CHICAS PUES MUCHISIMAS GRACIAS POR SEGUIRME EN ESTA HISTORIA, ESPERO QUE LA HAYAN DISFRUTADO COMO YO.

NOS ESTAMOS LEYENDO. BESOS.

Disclaimer: Los personajes son de Meyer, la historia de Penny Jordan


Epílogo

CUATRO semanas más tarde, en la cocina de la granja, Edward y Bella estaban a punto de tener su primera discusión matrimonial.

—No —insistía Edward con firmeza— Comprendo tus sentimientos, Bells, pero éste es nuestro primer hijo. Por el bienestar de ambos, quiero que estés en el hospital cuando llegue el momento.

—Pero, Edward, tu madre y tu abuela tuvieron sus hijos, todos sus hijos, aquí en la granja y yo quiero que sea igual —protestó Bella, terca.

Discutían lo mismo desde la noche anterior, cuando ella anunció sus intenciones de dar a luz en la granja.

Ya había hablado de ello y con el apoyo entusiasta de la partera, el doctor Thomas aceptó... si no había ninguna complicación... que el parto se efectuase allí.

—Mira, Bella, esto no es algo en lo que esté dispuesto a ceder. Sigo pensando que el mejor sitio para recibir a nuestro hijo es un hospital, con todos los adelantos médicos a la mano por... por si fuera necesario.

Bella no logró hacerlo cambiar de opinión, informó a su suegra esa tarde.

—Es como luchar contra una máquina cosechadora... me siento como si me hubiesen segado, cortado y embalado para resultar una paca muy bien conformada —se quejó— No parece comprender que hay algo más en tener un hijo, que el contar con todos los adelantos de la tecnología médica.

—Comprendo su punto de vista y también el tuyo, Bella —le indicó la mujer— Mi esposo actuó de la misma forma, como ya lo sabes. Estaba terco en que Edward naciera en Seattle.

—Pero no fue así, ¿no es cierto? —le dijo Bella con una sonrisa— ¿Cómo lo logró?

—La naturaleza lo hizo por mi... así fue.

—Bueno, espero que la naturaleza también sea generosa conmigo.

HACIENDO a un lado su disgusto por la terquedad de Edward, Bella nunca fue más feliz en su vida. Se hacían el amor todas las noches, no con tanto apasionamiento como ambos querrían, pero había algo único y muy especial en la forma que Edward la sostenía en sus brazos; en cómo la cuidaba a ella y a su hijo.

Ya estaba en su octavo mes de embarazo y empezaba a sentirse incómoda. El recoger algo del suelo le era casi imposible y necesitaba la ayuda de Edward para entrar y salir de la tina.

Poco después de su matrimonio, Esme les informó que ella no sería un estorbo en sus vidas, pero Bella le dijo de inmediato que era al contrario.

—Puesto que Edward dedica todo su tiempo a la granja, me sentiría muy sola sin usted —le aclaró con cariño. Así fue que las dos adquirieron el hábito de pasar las tardes juntas y compartir la cena con Edward a su regreso.

Por las tardes, si éste no salía, Bella lo ayudaba con las tareas de oficina. Dos veces por semana iban a ver cómo progresaba Susie con la administración de la librería. Mary ya trabajaba tiempo completo y con muy buenos resultados. Pensaba en buscar a quien arrendarla casa después de Navidad.

Ella y Esme ya hacían planes para redecorar la casa de la granja, pero, como todo lo demás, tendrían que esperar hasta después del nacimiento del niño.

En la planta alta preparaban el cuarto del infante. En Port Angeles adquirieron los muebles necesarios y serían entregados en el momento preciso.

El verano cedió su lugar al otoño, con sus días despejados y frescos, con sus vientos aromáticos.

El vaquero de Edward predijo un invierno tempranero y un día de fines de octubre, despertó con una fuerza helada y al terminar esa semana, las distantes montañas galesas ya lucían su primer manto de nieve.

La temperatura bajó considerablemente en los primeros días de noviembre y la nieve también cayó en los montes cercanos a la granja. A mediados de mes, Bella se sentía incómoda y una visita al médico confirmó que el niño nacería en cualquier momento.

Las tierras heladas demoraron el arado de otoño del terreno y Edward no se encontraba en casa cuando ella volvió. Cuando al fin lo hizo con apariencia cansada, Bella decidió no decirle que el doctor Thomas le advirtió que el niño podría llegar antes de lo esperado.

Esperaban a Alice y a Jasper a cenar y Bella apresuró a Edward para que fuese a arreglarse.

—No existe la posibilidad de que me acompañes, ¿verdad? —preguntó Edward con una sonrisa maliciosa, al verla muy elegante con el único vestido de fiesta que todavía le quedaba.

—Ni pensarlo —confirmó Bella, respondiendo la sonrisa— Además, me parece que llega un auto; deben ser Alice y Jasper.

—Mi hermana siempre ha sido muy puntual —gruñó Edward, subiendo la escalera.

Más tarde, Esme lo atribuyó a la cena pesada, Alice opinó que Bella se sugestionó por la visita al hospital, en tanto que Bella afirmó con tranquilidad que no se trataba de nada de eso; sólo era la Madre Naturaleza que decidió que ese momento era el indicado. Cualquiera que fuese el motivo, las incomodidades que sufrió en el camino de regreso a casa, crecieron durante la cena, aunadas a un dolor más intenso que, poco a poco, creció en oleadas que subían y bajaban, primero tranquilas y cada vez con mayor urgencia.

Fue Alice quien la descubrió, doblada, en la cocina mientras preparaba el café

— ¡Edward! ¡Jasper! —exclamó alarmada, comprendiendo la situación de inmediato.

Los dos hombres acudieron enseguida.

—Bella ha entrado en las labores del parto —los informó Alice— Edward, ve por el auto.

— ¡No! —gritó Bella, tratando de respirar profundamente.

—Bella, no seas tonta —comento Edward con firmeza— Sé que tienes entre ceja y ceja la idea de que el niño nazca en la granja, pero…

—Ya es demasiado tarde para ir al hospital —le indicó Bella entre dientes, doblada por el dolor— Ya no habrá tiempo —cruzaron una larga mirada entre ellos y Alice, que ya tomaba él tiempo entre cada contracción, los interrumpió con firmeza.

—Bella tiene razón.

— ¡Dios mío! Tenías que saberlo —Edward la contemplaba desesperado y ella no pudo mentirle. Lo sabía... casi desde el momento en que regresó a la granja. La fuente se le había roto hacía mucho y, durante la cena, las contracciones fueron en aumento.

—Ya es demasiado tarde para lamentaciones —señaló Alice— Jasper, ¿qué diferencia hay entre el parto de un niño y un becerro?

—No mucha —replico Jasper con una sonrisa que provocó una expresión de angustia de Edward— Ve a llamar al doctor Thomas y sé un buen chico. Bella, ¿crees poder subir la escalera?

Lo intentó y lo logró, satisfecha al saber que su hijo nacería en casa, donde ella quería.

La partera y el doctor Thomas llegaron a tiempo para ver a Edward sostener a su hija en sus brazos por vez primera, con expresión azorada.

Más tarde, cuando al fin los tres quedaron solos, Edward miró a su esposa con actitud desafiante, y le dijo:

—Nunca tuviste la intención de que la niña naciera en el hospital, ¿no es cierto? Es usted una dama muy terca y voluntariosa señora Cullen. Debí imaginarlo desde el momento en que invadiste mi habitación de hotel y me sedujiste.

— ¿Yo te seduje? —exclamó Bella indignada— Me gusta eso.

— ¡A mí también me gustó!

—Oh, Edward, ¡me haces tan feliz! —le indicó ella con debilidad.— ¡Te amo tanto! —lo tomó de la mano y ambos con templaron a su hija dormida— Me has dado tanto. Hiciste renacer en mí la fe en la vida y en el amor. Ya no abrigo temores —le tendió los brazos— ¿Cómo la llamaremos?

— ¿Renne? Cómo tu madre —sugirió Edward, después de contemplarlas a las dos.

—Esme—replico Bella, —o tal vez…Rennesme—dijo más para ella misma que ni para Edward.

Edward arqueo una ceja, señal de incredulidad.

—No crees que es demasiado difícil de pronunciar—le dijo.

—A tu mama le va a encantar, estoy segura—dijo Bella omitiendo el comentario de Bella.

—Está bien—dijo derrotado Edward—Luego no te quejes si la niña te odia por que no aprende escribir su nombre en el kínder.

La nena se agitó y la importancia del momento se perdió para ellos en su embeleso por la diminuta criatura.

La vida continuó, el dolor se atenuó y desapareció; ése es el orden natural de las cosas y ahora, además de tenerse uno al otro, tenían esa pequeña vida para amar y adorar. Había recibido mucho, pensó Bella agradecida. De un gran dolor surgió un gran amor y nunca dejaría de dar gracias por ello.

Fin


GRACIAS POR LEERME.

ESPERO LO HAYAN DISFRUTADO.

EN MI BLOG PUEDEN DESCARGAR EL EPILOGO ORIGINAL DE ESTA HISTORIA.

BESOS.