Ai suru

"Querer proteger a alguien es amarlo"

— Tus manos… son realmente lindas, Hinata —esta frase lo impulsó a abrazar la mano de ella con sus tostados dedos y levantarla hasta su rostro. Quería sentir la suavidad de sus yemas contra su mejilla. Hinata se paralizó mientras un escalofrío la recorría toda haciendo que sus dientes titiritaran. El rostro de Naruto se encontraba bañado por la luz del pasillo y daba una imagen apacible; como si una gran tormenta ya hubiese pasado y solo quedase el remanso. Sus dedos tocaron el rostro de su novio con liviana fuerza mientras la mano de él tomaba la suya como un objeto delicado que necesitaba calidez. Hinata sintió que el corazón le latía en el pecho con prisa y su mente se quedaba en blanco. Aquel momento detuvo no solo su respiración, sino también la noción que tenía del tiempo. Entendió que la ternura existe en todos los humanos y solo hay que darle espacio para que se exprese. Una lenta sonrisa se formó en su rostro y sus dedos, ahora tibios, tocaron libremente la piel bronceada de Naruto. La ínfima caricia hizo abrir los ojos del joven con sorpresa, se había percatado en ese instante de lo que había hecho y un furioso sonrojo — no tan visible como el que decoraba el rostro de la Hyuuga— se hizo presente en su rostro. Sin embargo, no soltó su mano. El rostro de Hinata tenía una expresión que no conocía y le hubiese gustado poder aprendérsela hasta el más mínimo gesto.

— ¿Naruto? —la voz llenó el pasillo que había estado sumido en silencio, haciendo que tanto Namikaze como su novia se crisparan de la vergüenza y separaran en un salto. Gaara pensó en lo ridícula que era la escena y una mueca de burla apareció sutilmente en su rostro, atenuada por su expresión seria y serena de siempre. — ¿Qué haces aquí?

— ¡Gaara! —Naruto se llevó las manos hacia el cabello y luego al cuello sin saber qué hacer con ellas. Se sentían inútiles si no estaban enlazadas con las de Hinata y ese pensamiento lo hizo enrojecer más. No Sabaku miró por un segundo a la joven que tenía las manos en las mejillas mientras murmuraba algo que parecía ser: "Que vergonzoso, dios mío". El amigo se sintió terriblemente incómodo. Él solía meterse en problemas de chicas, no porque él las buscase, sino realmente porque ellas se interesaban en su actitud "retorcida" y su reserva. Sin embargo, él era del tipo que al ver a otras parejas en un momento íntimo se sentía fuera de lugar. No era una persona muy cariñosa, a diferencia de Naruto que siempre había estado hambriento de calor humano, y aunque se esforzaba por exteriorizar sus sentimientos terminaba siempre avergonzándose o cometiendo alguna tontería. Sí, esa era la realidad del "mujeriego" de Doushitte. La verdad Gaara no era nada "cool", le sobraba inexperiencia con sus emociones. — ¿Tú qué haces aquí?

El pelirrojo tosió y consiguiendo dominar sus ganas de desaparecer de aquel lugar, mostró su impasible rostro mientras explicaba.

— Bueno, desde que tú y Sasuke tienen sus asuntos, los que quedamos aquí tenemos que resolver los problemas restantes —aquellas palabras no tenían ningún resentimiento particular aun cuando sonaban a reproche. Sabaku parpadeó y terminó por decir sin entonación alguna como una maquina: —. ¿No se suponía que no podías salir de casa?

Naruto le sonrió. Gaara siempre había sido retraído y raro, pero aquella actitud suya le agradaba. Namikaze prefería a la gente diferente, aunque en general antes de convertirse en ídolo solía agradarle cualquier cantidad de personas —ahora debía aceptar que no tragaba a la gente pretenciosa. Gente que abundaba en el medio—. Y nadie más diferente que el siempre callado, simple y noble Gaara. La honestidad le brotaba por los poros. Por eso siempre lo había considerado uno de sus mejores amigos por tanto tiempo. Ahora, aunque había todavía una distancia entre los dos, sabiendo todos los errores que había cometido con su actitud y con deseos de cambiar, se sentía más cómodo acercándose a él amistosamente. Y lo hizo, dio dos pasos graciosos quitando el embarazo anterior y terminó colocando sus manos en los hombros del pelirrojo, botó una sonrisa zorruna:

— ¿Por qué? ¿Me extrañabas? —la cara de Gaara que normalmente era pálida y cerosa, fue tomando color carne sin llegar a sonrojarse pero visiblemente trastocado. Naruto le dio unas cuantas palmadas que hicieron que se quedase sin aire y finalmente la risa sincera salió de sus pulmones. Siguió hablando haciendo que No Sabaku se convenciera de que aquel Naruto que conocía, que creía muerto y enterrado, estaba volviendo—: Es una broma, una broma, hombre. A veces realmente eres estirado ¿No, Gaara? —Resopló pensando en ello— Bueno, es algo que te caracteriza, a decir verdad —terminó susurrando con la mano en una mejilla mientras sobreactuaba haciendo de todo aquello una caricatura—: ¡Que inflexible, dios mío! ¡Pobre Matsuri…! —y la última sonrisa fue maliciosa.

La mención del nombre de ella no solo produjo una tensión en el cuerpo del joven sino también un sonrojo inmediato, bastante sensible. Hinata que no solía ver su rostro ardiendo en vergüenza, se preocupó porque el rostro del pelirrojo comenzaba a parecer a su cabello. Finalmente exhaló y con el sonido del aire saliendo, el color de su cara se fue disipando.

— Nunca piensas en lo que dices… —murmuró mirando al suelo como si se arrepintiese de conocer a Namikaze. Después de un rato de la risa encantadora del rubio, el joven terminó mirándolo con una suave sonrisa que no llamaba mucho la atención pero era tan genuina como la brillante de Naruto—: Sí, te hemos extrañado.

— ¿Qué? —el rostro de Naruto se volvió denso aunque Hinata sonrió al entender lo que quería decir Gaara.

— Kiba y yo, no hablaré por Sasuke… —hizo un sonido que parecía un silbido—. Nunca le he entendido, siempre creí que éramos parecidos, pero no.

— ¿Qué dices? —Naruto se sonrojó un tanto haciendo que también Sabaku tomase color. Hinata pudiese haberse reído de aquella escena. Era tan fácil de malinterpretar: Naruto con una mano en la nuca mientras sus mejillas ardían; Sabaku tieso y con el rostro hirviéndole en un rosado anormal. Parecía la imagen de una confesión y ella una espectadora atónita.

— El viejo tú… —dudó sobre lo que decía—. Bueno, no es tan tonto como el viejo tú, pero realmente te estás haciendo más dócil.

— ¿Do-dócil? —Naruto lo pateó en las pantorrillas haciendo que el amigo lo mirase con rostro inexpresivo y se moviera unos milímetros lejos de él. — ¿Qué clase de palabra es esa, dattebayo? ¿Ahora crees que soy el uke de la relación?

La Hyuuga había estado pensando en la anterior frase de Sabaku mientras se preguntaba: "¿Antes era más tonto que ahora? ¿Cómo podía ser soportado? —y se reía un poco al imaginárselo impertinente e idiota— Naruto siempre sorprende con algo nuevo…", cuando la última frase entró a sus oídos y reverberó hasta el fondo de su ser. Ella era una otaku y toda mujer que cae en el mundo de los mangas y el anime —y otras cosas que no queremos mencionar aquí porque alargaría demasiado este capítulo— terminaba de alguna u otra forma, tarde o temprano —más temprano que tarde— convirtiéndose en una fujonshi de closet. "¿Ahora crees que soy el uke de la relación?", era una frase que quedaba bien en cualquier boca de un chico, pero aún más en un atractivo ídolo rubio.

— Los rubios siempre son uke —contestó Gaara con seriedad sobre el tema— Además yo tengo un color de cabello agresivo.

— Es lo único que hay de agresivo en toda tu persona… —completó el otro mientras entrecruzaba los brazos— Además, yo soy más alto.

— Yo soy mayor… —y una sonrisa retorcida salió de sus labios con naturalidad— Además, ¿Qué tu sabes sobre mi lado agresivo?

Naruto río con voz grave, burlándose. Gesto que ridiculizó aún más la conversación.

— No puedes matar ni una mosca sin ponerte a llorar, Gaara-chan.

— ¡Tú! —Lo indicó con el dedo aunque en su rostro no había muestra de molestia—. Sí, tienes razón yo soy más del estilo uke. Matsuri siempre tenía la iniciativa… —se encogió de hombros como si aquello no tuviese importancia. Finalmente Gaara le echó una mirada rápida a su amigo—: Sí, sin duda ahora se puede hablar contigo como antes.

Naruto se llevó la mano al cabello y lo rascó, sintiéndose apenado en ese instante. Sabía que esos últimos cinco años, tal vez cuatro, había sido un dolor de culo para todos. Lo sentía, realmente, aunque ellos también lo habían ayudado a convertirse en un imbécil. Cada uno estaba demasiado preocupado en sus propios problemas, no había tiempo para aquellas tonterías de su juventud. Pero el rubio había entendido algo en todo aquel tiempo de soledad y es que siempre había un momento para los amigos, incluso para Chouji.

— Sí… —suspiró dejando el orgullo a un lado y dando un paso para cortar aún más esa distancia— Una visita de ustedes, una vez a la cuaresma, en mi casa… No me haría mal, a decir verdad.

Gaara asintió de inmediato y susurró algo que se parecía a un "por supuesto". Hinata se sentía no solo avergonzada sino que algo en su pecho dolía de la misma manera en que luego de pasar muchos días sin hablar con Ino, se sentía sola. Seguramente Naruto, después de una larga separación, había deseado reunirse con sus amigos. ¿Los lazos podían ser recuperados de esa manera? ¿Las amistades nunca morían, a diferencia del amor? Se sintió también algo culpable, había mantenido a su amiga alejada de sí porque su vida cada vez se sentía más abarrotada de gente y situaciones. No quería que la rubia saliese herida, ni que fuese usada por la prensa; pero por sobre todas las cosas Hinata se encontraba tan ensimismada con sus propios pensamientos que egoístamente había olvidado a aquella que siempre había estado a su lado. Miró a sus pies mientras le pedía perdón en su mente y decidía planear una gran salida, algo que solo a Ino le gustase. Complacerla, incluso en sus ideas locas. Además…. ¿Qué había entre ella y Kiba-kun? ¿Por qué colocaba una cara así cuando hablaba con él?

La Hyuuga sintió la mirada verde del pelirrojo posarse sobre su persona y nerviosamente se desembarazó en una reverencia rápida. Recordó la primera vez en que se encontró cara a cara con él, ya presentada como novia de su amigo. La desconfianza en sus ojos, la forma en que sus manos trataban de proteger la figura de Matsuri. ¡Matsuri! Subió la mirada y preguntó apenada:

— Etto… —empezó diciendo mientras tomaba sus manos con fuerza, incapaz de soltarse a sí misma— Hmm… yo…

No sabía cómo preguntarlo sin parecer una entrometida. Ella no tenía una relación especial con Gaara o con Matsuri, aun cuando sintiese cierta simpatía por los dos. ¿Cómo podría preocuparse por su embarazo sin que Sabaku pensase que ella estaba excediéndose?

Bajó la mirada dispuesta a decir "No es nada", cuando la voz de Naruto cortó su patético intento.

— Está preocupada por Matsuri… —habló— ¿Está todo bien?

Gaara parpadeó atónito, primero mirando al rubio y luego a la joven que sonrojada miraba sorprendida al ídolo. ¿Él acaso había leído sus pensamientos? Naruto le daba la espalda en ese instante, pero cuando el silencio se prolongó miró su rostro de ridícula expresión y susurró sin darle importancia.

— ¿Qué? —Se encogió de hombros— Estaba todo en tus ojos.

— Sí, ella está muy bien… —contestó Sabaku sonriendo, aunque aquel gesto parecía forzado. Sus músculos de la cara se tensaban y la respiración se le cortó con escuchar el nombre de aquella mujer en los labios de otro con esa preocupación. Él también tenía arrepentimientos, pero de nada valía estar lamentándose. Debía enfrentar las situaciones así como Naruto lo hacía ahora con sus propios problemas. Además… ¿Esos dos no se veían más cercanos hoy que aquella última vez? ¿Entonces, era posible ablandar el corazón de las personas con el tiempo y el perdón?

Él también deseaba convertirse en alguien especial, para ese alguien especial. ¿Estaría negada esa felicidad en su vida? ¿O… se estaba dando por vencido? El amor es uno de esos grandes sentimientos que destruyen todo y que, al mismo tiempo, le dan vida a todo. ¿Qué era lo que él sentía por Matsuri? ¿O por Naruto? ¿O por Temari y Kankuro? ¿De qué servía su amor si lo único que hacía era alejarlos? ¿Qué sentía Namikaze por Hinata? ¿Y ella por él?

Suspiró. Estaba cansado de tocar canciones sobre un sentimiento que no entendía. ¿Amor? Se lo había tatuado en la frente para recordarlo siempre… ¿No? Pero… ¿Qué era el amor? ¿Qué se suponía que debía sentir Matsuri por él después de haberle truncado en un futuro prometedor en la compañía? ¿Cómo un hijo que crece con un padre ausente puede llegar a amarlo?

No quiso seguir atormentándose y mientras hacía un gesto de despedida en su reverencia, terminó mintiendo:

— Todo está bien. No tienen por qué preocuparse… —y siguió su camino hasta la oficina de Iruka—: Hasta luego.

Naruto miró un rato la presencia que había dejado su amigo en aquel pasillo y volvió a sentir aquella distancia helada que se abría en los corazones de la gente que no conseguía respuestas a sus preguntas. ¿Qué clase de problemas estaría atravesando Gaara para cambiar de esa manera en menos de un minuto? ¿Qué duele en el alma de un amigo al que se le tiene alejado por tanto tiempo? Inspiró. Él tampoco tenía respuesta para mucho de sus sentimientos, pero al menos hoy se sentía mejor que ayer y si comparaba su yo de ahora con el de hacía más o menos un mes: No se arrepentía de nada. ¿Miedo al sufrimiento? Ya no lo tenía, a través de él había aprendido muchas cosas. A ser sincero y duro consigo mismo, cada vez que fallaba en algo. A llorar, cada vez que una gran conmoción ocurría en su familia. A amar, cuando alguna chica lo rechazaba. A hacer amigos, cuando se sentía solo. Incluso, había aprendido a componer gracias a la necesidad y el sufrimiento.

Le debía una gran parte de su vida a todas sus experiencias y, aunque todavía dejasen un sabor amargo en sus memorias… ¿Quién era él para olvidarlas? ¿Si lo hacía que ganaba? Dejaría de ser él. El Naruto Namikaze que había llegado hasta ese punto de su vida, que había tomado el valor de mostrar su arduo trabajo a la producción y esperado una respuesta. Y, aunque aún tenía mucho que aprender, no se arrepentía de haber conocido a Hinata Hyuuga. La miró, ella también tenía los ojos puestos en la puerta del manager con aire ausente.

No había podido llegar hasta allí sin ella, sin la forma en que le había consolado aquel día en la playa, sin su figura silenciosa que escuchaba sus quejas y sus burlas. Aun sabiendo lo miserable y hundido que podía estar gracias a la prensa, le abría las puertas de su casa y de sus palabras amables. Lo tenía en su pensamiento y no abandonaba su lado, incluso en aquel momento en que creyó que Iruka no recibiría aquello por lo cual tanto había trabajado. Él quería cambiar, pero más que por sí mismo, pensó que lo hacía por las personas a su alrededor.

Y entre todos estaba queriendo complacerla a ella.

Los ojos pálidos volvieron a mirarlo y aunque Hinata sabía muy bien que algo malo pasaba entre Gaara y Matsuri —por su actitud tiesa—, decidió que en aquel momento no quería agobiar a Naruto-kun con más problemas. Dejaría que él mismo se diese cuenta y suavizando la expresión, le preguntó:

— ¿Qué? —ante su mirada fija.

Él también relajó lentamente los parpados y sonrió sinceramente, con un movimiento de labios discreto y tranquilo. Pensó que realmente la quería hacer feliz de cualquier manera, pero no supo qué hacer con aquella idea. Era muy pronto para sentirla por completo y llevarla a cabo. Los dos tenían todo el tiempo del mundo para descubrir que significaba eso.

— Nada, dattebayo.


Ino se recostó en la cama cansada. Su madre la había reprendido por más de una hora. Primero por llegar más tarde de lo que había prometido, segundo por no haber comprado bien las verduras y tercero por haber llegado con un hombre. Sai no había mostrado ni el más mínimo respeto a la familia, aunque fue realmente porque ella le pidió que ni se le ocurriese bajar el vidrio. No quería que su familia lo conociera, así como en general no deseaba que se inmiscuyeran en su vida amorosa. Siempre que ocurría algo aparatoso terminaba con la relación, así que presentarse era un mero tecnicismo.

Tampoco es que estuviese tan interesada en el compositor, solo quería tontear. ¿No podía acaso? Resopló. Era joven, pronto la adultez la tomaría y tendría que responsabilizarse y tomar las cosas en serio. ¿Cuándo le quedaría tiempo para hacer tonterías? Su madre y Kiba se parecían, llevando todo al extremo. Queriendo adelantar los sucesos y planificando todo lo que no puede ser planificado. ¿Qué ella tenía que buscar un hombre que valiese la pena? ¿Qué tenía que tener sexo solo cuando estuviese casada? Los dos la estaban volviendo loca.

Ella solo quería tener un respiro y poder disfrutar de su juventud mientras durase. ¿Acaso los dieciocho volverían algún día? ¿Acaso uno podía enamorarse y sentir amor —del auténtico— luego de los ochenta? ¡No, eso no existía! Acostumbrarse a la gente y tenerle cariño no era amor.

Sonó el teléfono, pensó que se trataba de Sai así que lo tomó unos minutos después de ver un rato el techo.

— ¡Ino-chan! ¿Realmente te dan miedo las películas de terror, no? —decía el mensaje de texto. La rubia frunció el cejo. ¿Acaso era una broma de mal gusto? ¿Qué clase de pregunta era esa? ¿Ino-chan? ¿Ino-cha…? ¡¿Kiba?!

— ¿Kiba? —preguntó rápidamente.

— El mismo… —colocó algún emoticón que parecía decepcionado— ¿Quién más podría ser o le das tu teléfono a cualquier chico? Eso está muy mal Ino-chan… ¿Qué pasaría si es alguna clase de acosador?

— El único acosador eres tú —respondió Ino divertida y es que sin darse cuenta había reído por tan estúpida frase— ¿Cómo has conseguido mi teléfono?

— Se lo he pedido a la intendenta de la cafetería.

— ¡Acosadoooooor!

— Es normal tener el teléfono de una amiga… ¿No?

— Eso suena como una frase de un Don Juan cualquiera —le reclamó y antes de que pudiese contestar a esa frase, ella siguió hablando— ¿Qué hay con las películas de terror?

— Desde la última vez que vimos una te has ocultado bajo las rocas… ¡Realmente ha sido muy difícil contactarte! —Ino sonrió y aunque alguna parte hubiese querido pedirle disculpas por su estrepitosa desaparición, sabía que era lo más sano para calmar su corazón confundido.

— Eso es porque he estado huyendo de ti, baka —bromeó y esa frase fue la más sincera que dijo en toda la noche.

— Lo sé —fue la única respuesta seria que obtuvo, seguida de algo que deseaba Kiba secretamente pero que disfrazó de chiste— Desearía que no lo hicieras, es solitario cuando no estás —una bandada de emoticones llenó la pantalla de la rubia haciendo sonreír. Pensó que ella también se había sentido sola esos últimos cuatro días sin hablar con él. —: ¿Qué pasa si ocurre un apocalipsis zombie? ¿Por quién dará la vida este asiático sino hay alguna rubia que pueda salvar?

Carcajeó realmente divertida. Kiba en ciertas ocasiones tenía comentarios tan infantiles e hilarantes que lo hacían irremplazable. ¿Cómo podía alejar a ese chico de su lado si la hacía enfadar en un instante y en otro sentirse completamente relajada? ¿Cómo podía dañar su hermosa amistad? Por primera vez Yamanaka sintió que tenía algo importante que atesorar, sea porque Inuzuka llegaría a ser su mejor amigo hombre o porque empezaba a sentir algo por él; quería protegerlo. No deseaba que nadie le rompiese el corazón y entre ese nadie estaba ella.

— Lo siento, no lo volveré a hacer —le prometió— ¿Siempre estaré a tu lado, vale? Así sea para que mueras en mis brazos devorado por unos hambrientos zombies.

— Es lo más romántico que me han dicho en toda mi vida, Ino-chan.


Sakura se levantó junto con el amanecer. Sería el último día de grabación de "la luna de miel" de la pareja casada y aunque quería que todo aquello terminase rápido para reponer al menos su entereza física y volver a Tokyo donde se sintiese más cómoda, también quería evitar que Sasuke la viese en esas fachas. Una modelo siempre debía estar presentable, incluso cuando se levantaba de una noche tensa.

Se anudó la bata de dormir a la cintura y caminó en puntillas hacia el baño. El apartamento se mantenía con las luces apagadas, otras tres habitaciones se distribuían a cada lado de la suya y frente a la sala. Una era la del director, de donde provenían unos roncos sonidos. La otra de los camarógrafos, que tenían que dormir apiñados unos encima de otros en unas incomodas literas. La última y al extremo de la suya, estaba Sasuke.

Haruno la miró por un instante entre los primeros rayos de luz de la mañana y la oscuridad de un apartamento que aún está sumido en las sombras, sin saber por qué esperaba y qué esperaba. Suspiró, se sentía confundida pero en general había podido entenderse con Sasuke medianamente. No había, al menos, protagonizado ninguna pelea ridícula. Y eso, para ella, era un gran alivio. Se llevó el cabello detrás de la oreja y sonrió delicadamente, mientras creía pensar algo como un débil "gracias". ¿Gracias por qué? ¿Por haberse olvidado de ella? ¿O por no tratarla como una escoria? No sabía que le agradecía, pero sin duda algo estaba en paz con él en su pecho.

¿Así era la vida, no? Según las estadísticas el 96% de las personas del mundo tienen un amor imposible. Que ella perteneciera a esa estadística no la hacía sentir tan mal, era la ley de la vida. Eso del amor mutuo a primera vista y afortunado solo existía para los suertudos —y como los odiaba—. Para ella, gente como Naruto, Kiba, Gaara, incluso Hinata; el amor era un sentimiento que podía ser imitado y convertido en "cariño" "gratitud" "ternura". No hacía falta sufrir por ello, así era el destino.

Ni la belleza, ni el dinero compran la felicidad. Tampoco la necesidad de ser reconocida lo hace. Últimamente se había sentido mal consigo misma, decepcionada de sus decisiones, porque había tirado a la borda todos sus deseos de superarse por un amor que estaba destinado al fracaso. Pero, aquella idea de que convertirse en modelo y vivir de lo que los demás pensarán no era digno; era un grave error. ¿Qué tenía de malo sacarle provecho a su físico? Era un trabajo que necesita igualdad de sacrificios y tiempo que cualquier otro. O es que si terminaba trabajando en un supermercado o atendiendo consultas como doctora se sentiría más honrada que maquillándose todas las mañanas, o siguiendo una estricta dieta para una sección de fotos.

Bien, a veces el trabajo desmedraba su físico. Pero, de eso era de lo único que debía sentir avergonzada. ¿Acaso era menos inteligente que sus compañeras de estudio o cualquier mujer que la entrevistaba? ¡No! Todo estaba en su cabeza, al igual que su amor por Sasuke. Era una idea suya, más nada. Lo que tenía que hacer ahora en adelante, era vivir su vida tal cual la había estado construyendo. Esperaría a que algo la sorprendiera. Tal vez conociera a alguien bueno en algún momento, alguna persona que valiese la pena. ¡Y viviría para ver eso!

— Shannaro… —susurró para darse energía y entrar al baño de una buena vez. Despejar su cabeza de pensamientos y darse una buena ducha. Se acercó al picaporte de la puerta pero cuando su mano tocó el mismo, la puerta del baño se abrió dejando salir a un Uchiha que cubría sus partes nobles con un paño blanco. Haruno abrió la boca primero por el susto de que alguien saliese del mismo lugar donde ella pensaba entrar, pero retrocedió de un salto y con un grito que pudo haber levantado a todo el vecindario al darse cuenta de que Sasuke estaba semi-desnudo, duchado y olía a jabón y almizcle. Él se detuvo a medio salir cuando el chillido le reventó los tímpanos, entrecerró los ojos y enfocó la vista a unas piernas desnudas guardas en una bata de dormir morada. Sus diminutos pies estaban descalzos y suaves, su rostro un desastre de sonrojo incluso sus ojos verdes lloraban lágrimas de sorpresa. — ¿Tú…tú…tú? ¡Tú….! —le indicó con el dedo mientras señalaba a todas las partes en donde su piel estaba expuesta.

— ¿Qué? —preguntó sin caer en cuenta mientras pensaba que todo aquello era una gran molestia. Ella siempre era como un dolor en la espinilla y ese sentimiento temprano por la mañana le ponía de mal humor. Se llevó la mano al cabello, desvergonzado, mientras bostezaba sin preocupación. Él la estaba ignorando completamente y en cualquier otra situación hubiese sido algo muy normal, pero Sakura todavía no caía en cuenta de que los dos estaban casi desnudos al frente del otro —después de tanto tiempo— y esa actitud fría de él nublaba aún más su sentido.

— ¡Tú….! ¿Qué hacías allí? —gritó mientras daba saltitos de un lado a otro, furibunda. Sakura no sabía, ni siquiera que decir, quería desaparecer de la faz de la tierra. Se sentía de nuevo como de dieciséis y aquello no era bueno. ¿Desde cuándo se ponía tan acalorada al ver el cuerpo de hombre desnudo? Había visto varios en su vida y el que tenía al frente fue el primero de todos. ¡No hacía falta hacer tal escandalo! Y aunque se lo decía en reiteradas ocasiones, seguía tratando de mirar a otro lado inútilmente mientras se ponía las manos en la mejilla, en la boca, en la nariz¸ sin encontrar sitio idóneo donde colocarlas. Bueno, también es que no podía desmerecer: El cuerpo que Sasuke Uchiha era perfecto y pondría a cualquier mujer a transpirar. No era su culpa sino la suya. ¡Maldito Uchiha!

Este regresó la mirada al rosado rostro de Haruno, que tenía las manos pegadas al cuerpo y los labios abiertos como una tonta, temblando. A veces Sakura podría ser tan estúpida, una mueca de desprecio se formó en su boca.

— ¿Qué crees que hace una persona en la ducha, Sakura…? —preguntó con cinismo.

— Etto… —la joven se quedó pensativa por un buen momento que el moreno utilizó para taladrarla con ojos poco amistosos. Poco a poco la pelirosa se fue dando cuenta de lo ridícula de la pregunta y su sonrojo fue creciendo junto al bochorno. ¿Qué clase de pregunta había hecho? Y, por sobre todo… ¡¿A qué clase de persona?!

Mientras Haruno se percataba de su densidad y de los errores que cometía cuando estaba nerviosa. Sasuke tuvo conciencia de que no solo Sakura se encontraba en piyamas con las lustrosas piernas desnudas, moviéndose de un lado a otro —totalmente tentadoras—, sino que él acaba de salir de la ducha. ¡Sí, de la ducha! Eso significaba que no solo su pecho estaba expuesto a los ojos verdes, sino también que sus partes íntimas estaba protegidas tan solo por un pedazo de tela blanca. Y, en general, se podía llamar al Uchiha un desvergonzado pero por cosas distintas a esas. Él, no solía estar merodeando desnudo frente a una mujer y mucho menos frente a su ex. El calor se le subió al rostro pero supo disimularlo muy bien. Carraspeó incómodo y sin esperar a que ella lo mirase, terminó la conversación con un rápido:

— Como sea… —largándose a su habitación sin retraso. Al otro lado del apartamento en la puerta de la habitación del director se asomaba una cabeza calva y apenada trataba de entender lo que había pasado en aquel instante cuando sus ojos habían podido observar a dos figuras celebres hermosas semi-desnudas en la sala de aquella habitación.

— ¿Pasó algo, Haruno-san?

El problema que tenía la de ojos verdes es que no había pasado nada.


El automóvil se llenaba de un incómodo silencio precedido de la vergüenza de dos individuos que aunque no se siente fuera de lugar estando a solas, no saben cómo hacer el momento más agradable sin exteriorizar un sentimiento ridículo y penoso. Hinata se había contenido de decir cualquier estupidez mordiendo sus labios mientras veía las calles adornándose tranquilamente, lento, de navidad. La expresión atípica en las caras de las personas se veía eclipsada por las luces de neón que anunciaban descuentos navideños.

"¿Navidad, eh?"; se preguntó la Hyuuga mientras colocaba su mano bajo el mentón y pegaba la nariz al vidrio. "Navidad siempre viene después del cumpleaños de Hanabi…". Recordó que seguramente esa noche su madre saldría con un paraguas en manos para apartar la nevada, caminaría veinte cuadras hasta llegar a la parada de trenes que llevan a Tokyo. De allí, se bajaría con su vestido pastel combinado por unas alargadas botas de trabajo. Caminaría otras veinte cuadras más y entraría a una pequeña pastelería capitalina de modestos olores y colores pasteles. Saldría con una tarta de fresa de la misma manera en que lo hacía tres veces al año, en los tres cumpleaños de sus personas más "queridas". Cuando veía a mamá Hanabae irse con aquella tranquilidad pasmosa y volver con una sonrisa cálida y la tarta helada en sus manos igual de congeladas, sentía que su corazón se calentaba de inmediato. El amor de una madre era una cosa tan extraña.

"Sobre todo la manera en que toma la caja de aquel pastel con los dos brazos bien juntas, protegiéndolo con su propio cuerpo". Sí, era como si aquella caja contuviese algo muy preciado —el corazón de alguien— y ella hiciera todo lo posible para protegerlo, incluso si aquello terminase hiriéndola o congelándole los talones. Escuchó la voz de Naruto a su lado que veía directo a la calle como los copos de nieve comenzaba a caer sobre el carro.

— ¿Navidad está cerca, no? —preguntó con tranquilidad. Hinata parpadeó mientras la imagen mental de su madre, siendo inesperadamente cariñosa, se borraba de sus ideas. Miró a Namikaze en toda su extensión mientras se preguntaba qué clase de navidades tenía una persona como él. Ella asintió lentamente y sus labios dejaron colar un lamentable sonido afirmativo. ¿Comía pan dulce por la noche mientras esperaba a que pasase el otro día? ¿O se hartaba de ramen como si fuese otro día más? ¿Estaría trabajando ese día también, sin descanso? — ¿Cómo festejas la navidad, Hinata? —inquirió como si hubiese leído sus pensamientos y la miró por un microsegundo.

— ¿Yo? —preguntó ella con la voz temblorosa y exagerada sorpresa. ¿Acaso ella no estaba destinada a ese tipo de preguntas? ¿Qué podían tener de divertidas sus navidades? Era solo una chica normal de instituto con poco sentido de la moda, con pocos amigos, una familia excéntrica y alrededor de doscientos yenes en la cartera. — Bueno… —empezó a recordar las navidades pasadas—: Mamá prepara un almuerzo navideño de sopa miso y rollos de huevo. Papá viaja a Okinawa a visitar al abuelo, así que mayormente no está en casa para esas fechas. Los últimos dos años Hanabi ha salido con su grupo de amigos a lo que hacen los jóvenes en esas fechas, se reúnen en alguna casa de un amigo o se van al karaoke y tienen una fiesta grupal. Yo… —bajó la mirada apenada, seguramente pensaría que ella era una aburrida por estar hablando de como los demás pasaban sus navidades mientras ella hacía de aquel día como si fuese cualquier otro—, cuando Ino-chan no está ocupada salimos a un café y pasamos una noche miserable de dos adolescentes aburridas. Aunque siempre logra conseguir pareja para esas fechas así que mayormente se va temprano con su cita y yo regreso a casa a leer los mangas con especiales navideños. Es… —tomó sus manos con fuerza. ¿Acaso ella era el único ser en la faz de la tierra que tenía navidades aburridas? ¿Algún día cambiaria?— una navidad modesta.

— Ya veo… —comentó sin mucho interés. La Hyuuga bajó el rostro decepcionada aunque esa reacción era propia de él ante un relato tan detallado y triste. ¿Qué esperaba que dijese? ¿Qué interesante o quieres pasar conmigo las próximas navidades? Eso era ridículo en todo sentido— ¿Ino-chan, no?

Hinata rodeó los ojos. ¿Él se había quedado en ese punto de la historia? Terminó por asentir.

— Es una buena amiga mía.

— ¿Mujer?

— Acabo de decir "amiga" —recalcó con algo de sorna mientras miraba su perfil. Naruto se encogía de hombros con una sonrisa apenada.

— Hoy en día uno tiene que confirmar todo, dattebayo.

— ¿Y tú…? —Cambió de tema— ¿Qué haces en navidad?

— ¿Yo? — se apuntó así mismo con el dedo índice. Ella asintió rápidamente interesada en lo que pudiese decir un ídolo sobre sus días festivos. ¿Qué clase de fiestas tenían los famosos en navidad? ¿Tirarían la casa por la ventana o se reunían en algún bar de moda a tomar hasta la noche? Hinata alargó la expresión de sus labios mientras una idea le martillaba los pensamientos. ¿Podía ser que él tuviese una navidad romántica con…?

— ¿Pasas tu navidad con Shion?

— ¿Qué? —preguntó él atónito. ¿De dónde había salido semejante idea? —: ¿Qué te hace pensar eso?

— Entonces… —corrigió rápidamente su error— ¿Con Chouji?

— Ya quisieras… —siseó sin entender a que venía esa clase de interrogación. ¿Por qué Hinata se encontraba interesada en Shion últimamente? ¿Y, realmente él se veía como el tipo que pasaba sus navidades con ella? En parte se sintió bien de que Hinata tuviese ese tipo de imagen sobre él, pero terminó por desechar la idea de mentirle. — Trabajo en esa fecha o salgo con Iruka.

— ¿Iruka? —casi chilla de la impresión ¿Quién pasaba navidad con su productor?

— Él es un hombre solitario así que nunca tiene a nadie para pasar navidad. Yo tengo hambre, así que siempre me invita en la noche a comer en algún restaurante. Es mejor que estar solo… ¿No?

— Es como una cita… —susurró la Hyuuga sorprendida. Naruto la fulminó con la mirada.

— ¿Se te fundió el cerebro o qué?

— ¿No la pasas con tus compañeros? —decidió cambiar nuevamente el tema para no hacerlo cabrear aún más, aunque muy en el fondo sentía que era algo muy romántico una noche navideña en un restaurante elegante comiendo caballa.

— No —fue lo que respondió después de pensarlo unos segundos, sus labios se habían tensado como si algo doliese— Bueno, solíamos pasarla junto antes. Hacíamos un repertorio de villancicos —sonrió ante aquel recuerdo— y nos encerrábamos con chatarra, nuestros instrumentos y alcohol. Eran navidades aburridas, a decir verdad, él único que se divertía era Sasuke porque tenía a… —decidió guardar aquel secreto. Le sonrió ante la mirada sorprendida de Hinata—. Olvídalo, son cosas que pasaron hace mucho tiempo. Hoy en día cada quien tiene su forma de pasar fechas inútiles. Mayormente —se encogió de hombros como si aquello no tuviese importancia— trabajamos para la compañía así que no hay mucho de que quejarse.

— ¿Trabajar?

— Sí, algún programa en vivo o animar en algún concierto personal… — Un recuerdo le asaltó con violencia haciéndole sonreír— La verdad es que la primera vez que trabaje en navidad estábamos recién llegados a la SBS, era nuestro debut. Todavía nuestra música tenía cierto sonido de rock, así que nos pidieron participar en el Nenji rokkufesutibaru (Festival anual de rock). El festival dura alrededor de una semana y nosotros en todo aquel tiempo solo pudimos tocar una sola canción. Nuestros arreglos no eran tan buenos y los bailes que nos daban popularidad entre las chicas no iban con el espíritu de su público; realmente la pasamos bien. El nivel de las bandas en el Nenji rokkufesutibaru y sus expectativas eran más hacia Café Kuribahara que para Doushitte. Fue, nuestro primer y más grande fracaso —se encogió de hombros como si aquella realidad hubiese dejado de molestarle—: Si comparase esa navidad con tantas otras, diría que fue la mejor de todas. Tuvimos asientos en primera fila para las bandas de rock más famosas de Japón y aunque los críticos nos destrozaron, fue lo más cercano que tuvimos de un concierto propiamente dicho. Realmente tocamos y nos divertimos como nosotros, no como los representantes de la SBS —hizo silencio por un momento mientras recordaba las luces sobre el escenario palideciendo el suelo de madera y un cielo repleto de los primeros copos de nieve, estrellas borradas y reflectores de luz anaranjados y azules. Las manos de un público que se perdían en la inmensidad de un parque hundido en la noche e iluminado por los rampú que bailaban sobre sus cuerdas de nylon. Ruido, música, movimiento y al finalizar un largo silencio de suspensión. Inspiró dando por terminada aquella fantasía de volver a pisar ese mismo escenario después de cinco años de carrera en el "pop" y un debut risible. No importaría si Iruka permitiese al grupo componer a gusto o que lograran, al menos, hacer algo medianamente decente para el gremio musical. Ya estaban marcados, ellos eran solo producto comercial y esa etiqueta pesaba en su vida (también en su felicidad y orgullo como artista) como si se tratara de una cruz.

— ¿Por qué no has intentado volver a tocar en el festival? —preguntó Hinata sin creérselo. Ella siempre sintonizaba el canal que transmitía en vivo el festival en año nuevo, cuando las mejores bandas se presentaban y se nombraba a la "pieza revelación" y a la "banda del rokkofest". Nunca había visto a Doushitte en el escenario y tampoco es como si los hubiese esperado, después de todo el Rokkofest (como también se le llamaba) era conocido por presentas bandas debut o legendarias que tuviese el nivel para el difícil público, estrictamente de género rock. Doushitte era una banda famosa, pero no llegaba a ser considerada legendaria (y ella jamás la hubiese considera mínimamente seria con sus videos de singles rellenos de fanservice), su género era también demasiado comercial para ser bien aceptado en el mundillo del Rokkofest. Pero, si a él le gustaba tanto el festival: ¿Por qué no hacia el intento para ingresar a él? Naruto podía ser tan testarudo en algunas cosas y tan dejado en otras.

— Somos una banda execrada del Rokkofest, dattebayo. Recibimos invitación y nos votaron negativo, nunca ninguna banda ha vuelto a tocar después de eso. Además, nosotros, nuestra música, no es para ellos.

— ¿Pero por qué…? —siseó.

— ¿Por qué hemos tocado pop todo este tiempo si Café Kuribajara era una banda de rock? ¿Por qué he seguido y confiado en Sai como compositor? Bueno, a decir verdad: Sai es un genio en los arreglos y en la armonía de la música, tiene muy buen gusto. Sin embargo, también tiene debilidad por el pop y siendo el mejor compositor de la SBS deberíamos estar nosotros —Doushitte— contentos de tenerlo como "sempai" ¿No? La imagen de la SBS también es más comercial que artística. No tengo nada contra el pop, a decir verdad es lo que más vende y eso es lo que busca Iruka. Poco o nada le importa cuán rebuscada o buena sea una melodía si esta es muy naif o underground. Mientras al público le agrade, él estará a gusto. Iruka es un manager complejo: él se emocionaba con nuestra música como Café Kuribajara, pero realmente nos contrató porque éramos un cuarteto bien visto y famoso en Konoha. Decidió que nuestra música era demasiado arriesgada para una banda debut y nos dejó a cargo de Sai, finalmente la música de él comenzó a identificarnos y si hubiésemos cambiado de estilo… ¿No seríamos Doushitte, no? —hizo un momento de silencio en donde sonrió con incomodidad—: Yo terminé por aceptar de que aunque puedo componer de las cosas más tontas del mundo hasta las más comunes, no puedo acoplar esa letra a una música que me hace ver como un "gran ídolo" ¿No? Nadie haría un paso "cool" o lanzaría una mirada "genial" mientras canta sobre un hikkikomori. —Suspiró—: Mi música tal vez sea solo para los bares de Konoha y para la gente extraña que le gusta la música aún más extraña —Hinata lo miró sin entender aquella expresión depresiva en su rostro. ¿Iruka no había aceptado su trabajo, no? ¿Por qué se encontraba desanimado? ¡Oh, la junta directiva! ¿Ellos deberían ser unos hombres interesados en negocios, no? Pero… a ella realmente le había parecido que aquella canción era muy buena—: Dejé de escuchar el sonido de antes con claridad y me oxidé. Lo de hace unas semanas fue suerte, una inspiración "flash". Seguro me siento en algún sitio a tratar de hacer un himno infantil y me encontraré seco como una pasa.

Aquella comparación casi la hace reír, pero Hinata sabía que Naruto a veces decía o hacía cosas tontas con tal de desviar un tema que lo estaba torturando. Él solía llamar la atención mucho, pero realmente habían momentos en donde solo quería desaparecer. Hinata creyó entenderlo, aunque ese nunca había sido el caso de su vida, aunque en general los dos se esforzaban. Y eso los hacía ciertamente cercanos.

— Pero, Iruka-san ha dicho que él realmente estaba interesado en…

— Y eso no cambia el hecho de que somos Doushitte, así como tampoco certifica que nos deje componer a libertad, ni que se harán modificaciones. Este medio no es algo fácil de escalar y ganar, dattebayo. En general él solo se está dejando llevar por sus gustos, pero eso no significa que la junta ejecutiva piense igual que él. Pensará que es un riesgo incluso para una banda con buena popularidad, esa es la… —ella no lo dejó terminar.

— Esa canción… —hizo un silencio al recordarla y sonrió—: Creo que está a la altura del Rokkofest. Deberías confiar más en ella, después de todo tú has dicho que Iruka-san es realmente exigente también y aun cuando al inicio tenía sus dudas… —se tomó las manos al sentirse apenada por las palabras de consuelo que daba—: Al final pareció realmente conmovido —le miró directo al rostro aun cuando él tenía ojos solo para la calle. Su perfil se veía iluminado por el reflejo de la luz de una noche de invierno y lo hacía verse pálido. Hinata recordó a través de las facciones del rubio la manera en que Iruka había sonreído al escuchar un lugar en la canción, ese punto de la misma que te convence de querer volver a escucharla. Sonrió, porque su corazón también se había conmovido de la misma manera en que lo habían hecho el del productor, pero seguramente más que por sorpresa por un sentimiento personal. Como cuando al conocer alguien que se nos resulta irresistiblemente simpático descubrimos que tiene intereses maravillosos y no se puede evitar quedar infantilmente prendado. Se llevó las manos al pecho sintiendo que el corazón le latía voraz; estaba tan ocupada con sus propios sentimientos que ni se percató que Naruto había fruncido el cejo y lanzado una mirada contrariada. Hinata le estaba dando todo el crédito por la anterior victoria como si el mérito fuese solo de él, pero lo que había creado si quiera una posibilidad con Iruka era la petición de ella de que la escuchara —más persistente y amable que la de él—.

— No… —susurró Naruto para sus propios pensamientos, llamando la atención de la Hyuuga que lo miró con curiosidad—: Gracias, dattebayo.

Sus labios entrecerrados se abrieron de la impresión de escucharlo agradecer. Aunque no entendía a qué se refería con ello. Él siguió hablando, como si el tema estuviese saldado, y la miró cuando el carro se detuvo frente a un semáforo en rojo; estaba sonriendo:

— Esta navidad pasémosla juntos, Hinata.

La naturalidad con que lo dijo vino precedida con acelerar el auto y ni esperar una respuesta. Hinata se le cortó la respiración mientras no comprendía que clase de pensamiento podía pasar por la cabeza de su "novio", no sabía si quiera que clase de rostro poner o que decir. ¿No era eso una clase de cita? ¿Desde cuando la distancia de "solo un contrato" había dejado de existir? ¿Por qué con ella y no con Shion? Su cabeza era un generador de preguntas que no sabía ni podía contestar, decidió irse por lo más fácil:

— ¿Po-por qué? —su rostro hervía.

— ¿Por que qué? —Naruto era tan denso como de costumbre, cuando entendió la pregunta en la mirada de la Hyuuga sintió que él tampoco sabía porque lo había dicho pero sentía que quería hacer eso — Bueno, tú has dicho que tus navidades son aburridas.

— Modestas —corrigió.

— "Modestas" es sinónimo de aburrido si lo que haces el veinticuatro de diciembre es leer manga y del actualizado, es decir, esperas servilmente hasta que se actualice con los especiales de navidad ¿No?—ella se sonrojó hasta la coronilla. ¿Realmente se dejaba transparentar tan fácil su verdadero yo? ¿Cómo Naruto sabía que los especiales de navidad salían unas cuantas horas antes de nochebuena? ¿Sería que él también leía manga? Bueno, aquello no venía al asunto, el hobby de Naruto tampoco era algo que ella tuviese que indagar.

— Navidad es como cualquier otro día.

— Que triste vida la tuya… —determinó sin ningún sentimiento en el rostro haciendo que ella se molestara— Mis navidades son también "modestas", dattebayo.

— Ir a un restaurante tres estrellas con tu manager puede ser triste pero no modesto.

— Bien… —hizo un momento de silencio por su orgullo herido— Si quieres puedes seguir leyendo tu manga shoujo.

Namikaze apretó el volante mientras pensaba que hubiese sido mejor no decir nada. Hinata, mientras tanto, se encontraba apenada al ser descubierta incluso como el tipo de gente cursi que deja los especiales navideños de la revistas de manga shoujo para el mismo veinticuatro. Sin embargo, no se sentía del todo triste cambiando aquella antigua tradición suya —que venía practicando desde los diez años— por unas cuantas horas con Naruto-kun, siempre habría tiempo para el shoujo.

— Me gustaría —terminó por decir sinceramente, mientras aquella simple frase hacia que Namikaze pasara por un terrible escalofrío que le entibio el cuerpo y aceleró su corazón. ¿Ella realmente había aceptado?

— Pues, ya no tengo ganas-ttebayo —contestó enfurruñado y terriblemente nervioso.

— ¡Oh! ¿Prefieres los restaurantes con Iruka-san? —aunque parecía una pregunta malintencionada, solo había sido honesta y dicho lo primero que se le vino a la mente.

— ¡No! —chilló y casi da un frenazo de la sorpresa— De todos modos, si no quieres ir invitaré a alguna chica que si esté interesada… —no sabía porque se estaba comportando de esa manera, pero generalmente cuando se colocaba nervioso empezaba a contradecirse a sí mismo. ¡Esa terrible maña de su madre lo atacaba cuando menos se lo esperaba! —Sí, el lado tsundere de los Uzumaki—.

— Pero acabo de decir… —él no la escuchaba aun cuando Hinata comenzaba a molestarse.

— Seguro ellas si apreciarán pasar un día festivo con el ídolo de Japón.

— Haz lo que quieras —susurró secretamente cabreada.

— Lo haré, ya que no quieres ir… —le echó una mirada de soslayo igual de herido e infantil. Se percató de que ella realmente había perdido el interés.

— Ahora sí que no quiero —murmuró con la cabeza apoyada al vidrio.

— ¿Es que quería antes? —le preguntó medianamente interesado, aunque lo hacía para molestarla. Hinata rodeó los ojos sin poder soportar esa parte de él.

— ¡Tú realmente solo escuchas lo que te conviene! —refunfuñó hundiendo la frente el vidrio para no tener que ver el rostro de él. El suyo se había puesto rojo y aunque la expresión no era de ira, algo dentro de sí misma temblaba. ¿Su corazón o su cerebro?

— Bien, ya que tanto quieres pasar tus navidades conmigo, las pasaremos juntos —determinó sonriendo con elocuencia y algo de pedantería haciendo que ella lo mirase boquiabierta.

¡Él había revertido todo a su favor! Le hubiese querido decir que no quería ir, pero ella a diferencia de la creencia popular, aún con su carácter terco y su lado más tímido, era una persona sincera.

— Yo no he dicho eso… —susurró sin poder discutir con un demonio como él.

— ¿Lo has prometido, no?

— Yo… —él volvió a interrumpirla.

— Entonces, es una promesa de Hime Yakuza —le sonrió al recordar aquel ridículo sobrenombre que la hacía hervir de la ira. Ella en un principio quiso poner los ojos en blanco, no podía ganarle, pero finalmente una suave sonrisa también se coló en sus labios.

— Haz lo que quieras, Naruto-kun —esa última frase lo hizo sonreír como un niño con juguete nuevo.


Gaara escuchó con atención a Iruka y cuando este controló la euforia que le dominaba, le preguntó:

— ¿Qué te parece?

— ¿Una canción compuesta por Naruto? —preguntó sin creérselo— Pero si él había dicho que eso ya no era lo suyo.

— Yo también pensaba lo mismo hasta que escuche el demo… —miró a la computadora donde aún estaba abierto el documento titulado "Todo está bien (Daijoubu)" —: Tengo una reunión con la junta directiva hoy mismo, mientras más rápido se apruebe más tiempo tendremos antes de las premiaciones en Abril, podremos hacer un álbum homogéneo y maduro —Gaara no podía si quiera creer lo que estaba hablando Iruka. ¿Se refería al Tokyo-sho? ¿Realmente estaba hablando de las premiaciones más importantes de Japón para los artistas de música, donde solo la creme de la creme ganaba buenos premios? —No baratijas como ellos que en la anterior premiación se habían llevado "La banda más popular" —. El Tokyo-sho que se celebraba todos los trece de Abril era la celebración más importante para las leyendas musicales del país, una especie de Grammy japonés. Los críticos eran realmente duros, incluso eran esos mismos que representaban al Tokyo-sho los que habían llamado a Doushitte "Un grupo de caras bonitas con mucha popularidad y música masticable hasta el punto que parece un chicle sin sabor" o él otro tanto o más hiriente: "¡Oh sí, el grupo que prometía tocar música y al final no lo cumplió!". Sí, esas eran las reseñas anuales de Dosuhitte para la gente "seria" del mundillo musical, solo eran un grupo de amargados que odiaba lo comercial, pero Gaara no podía culparlos; desde que aquella canción "Guren Guren" había sido transmitida con video por televisión nacional nadie podía respetarlos. Después de todos unos hombres de veintitrés vestidos de conejitos y saltando con instrumentos musicales alrededor de un corazón gigante solo podía volver locas a las chicas —de preparatoria— y el hazme de reír al resto del país. Iruka quería volver a hundirlos en la miseria de recordar que eran un asco de banda llena de fanservice.

— Pero… ¿"La SBS trabaja únicamente con pop", no? Eso nos dijiste cuando éramos Café Kuribajara… —comentó el pelirrojo sin saber que esperar. ¿Un álbum, incluso? ¿De qué clase? ¿Podía ser algo del estilo de antes o había compuesto una canción pop? Eso era imposible.

— Ustedes ya son una banda con cierta carrera en el medio, su público femenino está bien captado. Mejorar la calidad de sus presentaciones y una reconsideración del género nos permite más posibilidades de conseguir mayor público. No dedicarnos únicamente a las fan de preparatoria, sino a un público en general nos permitiría que se les considere una banda seria.

— Y usted está tan seguro de que la junta va a aprobar…

—Es una canción que ganaría incluso en el Rokkofest —comentó sin dudarlo, haciendo que Sabaku se sorprendiera y se mostrase por completo interesado. ¿Una canción que podría estar en el repertorio del Rokkofest? ¿Qué podía ser tomada en serio entre el público de aquel festival? Creía a Naruto capaz de ello, pero…

— Podría yo… —comenzó a decir mientras Iruka negaba vehemente con la cabeza y las manos.

— Quisiera que estuviese toda la banda reunida mañana para presentar la idea y empezar a planificar que haremos. Estoy pensando en unos… —se quedó en silencio— ¡Ya veremos, eso es todo Gaara! —se levantó, tomó su computadora debajo del brazo y con una sonrisa que decía "millones" empezó a partir escoltando a Gaara— Mañana por la tarde hablamos de los detalles. Y, te aseguro, el bajo tiene gran participación… —le picó el ojo antes de darle una palmada y dejarlo plantado en el pasillo.

Gaara miró la figura del hombre partiendo alegremente e inspiró sin creérselo. ¿Naruto? ¿Un nuevo álbum? Se rascó el cuello y una sonrisa salió de sus labios ante aquella simple frase: "El bajo tiene gran participación", esa noche pensaba practicar como un demente.

Su celular sonó llamando su atención, el bolsillo se iluminó con el número de Matsuri. Un simple mensaje que decía así:

Necesito que hablemos, Gaara; Pero, como dos adultos maduros. Cuando tengas tiempo me avisas.

Matsuri.

Seguramente terminaría practicando esa noche, pero no en su casa.


La casa de Hinata estaba iluminada con los reflectores que él había pedido instalar para que la calle tuviese suficiente luz en la noche. A diferencia de otros días donde la estructura se ocultaba ente la noche y las sombras. Hinata viró el rostro para darles las gracias por traerla a casa, más él ya tenía un pie fuera del carro y exclamaba por encima del capó lo bien que se veía el hogar luego de las remodelaciones.

Hinata suspiró, no solo era ridícula la cantidad de dinero que tenía, sino sus actitudes al desperdiciarlo. Salió del automóvil con tranquilidad mientras escuchaba una que otra alabanza sobre el balcón en el cuarto matrimonial:

— Gracias, Naruto-kun —habló ella cuando Namikaze hizo un silencio después de un largo silbido precedido de: "¡Qué cambio!". El rubio la miró sin seguir el sentido de su agradecimiento.

—Es un favor para la arquitectura solamente, dattebayo…—indicó él con poca modestia. Mantenía los brazos apoyados en el techo del carro cuando ella negó con cierto divertimento.

— Hablo de traerme a casa.

— ¡Oh! —fue la única exclamación que dio ante aquel agradecimiento y un ligero sonrojo, al parecer no lo consideraba un gran mérito sino una actitud normal para con ella.

— Últimamente eres más simpático que de costumbre —le mosqueó la Hyuuga— ¿Debería preocuparme?

— Tienes una lengua ponzoñosa, a veces, Hinata —siseó sin resentimiento pero obviamente herido.

— Solo soy honesta —objetó mientras se amarraba la chaqueta para cubrirse del frío.

— Tu tampoco estás tan odiosa como de costumbre, dattebayo.

Ella le sonrió como si aquello se tratase de un chiste malo, sin embargo había algo amable en su mirada. El corazón de Naruto se sentía cálido y pensó que aunque se quedase en la nieve un día entero, su cuerpo no podría volverse a enfriar después de escuchar su voz suave decir aquello:

— Puede ser.

El sonido de su celular lo despertó del letargo que le hundía la sonrisa de Hinata, buscó en su chaqueta inútilmente —estaba en su pantalón— y el número de Iruka saltó en la pantalla, contestándolo de inmediato.

— ¿Moshi mosh…? —le interrumpió el saludo.

— Aprobado. Mañana en la tarde después de la llegada de Sasuke de Okinawa, los espero a todos en el estudio central. No acepto retrasos y cancela todo lo que tengas por alrededor de dos semanas ¡Trabajaremos para tener resultados estas navidades! ¿Vale? Por cierto, piensa en alguna canción de amor, lo que sea, pero al menos necesitamos una o dos; de resto tienes libertad de componer lo que se te salga del forro. ¿Entendido? —cortó la llamada sin esperar contestación.

Naruto miró al teléfono con ojos desorbitados. ¿Tan rápido había sido aprobado? ¿Navidad? ¿Dos semanas? Sintió la presión caer sobre lo hondo de su estómago como un golpe seco. El celular se bloqueó solo dejando de iluminar su rostro, aún así el rubio siguió mirando hacia el aparato. Hinata ante su expresión, camino al otro lado de la acerca para preguntar. El frío se había alojado entre los dos cuerpos separados por dos metros

— ¿Naruto-kun? —Susurró alzando la mano para tocarle— ¿Estás?

La voz detuvo su acción, dejando la mano suspendida hasta que cedió por la misma gravedad. La voz de Naruto era monótona aunque había cierta felicidad escondida de ella, llena de sorpresa.

— Era Iruka —respondió— Mañana empiezan los preparativos…

— ¿Para la canción? —completó ella entusiasmada.

— Bueno, sonaba como un proyecto más grande —comentó inesperadamente sorprendido y preocupado.

— ¡Eso es genial, Naruto-kun! —saltó ella sonriendo por él, mientras se le acercaba con tal de felicitarlo. Sin embargo, Namikaze parecía estar haciendo cálculos mentales y su piel se colocaba cada vez más pálida.

— Pero, dos semana aproximadamente… —miró a sus propias manos como si ellas tuviese la respuesta de algo— Eso da la posibilidad de… pero no de… sino de…

Hinata dejó posar sus manos sobre las de él, con suavidad llamando la atención del rubio; que contrariado miró los ojos lavanda de ella y luego sus delicadas muñecas. La Hyuuga tenía ese aspecto frágil de que se fuese a partir en cualquier momento, pero él bien sabía que esos dedos que lo tomaban por los nudillos eran igual de fuertes que los suyos.

— ¡Tendrás que esforzarte mucho estás dos semanas para conseguir lo que deseas, Naruto-kun! —y aquello no era consejo, sino una realidad que la veía escrita en el rostro de su novio. Este le sonrió tranquilizándose un poco. ¿De qué valía preocuparse si mañana le darían las indicaciones? Suspiró, sintiéndose mucho mejor. — Seguramente estarás muy ocupado todo este tiempo, pero si necesitas ayuda en algo… —se quedó en silencio al verse decir algo tan vergonzoso.

— ¿Acudo a ti…? —le preguntó con cierta jocosidad.

Ella le soltó las manos de golpe sintiéndose terriblemente avergonzada y llamando la atención de un Naruto que se decepcionó en un santiamén. Hubiese querido tener sus manos un rato más, unos segundos.

— ¡Yo! —Estaba roja de la pena y su lengua no quería modular—: ¡Yo solo digo que…!

— Lo haré… —asintió sabiendo que si en algún momento se sentía inseguro o imposibilitado de hacer algo acudiría a ella, confiaría en su poder de convencerlo de que él también podía hacer cosas extraordinarias—: ¡Cuida de mí, Hinata! —y dio una graciosa reverencia ceremoniosa.

— ¡No lo digas así! —chilló la Hyuuga temblando de pies a cabeza, realmente él hacia lo que quería con ella. Su sonrojo se hizo más monótono cuando pudo calmar la histeria. Él la miraba con una sonrisa velada y los ojos calmados. Resopló, no podía ganarle a ese chico, definitivamente. Luego de un largo silencio, Naruto notó que ella no seguiría diciendo frases vergonzosas y que detendría toda su ternura, así pensó que era el momento de partir antes de que terminase abrazándola de alguna manera o molestándola.

— Bueno, iré a casa. Tengo que empezar a buscar "información" si Iruka quiere un nivel de trabajo inhumano… —Hinata se sorprendió por la sonrisa con que decía todo aquello, como si en realidad no se arrepintiera. Retrocedió y abriendo la puerta para volver a entrar escuchó la voz de la pelinegra:

— ¡Descansa! —tenía la sensación de que él ese día no dormiría por los nervios y estaba en lo correcto. Él la miró con los ojos bien abiertos y finalmente le sonrió para terminar siendo jalado por una mano ajena que lo sacaba del carro.

— ¡Naruto-sama! —la voz de Hanabae le llegó directo al oído mientras todo el cuerpo de su suegra se pegaba al propio, casi tumbándolo al pavimento frío. Hinata gritó de la sorpresa y de ver a su madre en la calle a esa hora. Eran las nueve, pasaban la novela de la noche. — ¡Cuánto tiempo sin verlo!

— ¿Ha-hanabae-san? —preguntó mientras sentía la respiración de la mujer en su cuello y sus brazos cercenando su hombro, una posición terriblemente incomoda.

— Yo pensaba que me habías comenzado a llamar madre, Naruto-sama —lo acusó con voz de decepción la mujer mientras le echaba una mirada rápida a su hija— ¿Piensas dejar que le dé pulmonía al ídolo de Japón? ¡Realmente de chica no tienes nada Hinata: a los hombres se les invita a casa para que se tomen un té, si cargan con la molestia de traerte hasta casa!

— ¡Madre! —gruñó la joven mientras se sonrojaba al escuchar que incluso su madre la llamaba "poco femenina" y en parte porque la mujer estaba llevando al ídolo al suelo. Se acercó para separarlos. —: Naruto-kun no tiene tiempo hoy para complacer tus peticiones, está ocupado —y aquella frase parecía del tipo de una esposa cuidando de la salud de su marido recién casado.

— Lo sien… —empezó excusándose el rubio mientras llevaba la mano tras su cabeza y rascaba su cabello. La voz de la matriarca Hyuuga los hizo temblar a los dos mientras los empujaba.

— ¡Siempre hay tiempo para un té y para presentar sus respetos a los suegros!

— ¡Madre, hoy no es el día! —volvió a tratar de decir la joven consiguiendo que la madre le jalara por la oreja para acércasela al rostro de un solo jalón mientras se quejaba frente a los ojos de un Naruto que solo pensaba: "Realmente las madres dan miedo, mejor hago lo que me diga, no sea que…".

— ¿Eres tonta o te haces? Puede ser que tengas tus cartas para hacer que él te traiga a casa y vuelvas a ser la favorita, pero tienes que reafirmar esos puntos que ganaste hoy —aquello lo dijo en un tono que fue imposible para Namikaze escucharle, mientras está sonreía al rubio con amabilidad y apretaba con fuerza la oreja de Hinata hasta dejarla roja. Nadie hubiese pensado desde lejos que ella estaba diciendo una frase tan retorcida como esa o que estuviese dejando a su hija sin oído.

— ¡Ma! —se quejó la pelinegra dejando de sentir su oreja y algunas tristes lágrimas saltaban de sus ojos.

— Pero estoy orgullosa de ti, mi niña. Lo conseguiste en una tarde, eso va más allá de mis expectativas —la soltó para acariciar su brazo como si no hubiese antes destripado una parte del cuerpo de su hija. La primogénita se llevó las dos manos al oído mientras miraba a la madre con puchero marcado en el rostro. Hanabae le pellizcó un cachete cariñosamente mientras veía al rubio—: ¡No es mi hija una dulzura! ¿No, Namikaze-sama?

Naruto saltó en el sitio donde estaba, entre asustado al ver lo roja que había quedado el odio de Hinata y la voz suave pero directa de la madre Hyuuga. Tragó gordo. ¡Esa mujer realmente era temible! Sudó la gota gorda:

— ¿Dul-dulce? —Tartamudeó palideciendo mientras miraba a Hinata y luego a la madre— ¿Hinata?

— ¿No le parece? —preguntó preocupada la Hyuuga mientras empezaba a dudar de que la hija hubiese obtenido el favoritismo del artista de nuevo, después de todo solo había sido una tarde. Pensó: "Seguramente ella se arrastró para que la trajese hasta casa, entonces si es así yo tengo que hacer el trabajo duro para que él la vuelva a ver como la única". Frunció los labios mientras el rubio se sentía cada vez más débil.

— ¡Claro que sí! —chilló sintiendo que en cualquier momento se desmayaría de la prensión de tener los ojos de esa mujer sobre su persona. ¿La otra vez que él había ido esa mujer no era un amor? ¿Ahora qué pasaba con esa aura de amabilidad fingida que tenía alrededor de sí misma? —: ¡Hinata es como un caramelo! ¡Como un dango! ¡Como una galleta de limón! ¡Como una torta de chocolate con fresas y crema chantillí! —Mientras decía todos esos platos se percató que todo aquel tiempo había tenido hambre— ¡Como un ponqué de pasas y nueces! ¡Como un pollo laqueado con naranjas! ¡Como ramen! —terminó limpiándose la baba que había salido de su boca.

Las dos mujeres lo miraron ausentes. ¿Qué clase de declaración romántica era esa? ¿Galletas de limón? ¿Las ácidas? ¿Pollo laqueado? ¿Ramen? La madre no entendía que significaba todo aquello, es que acaso él… ¿Él se quería comer a su hija? ¡Se quería comer a su hija! Sonrió perturbada. Hinata por el otro sabía que su novio tenía voraz hambre —como de costumbre— al igual que ella, tanto que pensó en rollos de canela calientes para aquel clima frío.

— Como rollos de canela… —susurró, recibiendo por parte de su progenitora una palmada en la espalda para que se callara de una buena vez mientras escuchaba el terrible susurro de: "¿Estás en esta situación y lo único que se te ocurre es comer, pequeñísima mocosa?". Hinata decidió que lo mejor era seguir las indicaciones de su madre si no quería morir ese día. Comenzaron a caminar los tres hacia la casa iluminada siendo llevados por la presencia de una madre que hablaba sola.

— ¡Bueno, no importa si Hinata no te parece tan dulce! ¡La verdad no lo es, pero podemos hacer que lo sea con algo de trabajo! No tienes por qué preocuparte Naruto-sama —empezaba a decir la mujer mientras calculaba cuanto tenía que hacer para que el ídolo quedase prendado de su hija. ¿Obligarlo a comer la cena? ¿Invitarlo mañana al cumpleaños de Hanabi? ¡No! ¡Ya sabía que haría! —: Ella tendrá un intensivo para ser más femenina, lo haré por usted o me dejo de llamar Hanabae Hyuuga —y seguía hablando sola mientras se dirigía a la puerta de su casa.

— ¿Rollos de canela? —le preguntó Namikaze a media voz interesado en el susurro que ella había dejado entrever luego de su lamentable monologo. Hinata abrió los ojos impresionada de que él hubiese podido escuchar esa estúpida frase, miró al suelo mientras resoplaba.

— Creo que tengo hambre.

— ¡Yo igual! —gritó mientras movía las manos como si aquello fuese una gran cosa. Bueno, en general si él tenía hambre hacía todo lo posible —incluso lo imposible— para comer. Siempre Lee llevaba galletas o barras energéticas en sus bolsillos para él saciar su hambre en las entrevistas.

— ¡Oh! —sonrió ella— Ya me había dado cuenta.

Él se paralizó asustado: ¿Cómo? —realmente se preguntaba como ella había podido adivinar su debilidad por la comida y su actual necesidad de la misma.

— Leo mentes —bromeó ella haciendo que Naruto tuviese un escalofrío, él realmente creyó aquello.

— ¡Hinata deja de entretener con tus estupideces a Naruto-sama! —Replicó la madre cuando ellos llegaron al nivel de la puerta—: No vas a llegar al altar nunca si sigues creyendo que los rollos de canela te llevarán a algún lado. ¿Vale?

Hinata abrió la boca para contrariarla pero entendió que aquella pelea estaba perdida. Naruto parpadeó sin entender la conversación de madre e hija, le sonrió a Hanabae amablemente mientras preguntaba:

— ¿Por qué los rollos de canela? —No entendía. No es como si un rollo de canela tuviese un sabor especial o fuese una comida incomparable. ¿Qué tenía de atractivo un rollo de canela si solo sabía a rollo de canela?

Hanabae empujó a su hija para que entrase a la casa de una buena vez, mientras con su mano amable guiaba a Namikaze como a un niño perdido. Le sonrió entre comprensiva y desinteresada:

— Es la comida preferida de esa idiota.

Naruto parpadeó sin saber qué hacer con aquella información. Entonces, como para él era el ramen, para ella era los rollos de canela. Le echó una mirada de comprensión a la Hyuuga aunque esta ya lo ignoraba para regañar a su hermana que tenía los zapatos sobre el sofá. La vio alejándose mientras pensaba: "Te entiendo, Hinata. El sabor del plato favorito no se compara con ningún otro" y por un momento se sintió identificado con ella aunque fuese por comida. Luego, pensó que aquello era demasiado ridículo para tomarlo en cuenta. Así que desechó aquella idea, pero se quedó con la información útil de los gustos de la Hyuuga.

— ¡He hecho pulpo frito! —le notificó Hanabae que aún estaba a su lado todo aquel tiempo, mientras él veía a Hinata fijamente tratando de bajar a su hermana por las rodillas —aquello parecía una lucha libre—. Naruto parpadeó concentrando su atención ahora en su "madre", le sonrió amablemente:

— ¿En serio? Eso suena bien.

— ¡Pondré la mesa! —le tocó el brazo empezando a poner el plan en curso—: ¡Comerás con nosotros esta noche, Naruto-sama! — sonrió— ¡Incluso te puedes quedar a dormir…!

— La verdad es que yo…—empezó a excusarse mientras se negaba a volver a quedarse en el mismo cuarto con Hinata.

— ¡Está ya todo arreglado! —determinó la mujer con una fuerza de convicción que el rubio no pudo contradecir, aceptando la misma con sumisión.

— Vale… —susurró mientras la pelinegra lo empujaba a la sala con esmero y cariño, todo muy bien calculado y llamaba con voz dulzona pero punzante a su marido.

— ¡Hiashi! ¡Tenemos visitas! ¡Ven inmediatamente! —y le echaba una rápida mirada al rubio—: Él a veces se pierde y eso que la casa es pequeña. — El cuerpo de Naruto había sido movido como un muñeco desde la entrada de la casa hasta la parte central de la sala. Hanabi que había estado concentrada en forcejear con su hermana que trataba de convencerla con argumentos que bajase los pies del sofá nuevo, saltó por encima del respaldar al ver que la "visita" era su cuñado favorito —la verdad el único—.

— ¡Naruto-san! —Corrió abrazarlo y aunque el rubio se sintió en parte algo incómodo —no estaba acostumbrado a los abrazos— lo hubiese recibido con gratitud sino fuese porque la menor comenzó a restregar sus casi inexistentes pechos en el estómago del Namikaze. Trató de apartarla de sí, pero fue inútil, lo único que consiguió fue que ella lo mirase directo a los ojos y le preguntase: — ¿Te puedo llamar Naruto-niichan?

— Bueno, si con eso dejas de hacer lo que estás haciendo…—susurró turbado. La mayor apartó a la hermana viendo sus intenciones mientras Hanabi le sacaba la lengua en modo de reto. Naruto pudo respirar tranquilamente. Ese había sido un momento muy raro y en cierta parte de su ser, que veía a la hermanita de Hinata como su propia hermana, le dio algo de escalofrió del rechazo.

— Te estoy viendo… —murmuró Hinata a modo de regaño.

— ¡Qué bien! —Exclamó la menor antes de que su padre saliese del cuarto "de golf" — Así tal vez puedas aprender.

Hinata pudo haberla estrangulado si su naturaleza hubiese sido más agresiva, sin embargo los pasos severos de Hiashi la despertaron de decirle alguna grosería ofensiva a Hanabi. Naruto, mientras tanto, sin intenciones de se imaginó a Hinata haciendo exactamente lo mismo que Hanabi —a modo de aprendiz— y la verdad aunque la idea le llenó el rostro de calor, no le desagradó ni un poco.

— Últimamente Hinata trae muchas visitas a casa —comentó el padre mientras pasaba caminando con su yukata directo al sofá más cómodo y se lanzaba a él con las piernas semi abiertas; aunque las hijas le pedían que no hicieran eso. Naruto pensó que cuando hablaba de "muchas visitas" verídicamente la Hyuuga se había convertido en un personaje popular que invitaba a toda clase de individuos a casa para que sus padres pudiesen escoger entre el mejor candidato. Se imaginaba a él en una larga fila de pretendientes y a su lado un Menma sonriendo con superioridad mientras decía algo como: "Este concurso sí que lo gano yo", mientras no le daba la misma importancia por la expresión. La verdad de todo aquello era que las únicas visitas que tenía la Hyuuga eran las de Naruto y eso cabreaba a Hiashi.

¿Su princesa siendo visitada por un hombre —y además uno mujeriego por lo que comprendía—?

— Eso es terrible, Hinata — susurró el rubio sintiéndose herido en los sentimientos. La Hyuuga lo ignoró por completo, indispuesta a seguir el hilo de sus pensamientos.

— Padre, Naruto-kun comerá y se irá a casa inmediatamente —aunó mientras daba una rápida reverencia del tipo que una hija educada le regala a su ceremonioso y respetable padre. Hiashi movió la mano como que hiciera lo que quisiera, aun cuando le lanzó una mirada pocos amigos al rostro de su yerno. Hanabi se agarró del brazo de Naruto y lo llevó al sofá.

— Naruto-niichan, siéntete como en casa —le sonrió cuando le empujó directo al asiento y este perturbado por su imaginación y la mirada del padre se dejó llevar como un niño. — ¿Quieres un masaje? —el rubio negó de inmediato— ¿Aire? —negó nuevamente en silencio. Hinata miraba aquella escena resoplando. ¿De nuevo esas atenciones estúpidas? Miró a su padre que no quitaba los ojos del rostro de Naruto como si cada uno de sus parpadeos fuesen dagas. La joven se dio por vencida, su casa era de locos y Naruto no era el más cuerdo tampoco. — ¿Agua? —terminó por asentir mientras la pelinegra daba media vuelta y se decidía en ayudar a su madre para que su "novio" se fuese cuanto antes.

Cuando los hombres se quedaron solos en la sala un hondo silencio reverberó no solo en la casa, sino en sus corazones. Naruto sintió que el frío se le alojaba en la espalda y el resto de su cuerpo se encontraba caliente. Hiashi no había apartado en ningún momento los ojos de su yerno y aunque ya habían tenido esa conversación de ¿Qué pretendes con mi hija? El nuevo descubrimiento que aquella sabandija podía estar haciendo sufrir a su hija lo hizo repotenciar su odio. No solo se la quiere llevar de sus manos, sino que también llevársela para hacerla miserable.

Podía regalarle todos los palos de golf y los campos virtuales del mundo, pero él no le perdonaría si la hacía llorar.

— ¿Te gustan las chicas, no, Naruto-san? —preguntó con obvia sorna. Namikaze no supo que responder era esa clase de preguntas en donde la persona se encuentra metida en un gran problema sin importar la respuesta. ¿Si decía no, entonces, qué pasaría? ¿Se salvaría? Eso no sería verdad. ¿Sí decía que sí, que se suponía que él interpretaría?

Tragó gordo. No podía empezar mintiéndole a su "nueva" familia.

— ¡Sí, señor!

— Con que eres ese tipo de hombres… —siseó molesto— ¿Deseas tener un harem a costa de mi hija, no? Te crees esos jeques que tienen una favorita ¿No? Y piensas poner a mi hija como tu favorita o tu esposa o tu concubina favorita, mientras hipócritamente disfrutas del cuerpo de otras mujeres.

Naruto se quedó helado. ¿Qué estaba diciendo ese hombre? ¿Qué él que?

— La verdad es que yo…

— Pues déjame decirte que aquí en Japón no tenemos ese tipo de costumbres. ¡Aquí no se acepta la poligamia!

— ¡Yo también estoy en contra de ella! —chilló asustado por el tono amargo que utilizó el padre de familia.

— ¡Claro que lo estás! ¡Porque si quieres a mi hija: ella es la primera y la única! —los pasos de mujer despertaron a los dos hombres de aquella batalla silenciosa. Hinata se asomó al ver que el rostro de su padre estaba tan rojo como cuando tomaba sake.

— ¿Pasa algo aquí? —preguntó como quien no quiere la cosa. Naruto estaba pálido y aquello le confirmó que definitivamente algo pasaba. Su padre se enderezó y planchó con sus manos la yukata mientras tomaba aquella expresión que siempre usaba para engañar a alguien y así conseguir préstamos. La voz de la madre retumbó por todo el recibidor llamando a la mesa_ — ¿Acaso estabas diciendo algo incómodo, padre?

— ¿Cómo qué? —preguntó el hombre mientras se levantaba haciéndose el desentendido. Era alto e imponente, su largo cabello le daba un aire de distinción que atragantó a Naruto. No sabía que había cambiado en la familia de la Hyuuga, pero la última vez no los recordaba tan terroríficos. ¿Tal vez empezaba a verlos como verdaderos suegros? Sintió que el espíritu le abandonaba—: Algo como… ¡Que es un donjuán! —le lanzó una mirada relámpago y luego relajó las expresión—: Para nada.

— ¡Padre! —Hinata se sonrojó hasta la coronilla. ¿Su padre había estado hablando con Naruto sobre ese tema? ¿Realmente le habría dicho algo vergonzoso como que ella sentía algo por él pero que era eclipsado por los sentimientos de él por otro persona? ¿Podría ser que, incluso, lo había acusado de tener otra relación y romperle el corazón? ¡No, no, no! ¡No podía ser tan bocazas! — ¿Qu-qué has dicho? — mas el hombre ya había abandonado la sala y se preguntaba en voz serena que clase de plato había preparado su mujer hoy.

Hinata miró directo a Naruto sintiéndose preocupada, aunque en cierta parte aliviada de que no había dicho el nombre de Shion a sus padres porque eso hubiese sido el fin de su orgullo. La cara de Namikaze que normalmente era tostada, se encontraba desprovista de color y sus ojos temblaban en una idea fija. Terminó murmurándole mientras la miraba débil:

— Es por mi cabello… ¿No?

— ¿Eh? —ella no entendió a que venía todo aquello.

— El cabello amarillo, realmente la gente me malinterpreta por él.

— No deberías teñírtelo, entonces —aconsejó honesta.

— ¡No me lo tiño! ¡Es natural! —chilló tocándoselo y avergonzado— ¿El color no es natural? ¿Eh? ¿Se ve raro? ¿Realmente parezco un mujeriego con él? ¿Un yankee? ¡Oh, debería teñirlo de negro!

— Te parecerías a Menma —murmuró como si aquella idea le desagradara.

— ¡Oh! —él se mordió los labios de la pura rabia— ¡Y tú feliz!

— Me gustan los morenos —apuntó aunque realmente nunca se había fijado en un chico de cabello negro, aun cuando tenía predilección de enamorarse de los chicos morochos de los mangas. Naruto sintió que algo tronaba en su interior cuando escuchó aquella frase, sin duda su corazón se había partido y no sabía el porqué — Aunque a ti, realmente… —se sonrojó— no se te ve mal.

Naruto detuvo de jalarse el cabello cuando ella dijo aquello con una voz tan suave y dulce, estaba mirando a otro lado cuando sus ojos fueron a encontrarse con su rostro. Su rostro estaba obviamente avergonzado y eso también hizo que él tragara de la pena.

— Oh… —moduló sin saber que decir, luego susurro molesto consigo mismo— Aunque si no tuviese este cabello creo que la gente me tomaría seriamente. Es por eso… —recordó aquella experiencia desagradable y todo tuvo sentido: — ¿Por qué te fuiste aquel día de mi casa, de esa manera? Sin siquiera despedirte.

Hinata palideció de la sorpresa y retrocedió colocando sus manos frente a su cuerpo, la boca se le secó de golpe y una piquiña la fastidió las manos. ¿Él realmente había descubierto que todo aquel ridículo monologo de su padre era porque Shion había llegado justo en el momento en que ella sentía ser cercana del rubio? Sus ojos se entrecerraron dolorosos. Verlo allí sentado, en el único sofá que sobrevivió a la remodelación, mirándola directamente a los ojos la hacía sentir contrariada. Pensaba que él estaba tan cerca que podía tocarlo, pero… ¿Realmente algún día llegaría a alcanzarlo? Podría él olvidarse de Shion cuando estaba con ella. Eso era un sentimiento tan egoísta que le dejó sin aire.

— Yo… —tembló sintiendo que debía ser sincera. ¿Por qué no le decía lo que sentía? Tenía ganas de poder ser honesta no solo con él sino con ella misma. ¿Qué sentía? No lo sabía, pero podía discernir entre todos sus sentimientos que Naruto empezaba a gustarle. Sí, le gustaba su compañía, sus risas —sobre todo sus risas—, su manera simple de ver las cosas y las tonterías que terminaba por decir. Incluso, le gustaba su cabello amarillo de yankee. — A mí... — también no le gustaban cosas de él. Muchas: la manera en que apartaba a los demás, las formas en que se hería a si mismo pretendiendo ser fuerte, la sonrisa que le regalaba a Shion, como se olvidaba de ella, ese lado amable suyo que le regalaba a todos por igual pero que la hacía sentir tan ansiosa. — Ese día…

— ¿Escapaste porque tu padre te ha dicho que un hombre de cabello amarillo no es de fiar, no? ¡Lo recordaste en ese momento y ni esperaste a despedirte porque pensabas que podía tener mujeres ocultas en mi casa! No, peor: ¡Pensaste que yo te haría algo! —negó mientras se levantaba de un salto ante la expresión de desconcierto de Hinata. Le tomó las manos fuertemente y casi empotrándolas contra su pecho, le prometió: — ¡No tienes por qué temerme! Yo jamás te haría nada, Hinata.

Aquel "jamás" reverberó en su cerebro como cuchillos. Le recordó aquella noche que había pasado en el cuarto de sus padres con él, la manera en que la veía solo como una amiga. La forma en la que sus ojos no la deseaban. Hinata sonrió con tensión lo único que salió de su boca fue un débil: Je.

— Estoy hablando enserio —determinó él al escuchar aquel sonido burlesco y realmente estaba hablando enserio— Si tu padre no quiere que estés con un yankee, entonces, yo me teñiré el cabello.

Hinata se relajó poco a poco y volviendo a tomar en cuenta que Naruto era del tipo denso como el plomo se deshizo de sus manos y sonriéndole maternalmente lo consoló como a un niño:

— Está bien, Naruto-kun. Yo no volveré a dudar de ti, jamás. —Entrecerró los ojos— Además, tus fans tendrán grandes problemas si te tiñes el cabello de negro.

— No quiero parecerme al teme de Menma —estuvo a punto de escupir en el piso por nombrarlo pero estaban dentro de una casa y había alfombra, se volvió a tragar su saliva ante la cara indiferente de Hinata. Suspiró internamente. Realmente le gustaba Naruto para después de ver semejante escena no estar decepcionada de él.

— ¡Oigan, ustedes dos! ¿No escucharon que los llame para la mesa? —gritó la madre desde la cocina—: Tienen todo el tiempo de la vida para decirse que se aman.

Cuando se sentaron en el comedor flotaba por encima de ellos una atmosfera de contenidas emociones. Aunque la madre se esforzaba por hacer sentir a Naruto Namikaze lo más como posible, los otros dos miembros de su familia —Hiashi y Hanabi— hacía lo contrario. Hinata que por costumbre era silenciosa comiendo, se sentía cohibida de estar de nuevo compartiendo la mesa con el ídolo como si en efecto fuesen familia. Recta y seria, comía pocas porciones y con elegancia. Sus manos largas tomaban los palillos casi sin tocarlos. Hanabi, al otro lado de la mesa tomaba una porción de cada plato sin pedir permiso y parloteaba felizmente sobre lo guapo que se veía hoy su querido "hermano", así como también apuntaba que ya mañana estaría de cumpleaños.

— ¿Se va a quedar para mañana Naruto-niichan? —hablaba con la boca llena pero Hanabae le pareció una excelente estrategia para forzarlo a quedarse, sonreía con demasiada amabilidad hasta el punto que daba miedo—: Lo prometió la última vez ¿No? —hizo un puchero mientras mascaba un rollo de huevo.

Por otro lado Hanabae repartía la comida en generosas porciones mientras se alababa a sí misma por conseguir el punto exacto para que el pulpo estuviese extra-crocante. No dejaba de pasarle más y más comida a Naruto mientras este negaba que ya su bol no podía contener más pescado frito. Y es que él era del tipo de mucho apetito, pero aquello ya rallaba en la exageración —ni Chouji podría con tanto pulpo—. Hiashi prefería mantenerse en tenso y amargo silencio, mientras comía con toda grandeza. Incluso, en dos ocasiones había pedido a Namikaze que le pasara la salsa de soya o los brotes de lechuga con obvio gestos de servidumbre. El rubio atendía tan amable como sus manos podían, pensó en algún punto de la cena que podía dedicarse a eso —lo hacía tremendamente bien—, ignorando las quejas de la madre que nombraba a su esposo un hombre no merecedor de ningún tipo de honor.

— ¿Hinata puedes servirle a Naruto-sama más arroz? —pedía la Hyuuga mayor como plan de "acercar a mi hija al ídolo hasta convertirla en su favorita". El rubio se excusaba que aquel plato era suficiente, ya que de por sí la madre había exagerado las porciones. Mucho menos deseaba que aquella delgadas —blancas— manos y esos ojos de mirada franca estuviesen cerca de él, alimentándolo. Afirmó cuando Hinata, con voz apacible acotó lo obvio.

—Naruto-kun puede alimentarse solo —masticó un crocante pulpo de descuento. Un golpe bajo la mesa y madre e hija enzarzaron en una guerra de miradas.

— Los anfitriones deben ser siempre amables con sus invitados, realmente no pareces mi hija —escupió casi lanzándole un palillo al rostro. Hinata viró los ojos con obvia molestia.

— Yo también pienso lo mismo —susurró más para sí que otra cosa. Hanabi, mientras transcurría toda aquella tonta pelea había tomado un rollo de hueco cocido y alzándose sobre la mesa se lo tendió; ante la mirada anonada de todos, directo a la boca de Naruto.

— ¡Ahhh! —Salió de sus rellenos labios de brillo, el cometido personal de la menor de las hermana era poder presenciar las reacciones de Hinata. A decir verdad, lo de fastidiar a los hermanos era la tarea del mayor —pero en vista de que Hinata no era ese tipo de persona— ella prefería tomar ese rol para hacer de la vida más divertida. Además sentía curiosidad: Ella había empezado sentir algo por su "novio" ¿Verdad? ¿Era algo real? ¿Sería una persona o más bien indiferente? ¿Se molestaría con ella o con Naruto-niican? ¿Pondría algún rostro lamentable? ¡Ella realmente quería molestarla por esa expresión! El rubio se quedó congelado ante la mirada de la madre, suspendida entre su hija y el palillo, con la mano derecha apunto de golpearle el brazo y gritarle: abusiva. Hanabi le miraba directo con falso sonrojo, mientras que Hinata tenía los labios levemente separados y los ojos sobre su hermana entre sorprendida y molesta. Luego de un largo silencio Naruto decidió que por el bien de la paz mundial —y porque había notado el ambiente agresivo— darle una rápida mordida infantil mientras alababa lo compacto que le habían quedado a la madre. Un sostenido silencio en donde Hiashi dejó escapar un agrio "tsk" y luego un sonido de la silla siendo empujado y alguien levantándose que rompió con la tranquilidad de la mesa. Hinata tenía el plato en la mano izquierda, un bol blanco mate, y los palillos en la derecha Se veía más alta de lo que realmente era por estar erguida, entretanto prepotente por la mirada baja —aunque la expresión se suavizaba por un sonrojo demasiado pálido para ser de una piel sana, parecía más bien de fiebre—. Así como mantenía el bol vertical, con la sutileza de sus manos igualmente blancas, vertió todo su contenido en el plato de Naruto para decir apresurada:

— Me encuentro indispuesta— y abandonar la cocina sin más.

Todos detuvieron la cena ante reacción tan desconcertante, la familia siguió con la mirada a la joven salir de la habitación, Namikaze miró su plato rebosado y una mezcla de sentimientos encontrados lo llenó por completo. En parte se sentía por su actitud y por otro lado se preguntaba sin creérselo si todo aquello había sido una escena de celos. Hanabi se rio cortando el silencio:

— Pero que delicada —burló mientras llevaba el mismo palillo y lo pasaba por su boca — Y yo que iba a decirle que todo esto era un beso indirecto.

Hanabae pidió disculpas al ídolo pero este estaba embotado en sus pensamientos y aunque la madre fingía muy bien inocencia no podía dejar de pensar en la ridícula expresión dolorosa que había puesto Hinata. ¿Su hija podía hacer esa clase de rostro por alguien más? Ella siempre había sido una niña generosa y amable con su hermana, sin importar cuantas veces la más pequeña le buscase la pelea. ¿Había un por qué de comportarse de esa manera por los chistes de su hermana? Sonrió a medio camino, en parte se sentía feliz porque Hinata podía experimentar lo que significaba "el amor".

— Hanabi deberías moderar tus coqueterías. Bien sabes que Hinata siempre ha sido tímida —aquella frase había sorprendido al joven rubio. Podía utilizar distintas palabras para describir a Hinata y una de ella no era especialmente tímida. Aunque, ahora que lo pensaba: ¿No eran todos esos sonrojos y reacciones exageradas vergüenza? ¿No era ese tartamudeo extraño y esa actitud bravucona timidez? ¿La hime yakuza tímida? ¿Podía ser que los nervios la hicieron comportarse como una autentica déspota? Sonrió, aunque ella últimamente estaba siendo bastante cercana y amable. No podía negarlo, Hinata también tenía ese lado de sí misma. — A ti no te gustaría que le coqueteen a tus conquistas frente a tus ojos.

—A mí me da igual mientras me inviten a un lujoso restaurant, pueden hacer lo que les venga en gana —sonrió algo frívola mientras miraba a Naruto — Lo que pasa es que no se nada sobre el "amor" —y la expresión "Ai" voló a los oídos del rubio hasta golpearlo, como un puñetazo.

¿Amar? ¿Ai? ¿A qué se refería? ¿Y que realmente significaba el amor? Él no podía responder a aquellas preguntas porque para él el amor era ajeno, un sentimiento que jamás había logrado sentir por nadie más que su madre. ¿Qué se sentía amar a alguien más? ¿Hinata lo sabía? Se impresionó de aquella idea le molestó en parte y por otro lado la admiraba. Siguió comiendo en silencio, ignorando el comentario ponzoñoso de Hiashi.

— Un mujeriego —siseó.

Ya entendía porque no era bueno componiendo canciones de amor. Él no entendía ese sentimiento, jamás había podido desarrollarlo de manera romántica. Y cuando uno no conoce algo, cuando realmente uno no ha pasado por una experiencia, se siente imposibilitado de reproducir la misma fielmente. ¿Cómo podía escribir del agradecimiento o el cariño si no recordaba haberlo sentido? O, tal vez, había olvidado sentirlo. ¿Lo había sentido acaso con Hinata y lo ignoró? Aquella vez cuando ella se mostró comprensiva con sus memorias, cuando lo defendió frente a la prensa… ¿Su corazón no se había calentado? ¿Cuán ella sonreía no sentía que su cuerpo se paralizaba y sus latidos se aceleraban? ¿No se sentía feliz cuando ella estaba feliz? No quería hacerse esa clase de preguntas mientras comía de aquel plato donde el pulpo, el que Hinata le había dado, sabía en especial delicioso.


La breve cena terminó con una que otra reverencia por parte de Naruto y el anuncio de partida. Hinata podía escuchar desde su cuarto el alboroto en el piso de abajo, pero no pensaba salir de su habitación. Sentía que todo su cuerpo rebullía en una incomodidad perenne, no podía si quiera explicarse a sí misma lo que sentía. Tal vez vergüenza, pero no de la que te hace querer ocultar la cara en la almohada, sino de esa estoica vergüenza japonesa de saber que se está haciendo lo incorrecto y tener que enfrentarlo. Suspiró. ¿Qué clase de comportamiento había sido ese en el comedor? No tenía derecho a estar celosa de su hermana y mucho menos de Naruto, ella misma se había prometido no volver a mostrar esa parte lamentable de sí misma. ¿Por qué sus sentimientos no se detenían si él obviamente estaba interesado en otra? ¡Vamos, Naruto la trataba como a cualquier amiga! Él estaba siendo amable porque se habían convertido en amigos, no es como si empezaran a sentir algo. Se golpeó las mejillas mientras veía su cuerpo reflejado en el espejo, la piyama le quedaba grande y el cabello mojado por la ducha se le pegaba al rostro. Tenía un sonrojo afiebrado en todo el rostro y sentía que el corazón le palpitaba en la garganta. El sonido de la puerta siendo tocada la despertó de un salto.

Miró la habitación en toda su extensión sin saber que realmente hacer, luego pensó que aquel tipo de nervios era tonto. ¿A qué temía? ¿A enfrentarse a sí misma? Abrió la puerta y la pequeña cabeza de su madre se asomó intrusiva y con cara de pocos amigos. Estaba hastiada de que sus propias hijas les sabotearan sus planes. "Vivir mejor gracias a Naruto-kun" —su más reciente cometido— era una organización de altísimo calibre y lo único que hacían esas dos idiotas era equivocarse y ahuyentar al ídolo. No entendía… ¿Ella quería ser o no la favorita de Namikaze? ¡Si no quería a que venía aquella llorantina en la mañana! Le hubiese ahorrado el problema de creer que empezaba a sentir algo por su novio y darle esperanzas falsas. Hanabae cruzó los brazos sin darse por vencida en sus metas, ella sería la suegra de un famoso, lo sabía. ¡Lo sentía en los huesos y si Hinata no quería, pues estaría obligada a…! Pero si realmente quería tener éxito debía actuar rápido, su yerno se encontraba en la sala planeando irse. Podía incluso, con la intuición de esposa y madre, de que el ídolo planeaba verse con otra mujer ante la indiferencia de su novia oficial.

Si su hija solo fuese más considerada y diestra se hubiese dado cuenta de que estaba a punto de perder la oportunidad de su vida, pero que tenía una madre aún más ágil para salvarla de las tinieblas — y a su familia de la pobreza—. Decidió empezar con su monologo bien pensando y nutrido por toda cantidad de información que había adquirido por sus años de experiencia —realmente todo lo que sabía lo había aprendido de las telenovelas, pero eso funcionaba—.

— Al principio pensé que todo era por el libido de una estrella, que siempre es mayor que la media, pero me he dado cuenta de que la culpable de los cuernos eres nadie más que tú —indicó la mujer mientras se abalanzaba a los cachetes de la joven y los apretaba, tratando de que entrase en razón. Lo único que Hinata hizo fue quejarse del dolor—: ¿Cómo se supone que vas a conquistarlo si no te esfuerzas, eh? —la soltó haciendo que la pelinegra retrocediera protegiendo sus mejillas— ¿Nunca has visto las novelas, eh? ¿No has visto las historias de jeques y emperadores? ¡Siempre hay una favorita en el harem, una que no es la esposa con quien él se ha casado, pero que él ama mucho más que ella! ¿Qué pasa con esa favorita? ¡Triunfa, si, ella termina convirtiéndose o en reina o en emperatriz! ¡Tú eres esa favorita, pero no haces nada para que el emperador te note! —le golpeó las pantorrillas mientras la joven saltaba quejándose—: ¿Cómo quieres que el jeque pase todas las noches de amor contigo si ni siquiera te insinúas?

— Madre, en esta historia yo creo que soy la triste esposa a la que él fue obligado a casarse —puntualizó mientras tragaba y veía al otro lado a Shion, como concubina, siendo rescatada del anonimato por Naruto. Entendió en ese momento de que o había estado celosa de Hanabi, sino que la idea de que Shion alimentaba de esa misma manera a Naruto con ramen, la cegó por completo. ¿Cómo podía llegar a ser tan lamentable? ¡Esa no era su forma de ser! Si él era feliz con ella porque no los dejaba ser y porque al mismo tiempo deseaba confrontarlos.

— ¡Mi hija nunca será la mujer que asesinan o de la que se divorcian! —exclamó Hanabae indignada— ¡Tu eres la que te menosprecias y terminas convirtiéndote en aquella lamentable mujer! Tienes todas las características para ser la próxima emperatriz… —acotó levantando el dedo con seriedad—: Eres pobre, poco agraciada y algo tonta, además ese estúpido sentido de justicia que teconvierte en la típica protagonista de una novela.

— Creo que te estás tomando muy a pecho las novelas, madre —susurró Hinata sintiéndose deprimida por aquella forma de ser descrita. La realidad era que ese tipo de mujeres pobres y poco agraciadas nunca tenían oportunidad, ese tipo de historias solo ocurrían en la ficción. — Además… —se percató de aquella idea extraña de creer que Naruto era un emperador y que por ello se le debían aceptar sus excesos — ¡No puede ser que estés de acuerdo de que un hombre deba tener más de una mujer! ¿Ser la favorita? ¡Si yo estoy con alguien debo ser la única! —se tapó la boca roja de la vergüenza. ¿Había dicho que quería ser la única en la vida de Naruto-kun?

La madre dejó un gesto poco expresión al aire mientras resoplaba sin ganas:

— Eres avariciosa —susurró mirándola como si no le tuviese confianza.

— ¿Te gustaría que papá estuviese de mujeres a casa rato? ¡O, mejor, mejor… que tuviese varias mujeres pero tú fueses su favorita! —exclamó molesta no solo consigo misma sino con su madre. ¿Cómo podía decirle a su hija que estaba bien que su novio saliese con otras mujeres? Eso era terrible. La sonrisa de burla que apareció en el rostro de Hanabae fue de burla.

— Tu padre está viejo y es pobre, jamás tendrá a nadie más que yo.

— ¡Yo estoy hablando en un caso hipotético!

— Tus casos hipotéticos son improbables, Hinata —determinó moviendo las manos como si aquello no tuviese importancia— Tu padre es bendecido de tener una esposa y de eso no estoy muy segura, debí haberme ido con aquel otro hombre que me pretendía… —se quedó en silencio por un rato— ¡Pero mi hija si va a ser la favorita de un ídolo! Por supuesto que Naruto tendrá más de una novia. Es rico, es apuesto y está joven; tiene energías para eso —lo pensó— Pero si eres tan ambiciosa, puede ser que si te esfuerzas consiguieras su corazón para ti.

— Lo dices como con duda —susurró la joven sintiéndose igual de desanimada.

— Me parece una proeza para una niña de tu clase.

— Soy tu hija… ¿Sabes? —le murmuró dudosa. La mujer se estiró y concretando su plan, pensó que si su hija lograba ser el "amor" de Naruto conseguirían aún más beneficios. —: Bien, entonces, si estás tan decidida baja de inmediato y dile que quieres que se hoyt contigo —la mujer pensó en una frase que hubiese funcionado incluso con frío y torpe Hiashi— Dile: "Quiero que te quedes esta noche conmigo, Naruto-kun. Los dos juntos…"— estiró el brazo con dramatismo mientras la hija se quedaba deslumbrada por la terrible imagen de su madre como una romántica— Con voz dulce ¿Vale?

— ¡Basta madre! —susurró la pelinegra retrocediendo— No pienso hacer eso— se sentía no solo débil, sino también tonta. Se sentía más que nada egoísta, pero también inútil. ¿Qué se suponía que hacía una persona para acercarse a otra? ¿No ocurría naturalmente? ¿Debía esforzarse por ello? Decidió comportarse como siempre lo hacía: — Naruto-kun está ocupado déjalo ir, él debe descansar esta noche.

— ¿Y qué mejor manera de relajarse que en manos de su novia? — replicó picara la madre mientras jalaba a su hija fuera de la habitación en un forcejeo patético— ¡Si quieres perderlo, entonces, quédate con los brazos cruzados!

— ¡No me gusta lo que siento! —exclamó a media voz Hinata mientras se agarraba el pecho donde su corazón saltaba sin razón. Se había deslizado hasta el suelo con toda aquella pelea y solo la mano que tomaba la madre la mantenía a la altura de su cabeza. — No sé qué debo hacer, madre.

Hanabae miró a su hija con cierta misericordia. Entendía que no era fácil para ella: enamorarse de un hombre al que estaba relacionada por un contrato era una contradicción. Pero, acaso era menos imposible si ella lo intentaba, al menos. Inspiró:

—Entiendo que tengas miedo, pero… ¡No entiendo por qué eres tan cobarde! —la pateó en el trasero directo a las escaleras haciendo que la hija corriese pidiendo perdón y quejándose. En la sala Hanabi estaba agarrada del brazo de Naruto y Hiashi sentado leyendo el periódico mientras tomaba su primer vaso de sake de la noche. Las dos mujeres bajaron con tremendo alboroto haciendo que todos los presentes dirigieran la atención a ella, exceptuando el padre que estaba demasiado concentrado en hacer que ignoraba al ídolo; aún cuando trataba de convencerlo de un solo hombre en casa bastaba y sobraba.

— ¡Quédate para mi cumpleaños, Naruto-niichan!

— No quiero ser una molestia —contestaba el joven con los ojos clavados en el padre, cuya expresión parecía molesta. El sonido de las pisadas de las mujeres bajando todavía no había llamado su atención.

— Sí, deberías irte. Un hombre en casa de mujeres jóvenes… —susurraba sin mirarlo.

— Naruto.-sama —le llamó cuando todas las miradas cayeron sobre ellas— ¿Ya se va? —el joven asintió tranquilamente mientras su miraba se iba hacia Hinata. Ella que había evitado su mirada todo el tiempo, mantenía una firme posición al tomarse de la baranda. La madre también dirigió sus ojos a su hija, pero indicándole que debía decir algo rápidamente o si no… ¡O si no probaría sus dedos en la oreja, de nuevo!

— ¿Ya estás mejor? —preguntó el rubio al ver que la palidez de su cara había cedido y dejaba pasar a un color natural y sonrosado. Hinata se sorprendió ante la pregunta, sin saber que responder. En general no se enfermaba y tampoco tenía un gran grupo de personas que se interesara en su salud, así que ese tipo de preguntas le eran por completo extrañas. — Para ser sincera su madre siempre la mandaba al colegio aun cuando estuviese hirviendo en una fiebre de cuarenta e Ino no era exactamente esa clase de personas que notan el mal estado de salud de sus amigos—. No sabía qué clase de expresión poner, asi que tuvo que virar el rostro para no enfrentarse a su lado más amable.

— Deberías descansar si mañana tienes trabajo —comentó ignorando por completo la anterior pregunta, como si aquello no importase. Naruto se sorprendió por la manera en que ella solía prestar atención al dolor e incomodidad de los demás por encima de ella. Era una característica de su personalidad que ya había conocido, pero hoy pudo reconocerla. Sonrió mientras un leve sonrojo tímido aparecía en el rostro del ídolo, nadie hubiese pensado que estaba avergonzado. Aquella frase, al igual que la misma que ella había dicho en el carro lo hacía sentirte cercano a Hinata y aquel sentimiento le desbocaba el corazón —lo hacía feliz sin sentido alguno—. Además, a los ojos del público —la familia de Hinata— aquella escena se había tornado inesperada y romántica.

— La verdad dudo descansar esta noche —confesó refiriéndose a que terminaría trabajando de alguna u otra forma. Hiashi malentendió la frase, pensando que aquel comentario tenía un fin pervertido.

— Dormirás en la sala —gritó cerrando el periódico y fulminándolo con la mirada.

Naruto miró a su suegro sin saber que decir. ¿Qué había entendido él? ¿A caso pensaba que se refería a Hinata? La parte más tímida de él lo hizo retroceder. ¡Por supuesto que se refería a esa idea que le venía atormentando desde hacía una hora! ¿Qué es lo que lleva una canción de amor? ¿Cómo una letra puede ser genuinamente romántica? Y no hablaba de cursilerías, hablaba del amor que siente cualquier persona por otro individuo. Ni siquiera tenía que referirse directamente a amor del romántico, sino al amor que siente una madre por su hijo o un amigo por su hermano. A decir verdad, el romance lo ponía nervioso. También tenía otra idea y se había empezado a dar cuenta que mientras más se sinceraba con sus sentimientos más ideas llegaban a su cabeza, él solía ser una persona sincera y era exactamente esa capacidad de poder aceptar y disfrutar sus sentimientos —por más innobles o estúpidos que fueran— lo que le permitía escribir música. Aquel momento en que sintió gratitud por Hinata y la consideró una persona especial en su vida —con o sin contrato, como pareja o no— había podido componer de nuevo.

Ahora que había descubierto su "musa" no podía perderla, debía esforzarse. Calmarse, buscar de nuevo ese arranque de locura y hacerlo productivo. Ese sería su acometido de ahora en adelante, no tendría tiempo para estar pensando si le gustaba Hinata o no, o si Iruka terminaría satisfecho o no. Debía simplemente sentir y ponerlo en práctica, esa era la conclusión.

— Si es así queda esta noche… —invitó Hanabae sin darse por vencida. Estaba segura que si el ídolo tenía a Hinata cerca terminaría o trabajando alrededor de ella o convirtiéndola en su musa. Y según las novelas un artista que encuentra la inspiración en una mujer especial, es un artista al que se ve atado a esa mujer. ¿La empezaría necesitar, no? Eso significaba que Hinata lo tendría amarrado a sí mismo. Sonrió más por sus pensamientos, aunque a Naruto le pareció amable— Tenemos internet, libros, incluso tenemos un Koto —apuntó servicial.

— Madre, creo que ese dejó de funcionar desde la muerte de la abuela —comentó Hanabi a media voz sin soltarse del ídolo. Hinata no hizo ningún comentario, pero su hermana tenía razón. Hacía siglos que en casa no se escuchaba música o al menos "al vivo".

— ¡Funciona! —chilló la madre cansada de que sus hijas siempre la interrumpieran para negar lo que decía. — Además… —cambió el tono de voz endulzándolo— manejar a esta hora por la autopista puede ser peligroso.

Hinata miró a su madre con sorpresa. ¿Podía ser que ella tuviese en consideración también a Naruto-kun y tuviese una preocupación real? Lo que no sabía la primogénita era sus dotes actorales fueron heredados de su madre y hasta podía imitar una actitud maternal con tal de convencer a alguien a hacer lo que ella decía —había convencido de la misma manera a muchos prestamistas—. Era su arma de supervivencia, su mejor arma.

La novia pensó en la oscuridad de la carretera que aún con la iluminación constante tenía puntos ciegos, así como por el buen estado llamaba a los conductores a manejar a altas velocidades. Algo en su pecho se enfrío del miedo y toda su espalda tembló: era la misma sensación de terror que sentía cuando su hermanita tenía dos horas de retraso luego de salir con uno de sus "novios". Cambió de opinión de inmediato, sin que Hanabae pudiese calcular que sus intentos lograran persuadir, en vez de al ídolo, a su hija.

— Deberías quedarte esta noche —puntualizó diligente cruzando las manos frente a su pecho y mirándolo directo a los ojos para tratar de convencerlo de que era una travesía peligrosa. Naruto tragó gordo por el cambio de opiniones y por verse de nuevo involucrado con ella toda una noche. La voz de Hanabi vitoreando hizo que sus pensamientos se fuera en blanco.

— ¡Esta noche con ella! —recalcó Hanabae feliz de que sus planes tuviesen éxito.

Hiashi fue más rápido y saltando del sofá se negó:

— ¡En la sala!

Hinata resopló del cansancio. ¿Por qué sus padres siempre complicaban todo? ¿Tenían siempre que enredar las cosas si ya de por si las cosas eran difíciles? Naruto sonrió, sin mucho problema, ignorando a sus dos suegros. Si ella lo decía con aquella solicitud no tendría problemas para quedarse, eso sentía en el fondo de su pecho.

— Si tienen algún futon que les sobre, con gusto —finalizó colocando su mano tras la nuca y rascando.


Hinata guardó los platos que sobraban de la cena en la despensa y mirando la cocina solitaria, sopló. Sentía que los hombros estaban tensos pero eso podía ser por lo nerviosa que le ponían las ideas de su madre. Se estiró discretamente y dejando el paño de cocina a un lado, caminó hasta la nevera luego de tomar un vaso. Desde allí podía escuchar la brisa nocturna traspasar las puertas del jardín hasta el recibidor. Las cortinas seguramente vapuleaban y la luz del patio llenaba lánguida los vidrios de la puerta y el sofá, hacia un clima demasiado frio para tenerlas abiertas pero la voz de su madre excusaba el viento.

— Cualquier cosa que necesites no dudes en llamarme —su tono era maternal y aunque Hinata dudaba que provenía de sus sentimientos, parecía que quería ser amable— Estoy en el piso de arriba y en la nevera hay algunas bebidas energéticas… ¿Vale? —Hubo un silencio en donde la otra voz masculina respondió, pero la Hyuuga no escuchó bien a que iba— ¿Seguro que dormirá cómodo en la sala?

— ¡He dormido en autobuses y en camerinos, dattebayo! —Puntualizó riendo— No se preocupe, Hanabae-san.

— Llámeme madre, como aquella última vez.

Hubo un silencio lento y luego otro escándalo producido por su voz siempre fuerte y enérgica— ¡Oh, si usted lo pide, madre!

La madre salió del balcón que llevaba al jardín, era una plataforma de madera que provenía de la estructura original de la clase. Un pasillo tradicional con techo de madera de roble y una baranda delgada, un grupo de escalones —cinco— llevaban directo al pequeño patio donde se criaban a un grupo de gallinas. La noche, en aquel lugar, era en especial hermosa. El cielo en Ashima era de un oscuro negro impenetrable, casi sin nubes en invierno. Las estrellas brillaban en su mayor esplendor cuando la luna se ocultaba tras la montaña, dejando un espectáculo de puntos regados. Esa era la visión que tenía Naruto apoyado a uno de los marcos de la puerta que conectaba a la casa con el aire libre, tenía una mirada ausente como si el simple hecho de ver aquella majestuosa noche lo hiciera vaciarse de pensamientos. Cuando la madre cerró las corredizas con la lentitud y elegancia de una mujer con buenos modales, lanzó una rápida mirada a los pasos de su hija que venía desde la cocina. Aunque toda su piyama era un conjunto que le venía tres tallas por encima, al menos su gran delantera le jugaba un favor para rellenar tanta tela. Suspiró, hubiese sido más productivo que los shorts de Hanabi quedasen a las bien formadas caderas de su hija mayor, pero fue un intento inútil cuando Hinata escapó negándose a utilizar algo tan revelador frente a Naruto-kun. Hiashi también se opuso y al final la madre aceptó que tal vez provocar al ídolo no era su mejor carta, él parecía ser el tipo de hombre que se desesperaba con facilidad pero que cuando las cosas no salían de la manera en que las calculaba también lo cohibían, una imagen tan sorpresiva pudiese ocasionar una huida. Era mejor calcular con lo obvio y los senos de su hija —unos muy generosos— eran su arma secreta. Sonrió haciendo saber a Hinata que le pediría algo más antes de dejarla tranquila. Le hizo señas para que saliese al patio y conversaran un rato. Hinata puso los ojos en blanco, pero su madre antes de partir le hizo un gesto aún más severo que la convenció después de pensarlo dos veces.

Abrió la puerta con cuidado y miró hacia el suelo. Naruto se había deslizado al piso y tenía la cabeza apoyada en sus brazos, sus ojos la miraron de inmediato al revés y le sonrió como un relámpago. El corazón de la pelinegra rebotó de tan solo imaginar que aquella sonrisa era en efecto una respuesta al verla llegar. ¿Él podría sonreírle así a otra persona? Bueno, en aquellas circunstancias lo dudaba —en el pórtico de una casa tradicional frente a un gallinero— y aquella memoria intima la hizo sentir más segura de sí misma. Si se quedaba un rato con él lo que quedase de ese momento sería solo de ellos dos, no importaba si él le mostrase sus trabajos a Shion o pasara tiempo con otras tantas modelos; ese instante les pertenecería solo a ellos.

— Hola… —susurró ella cerrando la puerta tras de sí.

— Es una noche fresca —contestó Naruto como saludo mientras le daba unos golpes a la madera de su lado, invitándola a sentarse. Ella aceptó y con un movimiento lento estuvo a su lado mirando las estrellas.

— ¿No tienes frio?

Naruto negó rápidamente aunque parecía que ella si lo tenía. Hinata frotó sus manos y las colocó en su rostro, su nariz estaba roja del impacto de venir de un lugar cálido y golpear contra el viento del invierno.

— ¿Te sientes mejor? —preguntó preocupado de que el viento pudiese empeorar su estado. Él no creía que Hinata fuese esa clase de persona que desperdicia la comida o se levanta de esa manera de la mesa. ¿Se sentía tan mal? Ella parpadeó sin entender y al final sonrojándose hundió su rostro en las manos mientras asentía. — Que bien.

Un silencio se alargó entre los dos. Hinata consiguió el valor para verle el rostro y a su lado, lejos de ser el ídolo de Japón, estaba solo recostado Naruto-kun. Aquella idea la relajó. Suspiró y pasándose la mano por el largo cabello apoyó su rostro en las rodillas, habló:

— ¿Qué haces aquí? — Naruto al escuchar su voz, la miró de inmediato pero la oscuridad del techo tapaba sus facciones, solo podía ver el perfil de su nariz y el inicio de sus labios. Retiró los ojos con rapidez antes de que tuviese algún pensamiento extraño.

— Pienso —esperaba que ella se burlara de él, con su lengua ponzoñosa. "¿Tú puedes pensar?", lo común. Eso no ocurrió, ella apoyó su mano en la mejilla y mirándolo, iluminado por uno de los bombillos del pasillo, le preguntó tranquila.

— ¿En qué? —sintió miedo de su respuesta. Podía ser sobre muchas cosas y sin embargo temía ser decepcionada. Sí, temía que él pudiese tener esos momentos solitarios y pensar sobre su antigua vida, o sobre la vida que llevaba ahora y que todos aquellos sentimientos que llevara acumulados no tuviesen espacio para ella.

— Me había estado preguntando por un largo tiempo porqué nunca podía componer sobre cierto tipo de temas… —susurró mientras quitaba su mano de la nuca y la otra que estaba descansando en el vientre con su teléfono en la mano, lo ayudó a impulsarse. Sentado su rostro se ensombreció como el de ella—. La verdad llevo mucho tiempo haciéndome muchas preguntas que no tenían respuesta. Me preguntaba: ¿Qué ha sucedió contigo que te das por vencido tan fácilmente? ¿Qué hiciste para que la banda te odiara? O para que Sakura-chan me odiara. ¿He estado haciendo las cosas bien? ¿Desde cuándo me volví un malcriado prepotente? —Suspiró—: Sabes, últimamente me he dado cuenta que no me gusta la vida que llevo. Si, las fiestas y los premios fueron buenos en un tiempo, la fama también. Pero, esto se siente tan solitario —Hinata se sorprendió al escuchar aquello—. Me he sentido solo todos estos días, esta semana. No, estos años. Y no me había dado cuenta… ¿Qué he estado haciendo para olvidarme de algo tan importante, no? —la miró— Creo que perdí en gran parte las ganas de componer y de hacer lo que antes me gustaba porque sentía que mis sentimientos me estorbaban. Este mundo no es de personas sin corazón, pero mientras más frio lo tengas mejor. Y, la verdad, yo no soy esa clase de persona. Incluso he estado pensando lo maldito que fui con mucha gente, con Kiba, con Lee —suspiró y rascándose la cabeza, cerró los ojos—: Contigo.

— ¿Co-conmigo? —preguntó ella sin creérselo, su voz se había quebrado de la emoción.

— Ha… —afirmó mientras apoyaba la cabeza en el vidrio, sin poder verla al rostro—. Te trate de la peor manera que pude todo este tiempo… ¿No? Quería que desaparecieras pero no sabía porque. Tal vez porque era una gran molestia tener que cuidar de alguien, estar encadenado a una persona que no se le conoce —Hinata afirmó lentamente sintiéndose un poco herida: él tenía razón—. Pero, no ibas a desaparecer así como si nada y tampoco eras del tipo de persona necesitada que tuviese que buscar soporte en mí. Me callaste la boca tantas veces —sonrió casi riéndose—. Y me golpeaste también tantas veces.

— Lo-lo siento —tartamudeó apenada. Naruto la miró por un segundo y sonriendo negó.

— No, creo que tu perseverancia me ha hecho pensar sobre la forma en que he perdido mi tiempo. Siempre tenías una meta en mente y eras lo más honesta que te permitías ser. Los dos estábamos juntos por asuntos más grandes que nosotros y sin embargo tú hacías todo lo posible por hacer las cosas más llevaderas, incluso cuando yo era un grandísimo imbécil —resopló—. Pensé que si ese era tu verdadero yo, así como él mío era muy distinto al "ídolo" que todos conocen. No sé si fue un gran alivio conocerte mejor —se sinceró—, aunque me ha gustado saber que eres del tipo de persona que sin importar cuán difícil vayan las cosas siempre quieres hacerlas por el camino correcto, aún si te tome el doble del tiempo —sonrió— Tan bien es bueno poder ser cercano a una persona, de nuevo. Saber qué clase de cosas le molestan o que cosas le gustan, poder decir "seguramente estará pensando esto" o "esa cara que pone es por tal cual cosa" —Hinata le costaba creer que Naruto pudiese pensar de esa manera sobre ella. ¿Sus sentimientos, tal vez, no fuesen tan distintos? —. Incluso, fue bueno descubrir que eres terriblemente tímida —aquella frase hizo que la Hyuuga mirara de inmediato a otro lado, haciendo carcajear al rubio—. La verdad pasar tiempo contigo no solo me ha permitido conocerte, sino volver a conocerme. He empezado a preguntarme todas esas cosas, a pensar en mis errores, después de ver lo sincera que eres no solo contigo misma, sino también conmigo —tragó lento—. No sé si ha sido para bien, a veces me pone nervioso conocerte tanto o qué tú me conozcas a mí. Hay cosas que no quisiera decirte, otras que preferiría que nunca las conozcas. Me pone intranquilo que algún día llegues a cansarte de mí, porque suelo hartar a la gente —la pelinegra volvió a mirarlo mientras sus labios se secaban. ¿Él se sentía así? — Pensé que lo habías hecho aquel día en que te fuiste sin más. Creía que había mostrado una parte lamentable de mí y que no habías podido aguantarme más. Bueno, sigo creyendo que hice algo mal pero todavía no logro saber que es… —inspiró aire frío—. Sin embargo, cuando hoy hablaste con Iruka. No, cuando te vi al entrar, sentía que mis dudas se habían desaparecido. Era como si yo ya hubiese conocido desde antes tus pensamientos y no hacía falta preocuparme. Me sentía bien al pensar que tal vez a ti te pasara lo mismo, que aunque yo no pudiese responder a mí mismo, tú tuvieses mis respuestas. Claro, eso es algo egoísta y fácil de mi parte. Seguro no tiene muchas de mis respuestas, pero me gusta pensar que al menos te interesaría saberlas —se rascó la nuca sintiendo que hablaba demasiado, pero también sentía que se vaciaba—: Aquel día, cuando me dijiste que todo estaría bien pensé que tenías razón y aunque muy en el fondo tenía mis dudas, sentí que si yo pensaba en ello y tú también, eso pasaría. Conseguí algunas respuestas o al menos me sentía aliviado, había olvidado lo que se sentía tener a alguien que te apoya o te protege. Por eso escribí aquella noche, pude entender la clase de sentimiento que produjo tus palabras en mí. Yo estaba muy agradecido —la miró haciendo que su novia temblara de pies a cabeza, imposibilitada de retirar la vista —: Pero últimamente me he dado cuenta de que tú no puedes tener todas mis respuestas. Aunque quiera que sea así, aunque desearía depender solo de ti… ¿Es imposible, no? Debo ir arreglando las cosas que he desecho, esforzándome por recuperar los lazos que he roto yo solo. ¿No volverá a ser lo mismo, no?

— ¡Si puede! —exclamó Hinata a mediana voz sabiendo que hablaba de la banda y de sí mismo, de su talento.

— No, no puede —sonrió casi acariciándola con la mirada, como un padre que le dice una verdad terrible a su hijo— Desde aquel día en Konoha nosotros no hemos podido ser lo de antes, aun cuando hemos intentado comportarnos como dos extraños —ella enmudeció ante la verdad— Ya no hay un abismo entre los dos, es como si un puente nos conectara siempre y se va haciendo cada vez más obvio. Lo sé porque se ve en tus ojos… —Hinata palideció—. Ya no soy una molestia para ti, como tú no eres un contrato para mí —suspiró como si aquel descubrimiento le pesara— Igual, pasa cuando eres unido a alguien y ocurre una separación, por más que se intente recuperar algo, siempre estará la herida.

— ¡Pero se puede vivir con ella! —impuso la joven también al tanto de que Naruto ahora no solo hablaba de Doushitte, sino de Shion y Sakura-san.

La miró con curiosidad: ¿A caso decía que podían hacer como si entre ellos dos no hubiese un acercamiento? ¿O podía acercarse a Shion, incluso, sabiendo que había larga distancia entre los dos? ¿Qué pasaba con Gaara o Kiba, lo perdonarían? ¿Y Sasuke? Era imposible, sin embargo podía intentar. Entrecerró los ojos. No, había cosas que no se podían pasar por alto. Shion lo veía como a un amigo, así como él no podía ignorar esa charla íntima con Hinata. Tampoco podía decir que no sentía nada al verla o al pasar tiempo a su lado. Había algo allí entre los dos que no podía ser borrado, era un sentimiento que bien había sido el motor para su composición. ¿Gratitud? ¿Era solo eso? No había comenzado a aceptar que sentía algo por ella, aunque fuese pequeño pero igual de apreciable. Suspiró dándose por vencido. Eso no significaba que ella sintiese lo mismo.

— Siempre eres pésimo para este tipo de cosas —se dijo en un susurro que Hinata no entendió, refiriéndose que para el amor apestaba.

— ¿Qué?

Ignoró su pregunta: — ¿Qué sientes al ver a tu profesor? —preguntó rápidamente. Tenía curiosidad sobre como ella —bueno, en general— se comportaba frente a la persona que "amaba". ¿Qué clase de sentimientos saltaban a la vista cuando una persona enamorada sabe lo que siente? Hinata se crispó. ¿A qué venía esa pregunta? Se sintió en parte burlada y por otro algo herida, sin embargo consiguiendo mantener la compostura pregunto con voz calma:

— ¿A qué te refieres?

— Tengo curiosidad —puntualizó y al ver que ella no pensaba contestar, acotó: — A decir verdad, me he estado preguntando que se siente amar —ella tembló haciendo que él se sonrojara— ¡No es algo que he estado pensando desde que tú apareciste! ¡Lo he estado pensando por un largo tiempo! —se crisparon los dos, haciendo que Namikaze desviara la mirada sintiéndose tímido—: La verdad es que… —se mordió los labios pero lo dijo, tenía que decírselo a alguien y ella ya había visto su yo más lamentable— nunca he tenido mucho éxito en ese terreno.

— ¿El a-a-amor? —preguntó ella interesada aunque igualmente avergonzada. Él afirmó luego de un rato y abrazándose a las rodillas como un niño acotó:

— Me he dado cuenta de que me es difícil escribir sobre eso porque no conozco muy bien cómo funciona… —inspiró— Siempre me ha parecido algo ridículamente cursi.

— ¿Por qué no utilizas otras canciones de referencia? O… —pensó por un momento viendo que todo aquel tema era simplemente porque estaba preocupado por las peticiones de Iruka. Más calmada pero igual de apenada, pudo hablar con mayor facilidad—: ¿Por eso es que deseas saber mi opinión?

— ¡No es tan fácil! Si no sé de qué están hablando no puedo sentirme identificado y será lo mismo.

— ¿Y por qué crees que lo que yo vaya a decir te hará sentir identificado? —comentó sin entenderlo, honesta. Naruto se sonrojó hasta las orejas, ofuscado.

— ¡No es nada del otro mundo! Pensaba: Hinata es una campesina tan lamentable que seguro su amor es un chiste y haré una canción de burla y listo… —dijo tan rápido que ella si acaso pudo entenderla mitad de lo dicho. Suspiró sabiendo que él jamás le contaría la verdad. ¿Por qué no escribía sobre Shion?

— ¿Qué hay de tus antiguos enamoramientos? —Preguntó desviando el tema— ¿Nunca has sentido nada importante? Por ejemplo, por la chica de la que estás actualmente enamorado…

— ¡No tengo a nadie! —Chilló molesto y con una faceta tan torpe que casi se cae de un salto— ¡Yo no soy un mujeriego! ¡Y tú obviamente no…! —se quedó callado casi tapándose la boca con las manos. ¡Qué pensaba decir!

Hinata parpadeó sin creer lo que escuchaba. ¿Estaba negando a Shion? ¿O lo que sentía por ella? Con que ese era el tipo de cosas que no quería contarle a ella. ¿Y qué tenía que ver ella en todo aquel problema? Lo sabía, aunque ella empezara a sentir algo por él, él estaba fuera de sus ligas.

— Ha-hablo de Shion-san —susurró apenada. Naruto la miró sin entender y luego de un agrio sentimiento, confesó:

— No pienso escribir nada sobre despecho —la Hyuuga entendió a qué se refería y bajando la mirada se sintió identificada con él. Su gran primer "amor" había sido sensei y era imposible, parecía más bien un gusto exagerado o una admiración desmedida. La segunda persona que le gustaba en vida, era un ídolo inalcanzable. ¿Qué tenía ella con los amores imposibles? ¿No podía enamorarse como una chica normal? Un joven de su salón o un vecino con buenos sentimientos. Claro si fuese ese la clase de romance al que estuviese destinada, aunque su corazón estuviese más tranquilo, no habría historia.

— Veamos… —susurró tratando de recordar los sentimientos que ya se habían disipado. Ahora que veía sensei una sonrisa de melancolía se le dibujaba en el rostro, había sido una buena temporada sentir algo por él. Incluso, a veces pensaba que hubiese querido estar más tiempo enamorada de él. Disfrutar su vida de la secundaria con un amor no correspondido no hubiese sido más difícil, que enamorarse de un hombre que estaba tan cerca y tan lejos. Recordó: — Me-me sentía muy ansiosa al entrar a clases, como si quisiera ver que camisa había traído ese día o qué clase de saludo me daría —Naruto la miró sorprendido de que al final hubiese accedido a contarle, aunque aquellas palabras fueron en especial dolorosas— E-el olor de su agua de colonia me daba cosquillas en las mejillas y me hacía son-sonrojarme. La verdad no pensaba en nada en especial, solo el corazón me latía nervioso y sentía que iba a hacer alguna tontería —inspiró— nunca tuve esperanzas, pero como era secreto no lo detenía.

— ¿Por qué hablas en pasado? —preguntó irritado. Hinata saltó negando con todo el cuerpo mientras afirmaba sin ser muy creíble que aún sentía algo por él, sin embargo Naruto no era muy inteligente para diferenciar. Sus declaraciones solo lo cabrearon:

— ¡Me gusta! ¡Kakashi-sensei todavía me gusta! —y lo volvía a repetir como si estuviese metiéndole un puñal en el pecho.

— ¡Ya basta! —alzó la voz molesto como si aquello fuese suficiente. Un silencio que administró para deslizarse nuevamente al piso, sacar los audífonos del bolsillo de su pantalón y conectándolo a su celular, la ignoró por completo. Buscaba música para olvidar lo que había escuchado recientemente. Hinata lo miró sin entender porque había pedido que le dijese lo que sentía — o había sentido— si al final la iba a tratar de esa manera. Sintió ganas de irse y dejarlo solo, pero la forma en que cerraba los ojos —duros y tensos— lo hacían verse más que molesto, adolorido. Naruto aceptó que él mismo se había tendido una trampa. ¡No sabía que sentía por ella… o… pero iba y le preguntaba que sentía por otro hombre! ¡Genio! Se golpeó con la mano en la frente, llamando la atención de ella. No volvería a jugar de esa manera con su corazón, no era qu la mujeres se herían, sino que él siempre las movía a que dijesen algo doloroso. ¿Él no sabía que Sakura estaba enamorada de Sasuke? ¿No sabía que Shion no estaba interesada? ¿Y… no sabía que Hinata solo lo veía como un contrato? Sintió la mano de ella sobre la suya y al quitarla mientras abría los ojos, la mirada perlada de la Hyuuga lo dejó sin aire. Sus ojos se mostraban preocupados y su expresión amable. ¿No estaba molesta? ¿Era acaso un ángel? Sonrió al pensar tamaña estupidez. No, no era un ángel, pero al menos era más sincera que él.

Le tendió uno de los auriculares de sus audífonos y ella lo tomó pensando que pensaba a decirle algo, pero el silencio se alargó mientras él le hacía un gesto de que se lo pusiera y se echara a su lado. No quería preguntarle nada más y ella tampoco quería indagar. Se echó a su lado, tocando su hombro con el de él mientras las estrellas coloreaban la inmensidad de un cielo que parecía cóncavo. Aspiró el aire de invierno por la boca y sintió que todo su cuerpo se enfriaba mientras su corazón luchaba por mantener la calidez de tener a su lado a la persona con la que ella se sentía cómoda. La melodía que venía desde el celular llenó uno de sus oídos mientras el otro escuchaba el croar de las ranas. Pensó, que aquella misma extraña sensación la estaba pasando Naruto sin quejarse. Sonrió. La guitarra y la voz del cantante devolvieron sus pensamientos a algo más terrenal.

— ¿Black bird? —preguntó mientras la voz de Paul McCarthney apaciguaba todo su espíritu. Sonrió mientras miraba el perfil de Naruto que asentía. ¡Ella amaba esa canción! Quiso decirlo, pero prefirió escuchar en silencio mientras las notas de la canción llenaban todo hasta llegar a su alma y conmoverla. Naruto tenía para aquel momento los ojos cerrados y la respiración acompasada. Solía, cuando estaba nervioso o inseguro —incluso cuando necesitaba de inspiración— escuchar la música que le gustaba para calmarse. Era una técnica que había aprendido de muy joven cuando colocaba la radio a bajo volumen, en el cuarto de su casa, para no escuchar las peleas de sus padres. Había sido la manera de sentirse seguro y le funcionó por un largo tiempo, incluso a veces antes de una entrevista solía ponerse los audífonos antes de escuchar el comentario de algún asistente. Aquel instante, compartiendo su secreto con Hinata, sintió que aquel rito personal se había vuelto en una experiencia intima.

¿Podía escuchar Black Bird de nuevo sin pensar en ella? ¿En el olor de su shampoo? ¿En su hombro tocando el brazo izquierdo? Tragó cuando la canción término, viendo que tal vez había cometido un grave error. Haciendo su relación cada vez más íntima, cada segundo más difícil de romperla. Intentó levantarse para detener todo aquel juego, pero las manos de Hinata ya habían tomado el reproductor de música y diciendo en voz baja sus palabras, buscó lo que tenía en mente:

— No sabía que eras del tipo que le gustaba Los Beatles.

— ¿Hay alguna persona que se digne en llamar músico, que no reconozca que son unos genios y que vale la pena escucharlos? —aquella pregunta la hizo reír divertida, aquella diminuta risa moderada pero encantadora. La miró sin importarle que ella misma jugueteaba con su teléfono.

— ¿Es tu favorita? —preguntó mientras seguía bajando leyendo las canciones que tenía en su teléfono. Para su sorpresa no había ninguna propia, aun cuando tenía un gran repertorio de música local. ¿Estaba decepcionado de sí mismo? ¿O no le gustaba escucharse a sí? Mientras que Los Beatles era quien se llevaba la mayor parte de la memoria, junto a The Who, Sigur Ross y Nirvana. Sonrió emocionada al encontrar que entre su música estaba su canción favorita. Escuchó su respuesta antes de decirle que escucharan esa "especial".

— Sí, black bird me calma.

— A mí me hace feliz escuchar Vienna de Billy Joel —susurró mientras la música comenzaba a sonar. Naruto sonrió al encontrar algo en lo que se parecían. Él también se sentía extrañamente motivado y feliz luego de escuchar esa canción, no pudo contener mirar el rostro de Hinata que deslumbraba por la luz de la noche y de su propia felicidad. Naruto entendió, de nuevo, porque siempre había querido ser músico. Lo recordó en ese mismo instante en que al ver a las estrellas silenciosas y el follaje siendo mecido por el viento, todo cargado por un sentimiento neutro, había cambiado por la música que sonaba. El momento había pasado a ser una simple expectación de la noche a un recuerdo hermoso, tan solo por la compañía de la música. Sí, la música tenía el poder de tocar el alma y los sentimientos de las personas con facilidad, de conmoverlas y hacer sentir que los momentos especiales realmente lo son. Transportar al oyente a otros mundos. Y aunque en general todas las artes lo podían hacer, él que siempre se había maravillado por la habilidad de algunos de utilizar el sonido para crear una fantasía, se sintió identificado. Sintió que aquel momento las cosas y los pensamientos dejaban de interesar, solo estaba él y Hinata y la forma en que respiraba y parpadeaba ella era lo único que importaba. Supo que deseaba escribir, que necesitaba al igual que Billy Joel o Paul McCarthney o incluso el más humilde de los compositores japoneses, plasmar lo que sentía e inmortalizarlo —al menos para él—.

La canción terminó dejándolos en silencio, Hinata notó que casi al final de la misma los dos se habían visto a los ojos del otro y ahora que el mutismo dominaba junto con el croar de las ranas, se sentía incómodo verse reflejados en una mirada ajena. La Hyuuga se levantó casi de un salto y devolviéndole los audífonos, se levantó mientras se excusaba. Naruto no escuchó muy bien su parloteo nervioso, estaba concentrado no solo en el anterior pensamiento, sino también en la idea de que Vienna ahora podía ser más que una hermosa canción, más que una de sus favoritas, podía significar algo más especial. Aquel poder le daba miedo y al mismo tiempo parecía ser el pronóstico de algo mayor, inesperado.

— Bueno, yo iré a dormir —terminó por decir Hinata luego de un rápido discurso sobre que las gallinas madrugaban, así como los japoneses y las ballenas bebes. Una excusa estúpida para escapar.

— Vale —contestó él mientras se levantaba del suelo y sacudía el polvo de la tierra— Yo me quedaré pensando en lo que me dijiste… —confesó ante la sorpresa de ella— Tal vez el amor sea así de simple.

— ¡No lo es! —exclamó ella sonrojada, refiriéndose a que lo que había sentido por Kakashi-sensei no era amor. Él la miró sin entenderla, pero al final sonrió:

— Sí, tal vez no lo sea. De eso no se nada… —ella levantó el dedo para mantenerlo en silencio y mientras decía: "Un momento", corrió al interior de la casa sin agregar nada más. Naruto se miró abandonado en el patio y resoplando por el extraño comportamiento de ella entró a la casa cerrando las puertas corredizas. El silencio que llenaba la misma lo hizo sentir tranquilo, pero solitario. ¿Por qué ella siempre escapaba? Esa era otra pregunta sin respuesta. El futón, a un lado de la mesa del recibidor se veía tibio y cómodo. Frotó sus brazos dándose cuenta de que el cuerpo lo tenía congelado y la nariz roja y caminando con calma se sentó en la suavidad de su cama, para terminar recostándose.

¿Un corazón agitado? ¿Las estúpidas ganas de ver a alguien sea como sea? ¿Aquel nerviosismo que se aloja en la garganta y no deja hablar con claridad? La vergüenza, sí, él conocía bien ese sentimiento. ¿El amor sería eso solamente? ¿Un dolor en el pecho? ¿La torpeza de unas manos que se pasan por el cuerpo amado? Podía ser, pero no era un sentimiento aún más complejo. ¿El amor no producía odio? ¿El amor no era también lo que llevaba a la gente al sacrifico? ¿Al dolor más desgarrador? ¿Al llanto más inconsolable? Tal vez entender aquel sentimiento no era lo que él tenía que hacer, porque era incomprensible y contradictorio. Pero… sentirlo ¿Podía sentirlo sin salir herido? ¿Podía hurgar a su corazón y conseguir que lo había sentido todo aquel tiempo pero lo había ocultado por su propio bien?

Bueno, pensar en ese tipo de cosas es de cobardes. Sintió unos pasos que bajaban las escaleras rápido pero discretos, miró a la figura de Hinata que estaba oculta tras una pila de libros. Se levantó de un salto sin entender a que venía ella con todos aquellos cuadernos, revistas, mangas y libros. Los dejó caer en la mesa por su propio peso haciendo que resonara su golpe seco, se miraron los dos. Él sin entender y ella satisfecha:

— No es mucho, pero los poemas de los poetas tradicionales japoneses tienen muchos pasajes de un emperador enamorado de una hermosa noble o las palabras de un samurái desterrado de la tierra donde vive su amada —se sonrojó al decir todas aquellas "cursilerías" — El lirismo es de especial calidad en la era del Shogun —Naruto miró el grupo de cuadernillos blancos que se nombraban poemarios tradicionales—: Hay un cuento que me gusta mucho de Horacio Quiroga —agregó mientras se sentaba a su lado y le marcaba la página de un gran libro grueso—: La meningitis y su sombra, siempre me ha parecido que muestra esa parte impredecible del amor. Nunca se sabe a qué punto ocurre, pero ya se está demasiado tarde —rebuscó entre la pila de libros— También hay un cuento de las Mil y una noche sobre lo que escribe un enamorado para aquel que le dejó, tiene el dramatismo del despecho de una manera tan hermosa —completó mientras le pasaba las revistas a Naruto— Si quieres hacer una comedia en las revistas siempre hay tips estúpidos para las chicas de como enamorar a un hombre o como saber si él está enamorado de ti…—terminó por presentarle un grupo de mangas shoujos—. Estos son imperdibles para entender los sentimientos de los jóvenes en el amor, el corazón que le palpita fuerte, que no deja de pensar en él, que se preocupa por tu estado de salud, que llora cuando lo ve con otra —parecía realmente emocionada—: También hay un poema de García Lorca, sobre una gitana que estaba casada pero se une a otro hombre…—lo rebuscó hasta que la risa de Naruto le llamó la atención. No era una risa de burla, sino de diversión. Ella lo miró entre sorprendida y molesta.

— ¿Te burlas de mí?

Él negó sin dejar de reirse— A Hinata le gusta mucho esto… ¿No? —se refería a los libros pero aquella pregunta le pareció a ella intima, como si le preguntase si le gustaba cuidar de él. Palideció y mirando a sus preciados libros los acarició:

— Bien sabes que me gusta —susurró apenada.

— Ha, todo tu rostro se ilumina —afirmó él calmando su risa y sonriendo. Un mechón de su cabello se había corrido hasta su rostro, sin pensarlo su mano se movió hasta él y con una delicadeza que jamás pensó poseer lo acarició hasta su oreja guardándolo en el lugar donde no estorbara. Hinata se congeló sin saber que rostro poner o qué clase de respuesta tener, el libro que tenía en manos se resbaló hasta el suelo creando un gran estrepito. El sonido despertó del letargo a Naruto que parpadeando retiró apresuradamente la mano. — Yo… — esa caricia habia sido demasiado intima.

— Me tengo que ir —cortó la pelinegra mientras se levantaba tiesa pero temblando, no podía si quiera verlo al rostro. Sin agregar más corrió desenfrenada escaleras arriba, sin arrepentirse y al cerrar la puerta del cuarto tras su espalda el corazón le volvió a latir, pero esta vez tan fuerte que pensó que saldría de su pecho.


Konohamaru metió la mano en el canal de desagüe y verificó si había alguna obstrucción, en vista de que todo estaba en orden secó sus manos rápidamente. El mantenimiento de piscinas en Tokyo y Osaka decaía en invierno por obvias razones, aunque de por si — a diferencia de Osaka o algunos pueblos bien asentados de la costa— no solía tampoco tener muchos clientes. Lo positivo de todo aquello era que en general al no haber mucha demanda la competencia era poca y los clientes fieles, la mayoría al tener ahorros para pagar sus servicios semanales incluso hacían revisiones periódicas en las temporadas menos populares. Nunca había tenido aprietos económicos, aunque tampoco podía decir que vivía como un "rey". Compraba en rebajas y gastaba solo en lo necesario, pero él era del tipo discreto aunque su personalidad fuese algo extravagante.

Se incorporó del suelo y lanzó una larga mirada al cielo en madrugada. Su cliente, que vivía en una zona acomodada en el barrio de Narita, le había dejado la llave del patio para que él pudiese entrar y salir mientras él pasaba unas largas vacaciones en Europa. Le agradaba ese tipo de muestras de confianza, decían mucho de sus esfuerzos. Inspiró tranquilo, aunque también sabía que él no era la clase de hombre que se le puede confiar algo. Sintió los pasos al otro lado de la calle, pero como ya los esperaba desde hacía unos días atrás, no hizo ningún movimiento para evitarlos. Después de todo, él ya había pensando en ello y no había otra salida. ¿No?

La vida era eso sobrevivir, pero para ello hay que luchar y por lo general contra lo que se lucha termina muriendo si tú sobrevives. Suspiró y levantándose como si fuese a seguir con su faena se acercó a la lona que servía para cubrir la piscina y el cloro, los últimos dos pasos antes de terminar su trabajo. La sensación de que alguien había entrado al patio le llamó la atención, más esperó escuchar cuantos zapatos resonaban contra la grava. Dos. Así que había mandado solo dos para él, se sintió ligeramente ofendido. Le haría el trabajo fácil, parece inofensivo cuando se ha estado actuando como tal es la mejor táctica para un hombre que debe primero evaluar el terreno y luego actuar. ¿De qué le valía ganarse de enemigos a Akatsuki a la primera?

Los pasos se hicieron cada vez más cercanos hasta que fue imposible ignorarlos. Konohamaru subió la mirada y sonriendo como si no los conociera, miró a Hidan y a un hombre que no identificó. El primero seguía de igual de estoico y con la misma mirada retorcida:

— Buenos días —habló mientras terminaba de secarse las manos con un paño de trabajo y hacia el intento de levantarse: — ¿En qué puedo ayudarlos, señores?

No le respondieron con palabras, las manos del hombre al que no conocía le tomaron por el cuello y con una fuerza que no calculó Sarutobi lo llevaron de inmediato a la orilla de la piscina. Su nuca fue tomada por Hidan creando presión a su cabeza contra el agua. Tragó agua porque el ataque fue sorpresa, pero pudo con ello porque estaba acostumbrado a esa clase tratos. Hizo acopio a la paciencia que había perdido con su retiro y también a la sangre fría que alguna vez tuvo. Pensó que la muerte era un precio muy barato para él y se calmó. Luego de casi cuatro minutos bajo el agua le subieron como un muñeco y tomándole del cuello empotraron su cráneo contra el canto rodado. La cabeza le robotó junto con el cerebro y por un momento sintió, de nuevo, lo que era quedarse en blanco.

— No juegues con nosotros, Konohamaru —siseó Hidan—: Todos sabemos muy bien quien eres y que nos conoces.

El joven tosió el agua que había entrado en sus pulmones y tratando de abrir los ojos, un trabajo que le costó más de lo habitual. Habló con la nariz irritada por la entrada imprevista del líquido.

— Nunca jugaría contigo, Hidan —confesó con la voz cortada. El otro hombre habló con un desprecio impregnado en el tono:

— Matemos a este desgraciado Hidan, sabe demasiado.

Sin embargo el veterano lo ignoró. Akatsuki no mandaría amatar a Konohamaru tan fácilmente, a menos que él no cooperara. Esa era una realidad que él la tenía bien clara y era una de sus cartas bajo la manga. Su muerte produciría un estado de paranoia colectivo en la mafia y a las afueras de ella —los retirados—. Teniendo ahora el libro de Kaguya en las calles y varios sospechosos no era sano jugar al ciego.

— ¿Quién le entregó el libro a Ootsuki? —escupió el hombre mientras hundía sus dedos en la débil garganta del adolescente— ¿Y qué tanto tienen de él?

Konohamaru sonrió, ese tipo de preguntas idiotas. Si él supiera eso no estaría allí haciendo el tonto, aun cuando tenía ya sus posibles sospechosos. Claro, entendía la desesperación de la mafia: Ellos no podían ver que la filtración estaba en sus propias narices. Se había dado cuenta hace poco tiempo, por la mención de su "hermano". Y todo había tenido tanto sentido, al menos para alguien que está fuera de aquel campo de visión. Akatsuki jamás desconfiaría de algo que ellos consideraban controlado y vigilado, seguro ya habían revisado sin conseguir nada. Pobres tontos, pero entendía que también había otros cuantos peones actuando al mismo tiempo. Pain y Ootsuki habían complicado las cosas para bien, por eso él podía hacer este movimiento.

—No lo sé —contestó honesto. Estaba por comprobarlo, pero aún no tenía un nombre y si lo tuviera tampoco lo revelaría.

— ¡Está mintiendo! —puntualizó el compañero mientras golpeaba el estómago de Sarutobi haciéndolo escupir no solo agua, sino también parte de su desayuno. — ¡Es una pérdida de tiempo, Hidan!

Este que parecía no agradarle su pareja, miró directo a los ojos a Konohamaru y apretando el cuello hasta el punto que amenazó con romperlo, lo amenazó:

— Maldita rata… ¿No ves en que situación te encuentras? —le susurró cerca de la cara para luego escupirle—. No te hagas el valiente o moriras, no me temblará la mano para asesinarte. Seguro tu tío estará feliz de ver que una mierdecilla traicionera ha dejado de respirar.

La mención de Asuma le amargó la mañana, pero hizo todo lo posible para seguir pareciendo inofensivo. Su rostro se palideció y mientras abría la boca empezaba a decir rápidamente, sin vergüenza:

— ¡No lo sé, realmente Hidan! Si lo supiera no estaría tonteando con ustedes ¿Por qué habría de saber algo así? —inspiró con dificultad. El desgraciado le estaba cortando la respiración poco a poco— He escuchado cosas sobre los Ootsuki, pero hasta allí llega mi… —la mano lo apretó hasta quitarle la voz— ¡No sé más nada! Maldición, creme, estoy retirado.

— ¿Y aun así tan amigo de Kileer Bee? —escuchó de la otra voz mientras el brazo de Hidan lo arrastraba por el piso directo al agua, de nuevo. Cuatro minutos que supo soportar sin respirar o tomar un trago del cloro y el agua.

— ¿Qué sabes de Ootsuki? —pregunto luego de sacarlo de la piscina. Su garganta dolía junto con todo su cuerpo, Konohamaru calculó que no soportaría otro minuto más bajo el agua—: ¿Qué era lo que tú y Killer Bee hablaban aquel día?

— Todos saben que Ootsuki está extorsionando a la gente porque tienen información clasificada de las otras familias, pero no sabemos de dónde salió aquella información así como tampoco se sabe si siempre la tu… —un golpe en la costilla lo cayó, estuvo en el suelo retorciéndose del dolor mientras escuchaba la voz inexpresiva de Hidan. Lo había pateado sin el menor remordimiento.

— No me digas lo que ya se.

— ¡Es lo único que se!

— No, la otra vez mencionaste a Pain en el bar de Bee —acusó dándole otra patada pero en la ingle— No trates de hacerte el inteligente, sé que tienes información que nosotros no tenemos porque has sido diestro toda tu vida ocultando cosas y armando planes. Pero yo no soy tan misericordioso como tus otros verdugos.

— Pain no tiene nada que ver con Ootsuki —confesó a sabiendas de que si decía una mentira lo que recibiría ya no fue hoy o dentro de unas semanas era la muerte.

— Esa no es mi pregunta —indicó Hidan colocándose a su misma altura mientras presionaba su ojo derecho con fuerza. Sarutobi se quejó pensando que tal vez las cosas se le estaban yendo de la mano. — ¿Quién es Pain, Konohamaru?

— El único peligro para Akatsuki hoy en día es Ootsuki y según la información que se maneja deben tener el diario completo —está vez si mintió ocasionando que Hidan quitase su sádico dedo de la parte sensible del joven. Le sonrió algo más complacido—: ¿Y quién maneja esa información?

— Infiltrados en Ootsuki.

— ¿Y no saben quién pudo habérselo dado a Hamura? —el joven negó rápidamente. Chasqueó la lengua levantándose para golpearlo de nuevo, el compañero que había estado ausente de su lado por un momento, regresó con el frasco de cloro en la mano.

— Creo que conseguí la manera de hacerlo hablar —Hidan sonrió, lo que le agradaba de su nueva pareja era que su parte más retorcida se parecía a la suya.

— ¿Oh si? Estaba pensando en algo como eso —tomó el frasco y abriendo la tapa lo virtió en la boca cerrada de Konohamaru, este apretó la mandíbula sin dejar que una gota entrase a su cuerpo, más la presión de las manos de Hidan lo hacían ceder. Se agarró a sus brazos pidiendo misericordia. Hidan se detuvo y volvió a preguntas con el garrafón por encima de la cabeza de Sarutobi:

— ¿Quién es Pain?

Konohamaru fue arrojado a la helada piscina luego de declarar junto al pote cloro abierto y semi vacío. Nadó con dificultad hasta la orilla y apoyó el cuello en la misma para mantenerse a flote mientras los dos hombres partían con un rumbo fijo. Inspiró y exhaló sintiendo que, tal vez, alguna de sus costillas estaba rota. Ese era su trabajo, desde pequeño siempre se había metido en esa clase líos — por esa y otras cosas su hermano le había recomendado dejar la mala vida—. Ahora, en vista de que él también se encontraba involucrado y también temiendo la estabilidad de las mafias, debía actuar o sería demasiado tarde. Suspiró. Lo sentía tanto por aquel chico, pero quien se atrevía a jugar con documentos oficiales que hablaban sobre "el crimen encubierto" en Japón, nadie salía bien parado.

No importaba que tan buen hacker se podía ser o que tan buenas intenciones se tuvieran, incluso cuan inteligente fuese. Siempre la mafia conseguía lo que quería con violencia y en el mundo esa siempre había sido la manera de ganar rápido y certero.


Sakura leyó nuevamente la misión del día mientras un tic nervioso afectaba su ojo derecho. Los camarógrafos temblaron ante la expresión tensa que tenía la modelo, ni siquiera el maquillaje y el lindo vestido pastel podía salvarla de verse terrible. Haruno intentó sonreír pero incluso sus labios temblaron al volver a leer: "Su esposo ha tenido un largo día hoy, Haruno-san. Seguro debe estar cansada, sería bueno si su atenta esposa le diera un relajante masaje para olvidar las tensiones. ¡Suerte!".

No se pudo contener y hablando para sí, aunque también para las cámaras, dijo sin tono de sorpresa:

— ¿En serio? — al ver que nadie le respondía, volvió a decirlo pero casi como un chillido: — ¿Están bromeando, no? ¡Estamos en horario infantil!

Ante el escándalo que formaba su "esposa" frente la cámara Sasuke solo pudo golpear su lengua contra el paladear, chasqueando. Odiaba cuando alguien lo interrumpía mientras leía. ¿Con qué derecho ella se ponía a gritar en plena mañana?

— ¿Cómo puede estar cansado si se acaba de levantar de la cama? —preguntó la joven acercándose a la cámara. El productor dejó que hiciera lo que quisiera, sería comic relief para la audiencia. La pelirrosa terminó arrodillada en el suelo, después de gritar unas cuantas verdades, deprimida. La carta se mantenía en sus manos pero estas estaban rendidas en sus muslos. Suspiraba como si la vida se le fuese a ir en ello. Uchiha no soportó otro más de aquellos largos suspiros que eran más queja de nada.

— ¿Qué pasa? —pasó la página del diario mientras prestaba atención a ella solo con los oídos. Haruno le lanzó una mirada resentida, él no tenía derecho de ofenderse o si quiera de tratar indiferente. ¡Él había fallado en la primera misión! ¡Terrible! ¡Había tenido que hacer la penitencia! Al recordarlo Sakura miró a la posdata de la carta sintiéndose aún más nerviosa: "Si no puede hacerlo, por favor, coma algo de pasta de diente para refrescar su alma". ¿Debían estar de broma, no? ¡Sasuke todavía no se recuperaba de los dangos que había comido! Y eso que el dango es comestible.

— ¿Estás cansado, querido? —replanteó al ver que era eso o morir intoxicada. Si le colocaban las coas así uno termina convenciéndose de que elige la mejor opción, no había sido tan difícil. O al menos eso quería pensar Sakura—: ¿Te sientes estresado? ¿Adolorido? ¿Mucho trabajo?

Sasuke alejó los ojos de la lectura para echarle una mirada de: ¿Pasa algo malo en tu cabeza, no?, pero al ver que ni esa expresión cambiaba el rostro en espera de Sakura decidió irse por lo directo.

— Es de mañana, estamos de vacaciones, tengo veintiséis años y es plena mañana —miró a su reloj de mano. No iba agregar más, no era del tipo que hablase demasiado, además ya había respondido a sus estúpidas preguntas.

— ¡Oh! — Sakura frunció el cejo— ¿Y eso que tiene que ver? Los esposos siempre acumulan estrés y se encuentran cansados aun cuando hayan tenido un buen sueño la noche anterior. Déjame ver… —se levantó de un salto y caminó directo a él haciendo que el cuerpo del Uchiha reaccionara con un escalofrió que no pudo ser visto.

— ¿Qué crees que estas…? —preguntó hasta sentir las delicadas manos de Sakura en su nuca. Saltó, sin poder contener el contacto. ¿Qué demonios? ¿Por qué lo estaba tocando allí? La miró de muerte, mientras siseaba molesto: — ¿Qué crees que haces, Sakura?

— ¡Un masaje a mi querido! —contestó ella fingidamente mientras aplaudía como una tonta. Sasuke sintió como el dolor de cabeza le golpeaba la cara. ¿Estaba de peda? Quiso negarse pero aquella actitud nerviosa no iba consigo, inspiró para tranquilizarse y lo logró. — Estás tan tenso —completó Sakura haciéndolo molestar más.

Se reclinó no porque quisiera que ella lo tocara sino porque aquel juego de miradas frente a las cámaras —miradas de odio— los iba a poner al descubierto frente a la televisión nacional. Se reclinó en el sofá mientras volvía a desplegar el periódico e hizo todo lo que podía para ignorar esas manos. Sakura se concentró únicamente en la espalda del Uchiha, como si fuese un objeto aparte de su cuerpo sin relación alguna con su dueño. El pensar que estaba tocando aquella espalda que tantas veces había abrazado, la hacía sentir nerviosa. Sus pulgares se fueron a los omoplatos, luego escalaron hasta los hombros en donde masajeo en círculos por un largo rato. Se deslizó directo al cuello y allí pellizcó a gusto para finalizar rasgando la columna. Sasuke hacía lo mejor para no mostrar ninguna expresión ante semejante atención, y a decir verdad lo hacía bastante bien. Parecía un hombre impasible, incluso cuando Sakura había usado sus codos para hundirlos más debajo de los omoplatos de pura rabia. ¿Cómo podía no sentir nada cuando ella lo tocaba? ¿Tanto la odiaba ahora? ¡Antes ellos habían estado tan unidos, habían sido tan íntimos! Vale, Sasuke nunca había sido muy abierto al cariño, pero al menos cuando ella lo tocaba él mostraba su rostro más avergonzado o excitado. ¿Ahora, era así? ¿Ahora él se dejaba tocar por otras mujeres, no? Lo pellizcó en la carne blanda, mientras Sasuke internamente la maldecía. ¿Estaba torturándolo o algo parecido? Era el peor masaje que le habían dado en toda su vida.

Sakura nunca iba a cambiar, siempre iba a ser la novia ruda que le hacia el cuerpo, la mente y el corazón pedazos. ¿Por qué seguía estando a su lado si todo aquello le producía más bien dolor? Él tenía razones de sobra para haberla dejado y aun así ella volvía aparecerse en su vida para confundirlo. No, lo hacía dudar, pero no lo confundía. Él bien sabía que sus sentimientos por ella estaban en él, pero hacía todo lo posible para ignorarlos y en general le iba bien. Pero cuando ella hacía ese tipo de cosas —como ahora, cuando era inevitablemente torpe hasta el punto que se convertía en alguien adorable— su corazón se encontraba intranquilo. La había dejado porque bien sabía que él que su hermano siempre estaría en su vida, junto con Akatsuki, y no podía involucrarla; la había dejado a un lado porque pensaba formar una nueva vida en Tokyo en donde sus errores del pasado quedasen en Konoha —y aunque nunca la consideró un error, ella lo hacia débil—, la dejó a un lado porque la verdad en el fondo la amaba hasta tal punto que herirla, quererla u odiarla era igual de doloroso, lo hizo para protegerla de sí misma —de esa manera de hacer las cosas dependiendo de él— e incluso lo había hecho por Naruto. No pensó en él cuando le dijo que quería terminar en la relación, lo había hecho por las personas que él más amaba y nada le había salido de manera correcta, pero ya lo hecho, hecho estaba. Se lo repetía cada vez que ella se le acercaba con aquella sonrisa de enamorada en el rostro y lo volvía a mentalizar cuando sentía ganas de acariciarla o consolarla. Era lo mejor para los dos, ella podía ser independiente y él no tenía por qué preocuparse por terceros mientras se concentraba al cien por ciento en su música.

Entonces… ¿Por qué dolía tanto? Sonrió amargo y solo para molestarla, y molestarse a sí mismo, lo dijo:

— Más abajo Sakura, en el centro de la espalda —ordenó para escucharla a ella resoplar molesta y luego hundir el codo lo más hondo posible con toda su fuerza. ¡Sakura también podía ser tan maldita! Sin embargo, ella lo disfrutó: Él había pagado por todas las veces que le había roto el corazón.


Hinata bajó las escaleras luego de lavarse el rostro y sin prestar atención especial a lo que hacía se dirigió directo a la cocina. Era sábado por la mañana y según los planes a ella le tocaba hacer el desayuno. No tenía problema con ello se relajaba cocinando, en algún punto de su adolescencia le había gustado cortar las rodajas de tomates y ponerlos a fuego lento hasta convertirlos en pasta. Lo hacía bastante bien, a decir verdad. Estaba orgullosa de sus cualidades culinarias y su madre, aunque escéptica, casi daba por sentado que con aquel sabor podía atrapar a un buen esposo. Los ojos de la Hyuuga se detuvieron en la figura que se encontraba en medio de la sala, antes de entrar a la cocina. Parpadeó y su cerebro buscó una explicación conveniente para encontrarse a un joven rubio recostado sobre una pila de libros, con el rostro acomodado en los poemas de Federico García Lorca como almohada. La boca abierta, los ojos cerrados, la expresión tonta. Sopló, su parte más dormida la había hecho olvidar que el ídolo se había quedado anoche en su casa y que por consecuencia se lo encontraría en la mañana como si los dos viviesen juntos.

Estaba desarropado y se había quedado dormido en plena lectura, ya que la posición en la que estaba parecía harto incomoda. Su cabello desaliñado y su camisa manga larga rodada hasta dejar ver sus clavículas le confería un aspecto de "mala noche". Hinata se le acercó con cautela, sin sorprenderse que aquella fuese la manera dormir del ídolo. Un profundo ronquido salió de su boca haciéndola detener, pero luego de un borboteo inconcluso el silencio volvió a la sala. La joven sonrió divertida y endulzada. Naruto podía llegar a ser tan anti-guapo que le provocaba, de vez en cuando, hundir sus dedos en sus mejillas y pellizcarlo hasta que se sonrojara. Se apoyó en sus rodillas y sin hacer mucho ruido se le acercó lentamente, tomando con la mano izquierda la sabana que su madre le había dejado doblada. Su expresión era calmada y placida, hubiese pensando que era guapo sino fuese porque su boca estaba completamente abierta y su nariz hacía un movimiento involuntario en las aletas. Dejó caer la sabana sobre sus hombros con delicadeza y al acomodársela para que cubriese sus brazos pudo oler su piel y cabello. Se detuvo sin saber qué hacer con aquel sentimiento de cercanía y fue tomada por sorpresa cuando él jaló sobre sí mismo, aun dormido, la sabana para que lo cubriese más.

— ¿Tenías frio? —preguntó con un tono maternal que no había descubierto y se tuvo que detener de acariciarle el cabello sin pensarlo, mas no se pudo resistir cuando él, cómodo por el calor de la sabana, sonrió. "Naruto-kun puede llegar a ser tierno… ¿No?", se dijo sin detener los dedos de su mano yendo directo a su mejilla. Creía que por alguna razón el babeaba su edición especial de Romancero Gitano de Lorca y si eso ocurría, no se lo perdonaría. Para su sorpresa sus labios estaban tan secos como los dedos de ella y aunque se sentía el aire venir de la garganta, exhalado, solo pudo pasear el dedo índice por la boca contorneando su forma. Eran inesperadamente suaves hasta el punto que le hicieron retirar su mano con violencia, sin lograr despertarlo. Lo que no percató la Hyuuga hasta luego de dos segundos, es que aquel mismo dedo que había tocado la boca de su novio, también se había posado tembloroso sobre los suyos. Hinata palideció al tenerlo en cuenta: "¿Acaso he iniciado un beso indirecto?", enrojeció enseguida cuando ese mismo dedo se hundió sobre sus propios labios como si quisiera dejar plantado algo allí. Se sentía tonta, pero por sobre toda las cosas avergonzada. ¿Era una niña de primaria para actuar de esa manera? ¡Un beso indirecto, cuanta tontería! Retiró la mirada del ídolo, molesta consigo misma y con él, para caer sus ojos en la figura delgada de su hermana que miraba toda la escena conmovida y pálida. Parecía como si hubiese visto una aparición y aquella expresión de asco e incomodidad hizo que la vergüenza de Hinata aumentara.

— ¡No es lo que crees! —gritó parándose de un salto, para buena suerte de ella Namikaze tenía el sueño profundo.

— Vi demasiado… —susurró la jovencita mientras un leve tic se extendía por su mejilla. ¿Cuán lamentable se veía una persona haciendo un beso indirecto con alguien dormido? Su hermana mayor no tenía ni la más mínima idea, pero aquella imagen le había hecho doler el corazón de lo desesperada que se veía.

— Simplemente estaba comprobando que no se babeara —indicó la joven solicita y tratando de escapar de aquella situación cuanto antes.

— Es decir, que si hubiese saliva tú la hubieras chupado… —siseó la pequeña mientras negaba aún más perpleja— Esto es peor de lo que esperaba.

— ¿Pero…qué? —Susurró la Hyuuga sin saber que responder a eso—: ¡Que cochinada acabas de decir, Hanabi!

— Eso es lo que tenías en mente, la cochina eres tu…—puntualizó retrocediendo como si un minuto más hablando con ella terminaría contagiándola.

— ¡Jamás pensaría hacer algo así! —chilló Hinata a punto de desmayarse por la presión y la pena. — ¡Estás equivocando todo!

— Mi pobre hermana, que amor tan miserable y platónico la consume… —había empezado a decir la menor mientras subía de nuevo las escaleras. Aquella simple frase había logrado poner de los nervios a Hinata, quien respondió con fuerza:

— ¿A dónde crees que vas, Hanabi?

— Lejos de una escena tan lamentable —y antes de cerrar la puerta de su cuarto, se pudo escuchar el último murmullo— Un beso indirecto… y yo creía que la gente ya ni pensaba en eso, me ha superado.

— Fe-feliz cumpleaños… —fue lo último que susurró la hermana cuando la puerta estuvo cerrada.

Aquella terrible escena confinó a la pelinegra en la cocina por un buen cuarto de la mañana y no la abandonó hasta que estuvo preparada la comida. Creyó que con aquella actitud podría ocupar su mente en rebanar el tofu para la sopa miso y no en la figura, aun rendida, de Naruto-kun y en aquel altercado tan penoso con su hermana. Sin embargo, mientras más se proponía aquella tarea, mas sus ojos se deslizaban sin querer hacia la sala donde todavía se delineaba la espalda de su novio cubierta por aquella manta lavanda. Se enfurecía y cortaba los filetes demasiado gruesos o algún pedazo de pescado se le quemaba, en cada instante se recordaba cuan consiente estaba de su presencia. Solo con la aparición del bullicio de su madre bajando de las escaleras, seguido de un sobrio Hiashi, la hizo sentir menos ansiosa. Parecía como si el hogar dejase de tener aquella sensación íntima, sintiendo precedida por la cotidianidad y aquella última característica la hacía trabajar con comodidad.

Hanabe, a su vez, tenía una voz escandalosa —vulgar, según sus hijas— que le sirvió en tiempos pasados para vender pescado en Okinawa a mitad de precio, hoy en día huevos del tamaño de una pelota de golf, también para regañar a su marido en aquellos puntos de su sobriedad que parecía no estar escuchando a nadie, así como para despertar su hogar entero, incluido el ídolo que los sacaría de las desgracias. Naruto Namikaze no sabía bien de que venía la pelea cuando su sueño profundo se disipó creándole confusión mental. Parpadeó sin enfocar a ningún lado y sintió como algo se deslizaba sobre sus hombros hasta el suelo, lo atajó antes de que cayese por completo y sin entender que hacía una manta cubriéndole los hombros, miró a todos lados, perdido, y con un hilo de baba cayéndole sobre el mentón. La madre de Hinata le dio un caluroso saludo de mañana y le indicó que el desayuno estaría listo pronto, Hiashi no le regaló ni una mirada —aunque se debía no por la antipatía natural que sentía por el novio de su hija, sino más bien porque planeaba jugar golf todo el día y no hacer más nada que perder su vida y tiempo en ello, y en el sake. Ese pensamiento le mantenía entretenido, sobre todo porque era un secreto para su esposa—. Hanabi se apareció luego de un rato y echándole una mirada rápida, pareció hacer un sonido de burla con sus labios cerrados y sus cachetes hinchados. Aquella expresión ofendió al rubio que dando vuelta, casi sobre sí mismo, se percató que había dormido sobre los libros de Hinata y en posición de indio. Casi chilla al ver que uno de los preciados libros de su novia estaba doblado en la punta, para que nadie se diese cuenta lo planchó con la mano y le montó unos cinco ejemplares más pesados que el primero. Respiró tranquilo y miró las pocas notas que había conseguido con todo el material que le había cedido la Hyuuga. Orgulloso de ellas las guardó en el bolsillo del pantalón, sabiendo que esas simples frases le servirían para desarrollar algo que le gustase a Iruka. Se levantó estirándose y mientras realizaba esa acción se percató de que la figura que estaba en la cocina era Hinata. Se paralizó, sin siquiera saber porque, y relajando lentamente su cuerpo se dedicó a observarla sin un sentimiento particular. Ella cargaba el cabello recogido y ya había mudado su ropa de dormir, se veía fresca pero contrariada. El vapor de la sopa y los alimentos fritos le llenaba el cuello de un copioso sudor que brillaba. Naruto se preguntó de qué manera se suponía que los amantes se veían. Si lo de ellos dos fuese real ¿Se quedaría detenido mirándola fijamente mientras su corazón daba saltos irregulares? ¿Sonreiría cuando ella pasara su mano por el cabello para retirar un mechón? ¿Pensaría que es la mujer más hermosa de la faz de la tierra —o eso eran solo cursilerías—? ¿O sentiría que de alguna manera su corazón se calentaría hasta el punto de realizar que era afortunado al tenerla a su lado, que no se la merecía? Sonrió y sintió que un resoplido escapó de su nariz. No sabía que sentir al mirar a Hinata, algo dentro de sí temblaba pero no lo suficiente para entender que quería decir. ¿La quería abrazar? ¿Besar? ¿O simplemente tenía hambre?

— Naruto-san…—llamó Hanabae al verlo tan ausente. El parpadeó hasta mirarla, con un sabor extraño en la lengua como si estuviese decepcionado de sí mismo— ¿Le gusta la sopa miso?

— Yo… —empezó a decir. Él comía de todo, excepto vegetales —lo intentaba pero le eran esquivos—.

— Hinata prepara la mejor sopa miso de la familia, con seguridad.

Quiso contestar a aquella aseveración, poco sorprendido por las habilidades culinarias de la Hyuuga —ella ya le había demostrado en infinidad de ocasiones lo buen cocinera que era—, cuando la mesa estuvo servida. Se acercó parloteando con una Hanabi, que estaba más picara que de costumbre y le pedía en reiteradas ocasiones que la felicitara por su cumpleaños y cuando estuvo sentado frente a Hinata la misma sensación de antes —aquel temblor en el pecho— volvió y con fuerza. La miró directo al rostro, y aunque ella tenía la mirada huidiza, en algún punto de aquel juego había podido ver sus ojos claros y cierta expresión de timidez. Abrió la boca para decir cualquier estupidez, con unas ganas irrefrenables de hablarle, pero Hanabae había sido más rápida y su voz lo acaparaba todo. Le invitaba a dar un primer sorbido y acompañar el desayuno con algo de pescado frito, obedeció en silencio y mientras probaba el primer bocado pensaba en la frazada que había estado en sus hombros e imaginaba, para su propia felicidad —aún sabiendo que era poco probable—, que hubiese sido Hinata quien con aquellas mismas manos que agarraban livianas los palillos también tomaron la manta para protegerlo del frio. La pregunta de Hanabi lo salvó de seguir teniendo esa clase de pensamientos extraños.

— ¿Para qué son todos esos libros, Naruto-niisan? —le apuntaba con los filosos palillos como si se tratase de una pregunta de vida o muerte.

— ¿Eh? —el rubio abrió la boca que la tenía llena y sin esperar que le preguntaran de nuevo, entendió a lo que se refería: — Oh, es para un trabajo que me encomendó Iruka —una mirada fugaz cayó sobre Hinata, sonrojándola. ¿A caso no era como las típicas miradas secretas de dos en enamorados?

— ¿Una canción? —chilló la pequeña, excitada. La madre también se hizo todo oídos. Naruto afirmó lentamente mientras sonreía orgullo de que pudiese volver a decir eso. — ¿Compuesta por ti? —preguntó Hanabi sin creérselo. Hinata se sintió feliz cuando la sonrisa de Naruto se alargó hasta formar un rostro regocijado para afirmar simplemente.

— ¡Naruto-san es tan talentoso! —alabó la madre mientras se hacía todo un manojo de sentimientos. Hiashi gruño ante el halago.

— Bueno, no tanto, el tema me está dando algo de problemas… —susurró mientras se rascaba el cuello tratando de quitarle importancia. Hinata abrió la boca dispuesta a preguntarle si los libros le habían servido de algo, su hermana menor fue mucho más veloz.

— ¿De qué trata, Naruto-niisan? —se encontraba realmente interesada en saber que clase de "tema" escabroso podía conmover al ídolo hasta el punto de costarle escribir sobre él. ¿Podía ser sobre la muerte? ¿Las fans molestas? ¿El despecho? ¿O el sexo? Rio producto de la última, pero no lo exteriorizo. Naruto, por otro lado estaba algo sonrojado al verse decir algo tan lamentable. Hinata también desvió un poco la vista sintiendo que era su culpa de que el ídolo de Japón no supiese sobre "eso". Después de todo ella estaba encargada sobre su vida amorosa.

— Amor—puntualizó rápidamente mientras se metía un gran bocado y lo masticaba como si la vida se fuese en ello. Los palillos de Hanabi se deslizaron de las manos sin creer lo que oía. Hanabae abrió la boca sin poder contenerse y Hiashi le lanzó una mirada endemoniaba mientras pensaba que como un ser como él no podía sentir "amor" por alguien tan elevado como su hija.

— Seguro Naruto-kun encontrará una buena forma de expresar sus sentimientos —planteó Hinata sin mirarlo a la cara, pero tratando de salvarle el trasero. Debía ser vergonzoso que para un joven exitoso y conocido en la región, se le descubriese una debilidad tan simple. Muchas personas hoy en día no conocían lo que era el amor, pero podía describirlo a la perfección. Sin embargo, el ídolo de Japón, que siempre se encontraba rodeado de chicas y tenía una novia oficial, no podía si quiera componer una frase sobre ese sentimiento sin confundirse. Tal vez Namikaze lo entendía pero ponerlo en palabras, un sentimiento tan complicado, no era tarea fácil.

— Es culpa de Hinata ¿Verdad? —empezó a decir la madre— Ella no es lo suficiente cariñosa.

— Yo creo que a Naruto-nissan le rompieron el corazón y ahora le es imposible amar de nuevo —miró a su hermana con terrible lastima—. Pobre de mí Nee-san, elegir a un hombre que jamás te podrá amar es un desenlace triste para una virgen.

— Seguro es que es uno de esos hombres que no se compromete y por eso jamás consigue el amor verdadero —puntualizó Hiashi basándose en las novelas que acostumbraba ver su mujer. Hanabae lo golpeó indignada:

— ¡Todo es tu culpa Hiashi! ¡Hinata sacó lo tosca por ti!

—¿Por mí? —preguntó el hombre indignado.

— Sí, siempre tuviste algo vulgar que no me gustó. Un hombre como Naruto-san necesita a alguien romántico a su lado, pero tu hija tiene el corazón como un cubo de hielo.

— ¡No es lo que creen…! —empezó a decir Naruto tratando de salvarse de aquel malentendido, aunque parecía más preocupado por la actitud ausente de su novia.

— ¿Era hermosa la mujer que te rompió el corazón, Naruto-niisan? —preguntó la más pequeña acercandose—Yo se muchos métodos para curar ese tipo de heridas.

— No lo necesito, ttebayo —contestó aterrado.

— Naruto-san yo haré todo lo posible para que Hinata te muestre lo que es el amor, deme solo unas horas y prepararé todo. Necesito unas sábanas limpias, perfume de rosas y una lencería fina… —dijo Hanabae mientras se levantaba de la mesa.

— Por favor, no —la detuvo agarrándola de la mano visiblemente sonrojado.

— Un hombre como él jamás podrá amar, Hanabae —comentaba el padre indignado— Su corazón ha muerto hace mucho tiempo, vivirá de las putas y el alcohol. Mi hija merece a alguien más elevado.

— ¡No soy ese tipo de persona, dattebayo! —exclamó el rubio aún más apenado. Miró a su novia, que luego de aquella sobreactuación de sus familiares había decidido seguir comiendo como si nada pasara mientras se avergonzaba cada vez más. Cuando sus ojos se encontraron, él le pidió ayuda suplicándole mientras cada quien por su lado empezaba a planear como hacerle entender a Naruto que es el amor —excepto Hiashi, él ya lo daba por caso perdido—.

Hinata abrió los labios ante la expresión de desespero que se desbordaba en el rostro del rubio y antes de que pudiese agregarse algo más, habló:

— A decir verdad… —su voz enmudeció al grupo—, no debe ser fácil escribir sobre el amor —un largo silencio le pidió que se explicara y sonrojándose, mientras miraba únicamente a su plato, siguió: — Digo, es algo que todo sentimos pero si lo pones en palabras es bastante difícil definirlo.

— El amor es amor, Hinata —expresó su hermana como si eso fuese lógico. Esta la miró con sorna:

— ¿Y qué significa el amor? ¿Qué caracteriza al amor? —suspiró tratando de quitarse la vergüenza de encima— El amor es más que corazones y San Valentín y eso todo lo sabemos.

— El amor es matrimonio —expresó Hiashi correctamente — Una pareja viviendo en su casa, con sus hijos, hasta la vejez. Ella sacándole el sucio de los oídos a su marido, él trayéndole pescado frito todas las noches. Eso es el amor.

— ¡Oh, no, eso es la imagen de la comodidad! —impuso la madre ante la sorpresa del rubio que había visto en aquella escueta descripción una parte del amor que él no conocía. — El amor es pasión, es escaparse por la noche cuando eres joven e ir al festival de tanabata, ver los fuegos artificiales mientras tomas las mano de un hombre y luego pasar toda la madrugada en el malecón mientras él… —Hiashi la interrumpió.

— ¿De quién se supones que estás hablando? ¿Con quién te escapaste ese Tanabata?

Hanabae lo miró densa y despreciativa — No pienso cuidar de un viejo que no recuerda ni siquiera la primera vez que hicimos el amor en la playa.

— ¡Demasiada información! —gritó Hinata mientras Hanabi reía.

— Oh, cierto… —susurró el hombre más calmado— Hacía mucho calor ese día —sonrió con complicidad produciendo horcajadas en su hija mayor. Hanabae levantó el dedo índice mientras miraba al rubio:

— El amor es consumirse —y aquella frase, también, la había aprendido de una telenovela. Naruto, que sin que nadie lo percatase, había sacado su hoja de notas para no perder detalle de nada

— El amor es que un hombre gaste la mitad de su quincena en una cartera Gucci de última temporada solo porque tú le dijiste que combinaba con tus ojos —sonrió Hanabi mientras la hermana mayor rodeaba los ojos. Naruto, tampoco conocía esa clase de amor, aunque en varias oportunidades había tenido que comprarles algún regalo a las "novias" esporádicas que había tenido. Hinata susurró:

— Esa clase de amor es unilateral y rentista.

—Tú qué sabes de amor, hermanita —siseó la pequeña molesta por el comentario de su hermana. Hinata abrió la boca apenada, sabiendo que había hablado de más. No sabía más o menos que su hermana, pero al menos no creía que eso fuese la definición de amor.

— Al menos sé que lo tuyo es egoísmo, además todo los seres humanos aman —resopló con hastió y mientras se levantaba para recoger los platos finalizó: — Yo te amo y es una clase de amor que no entiendo.

— Pero que hermosa definición —propuso sarcástica la menor mientras veía la espalda de su hermana. Naruto también la siguió interesado en la definición de amor de Hinata, aunque muy en el fondo sabía que ella no la diría fácilmente. — Me imagino que a lo que tu llamas "amor" es algo tan humilde que tiene hasta el sucio de la pobreza —Hinata le lanzó una mirada lánguida, más no respondió grosera ante el comentario sórdido de la hermana.

— Tal vez para ti todo tenga precio, Hanabi —sinceró mientras dejaba algunos platos en el fregadero. La madre le pasó los cubiertos que habían sido utilizados mientras seguía con interés toda la situación— Pero, yo creo que el amor no se calcula en dinero o en artículos materiales, sino en el sentimiento que conlleva y sus acciones.

— ¿Sentimiento? —preguntó Hanabi, al mismo tiempo que Naruto lo susurraba interesado. Hinata se volteó apoyándose en el fregadero con un rosto honesto, sonreída hasta cierto punto.

— Sí, lo que se siente amar.

— ¿Y qué se siente, según tú? —indagó.

— Son muchos sentimientos a la vez.

— El que más —siguió pidiendo la pequeña divertida.

— ¿Por qué deseas saberlo? Tú ya tienes tu definición de amar, una cartera plástica.

— De cuero, querida, jamás plástica —corrigió— Pero, me gustaría que mi hermana mayor me enseñase.

— Eso varía según las personas —se volteó dándole la espaldas a todos. Naruto se desanimó pensando que aquello era tarea imposible. Hinata era demasiado tímida para si quiera asomar la idea de definir su amor por "Kakashi". Suspiró empezando a guardar el poco material que había podido recopilar de la familia Hyuuga, cuando llegase a la SBS le preguntaría a Lee y a Gaara, ellos sabrían algo.

— ¿Y tú que sientes más? —Hanabi rio— ¿Pasión? ¿Deseo? ¿Cariño? ¿Ternura? ¿Libido?

— ¡Pero qué! —exclamó la pelinegra apunto de mirarla, pero luego calló mordiéndose los labios.

— El que calla otorga —canturrió la pequeña ante la aprobación de la madre. Hiashi miraba la escena estoico aunque herido de que su pequeña niña, Hinata, pudiese conocer sobre la pasión y el deseo.

— ¡Proteger! —exclamó la Hyuuga apenada consigo misma pero haciendo callar a la madre y a la hermana, que estaban riéndose a escondidas. Las dos se miraron sin creer ni entender lo que decía— Creo que el amor es querer proteger a la persona que se ama, es preocuparse por ella, notarlo de entre todas las personas… —tragó hondo— Es hacer a alguien especial —el silencio la hizo sentir incomoda y aunque Namikaze quería seguir oyendo sobre todo aquello, sobre aquel lado del amor que nunca había pensado, creyó que no sería conveniente. Sin embargo, Hinata sintió las ganas de decirlo, de explicarle a su hermana cuando complejo podía ser amarla a ella, o a su madre, o a…— Es preguntarse: ¿Habrá comido bien hoy? ¿Llegó sano a casa? ¿Logró lo último que se propuso? ¿Durmió tranquilo? ¿Está feliz por esto o se entristeció por aquello? —Inspiró sintiéndose insegura— Yo pienso en ello cuando no tengo a la persona que amo cerca, muy seguido. — Hanabi estuvo a punto de preguntar si esa persona se trataba de Naruto e incluso el mismo rubio quería saber si alguna vez ella podía llegar a pensar en él de esa manera, cuando la pelinegra presa de la vergüenza y el pánico de haber dicho eso, terminó: — ¡Eso pienso todo el tiempo cuando te vas con tus novios, Hanabi! Y sin embargo, tú ni agradeces.

— ¡Psk! —soltó la menor mientras sonreía— ¿Qué clase de declaración amorosa es esa, hermana? —su sonrisa era sincera— Me imagino que piensas lo mismo cuando Naruto-niisan trabaja demasiado —imitó su voz: — ¡Oh! ¿Será que tiene tiempo para comer bien? —Aunque realmente Hinata se preocupaba de que comiese únicamente ramen instantáneo— ¿Será que pudo descansar lo suficiente? —Aunque ella sabía que él dormía en cualquier parte, incluso en el suelo— ¿Llegará bien a casa, sano y salvo? —y esa última se la había hecho hace poco. La Hyuuga enrojeció y viéndose cogida en falta, abrió la boca para decir algo de lo que se iba a arrepentir, sin embargo la voz enérgica del rubio la detuvo y mientras la indicaba exclamó:

— ¡Yo también he tenido esa clase de sentimiento, dattebayo!