Mil palabras no son necesarias para demostrar amor

Una joven humana giraba entre la hierba y las flores silvestres, el resplandor del sol calentaba su pálido rostro, el espeso cabello oscuro se movía en ondulantes movimientos por la brisa que azotaba el prado. Disfruto tanto como pudo la tranquilidad de estar sola en el bosque, pero debía terminar con sus tareas. Se recogió el cabello y se puso el kasa para resguardarse del sol, tomo la cesta con las hierbas y se adentró entre los arbustos para buscar las plantas medicinales que le habían pedido.

El sol se estaba ocultando cuando termino con la recolección. Entre las ramas de uno de los arboles más altos un demonio espiaba cada movimiento de la humana, la siguió en silencio, aunque se molestó cuando noto que ella no tomaba el camino para su aldea, en cambio se adentraba a la espesura del bosque. Pronto anochecería, si él no estuviese protegiéndola podría estar en peligro. El daiyokai chasqueo la lengua contrariado, reprendería a su protegida, por su imprudencia.

Dos fragancias desagradables inundaron el sensible olfato del yokai, fácilmente reconocibles: un demonio y un humano. El demonio le traía sin cuidado, quien no soportaba era al humano. Su descarado interés con su humana, le hastiaba.

―Rin― escucho que el humano llamaba a su protegida. No mucho después bajaba con rapidez desde las alturas montado en el nekomata. Cuando llegaron frente a Rin, el humano bajo con agilidad del yokai y abrazo a su protegida haciendo caer su kaza, el cabello cayó en una cascada negruzca, gruño molesto, por su atrevimiento aunque no se movió de su lugar para separarles.

La nekomata se trasformó, quedando en su forma más vulnerable y se acercó a su humana ronroneando para llamar su atención. El humano se separó de Rin y ella no tardo en tomar en sus brazos al yokai que se acurruco en su pecho.

― Los extrañe mucho ― gimoteo Rin tomando una mano del humano posesivamente ― ¿Por qué tardaste tanto en regresar? ¿Ya fuiste a ver a Sango? ¿Has entrenado mucho? ¿Hiciste nuevos amigos? ― interrogó con el mismo júbilo que mostraba cuando él la visitaba. El humano se ruborizo y le sonrió de una forma que se le antojo sospechosa al daiyokai.

― ¿Que he dicho? ¿Por qué sonríes de esa forma? ― preguntó en un puchero que hacia evidente sus carnosos labios. El rostro del exterminador se sonrojo con más intensidad.

―No has cambiado, Rin―le explico aunque miraba testarudamente al suelo. Él aprobó la acción, no le satisfacía que un humano estuviese admirando los atributos de su humana ― Sigues igual de parlanchina.

―Y tú eres muy malo Kohaku― le recrimino Rin jalando el brazo del humano. Alzándose en la rama del árbol, supo el instante exacto en el cual Rin apretó inconsciente a Kohaku hacia sus pechos turgentes, de no ser porque el exterminador se alejó de un salto, habría sido un humano muerto.

Era un hombre, con una constitución delgada, pero seguía siendo un macho adulto y Rin ya no era una niña, ya había pasado la delgada línea y era una mujer con una figura esbelta, aunque mantenía esos ojos oscuros que le eran tan familiares, seguía siendo para él su cría humana. Tenía que llevarse a Rin o decididamente entregársela al exterminador. «Es inevitable amito, Rin ya está en edad de tener una familia» La voz de Jaken resonó desagradable en su mente, desde hace un año era lo único que decía su sirviente.

― ¿Te sientes mal Kohaku? ― el tono preocupado de Rin lo alerto. Su humana estaba acuclillada frente al exterminador, que en su premura por alejarse de ella, había caído inevitablemente en la tierra.

― Si, Rin tranquila ― estaba ruborizado cuando hizo intentos para levantarse.

―Quédate sentado un rato más, ― le pidió Rin apoyando su mano en su hombro ― No te vez muy bien ¿Sera que tienes fiebre?

―Solo es el calor Rin ― le mintió ―Siéntate y cuéntame cómo ha estado todo por la aldea.

― ¿Seguro que no te sientes mal? ― le pregunto nuevamente acercando su frente a la del humano que tembló ante la cercanía. El daiyokai entrecerró los ojos, tendría que decirle a Jaken que le explicara Rin la importancia de respetar el espacio personal, era eso o se quedaría sin amigos.

―Rin estoy bien ― aseguró el humano alejándose. Su protegida por fin cedió y se sentó.

― Pues he ayudado a la señorita Kagome con los enfermos, recolectar hierbas y Sango me está enseñando a luchar,― eso ultimo hizo que el daiyokai mirara con más atención a Rin, no estaba lo suficientemente cerca para notar heridas visibles de esos entrenamientos. Su humana no tendría porqué luchar ― pero tú no me has contado nada sobre tu viaje, seguro que has conocido muchos lugares interesantes, cuando yo viajaba con el señor Sesshomaru veía los paisajes más hermosos, ―escuchar su nombre le hizo pensar que lo habían visto, al mirarlos supo que era solo una conversación sobre su persona.

El cielo cada vez estaba más opaco pronto anochecería, se preguntó cuándo tiempo pensaba Rin estar a solas con el humano. Ignoro la conversación, no podía tener esa actitud se recrimino el yokai, aunque no dejaba de observarlos.

Un hecho inminente lo hizo erguirse nuevamente, pero él era Sesshomaru y no tendría que estar interviniendo de tal forma en la vida de Rin, aunque fuese su protegida, se quedó muy quieto. Kohaku miraba a Rin con deseo, no dejaba de evaluarla y eso solo podía significar que haría su movimiento «Si ella se opone intervendrás» se dijo.

Sucedió, el humano beso a su protegida, aprisiono sus labios torpemente contra los de ella. La mirada de asombro de Rin resultaba absurda, todas las señales estuvieron ahí solo que no las había visto, estuvo de acuerdo con Jaken, era despistada.

Espero tenso por segundos, aun cuando quería ir y acabar con el exterminador, ya una vez estuvo a punto de matarlo, seguro que podría terminar el trabajo. Pero Rin no se estaba oponiendo y eso resultaba frustrante, no podía atacar.

Una mano de Rin empujo el pecho de Kohaku, éste no se separó si no que envolvió con sus brazos a su protegida. Ella siguió resistiéndose y fue su señal.

Los humanos no notaron su presencia, pero los animales si lo hicieron y el nekomata del humano se transformó. El exterminador seguía buscando una reacción favorable y eso no hizo sino empeorar su humor.

―Aléjate de ella ― ordenó amenazante. El humano se movió con agilidad, tomando el arma que sujetaba a su espalda, solo alcanzo a distinguirlo cuando ya él lo tomaba con su látigo, lanzándolo por los aires, alejándolo de su protegida que estaba atónita. El nekomata, rugió con ferocidad, pero no le ataco si no voló hasta su dueño.

― ¡Señor Seshomaru! ―exclamo Rin, sus mejillas denotaban su bochorno. Se levantó temblorosa, se preocupó inmediatamente si el exterminador la había lastimado sin que él lo advirtiera.

― ¿Rin, te encuentras bien? ― le pregunto, sin cambiar su semblante inexpresivo.

―Si amo ― pero sus dedos rozaron sus labios delatándola, estaba perturbada, eso avivo su ira contra Kohaku ― Amo y ¿El señor Jaken y Ah-Uh? ―preguntó, aunque no dejaba de mirar hacia los arboles a donde había lanzado al exterminador.

― ¿Le sucedió algo al señor Jaken? ― su preocupación era tangible, pero tenía una prioridad más allá de responder sus preguntas y era alejarse de Kohaku o terminaría matándolo, no sería el primero.

―Nos vamos Rin ― su protegida lo dudo, se quedó ahí de pie mirando atrás «Es inevitable amito, Rin ya está en edad de tener una familia» la maldita voz de Jaken insistió nuevamente. Tendría que llevársela o perderla ―Puedes quedarte si lo deseas, Rin.

―Yo… ― dudo ―iré con usted amo―concluyo sonriéndole y caminado hasta su posición.

― ¡Te iras con el Rin! ― acusó el exterminador a voz de grito a Rin ―Por nueve años te dejo en esta aldea aunque tu suplicaste estar a su lado, te va abandonar cuando se aburra de ti, ― el rostro de Rin era de perplejidad ― ¿Nos dejaras? Te necesitamos Rin. Debes estar con los tuyos ― sus últimos alegatos eran los únicos con algo de sentido, determino el daiyokai.

«Este es su momento para decidir, si prefiere quedarse con el humano, se encargaría de proveerlos de un techo y desaparecer » se dijo Sesshomaru. Rin lo miraba y luego a Kohaku.

― ¿Me abandonará?, ―hablo por fin Rin, con cierta acritud ― tú también te fuiste Kohaku y jamás te recrimine por ello. Todos tienen su vida y yo quiero hacer la mía. En esta aldea siempre seré la protegida de un demonio, ellos no me aprecian y no pasare mi vida esperando que lo hagan.

―Rin, ¿qué te puede dar él? nunca te querrá, morirás sin alguien que te amé Rin, sin hijos, sola ― su humana camino hasta Kohaku con decisión y él estuvo listo para marcharse, tendría que enviar a Jaken para…

El sonido lo alerto, la mejilla del exterminador estaba roja, él también estaba sorprendido. El golpe era una nimiedad, si fuese otro, se habría ofrecido en mejorar la lesión.

―No tienes el mínimo derecho a decir eso Kohaku, el señor Seshomaru a cuidado de mi por años y si él decidió que podré estar a su lado nuevamente iré, así deba entregarle mi vida y más que eso ― el olor de las lágrimas le molestaba, pero se mantuvo apartado.

―Rin, perdóname por favor, pero no te vayas― imploro tomando el brazo de su protegida.

―Suéltame– le pidió, pero el humano no entendía razones y la apretó con más fuerza ―Suéltame, no sigas arruinando la imagen que tenia de ti te lo pido.

―Suéltala― ordenó, cansado ya del drama, Rin había dejado más que obvia su posición y no era necesario mantenerse más tiempo allí. Kohaku la soltó renuente y Rin regreso a su lado. Rodeándola con sus brazos, la alzo con facilidad y ascendieron al cielo en un destello de luz.

Su amo la dejo en la entrada de la aldea, la noche había tomado su dominio en el cielo y la luna se hallaba ausente, aún estaba afligida por las crudas palabras que le había dicho a Kohaku y su mano derecha aun ardía recordándole su agresividad. Se secó las lágrimas con cierta agresividad ante la imperturbable presencia de su señor.

―Al amanecer partiremos Rin ― esa era la frase con la que Rin soñó muchas veces y escucharlas por fin hizo que entendiera la magnitud de su decisión. Olvido un segundo a Kohaku y se permitió sentirse feliz ante su inminente viaje.

―Sí, señor Sesshomaru ― se despidió con una reverencia y corrió por el arenoso camino hasta la aldea, tenía muchas cosas que hacer. Llego jadeante en pocos minutos a su cabaña, que por muchos años compartió con la venerable Kaede, hasta su partida dos años atrás.

El lugar estaba solo y oscuro, a tientas busco el encendedor –Uno de los objetos más útiles que le había dado Kagome- prendió la leña y todo el lugar se llenó de la cálida luz. Camino hasta un rincón donde un gran baúl guardaba todas sus posiciones, en su mayoría regalos de su amo. Tomo una mochila que estaba pulcramente doblada y en ella con cuidado embutió sus más valiosos kimonos, cada uno tenía un recuerdo de las visitas de su amo; Una preciosa peineta que le regalo Kagome e Inuyasha, una daga de hueso de dragón obsequio de Sango que profesaba siempre « una mujer siempre debe estar protegida», su compañero el monje Miroku no estuvo de acuerdo con ello «las mujeres deben tener en sus manos solo el suave cuerpo de sus hijos, además a Rin la protege Seshomaru con eso es suficiente»

Sintió la dureza de un dije entre los kimonos, al alzarlo a la luz para apreciarlo mejor, noto que era un regalo de Kohaku. Solo pensar en él, le recordaba el beso que le robo, toco con la punta de los dedos sus labios. Kohaku se le había declarado, se dijo, le parecía extraño ella siempre lo vio cómo su mejor amigo y se sentía triste al no poderle corresponder sus sentimientos, pero amaba a su señor Sesshomaru y él lo sabía.

Con horror noto su crueldad, ¡se lo había dicho! algunos años atrás,

Kohaku, ¿si te cuento algo tu no se lo dirás a nadie? ― él se había ruborizado, era aún muy tímido.

Te guardare el secreto aunque me cueste la vida Rin ― respondió con seguridad.

Es que, yo… creo que me he enamorado del señor Sesshomaru cada vez que le veo mi corazón late fuerte y... yo me imagino besándolo ― tartamudeo avergonzada. Kohaku tardo varios minutos en responder, cuando lo hizo fue un sonido ronco « Fue tristeza» se dijo, era tan obvio ¿Por qué no lo noto antes?

No creo que estés enamorada Rin, puede que tan solo sea admiración que le tienes― Rin en esa oportunidad había pensado muy seriamente esa posibilidad. Recordándolo era evidente que él deseaba que ella desistiera de ese sentimiento ― Él salvo tu vida y te cuido cuando estabas sola, es solo gratitud lo que sientes.

Su actitud en aquella oportunidad fue hosca y al día siguiente había partido sin despedirse, era doloroso comprender que ella fue la causante de ese dolor, pero Kohaku siempre fue su amigo y ella no pensó que el la viese de otra forma. «Fui tonta y lo lastime, una y otra vez» se reprochó.

Guardo el dije en lo profundo de su equipaje, sin importar lo que sucediera Kohaku siempre seria su mejor amigo y deseaba llevar algo de él consigo. Rin dejo el bolso junto con su arco, no sabía utilizarlo con la habilidad de Kagome, pero era el único recuerdo que poseía de la venerable Kaede.

Salió de la cabaña poco después, tenía que despedirse. La cabaña de Inuyasha estaba muy cerca del bosque, Kagome le explico que ese era el mismo lugar donde estaba su otro hogar. Rin no comprendía muy bien los viajes en el tiempo, aunque si entendía la importancia de estar cerca de los lugares que te hacían feliz.

Rin se recargo en el árbol sagrado, no hallaba una forma de decirle a Kagome que se iría de la aldea, ella la cuido después de la muerte de la venerable Kaede y fue una mentora dulce. La extrañaría tanto.

― Te iras con el idiota de Sesshomaru ― la voz hosca de Inuyasha la sobresalto. Inuyasha bajo de un salto de las ramas del árbol, su cabello negro siempre resultaba extraño. Luna nueva, por supuesto.

― ¿Cómo lo supo?

― Ese idiota ha estado rondándote toda el día y luego apareces en medio de la noche. ¡Feh! No es difícil de comprender ― dijo, mientras alborotaba su cabello en un gesto cariñoso ― Kagome está durmiendo, mañana hablare con ella. Ve con él y no dudes en regresar si no te sientes contenta su lado. Siempre serás bienvenida.

―Gracias señor Inuyasha.

―No seas tonta Rin, anda y se feliz … ― conmovida por sus palabras, Rin abrazo a Inuyasha y con una sonrisa, regreso a la aldea, esta vez para despedirse de su mentora.

Subió las empinadas escaleras, la brisa fría azota sus cabellos, pero quien la aguardaba en la cima, merecía cada escalón, un pequeño altar, donde reposaban sus restos. Se arrodillo frente a las ofrendas, y rezo una plegaria silenciosa.

―El señor Sesshomaru ha venido por Rin, venerable Kaede como usted me aseguro, le agradezco todo lo que hizo por mí, pronto la vendré a visitar y nunca lo olvidare ― le conto cariñosamente. Enjuago con la manga del kimono las lágrimas que se derramaban, por sus ojos. Extrañaría aquel lugar, pero su vida estaba al lado de su señor.

Cuando por fin se durmió, una cálida sensación de felicidad la envolvía. Se sentía protegida. Los espíritus de sus familiares la cuidaban y un temible daiyokai velaba su sueño. Rin, nunca estaría sola.

Rin despertó muy temprano, se lavó el rostro y mordiendo hojas de menta, se cambió por un kimono más abrigado, las mañanas en esas épocas eran frías. Al salir de la cabaña, Sesshomaru la esperaba, tenía todas sus pertenencias en la mochila sujeta su espalda. Con una sonrisa en el rostro camino junto a él.

Sesshomaru por su parte estaba inexplicablemente satisfecho de tener a Rin nuevamente a su lado, aunque era algo que no reconocería jamás. Seguía siendo el gran Sesshomaru, después de todo. Pero el caminar junto a Rin, le hacía comprender una situación desagradable. Aunque quedaban yokais y hanyou en su palacio que tendrían el instinto de apropiarse de ella.

Existía una sola forma de impedir todo eso. «Rin es humana» Aunque no era cualquiera, se dijo, si no su protegida la que él había salvado y cuidado durante todos estos años, la vida de ella le pertenecía a él, por eso nunca permitiría que nadie tocara. Exacto así será, tendría que dejarle claro quién era él que tenía derecho sobre ella así que detuvo su marcha, decidido. Tan solo llevaban recorrido unas cuentas leguas, pero estaban lo suficiente lejos como para que el hanyou de Inuyasha no pudiese percibir el cambio.

―Rin― la llamo con su tono de voz indiferente.

―Si amo, Sesshomaru – ella tenía sus ojos fijos en él, atenta a lo que diría.

―Tú me perteneces – le dijo, la forma en que sonrió Rin hacia evidente que lo sabía, pero notaba cierta confusión en su mirada, como si no supiese a que llevaría todo eso.

―Rin siempre será del amo Sesshomaru –afirmó, su protegida.

La tomo por el rostro y noto como la piel se calentaba, instintivamente se humedeció los labios con la lengua y fue una actitud que se le antojo provocativa, aunque no era esa la razón por la cual la sujeto. Deslizo sus garras por la tersa piel hasta su cuello, despejándolo con un simple movimiento el cabello negro que lo cubría. Un jadeo revelo la inquietud de su protegida. Cuando bajo hasta el hueco en su hombro, percibió el latido de su vena, en su piel traslucida. Paso por instinto la lengua por la cálida piel y cuando la mordió, Rin gimió y se dejó caer en sus brazos. Cerró la herida y la sujeto hasta que ella fue capaz de mantenerse erguida por si sola.

«Estaba hecho»

―Amo Sesshomaru, ¿por qué fue eso? ―pregunto Rin con el rostro sonrojado y la mirada vidriosa, sus dedos recorrían las marcas que habían dejado sus colmillos. Una marca permanente.

―Asegurar que me perteneces – dijo indiferente, pero Rin podía notar que algo importante había pasado en ese momento, como si un vínculo permanente se crease entre los dos, su corazón latía fuerte y aunque su amo no dijo ninguna palabra que sellara sus destinos, sintió que lo había hecho con una simple acción ¿Esta sería su forma de demostrar amor? Una vocecita en su mente le dijo que, si y ella le creyó.

Fin

Editado. Gracias especiales a Atenas por su sugerencia, hace poco comencé a editar la historia Descubriendo el Significado de los sentimientos, pero como acertadamente ella menciono no edite primero este one-shot que le precede. Esta fue mi segunda publicación en esta página, hace ya cinco años, espero que la disfrutaran. Me encantaría leer su opinión sobre ella y les recuerdo que mañana subiré el séptimo capítulo de mi otra historia.

Nahomy H.