Disclaimer: de las perversiones que le haría a Sanji si One Piece me perteneciera. Pero no, todo es de Eiichiro Oda.
Hace eones que tengo esta idea dando vueltas en la cabeza y ahora que terminé Hacia Impel Down puedo empezarla más relajada.
Capítulo 1.
Sentía la camisa pegada al cuerpo por el sudor, se acomodó un poco el mechón de pelo que le cubría media cara y siguió en la búsqueda del Santo Grial.
No era fácil hallar en esas zonas peces otoñales, pero no pensaba claudicar hasta haber recorrido todo el mercado de principio a fin.
Y justo cuando pensaba darse por vencido, extenuado por cargar el bulto con todos los víveres que traía a cuestas desde hacía horas —y cuyo volumen se iba incrementando a cada paso que daba—, dio con una pescadería que parecía ser muy completa.
Se acomodó en la fila y esperó pacientemente por su turno. Mientras, se contentó con echar un vistazo a la variedad de peces que se veían en el mostrador.
Podía estar horas ahí, parado y a la espera de que lo atendiesen, para llegar a la triste realidad de que había perdido el tiempo. Así que se disculpó con el hombre frente a él y dio un paso al frente:
—Perdone, ¿tienen peces otoñales?
El sujeto, quien no tuvo más opciones que dejarlo pasar al verse prácticamente avasallado por ese enorme bulto que el joven traía en su espalda, lo miró con mala cara. Eso era estar colándose.
—Pues, creo que algo nos queda —dijo el dependiente con una afable sonrisa, para enseguida atender al hombre que estaba primero en la fila—Dígame señor, ¿en qué lo puedo ayudar?
Y mientras el tendero atendía al cliente correspondiente, su ayudante buscaba el pedido del rubio. Lo encontró: media docena de los últimos peces otoñales que le quedaban.
Podían cobrarle fortuna, sabían como buenos pescadores que eran, que en esa zona era muy difícil encontrar ese tipo de pez.
El muchachito lo dejó al alcance de la vista, para facilitarle el trabajo a su jefe cuando le tocase atender al rubio. Y fue a la heladera a buscar un poco de carne de vaca marina.
Sanji chistó con hondo mal humor, llevaba horas dando vueltas y en apariencias el tipo frente a él tenía planeado comprarse todo el maldito mercado. Se vio tentado en preguntarle si le faltaba mucho, pero sabía que era el calor lo que lo ponía irritable; no era culpa del sujeto.
Sin embargo toda la amabilidad en Sanji se fue al mismísimo demonio cuando el mentado, al ver la porción de pez otoñal tan tentadoramente a la vista, dijo:
—¡Oh! ¡Peces otoñales en una isla de verano!
—Sí, es difícil de conseguir, pero nosotros tenemos todo aquí en esta isla —comentó el comerciante con sentido orgullo.
—Me lo llevo —dijo el buen marinero prendiendo fuego al cocinero en ese instante.
—¡UN MOMENTO! —gritó Sanji, fuera de sí. El estar despeinado, con la camisa mojada y desarreglaba empeoraba su imagen, y se le quedaron mirando como si fuera un loco prófugo. —¡Yo iba a comprar esos peces!
—Bueno, pero el señor está primero… —el hombretón señaló a su cliente.
—Eso, estoy primero, rubio… —le miró despectivamente y luego le dio la espalda.
—¡Es injusto, yo me acerqué a preguntar si había porque…! ¡Ah! —Se jaló del pelo, para de inmediato señalar acusadoramente al tipo frente a él—¡Maldito bastardo, sabes perfectamente que yo pedí por ese pez, no finjas que no me escuchaste!
—¡¿Y qué? ¡Yo puedo comprar lo que me plazca! —el marino agitó la cabeza y se cruzó de brazos, hubo algo en el gesto y en el leve movimiento de esos bucles que le resultó muy familiar a Sanji.
—¡Ese pez es mío!
—Señor, por favor… tenemos otros peces —el comerciante trató de mediar para evitar que una pelea diera inicio en su negocio.
—Ve a comprar en otro lado —Pero el marino tuvo la mala idea de agitar la mano y despacharlo con extrema insolencia. —Yo estaba antes, y si quiero comprarlo me lo llevo —remató.
No pensaba dar el brazo a torcer, porque si el jovencito hubiera tenido la delicadeza o amabilidad de dirigirse correctamente a él, quizás hubiera contemplado la posibilidad de dejarle esa porción.
—¡LLEVO HORAS BUSCANDO PECES OTOÑALES! —Sanji pateó el suelo, furibundo, con ganas de soltar la gran bolsa que cargaba sobre la espalda para patear a ese tipo con todas sus fuerzas.
—¡No es problema mío! —Ese último grito fue el principio del fin.
Sanji no dejó el bulto con las provisiones, pero levantó la pierna para descargarla en el sujeto. No, no pensaba matar a nadie por un simple pescado, pero al menos le daría el escarmiento que se merecía por meterse con él.
Y pensar que su adorada Nami-san antes de salir le había dicho con voz de pito: "¡Más te vale no armar un escándalo en el mercado porque esta isla está llena de marines!".
El viejo —que no era tan viejo en realidad—, sacó un arma y le apuntó; pero no disparó a matar. Creyó que si le rozaba la mejilla con una bala sería suficiente para asustarlo, pero vaya… el jovencito tenía agallas. Si bien Sanji se mostró sorprendido por la celeridad en el viejo, no dudó en arremeter.
De todos modos no duró demasiado la contienda, pues el grito de la muchedumbre alertó a las autoridades. Y mientras ellos estaban trenzados en una lucha corporal, vieron la horda de marines correr hacia donde estaban. Sanji dejó de jalarle del abultado cabello y el marino le soltó la pierna para echar a correr.
Fue en ese momento en el que los dos reconocieron que tenían algo en común: eran piratas.
Ya que no por nada escapaban como si lo fueran, ¿verdad?
Tomaron caminos distintos. Sanji subió el risco tratando de mantenerse alejado de la vista de los marines y el hombre se fue por un callejón. Por fortuna esa isla era tan inmensa que aunque supieran que allí estaban los Mugiwara, podían tardar días en dar con ellos.
Recorrió el sendero que lo llevaba hasta al Thousand Sunny, jadeando como un perro, muerto de calor, de sed y sumamente frustrado.
Usopp lo vio llegar desde el cuervo, y bajó con prisa para recibirlo y ayudarlo con las provisiones.
Sanji no abrió la boca, se lo notaba de muy mal humor, así que su compañero lo siguió por detrás hasta la cocina. No quería preguntarle, pero se moría por saber:
—¿Y?
—Lo siento, Usopp —Sanji dejó caer el bulto al suelo sin importarle si por el brusco movimiento se rompía algo. Bajó la vista al suelo, sintiéndose humillado y derrotado—Sé que te prometí para tu cumpleaños cocinarte un pez otoñal, pero… no conseguí.
—No importa, Sanji —el tirador sonrió.
El cocinero lucía tan abatido que le afectaba ver esa honda necesidad de agasajarlo con lo que más le agradaba. Entendía el sentir de Sanji: Había querido cocinarle con afecto uno de sus mejores platos, el favorito de él.
—Es difícil conseguir en las islas veraniegas peces otoñales —dijo Usopp, a modo de consuelo.
—Conseguí —explicó con enojo y desilusión—, pero un… viejo de mierda… —se quitó la camisa y la dejó caer en el suelo para pisotearla como si fuera ese pirata en vez de un trozo de tela.
—No importa —reiteró el tirador, conmovido—, cualquier cosas que cocines para mí, será el mejor regalo de tu parte. ¡Si todo te sale rico!
—Lo sé, pero es que… los peces otoñales… sé que son tus favoritos —se acercó a él y besó delicadamente la punta de su nariz—Y yo quería darle lo mejor a mi Usopp-kyun en su cumpleaños. —Se lo había prometido, y odiaba no sólo el detalle de incumplir la promesa, más odiaba el saber que no había podido defenderla a como dé lugar.
Porque había tenido esos mentados peces a metros de él, hubiera vuelto al Sunny victorioso, de no ser por ese maldito pirata. "Ojalá que lo encuentre la marina y que lo cuelguen" farfulló en su interior.
—Lo que cocines, para mí será lo mejor —sentía el cuerpo de Sanji muy cerca del suyo, caliente por el sol de verano, y el corazón aceleró sus latidos.
—Porque mi Usopp se merece lo mejor, de lo mejor —continuó meloso, buscando una cercanía mayor, sin embargo el tirador carraspeó y tomó distancia mirando por el ojo de buey.
—Tranquilo, que Chopper anda cerca… y no queremos que sepan que Sanji-kyun quiere lo mejor para Usopp-kyun —bromeó, en el mismo tono empalagoso del cocinero.
Dio la vuelta para salir al exterior, y enseguida Franky se lo acaparó para sí al pedirle ayuda con el cabestrante. Sanji lo vio irse y sonrió por dentro.
Quizás esa noche…
Sí… esa noche podía ser la ideal para decirle lo que venía pensando desde hacía semanas: que ya no le molestaba la idea de que todos supieran que para él, Usopp era Usopp-kyun. Que el mundo se enterase que lo adoraba, como nunca antes había adorado a una mujer.
Nami y Robin jamás le darían cabida, y a decir verdad ya no le interesaba que lo hicieran. Nunca antes se había fijado en los hombres, y qué curioso darse cuenta de que comenzaba enamorarse de uno. Tal vez porque le resultaba inevitable: Usopp le quería tanto, que ese cariño se le hacía contagioso al cocinero.
Encima era tan comprensivo. De buenas a primeras había entendido su pedido de guardar silencio sin cuestionárselo, y cuando era Sanji quien siempre se dejaba llevar, era Usopp quien siempre estaba atento a que nadie los estuviera viendo.
Sabía que a Usopp no le importaba lo que pensase el resto al respecto, pero lo hacía por él. Por su supuesta reputación, se escondía como un delincuente, como si hicieran algo ilegal. Y hacía ese sacrificio humillante solamente por él.
Usopp se merecía mucho más que un reconocimiento y todo su amor. Merecía que dedicase toda su vida a cuidarlo y quererlo, incluso de viejitos.
La sonrisa que Sanji tenía en los labios, tan ensoñadora, y esa expresión de autentica felicidad, llamó la atención de la navegante.
—Hemos perdido a Sanji, otra vez.
El mentado la miró y vio una sonrisa fresca en la chica. Desde que él estaba con Usopp siendo algo más que amigos con derecho a roces, Nami lo trataba mejor. No sabía a qué se debía, pero el trato de la muchacha ya no era tan desamorado. Tal vez porque ya no se comportaba tan pesado y cargoso con ella.
—¿En qué pensabas?
—En nada, Nami-san —de repente se percató de un detalle. La cocina estaba demasiado tranquila—¿Y Luffy? No me digas que se escapó.
—No, le di permiso de bajar en la isla.
—Pero Nami… está llena de marines, ¿sabes cuánto vamos a durar si lo dejas bajar?
—Tranquilo, fue con Zoro.
—¡Claro, porque podemos confiar en el sentido de orientación del marimo! ¡Logrará traerlo sano y salvo en dos años, cuando encuentre el camino de regreso!
Nami negó con la cabeza, algo divertida.
—Hace tiempo que no lo veía a Luffy tan contento, no podía prohibirle ir —Al ver que Sanji no estaba al tanto, agregó—: La tripulación de Akagami Shanks está en esta isla.
—Oh —Entendía entonces porque Nami había sido tan benevolente.
Lo dejó solo para volver a trabajar con sus mapas, y Sanji luego de darse un reparador baño, se puso a hacer una cena especial para festejar el cumpleaños de su nakama más especial. Le tomaría más trabajo de lo habitual, pues iba a haber entradas, platos principales y todo lo que hace de una cena, digna de llamarse así. Lamentaba no tener el dichoso pez otoñal, pero haría lo mejor, lo que más le gustaba a Usopp, en compensación. Sin setas, porque al tirador no le gustaban.
Luego de unas cuantas horas salió a cubierta a tomar un poco de aire y a aprovechar los últimos minutos de luz diurna que quedaban. Vio que Zoro dormía bajo el mástil y supuso que por eso Luffy ya había vuelto.
Buscó a Usopp, pero con Franky no estaba en el taller de este, y fue Chopper quien le contó con emoción:
—¡Se fue con Luffy a saludar a la tripulación de Akagami!
Intentó ocultar su decepción. Quería estar un rato con él en el día de su cumpleaños y aprovechar la fecha para decirle eso que venía cavilando desde hacía semanas, pero de repente pareció reparar en un importante detalle: ¿No le había dicho Usopp, tiempo atrás y en una de las tantas charlas que tuvieron sobre sus pasados, que su padre estaba vivo? Aún más revelador: ¿qué era tripulante de Shanks?
—Usopp estaba muy contento —continuó el reno, mientras molía las hierbas para hacer más medicina. —Cuando Luffy le dijo… se fueron sin perder un segundo. Usopp estaba tan contento que no pudo decir nada...
Sanji sonrió ampliamente. La emoción de Chopper se le había pegado.
—¿Nami sabe que se fueron?
—Mmmmm… no creo… Luffy se lo llevó a Usopp sin perder el tiempo —reiteró—, creo que ni Zoro sabe, porque los hubiera seguido —alzó los hombros—, pero no te preocupes, van a estar bien.
—Sí, lo sé…
Le daba cierta tranquilidad. Por un lado sabía que Luffy no dejaría que le pasara nada malo a Usopp, lo cuidaría como siempre cuidaba a toda su tripulación desde su lugar de capitán; y por el otro, Usopp sabía cómo manejar a Luffy para evitar que se metiera en problemas. El tirador era listo y no permitiría que el capitán armase jaleo alertando a los marines.
Volvió a la cocina, para ver a lo lejos como los otros dos volvían por la costa. Los esperó en la escalerilla, quería ver la expresión de Usopp. Suponía que debía haber sido especial para él estar cerca de su padre.
Luffy subió armando revuelo, y en cuanto vio a su cocinero le dio la orden:
—¡Sanji, deberás hacer más comida! —elevó los brazos al cielo. Y el rubio se dio cuenta de que lo que decía Nami era cierto: no recordaba haber visto tan feliz a Luffy, en años. Especialmente después de la muerte de Ace—¡Tendremos compañía!
—¿Cuánto más tendré que hacer? —Le echó una recatada ojeada al tirador, quien al establecer contacto visual con él, sonrió generosamente.
—¡MUCHO! —exclamó el capitán sin bajar los brazos y sin borrar la sonrisa de los labios; con los ojos cerrados continuó—: ¡Shanks y los suyos ya están viniendo para anclar aquí, tendremos una fiesta pirata como nunca!
—¡¿Brook? —Dio la vuelta buscándolo.
—¿Sí, capitán?
—¡Quiero tu mejor repertorio de música para animar la noche!
Sanji aprovechó que Luffy se había entretenido con los demás, para hacerle un gesto a Usopp muy disimulado y llevárselo a la cocina. Una vez que el tirador pasó la puerta, simplemente lo miró, y pudo ver en los ojos de Usopp la emoción contenida.
Lo abrazó con fuerza, estrechándolo contra su pecho. No lloraba, pero se lo notaba conmovido.
—¿Lo viste? —Usopp no respondió, en cambio pegó la mejilla a la de Sanji para esconder la expresión de su rostro. —¿A tu padre…? —sintió como asentía enérgicamente con la cabeza.
—Quiero que lo conozcas, Sanji —se separó de él y bajó la vista al suelo, se sentía estúpido por decir algo así, tan ñoño, pero la verdad es que quería que los dos hombres más significativos de su vida, se conocieran—¡Es un gran pirata! ¡El mejor tirador del mundo!
—Me imagino —rió, contagiado por la alegría de su amigo—, no es para menos, tu talento de alguien tiene que salir.
—Y es buena persona —continuó con ensoñación—, está con Shanks, quien es uno de los mejores piratas de… ¡waou! —exclamó, perdiendo el hilo y la mirada hacia cualquier punto, la sonrisa en su cara era enorme, como si alguien tirara de un piolín imaginario, pues aunque quisiera evitar que su rostro reflejase la emoción que contenía, era imposible. Y la contenía, porque creía ser capaz de explotar de dicha, literalmente.
—Seguramente debe ser un buen hombre… ya te digo, a alguien tienes que salir.
—Ey, que mi mamá es la gran responsable de que yo sea tan magnífica persona —dijo sin modestia y pomposo, tan exagerado que Sanji carcajeó.
En el pasado esos arranques de orgullo en el tirador le cabreaban, pero en el presente hasta le agradaba eso de Usopp… porque sabía que muchas de las veces sólo exageraba o bromeaba, como en esa ocasión.
—Ella me crió —agregó el tirador, y la sonrisa se borró de los labios con lentitud. Sanji notó ese cambio abrupto de emociones; quiso preguntarle qué le pasaba, pero la voz de Luffy reclamando comida a deshora como siempre, les llevó a dejar el tema de lado.
¿Conocer al padre de Usopp? Eso era… raro. Especial, sin dudas. No es que pensaba estrecharle la mano y decirle: "Hola, señor, mucho gusto; yo soy el amigo con derecho a roce de su hijo", ni tampoco estaba en sus planes pedirle la mano como si Usopp fuera una chica.
Pero comprendía que para Usopp, ese hombre, era una persona importante en su vida… tan sólo por eso ya lo respetaba. Quería conocerlo, por supuesto. Estando en la tripulación del pelirrojo y siendo padre de Usopp no podía ser un tipo jodido de tratar. Un pirata, como ellos… se entenderían sin necesidad de forzar nada.
Haría su mayor esfuerzo por caerle bien y agasajarlo con comida, para que supiese que su hijo viajaba con el mejor cocinero del mundo y que jamás pasaría hambre. Pero ¡vaya! Que la vida es curiosa y la suerte irónica.
XD Supongo que ya intuirán para qué lado va esto. No, no van a ser los capítulos tan largos como Hacia Impel Down, ni tampoco va a haber tanta acción (aunque algo, obvio, habrá). Es más que nada una historia SanUso que quería escribir. Ya en el segundo capítulo cuento de dónde viene.
Espero que les vaya gustando. No serán tampoco muchos capítulos, cuatro. O cinco como mucho.
Ps... no sabía si poner "pescado" (dado que es pez cuando está vivo XD) pero como lo traducen a "peces" preferí dejarlo así. Espero que no me crucifiquen por eso (?)
31 de agosto de 2011
Merlo Sur, Buenos Aires, Argentina.