Alivio


Los niños son mis héroes favoritos. Antes, creía en las películas de acción y mis héroes favoritos eran Superman, Iron man o Batman, pero luego de ver a mis niños, Abbas y Azhar mostrar valentía para abordar un avión por primera vez, ellos se habían convertido en mis nuevos superhéroes. Porque, aún con miedo, terror e incertidumbre, sacaron valor de donde creían que no tenían y abordaron el avión que nos llevaría a nuestro nuevo hogar, al otro lado del océano. Íbamos a Chicago, decidimos ir todos hacia allí.

Los miré mientras el piloto nos daba la bienvenida en el vuelo, antes de despegar, Abbas parecía el más serio, demostrando coraje a su hermana, que parecía más nerviosa. Ambos estaban vestidos con jeans y remeras, una campera de franela y zapatillas de lona, dejando atrás los incomodos vestidos y túnicas que habían vestido en Libia, según la tradición musulmana. Abbas estaba bien peinado y Azhar mantenía envuelto su cabello con el hiyab, algo que había querido mantener. Estaba bien… ellos tenían raíces y las respetaríamos. Ambos estaban sentados entre Edward y yo mirando todo los pequeños artilugios que habían en los asientos y sobre ellos. Edward le estaba enseñando a Abbas acerca de los auriculares para ver la película que seguramente proyectarían a mitad del viaje.

Cielos… yo era la más excitada del grupo, moría por mostrarles todo, absolutamente todo. Sentía que eran libres por primera vez, que iban a conocer tanto que seguramente se sentirían confundidos y apabullados. A pesar de mi excitación, entendí que debíamos ir de a poco, primero instalándonos en la casa de Edward y luego ir enseñándole cosas. El resto vendría con el tiempo, la escuela, conocer familia, amigos… solo quería y anhelaba que ellos fueran felices. El resto nada importaba. Además, teníamos trabajo que hacer al llegar, organizar una boda.

Sonreí mirando mi anillo en mi dedo anular, amaba tocarlo, me recordaba que pertenecía a alguien, ese alguien era el amor de mi vida, que había tenido la dicha de conocer en esta aventura tan poca convencional. Alcé la cabeza y vi a Edward interactuando con mi niño, ambos estaban intentando abrochar el cinturón de seguridad.

-Así mira- murmuré al atrapar a Azhar intentando con el suyo. Le enseñé a hacerlo abrochando el mío y ella comprendió en seguida, me regaló una sonrisa y acurrucó sus manos en su regazo, sonriendo tomé una de las suyas y la sostuve cuando el avión comenzó a carretear por la pista. Escucharon atentos las indicaciones de la aeromoza y se maravillaron cuando el avión comenzó a ascender, Azhar apretó mi mano con fuerza y la mano de su hermano y ambos rieron cuando el cambio de presión les hizo cosquillas en la barriga, miré a Edward, él reía mirando la escena, levantó los ojos y me dedicó una de sus sonrisas llenas de amor. Reposé mi cabeza en la cabecera del asiento, nadie comprendería jamás el alivio que era para él y para mí, regresar a casa. Ahora si podíamos respirar tranquilos, no habría más peligros… al menos, más de los que esperábamos. Él había sido mi héroe personal días atrás cuando sufrimos el ataque de un rebelde en la base, demostró su valía y osadía. Esa imagen nunca se borraría de mi mente.

Ahora nos dirigíamos a otra vida, una más tranquila y llena de promesas y buenas expectativas. Seríamos una familia.

-¿Qué piensas mi amor?- la pregunta de Edward me sacó de mis propias cavilaciones. Alcé la mirada hacia él y sonreí,

-Solo pensando en todo lo que nos espera en casa- murmuré mientras nuestros niños miraban por la ventanilla del avión estirando sus cuellos, las nubes debajo nuestro parecía un manto suave de algodón.

-Amo que te refieras a casa con esa pertenencia…- sonrió haciéndome sonrojar, no lo había siquiera pensado, simplemente así lo percibía.

-No lo pensé… en realidad donde tú estés es "casa" para mí- reí negando con la cabeza –siempre pensé que algo así sonaría chiché, pero es cierto…-

-Eso demuestra que nunca estuviste enamorada bebé- dijo él con cierta arrogancia –somos uno, así lo piensas… y no sabes lo que eso me hace-

Oh por dios…

Su voz se había tornado ronca y melosa, era increíble como el deseo nos tenía embobados cada vez con más urgencia. No habíamos hecho el amor, habíamos jugado… mucho, pero sexo en el real sentido de la palabra, aún no. Él se negaba a que nuestra primera vez fuera en un catre del ejército, en una base de refugiados. Y le agradecía la consideración, pero lo deseaba, jugar no era suficiente, nunca lo sería. Aunque entendía que él era una criatura de hábitos. Necesitaba su lugar, su comodidad y la mía en principio, la seguridad.

-No hables así- dije tanteando los auriculares en el bolsillo del asiento. No podía torturarme así. Escuché su risa antes de tapar mis oídos, el sonido de música relajante sonaba en mis oídos.

El viaje fue tranquilo, temía que atravesáramos una tormenta o turbulencias, pero en general los niños había disfrutado de su primer viaje en avión. Cuando llegamos a Chicago, nos tomamos el tiempo antes de levantarnos de los asientos y tomar nuestros bolsos de mano para salir del avión. Edward llevaba la delantera con mi niño, más que nada para que no se mezclara con la gente al salir, yo me aferraba de Azhar.

-Tenemos que ir en busca del equipaje y salimos a casa, hay un auto esperándonos- murmuró Edward sobre su hombro, de una mano llevaba a Abbas y en la otra su bolso verde militar. Asentí y lo seguí a través de la puerta de arribo, teníamos que registrarnos en migraciones y presentar el permiso de los niños. Tanto el comandante Denalli y como el consulado de los Estados Unidos habían acelerado los papeles de adopción provisoria para poder viajar, aquí nos teníamos que encargar del resto, para que finalmente sean legalmente nuestros. Casarnos iba a acelerar el trámite burocrático por supuesto.

Caí en la cuenta de cuán difícil iba a ser la adaptación de los niños cuando aferraron nuestras manos fuertemente al salir del aeropuerto O´Hare, el tráfico de autos, la aglomeración de gente y la velocidad con la que todos se movían. Sus cabecitas volteaban y se movían para recibir cada estímulo. Yo lo entendía muy bien, habían pasado de estar en una ciudad agrícola, donde iba a trabajar todas las mañanas alimentando las gallinas que eran un sustento para la familia a moverse en una gran ciudad como lo era Chicago. En ese momento se me ocurrió que íbamos a necesitar ayuda profesional para el proceso de adaptación.

-Por acá niños, amor- nos guió Edward, en el estacionamiento cercano a la salida del Aeropuerto un auto militar nos esperaba, fuera de él un hombre sostenía un cartel, sonreí al leerlo: "Familia Masen"

-Bienvenido a casa soldado- el hombre hizo el saludo militar a Edward, él hizo lo mismo –gracias por servir a la patria y cumplir con tu deber- apreté el brazo de mi amor con orgullo y apoyo, mierda… tragué el nudo que se me había formado en la garganta.

-Lo llevaré a casa soy el Cabo Harrison-

-Gracias cabo- murmuró Edward asintiendo, el hombre nos ayudó con las maletas, bueno… en realidad con mi maleta, el bolso de Edward y los bolsos de mano de los niños y ya acomodados salimos hacia nuestro futuro hogar.

-O-

Apreté la mano de Edward, teníamos los dedos entrecruzados y sostenía mi mano en su regazo, el militar nos había llevado hacia un barrio cerrado, lucía como un vecindario tranquilo, de patios verdes, cercas blancas, niños jugando en la acera y mujeres trotando en ropa deportiva, en anhelado "Sueño americano"… Parecía tranquilo y familiar.

-¿Aquí vives?- pregunté mirando los niños jugar, con suerte Abbas y Azhar tendrían con quien jugar y hacer sus primeros amigos. Cruzaba los dedos y me permitía ser optimista, lo que más quería era que fueran niños normales viviendo una vida feliz. Sentí un dejo de tristeza, ellos nunca serían niños normales, siempre tendrían ese yugo de la guerra, la herida de ver morir a sus padres, la infancia pobre y el desarraigo. Miré a Abbas a mi lado y besé su frente, él me miró y apoyó su cabeza en mi hombro,

-Te quiero… Bella- dijo claramente, reí besando su frente de nuevo, esta vez fui yo la que sintió un apretón en mi mano. Volteé a Edward, sonreía mirándonos, Dios!... la expectativa de una vida juntos los cuatro me tenía ansiosa, quería que nuestra vida familiar comenzara lo antes posible.

-Bien- musitó Edward cuando llegamos a una calle parquizada –mientras estábamos fuera hice que acondicionaran la casa, algunos amigos vinieron a ponerla en orden, llenaran la heladera y se aseguraran que tuviéramos todo lo necesario- asentí. Nos detuvimos en la calle de una casa amarilla, con cercas blancas y un manto de césped verde recién cortado. El cabo Harrison nos ayudó a bajar las maletas, las llevó con Edward mientras yo aferraba las manos de mis niños. Cuando entramos a nuestro nuevo hogar realmente respiré por primera vez en todos estos meses, literalmente inhalé por la nariz, absorbiendo el olor a pintura, jabón de ropa y césped recién cortado y exhalé dejando afuera todos los miedos, temores, lágrimas y tristeza.

-Bienvenidos a casa- dijo mi amor colocándose frente a nosotros. Sonreí sintiendo las lágrimas acumulándose en mis ojos y soltando las manos de los niños por primera vez desde que habíamos llegado, colapsé sobre él aferrándome a su cintura, abrazándolo fuerte y duro, él me devolvió el abrazo y a su vez acercó a Abbas, que se aferró a mi cintura y a Azhar, que nos abrazó a ambos.

-o-

Edward cedió la habitación de sus padres a los niños, era más grande, la habían reacondicionado de tal manera que sean ambientes separados, pero al mismo tiempo unificados, solo unidos por un baño común. Les iba a costar separarse para dormir y tener sus propias cosas y estaba bien, iríamos de a poco.

Nosotros tomamos lo que antiguamente era la habitación de Edward,

-La casa es hermosa- dije cuando salí de mi ducha, él estaba mirando por la ventana de la habitación con las manos en los bolsillos con gesto meditabundo. Caminé hacia él secándome el cabello con la toalla y dejándola en el respaldo de la cama, me acerqué abrazándolo por la cintura, besé suavemente su omóplato.

-¿Qué piensas cariño?- recosté mi cabeza en su espalda con mis brazos envueltos en él.

-Será un cambio muy grande para ellos amor, ¿crees que podrán adaptarse?- sacó sus manos de los bolsillos y envolvió las mías, abrazando mis brazos.

-Si cariño… lo harán, quizá debamos contar con un profesional para ayudarlos en el proceso-

-Está bien- murmuró alzando una de mis manos para besarla.

-Quizá también tú desees hablar con algún profesional- apreté los labios cerrando los ojos, hacía mucho tiempo que lo había pensado, él era un ex combatiente y sabía muy bien lo que eso le hacía a ellos, la guerra, las imágenes fijadas a sangre en su mente, sus miedos. Al mismo tiempo temía que me malinterpretara y creyera que no quería estar con él o que lo creía traumatizado. Pero lo observaba dormir por las noches, a veces, se agitaba, gemía sin despertarse y sudaba… además del hecho que había sufrido algunas pesadillas mientras estábamos en la base de refugiados.

Él suspiró -¿Crees que lo necesito?- murmuró con cautela,

-No lo sé- besé su espaldas nuevamente –solo sé que viviste un infierno, tu disparo, matar a los enemigos, ver tanta gente en estado crítico, compañeros, el último intento de ataque… cielos… he estado en lugares así y se lo que habrás sentido, fui corresponsal de guerra allí en Tikkrit mi amor… ¿Cómo se le dice? Estrés postraumático?-

-Entonces quizá también lo necesites- pude oír una sonrisa en su voz.

-Si… quizá tengamos que ir como familia y de ahí ver- admití. Estaba dispuesta a visitar a un profesional por él, por nuestros niños… por nuestra familia.

- El ejército nos provee de tratamiento psicológico cuando retornamos de un lugar hostil- afirmó –pero tienes razón, deberíamos ir como familia-

-Bien-

-Pero primero- volteó soltando mi cintura y al instante aferrándome a mi cintura, esta vez su sonrisa era seductora y juguetona –Quiero que visitemos el Registro civil y de una buena vez hacerte la Señora Isabella Masen-

-¿No me dejarás comprar un vestido primero?- levanté la orilla de su camiseta y envolví su fuerte cintura con ambos brazos. Él besó mis labios.

-Me casaría contigo aún si vistieras un vestido harapiento- besó mi nariz –pero sí mi amor, te doy una semana para preparar lo que desees-

-¿Una?... quiero que mamá esté presente- pensé en Alice, en mis amigas de Washington, no estarían, pero definitivamente mamá no me lo perdonaría.

-Bien, le compraremos un billete de avión y en una semana estará aquí, asunto arreglado- se alzó de hombros como si nada.

-¿Podemos permitírnoslo?- murmuré apesadumbrada, había renunciado en el Washington post, mi salario de fotógrafa profesional había sido reducido en mi cuenta en Túnez, comprando nueva ropa para los niños y aportando con los billetes de avión.

-Si mi amor, mi padres me dejaron un fondo que he guardado y ha generado ganancias, además el seguro militar no son una monedas… confía en mí- él acarició mi mejilla.

-Confío en ti… siempre- susurré de repente somnolienta. Sus caricias estaban haciéndome desear ir a la cama, a dormir… pero si él continuaba acariciándome así sería para hacer otras cosas.

-Y ahora… vamos a ayudar a desempacar a los niños y a hacer la cena, esta noche te quiero toda para mí-

Reí abrazando su cuello, -Eso sonó cliché de un matrimonio-

-Pues estoy practicando-

Suspiré –Entonces vamos… no puedo esperar-

No… no podía esperar. La vida, en mis libros, acababa de comenzar


Que lindooooss! ya están en casa. Bien... se viene, ¿Qué se viene? muchas cosas, aun no puedo terminarla, no por no saber cómo, es que precisamente si sé como terminará pero falta para eso. No sé si me entienden. Besos mis amores, gracias a todas las que estan del otro lado leyendo esta hermosa historia. Me dejan unas palabritas? Besos!