¡Hola a todos!

Tal vez la mayoría de las personas se sorprendan al ver este extra, y es que escribir "Amor" me dejó bastante inconforme, así que decidí traerles algo que gracias a la temática del fic se me permite agregar.

Disclaimer:

Vocaloid le pertenece a sus respectivos dueños y los siete pecados capitales, a la Iglesia Católica. Fics sin fines de lucro.

Sin decir más, disfruten.

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"Los ocho pecados capitales" (Por Neko C.)

Extra: "Ángel"

Imponente, esa era la palabra que rondaba en su pequeña cabeza al ver la enorme y lujosa estructura ante sus ojos. No era cosa de asombro, pues las Iglesias fueron diseñadas para crear esa ilusión y hacer sentir un ser inferior a todo aquel que la contemplara. Por más que se llamara "Nuestra Señora de la Misericordia", entrar por primera vez ahí le causó una gran opresión en su pecho. Se acercó inconciente a la figura de su madre ante al sentimiento, sin entender del todo lo que pasaba por su mente en esos instantes.

La misa era algo que no llamaba la atención. Desde que ingresaron, sus ojos azules rondaban todo el lugar con la propia curiosidad que poseía un niño a su edad. Con un poco de sigilo y suerte, logró retirarse del banco de madera sin que sus padres se percataran y comenzó su recorrido por los rincones, agradeciendo que todos estuvieran pendientes de las palabras del cura como para percatarse de su presencia.

Todo ahí lo impresionaba: el gran órgano que despedía una dulce pero fuerte música celestial, las elaboradas pilas bautismales, el altar donde el padre y sus monaguillos repartían la palabra de Dios, las estatuas de las representaciones de los santos, las paredes pintadas y los relieves en dorado que parecían mirar su alma.

Se detuvo en seco casi espantado al ver una escultura: un extraño ángel vestido de militar, con mirada amenazante que parecía desvainar una espada y que lo miraba con desprecio y un poco de asco, como si supiera la vida del pequeño tan sólo observándolo unos segundos. Comenzó a temblar del miedo ante semejante imagen. Ese ser enorme -cabe aclarar que a su edad todo era grande en comparación- lo aterraba, su expresión no se asemejaba en nada a la de los santos y demás divinidades -las cuales eran más misecordiosas y cargadas de bondad-. Quería despegar su vista de esa figura, pero tenía la preocupación de que, cuando volteara a otro lado, el ángel se despegara de su base y lo atrapara para torturarlo por todas sus travesuras, que, a propósito, no eran pocas.

Algunos niños tienen pequeñas fobias con respecto a la oscuridad, los monstruos ocultos en sus armarios e incluso a los payasos; pero Len Kagamine encontró su terror mortal en los ángeles; dentro de una Iglesia, frente a una silueta de yeso sin vida ni sentimientos. Para el pequeño era algo completamente coherente, de tan sólo observarlo todo su cuerpo se helaba de una manera extraña y dolorosa. Las lágrimas caían y entorpecían su vista, tornándolo todo borroso. Por favor, que la misa acabara pronto y viniera su madre a protegerlo...

— ¿Len, por qué lloras? — Preguntó una vocecilla a su lado.

Se limpió torpemente con la manga de su camisa y volteó para contemplar a la persona que le hablaba. Su gemela lo miraba entre preocupada y triste, queriendo saber la razón de su llanto en lugar sagrado. El rubio se limitó a bajar la cabeza mientras señalaba algo avergonzado la estatua. La chica siguió el camino de la mano para dar con el extraño ángel. Sonrió tiernamente al tiempo que se acercaba a su hermano para abrazarlo.

— ¿Te da miedo? — El niño simplemente asintió y rodeó fuertemente a la rubia, mientras seguía sollozando sin motivo. — No te preocupes, él no te hará daño, lo prometo. — Aseguró ella firmemente.

— ¿De verdad? — Balbuceó él mirando a los ojos brillantes de Rin.

— Por supuesto, conmigo a tu lado, te aseguro que nada te hará daño. — Dijo segura y sonriente para tranquilar a su pequeño hermano llorón. — Seré tu... Rin de la Guarda. — Agregó a modo de chiste.

— Gracias. — Pronunció el pequeño más calmado y sonriendo, comenzando a sentir un agradable calor en su pecho.

La niña rió suavemente y deshizo el abrazo con cuidado. Acto seguido tomó a su hermano de la mano y se encaminó decida debajo del altar que sostenía a la estatua, siendo secundada por un rubio algo inseguro.

— Desde aquí no podrá vernos. Confía en mí. — Susurró ella tomando las dos pequeñas manos de su hermano.

De pronto, una lenta melodía proveniente del órgano se infiltró en su escondite, devolviendo la paz al corazón del chico Kagamine. Bostezó de manera accidental y le abrazó tiernamente mientras sus ojos se cerraban. De algún modo, estando con Rin parecía que todo era celestial y perfecto; ojala algún día él pudiera protegerla de igual modo que su gemela estaba haciéndolo.

Sus progenitores los encontraron al final de la ceremonia, completamente dormidos y abrazados con firmeza, como si fuera de vital importancia sentir que estaban juntos. Los mayores sintieron una gran ternura ante tal imagen, pero de a poco los despertaron. Pequeños bostezos y miradas inquisitivas fueron las respuestas de sus hijos, aún abrazados.

— Ay querido, mira a esos dos angelitos. — Pronunció encantada la mujer.

— ¿Dónde? — Respondió aterrorizado el pequeño, mirando hacia todas las direcciones y aferrándose más al cuerpo de su hermana. Una risa colectiva fue lo que obtuvo como respuesta...

El tiempo pasó, mas ese recuerdo no se borraba de su cabeza. Ahora un Len prácticamente adulto contemplaba de nuevo a Miguel, percibiendo aún un poco de opresión en el pecho; pero no era por miedo, sino más bien un extraño sentimiento de respeto. Aprendió a tenerle aprensión, pero por una causa mucho mayor que una fobia infantil.

Hacía un largo periodo que no visitaba una Iglesia, debido a que las enseñanzas del cristianismo le parecían tan lejanas y acusadoras a su persona. Pero sabía que como buen cristiano algún día volvería para rezar por su alma, aunque sabía que en su posición era algo imposible e improbable, pues su falta trascendía todos los límites, además de que él no se sentía arrepentido en ningún sentido.

Una mano femenina apretó la suya, haciéndolo voltear para contemplar la hermosa figura de su gemela sonriente, cosa que imitó con facilidad. El rubio sabía que a su lado, ni Dios podría aterrorizarle. Después de todo, ella fue su protectora y este era el momento de devolverle el favor.

Su mano libre se dirigió al vientre de la muchacha, acariciando tiernamente el producto de su amor prohibido. No le importaba nada en ese momento, sólo la salud y seguridad de ella y sus futuros hijos -embarazo de gemelos-. Estaba convencido de que por lo único que le agradecía al Creador fue haber nacido junto a la mujer de su vida, si es que esa no era el mayor de sus lamentos. No interesaba; fue lo mejor que le pasó en la vida.

Besó sin penas ni glorias a su amada, aún si se encontraban en lugar santo. Tal vez se tratara de una mera ilusión, pero podría haber jurado que en ese momento la cara de la escultura parecía ablandarse, aunque fuera un poco...

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Bueno, este sí es el final de la historia. Espero que la hayan disfrutado tanto como yo lo hice al escribirla. Como siempre, críticas, comentarios y tomatazos serán bien recibidos.

Leí sus comentarios sobre el capítulo anterior, y estoy muy feliz de que no les pareciera tan desastroso como yo pensaba; aguardo en mi corazón la esperanza de que este pequeño extra también les agrade...

Bien, rueguen que no desaparezca y pueda traerles otro fic pronto. Estoy llena de ideas, pero no me siento con la claridad como para expresarlas. *Suspiro*

¡Un abrazo desde Argentina!

Neko C.