¡Hola! ¿Cómo están? Lamento la tardanza, pero queda para su disfrute el último capítulo.


Capítulo XII

Veinte siglos, Para decirte, amor, que te deseo, /sin los rubores falsos del instinto. *Alfonsina Storni

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Draco, libre.

Lucius, muerto.

Narcissa, libre.

Theodore Nott I, asesino, prófugo, perseguido, exiliado, infeliz, fugitivo, pobre, apartado de su familia…

Dimitri Evan, asesino, prófugo, perseguido…

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Draco tragó saliva cuando el Sr. Tierrafría tomó asiento después de haber dado un discurso que el Malfoy catalogó de "imbécil". Dirigió sus ojos grises a la jueza que presidía y tuvo un mal presentimiento cuando la vio sonreír. Miró de soslayo a Hermione, que tenía pintada en la cara una mueca de concentración.

Suspiró, dispuesto a tomar la batuta en aquel juicio si era necesario. Sabía que Hermione no estaba pensando en el juicio y probablemente no había puesto atención a las palabras del Ministerio. Debía estarse partiendo la cabeza tratando de entender cómo se acabó algo que ni siquiera empezó. Y él que se jodiera, junto con su madre.

Se giró un poco para buscar la confesión que su madre había firmado años atrás. Era la prueba que más lo descolocaba. Sabía que su madre también temía a lo que los jueces pudieran decir sobre ese viejo papel. Hermione aseguraba que no era suficiente para culparla; pero él temía que la condenara, nuevamente…

Al levantar la vista, la vio. Dos asientos más atrás de Harry Potter, en la tercera sección de gradas, estaba Andrómeda Tonks, con su largo cabello recogido en una trenza y su chal azul oscuro. Observó al menos tres segundos a su tía, verificando si era cierto. Y Draco volvió a tener miedo.

―¿Qué hace Andrómeda aquí?―preguntó en voz baja el hombre. Trató de controlar el tono de su voz, pero por la reacción de Hermione, debió sonar alterado.

―No sé. No debería estar aquí. Es testigo―murmuró atemorizada la mujer. Estuvo a punto de levantar la mano para preguntar sobre la presencia de Andrómeda en la sala de juicio, pero Draco la detuvo.

―Puede haber renunciado―murmuró Draco.

―No, no puede ser así. El tribunal debe conocer toda la prueba: ella es parte de nuestra prueba. No puede renunciar, no puede estar en la sala, no hasta que los jueces la llamen a declarar…

El corazón de Hermione empezó a palpitar con fuerza, despacio, sufriente. Andrómeda, como testigo debía estar en la sala especial para testigos, no debía estar escuchando el juicio. No, aquello no era posible ¿Qué estaba sucediendo? Eso no era un proceso justo…

Su prueba, estaba perdiendo a su prueba… Hermione prestó cabal atención a los representantes del Ministerio, necesitaba saber qué estaba sucediendo:

―Revisa la petitoria del Ministerio―dijeron los dos al mismo tiempo. Ambos se extendieron en busca del papel, Hermione lo tomó primero, lo leyó en medio segundo y se lo pasó a Draco, con violencia. Se puso en pie:

―Señora Presidente, un testigo se encuentra en esta sala―dijo Hermione cuando le dieron la palabra.

―Sí, señorita Granger. Los representantes del Ministerio han modificado su contestación.

―Disculpe, no he sido notificada de tales cambios―interrumpió fervientemente la joven abogada.

―Me permito informarle en este momento, señorita. Respecto a los hechos de los cuales la señora Tonks y sus otros testigos atestiguarían, los representantes del Ministerio, los aceptan. Por tanto, no tiene por qué presentarse ante este Tribunal.

―Entiendo―murmuró Hermione, lanzó una fugaz mirada a Draco, que revisaba, obsesivamente, los hechos alegados. Aquello no podía ser.

―Solicito la realización de una nueva audiencia. Este hecho novedoso afecta mi teoría del caso, lo cual podría conllevar una violación a la debida defensa de mi cliente.

La presidente del Tribunal asintió y con un movimiento de su varita, apareció la nueva contestación en el escritorio de Hermione y los dos Malfoy. Hermione leyó el documento pegada al costado de Draco, cada uno sosteniendo un extremo del pergamino.

―Procedo a conceder una nueva audiencia, fijada para la fecha:

―Su señoría―interrumpió nuevamente Hermione―Quisiera hacer una petitoria, que la nueva audiencia se realice dentro de 30 minutos.

―Concedido, se cierra la cesión. Se reanudará dentro de 25 minutos. Guardias, procedan a acompañar a la señora Malfoy a la sala de condenados.

―En un momento estaré contigo―murmuró Hermione a la mujer. Harry la tomó del brazo para ayudarla a levantarse, y despacio salieron de la sala.

―¿Qué demonios significa esto?―dijo Draco en cuanto los jueces hubiesen salido.

―Significa que estará libre―murmuró Hermione.

―¿Libre? ¿Ya viste las condiciones?

―Lo sé, Draco, lo sé. Nos cambia los planes, pero lo importante es que esté fuera de esa prisión.

Hermione lanzó una mirada precavida a los representantes del Ministerio que le sonrieron amables. No tenía ni idea de qué habían hablado, sin embargo, no tenía tiempo para sentirse culpable. Menos cuando sostenía entre sus manos un pergamino donde el Ministerio retiraba cargos contra la señora Malfoy y manifestaba deseos de indemnizar el daño sufrido.

Por supuesto, no todo era color de rosa. Habían requisitos, exigencias. Impedimento para realizar magia, para portar varita, para transportarse en la red flu, prohibición de salir del país, inspecciones periódicas, prohibición de visitar lugares: Hogwarts, el mismísimo Callejón Diagon, otros mortífagos, debería firmar quincenalmente… Nada de eso le gustaba. A Draco menos.

―Una maldita mierda ¿Qué se supone que hagamos? ¿Aceptar esto? Es peor que estar en Azkaban, no tendrá derecho a rehacer su vida―dijo exasperado el muchacho, mientras apretaba con fuerza el pergamino y respiraba algo agitado―No tendrá derecho a nada. Si aceptamos esto, nunca la dejaran en paz. Le prorrogarán cada castigo hasta que muera…

Hermione levantó la barbilla. A ella nada de lo que estaba escrito en ese papel la amedrentaba. Ella estaba ahí para oficiar la celebración de un juicio justo, que culminaría con la liberación de Narcissa, y aún lo podía lograr. Sólo necesitaba concentrarse y olvidarse por un momento de Draco. Lo miró seriamente, sosegada.

Al estar en contacto, los ojos miel con los ojos plata, Draco se tranquilizó. No podía perder el dominio de sí mismo en ese momento, no ese día, no cuando debía esforzarse en intentar algo con Granger. No cuando estaba tan cerca…

OoOoOo

Sala de los condenados le decían un reducido espacio, de piso y paredes de piedra oscura, decorado únicamente por dos grandes y toscas sillas, a las que aún les colgaban los ribetes de antiguas cadenas. Narcissa estaba de pie, en una esquina, esperando con tranquilidad la entrada de Hermione.

Con un leve movimiento de la mano, le indicó a la mujer que tomara asiento. Una vez las dos estuvieron sentadas y Draco situado cerca de la madre, preguntó:

―¿Qué sucede, Hermione?

―No presentaran oposición a ninguno de nuestros reclamos. Sin embargo, hay una serie de condiciones que nosotros no habríamos querido.

Hermione le comentó breve y puntualmente las condiciones y los impedimentos. Narcissa se mantuvo seria y callada, a veces levantaba su delgada ceja rubia interrogante, pero no dijo nada.

―Lo apelaremos―dijo Draco, en cuanto Hermione terminó de leer. La abogada asintió.

―¿Deberé vivir con Drómeda, no podré usar magia ni acercarme a mi casa? ―preguntó la mujer, sus ojos azules, se habían oscurecido.

―Lo han puesto como principal condición para aceptar los reclamos. Si aceptamos se dictara una sentencia absolutoria.

―¿Por cuánto tiempo?

―Un año.

―Lo apelaremos, madre.

―Sí, podremos reducirlo a tres meses―Hermione se acercó a la mujer―Podemos ganar el juicio con lo que tenemos, no tienes que aceptar. Tardará un poco más si continuamos con el juicio, pero será el mismo resultado, con el plus de que podrás vivir con Draco, como lo habíamos planeado.

Como una Black y como una Malfoy, toda su vida había estado llena de decisiones difíciles. Desde muy joven, había aprendido a sacrificar lo que quería para complacer reglas, tradiciones, tonterías… Tenía la suficiente capacidad para esconder sus deseos y actuar como una frívola. Pero responderle a Hermione, le parecía tan simple. No veía ningún inconveniente en los requisitos que le pedían, saber que no respiraría más el pútrido aire de Azkaban era más de lo que deseaba…

―Draco no tendrá ninguna dificultad en visitarme en la casa de Drómeda.

OoOoOo

Hermione hizo mil maquinaciones, mil y una estrategias, innumerables probabilidades, pero por su cabeza nunca pasó que el Ministerio les dejaría el camino libre. Así, simplemente.

En un año todas sus energías habían estado dirigidas a aquella meta, que hoy, sin mayor esfuerzo lograba. Tan efímera le parecía la victoria, tan poco controlable que tardó segundos en entender lo que sucedía.

No tendría que volver a visitar la horrible prisión de Azkaban, ni lidiar con sus corruptos funcionarios. Sus reuniones con Cissy ya no estarían marcadas por las paredes imborrables/infranqueables de la soledad. Sobre todo, estaba a punto de ser estrechada entre los brazos delgados y lastimados por cadenas de una mujer libre.

En el fondo, sabía que no había terminado. Cuando inició con aquella tarea, pensó que al poner un pie fuera de la sala de juicio todo habría terminado. Pero no sucedería así. No ahora que tenía una buena amiga.

En todo caso, las apelaciones que debían hacer requería trabajo y dedicación, supuso que tendría una discusión con Draco sobre quién las haría.

OoOoO

Hermione no supo cuándo Draco se marchó de la salita y las dejó solas. Habían conversado tanto tiempo atrás, que las palabras eran innecesarias entre ellas. Hermione sintió que todo el esfuerzo valió la pena, cuando observó la serenidad en el bello rostro de la mujer. Se veía distinta, renovada, con el conocimiento y la sabiduría que una vida llena de penalidades, pero con grandes dosis de reflexión y perdón otorgan al alma humana.

Ni Narcissa necesitaba agradecer, ni Hermione escuchar agradecimientos. Contemplar un futuro en donde tendrían libertad para verse, sin toques de queda, ni horas de entrada, sin paredes grises, ni el frío de la soledad era suficiente para ellas.

Hicieron la promesa de que comerían juntas las deliciosas tartaletas de kiwi que la señora Weasley sabía preparar, en cuanto Bill regresara de su viaje en Estados Unidos; visitarían la tumba de Lily en cementerio del Valle de Godric junto con Harry; acompañarían a las demás reclusas aún en Azkaban; perseguirían a los grupos de dementores hasta avasallarlos con su nutria y zorra plateadas; y conversarían largas horas sobre libros, historias y personajes, sobre sus vidas y deseos.

Narcissa estrechó con fuerza la mano de Hermione, cuando ambas pensaron en Bellatrix, la mujer que tanto las había lastimado. La señora Malfoy no tardó en comprender que Hermione le tenía miedo a Bellatrix, que aún le temía. Casi tanto como ella le temía, pero no. Hermione no podría imaginar todo lo que significaba ser Bellatrix Black, menos una Lestrange, menos la amante de alguien que no sabe amar.

Durante mucho tiempo, Narcissa se había preguntado cómo sanar las heridas que Hermione tenía, cómo hacer que las estúpidas letras cicatrizadas en su antebrazo dejaran de doler. A ella, le dolía el corazón cuando pensaba en su hermana, porque la amaba, porque era su sangre y porque temía por su alma.

En cambio, Hermione se desesperaba por las pesadillas y sombras negras, con los ojos rojos que la perseguían, reclamando su vida. Por el filo de una daga que la lastimó y que se llevó la vida de un inocente. Cissy cerró los ojos, el temor de la joven bruja debía ser el mismo temor de su hijo.

Las guerras dejan muchas heridas, las malas decisiones, aún más. Pero ella era una mujer, hecha y derecha, cuando todo sucedió. Hermione y Draco, tan solo eran niños, que se encontraron en el centro del huracán.

Narcissa nunca terminaría de agradecer el trabajo de Hermione, pero no podía dejarla ir. Hermione aún debía realizar un trabajo más y Cissy debía guiarla. La señora Malfoy no alcanzaría verdadera tranquilidad, si su hijo seguía viviendo el día a día en la terrible soledad.

Cuando la castaña le comentó que había besado a Draco, supo que las cosas iban por buen camino, que Hermione podría realizar ese último trabajo que le quería encomendar con mucha facilidad.

Pero la actitud que vio en ambos, cuando entró a la Sala de Juicio, la hizo pensar lo contrario. Algo había interferido entre ellos, y eran tantas las posibilidades que nunca podría saber qué sucedió. Por eso debía recordarles, una razón para estar juntos.

Conocer a Hermione le había entreabierto una puerta, una luz entre tanta oscuridad y desorden. Quizá ninguno de los dos lo reconocería nunca, pero Draco y Hermione no eran tan distintos y por supuesto, no eran incompatibles. Sabía, como solo una madre sabe, que ambos se reconocían y que Draco solo esperaba la decisión de Hermione. Narcissa tomó una decisión, debía interceder a favor de su hijo.

―Cielo, no quisiera entrometerme en tu vida privada. Pero debo decirte algo―la castaña asintió y a su cabeza acudió la imagen de Draco Malfoy, por eso frunció el ceño cuando Cissy le habló de Bellatrix.

―No debes tratar de comprender a Bellatrix, no la conoces suficiente y las investigaciones que hagas no te llevaran a nada, cariño. Debes saber que Bellatrix fue una bruja poderosa y pasara a la historia por eso, como lo hizo Voldemort y el mismo Dumbledore, como lo harás tú. Nunca podremos tener idea de los sentimientos y deseos que movieron sus acciones y no servirá encontrarle razones.

―Bella te lastimó, lo sé. Pero no es más que una cicatriz, y mira, lo bien que cicatrizó. Tu cuerpo sanó y no permitió que entrara el mal que Bellatrix trató de impregnarte―Hermione abrió los ojos, Cissy estaba confirmando sus teorías: Bellatrix trató de envenenarla, de hacerle la marca oscura adecuada para una sangre sucia.

―Ahora, es tiempo de que la mente sane. Hermione, sé que has crecido, dar el primer paso fue lo más difícil y debes reconocer que no te he hecho el camino especialmente difícil―sonrió la mujer, Hermione la imitó tímidamente, aún preocupada por la conversación―Nunca has sido tonta ni has caído ante la presión, y hoy eres mucho mejor persona de lo que crees.

―Venciste el odio, el temor y los prejuicios, nos diste una segunda oportunidad. Usa todo lo que sabes para vencer el miedo a Bellatrix, ella ya no puede lastimarte y si lo piensas bien, sabrás que nunca lo hizo.

Hermione asintió. Era cierto que le temía Bellatrix, porque cuando la torturó, cuando la marcó con aquel cuchillo, Hermione sintió que algo oscuro, profundo y amargo, quería entrar en ella y despedazarla. Temía que aquella sombra se hubiera alojado en ella, que guardara algo de la sangre de Bellatrix. Inconscientemente acarició su antebrazo derecho.

―Dale a esa marca el significado que realmente tiene, y verás cómo desaparecerá―sonrió la mujer, guiando el pensamiento de Hermione hacia una solución.

―Lo mismo sucede con Draco, pero él tardará más en comprender cómo sanar su propia marca―terminó la mujer, interesando por completo a Hermione nuevamente en Draco. La Malfoy sonrió para sus adentros, sabiendo que Hermione había caído en su trampa.

oOoOoO

―Gracias, tía―dijo Draco al ver a Andrómeda.

―No es nada, cariño. Desde hace mucho tiempo quería a mi hermana de regreso en casa. Además me vendrá bien un poco de compañía adulta.

―Felicidades, Malfoy―dijo Harry y le estrechó con fuerza la mano al rubio. Ya no usaba su uniforme de auror, dando a entender que estaba libre. Un poco más lejos de ellos, estaba gran parte de la familia Weasley, junto con Luna, Neville y la abuela de este.

―Drómeda, cancelemos la salida a Hogsmeade del sábado. Pasaré por Ted otro día―habló en tono amistoso Harry.

―Claro, Harry. Supuse que Tedd te había escrito sobre la salida, está aprendiendo a escribir.

―Sí me escribió, pero le falta por aprender―murmuró Harry pensativo. Ahora los garabatos que había recibido tenían más sentido.

―En todo caso, estoy segura que Draco y Cissy podrán acompañarnos el próximo domingo al campo. A Cissy le hará muy bien, y Ted por fin podrá ver a su primo volar―dijo guiñándole el ojo a Draco. Harry asintió pensativo, la mujer continuó exasperada por la ausencia de su hermana:―¿Por qué tardan tanto?

―Hermione/Granger debe estar leyendo el reglamento de salidas―dijeron al mismo tiempo Harry y Draco.

*-.-..-.-,*

El cabello rubio y liso, se confundió con el oscuro y rizado, como se confundió muchos años atrás, cuando alguna de las dos necesitaba un abrazo o cuando se veían después de una ausencia. Hermione sonrió ante la escena, aunque no pudo admirarla largamente, pues una cabeza pelirroja saltó sobre ella.

Ron le sonrió, un poco apartado, y el señor Weasley le dio palmaditas en la espalda antes de marcharse apresurado. Hermione tomó de la mano a Ginny y la llevó donde estaba Narcissa con su hermana e hijo. La pelirroja fue debidamente presentada como la cazadora de las Harpías y una excelente bruja:

―Ginevra, la bien amada―murmuró Narcissa al estrechar la mano blanca de la joven pelirroja, recordando la muerte de Bellatrix, a causa de la maldición letal de una madre. Sin embargo, Harry entendiendo el comentario, en otro sentido, se ruborizó.

―Me gusta ese nombre―murmuró por lo bajo la muchacha.

oOoOoO

Antes de montar el vehículo del Ministerio que llevaría a los dos Malfoy y a Andrómeda a casa de esta, Narcissa le murmuró a Draco:

― Quiero que le des algo a Hermione―el muchacho asintió, un poco desconfiado―Está en mi habitación.

―Madre―se quejó Draco. No montó al auto como debía hacer, sino que se vio obligado a buscar a Hermione. Al encontrarla, notó que la mujer se las había arreglado para presentar las apelaciones antes que él.

oOoOoOo

―Granger, mi madre quiere darte algo en señal de agradecimiento.

―Oh, claro, me pasaré temprano por la casa de Andrómeda mañana―murmuró la muchacha, mientras terminaba de firmar los escritos de recibido de las apelaciones.

―No lo lleva consigo, está en mi casa.

―Ah, pues llévalo mañana donde tu tía.

―No se puede mover―la castaña frunció el ceño―Tal vez sepas qué hacer con él, lo hizo la madre de Potter.

Hermione saltó de alegría, al tiempo que daba un gritillo. Sabía bien a qué se refería Draco, no podía creer que por fin lo vería. El hombre tras la ventanilla carraspeó, Hermione con una sonrisa en la boca continuó su trabajo.

―Oh, muchas gracias, Draco―empezó Hermione.

―No te he dado nada, Granger. Además, está en mi casa.

Hermione frunció levemente el ceño.

―En todo caso, no iremos hoy. Mi tía preparó una cena en su casa. Potter asistirá.

―Sí, yo también iré. Después iré a la Madriguera. Mañana tempran…

―Conozco tu agenda, Granger. Piensa en un hechizo descolocador―murmuró Draco, antes de marcharse.

Hermione supo qué debía hacer, y hasta podría ayudar a Harry con cierto retrato chillón.

Hermione acarició a su gato, apoyó la cabeza en la pared y se relajó sentada en el sillón que Draco había agrandado y ella así lo conservaba. Observó las letras en su brazo. Cissy tenía razón, el cuerpo había cicatrizado muy bien, las letras a penas se veía, y costaba aún más entender el mensaje. Pero ahí estaba… si ella quería.

Siete años atrás, exclamó que se enorgullecía de ser una sangre sucia. Hoy se daba cuenta que no lo era, y no importaba si llevaba tatuado en su cuerpo esas palabras.

oOoOoO

A la hora convenida, Hermione, después de asegurarse que nadie la observaba, entró al lote baldío donde Draco la esperaba. Mal día para usar falda pensó cuando tuvo que pasar por encima del muro a medio hacer que guardaba la propiedad privada de la acera.

―¿Ese es el traslador? ―preguntó la mujer. Señaló un anillo de plata con el que Draco jugueteaba.

―Sí, Granger, te lo pones, apareces en mi casa y, de paso, te conviertes en mi esposa―gruñó él.

―Encantador, como siempre, ¿dónde está? ―en aquel patio vacío no había nada que pudiera catalogar como ostentoso y poco útil (características de los trasladores de clase alta), por eso se sorprendió cuando Draco le señaló la mitad de un viejo candelabro oxidado.

No habían hablado desde el día del juicio y, ambos, sabían que aparecer en la Mansión Malfoy no era la mejor idea que podrían tener, pero ninguno dijo nada ¿Qué más podían hacer? Tácitamente, habían decidido cansarse de aquello, cansarse de la relación que tenían, cansarse de esperar, de seguir anhelando, cansarse del otro… Cansarse de seguir guardando esperanzas que ninguno se atrevía a cumplir, a perseguir…

Pero ninguno se cansaba. Hermione seguía sintiendo una ligera turbación cuando Draco la observaba, y su boca se secaba cuando recordaba el último beso. Seguía dándole vueltas a todo en la cabeza y ya no se preguntaba si valía la pena, la única pregunta era ¿por qué no lo hacía?

Por su parte, Draco, había visto en aquella visita obligatoria que Hermione haría a su casa, su última oportunidad. No tenía muy claro si debía convencer a Hermione de algo, si tenían que sacar a la luz los demonios de cada uno y ponerlos cara a cara, o bien, retirarse, de una vez por todo.

oOoOo

Aparecieron en un espacioso pasillo, la suave luz del sol de invierno se colaba a través de unas estrechas ventanas, iluminando reducidos espacios de la pared y la mullida alfombra negra. No había decoración de ningún tipo, tan solo la gruesa alfombra y una cenefa negra en la pared gris. Draco se dirigió hacia la única puerta.

―La habitación de mi madre―explicó Draco y empujó la puerta.

Hermione entró, emocionada. Desde que Narcissa le había contado una pequeña anécdota de su último año en el colegio cuando había recibido un ramo de narcisos y lirios encantados por Lily, la chispa de la curiosidad se había encendido en ella. Hermione tenía predilección por las flores y observar una flor encantada le hacía mucha ilusión. Tener una, la llenaba de alegría.

―¿Qué es? ―preguntó ella curiosa, cuando la correcta pregunta debió ser: dónde está, pues ella sabía de qué se trataba.

―Qué sé yo, Granger. Imagino que puedes llevarte lo que quieras.

Hermione salió de la habitación de un brinco, con una cara de espanto, y se negó a volver a entrar.

―Está en el balcón―dijo Draco, dándose por vencido. Observó a Hermione atravesar la amplia habitación sin torcer la cabeza hacia ningún lado, ni para apreciar el espacio íntimo de la mujer a la que tanto apreciaba. Al llegar al balcón la oyó exclamar de admiración.

Sobre un pedestal de piedra, en la esquina del balcón, se encontraban doce flores: seis lirios y seis narcisos, protegidos por una burbuja de cristal. Cada cierto tiempo, un lirio extendía sus largos pétalos y volaba alrededor de las demás flores, después un narciso blanco se abría y cerraba, haciendo brotar unas pequeñas luces que se estrellaban en el vidrio. De algunos lirios brotaba agua, mientras que otros narcisos eran especialmente acariciados por la luz de un sol misterioso, que aparecía y desaparecía.

―No puedo hacerlo. Es increíble.

―Pues será mejor que lo hagas, no pienso extender esta visita por más tiempo.

Hermione lo ignoró y observó con gran embeleso el arreglo de flores, mientras meditaba cómo obtener una. Un lirio, o un narciso.

¿Un lirio o un narciso?

oOoOo

―Es imposible―exclamó rendida.

―No lo es. Solo no sabes la respuesta.

―Las tuyas tampoco han servido.

―Si no consigues la forma pronto, te irás sin tu flor, Granger.

Habían tardado al menos veinte minutos en descubrir cómo quitar la protección del vidrio. Draco aseguraba que su madre lo tocaba y desaparecía, pero por más que lo intentaron no encontraron dónde tocarlo. Lo pudieron abrir gracias un hechizo que Hermione encontró en un libro que Draco había conseguido en uno de sus viajes a la Biblioteca de la casa.

Al quitar la burbuja, un pequeño lirio salió volando hacia el amplio jardín, Draco logró contenerlo gracias a su varita. La bruja apenas tuvo tiempo de lanzar un wingardium leviosa para llevar el pesado pedestal al interior de la habitación.

Para no incomodar la tranquilidad de la habitación de Cissy y para estar más cerca de la Biblioteca en caso de necesitar más libros, fueron a un estudio cercano. Hermione, en cuanto entró, supo que era dónde Draco permanecía habitualmente, olía a él.

Pronto una gran cantidad de libros y de pergaminos se acumularon en el suelo, mientras Hermione, de pie, enfrente del pedestal, recitaba cuanta palabra creyera que podría servir, agitando su varita de una y otra manera, sin resultado alguno.

Aún no decidía, ¿un narciso o un lirio?

oOoOoO

El tiempo transcurrió con rapidez, y el cansancio empezó a ganarle la partida. Sentada en el piso, metida la cabeza en un libro, de vez en cuando levantaba la varita para lanzar un nuevo hechizo. Muchos los había repetido hasta el cansancio. Draco, por su parte, se divertía tratando de atrapar las flores que se escapaban de su pedestal.

―Hay unas rosas muy bonitas en el jardín, te puedo traer una―dijo Draco, cuando Hermione lanzó un largo suspiro y se recostó completamente en el suelo, con la mirada clavada en el pedestal de piedra.

―Quiero un lirio―dijo suave Hermione―No, un narciso, mejor. El narciso amarillo de atrás.

―Si sigues ahí tirada no tendrás nada. Te dije que pensaras en un hechizo descolocador―murmuró sin ganas él. Un suave calor se había acomodado en su vientre, porque quisiera o no, la posición de Hermione, tendida en el suelo, era sugerente.

―¿Realmente crees que se trate de eso? He probado todos los que sé, y los que estaban en estos libros, pero ninguno ha funcionado. Lily era magnífica en encantamientos, las flores están encantadas―Hermione se incorporó hacia delante y se colocó de rodillas, frente al pedestal donde reposaba el arreglo de flores―Si hago algo mal podría romper el encantamiento… Pero sí encuentro la última flor encantada, quizá…

―¿La última flor encantada? ―repitió Draco, y se acercó al pedestal, observó con atención los lirios y narcisos: ―Es un lirio.

―¿Qué dices?

―La última flor encantada es un lirio. Recuerdo que mi padre me lo dijo.

Hermione observó con atención el arreglo y no tardó en ubicar el último lirio. Era el más inquieto, el que más veces salía volando y más agua expedía. Sin duda, al hacerlo, Lily ya había perfeccionado la técnica. Hermione probó varios hechizos con ese lirio y no sucedió nada.

―Quizá sea la primera flor encantada.

―Un narciso―respondió Draco, y los dos fijaron sus ojos en el pequeño narciso amarillo, situado en una esquina, se abría lentamente y nunca terminaba de cerrarse. Para Hermione, era el más hermoso.

La bruja probó un hechizo que había encontrado en un pergamino algo roído, que era útil para separar las sustancias de una poción; y con una lentitud agonizante, el pequeño brote se separó del resto. Hermione dio saltitos de la emoción cuando entre sus manos se posó un pequeño narciso, que a modo de saludo, iluminó su rostro.

oOoOo

―Draco, ya que estoy aquí―empezó Hermione cuando terminó su taza de té―Enséñame el testamento de Snape.

―No. Te recuerdo que también estudié leyes, Granger. Puedo recuperar mi libro yo solo.

―No estoy ofreciendo mis servicios, solo quiero asegurar mi tesis.

―No necesitaré tu tesis. Papelito habla, Granger. Y yo tengo el papel.

―Pero yo quiero el libro. Yo te hablé del libro, sin mí te estarían robando. Ni siquiera sabes quién es el príncipe mestizo―exclamó ella.

―Pues conozco bastante bien la ascendencia de Snape, su madre era bruja y su padre muggle, creo que ya sé de dónde viene el Prince y el mestizo.

Hermione bufó malhumorada.―Dame el traslador.

Draco le ofreció el anillo de plata, la mujer notó que era una delgada serpiente, que cambiaba de posición.

―El verdadero―exclamó ella.

Draco recordó que lo había dejado a fuera de la habitación de su madre. Dada la insistencia de Hermione, tuvo que caminar hasta el ala de habitaciones, pero no lo encontró.

―Creo que algún elfo lo tomó―dijo cuando regresó a la salita del te donde Hermione esperaba―Si no te molesta, lo haré venir.

Hermione asintió y observó con detalle el rostro de Draco. Desde que había llegado a la casa, el muchacho no le había quitado la mirada de encima. No se sentía incómoda con aquellos ojos grises observándola, controlando sus movimientos, pero a veces, no sabía qué decir, ni cómo reaccionar. El muchacho se marchaba para ir a traer algo y ella extrañaba la mirada gris.

Draco chasqueó los dedos y un elfo doméstico de piel grisácea, apareció al instante. Cuando el cuerpo del elfo se materializó, Hermione cayó en cuenta de algo importante. Draco había prescindido de los servicios de sus elfos durante todo el día, él mismo había servido el té y él mismo había caminado hasta la biblioteca por los libros ¿Lo había hecho por ella?

―Señor. Señorita―saludó el elfo e hizo una profunda reverencia. Sin embargo, no alzó a ver Hermione.

Quizá los elfos de Draco le tenían miedo a ella, y no querían verla, por eso no habían aparecido en todo lo que llevaba ahí. Draco le había comentado una cosa parecida tiempo atrás, que los elfos de él no querían ser libres y que decir Hermione Granger era como hablar de Voldemort. Claro, a Hermione no le había parecido graciosa la comparación.

―¿Has visto un candelabro? Estaba fuera de la habitación de mi madre.

El elfo asintió.

―Incinerado, como el amo manda que desaparezca la basura.

―Puedes retirarte.

―¿Los polvos flu no sirven?, puedo aparecerme en el Ministerio y de ahí caminar a mi casa―sugirió Hermione.

―Tengo restricción, Granger. Puedes caminar hasta la salida, llegar a algún barrio rural de Wiltshire, tomar el metro a Londres y caminar hasta tu casa.

―Estamos a horas de Londres. Busca otro traslador. Tienes que tener otro.

―Sí, quizás.

―No te quedes ahí parado. Quedé en salir con Harry.

―¿Le dijiste que vendrías aquí? ―preguntó Draco interesado.

―Sí, claro. Hasta retrasé la hora de vernos.

―Creo que le deberás algunas explicaciones a Potter.

Hermione se ruborizó. Empezó a caminar tras el hombre, rumbo al estudio, acosándolo para que encontrara pronto un nuevo traslador. No quería dar más explicaciones sobre su relación con Draco… menos a Harry que ya se había hecho una idea.

―¿Cómo dejas tirado un traslador? ―dijo ella. De vez en cuando, pasaban por una amplia ventana, a través de la cual se observaba un amplio lago de aguas oscuras.

―Estoy en mi casa, Granger. Puedo hacer lo que quiera.

―Y como anfitrión debes asegurar mi salida, ¿cómo me iré?

―Ya te di una opción. Quizá puedas volar también, debo tener alguna escoba por aquí.

―No me agrada volar. Y lo sabes.

oOoOo

―No encuentro otro traslador―dijo él, ya había rebuscado en las gavetas del escritorio y había usado un accio, sin que ningún objeto llegara a sus manos.

―Haz uno, con un hechizo de Portas.

―Sé cuál es el hechizo, Hermione―la cortó Draco y con algo de violencia se giró para encararle.

Ambos se observaron de frente, solo los separaba un pequeño otomano, en el que Hermione había apoyado una rodilla.

¿La decisión la tenía que tomar ella? Pensó mientras se perdía en los ojos grises del hombre, la decisión de no verse nunca más, ¿la tenía que tomar ella? Y ¿por qué?

No había albergado ninguna expectativa cuando Draco la invitó a la casa Malfoy, tan solo tomaría su flor y se marcharía, pero las cosas no estaban saliendo como lo había esperado. No quería marcharse, no así. No sin saber qué esperaba él.

―Le enviaré una lechuza Harry, él podrá venir por mí―dijo finalmente ella, rompiendo el contacto visual.

―Bien―dijo Draco serio y con molestia le tiró papel y una pluma. Se dispuso a salir de la habitación.

―¿Y ahora qué? ―dijo ella, mirándolo―Yo no escondí el traslador, Draco. Esto no es mi culpa.

Él la miró serio. ―No es eso. Escribe la carta.

oOoOoO

Hermione observó a Baubo-Niágara emprender el vuelo. Habían salido a una pequeña terraza desde donde se podía observar una parte de los amplios jardines. Hermione notó el plantío de rosas de las que Draco había hablado.

―¿Sigue en pie la oferta de la rosa? ―preguntó, mirándolas con interés.

―Sí. Pero recógela tú. Si te espinas, no podrás cortarla.

Hermione se acercó al primer tallo y con sumo cuidado, como habían aprendido en las clases de herbología, cortó la rosa. Al regresar junto a Draco, le agradeció en forma sincera y volvió a pedir que le mostrara el testamento de Draco.

―Te tomas demasiadas libertades conmigo―murmuró Draco por lo bajo, cuando se vio obligado a entrar de nuevo al estudio para enseñarle el testamento.

―Hasta ahora te oigo quejándote.

―No me quejo, Granger. Solo quiero saber hasta cuándo será así.

―Tú te has tomado más libertades conmigo―dijo ella, se sentó en uno de los sillones a la espera de que Draco le mostrara los papeles.

―Dime, Granger, ¿hasta cuándo será así? ―la encaró él, mirándola fijo.

Ella no respondió inmediatamente. Se acomodó mejor en el asiento y suspiró.

―Supongo que hasta que te hartes de esperarme.

―¿Y si eso no sucede?

Ella le sonrió levemente. En otras circunstancias aquella sonrisilla habría fastidiado terriblemente a Draco. El hombre mucho más tranquilo, se apoyó en su escritorio de ébano y le dijo, como si hablaran del clima:

―¿Todo esto fue por lo de los mortífagos?

Ella asintió.

―Granger, antes de la guerra muchas de mis amistades estaban en ese bando, y después de la guerra, las amistades que quedaron, también. No puedes pretender que corte contacto de raíz, no cuando una marca te recuerda todo y a todos.

―Dijiste que se había deformado.

Él asintió.

OoOoOo

Tres días atrás, Narcissa Malfoy había hecho algo muy grande por Hermione, lo más grande que hubieran hecho por ella en toda su vida. Narcissa le había explicado cómo dejar en el pasado el miedo que tuvo durante la guerra, que la sombra de Bellatrix Lestrange desapareciera de sus sueños y que las torcidas letras marcadas en la piel de su brazo dejaran de recordarle muertes, dolor y desesperación.

Hermione tenía una marca, que le recordaría por siempre que era una sangre-sucia. Aún recordaba su segundo año de Colegio, cuando el mismo hombre que tenía en frente, le dio a conocer aquel término. La reacción en aquel entonces de Ron la sobrecogía aún. Ron le había explicado el insulto, lo que aquello significaba en su mundo.

Sabía que sus padres no eran magos, aparentemente ninguno de sus familiares. En las investigaciones del Ministerio y en las propias, no había podido rastrear un solo ascendiente que pudiera relacionar con hechicería. Ni siquiera tenía bisabuelos barbudos y excéntricos o una tía lejana con muchos gatos.

Pero su sangre era mágica. Y nunca sucia. Pura magia corría por sus venas y por eso su habilidad con la varita era excelente y por eso había triunfado, cuando otros habrían fracasado. Porque la magia no es solo sacar luces de un palito de madera, magia es comprender el propio valor y luchar por las personas que quiere, y sonreír y llorar, y vivir llenando cada momento de magia.

A veces se preguntaba cómo les explicaría a sus hijos el origen de aquella marca, temía que llegaran a avergonzarse de ella. Por eso luchaba contra el racismo, contra los mortífagos, para que cuando sus hijos pisaran Hogwarts, ser un sangre mestiza no guiara al hostigamiento, a los insultos, a la intolerancia.

Ella había sido pieza crucial en una guerra. Arriesgó su vida por una lucha, por una esperanza. No solo fue compañera, guía, amiga, confidente, duelista, fue también un blanco. El blanco que más harían sufrir, que más maltratarían… y aquella cicatriz se lo recordaba.

Draco también fue marcado. Desconocía el método que Voldemort usaba para poner la marca tenebrosa, pero debía ser cruel y doloroso. Hermione sabía hoy que la cicatriz en su antebrazo, el apodo de sangre sucia, era la misma marca en el antebrazo de Draco, el mismo apelativo de mortífago.

Hermione no era sangre sucia, aunque llevara esas palabras tatuadas en el cuerpo. Ella era magia, pura.

Draco era magia, pura. Pero le decían mortífago, porque una marca lo decía.

oOoOoO

Draco se acercó al sillón donde Hermione estaba y se sentó junto a ella. Dobló la manga de la camisa, hasta descubrir el antebrazo izquierdo. La mujer no bajó la vista hacia el brazo, sino que en todo momento observó los ojos del muchacho. Antes de que él hablara de nuevo, ella se acercó y lo besó.

―Soy un mortífago, Granger―murmuró él, en cuanto el beso terminó, separándose un poco de Hermione, seguía unido a ella gracias al rebelde cabello de la mujer que se había posado en los hombros de él.

No podría tener lo que quería con Hermione si ella desconfiaba de él, si le temía a los mortífagos, si temía que él se acercara al lado oscuro… Por eso le habló con dolorosa sinceridad. No estaba siendo pedante, no coqueteaba con las glorias que los mortífagos tenían en otras épocas, no trataba de fastidiar a nadie… Simplemente quería que Hermione lo aceptara por quién era, y así tal vez, aceptarse él mismo.

Murmuró la frase que le daba vueltas en su cabeza todas las noches cuando trataba de conciliar el sueño y de ignorar la imagen de una calavera y una serpiente en el cielo, en el brazo de las personas que quería, en él mismo. La frase que lo había condenado, una condena que no tenía libertad ni descanso. En su condena no había posibilidad de pedir un juicio y examinar los hechos, porque lo era, y una marca en el brazo lo determinaba como tal: mortífagos.

―No. No lo eres, nunca lo has sido―dijo ella suave. Se levantó del asiento y caminó hacia el escritorio, donde leyó con tranquilidad el testamento de Snape ante la mirada de Draco. El rubio se recostó en el asiento, después de todo, estaba cansado. Había controlado sus impulsos por besar a Hermione durante todo el día, y parecía que debería seguir haciéndolo… Maldita, Granger, que se las había arreglado para conseguir el testamento.

―Yo nunca he sido una sangre sucia. La magia corre por muy venas y esta cicatriz no significa nada, solo son letras―guardó el viejo pergamino y le enseñó la caligrafía de Bellatrix en el brazo―No eres un mortífago porque no mataste al Profesor Dumbledore. Además, magia pura corre por tus venas. No magia envenenada, sucia.

oOoOoO

Un haz de luz blanca le había indicado dónde aterrizar en un patio interno de la Gran Casa Malfoy, cuando se acercó a la puerta que daba a una terraza y la tocó, escuchó un gran ajetreo en el interior. Principalmente la voz de Hermione diciendo varias veces: ¡Es Harry! En tono de pavor.

No habían transcurrido ni dos segundos, cuando la puerta se abrió y Hermione corrió hacia él, pasándole de lejos, y se montó rápidamente en su escoba, como si lo hubiera estado deseando detrás de la puerta desde hacía mucho tiempo.

Sus ojos verdes se toparon con Draco Malfoy, con un leve movimiento de la cabeza se saludaron y Harry caminó hasta donde estaba Hermione ya montada en la escoba. Harry había salvado muchas veces su pellejo gracias a la suerte y a una buena capacidad de observación y análisis del ambiente, además buscar la snitch le había perfeccionado la vista periférica. Por eso, Harry entre la puerta a medio abrir y algunos doseles a medio cerrar, vio una cama a medio hacer.

―¿Sucede algo? ―le preguntó a Hermione.

―Nada, vámonos ya.

―¿Sucedió algo con Malfoy? ―insistió el ojiverde. Draco ya había entrado al interior de la casa y por la sombra gris que observaba tras la ventana, sabía que esperaba verlos marchar, salir de su propiedad.

―No. Pero vámonos. Hemos perdido la mitad de nuestra cita y no quiero perder más.

―Si estás muy cansada, podemos postergarlo.

Hermione se ruborizó y con insistencia inusual apremió a Harry a montar su escoba y volar al bar más cercano. Harry asintió dubitativo, sabía que la muchacha no se quejaría cuando la dejara en su casa; inclusive, le agradecería si no hacía más preguntas e ignoraba la propuesta de visitar un bar.

Con el último ajetreo y la inoportuna intervención de Harry en el peor momento, Hermione olvidó su narciso y su rosa.

oOoOoO

Hermione visitó el departamento que había comprado en Oxford y que había vendido a Draco. Cissy y Drómeda propusieron que Draco viviera en él, quedaba mucho más cerca de la casa de Drómeda que la Mansión Malfoy y en el registro de la propiedad, estaba a nombre de él. Además, como la señora Malfoy había pensado, inició una serie de mejoras en la gran casa.

Hermione no tuvo inconveniente, el pequeño apartamento de tres habitaciones que alquilaba en Mahoganny Valley era suficiente para ella.

La mujer salió de la chimenea y saludó a Crookshanks que la esperaba sentado en uno de los cómodos sillones de la salita.

―¿Qué traes en esa bolsa? ―preguntó Draco al verla.

―Un par de cosas sobre las que debemos discutir―dijo ella, con seriedad, sin darle tiempo de hablar más, sacó un pergamino y una carpeta: ―El resultado de las apelaciones y el informe del Ministerio de Aurores sobre ex mortífagos.

―También traje algunas apreciaciones que Nott me envió hace unos días y que Harry había estado revisando. Al parecer es información muy útil.

―Qué demonios ¿Por qué no dejaste esas cosas en la oficina? ―preguntó Draco con algo de fastidio. Era domingo. Las cuatro de la tarde. De domingo.

―Pues la cena tarda en hacerse y podemos discutirlo mientras se hace―respondió la castaña, como si fuera lo más obvio. Caminó al estudio-oficina y se sentó en su elegante silla negra. Draco no tardó en unirse.

El Malfoy suspiró aliviado en forma imperceptible cuando Hermione le contó que estaban tras la pista de los Carrow. Hermione quizá no lo sospechaba, pero él sabía que pronto dejaría de preocuparse por la amenaza que le habían hecho. Con la ayuda certera que Theo les estaba dando, a cambio de la seguridad de su padre, los mortífagos libres tenían los días contados. Los aurores del Ministerio, se preparaban para aniquilar, no para procesar penalmente.

oOoOoO

―¿Qué más traías? ― preguntó el hombre en cuanto el olor de la cena lista, llegó a sus narices.

―Ah, otra cosa―murmuró un poco tímida la castaña. Se acercó a su bolso y sacó las figuras de dragón. Con rapidez las colocó en una repisa cercana, el opelaye de las antípodas custodiando el único huevo que no nació, mientras dos crías eternizadas en plácidas posturas eran colocadas a la par. El hébrido negro, con su atemorizadora pose, un poco más atrás de la familia de dragones australianos, al lado del libro de Pociones del Príncipe Mestizo.

Draco sonrió cuando vio sus dragones de regreso en su casa.

―Tenemos que discutir la guarda, custodia y crianza de ellos―sonrió Hermione.

Guarda, custodia y crianza implicaba un nuevo juicio, un nuevo proceso. En el que decidirían vivir juntos, porque eso era lo mejor para los dragones.

FIN.


Personalmente, es la primera vez que hago algo tan grande y le pongo final. Para mí, esto, llegar hasta aquí y teclear: fin, es un gran logro, porque puedo llamar esta mi primera verdadera historia. Gracias infinitas por acompañarme en este camino de los fanfics y por regalarme un tiempito para leer y para comentar. Saben que son las mejores :)

A su manera, Cissy logró reunir a los chicos. Siempre me ha gustado el tema de la sangre mágica y de la marca tenebrosa. Mi teoría es la siguiente: la magia de Hermione, de cualquier nacido de muggles, es mucho más pura que la de miembros de linajes mágicos, porque aún en condiciones adversas, la magia floreció, por decir algo. Personas tan poderosas, que crean magia de la nada.

Por lo tanto, muy equivocados están al llamarla sangre-sucia. Quien debería tener ese apelativo, es Voldemort, que ensució su magia y la transformó en algo horrible. Esto quería reflejar en la conversación de Cissy con Hermione y luego en la que tienen Draco y Herm.

La magia de Hermione es tan pura, que jamás será una sangre sucia. Draco nunca fue un verdadero mortífago, y su sangre mágica nunca llegó a contaminarse con la suciedad de la marca tenebrosa de Voldemort. Los dos llevan cicatrices, pero ninguna los define como personas.

Les agradezco millones por leer esta historia que me ha entretenido tanto ¡Muchas gracias por leer y por hacerla crecer! A todas las que se tomaron el tiempo para leer, para comentar, para poner un alerta, para guardar entre favs. Espero que la hayan disfrutado y que se lleven un buen recuerdo de la historia. :D

Muchas gracias de verdad por sus apreciaciones de la historia, por señalarme los errores que cometí y por estar aquí, por llegar hasta aquí. Las invitó, como es usual, a regalarme un último comentario contándome todo lo que quieran, hehe. Me gustaría saber qué opinan de la historia terminada, del final, de todo… :D

Saludos, chicas! Espero no haber defraudado a nadie, hehe. Cualquier cosa, soy toda oídos.

PD 1:***Aprovechando que tengo su atención, les quiero hacer una pequeña solicitud. Chicas, no descuiden su salud y en cuanto tengan su primera menstruación o noten algo extraño (los dolores menstruales NO son normales) acudan al ginecólogo. Puede no ser nada o puede ser algo, y si es algo, mejor tratarlo pronto. Como mujeres en edad fértil somos factores de riesgo andando, pero un diagnóstico a tiempo puede evitar una enfermedad mayor. Les pido enérgicamente que no sigan posponiendo su SALUD para otro día. Es por experiencia propia, no fue nada grave en mi caso, pero si me vi obligada a someterme a una intervención quirúrgica, que debe estar entre las peores cosas del mundo. En fin, no lo dejen para después…

PD 2: Tengo una idea para un próximo dramione, donde espero poner en práctica lo que he aprendido gracias a ustedes y por inexperiencia no hice en este. Básicamente la idea es esta: Bellatrix trató de envenenar a Hermione, de hacerle la marca oscura adecuada para una sangre sucia, y Draco pasa por lo mismo, Voldemort también trató de envenarlo. *Sí, es lo mismo que escribí, pero en otra historia :p

PD 3: el review es gratis :D y tendrán un hébrido negro en sus bibliotecas al dejar uno. Se los aseguro. :)

― :) Suertee