Muy buenas. Me he demorado en este capítulo, pero les tengo una explicación: 1. Entré a la universidad 2. Decidí hacer un THREE-SHOT en vez de un Two-shot, ¿por qué? porque el segundo capítulo me había quedado un poco flojo y no se justificaba a la secuela, así que lo escribí de nuevo e hice un capítulo más :)

Me ha gustado recibir sus reviews y pienso contestarlos todos en este momento:

Saki: Estoy feliz de que te haya gustado este Draco, es precisamente como me gusta encarnarlo. Todo el mundo sabe que es mimado y egoísta, por lo que escribí acerca de cómo es el deseo para alguien así. Voy a ver cómo seguir mejorando.

FrutillaConLecheCondensada: Amo tu nick xD Hablando ahora en serio es grato saber que cuento con una lectora fiel. Me hace feliz escribirte :)

Lidia: Lamentablemente no seguí con este capítulo tan rapidín (ok, fue lento xD) ¿Por qué Malfoy y Granger? Buena pregunta. En mi caso creo que nos identificamos con Hermione y amamos a Draco como cosa nuestra, entonces para visualizarnos con él nos encarnamos en Hermione y además que la relación de odio y amor se separa por una línea muy fina.

shiver: Ya ves que no soy muy rápida porque soy una perfeccionista paranoica y todo cuando se trata de algo que me interesa. Espero que te guste este capítulo y la historia en general lalallala

Eli Black Malfoy de Lannister: Te hice caso xD tenías razón, le daba para más, aunque no para 10 o más capítulos como un long-fic, pero creo que tres bien hechos y con bastante para leer lo puede copensar. Deseo que te guste :)

Luriana: ¿quién no se ha imaginado eso? xD hay que hacer feliz a Draquito, por supuesto :D pero lo dejé sufrir esta vez.

BellaJet: Me gusta dejar en suspenso las historias :D considero que logra atrapar.

Nanis88arg: Muchas gracias! Me gusta ver lectoras fieles, para ti también van estas continuaciones. Creo que seguiré haciendo Dramione :) y a la vez intentaré compatibilizarlo con todo.

Emily': Te lo agradezco mucho. Eres la que menos tuvo que esperar para la continuación. Aún queda un capítulo más.

Para terminar les pediría por favor si encuentran fallas en la redacción o en la otrografía me informaran para cambiarlo. Muchas gracias. Sin más preámbulo, el capítulo dos.


Inevitable manía por una Indeseable Deseable

Capítulo II

CRASH.

El platinado sintió que podía saltar diez metros en el aire cuando sintió el sonido de un montón de libros cayendo en un rincón de la biblioteca a través de sus oídos. Lo primero que hizo fue subirse los pantalones y abrocharse el cinturón. Había alguien ahí justo en uno de sus momentos más íntimos. Si no hacía algo, el asunto podía ponerse feo.

—¡¿Qué infiernos? ¡¿Quién está aquí?

¡Maldición! Sólo alguien muy idiota o muy desorientado deambularía por los pasillos para llegar a la biblioteca a esa hora. Él podía darse esa libertad porque había sobornado a todo aquel con poder para perjudicarlo, pero no conocía a nadie más con ese poder en Hogwarts interesado en entrar a la Biblioteca cuando todos los demás dormían.

—"Mierda, detesto la intromisión de esos novatos de primer año" —pensó visiblemente molesto.

Se concentró en localizar el lugar de donde había venido el ruido. No había escuchado pasos, por lo que dedujo que tal persona debía continuar en la habitación.

Había terminado de arreglar su vestimenta cuando se dirigió al lugar de donde había salido ese ruido. A través de los agujeros de los estantes pudo distinguir una sombra y supo que no había errado, alguien estaba con él. Sobó la parte de atrás de su cuello en señal de frustración mientras giraba en el estante para encarar a tal figura. No le importaba de quién se tratase, con tal de que mantuviera cerrada la boca.

—Dices media palabra de esto y…

Instantáneamente, sus palabras fueron cortadas por la vista frente a él. Vio que no había ningún enclenque de primer año, solo una Gryffindor de cabellos alborotados en el piso y rodeada de libros.

Hermione palpó su cabeza, justo en donde varios libros habían caído burscamente sobre ella. Una mirada de mortificación cruzada por sus facciones. Sintió que su garganta se secaba de golpe cuando hizo contacto visual con esos ojos grises. Él parecíaestar igual de mortificado que ella.

—¿G-Granger?

Al sentir que su mandíbula cedía, Draco tuvo que arreglárselas para hablar aunque fuera un par de palabras coherentes.

—¿Q-Qué demonios estás haciendo aquí?

No tenía ningún sentido. Se suponía que los alumnos no tenían permitido ocupar la biblioteca a altas horas de la noche.

Hermione se levantó rápidamente del piso sacudiendo sus ropas para no ver a la cara a Draco. Estaba nerviosa y sus mejillas encendidas así lo evidenciaban.

—Lo-Lo siento. Vi la luz encendida afuera de la Biblioteca y vine a revisar que todo estuviera bien, p-pero ya me voy —Balbuceaba tapando su boca con una de sus manos, a un paso de morderse las uñas nerviosamente.

Las mejillas de Malfoy estaban igual de coloradas que las de Hermione y muy pronto se encontró a sí mismo mirando hacia el piso. ¿Había escuchado todo?, ¿sabía lo que había estado haciendo?, ¿por qué estaba despierta, en primer lugar? Gruñó cuando se dio cuenta de un detalle: A Hermione le tocaba hacer ronda esa noche.

Malditos sean todos…

—Creo que fue mala idea, será mejor que me vaya.

Hermione hizo el además de irse, pero Draco no se lo permitiría.

—No tan rápido.

Le cerró el paso de inmediato y la puso de espaldas a ese mismo estante mientras sus masculinos brazos la encerraban.

La respiración de la fémina se aceleró. Ni siquiera se atrevía ni a toser. Podía ser que Draco estuviera igual de incómodo que ella, pero no lo demostró. Mostró la determinación que lo caracterizaba para que ella contestara un par de preguntas.

—¿Hace cuánto estás aquí? —preguntó directamente.

El corazón de la Gryffindor latió aún más rápido. Se sentía como un ratón arrinconado por su felino depredador, o tal vez era una serpiente la que la acechaba. Sin opciones, sin escapatoria, sin ninguna salida y sin embargo, permanecía inmóvil, con sus labios entreabiertos incapaces de articular palabra.

—"No hablará" —pensó Draco.

Tenía métodos para sacar las respuestas que quería.

—Estás aquí hace bastante rato, supongo. Me viste, ¿cierto? Al menos debiste haberme escuchado —habló Draco intensamente.

Él dedujo que aún si la chica lo hubiese únicamente escuchado, hubiera sabido lo que había estado haciendo. Por algo se mostraba tan nerviosa y angustiosamente ansiosa por irse.

Hermione mordió sus labios nerviosamente mientras dirigía su mirada al piso sin saber qué contestar. ¿Cómo había podido ser tan descuidada? Sabía que se iba a meter en problemas al investigar esa inusual luz que emanaba del interior de la Biblioteca y lo peor había sido dejarse llevar por sus nervios y apoyarse demasiado brusco en el estante.

Ahora se daba algo muy singular. Si bien eran enemigos y los separaban muchas cosas, estaban siendo obligados a saltarse esas vallas por la fuerza invisible del descubrimiento de secretos tan íntimos como el que la leona había presenciado.

Draco podía leer ese cúmulo de cosas que se apreciaba a través de las rendijas de las irises de su prisionera.

—Sí me viste, ¿verdad? Dime cuánto viste —demandó el muchacho.

Con un pequeño asentimiento de su parte, Hermione clavó sus ojos en el sitio entre sus pies como si estuviese a punto de hacer un agujero en él y le contestó a su enemigo con la esperanza de que así la dejara ir.

—T-Todo.

Así que había visto todo. Si así era entonces Malfoy ya no tenía esa barrera de frialdad y burla que lo protegiese.

Pensó que si ella llegaba a saberlo, sería su perdición, pero sorpresivamente se sintió internamente mucho más liviano, como si hubiese estado cargando en sus espaldas un pesado fardo de leña durante un largo trecho y por fin podía dejarlo en el suelo.

Miró intensamente a Hermione a sus ojos chocolates que ahora temblaban bajo su mirada. ¿Qué haría ella ahora que sabía que estaba entre los lujuriosos pensamientos de uno de sus peores enemigos? No parecía tener ni el más mínimo vestigio de una idea de qué hacer. No se movía, al menos no voluntariamente. Temblaba como la cascabel de una serpiente.

Se acercó más aún al rostro de la muchacha, estando a sólo centímetros. Era como si la estuviese examinando, pero ese acto sólo la desestabilizaba más.

—Malfoy, Por favor —pronunció la chica— Ya te contesté. Sólo deja que me vaya —rogó sin atreverse a mirarlo.

Misteriosamente, esa forma de referirse a él descolocó al platinado, como si estuviese completamente fuera de lugar. Porque "Malfoy" significaba una gran distancia entre ellos. Traducía todo lo que los separaba: prejuicios, la sangre, el bando al que pertenecían y muchas otras cosas vanas.

Ahora que se daba la ocasión en que esas barreras no tenían fuerza y finalmente cedían, ella se esmeraba en reconstruirlas cuando él lo único que quería tenerla cada vez más cerca. Era peor que un mal chiste, era una pésima broma.

—Malfoy… —pronunció el joven.

Rió por lo bajo sin apartar sus brazos de los costados de Hermione. Simplemente le parecía que la vida actuaba como una verdadera arpía con él. No era nada nuevo que el destino no lo favorecía últimamente, pero eso no quería decir que lo aceptara. Acababa de decidir que eso se acabaría.

—¡Malfoy! —esta vez lo exclamó, casi de voz en grito.

Hermione sintió miedo.

—¡Malfoy, Malfoy, Malfoy! —repitió el varón con ira.

Tomó a la chica frente a él de los brazos y pegó su propia frente con la de ella. Quería plantarle un buen par de cosas a Hermione para que no se le olvidaran nunca. El hurón actuaba como lo que era, como un depredador y ella era la presa. Su presa.

—¡No sabes cuánto odio que me llames así!

—¿Qué haces?, ¡Suéltame! —exigió la fémina.

En un acto de desesperación, Hermione se apresuró a sacar su varita para poder defenderse, pero era un movimiento demasiado predecible y fue Draco mismo quien desestabilizó a la muchacha en sus brazos lo suficiente como para que ésta perdiera el equilibrio y su varita fuera a parar bajo la oscuridad de un estante.

—Ni lo pienses. Ahora que te tengo así vas a tener que escucharme. Te guste o no.

En medio del forcejeo, Hermione se permitió efectivamente escuchar a su reciente captor. Había captado el tono de necesidad en la voz de Draco de expresar un cúmulo de cosas, cosas que tenía atoradas y requerían con urgencia salir. Aún así sentía miedo. Todo esto era nuevo para ella, porque ocurrían cosas que jamás esperó de las personas menos esperadas.

Draco enfocó sus ojos grises en la leona, no con la intención de asustarla o someterla, sino con el propósito de que lo escuchara.

—Te deseo —dijo simplemente— Como jamás quise desear a nadie.

Hermione dejó de intentar huir y sólo se concentró en las palabras de Draco y en seguir respirando, pues lo que el hurón había dicho por poco le cortaba la respiración. Nunca, ni siquiera Ron le había dicho con anterioridad que la deseaba y ahora su enemigo estaba ahí, confesándole que no la repudiaba, al menos no en cierto sentido.

Se preguntaba si el no haber puesto empeño en Adivinación era la causa de no haber prenunciado lo que estaba viviendo. Ni siquiera sabía qué rostro poner. Sólo buscaba en el puntiagudo rostro del joven platinado una señal que le dijera que estaba hechizado o que se trataba de una mala broma.

Cuando el masculino se percató de que ella no lucharía, se apartó un poco hacia atrás para observarla con detenimiento.

—¿Por qué me miras así? —continuó Draco con voz neutra y arrastrada, como era su costumbre. Como si se tratase de una conversación común y corriente— ¿Crees que yo busqué esto, desear a una sangre sucia como tú? ¡No puedo ni tocar a mi novia sin que se me presente tu maldita cara!, ¡¿Puedes entender eso, cómo crees que yo me siento?

Ella estaba atónita escuchándolo. Estaba tan absorta que olvidó que hasta hacía sólo unos segundos lo único que quería era escapar de su vista. Fue esa intención lo que hizo que Draco la soltara, pues sabía que no se iría.

—¡N-No lo sé!

—¿Que no lo sabes? —interrogó Draco con una sonrisa sarcástica— Deberías ser capaz de responderlo. Se supone que eres la más lista de la clase, ¿no?

Por unos momentos el joven dibujó en su faz una falsa mueca de asombro, casi burlándose de la Gryffindor, haciendo que ella temiera aún más sobre los impredecibles movimientos de Draco.

—Ahora que lo pienso creo que nunca fuiste la más lista, ¿cierto? Si realmente hubieses sido tan superdotada como todo el mundo cree que eres, te hubieras dado cuenta…

Acarició una mejilla de la joven, sabiendo que con cada acción nueva que estaba tomando se acercaba cada vez más a que no pudiera ser el mismo Draco con ella. Hermione cerró los ojos con fuerza al sentir ese tacto. Algo le decía que no le iba a gustar lo que seguía, pero tampoco iba a huir.

—Te hubieras dado cuenta de que te observaba debajo de la mesa —susurró tibiamente.

Hermione abrió los ojos de par en par. ¿Cómo no se había percatado? A nadie se le caía la pluma para escribir tantas veces en clases. Sin embargo, jamás le puso atención. Ahora entendía por qué debió haberlo hecho. Tal vez así hubiera predicho lo que estaba pasando, que Draco estuviera más cerca de ella de lo que jamás estuvo contándole los más fatídicos de sus secretos.

—Te hubieras percatado de que te hasta memoricé ese bikini que llevaste. Ese bikini blanco que mostraba los hombros. Era yo quien los deseaba, ¿no lo notaste?

Ella sabía a qué bikini se refería y ahora que lo recordaba un grupo de Slytherin había estado cerca en el momento en que ella con unas compañeras habían decidido ir a refrescarse, pero jamás esperó que fuera precisamente quien la contemplase con ojos lujuriosos.

El chico hizo una pausa antes de acercarse al oído de la leona, como si fuese a contarle un secreto. El aroma del peligro llegaba a los orificios nasales de la Gryffindor.

—Si hubieras sido la más lista, hubieras deducido que no es la primera vez que me toco pensando en ti.

—No me hagas esto —pidió Hermione.

—¿Qué no te haga esto?, ¡pero si tú y esa comadreja que tienes por novio comenzaron todo esto! —recriminó el platinado.

Eso no le sonaba para nada a la leona. Ella nunca le había dado ninguna muestra de afecto ni nada a Malfoy y menos Ron. Ellos vivían su vida independiente de lo demás y no tenía sentido que el hurón hiciese tal acusación.

—¿De qué hablas?

—Qué pregunta más original, Granger. ¿La sacaste de algún libro? —preguntó el chico sarcásticamente— ¿Sabes por qué no puedes entender como me siento, ni el por qué no te suena que te responsabilice a ti y a Weasley?

Ahí Draco se acercó tan velozmente a la chica, arrinconándola contra la pared, que ella inhaló profundamente en cosa de un segundo. Estar tan cerca de él la hacía titubear. Ella, que eran tan segura sobre muchas cosas de las que los demás dudaban, se mostraba tan insegura como un infante. La serpiente inhaló el aire alrededor de su cuello y cerró los ojos con fuerza.

—No tienes ningún derecho a juzgarme, cuando al igual que yo, eres una egoísta innata —susurró a su oreja— Sé que esto te suena de alguna forma.

—No… —negó Hermione con la cabeza.

—Sabes que es cierto, Granger. Ya no aparentes —se alejó nuevamente el platinado sin quitar su vista de encima—Yo los observaba todo el tiempo y tú ni siquiera lo notaste. De Weasley me lo esperaba porque es un idiota, pero aunque me cueste admitirlo tú no lo eres.

Hermione parpadeó dos veces seguida raudamente. ¿Malfoy le estaba haciendo un cumplido? Bastante indirecto, sí, pero lo era. Tal vez tenía razón y sí era una egoísta. ¿De qué otra manera se pasaría ocupando todo su tiempo en estudiar? De todas formas, el beneficio de ese esfuerzo era solamente para ella. Pensaba en ella, en nadie más.

Las pupilas de Draco esta vez se pusieron más brillantes con su siguiente pregunta.

—¿Qué estás haciendo con ese fracasado, Granger?

Esta vez fue ella quien no pudo apartar la vista del hurón. Aunque él no lo fuese a saber nunca, ella también se había hecho esa pregunta con anterioridad.

—Lo amo.

Las facciones de Draco no cambiaron al oír eso. Esperaba de todos modos que ella contestara algo así. Alguien tan correcta como ella nunca admitiría mantener una relación con alguien que no amase o por lo menos no viera como algo más que una amistad.

—No lo creo. Engaña a todos los que quieras. A Weasley, a Potter y a los profesores. No me importa. Conmigo ese mecanismo no funcionará. Así que comienza a dejarlo, porque me está molestando.

No era justo que él la descubriese así —pensaba Hermione— pero así lo estaba haciendo. Se sentía en un juicio en el cual el juez y el jurado eran la misma persona: él.

Draco comenzó a caminar alrededor de Hermione, mirándola de arriba abajo. Ésa era la mujer que le quitaba el sueño, a quien intentaba desenmascarar frente a ella misma, porque era incapaz de verse. Sólo veía lo que se suponía que tenía que ser.

—Cómo estás con él no lo entiendo y no me interesa saber, pero eso marcó todo. Aún no consigo concebirlo. Lo haces feliz a él sin que te ofrezca nada, pero te aseguro que él sería la última persona en hacerte feliz. Lo sabes.

Draco detuvo su paso un momento mirando hacia el suelo.

—¿Sabes, Granger? Para ser tan inteligente, no actúas tan brillante.

Escuchó un sollozo repentino. Al ver las mejillas de la manceba más inteligente de su clase pudo comprobar que una lágrima caía por cada una de ellas sin emitir mayor sonido.

Él se acercó nuevamente hasta pegar su nariz con la de ella. Esta vez, Hermione no desvió la mirada ni miró hacia el suelo. No se sentía amenazada por Draco.

—Quizás el pensar que yo podría darte mil veces más de lo que él te da me ha hecho desearte así. Ya no soporto ver que te toque. No ha hecho nada para merecerlo.

Y Draco comenzó a acercar su boca a la de ella muy pausadamente, tal y como si estuviera saltando de estrella en estrella, dejando que sus destellos lo guiaran. No había prisa.

—Y yo sé… que no me rechazarías —susuró el joven acercando a Hermione hacia él por su cintura.

—¿C-Cómo lo sabes? —interrogó Hermione casi sin poder respirar.

Draco se detuvo a un milímetro de sus labios y se sonrió como alguien que sabía lo que estaba haciendo, sin vacilaciones.

—Tú… no me estás deteniendo.

Sin esperar respuesta, Draco terminó de inclinarse y firmemente depositó sus labios sobre los de ella, reclamando su boca como suya. Un pequeño suspiro se formó en su garganta al sentir que uno de los brazos de Draco la estrechaba a su cuerpo, logrando que el calor de ambos fuera compartido.

Desapareció Ron, Pansy y todos los demás. Y todo esto sin una pizca de magia.

Hermione puso sus brazos alrededor del cuello de su amante y se rehusó a romper el beso. Sentía su lengua acariciar desesperadamente su labio inferior y ella le concedió la entrada. En cosa de segundos, él hizo ingresar su lengua en la cavidad de la mujer que le había quitado la paz de sus noches de sueño y saboreó el gusto a cerezas de su boca. Para agrado de él, la joven le correspondió en otro furioso beso y recíprocamente sintieron el gusto del otro. Era perfecta pasión personificada y la única sangre de la que se preocupaban, eran de la que hervía en sus cuerpos.

Draco se sintió duro nuevamente mientras sentía los pechos de la chica presionar contra su echo mientras ella dejaba que él la acercara más y más. Un menudo gemido escape de sus labios cuando sintió que Draco acariciaba sus glúteos sin dejar de invadir su boca. Mariposas inundaban en una gran bandada el estómago de Hermione mientras la lengua del hurón escapaba de su boca a su cuello, construyendo una ruta de sensaciones a su paso. Fue tanto así que tuvo que cerrar los ojos, creyendo muy temerosamente dentro de ella que si no memorizaba cada nervio estimulado, se olvidaría por completo de algo tan deleitoso como aquello. Se negaba a dejarlo ir, aunque todo fuera provocado por alguien que le había deseado la muerte en más de una ocasión.

La joven leona siempre calculaba todos sus pasos, muchos de ellos instruidos por los principios que se suponía que eran la base de la moral y el sentido común, pero esto… ¿esto qué era? Siempre había aprendido de todos los detalles técnicos de cada texto que demostrara serle útil funcionalmente hablando, pero jamás se atrevió a palpar una novela de amor, o por lo menos de un encuentro tan fogoso como el que estaba viviendo. No se lo había permitido.

A pesar de todo ello, ahí estaba, dejando que uno de sus peores enemigos la hiciera enfrentar aquello que tanto le aterraba, dejar ir su permanente control.

Draco sintió repentinamente una presión casi dolorosa entre su cuello y su hombro derecho, lo más probable era que Hermione estuviera dejando ir su reprimido fuego saboreando con frenesí su cuello que soltaba poco a poco, pero él no le dio mucha importancia.

De pronto la chica no sintió que él la estuviera tocando. Esperaba que no se hubiera arrepentido, pero para corroborarlo abrió sus ojos con lentitud hasta darse cuenta de lo que ocurría.

Draco la estaba observando con una mirada muy particular. Sus plateados ojos estaban fijos en ella, examinándola casi con descaro y esbozando una maliciosa sonrisa.

¿Qué estaba pensando? Hermione sintió irregularizada su respiración con ese hombre aprisionándola con su energía. La chica se preguntó si acaso así se sentía ser hipnotizada por el movimiento de una serpiente. Entonces Draco, acariciando su barbilla con su índice y pulgar rompió el silencio de palabras.

—¿Sabes, Granger? Puede que sea yo el que se haya desquiciado…

Arrastró las palabras mortalmente mientras deslizaba una de sus manos desde la cintura de Hermione hasta sobre sus pechos, justo en su acelerado corazón y volvió a sonreír con sus penetrantes ojos.

—… pero creo que la que permaneció dormida por más tiempo siempre fuiste tú.

Eso hirió el orgullo que aún permanecía en la chica y con brusquedad hizo el además de quitar de encima de ella la mano de Draco, pero él fue más rápido y antes de que ella hiciera cualquier cosa, tomó ambas muñecas de la manceba para posicionarlas quietas a los costados de ella.

—No tienes que quedarte así. Haré que despiertes con la misma intensidad con la que me hiciste obsesionarme por ti —ofreció casi con rudeza.

—No quiero nada de ti —contestó la fémina mirando hacia el piso.

Draco se reflexionó brevemente si es que acaso su intento por parecer indiferente podía resultar más patético.

—Esa mentira es ridícula.

—¡Qué sabes tú! —se atrevió a alzar la voz.

Sintió un dedo del joven cerrando sus labios y privándolos de decir media frase más. El que más se divertía era Draco, quien sentía que además de ver un lado descontrolado de ella que jamás había presenciado un alma en Hogwarts, tomaba esa jugarreta como una especie de venganza hacia ella por toda la pasional tortura que había encerrado dentro de sí.

—Sé esto, Granger.

Fue ahí cuando muy seguro de él mismo, el platinado orgullo de Slytherin tomó a Hermione de sus caderas alzándola de tal forma que sus piernas quedaban a los lados de su masculina y tonificada cintura. La muchacha era como una muñeca de trapo en sus brazos, completamente bajo su mirada y disposición. Desde ahí él sentía que podía adonde quisiese.

No hizo esperar a la fémina y la depositó rápida, pero sutilmente en una mesa cercana. ¿Qué cosas le haría sentir primero? Su mente debatía con ella misma fuertemente, pero su cuerpo la apresuraba con su urgencia. Sería lo que tuviese más deseos de hacer. En ese orden.

Hermione lo miró desde abajo y comprendió que a una lujuria de ese nivel no podría escapar ni aunque lo intentase, aunque invocara todos los hechizos necesarios.

—"Sabe demasiado" —pensó de su captor, resignada.

Se consoló en la idea de que no había necesidad de decirle a nadie que el racista sangre pura iniciaba sus estímulos en diversas zonas sensibles de la muchacha.

Con suma habilidad delineó los labios de Hermione con su lengua y se abrió paso hacia adentro logrando que ella abriera su boca con cierta resistencia, pero esa resistencia era tan débil que no había necesidad de tomarla en cuenta. De seguro luchaba contra ella misma. Draco ya había dejado de hacerlo. Era más, friccionaba su cuerpo contra el de la impura asegurándose de que cada momento no pudiera borrarlo de su memoria y de que su temperatura subiera de manera insospechada.

En medio del roce, Hermione captó cuando el platinado atrajo sus piernas hacia sí, provocando que sus pelvis se encontraran en un pronunciado contacto. Instantáneamente los labios de la Gryffindor se secaron, como si un extraño maleficio los hubiera drenado, por lo que tuvo que lamerlos para volverlos a humedecer. De esa forma se cumplía otro de los deseos del varón con mucho gusto; se encargaría de que cada uno de ellos se cumpliera.

La joven aún estaba preocupada de hidratar sus labios cuando notó que algo la tocaba por sobre su ropa interior bajo la falda; se sobresaltó al comprobar que se trataba de dos dedos de su amante que buscan en ella sus puntos más íntimos para llevarla a la cumbre del placer.

No se atrevió ni a mirarlo, pero olía que se estaba deleitando al ingresar a zonas cada vez más personales de ellas, cosa que era impensable hace sólo unos momentos atrás. No tuvo que esperar para que el varón moviera sus dedos hacia arriba y hacia abajo por esa zona tan sensible que ni siquiera había tenido la curiosidad por explorar y en ciertos instantes Draco presionaba hacia adentro, como si le informase con ese nada sutil gesto que pronto ni aquel minúsculo retazo de ropa impediría que la tuviera entre sus brazos.

Hermione captó la manera en que estaba reaccionando su intimidad se sintió vulnerable, ya que ni siquiera ella había tenido la iniciativa de tocarse alguna vez, por lo que quiso retirar la mano de quien la estimulaba tan desvergonzadamente, pero Draco tenía más fuerza que ella y no sólo físicamente hablando.

—D-Detente —pidió débilmente.

—¿Qué, tienes miedo? —pronunció el joven con un plan en la cabeza.

Después de esa frase, en vez de frenar su acción, lo aumentó. Ahora tres de sus dedos incitaban ese sector, con movimientos circulares cuya velocidad se alejaba cada vez más de disminuir, porque lo único que hacía era aumentar. Dicha acción arrancó tímidos gemidos por parte de la leona para el goce de quien la excitaba a ritmos insospechados.

El acertijo de por qué se mostraba temerosa a pesar de disfrutarlo era fácil de descubrir para el platinado. Se acercó al oído de la muchacha como un reptil silencioso y cazador y se lo hizo saber.

—Así que tienes miedo de sentir placer, ¿cierto Granger? —susurró ante el estremecimiento de la chica y los suspiros que se colaban por las orejas de él— Ya se me hacía que Weasley no tiene la hombría suficiente para tocarte. ¿O me equivoco?

Hermione no le contestó, pero Draco siempre conseguía lo que quería y para hacerlo continuó aún más íntimamente y la estudiosa alumna no pudo hacer otra cosa más que contestarle en medio de gemidos.

—É-Él... ¡él no me toca! —ahogó esa exclamación en el cuello del sangre pura.

A mismo tiempo en el que ella terminó aquella oración, Draco también soltó su primer suspiro de placer en aquel encuentro. Dentro de él sentía una gran satisfacción de saber que esta vez el pelirrojo no le quitaría la dicha de ser él el que disfrutara e hiciera disfrutar a la impura que ahora gimoteaba por él. Sí, por él.

—Vaya si es desconsiderado Weasley. Dejarte insatisfecha —dijo con ironía el muchacho, pero también con tono complacido— Se merecía golpear el piso.

Grave Error. Aquello retumbó en los oídos de Hermione como un campanario. Su mente la llevó automáticamente al momento en que Ron cayó por las escaleras.

Se merecía golpear el piso. Se merecía golpear el piso.

Aquello hizo que removiera a su amante de encima de ella de súbito y con una fuerza que ni ella siquiera sabía que tenía. Lo miró a su rostro taladrando en sus ojos sólo para averiguar lo obvio.

—Ron… fuiste tú.

Draco sabía el fatal movimiento que había hecho al escapar esas palabras de su boca en un impulso que no pudo contener. Negarlo no serviría de nada.

—¿Y qué si así fue? —preguntó neutral ante el desconcierto de la joven—Ello no cambia que hace unos momentos estabas gimiendo por mí.

Un peso enorme cayó en la conciencia de Hermione. ¿Qué había estado haciendo? Ron había caído arrojado por Draco y ella había estado… Oh, Merlín.

—Lo cambia todo.

Con prisa arregló su aspecto poniendo su ropa en su lugar y su cabello ordenado, pero eso no modificaría el hecho de que había estado a punto de acostarse con Draco Malfoy y que efectivamente lo que habían alcanzado hacer lo había disfrutado. Era mucho para ella.

—No volverá a ocurrir —sentenció la leona.

Y Draco volvió a estar solo a mitad de la noche en la biblioteca. Pensar que había estado tan cerca lo ponía de un humor incontenible, por lo que tuvo que pegar un puñetazo a la mesa en la que había tendido a Hermione para no llegar a más. Nadie hubiera sospechado lo que había estado a sólo milímetros de ocurrir, pero así había sido. Aquello revolvía los pensamientos del platinado, quien no podría estar tranquilo por el resto del año; ya lo había asumido.

No tenía más remedio que irse de ahí para tener más tranquilidad. Sería aún más desagradable rememorar todo una y otra vez con los estantes de testigos. Así que se encaminó afuera, por mucho que le pesaran los pies.

Al dirigirse a su sala común, después de su fogoso episodio con Hermione, algo cambió en la manera de percibir su encuentro con Hermione. Draco se sentía imponente otra vez por haber llevado a las leona a esos extremos, sólo que esta vez no sentía ganas de exhibirlo como cada vez anterior en que había tenido una o varias razones para sentirse superior al resto. Esta vez quería guardarlo del mundo. Era algo que saborearía él y no compartiría esa dicha con nadie. Era toda de él y podía manejarlo a su antojo. Era cierto, ahora que sabía eso de ella, ahora que la había tenido tan cerca¿qué utilidades podía darle a eso?

Entró a la sala común de Slytherin con ese revoltijo de sabrosas preguntas y se dio cuenta de lo tarde que era, pues ni los sonámbulos ni los que padecían de insomnio se atrevían a merodear. Sin embargo, había demasiado silencio como para gustarle. No todo estaba en orden.

Como toda serpiente, sabía percibir el ambiente en su entorno al ingresar por completo a él, por lo que una situación así no era sorpresa para él. La enfrentaría con gusto para alimentar aún más su altivez.

—¿Hace cuánto estás despierta, Pansy?

Entonces en un rincón oscuro de la sala común se escucharon los pasos de una joven que no había conciliado el sueño durante toda la noche. No estaba ahí de casualidad.

—Estoy comenzando a dudar de que te quedes estudiando hasta estas horas. No lo hacías antes.

El orgullo de Slytherin se sentía demasiado renovado como para dejar que Pansy le amargara la velada. Intentaría terminar con esa "charla" lo más pronto posible.

—¿Eso es todo?

Su novia se acercó más, quedando a su altura. No se sentiría disminuida por él, aunque el compromiso de ambos la comprometiera más a ella que a Draco.

—No me eludas más. Si me he quedado despierta es para comprobar mis dudas. Sé que no te quedas estudiando, Draco.

—No fastidies —bufó él— Si quieres pasar de largo las noches y dudar hasta de mi sombra, hazlo. Mientras no estorbes me da igual.

Esta vez fue él quien se acercó a ella, cuidando de que ella supiera que no estaba en posición de exigirle nada.

—Deja de jugar a la novia preocupada, Pansy. Tú y yo sabemos que nuestro noviazgo no tiene nada que ver con los afectos. No lo olvides.

La expresión dolida de Parkinson le dio el pié necesario para dar media vuelta e ir a dormir a su cama de una vez por todas. Quedarse allí prolongaría esa escena que estaba haciendo en medio de la sala común y si se acrecentaba, ella sería capaz de despertar a la mitad de Slytherin.

No obstante, apenas él se giró, sintió cómo era retenido por el brazo por la misma Pansy. Se estaba poniendo realmente fastidiosa.

—Draco… ¿qué es eso?

Adonde la chica estaba apuntando era al cuello del platinado. Entonces se le vino a la mente el momento en que Hermione, presa del frenesí, lo había succionado y mordido de tal forma que sintió su fina piel irritada. Lo más probable era que ese desenfrenado encuentro hubiera dejado marca visible, una marca que ahora le recriminaba Pansy.

—Draco, ¿qué significa esto?

Insistía, pero él no se iba a dejar intimidar. Sabía exactamente qué decir.

—Significa que terminamos.

CONTINUARÁ...