N/A: Este fic es una adaptacion de "El haren de la Tìa Penelope" de Chris Tanglen. Los personajes pertenecen a Stephenie Meyer. Yo solo me encargo de cambiar los nombres y las descripciones.

Este fic contiene escenas sexuales y malas palabras. Es sugerido para mayores de 18 años. Solo sugerido porque yo tengo menos de 18 y lo estoy adaptando.


Capítulo 1

— ¡Oh, Dios, sí! ¡No pares! ¡No pares! ¡Más fuerte! ¡Más fuerte!

Isabella Swan realmente desearía ser la que hacía esta petición en vez de estar tendida sola en la cama, escuchándola a través de la delgada pared del apartamento. Aquí estaba, a medio camino de su vigésimo tercer mes consecutivo sin sexo, forzada a escuchar mientras sus vecinos se ponían a ello casi todas las noches, en un frenesí de júbilo ninfomaníaco. Aunque al menos esta noche la mujer no gritaba las puntuaciones al estilo de las olimpiadas por cada embestida pélvica.

Trató de ignorarlos y concentrarse en el video-juego portátil que estaba jugando, La Gran Aventura del Mono Milton. Había juntado doscientas ochenta y siete bananas, su récord de todos los tiempos y si encontraba trece más pasaría al nivel seis. Éste era el momento cumbre de su día, lo que era aún más patético ya que había llegado tan lejos usando una guía de pistas bajada de Internet.

—Oooooooh ¡fóllame, semental! ¡Clávame esa polla! ¡Clávame esa polla!

Dio un profundo suspiro. La vida era tan cruel. ¿Por qué la señora de al lado, que robaba cada mañana el periódico de Bella, merecía que la follaran hasta destrozar la cama, mientras que lo más cerca que Bella había estado de tener sexo el último año había sido cuando alcanzó a echarle un breve vistazo a la raja del culo del técnico de la televisión por cable?

Era tan injusto.

No era como si no fuera atractiva o una arpía, u oliera mal. Cuando era pequeña odiaba su pelo castaño rizado y sus pecas, pero hacía mucho que había superado esa fase y ahora, a la edad de treinta años, sólo odiaba el modo en que podía quemarse solo mirando una fotografía de un paisaje soleado. Seguro que había engordado un kilito o dos desde su descubrimiento infantil de que el chocolate sabía realmente delicioso, pero los llevaba bien. Y tenía las tetas grandes. Así que, ¿por qué no tenía una cita?

Eso aparte de su insoportable timidez y de que raramente salía del apartamento excepto para ir a trabajar. Como que era difícil conseguir algo de sexo sin salir a conocer al tipo de caballero que gentilmente lo tendría con ella.

Maniobró con éxito al Mono Milton pasando a un cocotero mutante para conseguir otra banana. ¡Sí! ¡Era la Reina de las Bananas! ¡Salve, Bella! ¡Todos de rodillas ante su majestad!

—Ooooh…oooooh Dios…oooohhhh…

Una voz diferente, que venía de un lugar distinto. Ahora los vecinos del otro lado del apartamento estaban teniendo sexo. Eso, sencillamente, era una crueldad. ¿No tenían algo de compasión? ¿Ningún sentido de la decencia?

— ¡Más fuerte! ¡Más fuerte! ¡Fóllame con ese torpedo!

—Oooohhhhhh…oh Señor, si…oooohhhhh es taaaaann buenoooo…

— ¡Fóllame, cariño, fóllame! ¡Métemelo! ¡Hazlo sin piedad!

—Oooohhhhhhhh ssíííííííííí...

— ¡Más fuerte! ¡Dame todo lo que tengas!

—…

— ¡Muy bien, ahora es el turno de Joey!

Milton el Mono cayó dentro del foso de lava.

Bella apagó el juego, cerró los ojos y lloró su trágica pérdida.

...-...

Entró al trabajo exactamente a las 8:30 a.m, como siempre. Otro día en Lavin, S.A. Creando un montón de hojas de cálculo, haciendo conciliaciones de un montón de informes financieros, y bebiendo un montón de bebidas con cafeína. El trabajo en sí no era realmente tan malo; a Bella le gustaba trabajar con números y era buena en lo que hacía. Pero recientemente habían contratado a un nuevo vicepresidente que inició el programa llamado "Nuestros Empleados Son Una Porquería" (no era su nombre real), que básicamente giraba alrededor del concepto de que en este lugar se venía atrabajar y a nada más.

Así que todas a excepción de las más inocuas decoraciones habían sido eliminadas de cada uno de los cubículos; a cada empleado se le permitían dos fotos familiares, siempre que no excedieran la restricción de tamaño de 5x7. Se acabaron las celebraciones de cumpleaños y vacaciones y ahora todo el cuarto piso proyectaba un ambiente estéril y sin vida.

La semana pasada, el nuevo vicepresidente había ordenado al supervisor de Bella que escribiera un informe investigando las razones de la baja moral de los empleados.

Bella se sentó ante su escritorio y encendió su ordenador. Era la primera en llegar, lo que era extraño. Había otros doce empleados en su departamento, y normalmente era la última en aparecer. Tal vez hubieran programado alguna reunión o algo así y nadie se lo había dicho.

Revisó su correo electrónico y sus mensajes. Nada interesante.

Alrededor de las nueve, comenzó a preocuparse. No había pasado por alto el horario de verano, no era fiesta, el sistema funcionaba correctamente y en las otras secciones no parecían estar echando en falta a nadie, así que... ¿Qué estaba pasando?

¿Habría muerto alguien?

Pasó rápidamente las tarjetas del fichero rotatorio y buscó el número del móvil de Jessica, la mujer de mediana edad y cabello castaño oscuro, propensa a reírse tontamente, que se sentaba justo al lado suyo. Jessica contestó al tercer ring.

— ¿Hola?

— ¿Jessica? Habla Bella.

— ¡Hola Bella! ¿Cómo va todo?

—Bien, pero soy la única en la oficina. ¿Dónde estás?

—De camino a desayunar en el Golden Grotto. Probablemente todos los demás ya están allí, pero voy un poco retrasada.

Bella frunció el ceño.

— ¿Pasé por alto algún correo electrónico o algo así?

—No. ¿No te has enterado? Salió nuestro número.

— ¿Qué?

—De los números de la lotería. Ya sabes, los billetes de lotería que cada semana todos contribuíamos para comprar, excepto tú ¡Ganamos! ¡Sesenta y cinco millones divididos en doce partes!

Bella contempló fijamente la pared de su cubículo sin fotos durante un largo momento.

— ¿Qué?

— ¡Todos renunciamos! ¿Sabes de esa gente que gana la lotería y vuelve directamente a trabajar? ¡Decidimos por unanimidad que son unos imbéciles! Lo siento, debo irme, estoy entrando al estacionamiento ahora mismo. Dile hola a Phil de mi parte.

Jessica colgó. Bella continuó mirando fijamente la pared del cubículo por un rato extremadamente largo. Parpadeaba ocasionalmente para interrumpir la monotonía.

Sesenta y cinco millones. No era tanto, repartido en doce partes. Ni siquiera llegaba a cinco millones y medio cada uno. Y los impuestos se llevarían la mitad de eso. Sin mencionar el dólar por semana que les había costado la posibilidad de ganar en primer lugar. No estaban realmente en una situación mucho mejor que la suya. Después de todo, ella aún tenía empleo.

Phil, el supervisor, entró caminando al departamento unos minutos después; parecía físicamente enfermo.

—Ah, Bella, creo que tendré que pedirte que trabajes unas cuantas horas extras esta semana —le dijo.

...-...

—Vaya rollo —dijo Tanya, mordiendo por la mitad un gusanito de gominola ácida de color verde y amarillo.

—Sí —estuvo de acuerdo Bella.

—Lo digo en serio. Qué putada. —Chupó la otra mitad del gusanito dentro de la boca.

— ¿Sabes qué? El propósito de pedirte que vinieras a visitarme era que me ayudaras a sentirme mejor —explicó Bella.

—Oh, lo siento. —Tanya pensó durante un momento—. La incidencia de suicidios en los ganadores de lotería es quince veces mayor que la del ciudadano promedio.

— ¿De verdad?

—No. Si eres así de rico puedes contratar a alguien para que te maten por ti. Éste es muy ácido.

—Por favor no escupas el gusanito de gominola en el suelo.

Tanya masticó el gusanito de gominola y se lo tragó.

—Vaya. Hoy sí que llueven malas noticias —dijo recostándose contra el sofá.

— ¿Por qué? ¿Pasó algo más?

Tanya se encogió de hombros.

—Rompí con Ian.

—Oh no, ¿de veras? ¡Pero si estuvisteis catorce meses juntos!

— ¿Tanto tiempo? Mierda.

—Y ¿qué pasó?

—Hizo su proposición de matrimonio.

—Hizo su proposición… ¿y rompiste con él?

—Sí.

Bella la miró con incredulidad.

— ¿Por qué?

—Lo hizo todo mal.

— ¿Cómo?

—Proponiéndole matrimonio a su jodida masajista en vez de a mí.

— ¡No hablas en serio!

Tanya asintió con la cabeza.

—Ha estado viendo a otra mujer durante los últimos tres meses. Su nombre es Vicki. Están enamorados. Tiene un culo bien prieto.

—Oh, Tanya, lo siento tanto. —Se deslizó sobre el sofá y abrazó a su mejor amiga—. ¿Hay algo que pueda hacer?

—No. Ya le canté las cuarenta. Le dije que podía casarse con la bonita masajista de culo prieto, pero que lo nuestro estaba terminado. Eso le enseñará.

Bella sonrió con tristeza.

—Somos realmente patéticas ¿no es cierto?

—No. No somos patéticas.

Tanya se levantó del sofá. Era un año menor que Bella, pero parecía no tener más de veintipico, con una figura esbelta, un rostro adorable y un largo cabello rubio. Habían sido mejores amigas desde la universidad, aunque Ian, que era guapo pero muy demandante, había absorbido un montón del tiempo de Tanya durante el último año.

—Tal vez éramos patéticas, pero ya no más. Éste es el comienzo de una nueva era para Tanya y Bella. ¡Vamos a salir al mundo de las citas y a tener sexo bueno de verdad!

— ¿No era bueno con Ian? Pensé que dijiste que era bueno.

—Lo fue hasta hace más o menos, humm... tres meses; perdió el interés. Pensé que era porque llegaba hecho polvo después de trabajar tarde todo el tiempo y tenía que ir a todos esos viajes de negocios. Pero eso no viene al caso. El punto es que necesitamos salir a divertirnos.

—No lo sé —dijo Bella—. No he tenido sexo en tanto tiempo que creo que soy virgen otra vez. ¿No duele la primera vez?

—Te lo digo en serio. Echemos unas cuantas canas al aire. Tratemos a los hombres como trozos de carne. Me gusta la carne ¿a ti no? Hay un montón de tipos con los que podría arreglarte una cita si me dejaras hacerlo. ¿Qué me dices?

...-...

—Mi ex-novia, la anterior a mi última ex, era toda una guarra —dijo Dylan—. Siempre estaba así como quejándose y refunfuñando y esas cosas. Y llevaba el pelo hecho un asco. Tomaba unas medicinas que le secaban la boca, así que siempre estaba tomando agua. Debo haber estado realmente borracho cuando dormí con ella esa primera vez, porque era toda una guarra. Sin embargo tú no pareces una guarra.

—Eh... gracias —dijo Bella, mirando incómoda el menú.

—Ah, y mi ex-novia anterior, esa no era una guarra, pero era tan mandona que ni siquiera podías estar con ella en el mismo cuarto. ¡Haz esto! ¡Haz aquello! ¡No te pongas eso! ¡No comas lo otro! Al carajo con ella, en serio. En realidad, ahora que lo pienso, era un poco guarra. Aunque no tanto como mi ex-ex-novia.

...-...

Terrence gesticuló enojado con su grissini.

—Los republicanos no son el problema. Los demócratas no son el problema. ¿Sabes quiénes representan el problema?

Bella negó con la cabeza.

—Son los condenados candidatos de la tercera minoría. Quiero decir, decídete de una maldita vez. ¿Sabes a qué me refiero?

...-...

Silencio.

—La sopa está buena —dijo Bella.

Jeremy asintió.

Silencio.

— ¿Dónde trabajas? —preguntó Bella.

—No trabajo.

Silencio.

—Esta sopa está realmente buena —dijo Bella.

—La mía se está enfriando.

—Ah.

Silencio.

Silencio.

Silencio.

...-...

—Conozco a un tipo que se comería cualquier parte de una vaca. Y quiero decir cualquier parte. Si es de una vaca, este tipo se lo come. Pero si ve a la vaca entera, ya sabes, pastando en el campo al aire libre o algo así, siempre te dice lo feas que son. Es extraño. No a mucha gente le resulta agradable.

...-...

— ¿Sabes qué? Te diré algo: mejor queman todos esos libros de Harry Potter, antes de que nos volvamos una nación de adoradores de Satán.

...-...

—No —dijo Bella.

—Oh, vamos —protestó Tanya—. No seas tan chapada a la antigua. Es un buen tipo.

—Dijiste lo mismo con respecto a uno de cada dos de esos tíos y seguí saliendo con esos…esos... entes. Ya no vas a arreglarme más citas. Ese privilegio te ha sido revocado.

—Todavía puedes follártelos.

—No, porque no me acuesto con hombres que no me agradan.

Tanya suspiró con tristeza.

—Tampoco yo. Dios, qué caliente estoy. ¿Tus vecinos son siempre tan escandalosos?

Sonó el teléfono de Bella. Entró a la cocina y contestó.

— ¿Hola?

— ¿Podría hablar con Isabella Swan?

—Con ella habla.

— ¿Pronuncié bien el apellido?

—Casi. Es Swan, rima con Juan, en inglés significa cisne, pero no es del tipo negro. No se preocupe, todo el mundo lo pronuncia mal. ¿Con quién hablo?

—Benjamín Campbell, de Campbell & Campbell, abogados. Me temo que tengo malas noticias para usted.

— ¿Por qué? ¿Algo anda mal?

—Su tía Lillian acaba de fallecer.


Aqui tenemos el primer capitulo! Tratare de actualizar lo mas seguido posible.

Nos vemos pronto!

Belle Goose