. Cada día más ausentes. Cada día más infelices, cada uno sumergido en su propio mundo de tristeza y dolor, pero apenas hablándose uno al otro.

Un aviso de una agencia inmobiliaria había sido colocado en la entrada del cottage después de la partida de la familia Keller. La casa estaba en venta nuevamente. Sin embargo, tendría que pasar otros tres años para que la propiedad tuviera un comprador.

Y cuando Draco notó el movimiento repentino de la entrada de camiones, el comienzo de la mudanza, la joven pareja que entraba por la puerta de su casa con la llave en la mano, se llenó de amargura.

o00o

Karen Davis y su novio Doug venían de Estados Unidos. Doug estudió muy duro y sacó las mejores calificaciones en la secundaria y gracias a ellas obtuvo una beca que posteriormente le permitiría realizar su maestría de arquitectura en la universidad de Warwick, en Inglaterra. Doug alquiló aquella hermosa casa victoriana por un precio increíblemente bajo cerca de su facultad cuando llegaron a Inglaterra y también compró un carro usado. La beca le permitía pagar el alquiler y un poco más; el resto vendría del trabajo de medio tiempo que había conseguido en el pub del pueblo "Red Lion".

Karen estaba terminando de desempacar su ropa y colocándola en el armario. Doug estaba trabajando ahora y después tenía que tomar un examen en su facultad, así que llegaría un poco tarde. Ella misma tenía cita al día siguiente para comenzar su trabajo social en un centro de cuidado para pacientes con enfermedades mentales. Karen era una estudiante de intercambio y necesitaba el crédito extra que iba a obtener, además que también le iban a pagar algo por ello, lo cual estaba bien. Quería dejar todo ordenado en casa antes de comenzar, establecer un ambiente de hogar. Afortunadamente estaba acostumbrada al cambio de horario a esas alturas, aunque todavía le inquietaba un poco todo aquel silencio.

El Valle de Godric se ubicaba al suroeste de Inglaterra, muy cerca de St. Ottery Catchpole, Cornualles y Devon. Era un páramo salvaje realmente magnífico que no se parecía en nada a la enorme ciudad de New York en donde había vivido toda su vida. Karen estaba acostumbrado al sonido constante de los autos, al bullicio de la gente y a la contaminación. Ahora debía adaptarse a la vida en la campiña, aunque aquello le llevaría algún tiempo. Sin embargo, estar con Doug era lo importante.

Doug había soñado con ir a Inglaterra por siempre y ella se alegraba de poder estar a su lado mientras este sueño se hacía realidad. Además, mucha gente se iba a vivir al extranjero; ellos no estaban haciendo nada realmente extraordinario a fin de cuentas. Probablemente Doug querría quedarse a vivir allí cuando terminara su maestría, si es que conseguía un buen trabajo. Karen esperaba que, de ser ese el caso, al menos fuera en Londres porque ella era más de vivir en una gran cuidad.

No tenía realmente nada en contra de vivir en el campo, pero esa casa… había algo en ella que no le terminaba de gustar. Desde el instante en que puso un pie dentro del cottage, sintió que algo no estaba bien. Era siempre oscuro y muy frío y siempre había ruidos extraños e inquietantes en los rincones. Tenía, además, problemas con el cableado eléctrico, pues las luces solían titilar. Esperaba que el electricista pudiera acudir pronto a revisar cuál era el problema. Las tuberías del agua parecía que estaban obstruidas también. La casa era vieja y ahora debían realizar algunas reparaciones. Karen esperaba que les alcanzara el dinero para hacer lo imprescindible. El resto tendría que esperar hasta fin de año.

Caminó por el pasillo rumbo a las escaleras. A mitad de camino giró; sentía que alguien le estaba observando. Ella siempre tenía esa sensación en el segundo piso y era espeluznante, aunque trataba de no pensar en eso, de ignorarlo. Como siempre, no había nada allí, sólo el vacío y la soledad.

El pasillo era oscuro y la poca luz provenía de la ventana de la habitación principal que acababa de abandonar; había dejado la puerta un poco abierta, pero ahora estaba cerrándose poco a poco. Los vellos en su nuca se erizaron; podía escuchar un sonido muy tenue como de murmullos. Sonrió, nerviosa, sabiendo que no había nadie en esa casa además de ella y aquello era imposible. Giró nuevamente y siguió su camino hacia las escaleras lo más deprisa que podía, pero sin correr. No quería correr porque entonces tendría que admitir que estaba asustada y no quería eso. Lo último que quería era estar atemorizada de su propia maldita casa.

Detrás de ella sintió una corriente de aire frío cuando bajó apresuradamente las escaleras. Y entonces hizo su mejor esfuerzo para no voltear a ver qué había sido eso. Porque había sentido claramente como si alguien hubiera puesto una mano helada en su espalda y eso no podía ser. No, era imposible. Fue a la cocina y preparó la cena para Doug sin pensar en eso.

o00o

Harry aferraba el brazo de Draco, casi horrorizado.

Ambos habían estado en la habitación viendo a la chica desempacar. Por supuesto que ella no podía verles, nadie podía, incluso cuando habían estado conversando entre ellos todo el tiempo.

Draco estaba molesto porque nuevamente había gente viviendo en el cottage. Harry no lo estaba para nada. La pareja era joven y se notaba que se amaban mucho. A Harry le parecían simpáticos. Le alegraba que gente feliz viviera en su antigua casa y le diera algo de calidez. Y, quién sabe, quizás podrían recuperar el jardín también. Ahora estaba lleno de maleza y necesitaba urgentemente algo de cariño. Ellos podían dárselo y eso sería grandioso.

La chica dejó la habitación y Draco fue tras ella. Extrañado, Harry le siguió. Sabía que planeaba algo, aunque no podía estar seguro de qué. Cuando ella estuvo en la escalera, aceleró el paso. El rubio había apoyado una mano en su espalda y parecía dispuesto a empujarla. No lo podía creer; una caída desde esa altura podría ser mortal. La chica podía morir.

Sostuvo su muñeca con fuerza en el último momento.

Karen bajó las escaleras casi corriendo. Había sentido algo sin duda, pues se le veía asustada.

Draco se soltó del agarre de Harry con un movimiento brusco.

-¿Qué estás tratando de hacer, Draco? –preguntó Harry. Se notaba que estaba furioso.

-Nada –fue todo lo que respondió Draco.

Harry resopló.

-Claro, nada ¡Y por eso ibas a tirarla por las escaleras!

Draco desvió su miraba.

-No pensaba hacer eso… -susurró.

Harry se aproximó y le tomó fuertemente por el frente de su sudadera.

-¡No me mientas, vi perfectamente lo que estuviste a punto de hacer!

Draco forcejeó hasta que logró soltarse. El impulso le hizo caer hacia atrás y golpear contra la pared, la traspasó y cayó del otro lado. Pero no tardó mucho tiempo en regresar junto al otro.

-¡Tú no sabes nada! –empujó a Harry a su vez.

-Sé que estuviste a punto de hacer una atrocidad.

Draco retrocedió una par de pasos y pareció avergonzado por primera vez.

-Es… cierto –confesó y Harry se cubrió el rostro con sus manos en un gesto de desesperación.

-¿Por qué? –quiso saber el moreno y su voz sonó más como un murmullo amortiguado debido a sus manos.

Draco parecía atormentado ahora, pero Harry no podía verlo.

-Lo pensé durante un instante, ¿de acuerdo? ¡Quise hacerlo por un segundo, pero luego me arrepentí! ¿Era eso lo que querías escuchar?

-Ni por un segundo –Harry finalmente le encaró. Su expresión era de profunda decepción- Jamás hubiera querido escuchar eso… ¿En qué estabas pensando, por el amor de Dios?

Draco sonrió de medio lado, pero su expresión era amargura pura.

-Estoy pensando en que estoy harto de ver gente viviendo en mi casa! ¡QUIERO QUE SE VAYAN AHORA, AHORA, AHORA!

Harry volvió a tomar a Draco por su sudadera.

-¡PERO NO SE VAN A IR, JODIDO ESTÚPIDO! ¡Y AUNQUE SE VAYAN OTROS VENDRÁN!

-¡PUES YO HARÉ QUE SE VAYAN TAMBIÉN! ¡SE VAN A IR TODOS, AUNQUE SEA AL INFIERNO!

Harry soltó al rubio, empujándole con fuerza.

-Ya no te reconozco, Draco –confesó con dolor impregnado en su voz.

Draco tragó con fuerza, sintiendo muchos deseos de llorar, aunque no lo hizo.

-No te estoy pidiendo que lo hagas, ya no. Hace mucho tiempo que dejé de esperar algo de ti.

Harry parecía desconcertado ahora.

-¿A qué te refieres?

Dracó giró y regresó caminando por el pasillo, rumbo a la habitación principal.

-Si tú no lo sabes, no pienso explicarlo. ¿Por qué no regresas mejor al cementerio? Te encanta estar allá, ¿no? En medio de las tumbas y los muertos que no pueden hablarte o consolarte como tanto quisieras.

-Nosotros también estamos muertos, Draco –respondió Harry, lleno de amargura por aquel golpe bajo-. Sería prudente que recordaras eso.

Draco volteó hacia el otro una última vez.

-Lo recuerdo muy bien, Harry. Y También recuerdo que hubo una época en que eso no parecía importar, una época en que fuimos felices. Tú y yo a pesar de todo. Quisiera que recordaras eso, pero parece ser que eres tú quien lo ha olvidado. O quizás ya no te importa. La verdad es que no sé qué alternativa es peor.

Y entonces se fue, simplemente desapareció.

Harry se quedó donde estaba y luego se deslizó lentamente hacia el suelo, abrazando sus rodillas con fuerza.

Él también quería huir, pero no se atrevía.

No se atrevía a dejar sola a la pareja. Todavía había una parte de él que no creía a Draco capaz de hacerles un daño real, pero pensaba asegurarse de ello. Porque si Draco les dañaba de alguna forma, no se lo iba a perdonar nunca. Si Draco hacía algo realmente grave, entonces no habría vuelta atrás, no habría olvido, no habría más amor. Y la idea de que eso pasara era insoportable.

o00o

Mucho después, Harry reflexionó con calma las palabras de Draco.

Draco estaba lleno de ira y esto le había convertido en un ser oscuro y atormentado. Harry supo que él también era responsable de ello y lamentó mucho no haberse dado cuenta antes. Quiso tratar de remediarlo. Le buscó por todas partes hasta que finalmente pudo hallarlo escondido en el ático de la casa. Estaba sentado sobre un viejo y polvoriento baúl que el moreno no podía recordar si alguna vez había sido de su propiedad. El rubio estaba silencioso, muy silencioso. Harry se sentó a su lado y tomó una de sus manos. El que no rechazara aquel gesto le dio tranquilidad al moreno. Ambos estaban más tranquilos ahora y quizás pudieran conversar.

-Lamento si piensas que te he dejado de lado, Draco. Esa nunca fue mi intención.

Draco permaneció un buen rato en silencio antes de contestar.

-No se trata de eso.

-¿Entonces qué es? –insistió el moreno, confundido.

-Sé que eres infeliz, Harry. Y daría cualquier cosa para que no lo fueras. Yo sólo quisiera que fuéramos felices de nuevo…

Harry suspiró.

-Quizás lo fuimos, pero no fue real. Draco, habíamos olvidado quiénes éramos. Casi habíamos perdido todos nuestros recuerdos. Aquélla no era una felicidad verdadera, ¿entiendes eso?

-Sí –Draco recostó su cabeza en el hombro del otro-, es verdad. Pero no sé si fue buena idea recordar. No lo sé.

-¿Hubieras preferido olvidar a Scorpius? ¿A tus padres? ¿Los años tan maravillosos que compartimos cuando estuvimos vivos?

Draco se estremeció de sólo pensarlo.

-No, tienes razón.

-Yo tampoco lo quiero. Quiero poder recordarlo todo. No quiero comenzar a olvidar cosas de nuevo, no quiero olvidar otra vez a mis hijos.

-Pero eso no es todo, ¿cierto? Dime qué quieres realmente, Harry.

-Quiero que demos el siguiente paso. No podemos seguir así, Draco. Esta existencia se ha hecho cada vez más insoportable para los dos.

-Si es por los intrusos…

-¡Olvida eso de una buena vez! –interrumpió Harry- Esto no es acerca de ellos y lo sabes.

-Yo… no sé qué más hacer para que tú seas feliz.

Harry abrazó al rubio con fuerza, enternecido, y se armó de valor para continuar.

-Quiero ver a mis hijos de nuevo, Draco. Quiero reunirme con ellos.

Draco se separó de Harry para encontrarse con una mirada decidida. Sabía que este día llegaría tarde o temprano. Lo sabía. El momento en que Harry quisiera afrontar su deseo y hacer algo al respecto. Pues bien, el momento había llegado. Y ahora tenía mucho miedo de perder a Harry, aunque sabía que eventualmente lo haría. Aquello era inevitable.

-¿Y cómo lo harías? –preguntó el rubio, ya presintiendo la respuesta.

-La… -Harry dudó un instante y luego se decidió a continuar- luz. Debemos ir hacia la luz.

-La luz se ha ido, Harry. Ya hemos hablado de eso antes, muchas veces en realidad. No abandonamos este mundo cuando pudimos y ahora ya es tarde para retractarse.

-Pero no lo es, Draco. Lo sé. Sé que si lo queremos con fuerza, podremos verla de nuevo. Te he insistido mucho al respecto, pero siempre te niegas a esa posibilidad tan vehementemente que no lo comprendo.

Draco hizo un gesto negativo con su cabeza.

-Me cansa volver a este tema una y otra vez. No lo creo, no creo en ello, ¿cómo quieres que te lo diga?

-¿Por qué te cuesta tanto creer? ¿Por qué?

-Simplemente no tengo esperanza, es todo.

Draco intentó ponerse en pie e irse, pero Harry se lo impidió.

-Cuando has perdido la esperanza, lo has perdido todo. Y cuando crees que todo está perdido, cuando todo se ve gris y sombrío, siempre hay esperanza. [1]

-¿Entonces por qué no te vas tú? Nada te lo impide realmente, Harry. Nada.

El moreno observó al rubio con incredulidad y enojo.

-¡Porque yo jamás me iría sin ti, por eso!

-Pues deberás hacerlo, Harry, ya que no pienso dejar este mundo. Te lo de dicho ya no sé cuántas veces, no pienso irme nunca de aquí. Éste es mi hogar.

-¿Por qué no? –insistió más desesperado, incapaz de entender las razones del rubio- ¿A qué te aferras con tanta fuerza? ¿Es acaso esta casa tan importante para ti?

Draco sonrió, pero su sonrisa no tenía una pizca de alegría.

-Oh, no. No es por la casa. Es por mí –Draco se descubrió el brazo en donde aun se podía apreciar tenuemente su marca de mortífago-. Es por lo que fui ¿De veras crees que alguien como yo iría al mismo lugar que tú, Harry?

Harry estaba anonadado.

-Yo… yo no...

Draco se separó de Harry, poniéndose en pie.

-Piénsalo un momento. Yo podría ir hacia la luz, Harry. Podemos irnos ambos, pero incluso si lo hacemos juntos, no creo que terminemos en el mismo lugar. Tú sin duda irías al cielo; yo iría al infierno. Ya no podríamos vernos más. Nunca más.

-Eso no es… -Harry tragó con fuerza, sintiéndose desconcertado- No es cierto.

-Pero no estás seguro, ¿no es verdad? Soy un maldito mortífago. Eso nunca cambiará. No existe el perdón para alguien como yo y ambos lo sabemos.

o00o

El invierno había llegado de nuevo. Harry observó atentamente a la nieve caer lenta y silenciosamente a través de la ventana ubicada en la sala. Había un manto plateado que lo cubría todo y daba una sensación de tranquilidad, como si cada cosa viviente hubiera entrado en un estado de hibernación. Harry siempre había amado esa época del año y aun lo hacía.

Luego giró hacia la habitación para sentarse en el alfeizar de la ventana. Olía a galletas recién horneadas y la chimenea estaba encendida y había un ambiente cálida muy agradable. Karen y Doug habían comprado un pino esa mañana y ahora adornaban al árbol para celebrar la navidad. Era mediados de diciembre. Ellos sonreían al poner las luces y se besaban de vez en cuando. Se veían muy unidos y felices. Harry les veía lleno de melancolía. Él también había conocido ese tipo de felicidad una vez y ahora daría lo que fuera por recuperarla.

Sin tan sólo Draco pusiera de su parte…

Pero Draco no lo hacía.

Harry entrecerró sus ojos, enojado un poco.

Ellos apenas habían hablado en meses y Harry le extrañaba con desesperación.

Pero Draco no quería hablar con él y era bueno en evitar cualquier encuentro entre ambos. Ya no sabía qué hacer al respecto. Harry estaba cada día más melancólico, como si estuviera muriendo poco a poco de añoranza y soledad. Harry se preguntaba si un fantasma podía morir de nuevo. Y de ser así, cuánto más podría aguantar esta situación hasta que, lo que sea que quedaba de él, terminara por desaparecer para siempre. Como la llama de una vela que, poco a poco, va derritiéndose. Y cuando acabe la cera, entonces la llama se apagará y no podrá encenderse de nuevo.

o00o

Era navidad y desde el cementerio se alcanzaba a escuchar los villancicos que provenían del pueblo. Eran hermosos y hablaban de amor y familia. Harry estaba arrodillado muy cerca de las tumbas de sus hijos, recordando las navidades junto a ellos. Recordaba los regalos y las cenas en familia, el calor de la chimenea y las noches frías bajos los cobertores de su cama abrazando a Draco. Eran recuerdos que atesoraba con todo su corazón, pero también le provocaban una profunda tristeza.

Harry colocó una mano sobre su pecho, tratando de contener el dolor. La nieve caía a su alrededor, pero era incapaz de sentir el frío. Ahora sólo podía sentir la agonía y el sentimiento de abandono y soledad. Una lágrima se deslizó por su mejilla.

Harry se sorprendió cuando una mano pálida secó aquella lágrima.

Y luego aquellos brazos que recordaba tan bien le abrazaron por detrás con mucha fuerza. Si Harry respirara probablemente le hubiera dejado sin aliento, pero no lo hacía así que estaba bien. Una boca beso su cuello y Harry sonrió en medio de sus continuos sollozos.

El había anhelado tanto esto…

Había anhelado tanto a Draco y a su amor.

Y ahora Draco estaba de vuelta.

Harry se recostó en su pecho y cerró sus ojos. Draco continuaba dándole aquellos besos en el cuello y las mejillas que se sentían tan bien. No quería que aquello terminara nunca. Se sentía muy cálido ahora, como si estuviera de nuevo en casa junto a todos sus seres queridos. El amor de Draco lo envolvía todo, llevándose al dolor y a la tristeza. Al menos por el momento.

Eventualmente el dolor volvería, lo sabía bien, pero no ahora.

Por ahora estaba bien.

Ellos continuaron abrazados por mucho tiempo.

o00o

El tiempo pasó lentamente desde entonces. Como había previsto, el dolor había regresado, pero se había reducido hasta convertirse en una molestia que siempre estaba presente y le acompañaba a todas partes. Ahora era una compañera fiel y Harry terminó acostumbrándose a su presencia constante como si fuera una vieja amiga.

Pero también había un rayito de alegría, pues Draco había regresado a su lado.

Draco ya nunca le dejaba solo. Oh, no. Casi parecía asustado, como si pensara que iba a desaparecer de un momento a otro y estuviera tratando desesperadamente de evitarlo.

Si Harry no se sintiera tan triste, probablemente se hubiera burlado de su nerviosismo injustificado. Porque Harry no se iba a ninguna parte y eso ya lo tenía asumido desde hacía mucho.

La balanza de había inclinado finalmente hacia uno de los lados en disputa.

Harry se iba a quedar junto a Draco.

Decidir entre sus hijos y el amor de su vida había sido la decisión más difícil que nunca había hecho –y eso contaba el período de tiempo que estuvo vivo también-. Pero no pensaba arriesgarse a separarse del rubio. Después de todo, sus hijos estaban en un lugar mejor. Y estaba seguro que estaban bien, felices donde quiera que estuvieran ahora. Pero Draco estaba solo, solo en este mundo tan vasto y solitario. Y a Harry le partía el corazón el sólo pensar en irse sin él.

Una eternidad sin Draco se le antojaba peor que el propio infierno.

Harry estaba convencido de que Draco había sido un niño que fue educado bajo unos ideales equivocados, pero eso no le convertía en un monstruo ni mucho menos. Lucius y Narcisa Malfoy habían amado a su hijo, sin duda, pero no habían sido unos padres ejemplares. Draco creció siendo un niño malcriado, odioso y lleno de prejuicios. Y luego Voldemort había amenazado con matar a su familia si osaba traicionarle a él y a su causa durante su adolescencia. La verdad es que el rubio no había podido nunca tomar sus propias decisiones hasta el fin de la guerra.

En opinión de Harry, que Draco llevara la marca en su brazo era un hecho accidental que no decía realmente nada sobre él mismo.

Lo que sí decía mucho sobre su verdadera naturaleza era su vida después de la guerra, cuando finalmente fue un hombre sin ataduras de ningún tipo. Draco fue libre para decidir su propio camino esta vez. Ser conciente de todo lo que pudo haber perdido si alguien como Voldemort llegaba al poder le hizo replantearse muchos de sus creencias e ideales y también le hizo darse cuenta que la familia era lo más importante.

Draco olvidó sus viejas rencillas y odios y abocó todos sus esfuerzos en mantener unida a su familia –o al menos lo que quedaba de ella, pues su padre terminó con una condena de por vida en Azkaban- y a salvar el patrimonio económico de los Malfoy. Draco se convirtió con el tiempo en un hombre de negocios muy exitoso y fue reconocido finalmente como genio de las finanzas, pero eso no había sido tampoco lo más relevante para Harry.

El Draco que era papá de Scorpius era lo que siempre había fascinado a Harry.

El amor que siempre profesó a su hijo había sido puro, intenso y sin límites.

Draco siempre fue un padre magnífico.

Y Harry sabía que, cuando se amaba realmente tanto a alguien como él había amado a Scorpius, no se podía ser malo en lo absoluto.

No era perfecto, pero nadie lo era.

Draco tenía sus defectos y un pasado sombrío, pero en esencia era un buen hombre y eso era lo importante.

Ojalá Draco tuviera tanta fe en él mismo como lo tenía Harry.

Harry estaba seguro que alguien como Draco nunca iría al infierno, pero el rubio temía arriesgarse y dar ese paso. Draco no era una persona que tomaba ese tipo de riesgos, nunca lo fue. Por eso se aferraba tanto a esa vida como fantasmas, porque al menos así ellos podrían estar juntos para siempre. Y no iba a cambiar de parecer.

Harry finalmente lo había entendido y aceptado.

Y parecía que Draco entendía lo que había hecho, porque ahora estaba muy calmado y siempre era tan atento, y le hacía sentir tan querido y amado y cuidado… Su amor era como un bálsamo para todas sus heridas. Sentía que ya no podía pedir nada más, porque Draco ya se lo había dado todo y más si aquello era posible.

Harry no podía decir que era feliz, pero al menos ahora tenía una existencia pacífica junto al hombre que amaba. Y con eso se conformaba.

No volvió nunca a mencionar el tema de dejar este mundo e ir hacia la luz.

Y Draco tampoco volvió a hacerlo.

o00o

Doug le había regalado un hermoso golden retriever a Karen para navidad. Era hembra y le habían llamado Laika en honor al primer animal vivo que orbitó la Tierra en 1957. Laika era una perra cariñosa y consentida que adoraba a Karen y la seguía a todas partes siempre que ella estaba en casa. Y Karen retribuía en igual forma ese cariño incondicional. Doug a veces bromeaba al respecto, diciendo que la chica había llegado a amar más a la perra que a él mismo. Y Karen, en broma, nunca le contradecía.

La vida era buena para la pareja ahora. Los estudios iban bien para ambos, al igual que sus respectivos trabajos. La casa estaba tranquila también. Ya no habían presenciado ninguna actividad extraña e inexplicable dentro del cottage, lo cual agradecían muchísimo. Lo que sea que estuviera allí cuando ellos se mudaron, se había retirado. Laika a veces se quedaba mirando fijamente un punto en particular de la habitación principal, como si estuviera mirando a alguien que nadie más podía ver y también gruñía de vez en cuando. Eso ponía nerviosa a Karen al principio, pero con el tiempo llegó a acostumbrarse. Si había algo allí y Laika lo sentía, no les hacía ningún daño y eso era lo importante.

o00o

Karen estaba encerrada en el baño y escuchaba a la perra llorar del otro lado de la puerta, pero no podía abrirle en ese momento. Estaba sentada en el borde de la bañera, esperando el resultado de la prueba de embarazo que se había hecho hacía unos minutos. Karen tenía cita con su ginecóloga aquella tarde, pero ya no podía esperar más. Los nervios la estaban matando.

Había tenido nauseas en las mañanas durante un par de semanas, vómitos, comida que solía encantarle antes ahora le daba asco, tenía sueño todo el tiempo. Y si a eso le sumaban que tenía un retrazo en su período cuando su cuerpo solía funcional como un reloj suizo, pues... No había muchas dudas sobre lo que estaba pasando en realidad. Pero Karen quería estar segura. Y quería saber ya. Todavía no le había dicho nada a Doug, pues ella quería comprobarlo primero.

Había puesto la alarma de su reloj al tiempo estipulado en las indicaciones que se encontraban en el reverso de la caja. Cuando este anunció que el plazo se había vencido, ella se levantó del borde de la bañara y se aproximó al lavado. Tomó la prueba con manos temblorosas, se armó de valor y observó el resultado.

Positivo.

Sollozó de emoción. Sentía un montón de sentimientos encontrados dentro de ella. Miedo, alegría, euforia... Su vida estaba a punto de cambiar para siempre. Y ahora sólo quería abrazar a Doug y besarle. Qué diablos, iba a llamarlo para contarle todo de una vez. Estaba segura del resultado de la prueba, aunque igual acudiría a su médico para verificar el estado de su bebé.

Karen fue corriendo a abrir la puerta del baño. Laika casi le saltó encima de la alegría cuando la vio. La joven se arrodilló a su lado y abrazó a su perra con amor. La familia estaba a punto de crecer.

o00o

Harry y Draco estaban junto a la cuna donde la bebé recién nacida dormía apaciblemente. Draco observó la habitación que había sido amorosamente preparada para la llagada de la niña y frunció el ceño. Odiaba admitir que esos intrusos tenían buen gusto para la decoración.

A su lado, Harry suspiró una vez más.

-La niña es linda, ¿verdad? –preguntó con un tono de voz impregnado de ternura.

Draco se encogió de hombros.

-Supongo. ¿Y cómo dijiste que se llama?

-Pippa. [2]

-¡Por favor! –el rubio resopló- ¿Qué clase de nombre es ése?

Harry sonrió de medio lado.

-Deja de fingir, ¿quieres? Sé que la niña te parece adorable.

Draco se mostró indignado.

-¡Eso no es cierto! –protestó inmediatamente esa aseveración.

El hecho de que hubiese visitado a la bebé a escondidas un par de veces –o quizás más- definitivamente no significaba que le gustaba la pequeña mocosa, claro que no.

Harry no le creía nada, pues cada vez que el rubio posaba su mirada en la niña prácticamente se babeaba.

-Lo que tú digas, Draco. Lo que tú digas.

o00o

El día era precioso y Karen había decidido hacer un picnic en el jardín del cottage. Doug había colocado una suave y mullida cobija sobre el césped recién cortado. Karen había preparado varios tipos de sándwiches, ensalada de patatas con tocino ahumada y té frío para beber. La bebé Pippa había comenzado a gatear y ahora andaba por el jardín bajo el cuidado constante de sus padres y de Laika, quien había sido una perra sobre protectora con la niña desde el instante en que fue traía a casa desde el hospital.

Pippa parecía bastante entretenida en chupar una margarita y sus orgullosos padres no podían parar de sonreír al verla tan mona con su vestidito de verano amarrillo puesto. Laika meneaba la cola, recostada feliz junto a la niña.

Ellos eran la familia perfecta.

Harry los observaba embelesado desde un rincón del jardín. La familia se notaba tan feliz que daba gusto verlos. Desde que ellos se habían mudado al cottage, la vieja casa victoriana había recuperado su esplendor de antaño. Y tal como esperaba, el jardín estaba lleno de vida de nuevo, con hermosas flores multicolores creciendo aquí y allá. Karen había vuelto a ponerle una mano al huerto también y ahora podía ver crecer tomates, albahaca, orégano y tomillo.

Draco también estaba en el jardín, pero un poco alejado de Harry y la familia. Y, estaba seguro, Harry no había notado su presencia, lo cual era bueno pues él no quería que lo hiciera. Draco no estaba allí para observar la belleza del jardín, disfrutar del maravilloso día o apreciar la alegría de aquella familia tan unida. Draco estaba allí porque quería ver a Harry, estar cerca de él y pensar.

Harry ya no era el mismo. Había conservado su promesa al no insistir más en que ellos tomaran el descanso eterno y no había regresado nuevamente al cementerio a visitar las tumbas de sus hijos tampoco. Draco había conseguido lo que tanto quiso: que Harry se quedara a su lado para siempre. Pero Harry no era feliz y Draco lo sabía.

Harry ahora era un ser sombrío, callado y triste. Es verdad que trataba de disimular ante Draco, pero siempre había sido un pésimo actor. Oh, no. Draco lo conocía demasiado bien como para ver a través de ese patético intento de engaño. Harry sufría en silencio, completamente resignado a su destino.

Draco debería estar radiante al obtener lo que quería tanto.

Estaría junto a Harry por toda la eternidad.

Debía estar satisfecho, pero lo cierto es que...

No, no lo estaba.

Draco había sido suficientemente egoísta para tratar de ignorar el dolor de su compañero todo ese tiempo. Era lo suficientemente villano como para pretender que el dolor de Harry no existía, porque era el camino más fácil a seguir para alcanzar su propia felicidad. Es verdad, Draco sólo había luchado para obtener lo que quería sin importar el resto, que en este caso era el propio Harry. Durante todo ese tiempo, Draco trató que eso no le importara, pues Harry era suyo y lo sería por siempre, incluso cuando el propio Harry no lo quisiera o fuera inmensamente desdichado con aquella decisión.

Y había intentado con todas sus fuerza ser feliz con lo que había obtenido con tanto esfuerzo y sufrimiento –suyo y de Harry-. De veras que sí. Pero no podía. Sin importar cuán duro había tratado, no podía hacerlo. Porque Harry era la sombra del hombre que amó con toda su corazón una vez y no soportaba la idea de que había sido él, Draco, quien le había reducido a cenizas.

Draco era egoísta, pero no ciego.

Harry estaba muriendo, desapareciendo poco a poco...

Y tarde o temprano iba a perderle definitivamente.

Así que Draco tenía que hacer algo.

Porque alguien como Harry no podía desaparecer.

Y Draco sabía desde hacía mucho tiempo lo que tenía que hacer para evitar que aquello pasara, pero no se atrevía a dar ese paso.

Nunca lo había hecho.

Draco había sido un cobarde que amaba a un hombre con desesperación y no soportaba la idea de separarse de él.

Pero Harry no podía desaparecer.

Así que lo haría.

Sin importar qué, él lo haría.

Finalmente se había decidido.

Pagaría el precio más alto por salvarle.

o00o

Ahora que había tomado una decisión, Draco se sentía mucho mejor. Parecía que le habían quitado un peso de encima y era maravilloso. Draco sabía que estaba haciendo lo correcto por primera vez en mucho tiempo. Lo correcto para Harry al menos, quien había sido el amor de su vida. Y de su muerte también. Su conciencia estaba tranquila finalmente.

Pero había una última cosa que quería hacer antes del final de todo. Y lo estaba haciendo ahora. Draco recorría su casa por última vez. El cottage era magnífico, aunque su esplendor jamás estuvo a la altura de Malfoy Manor. Sin embargo, había sido su hogar, el único hogar que había conocido realmente. La mansión siempre había sido fría e impersonal y estaba llena de malos recuerdos. Él nunca llegó a extrañarla, pero el cottage...

Draco tragó con fuerza el nudo que se estaba formando en su garganta mientras recorría lentamente cada habitación, despidiéndose amorosamente de cada rincón y cada uno de los buenos recuerdos. Había defendido aquella casa con fiereza y pasión y ahora dolía decirle adiós. Incluso cuando sabía que era necesario, aquello no ayudaba a disminuir la sensación de pérdida, como si estuviera a punto de amputarse un brazo o una pierda. En esa casa él había inmensamente feliz.

Pero, aún así, estaba renunciando a ella.

Sabía que, una vez que ellos partieran, no iba a verla más.

Draco se tomó su tiempo con aquella tarea. No había prisa, no realmente. Podía hacerlo bien, como debía ser. La casa lo merecía después de todo.

Y, por supuesto, Draco terminó en la habitación principal, que había sido casi el santuario que compartió con Harry durante muchos años. Caminó por toda la habitación, diciendo adiós a una vida que había sido maravillosa, pero que ya había terminado. Por primera vez, fue capaz de reconocer esto. El fin había llegado hacía muchísimo tiempo, pero había sido terco y no lo había querido admitir.

Finalmente se sentó en la cama, suspirando debido a la nostalgia y a la tristeza. La perra de la familia, Laika, le había acompañado todo el tiempo. Draco la observó intensamente durante un instante, un poco extrañado. La perra generalmente podía sentir su presencia, pero siempre le había reconocido como alguien hostil a su familia adoptiva, así que le gruñía todo el tiempo. Ahora, en cambio, mostraba alguna especia de simpatía o comprensión. Hoy no parecía recelosa o molesta; no parecía querer atacarle. Por el contrario, había sido una presencia silenciosa y reconfortante que le había brindado una especia de apoyo que no sabía necesitaba tan desesperadamente. Apenas Draco se dejó caer sobre el colchón, ella se sentó a su lado, meneando alegremente su cola.

Draco no podía hablarle o hacerle una caricia.

Pero en su fuero interno, el rubio agradeció no estar solo en aquel momento.

o00o

Draco se sentó junto a Harry y tomó su mano. Ambos estaban en el jardín, viendo el atardecer. El crepúsculo era una perfecta combinación de colores en el horizonte y una brisa agradable mecía suavemente la copa de los árboles.

Era perfecto, pensó el rubio, aquel hermoso paisaje era la despedida perfecta.

Draco había hecho las pases con todos sus demonios internos y se había despedido de la casa. Estaba listo para partir. Y lo curioso es que, en contra de todo pronóstico, no tenía miedo. Ya no. Después de todo, esto lo hacía por Harry, a quien amaba con todo su corazón, así que estaba bien. No había ninguna duda o arrepentimiento, lo cual era grandioso, pues quería partir conservando su dignidad. Draco no quería comportarse como un cobarde delante de Harry en el final.

Draco recostó su cabeza sobre el hombro de Harry y sonrió apaciblemente cuando el moreno acarició gentilmente sus cabellos. Permanecieron así durante algún tiempo, simplemente disfrutando del silencio tranquilo y cómodo.

Entonces Draco se levantó lo suficiente para darle a Harry un beso en la mejilla; luego sonrió y el otro le regresó una sonrisa más triste y más cansada.

El rubio tragó saliva, sabiendo que aquello era su culpa.

Pero ya no más.

El dolor se terminaría muy pronto.

-Hey, escucha, he estado pensando…

-Oh, ¿y a qué se debe este milagro? –interrumpió el moreno, divertido.

El rubio golpeó su hombro.

-Imbécil.

Harry siguió sonriendo. A Draco siempre le había fascinado aquella sonrisa… ¿Por qué dar tantos rodeos? Pensó de repente al verle; su pareja siempre había sido una persona que iba directo al punto, una persona a la que no le gustaba tomar atajos o desvíos que le apartaran del camino principal. Él ya tenía preparado todo un discurso para contarle cuál era su plan, pero qué diablos, realmente no lo necesitaba, ¿no? Al menos no con alguien como Harry.

-Estoy listo –dijo simplemente.

Harry frunció el ceño, confundido.

-¿Listo para qué, Draco?

-Listo para… -desvió su mirada hacia el cielo, donde las primeras estrellas ya comenzaban a verse- estoy listo para pasar el otro lado, ¿comprendes? dejar este mundo.

-¿Qué? –El moreno estaba más desconcertado todavía, si aquello era posible.

Draco suspiró y su mirada era puro remordimiento ahora.

-Te he hecho sufrir con mi egoísmo durante mucho tiempo, Harry. Pero ya no más. Ya no quiero que sufras y estés triste.

-Pero yo no…

Draco impidió que continuara hablando colocando un dedo sobre sus labios.

-No mientas. No quiero más mentiras entre nosotros, Harry. Te amo.

Draco besó a Harry en los labios y después sonrió tímidamente.

-¿Estás listo?

Draco se levantó, aunque Harry trató de detenerle aferrándose a uno de sus brazos.

-¡Espera, por amor de Dios! ¡No lo comprendo!

El rubio bufó, exasperado.

-Es fácil de entender: Quiero el descanso eterno, al igual que tú.

El otro boqueó un instante como un pez y luego pareció recomponerse de la impresión inicial.

-¿Por qué ese cambio de decisión ahora? Por años he querido esto, pero tú no, y entonces…

Draco volvió a tomar asiento al lado de su pareja.

-Harry –el moreno posó su mirada en el otro y guardó silencio. El rubio agradeció esto enormemente-. Lamento confundirte; esa no era mi intensión. Ya te lo dije antes: te he hecho sufrir durante mucho tiempo. Ya no quiero hacerlo. Quiero darte lo que tanto quieres. Déjame hacerlo.

-Lo que yo quiero es estar contigo.

Draco agradeció esa muestra de afecto incondicional sonriendo y acariciando la mejilla del otro hombre –fantasma- que había tolerado tanta angustia y dolor como pago por estar a su lado. ¿Podía existir un amor más grande que aquel que siempre les había unido a ambos? El simple pensamiento era sobrecogedor.

-Lo sé, amor. Y en el fondo, es eso lo que hace tu gesto algo tan… inmensamente doloroso. Sé que no mientes. Sé que si yo quisiera permanecer en esta casa como un fantasma para siempre, tú estaría a mi lado.

-Y lo estaría –reconoció el moreno-.

-Sí –el rubio asintió-. Sólo hemos pensado en mí, ése es el problema. Por eso hemos sido tan infelices. Finalmente lo he entendido.

Harry suspiró. No podía replicar pues eso era cierto.

-Pero si ahora hacemos lo que yo quiero, ¿qué diferencia haría eso? Estaríamos cometiendo el mismo error.

Draco volvió a tomar la mano del otro y apretó con fuerza.

-En eso te equivocas. Yo realmente quiero hacer esto, amor.

Harry observó al rubio durante largo rato tratando de deducir si le mentía. Pero aquella mirada de ojos color plata parecía sincera ¡Y, oh, Dios, cuánto quería él creerle!

-¿Estás seguro? –él realmente tuvo que preguntar.

-Así es.

-¿Pero qué hay de tus… -Harry evitó decir temores- preocupaciones?

Draco soltó a Harry para poner su mano en su brazo, justo donde estaba ubicada su vieja cicatriz de mortífago. No respondió de inmediato, pues quería estar seguro de su respuesta. Tampoco quería mentir. Él realmente no estaba seguro de nada. Bueno, eso no era del todo cierto. Él estaba seguro de Harry.

-¿Tú qué crees que pasará si vamos hacia la luz? Sé honesto, por favor.

-Creo que iremos al sitio donde se encuentran esperando por nosotros todos nuestros seres queridos –Harry respondió rápidamente. No había dudas al respecto, al menos no de su parte, el rubio podía notarlo.

Draco asintió. Ojalá que él pudiera sentirse tan seguro como el otro, aunque no veía motivo para hacerle desistir de sus creencias. Se veía muy feliz y no quería arruinar un momento que debería ser de absoluta felicidad.

-Sé que lo crees. Y yo confío en ti.

Harry sonrió, quizás demasiado contento como para notar que Draco jamás reconoció que él pudiera sentir lo mismo.

-Qué alegría.

Ambos se abrazaron y permanecieron así algún tiempo.

-Quiero ver a mis hijos, a Teddy, a mis padres, a Remus, a Sirius… ¿Tú no quieres ver a Scorpius?

Draco se esforzó mucho en no comenzar a llorar.

-Más que a nada en el mundo –sin embargo, aquello sonaba tan hermoso que no concebía que pudiera ser cierto… Él quería creer desesperadamente en que fuera posible. Claro que sí.

Sólo necesitaba un poco de fe.

Y lo curioso fue que, apenas pensó en ello, un haz de luz se hizo presente.

Draco y Harry dejaron de abrazarse para poder observarla.

Aunque ya la habían visto antes, hacía muchísimo tiempo, seguía siendo simplemente impactante. Era tan cálida y tan hermosa que era difícil apartar la mirada de ella. Nunca había visto algo remotamente parecido durante sus vidas.

Un resplandeciente camino de zafiros.

Tan magnifica y sobrecogedora, todo al mismo tiempo. Sin embargo, algo en ella te invitaba a seguirla. Resistirse a la tentación era prácticamente imposible. La necesidad de perderse en aquella luz era casi irresistible y abrumadora.

Pero Harry finalmente pudo hacerlo.

El moreno reaccionó para posar sus labios en los de Draco, besándole con todo el amor que fue capaz de transmitirle. Y cuando este beso finalmente terminó, se quedó mirándole un instante. Había tranquilidad en esa mirada, un llamado a la calma, una promesa de amor que nunca terminaría.

-Siempre vamos a estar juntos, Draco. Repítelo.

-Siempre vamos a estar juntos.

-Así es –Harry le besó una última vez-. Y mientras estemos juntos, no importa dónde, siempre tendremos un hogar y una familia.

El rubio supo que aquello era verdad, aunque escucharle decir eso a Harry le hizo sentir mucho mejor.

Ambos se pusieron en pie y se tomaron de las manos, entrelazando sus dedos.

Entonces fueron hacia la luz y desaparecieron en ella.

Fin

Referencias:

[1] Tomado de "Soy el número cuatro", de Pittacus Lore.

[2] Tomé este nombre de Pippa, la hermana de Kate Middleton. La ahora esposa del príncipe Guillermo.

Terminado el 4 de mayo de 2011