Ciego


Ciel Phantomhive -pensaba su mayordomo- está completamente ciego.

A pesar de tener un parche sobre su ojo derecho, el pequeño conde tiene sus ojos completamente sanos. Sebastián lo sabe mejor que nadie.

Aún así, el niño de mirada azul no ve el deseo oculto bajo los guantes de aquellas manos que lo bañan y lo visten, no ve la devoción del cuerpo que lo cubre y protege de balas y enemigos, ni nota la satisfacción de los brazos que cargan su pequeño cuerpo; tampoco repara en la caricia que hay en los ojos del demonio cuando lo mira y aún menos nota el dolor cuando su mano rechaza la de su sirviente.

No, Ciel no nota nada de esto. Ciel no ve lo mucho que Sebastián Michaelis lo ama.

Y es así como Sebastián, con una sonrisa estoica, soporta el dolor en su pecho, provocado por la indiferencia de su amo.

Porque, después de todo, el amor que siente el demonio por el niño, también es ciego.