Igual te quiero

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Capítulo 1

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Edward tenía seis años y había entrado al colegio. Ese mismo día se había hecho amigo de Rosalie Hale y Emmett McCarty. Jugaron durante los recreos y se sentaron en la misma mesa para pintar. También almorzaron juntos y se entretuvieron un montón. Cuando su mami Esme lo fue a buscar el pequeño comentó emocionado todo lo que había hecho.

Edward era tímido y tenía solo por amigos a sus primos Jane y Alec que eran un año menor que él y vivían otra ciudad.

Con el paso del tiempo Esme y Carlisle Cullen se acostumbraron a las sesiones de juego de su único hijo con sus amigos y pronto se volvieron amigos de los padres de los niños.

- Mami – dijo Edward mientras corría a sentarse en sus piernas. Su cabello cobrizo claro brillaba y estaba absolutamente despeinado. Sus ojos verdes la miraban expectantes y sus mejillas estaban sonrosadas.

- ¿Qué ocurre, mi amor? – Carlisle iba entrando con un libro en la mano y al ver la escena se fue a sentar junto a sus dos amores.

- Rose tiene un hermano que se llama Jasper y tiene menos de dos años – dijo, y echó un rápido vistazo a su padre. Carlisle tragó en seco sospechando de qué iba la cosa.

- ¿Y? – apuró Esme.

- ¿Puedo yo tener también un hermano? – Las mejillas del niño se sonrojaron aún más y miro sus manitos con vergüenza.

Esme sintió como su pecho se contraía y su corazón se llenaba de tristeza. Que más quisiera ella que tener otro niño como Edward revoloteando por la casa, lamentablemente eso no era posible.

- Cariño – Edward giró rápidamente la cabeza para mirar a su padre – ¿Recuerdas que los bebes están en la pancita de la mamá? – El ojiverde asintió – Bueno, después que tu nacieras la pancita de mami quedó dañada y ya no puede llevar bebes ahí – Explicó lo más claro que podía y un niño de seis (casi siete) años entendiera.

- ¿Y si le pedimos a Santa que arregle la pancita de mi mami para navidad? – El se portaba súper bien, así que Santa siempre le traía lo que él pedía. No le importaba no tener una bicicleta nueva si con eso conseguía que Santa arreglara a su mami y tuviera un hermanito.

- Esas cosas no puede hacerlas, Edward – dijo Esme mientras acariciaba la mejilla de su hijo. El niño se mostró triste pero no siguió insistiendo porque no quería que su mami llorara. Después de pedir un hermanito su mami había estado triste y a él no le gustaba eso, así que se prometió que nunca más hablaría de pedir hermanos.

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- ¿Y que es un milagro? – preguntó Emmett a la maestra Cope. Estaban hablando sobre de Dios y las cosas que había hecho. Edward sabía que él estaba bautizado pero sus padres no eran de los que iban a misa o sermones o nada de esas cosas. Sus abuelos si, pero vivían en otra parte.

- Es cuando tienes un problema que no tiene solución y se lo pides a Dios con mucha fuerza que se cumple aunque se supone que eso no podría no ocurrir – explicó la maestra. Ella impartía educación laica, pero los niños a esa edad tenían muchas dudas y habían cosas que se podían decir sin ser explícitos con una sola religión ya que habían pequeños judíos, católicos, protestante y algunos que no sabían si quiera quien era Dios.

Edward sintió como una lamparita se prendía en su mente ¡Podría pedirle a Dios un milagro! Y así tener su hermanito. Lamentablemente, el no sabía a que iglesia dirigirse. Emmett iba a una iglesia los domingos y Rose iba a una parecida también los domingos. Pero sabía que Ben Cheney (que también era su compañero) era "Judío" e iba a misa los sábados. Así que decidió ir a todas las iglesias y hablar con el Señor a cargo, porque sabía que Dios no atendía en persona ya que vivía en el cielo. Cuando salieron de clases se despidió de Emmett diciendo que no podía irse con él.

Hace dos semanas habían conseguido el permiso para irse solos, ya que ya eran niños grandes. Además Forks era muy pequeño y él solo debía caminar hasta el Hospital donde lo esperaba su papá y se iban juntos a su casa.

Por suerte, las tres iglesias quedaban muy cerca y no tendría problemas en ir a cada una.

En una de las iglesias había una cruz con un caballero ahí, le asustó un poco porque el lugar era silencioso y era un edificio muy antiguo con "vitrales" de colores. Había un señor con vestido que se hizo llamar "Padre Esteve". Era una iglesia Católica y el "Padre" le dijo que tenía que pedirle a Dios y a Jesús y a la virgen María con todas sus fuerzas que su mami mejorara y pudiera tener bebes. Luego fue a otra iglesia donde lo atendió un señor que se llamaba "Pastor Weber". Esta iglesia era toda moderna y con mucha luz y el "Pastor" le dijo que tenía que pedirle a Jesús y Dios con todas sus fuerzas que su mami mejorara. Luego visito la ultima iglesia y un señor con barba blanca y larga lo recibió. Se llamaba "Rabino Dukas" y le dijo que pidiera a Yahvé que era Dios pero con otro nombre, con todas sus fuerzas que su mamá se mejorara.

Cuando terminó se fue al Hospital corriendo porque de seguro papá estaba preocupado. Mientras corría se preguntó porque serían iglesias diferentes si n todas había un señor parecido que le decía lo mismo y tenían a un Dios igual.

Por pura suerte su papi no lo regañó y se fueron pronto a la casa para cenar.

Después de dos meses Edward se preguntaba cuando Dios le cumpliría su milagro. El era un buen chico, no molestaba a sus compañeros, hacía sus tareas y a veces ayudaba a su mamá en la casa.

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Esme no podía dejar de llorar. Había estado enferma y luego de insistencia de Carlisle se había hecho análisis. Estaba embarazada. Y no podía creerlo.

Luego de tener a Edward había tenido un desgarro intrauterino y el doctor le había dicho que tener otro embarazo era prácticamente imposible. Carlisle saltaba feliz por toda su oficina, porque aunque era feliz con Edward, esta era una noticia maravillosa. Luego de felicitarse mutuamente fueron al ginecólogo del Hospital y este les advirtió que sería un embarazo difícil y que era mejor que no le dijeran nada a Edward, ya que hasta después de los tres meses no tendrían seguridad de tener un embarazo "viable".

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- Edward ¿puedes venir? – Esme sonreía con orgullo mirando a su niñito que estaba tocando piano.

- Claro mamá – Edward estaba por cumplir los ocho años, en dos meses más. Carlisle los miraba con una gran sonrisa ya que hoy al fin le podrían contar las buenas noticias. Habían esperado un mes más para asegurarse. Edward fue y se sentó entre ellos.

- Tenemos una noticia para ti y esperamos que te guste – dijo Carlisle despeinando más el cabello de su hijo.

- ¿Van a venir mis abuelos para mi cumpleaños? – el niño sonrió dejando ver un espacio, donde había caído su ultimo diente de leche.

- Si, pero no es eso – añadió Esme – Tendrás un hermanito o hermanita.

Los ojitos verdes de Edward se abrieron asombrados ¡Se había cumplido su milagro!

- ¿En serio? – casi grito emocionado.

- Si amor. En menos de cinco meses más llegará el bebe – dijo Carlisle mientras lo abrazaba.

- ¿Porqué? Los bebes tardan nueve meses en nacer – Esme rió. Su pequeño era tan inteligente.

- Porque ya tengo cuatro meses – tomó la manito de su hijo y la colocó en su incipiente vientre – Queríamos estar muy, muy seguros de que el bebe venía por eso no te contamos antes.

Estuvieron mucho rato escuchando las preguntas que tenía Edward para ellos. De inmediato el pequeño aclaró que no le importaba si era niño o niña, porque el sería un buen hermano mayor de todas formas.

Esme y Carlisle no podían estar más orgullosos de su hijo. Era un niño muy educado, responsable, inteligente y afectuoso. Era sumamente dulce y tierno, era atento y muy humilde a pesar de que era bastante consentido. Siempre quería aprender cosas nuevas y era realmente aplicado en todo lo que hacía. Un día decidió que quería tocar piano, así que le compraron un hermoso piano de cola negro que además le daba un toque de elegancia a su sala. Ella le enseñó lo poco que sabía y pronto tuvieron que contratar un maestro para él, porque era un prodigio. También era un gran lector, y siempre pedía un libro nuevo. Y lo que más enorgullecía a Esme era que el pequeño disfrutaba mucho acompañarla a pintar y hacer dibujos. A veces mientras ella hacía bosquejos, Edward se dedicaba hacer figuritas de plasticina.

- ¡Tengo que agradecerle a Dios! – salto de repente el pequeño.

- ¿Cómo? – preguntó Carlisle. Ellos creían en dios, pero no eran religiosos practicantes.

El niño de inmediato se sonrojo y miró sus manitos, y con una mano desordenó su cabello, como cada vez que estaba nervioso.

- Dinos Edward ¿porqué quieres agradecerle a Dios? – Esme tomó las manitos de su hijo para que no estuviera nervioso.

- Yo fui a las iglesias para pedirle a Dios que hiciera un milagro y mi mami estuviera bien para yo poder tener un hermanito – dijo muy, muy despacito.

Sus papis lo abrazaron emocionados ¿Cómo podían tener un hijo tan noble? Definitivamente no había padres más felices y orgullosos que los Cullen. Ya, en la tarde. Lo acompañaron a la iglesia católica, la protestante y a la sinagoga. Por suerte no había una mezquita.

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El cumpleaños de Edward Cullen Masen fue un gran acontecimiento en la ciudad de Forks. Habían venido sus abuelos paternos, Marco y Heidi Cullen y sus abuelos maternos, Edward y Elizabeth Masen. También había venido el tío Aro y la tía Renata con sus gemelos Jane y Alec que tenían siete. Todos sus compañeros habían ido y todos jugaron un montón en los juegos inflables, los payasos que habían contratado y con los ponys que su mami había traído desde una granja. Le habían hecho muchísimos regalos, entre ellos un helicóptero a control remoto ¡que volaba de verdad!, un computador, un play station, libros y juguetes.

Pero lo que a Edward le hacía más feliz que todos sus regalos juntos era que cada vez que hablaba su hermanito se movía.

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El tiempo pasaba rápidamente y con el transcurso de las semanas Esme se volvía más y más redonda. Le dolía la espalda y tenía los pies hinchados. Pero era feliz de que su niñito llegara todos los días del colegio y de inmediato fuera a saludarla con un abrazo y un beso un su panzota, aunque eso significara que el bebe no dejara de moverse dentro de ella. Ya sospechaba que sus hijos tendrían una relación muy especial. Aún no sabían el sexo porque querían que fuera una sorpresa. En cualquier momento podía tener a su bebe, así que Carlisle estaba con vacaciones. La tenía totalmente vigilada, y cuando Edward llegaba del colegio era mucho peor. Además que a cada rato preguntaba ¿ya va a nacer?

Carlisle saltaba por todo. Tenía la maleta en el auto para dedicarse a llevar a Esme, y aunque había tratado convencer a Edward que se quedara en la casa de Emmett, este se había negado porque él no iba a dejar sola a su mami y porque quería estar ahí cuando su hermanito naciera porque era el hermano mayor y estaba absolutamente seguro que el bebe querría conocerlo primero. Obviamente el niño no podía estar en el parto porque nadie tenía interés en traumatizarlo.

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Edward sentía una voz lejana que le decía "despierta" pero ¡era tan temprano! Finalmente unos movimientos en su hombro derecho lo lograron. En cuanto abrió sus ojos verdes vio la cara de su papá, que lucía pálida y asustada. Su pelo rubio estaba disparado para todas partes y tuvo muchos deseos de reírse de él.

- Despierta Edward, tenemos que llevar a mamá al Hospital – de inmediato levantó su cabeza, totalmente alerta. Sin decir una palabra salió de su cama y se colocó sus pantuflas de león y corrió en busca de su mamá, que estaba al lado de la puerta esperándolos con cara compungida. Se acerco y abrazó a su mami, mientras con una mano acariciaba la pancita de ella.

Esme iba con muchos dolores, pero fingía con todas sus fuerzas para que Edward no se asustara y aunque eran como las seis de la mañana su hijo lucía bastante despierto. En cuanto entraron al Hospital todo se volvió un poquito caótico, porque tenía seis centímetros de dilatación, así que no tendría mucho tiempo de trabajo de parto.

Estaba en una habitación muy blanca, y mientras Carlisle llamaba a toda la familia para que vinieran, en especial a su amiga Charlotte Hale para que cuidara a Edward. Por mientras su niño estaba con ella y acariciaba el cabello de ella.

- ¿Cuándo yo nací también te colocaron esa inyección? – ya no sentía dolor, solo leves presiones. Además las caricias de su hijo la relajaban.

- Si, además te demoraste mucho en nacer – acaricio el rostro de su niño. Parecía ayer cuando estaba de parto para tenerlo a él, parecían solo segundos en que era su bebito y tenía que llevarlo en brazos porque odiaba el cochecito.

- ¿No me dejaran de querer? – preguntó con temor Edward. Si, anhelaba tener un hermanito, pero no quería que sus papis dejaran de quererlo, ni sus abuelos tampoco.

- Claro que no mi amor, además a ti te amo desde mucho antes – Esme beso la frentecita de su niño mientras él la abrazaba. Sabía que iba a tener que estar pendiente de no dejar a Edward solo. Su hijo había sido "único" por ocho años y aunque quisiera tener un hermano no sería fácil para él acostumbrarse a compartir la atención.

Media hora después una enfermara se llevaba a su hijo mientras el reclamaba "quiero estar aquí", aunque Carlisle le explicó que no podían estar los niños.

Afuera lo esperaba su tía Charlotte, mamá de Rosalie y de Jasper, que ya tenía tres años. Ellos se habían quedado con el tío Peter que era su papá.

Después de lo que a él le pareció muuuucho rato, aparecio su papi por la puerta con una enorme sonrisa y con su mano le indicó que se acercara.

Él se levanto y avanzó corriendo. Su papá lo hizo entrar y todavía había un montón de enfermeras y un doctor paseándose por la habitación. Carlisle tomó en brazos a su hijo para que quedara más alto y pudiera ver bien.

En la camilla estaba su mamá con un bultito envuelto en una manta blanca.

- Mira Edward – dijo Esme mientra su hijo se acercaba.

Edward vio una cara…muy pequeña. Tenía una nariz, dos ojos y una boca muy rosada. Su cabeza tenía muuuuy poquito pelo y era oscuro. Tenía los ojos cerrados. Sintió un impulso muy fuerte de tocar la punta de su nariz. Y lo hizo. De inmediato la pequeña cara se arrugo y se vio muy divertida, por lo que rió.

- ¿Qué es? – pregunto mientras veía que "esa cara" volvía a la normalidad.

- Es una niña – le respondió su mami. Los padres del pequeño tenían miedo que el quisiera "un niño" y ahora estuviera decepcionado.

- Hola hermana, soy Edward y soy tu hermano mayor. No importa que seas niñas, te enseñaré igual a jugar béisbol – mientras decía eso, un pequeño brazo se asomo y Edward acercó su mano, de inmediato la diminuta manito de su hermana tomo su dedo y no lo soltó.

En ese momento Edward supo algo muy importante. Él tampoco jamás iba a soltar la mano de su hermanita.

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N/A: no gané nada en el Happy Halloween Contest :C

Se que es un poco raro, pero espero los reviews. Invitadas a pasarse por mis demás historias.