WOW! HOLA CHICASS ACA LES DEJO EL ULTIMO CAPITULO DE ESTA HISTORIA QUE ME ENCANTO Y ME ATRAPO DESDE EL COMIENZO Y DECIDI ADAPTAR GRACIAS A TODAS QUIENES ME ACOMPAÑARON EN ESTA GRAN AVENTURA PRONTO SUBIRE LOS OUTTAKES CUANDO NO LO SE SI ME DEMORE UN MES NO ME DIGAN NADA PUES EN NOVIEMBRE CUMPLO AÑOS Y ESTARE FUERA VARIAS SEMANAS ASI QUE NO SE OK BYEEE AL FINAL LES DIRE EL NOMBRE DE LA HISTORIA DISFRUTEN CON AMOR AnithaPattzCullenPacker
NI LA HISTORIA NI LOS PERSONAJES ME PERTENECEN YO SOLO ME ADJUDICO LA ADAPTACIÓN
Edward colgó el teléfono y se quedó allí de pie, con la mirada perdida. Y fue así como lo en contró Emmett unos segundos después.
—¿Qué ocurre? ¿Algún problema? El diamante...
—No hay ningún problema —respondió Edward tan pronto como pudo reaccionar a las emociones que le había provocado la llamada—. Mañana salgo para España.
—Sé que estás haciendo todo lo que puedes —reconoció Emmeyy, e incluso le puso la mano en el hombro, un gesto muy poco habitual en él—. Tienes muy mal aspecto, hermano
—He mandado a mi mujer a Australia.
—No fue idea mía —le recordó Emmett —. De hecho, creo recordar que traté de prohibirlo. A la gente no le ha gustado que os separaran tan pronto.
—Entonces dime que puedo irme con ella.
—Tráela aquí —le sugirió—. Aquí te necesitamos. Las próximas semanas son fundamentales para la estabilidad del país.
—¿Y después de eso?
—Eres el tercero en la línea de sucesión al trono. Somos tu familia, Edward y, te guste o no, tienes obligaciones.
—Y mientras Jasper de luna de miel.
—Volverá pronto. Él sabe bien cuál es su lugar. —E incluso le gusta.
—No estarás pensando...
—Claro que estoy pensando —replicó Edward, apartándose de su hermano—. Estoy pensando tanto que me duele la cabeza. Tengo que descansar un poco —hizo una pausa y esbozó una sonrisa—. Hasta mi mujer dice que estoy cansado. Mi mujer.
—Es un matrimonio de conveniencia.
—Sí —dijo y cerró los ojos—. Un matrimonio de conveniencia. La familia... Dios, Emmett , déjame vivir. Mañana, España. El deber me llama.
Después de la llamada, Isabella se dio una ducha, comió algo y fue a sentarse bajo el gran eucalipto de Munwannay, junto a la tumba de su hijo. Cerró los ojos y dejó que el dolor la inundara con tanta fuerza que por un momento creyó que no podría soportarlo.
—No tengo alternativa —dijo al pequeño enterrado allí—. Amo este lugar, es mi casa... Tu casa está donde esté tu marido —se corrigió a sí misma—. Pero él no me necesita, incluso le pareció bien que viniera aquí... Será mejor cuando venga Deefer.
Nadie le dio la razón. Su hijo no estaba y su marido se hallaba en el otro extremo del mundo. Estaba sola.
Las primeras cabezas de ganado llegaron el día que acababa la cuarentena de Deefer. Por mucho que deseara ir a buscar al cachorro, y ella debían estar en la granja para comprobar que los animales que llegaban eran los que ella había elegido y pagado.
El trabajo comenzó al amanecer y pasó todo el día trabajando sin parar; verificando la documentación, dando órdenes, etc. Pensaba que si trabajaba sin parar, conseguiría dejar de pensar en Edward. Y al día siguiente tendría a Deefer a su lado.
Entonces ¿por qué se sentía tan vacía?
Era ya de noche cuando se marcharon los últimos camiones después de descargar. Harry estaba tan agotado como ella, así que se retiró a su habitación, seguido de Seth. Isabella los vio alejarse desde el porche.
—¿Quieres comer algo más, querida? —le preguntó Sue cuando vio que se había terminado el sándwich que le había preparado.
—No, gracias. Creo que voy a darme un baño y a meterme en la cama.
—A lo mejor deberías cambiar de opinión —le sugirió al tiempo que miraba el reloj—. Vas a tener visita.
—¿Quién?
—Llamó antes y me pidió que me asegurara de que estarías en casa. ¿Crees que querrá comer algo?
—Pero ¿quién?
—¿Quién crees? —le preguntó con una enorme sonrisa—. Menuda esposa estás hecha.
Era él; por supuesto que era él. El helicóptero aterrizó en la pradera pocos minutos después, en el mismo sitio en que lo había hecho aquel día, cuando los matones de Emmett habían ido a buscarla. Felix salió el primero, pero después no aparecieron los otros tres hombres... sino Edward.
Y en sus brazos...
Deefer.
—Deefer —susurró Isabella como si el perro fuera más importante que el hombre que lo llevaba.
Edward lo dejó en el suelo para que pudiera salir corriendo hacia ella. Isabella lo estrechó en sus brazos y se habría echado a llorar de alegría si no hubiera visto que Edward iba directo hacia ella. Antes de que se diera cuenta, la había tomado en sus brazos.
—¿Qué...? ¿Qué...?
—Dijiste que no podías ir a buscar a Deefer —dijo él y le sonrió con tanta ternura que algo se derritió en el interior de Isabella.
Esa mirada...
Tenía que controlarse. Seguro que sólo era una visita fugaz. No podía permitirse ablandarse de ese modo.
—Lo habías planeado todo.
—Esperaba poder hacerlo, pero no podía estar seguro porque acabo de llegar de Francia.
Así que seguía con su misión y volvería a irse enseguida... Sólo estaba allí para asegurar a sus súbditos que seguían casados. Apenas podía hablar. ¿Cómo iba a poder soportar que fuera y viniera a su antojo?
—¿Cuánto... cuánto tiempo te quedarás? —susurró, apretando la cara contra su pecho.
Edward se echó a reír y se apartó de ella sólo lo justo para mirarla a los ojos. Y lo hizo de un modo que Isabella no había visto nunca antes.
¿Con certeza? Sin duda era todo un príncipe, más allá del apellido; lo llevaba en la sangre.
—Me quedo todo el tiempo que tú quieras —le dijo.
Isabella tuvo la sensación de que se le detenía el corazón dentro del pecho.
-¿Qué?- Pregunto Ella
—Me quedo contigo, mi amor —repitió y se in linó a besarla con increíble ternura.
Debía de haberlo entendido mal, pero no podía preguntárselo porque estaban besándose y apenas podía pensar.
Las protestas de Deefer los obligaron a seguía sonriendo. Isabella dejó en el suelo a Deefer, que echó a correr instintivamente hacia Seth.
—¿Estará a salvo? —preguntó Edward.
—Sí, Seth es muy bueno —y lo demostró en seguida, cuando el cachorro se le tiró encima y tuvo que aguantar estoicamente.
—Hay que educar a Deefer en el respeto hacia sus mayores —bromeó Edward—. Mañana le daré la primera lección.
—¿Vas a estar aquí mañana?
—Sí —respondió sin titubear, y volvió a besarla.
—Tenemos espectadores —advirtió Isabella, consciente de que Sue podía verlos desde la cocina, y seguramente también Harry.
—Entonces démosles un buen espectáculo —su girió él, y volvió a besarla.
Esa vez ella lo interrumpió para exigirle una explicación.
—¿Cómo has podido venir... y cómo piensas quedarte?
—Estoy salvando a mi país —aseguró—. Como servidor de la patria, es lo único que podía hacer.
—Estás loco. ¿Podrías explicármelo bien, por favor?
—Muy sencillo —dijo y sonrió de nuevo, una de esas sonrisas que Isabella adoraba—. Tuviste mucho éxito entre el pueblo y se levantó mucho alboroto con tu marcha.
—No te creo.
—Pues es cierto —respondió con más seriedad—. Emmett sugirió que tenías que volver.
—¿Para que me cortaran las alas?
—Eso le dije yo... No quería verte con las alas cortadas.
—Entonces...
—Emmett no dejaba de decirme que tenía que pensar en mi familia y ponerla por encima de todo. Y de pronto se me ocurrió...
—¿El qué? —Isabella ya no podía más de impaciencia.
—Pues que tú eres mi familia —dijo y recuperó la sonrisa—. No me había dado cuenta hasta ese momento, pero de repente lo vi con total claridad. Isabella, tú eres mi mujer y vives aquí, un lugar que adoro y en el que quiero trabajar. Mi hijo está enterrado aquí y mi perro esperaba a que alguien fuera a recogerlo. Si el pueblo quiere un cuento de hadas, ¿qué mejor historia de amor que ésta en la que tú rescatas al príncipe y vivimos juntos para siempre?
Apenas podía respirar y mucho menos hablar.
—¿Dejarías Volterra... por mí?
—Ya lo he hecho —afirmó—. No he abandonado mis obligaciones. La comisión de investigación ha concluido y yo he hecho todo lo que he podido en relación con el diamante, pero no me preguntes nada porque no puedo contártelo y además, ya no es importante para nosotros.
—Pero... tu madre... y Emmett...
—Tendrán que entenderlo —dijo dulcemente—. Mi padre ha muerto y ellos tienen que replantearse qué es lo importante realmente. Mi madre ya ha dado algunos pasos. Mi camino está claro. Tengo una nueva familia. Tengo una esposa, un perro y una granja en Australia... y una isla fabulosa a la que podemos seguir yendo de vacaciones.
—Pero no puedes —dijo, confundida—. Eres el tercero en la línea de sucesión al trono.
—Ya no —volvió a abrazarla, apretándola con fuerza contra su cuerpo—. Lo expliqué muy claramente cuando me dirigí a todo el pueblo de Volterra por televisión hace un par de noches. Mi hermano está perfectamente capacitado para gobernar el país. Tiene a Jasper a su lado y, lo que es más importante, también tiene a mis hermanas. Hasta ahora él no se había dado cuenta porque nos inculcaron que las mujeres debían estar relegadas a un segundo plano, pero sé que eso no está bien y se lo dije a Emmett. Se lo he dicho a mi madre, a mis hermanas y a todo el país. Yo he hecho todo lo que estaba en mi mano, pero ahora es mi momento... nuestro momento —corrigió—. Este lugar es bastante grande, ¿crees que podrías compartirlo conmigo?
Isabella no pudo aguantar el llanto por más tiempo, pero esa vez eran lágrimas de felicidad.
Su marido. Su amor.
—Creo que podremos hacer un hueco para ti —respondió con un susurro—. Si realmente quieres.
—¿Cómo podría no querer? —la levantó del sue lo y dio varias vueltas antes de volver a bajarla para besarla de nuevo—. Mi amor.
—¿Entonces ya no soy princesa?
—Los títulos no se pierden aunque uno dimita o abdique. Sigues siendo princesa.
—Pero aquí nadie va a llamarte príncipe, ni Alteza. Sólo serás Eddie, como te llamaban los empleados de la granja hace años.
—Eddie..., me gusta.
—Dime... Eddie, ¿crees que podríamos entrar a casa? —le susurró—. Todo el mundo nos mira.
—¿Y qué quieres hacer que no quieres que te vean?
—Ven conmigo y averígualo.
Eran casi las dos de la mañana y Isabella no podía dejar de dar vueltas en la cama. Le había ocurrido ya varias noches. Era una extraña sensación de inquietud, como si algo no fuera bien. ¿Cómo era posible? Estaba acurrucada en los brazos de su marido, desnuda junto al hombre al que amaba.
Estaba en donde quería pasar el resto de su vida y lo sabía con la misma certeza con la que había creído a Edward cuando le había dicho que de vez en cuando tendría que volver a Volterra, pero que sería sólo de visita y siempre acompañado por ella, por su esposa.
Y sin embargo, seguía inquieta.
Finalmente se levantó de la cama, se puso una bata y fue a la cocina, donde seguía la compra que les había llegado aquella tarde y que nadie había tenido tiempo de colocar.
—¿Dónde...?
Volvió al dormitorio diez minutos después y encontró a Edward despierto, esperándola. Le tendió los brazos para que volviera a su lado, pero ella negó con la cabeza.
— Edward, tengo algo que... Me gustaría ir a un lugar. ¿Podrías venir conmigo?
Él no preguntó nada, ni protestó; simplemente se levantó de la cama, se puso lo primero que encontró y la siguió. Deefer no se inmutó siquiera, había sido un día muy largo y dormía plácida mente.
Isabella no dijo ni palabra mientras salían de la casa. Tenía el corazón a punto de estallar, no podía hablar. Agarró de la mano a su marido y lo llevó hasta el viejo eucalipto, donde descansaba Mason.
Se detuvieron junto a la tumba. Edward la observó detenidamente, luego se agachó para tocar la lápida. Recorrió las letras con el dedo. Había luna llena y se leía perfectamente lo que estaba grabado en la piedra.
Mason Edward Swan. Su pequeño, al que había querido con todo su corazón.
—Mi hijo —susurró por fin Edward y su voz estaba empapada de dolor.
—Mason fue una bendición —dijo Isabella, arrodillándose a su lado—. Una preciosidad. Mañana te enseñaré unas fotos suyas. Era exacto a ti.
—Cuánto me habría gustado...
—No importa —le dijo y le tomó la cara entre las manos para besarlo. El dolor que había sentido ella todos esos años se reflejaba ahora en el rostro de Edward, un dolor compartido—. Edward... ¿te acuerdas hace años cuando hicimos el amor? ¿Te acuerdas que tomamos precauciones?
—Pero es obvio que no funcionaron.
—Es cierto.
Debió de percibir algo en su voz porque volvió a mirarla con gesto desconcertado.
—¿Qué... qué intentas decirme?
—Ya demostramos una vez que somos una pareja muy ardiente —susurró-. Somos todo un desafío para los y nuestros hijos.
—Nuestros hijos.
—Perdimos a Mason —dijo mirando de nuevo a la tumba—. Pero siempre estará con nosotros. Y dentro de ocho meses...
—Estás embarazada —adivinó por fin—. ¡Estás embarazada!
Su reacción no dejó lugar a dudas, la alegría inundó su rostro.
—¿Vamos a tener un hijo?
—No sabía cómo decírtelo. No estaba segura, así que al hacer el pedido de la compra, encargué una prueba de embarazo.
—¿Entonces está confirmado?
—Sí —respondió con una sonrisa, y esperó a que él la abrazara.
Pero no lo hizo. Fue como si fuera demasiada alegría que asimilar. Se volvió lentamente hacia la tumba y volvió a tocar la lápida con una ternura que hizo que a Isabella se le llenaran los ojos de lá grimas.
—No estuve aquí cuando los dos me necesitaron —comenzó a decir—. Pero prometo que estaré siempre de hoy en adelante. Y tú, hijo mío, siempre serás parte de esta familia.
Isabella ya no podía más. Estaba llorando a todo llorar y no le importaba que las lágrimas le empaparan el rostro porque ya no lo consideraba un signo de debilidad. También veía el brillo de las lágrimas en los ojos de Edward.
«Somos un par de llorones,» pensó.
Entonces Edward sonrió y la tomó en sus brazos. No era ningún llorón, era su príncipe. Su hombre.
—Mi familia —susurró él—. Mi maravillosa esposa cautiva, que ya no está cautiva, sino que me ha atrapado a mí con su amor. Para siempre.
La tumbó sobre el lecho de hojas de eucalipto y la besó de nuevo. Y luego, ya de vuelta en la casa, la amó durante toda la noche... y el resto de sus vidas.
Fin
MILES Y MILLONES DE GRACIAS A LAS ALERTS Y FAVORITES A LAS LECTORAS ANONIMAS A QUIENES ME DEJARON REWIEW A LAS QUE ME ANIMARON A SEGUIR ADELANTE BESOS A TODAS EN FIN EL NOMBRE REAL DE LA HISTORIA ES? TA TA TAN " CASA REAL DE KAREDES 3 TIEMPO DE AMAR" ESCRITA POR MARION LENNOX
