Disclaimer: Harry Potter y sus personajes no me pertenecen, son propiedad de J.K. Rowling, lo demás es resultado de mi imaginación.

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En el capítulo anterior...

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El mago sin otra salida dejó de respirar y se bebió la poción. Para su sorpresa no sabía tan mal, su sabor era como el de la menta.

Como la poción de…sue-ño.

—Duerme mi bebé—susurró la bruja, acariciando el cabello rebelde de su hijo.

—Sólo no me dejes—pidió Harry con lo poco que le quedaba de conciencia y en las profundidades de su mente repitió un no me dejen, que se extendía a todos, a su familia, a su padrino, a sus amigos.

Porque tenía miedo de despertarse en la otra realidad.

Tenía miedo de que todo hubiese sido un sueño.

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Capítulo III

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Harry sintió una sacudida y, luego, se golpeó contra algo duro. Intentó abrir los ojos, pero los residuos de la poción de su madre le tenían los parpados pegados. Además, se sentía extraño, ¿estaba bajo algún hechizo? Sí, eso era, un hechizo, mejor dicho dos, uno de levitación y otro de petrificación. El segundo lo sentía en cada partícula congelada de su cuerpo, el otro sólo lo intuía. Bien, todo eso podía reconocerlo: poción, hechizo de levitación, hechizo de petrificación; pero lo que no podía entender era ese maldito sueño, que juntaba a Ron, Malfoy, Neville y Nott charlando como si fueses los mejores amigos. Ese sueño era inquietante. Porque… ¿era un sueño?

—Ten cuidado, comadreja —masculló la voz más cercana al oído de Harry, una voz siseante.

La experiencia le decía al joven Potter que levitaba horizontalmente, como una mesa encantada por un leviosa.

—Lo tengo, pero es que parece que vas en tu nimbus, huroncito —contestó la inconfundible voz de Ron desde un lugar más lejano, quizá en el sur del cuerpo de Harry: cercano a sus pies.

—Draco está consciente de que es tarde, pelirrojo, ¡auch eso dolió! ¡Fíjate, Longbottom!

Ése era…

—Nott, lo sie-e-nto, no pu-u-de controlar el hechizo… —murmuró una temblorosa voz, que Harry percibió como colada por un tubo, debido al tono apagado que tenía. Sin duda, era Neville.

—¿El hurón consciente de que es tarde? No me hagas reír Nott —se quejó Ron a gritos, ignorando los murmullos de Neville— ¡Si fue culpa de Malfoy que nos retrasáramos, en primer lugar! ¡Todo por ser un vociferador frente a Mione! ¡Y casi arruina el rito!

La última palabra de Ron alertó a Harry. Había algo raro en ese sueño-pesadilla-hechizo. A parte de lo inverosímil que resultaba la reunión de ese cuarteto de magos, algo estaba mal. Harry hizo lo único que su cuerpo lleno de magia le permitía: tragó saliva. Tenía un presentimiento, no, la certeza de que se repetiría una experiencia que conocía. ¿Cómo le decían los muggles? ah sí, deja vu. Y, detrás de esa sensación mágica-mental, unas cuantas imágenes nebulosas se formaron en el pensamiento del joven Potter. Eran una sucesión de escenas incoherentes que en cuanto aparecían, desaparecían, como una docena de snitches de colores volando vertiginosamente alrededor del buscador de Gryffindor. Como buen observador, Harry pudo atrapar un par de ellas: en una Neville estaba gritando y en otra Ron y Draco se empujaban uno al otro hacia lo que parecía un precipicio.

¿Estaba él en esas escenas? No podía verse, pero oía claramente su risa.

—¡Callate Weassley! Que tú no eress mejor que yo enfrentándola o te recuerdo lo de tu cabello —siseó Malfoy sacando a Harry de sus cavilaciones.

— ¿Tu calvicie no es natural, Weasley? —se burló Nott.

Harry se preguntó lo mismo. Recordaba la sorpresa que sintió al ver antes un Ron casi pelón. Pero, ¿Mione la culpable de su calvicie? Eso no parecía posible. Ella sólo era dura, una chica que sabía defenderse cuando alguien la molestaba, no cruel. Una vocecita insegura le recordó cuando Hermione había golpeado a Malfoy en tercero por ofenderla o cuando atacó a Ron en cuarto por no notar sus sentimientos. Sí, Hermione Granger era más que dura, cuando la situación lo ameritada. ¿Qué habría hecho Ron para enfadarla a tal grado?

—Eso no tiene nada que ver con esto —exclamó Ron con su voz aguda, esa que usaba cuando trataba de evadir un tema, pensó Harry, y conociendo a Draco debe de estar haciéndole la mueca de incredulidad sarcástica marca Malfoy…

Si Harry hubiese estado volando en su moto, sin duda hubiera perdido el control y terminado en el suelo, otra vez. ¿Qué había pasado? ¿Por un segundo había estado seguro de conocer a Draco? No a Malfoy, ególatra insufrible con aires de príncipe oscuro, sino a Draco, sobrino cercano de Sirius, amigo del trío de oro, SU Amigo.

—¡Por Merlín, Draco! —gritó Ron sobresaltando la caótica mente de Harry— No me mires como si fueras mejor que yo tratando con ella. Tan solo esta mañana, parecía que te había practicado legerimancia. Sabía exactamente que le mentías, sólo con ver tu cara albina. ¿Será que leyó tu mente y no te diste cuenta?

—No seas imbécil, Weasley, si lo hubiese hecho, nos habría detenido antes de salir de la madriguera. Además, mi dominio de la oclumancia es bastante decente— se jactó Malfoy.

Hubo unos segundos en silencio, los cuales Harry aprovechó para identificar la sensación de hormigas bajo su piel, el desvanecimiento natural de los últimos restos de la poción de su madre. Ya podía oír claramente y percibir los olores: humedad y vegetación.

—¿No será que tu sensei es una estafa? —soltó Ron con una nota provocadora en la voz. Pero la nula respuesta de parte de Malfoy sólo podía significar una cosa, éste estaba en la misma situación que Harry: en el cero entendimiento sobre la jerga del pelirrojo.

—¿Sen-qué? —preguntó el hurón, por primera vez, con voz insegura.

—Cosas muggles, ricitos. Quise decir que obviamente no te sirvieron las clases intensivas de Snape, lo que puede deberse a dos cosas: o él es un mal maestro o tú eres un pésimo alumno.

Harry sonrió ante las palabras de Ron, su amigo estaba metiéndose en problemas; no era necesario mirar al rubio para sentir los hechizos no verbales que amenazaban con cristalizarse en su mente.

—Espera hay otra —agregó Ron entre risas— Y creo que es la buena: Snape no te enseñó bien… ¡porque no supiste untarle bien la vaselina a su cabello grasiento!

—¡Vete a la mierda, pobretón! —vociferó Malfoy.

—¡Cuidado!

La advertencia sin rostro hizo a Harry sentir que el peligro implícito hacía referencia a su persona. Así fue, por un instante descendió precipitadamente. Luego, se sintió de cabeza.

—Casi tiro a Harry por tu culpa, ricitos —exclamó Ron con la voz alterada.

¿Casi tiro a Harry? Entonces, Ron le había lanzado el encantamiento de levitación, pensó el joven Potter. Claro, si Ron era el mejor con ese tipo de encantamiento desde que aprendió a pronunciar leviosa correctamente.

—Deja de llamarme así, comadreja pelada, y recuerda que fue mi hechizo no verbal lo que salvo a Potter de tu ineptitud.

Y Draco era el mejor con hechizo no verbales, aunque Mione se muriera de envidia. De nuevo, no tenía idea de por qué sabía eso, pero lo sabía. Estaba seguro de que Malfoy le había lanzado un levicorpus no verbal. ¡Maldito hurón! Por su culpa tenía la sangre encharcada dentro de la cabeza.

—Ya, cállense los dos, que lo despertaran.

¿Despertar? Bueno fuera si sólo se tratara de un sueño. Pero no, las molestias de los encantamientos y la poción se sentían horriblemente reales como para serlo. Quizá todo era consecuencia de un poderoso hechizo con el fin de inducirle esas alucinaciones. ¿Quién sabe? De lo único que Harry tenía certeza era de no encontrarse soñando y de que desearía que le hicieran caso a Nott y se callaran, porque sentía un horrible dolor de cabeza y sus gritos lo incrementaban.

Por un rato, los jóvenes magos parecieron entender la petición de silenció. Después de que Harry fuera soltado por el encantamiento de Malfoy y atrapado por otro leviosa de Ron, los cuatro desbordaron un mutismo sorprendente. Un silencio que dejaba surgir los ruidos del entorno: los casi ensordecidos gritos de las ramas al romperse por las pisadas veloces, el canto lejano de un pájaro escondido y los murmuros húmedos y secretos de alguna corriente de agua que parecía más fuerte cada segundo. Pero esto no duró.

— ¿Falta mucho, chicos? —irrumpió Neville.

—No, debe estar detrás de esos árboles ¿o era detrás de alguna roca? —murmuró Ron, en algún lugar lejano a Harry. Debía estar a unos dos metros, quizá en frente de él, buscando quien sabe qué.

—Ay Weasley, dejaras de ser un idiota. ¿Por qué demonios te hicimos caso? Si eres don desorientado. No te pierdes a ti mismo gracias al condenado reloj de tu madre, que si no. Dame el mapa.

Ese era de nuevo Malfoy al ataque, pensó Harry con cansancio, tanto mental como físico. El primero era resultado de tratar de entender la extraña situación que estaba viviendo y el segundo se debía a los encantamientos, verbales y no verbales, de los que era víctima. ¡Merlín, prefería enfrentar a Volde...! Quizá, no tanto. Pero si se pasaría el día conversando gustosamente con Myrtle o ayudando a Hagrid a alimentar algún dragón Húngaro, antes de repetir ese viaje.

—No te daré nada, ricitos —gritó Ron desde algún lugar que Harry ya no estaba interesado en descubrir— Pero si quieres puedes venir, lo lanzo y tú te tiras por él.

Las palabras del pelirrojo parecieron animar a los otros magos que dieron gritos llenos de ¿alegría?, ¿emoción?

— El bautizo dará comienzo —exclamó Malfoy con voz hueca. Con una maldita oquedad que recordó a Harry la parte crítica de una película de terror psicológico. Esa parte donde el asesino psicópata pronuncia las palabras que preceden la masacre sangrienta.

Todo había pasado al mismo tiempo: el golpe contra la fría y húmeda superficie que le lastimó la piel; el desvanecimiento de los efectos de la magia que recorría su cuerpo; y el ataque de nuevos deja vu, pero esta vez como imágenes claras y pausadas.

Primero vio a Malfoy sosteniendo con un encantamiento a Ron por los aires, moviéndolo peligrosamente hacia un precipicio. Harry se sorprendió al ver que él estaba ahí, riendo y cantando una ridícula canción a la que Nott y Neville hacían el coro. Luego, como continuación de esa imagen vio a un empapado Ron correr por el bosque gritando "me las pagaran paganos"; mientras él y los otros tres se escondían tras unos árboles, disfrutando del espectáculo.

Tratando de descartar que estuviera durmiendo, abrió los ojos. No ardían, el agua era dulce. Y, sí, todo era real. Estaba en un lago o laguna. Corrección, había sido tirado hacia un lago o laguna.

Otra imagen apareció en su cabeza. De nuevo estaban en el precipicio cantando esa extraña canción, sólo que esta vez era Ron el que llevaba a un inerte Malfoy por los aires.

Lo que vino después sorprendió a Harry. Era una de ese par de imágenes que antes habían aparecido como snitches, esa donde Draco y Ron se empujaban hacia el precipicio, sólo que esta vez no vio un flashazo sino la escena completa. Después de lanzar al rubio al agua, los cuatro amigos esperaron a que emergiera para poder reírse en su cara. Pero esto no pasaba, Draco seguía perdido entre la oscura masa líquida. Ron maldijo, se acercó al precipicio para tener mejor vista, gritó un par de insultos al rubio tratando de hacerlo salir, los cuales fueron contestados por la nada. Luego, todo pasó en un segundo, Ron le gritó a Malfoy mortifago y éste llegó corriendo de detrás del pelirrojo, dijo, comadreja pobretona, y se lanzó sobre el Weasley. Lo demás era borroso: Ron intentando lanzar un hechizo a Draco, ambos empujándose uno al otro hacia el precipicio y Harry riendo. Siempre riendo.

¿Eso estarían haciendo los otros, riéndose de él? Probablemente sí. Al parecer, de eso se trataba el ritual o bautizo, como lo llamó Malfoy. ¿Y que se supone que debía hacer él? ¿Salir como Ron y Malfoy habían hecho en sus…recuerdos?

Eso era, debía salir para poder vengarse.

Con la determinación recorriéndole el torrente sanguíneo, Harry sacó la cabeza del agua, sólo lo suficiente para ver a que se enfrentaba. A su alrededor se extendía un lago más grande que el que poseía Hogwarts, un lago en donde sobresalían solitariamente un par de rocas apiladas. Frente ellas y a una distancia de medio metro se encontraba el precipicio, en cuya cima debían estar ese cuarteto de n-amigos esperando el verlo salir como lechuga de estofado.

— ¿No creen que ya pasó mucho tiempo? —escuchó la chillona voz de Neville.

—No, Longbottom. Que lo sufra, es su iniciación a la mayoría de edad. Todos hemos pasado por ella. ¿O no recuerdas ayer?

Las palabras de Nott trajeron nuevos recuerdos a la mente de Harry. Él corría con un Ron de doce años por las escaleras de la sala común de Gryffindor, llegaban al segundo piso, entraban en su habitación y encantaban la puerta. Luego, Harry le gritaba al pelirrojo el fascinante plan que vio en una película muggle, bautizarse cuando fueran mayores; pero hacerlo bien, como un ritual secreto.

Harry tragó agua sin siquiera percatarse, ¿él era el culpable de que ese extraño ritual existiera? Si Hermione se enterara, porque estaba seguro de que ella no tenía idea, le diría que esa actitud era reproblable. Luego, exaltada, la compararía con rituales atroces como los que llevaban a cabo las logias masónicas muggles o los de los mismos mortifagos.

Pero el ritual no era malo o ¿sí? Quitando la brusquedad, el bañarse en el lago no parecía algo malo. El agua no lastimaba, más bien parecía agua mágica… Mágica, te digo, ese lago tiene agua mágica y al estar en contacto con ella casi todos los hechizos pierden validez, murmuró Draco emocionado, Ron y Neville miraron a Harry, la idea de que Nott se les uniera no les agradaba a ninguno de los dos, pero el lago estaba en una propiedad de la familia del muchacho y, si querían tener los rituales de bautizo ahí, tendrían que incluir al más joven de los Nott. Tras un eterno segundo, Harry exclamó un escueto está bien. Inmediatamente, comenzaron los planes que tendrían como fecha el año siguiente: Nott comentó el encanto del lago de ser un lugar incontrable, hechizado por un encantamiento parecido al fidelius, pero con la particularidad de que su ubicación no estaba en la mente de una persona sino en un mapa, un mapa que cada día cambiaba sus rutas; Draco agregó la estrategia de llevar hechizado al iniciado, para que no opusiera resistencia, quizá con un petrificus; entonces, Ron sugirió utilizar el wingardium leviosa para transportarlo con mayor facilidad; y Neville, por su parte, preguntó por la seguridad.

— Bueno, Harry, ¡sal ya! ¡Tu fiesta comienza en menos de una hora y ninguno quiere que te la pierdas! —gritó Ron asomándose al precipicio. Harry se sumergió un poco, para que el pelirrojo no pudiera distinguir su cabellera oscura en el agua.

—Ninguno quiere perder un duelo con la señora Potter, dirás comadreja —se mofó Malfoy con un volumen de voz lo suficientemente alto para que Harry también oyera.

—O que le envenene la comida, dicen que sus pociones son más letales que las de Snape —comentó Nott usando, al igual que los otros dos, una voz fuerte.

—Claro Nott y más si se trata de alguien fastidiando a uno de sus bebés —gritó el hurón enfatizando la palabra bebés.

Harry suspiró mentalmente, ya que hacerlo de la forma física no era una opción. Tenía que encontrar un modo de vengarse de ese cuarteto y para ello debía salir de allí o…mejor no hacerlo. Quizá, si era cuidadoso, podría hacerlos tragar sus palabras con un poco de agua. Decidido, se sumergió en el agua y nadó hacia donde estaban las rocas. Se detuvo, cuando miró las sombras negras que las rocas formaban en el agua, se escondió detrás de unas plantas y buscó la ruta de escape más rápida. Entonces, el nadar hacia el lugar más bajo e inclinado del precipicio, trepar por las irregularidades de éste y, de un brinco, esconderse en cuclillas tras unos arbustos fue para Harry una misma acción sigilosa.

Luego pudo verlo. Ahí estaba el heterogéneo grupo de magos mirando por el precipicio: el pelirrojo-pelón se rascaba el cuello, el castaño golpeaba con su pie derecho el suelo, el moreno lanzaba piedritas al lago y el rubio miraba de una forma vaga hacia el cielo. Todos parecían relajados, a gusto con la situación en la que se encontraban. A gusto de estar juntos.

Era desconcertante para Harry el ver tal grupo de ¿amigos?, no, era más correcto decirles como los había llamado antes y sentía que había nombrado mil veces: n-amigos.

—¡Ya me harté! O sales o te saco —gritó Ron, justo antes de lazarse al lago.

Harry sonrió, sabía que el primero en impacientarse sería su mejor amigo, uno menos.

—¡Serás idiota Weasley! —gritó Malfoy inclinándose para poder ver mejor a Ron. Harry supo que era el momento, los tres magos estaban juntos y muy cerca del precipicio. Quizá sería la única oportunidad. Tomó una larga respiración y corrió hacia ellos.

El agua escurría de sus cabellos, camisas y jeans; mojando la tierra que pisaban al bajar por la colina. Los cinco iban riendo y empujándose. Más bien empujando a Harry, cuanto podían. Eso no era parte del ritual, pero si formaba parte de una venganza por haber conseguido meterlos a todos al agua. El gran Harry Potter cumplió con la promesa que hizo en el primer bautizo, había comentado Nott, cuando estuvieron todos nadando, y chapoteando. Promesa que Harry no recordaba haber hecho, pero se sentía satisfecho de haber logrado: el terminar el último ritual de bautizo con todos los iniciados en el agua.

—¡Merlín, Harry! Ahora tendremos que caminar hasta la madriguera — se quejó Ron.

Harry no entendió la raíz de la molestia de su amigo, pero disimuló formando una sonrisa en su rostro. Ese día, en ese mundo paralelo, le había enseñado que no hay mejor salida para las situaciones extrañas que guardar silencio y esperar con una sonrisa que éstas continúen su curso natural.

—Los compadezco, comadreja —murmuró Malfoy, con lo que al parecer de Harry era sinceridad— Pero si lo ves por el lado amable, a los dos no les hará mal el ejercicio.

Los ojos grises miraron las barrigas de Ron y Neville con burla y luego buscaron los ojos del primero. El pelirrojo tenía la cara del mismo color de su cabello, lo que significaba que estaba a punto de estallar de coraje. A su lado, Neville también estaba rojo, pero miraba sus pies.

—Tu hurón botador de…

Harry decidió intervenir, antes de que Ron y Draco comenzaran una de sus comunes peleas verbales.

—Vamos, Ron y Neville, que ya está por ponerse el sol —exclamó el morocho adelantándose al grupo, para tratar de encontrar entre el paisaje la irregular figura de la casa de los Weasley.

—Ey, no tan rápido Potter. Recuerda que tenemos que ir a la mansión —murmuró Malfoy dejando caer su brazo sobre los hombros de Harry, como si fuesen buenos amigos. Pero ¿no lo eran? No, se respondió Harry. En su realidad, no lo eran. Ellos se odiaban a muerte. Lo habían hecho desde que se vieron por primera vez en Hogwarts, ¿o se habían visto antes? Harry forzó su memoria tratando de atrapar algún recuerdo más antiguo, recordaba otro encuentro: era en el callejon Diagon, tenía once años y estaba en la tienda de Madame Malkin, ahí estaba también Malfoy comprando con su madre y lo veía con ¿reconocimiento? Eso no podía ser. Significaría que ya se conocían. Harry sacudió la cabeza intentando espantar lo que le parecía incorrecto, pero esto no funcionó y el flashazo de un recuerdo más apareció: un niño de 8 años se escondía tras las piernas de un adulto, Harry tan solo miraba su cabello rubio platino y…

—Deja tu nirvana Harry y vamos que nos esperan —vociferó Nott sacando a Harry de su cavilaciones.

—Tú, deja esas tonterías Bubistas —dijo Malfoy comenzando a caminar y arrastrando a Harry con él.

—Budista, Malfoy, que no es doctrina Playboy, sino práctica espiritual —corrigió Nott.

— A veces, Theo, me sorprendo de todas las estupideces muggles que aprendes. ¿Qué diría el viejo Nott si se enterara?

— No creo que dijera algo diferente a lo que dirá el viejo Malfoy cuando se entere que su hijo sale con…

—Ya entendí la indirecta —interrumpió el rubio deteniendo sus pasos para mirar a su amigo de infancia a los ojos. Entonces, mientras los Slytherins se lanzaban miradas venenosas, Harry se dio cuenta de algo.

—¿A dónde fueron Ron y Nev? —preguntó sacándoles estruendosas carcajadas a los otros magos.

—Merlín Harry, enserio que vives en tu Nirvana personal —murmuró Nott adelantándose un paso y dejando a Harry y Malfoy a solas.

Los jóvenes magos caminaron en silencio por más de diez minutos.

—Ese idiota de Theo —susurró el rubio de repente, sin detener sus pasos— Piensa que sacará algo bueno de enfadar más a su padre.

Harry tragó grueso, las palabras de Malfoy sonaban tan serias y por lo poco que había escuchado de Nott padre intuía que el asunto lo era. Pero ¿por qué el silencioso Theodore Nott, que no se metía en problemas en Hogwarts, haría eso? Tal vez, se dijo, precisamente era porque no era el mismo Theo. Nadie en ese lugar era igual a su versión del otro mundo. Y él, Harry, ¿era diferente?

—Harry, estás muy raro. Creo que el golpe que te diste al caer de la moto te dejó como troll. No espera, ese es tu estado natural.

—Draco, ¿recuerdas como nos conocimos?

Malfoy lo miró con intensidad.

— ¿tú no lo haces?

— Sí, pero te pregunté primero.

—Touché. Lo recuerdo muy bien, fue en mi cumpleaños 7. Ese día me secuestraron. Bueno, si puedes llamarle así cuando un hombre que dice ser el primo de tu madre te toma de casa para llevarte a pasear. Sabes, aunque nunca había conocido a Sirius, el simple hecho de dejar la mansión ese día me hizo feliz. Madre y Padre habían discutido, como siempre, en aquellos días, y ninguno de los dos recordaba mi cumpleaños...

Harry abrió los ojos sorprendido, ¿sus padres olvidaron su cumpleaños? siempre pensó que Malfoy era un consentido, que extraña era la vida, corrección esta vida.

—No me asusté mientras volaba en la moto de Sirius, pero si lo hice cuando llegamos al callejón Diagon. Ahí estaba la tía Andrómeda gritándole a Sirius por ser tan impulsivo y, ¡demonios!, era tan parecida a tia Bellatrix, que me dio mucho miedo. Luego, y si repites esto te juro que le digo a Ginny lo de París del año pasado...

Draco espero que Harry asintiera para continuar su relato, ¿Qué abría pasado en París? ¿Habían ido a París juntos?

—El cabello verde de Dora me hizo pensar que era una especie de duende, como el del cuento "el duende gritón" que se comía a los niños magos. Estaba tan aterrado que me zapé tres helados de menta de una. La cosa se puso peor cuando Sirius nos hizo aparecer en tu casa y me dijo "este es la casa de los Potter". Enserio me asusté. Tus padres eran peor que el duende gritón porque Padre no dejaba de hablar de cómo por su culpa estábamos casi en la ruina. ¿Gracioso, no? Por eso me escondí cuando Sirius tocó el timbre…

Harry miró más allá de los ojos grises. Recordaba ese día con claridad.

Había pasado, toda la mañana, enfadado porque el par de bolas lloronas le robaban la atención de su madre, como venían haciendo desde que llegaron de París. Además, su papá no lo había dejado ir a con los Weasley, para jugar con Ron, porque estaba castigado y todo por golpear con su escoba de juguete la cuna de los mellizos cuando los niños lloraban.

Lo regañaba y, luego, le pedía que abriera la puerta. Si sólo supiera desaparecerse.

Su expresión cambió al ver a su padrino afuera, sonriéndole.

Eh, Wil, ¿Cómo has estado? — saludó Sirius, usando el apodo favorito de Harry, ese que lo comparaba con el mejor buscador de los Puddlemere United— ¿cuántas snitches atrapaste el día de hoy?

Harry no respondió estaba absorto viendo los cabellos platinos que pertenecían al pequeño niño oculto tras su padrino. Sirius se dio cuenta de lo que miraba y moviéndose a un lado dejo a Draco a la vista.

Mira, Potter, te traje un Malfoy para el almuerzo.

La cara del rubio se puso pálida, más de lo que parecía posible. Y Sirius se soltó a reír.

Por Godric, Canuto. Ni a tu sangre, perdonas —apareció el padre de Harry en el marco de la puerta— Asustarás al pobre chico. Joven Malfoy, bienvenido a la casa Potter. Soy James Potter —el mayor Potter bajó la mano cuando vio que el pequeño rehusaba mirarlo— Este es mi hijo Harry. Harry porque no le enseñas a…

Draco —murmuró el rubio con un hilo de voz. Por primera vez los vio. Ambos adultos lo miraron fijamente sonriendo. Harry sonrió, sabía un chiste sobre un dragón.

Draco dormians nunquam titillandus —exclamó Harry, siempre que lo hacía su madre reía.

El niño frente a él no río. Lo miraba fijamente con sus ojos grises, tan parecidos a los de su padrino.

¿Hablas latín? —murmuró el rubio. Luego, agregó otras cosas que Harry no entendió.

Los adultos rieron. Harry se rascó la cabeza. Ese niño era raro.

—¿Qué fue lo que dijiste? —preguntó Harry deteniéndose de golpe

—Que mi madre compró un unicornio —respondió Draco sonriendo, el moreno alzó una ceja— Harry de verás estás en la Luna. Sólo no vayas a mirar a madre a los ojos, si descubre que anoche hicimos ese viajecito con esas cosas muggle…

—Me refería a cuando nos conocimos —interrumpió Harry— Recuerdo que te dije el lema de Hogwarts, luego, tu respondiste en latín no sé…

—Oh por Merlín, volvemos con eso— exclamó Draco extendiendo su varita, Harry se detuvo y se fijó que estaban frente a una enorme reja negra, habían llegado a la ca…mansión del rubio — recuerda que nunca te lo diré Potter, hasta tu lecho de muerte.

La mansión Malfoy era enorme, decidió Harry, cuando atravesó el jardín delantero siguiendo al rubio. El lugar estaba lleno de arboles bien podados, flores blancas y plateadas y pavo reales. Mascotas más acertado para los Malfoy no debía haber, pensó Harry mirando uno de los elegantes animales pasearse frente a él, aunque más bien parecían parte del decorado.

Ni hablar de la enorme y antigua casa. Por fuera se miraba inmensa y por dentro era espaciosa. No como la amontonada casa de los Black. Nada dice elegante como una casa espaciosa, recordó Harry el lema de alguien, aunque no estaba seguro de quien. Era de una mujer sin dudas. Una mujer de voz suave y decadente.

—Están aquí y totalmente empapados.

Era esa voz.

—Buenas noches, madre —murmuró Draco mirando hacia el fondo de la habitación— Tía.

Harry miró hacia el mismo lugar esperando ver al par de hermanas pertenecientes a la familia Black. Sin saber muy bien que haría al encontrarse con la pedante señora Malfoy y mucho menos con la "tía" de Draco. Pero el par de mujeres no eran exactamente lo que esperaba. La rubia le sonreía abiertamente. Y la otra mujer no tenía la loca expresión que vio hacía un par de años en Bellatrix Lestrange, simplemente porque no lo era. Era una mujer morena, alta y delgada, de cabello castaño claro, rojizo diría Ginny, y unos azules que miraban fijamente a Harry.

—Buenas noches, jovencitos —exclamó la señora Malfoy, llamando la atención de Harry, que se obligó a apartar la vista de la mujer extraña— Hagan favor de explicarme porque están en ese estado —Draco abrió la boca, pero su madre lo detuvo con un gesto de la mano— Pero primero…

Harry miró a la bruja tomar su varita del bolsillo de su larga túnica de terciopelo verde. Para apuntarlo directamente. Así que ese era el final. A manos de Narcisa Malfoy…

— ¡Fregotego!

Quedaría limpió y seco. Harry miró a la mujer repetir la acción en Draco, mientras murmuraba lo vergonzoso que era ver dos magos adultos en esas fachas. El rubio respondió tartamudeando que olvidaron sus varitas. Las cejas de ambas brujas se alzaron, pero no comentaron nada. Harry procuro apartar la vista, Narcisa Malfoy era tan buena en legeremancia o eso le había parecido siempre, desde aquella vez que durante las vacaciones de navidad, a los doce, Draco y él rompieron ese jarrón Chino y culparon a…no recordaba bien quién, pero la mujer los descubrió.

—Listo, ahora pueden pasar a la casa sin terminar de arruinar mi alfombra.

Harry se sonrojó no se había fijado que bajo sus pies, la alfombra plateada estaba empapada y con algo de lodo.

—Disculpe, señora Malfoy.

—Oh cariño no te preocupes, qué es un poco de agua —murmuró la mujer, Harry escuchó a Draco murmurar entre dientes "no dijiste lo mismo cuando entré mojado al comedor ayer", pero fue tan bajo que su madre no lo escuchó— Ven acá, para felicitarte adecuadamente por tu cumpleaños.

El moreno miró al par de mujeres, luego, sin saber que hacer volteó a ver al rubio, que a su lado le hacía un gesto para que se moviera. Suspiró, debía seguir la corriente en ese lugar, se recordó. Entonces, caminó hacia las brujas.

—Tú, apresúrate y sube. Ella tiene rato esperándote —murmuró Narcisa mirando a su hijo, justo cuando Harry llegó frente a ella.

—¿Dónde está? —preguntó Draco, Harry agradeció que el rubio llamara la atención de su madre, no tenía idea a que se refería la rubia con felicitar y le asustaba un poco descubrirlo. Esa mujer no parecía de las que abrazaba. Pero ¿de que otra forma se felicita? Y un abrazo de la mujer de Lucius Malfoy era realmente incomodo de imaginar. Pensándolo, ¿dónde estaba el mortifago?

—En el estudio, con tu padre. Tiene una hora quejándose, con él, de ti.

Harry parpadeó, dándose cuenta que Narcisa había respondido a su hijo, no a él. James Potter y Lucius Malfoy en una misma habitación era una imagen surrealista, más agregándole que hablaran de él. Como aquella vez que Potter y Malfoy habían pasado una hora en el despacho de Dumbledore discutiendo sobre Harry, todo porque al pequeño de once años se le ocurrió decirle a Draco, mientras peleaban, que su padre era un Mortifago.

—Esa chica. Estaré listo en cinco minutos— murmuró Draco desapareciendo por las enormes escaleras serpentinas.

¿Chica? ¿Hablaría de su chica, aquella que había reclamado a Charlus haber visto?

—Harry…

El moreno se volteó al llamado y comprendió como felicitaba Narcisa, cuando la mujer le dio dos besos, uno en cada mejilla. Al estilo Fleur Delacour. Harry sintió sus orejas enrojecerse.

—Potter —miró a la mujer que le hablaba, era la extraña, que le extendía una caja de regalo plateada— Felicidades.

Tomó el regalo despacio. Esa mujer no sólo era extraña, sino además su nariz respingada y su voz aguda parecían querer decir a Harry que estaba fastidiada por verlo. O quizá sólo era su estado natural.

—Pensé en enviártelo a casa —susurró la mujer— Pero Cissa me dijo que estarías aquí.

—Le dije a Rosalie que viniera para que pudiera verte —murmuró Narcisa y Harry agradeció la intervención de la mujer al no tener idea que responder a la tal Rosalie— Después que me comentó que no iría a tu fiesta.

Harry estaba petrificado. ¿Por qué esa mujer iría a su fiesta en primer lugar? ¿Era amiga cercana de Harry? ¿O de los Potter? Más bien parecía íntima de Narcisa. Toda una mujer de la alta sociedad mágica, aunque, bueno, Harry no conocía muchas para comparar. Pero eso estaba de más, lo importante era descubrir ¿Cómo responder a esa mujer? ¿qué hacía con ese regalo?

—Abrelo Harry. Tía Rose da los mejores obsequios —murmuró una voz femenina tras él.

Harry se volteó para encontrarse con la chica dueña de la voz. La misteriosa chica de Draco. ¿Era broma o el rubio enloqueció?

—Lyra, esa no es forma de saludar.

Había escuchado a Hermione murmurar un par de veces que la insistencia de los magos sangre pura por conservar su linaje los llevaba a hacer locuras, como casarse entre familiares cercanos, lo que era una atrocidad, porque estaba comprobado —en el mundo muggle, por científicos— que la descendencia de sangres iguales tendía a presentar malformaciones. Eso explicaba a los Squib, había finalizado Hermione su dicertación. Ron y Harry no comentaron nada, pero el moreno había pensado que Mione exageraba sobre las locuras de los magos sangre pura. Sin embargo, Harry estaba empezando a creer que la castaña tenía toda la razón.

Esa chica, la que Draco decía su chica, era una niña como de 9 años.

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¡Hola! Como se habrán dado cuenta estoy de vuelta. ¿De dónde? Pues de mi vida muggle. Lo sé, eso no es excusa, pero es la verdad. Mi vida de estudiante universitaria no me da tiempo de nada (ni de tener una vida a parte de la estudiantil, xD). Menos este último año, que me ha pasado de todo.

Pero bueno, no les aburro con mis cosas. Quiero agradecer a todos los que leyeron alguna vez este fic. Más a los que dejaron reviews. E invitarlos a leernos.

Sé que mi palabra está devaluado (después de romper mis anteriores promesas de publicar más seguido), pero quiero decirles que andaré por aquí más seguido. Porque amó a Harry y su mundo. Y amo está historia, que como comentó una personita por ahí es un "y si" que pretende darle la oportunidad a Harry de ver un mundo diferente. Todos merecemos una segunda oportunidad.

Besos sangrientos para todos,

Vampirux.