Bueno chicas, para despedir este año quería traerles, nada más que uno nuevo capítulo de esta historia, espero que lo disfrutéis mucho y tengan un prospero año 2013, ya que los mayas se han equivocado o fuimos nosotros o como allá sido, me retrase con las actualizaciones, nah! Mentira yo estaba segura que el mundo no se iba acabar, en fin sin mas desvaríos de mi parte, muchas gracias por sus reviews en el capitulo anterior y espero que disfruten mucho este.

Descargo de responsabilidad: bueno como todos saben esta magnífica serie le pertenece a la mangaka Rumiko Takahashi-sama.

La Decisión más difícil de Rin III

-Hakudoshi te perdono la vida, trae a Byakuya.- el joven asintió y arrastro al hombre sin misericordia, quien herido intentaba resistirse.- Muy bien Rin, si quieres seguir con vida y que te perdone el haberte ido ayer del palacio mata a este hombre.

-De que habla.- aterrorizada miro hacia Naraku.

-Crees que soy estúpido Rin, se que saliste ayer a revolcarte con otro y si quieres ver otro amanecer mata a Byakuya.- Naraku le tendió una espada y sonrió lleno de regocijo, al ver como la humana tomaba la empuñadura.

Sus manos temblaban cuando se aferraron a la empuñadura de la espada, miro a Naraku a su lado y su sola presencia causo estragos dentro de su ser y luego miro a Hakudoshi, quien no mostraba sentimiento alguno pero sus ojos destilaban un odio extremadamente parecido al de su padre.

Sin fuerzas ya para posponerlo, miro a Byakuya tirado en el piso con sangre manchando su pálido rostro, su alma le grito que le ayudara y no le atacara, pero sus instintos de supervivencia sabían que la única escapatoria era matarle. Si hubiese tenido la oportunidad hubiese gritado llena de desesperación pero no podría hacerlo.

Tambaleante se levanto y miro de reojo a Kagome que se veía realmente aterrorizada.

-Rin tu tiempo se acaba.- dijo con acidez Naraku haciendo que respingara de puro espanto. Los ojos de todos los yokais presentes no le quitaron la vista de encima, Kagura entre ellos tenía una sonrisa morbosa, que solo empeoro su terror.

-Yo…yo.- no podía, como podría matar a ese hombre era imposible. Iba a negarse y lo haría con honor. Ella morirá con la frente en alto. Su voz mental cada vez sonaba más firme.- Yo…-

-Sabes que de ti depende tu familia ¿cierto?- su cuerpo se congelo.- Al mismo instante en que mueras mis soldados destruirán las tierras que tiene tu padre en el norte.-

Espero que me perdones Kagome….

El silencio fue profundo, y las gotas de sangre resbalaban con parsimonia en el piso de madera, y junto a los dos cuerpos que ya hacían tirados, la sonrisa de Naraku se amplio ante este panorama.

-Recojan todo esto.- dijo con burla. Kagome estaba pálida como una hoja de papel, hizo todo el esfuerzo para moverse e ir a socorrer a su señora. Kagura en cambio se veía sorprendida de que la humana hubiese podido matar a Byakuya.

-Rin-sama.- le hablo Kagome mientras la colaba en su regazo, la espada resbalo de las manos de la joven, ahora llenas de sangre.- Rin-sama.- intento de nuevo pero la joven estaba desvanecida, y Kagome empezó hacerse la idea que no despertaría.

-Señorita yo me encargare de llevar a la dama Rin a su habitación.- la voz del joven Hoyo, hizo que Kagome se sobresaltara, pero después de pasar el susto asintió, mientras veía como el soldado alzaba a Rin, mientras ella le seguía los pasos.

Pero los aposentos de Rin estaban custodiados por dos guardias, Kagome se les adelanto, mirándolos desafiantes, sin poder prever que ninguna mirada envenenada podía salvar a su señora del destino que le aguardaba.

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Cuando despertó solo vio oscuridad, desubicada intento pararse pero dos cadenas se cernían en sus brazos impidiéndole moverse, sus pies por suerte estaban libres y logro sentarse, mientras intentaba colocar su mente en orden.

-Ya has despertado.- demasiado asustada, que por un segundo no reconoció la voz, pero luego una luz fue encendida en la oscuridad, el candelabro dio tenue resplandor, creando sombras en todos los objetos, dándole una ubicación más certera de donde se encontraba: Los calabozos.

-Mi señor.- dijo lo más firme que pudo, mientras se arrodillaba en una profunda reverencia, su cuerpo temblaba y sus manos estaban frías, se desmayaría si no sabía lo que sucedía.

-Te encuentras bien.- pregunto demasiado tranquilo, muy preocupado para ser una buena señal.

-Si mi señor, solo que estas cadenas.- por la cara que puso Naraku supo que esa no era la respuesta que quería escuchar. Tembló al ver que se le acercaba, volvió a hincarse, pero unos brazos jalaron de su kimono por detrás haciendo que su cuello quedara al descubierto y sus ojos clavados en la perversa sonrisa de Naraku.

"Ayuda Sesshomaru-sama" grito su mente.

-No te gustan mis cadenas.- pregunto con arrogancia, y con un brusco movimiento soltó su kimono, haciendo que cayera en el piso. Sus ojos escocían, quería llorar y acurrucarse en la mullida estola de Sesshomaru, o simplemente huir lo más lejos de él. O simplemente morir, como una cobarde, pero su familia dependía de ella. Una que no la quería, pero ella no podría darle la espalda en esos momentos.

Su padre, su madrastra, sus hermanos y todos los súbditos del palacio, su querido amigo Kohaku y su hermana Sango, la familia de estos, hasta Kagome su queridísima amiga y consejera, no el precio era muy alto, debía pagar por sus actos. Miro a Naraku, fijamente pidiendo internamente clemencia, pero en sus ojos solo encontró odio.

-¿Quien era?- su voz sonó nuevamente protectora, pero al tenerla sujeta de esa forma, sabía que no podía confiarse ni un poco.

-No..se dé que habla mi señor.- tartamudeo, y ciertamente no sabía a qué se refería.

-Quien era la persona con la que partiste ayer.- gruño sujetando ahora sus cabellos, una mueca de dolor fue la respuesta.- Responde.- las manos pálidas de él dieron un certero golpe a su rostro, calambrazos de dolor se esparcieron por su cuerpo, y su boca se lleno de sangre.

-No lo sé.- respondió con voz temblorosa, los ojos de él se entrecerraron y con fuerza la estampo contra la pared, todo se volvió borroso. Sus ojos ahora divisaban a dos o eran tres dobles de Naraku.

Entonces unas manos acariciaron su rostro demasiado lento, hasta que su rostro se giro con violencia, otro golpe su mejilla, luego su abdomen, cada golpe la hacía contorsionarse, mientras sus muñecas se lastimaban por los bruscos movimientos.

¿Esto era el sufrimiento?Estas eran las verdaderas quemaduras, por internarse en ese juego peligroso…

-Ya vas a empezar hablar.- susurro en su oído, y lo mordió, un grito resonó en los calabozos. Kagura en la entrada de estos sonrió con perversidad, mientras Kanna a su lado se veía indiferente.

-Esto se está poniendo interesante.- susurro mientras movía su abanico.

-No logro conseguir quien era.- susurro Kanna, mientras en su espejo se dejaba ver la imagen de Rin y el perfil de un hombre, pero no se distinguía nada más que su silueta.

-Tampoco había ningún olor.- dijo Kagura mirando la imagen de reojo.- Pero que importa, por fin abra algo interesante en el palacio.- Un grito más agudo que los otro resonó, las dos voltearon hacia él.

-No…- se escucho un débil gimoteo. –Por…. Favor- sollozo la voz.- NOOO…-agudo y doloroso, rompía sus tímpanos. Rin sufría y nadie podría ayudarla, la única persona ya estaba demasiado lejos.

Kagome encogida entre los árboles se abrazaba así misma llorando sin fuerzas de más nada, a su lado Hoyo intentaba consolarla, acariciando sus cabellos con delicadeza.

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La gran estancia estaba abarrotada de pergaminos, y en medio de estos cinco generales completamente uniformados daban su informe, todos parecían mortalmente serios y aburridos. Nunca la guerra les pareció tan poco atractiva.

-Como van las cosas, la guerra terminara pronto mi lord.- el general hablaba con frialdad, y era indudable que se hubiese sentido más emocionado si conversara con la pared, que con el estoico lord del Oeste.

-….- terminaría la guerra pronto y luego podría partir nuevamente hacia el palacio de Naraku, destruirlo y llevarse a la humana. Se maldijo por hacer ese tipo de planes.

No tenía interés especial por destruir las tierras de Naraku, es mas ya tenía una guerra era innecesario buscar otra, pero quería arrasar con aquel palacio, quemar aquel bosque que había cubierto todas las caricias prohibidas que le había dado aquella indefensa humana. Entrecerró los ojos amenazador, y el general pareció intimidado, creyendo que eran sus palabras que habían ocasionado tal muestra de ira.

-Perdone, no creo que habrá que sacrificar ninguna tropa, desecharemos completamente esa técnica.- dijo con rapidez, creyendo claro está que Sesshomaru se negaba aquel plan. Este no lo saco de su error, y dejo que el yokai siguiera explicando otras técnicas de ataque. No le prestó la más mínima atención.

Buscaría a Rin, solo para satisfacerse lo suficiente, ese capricho no podría durar más de una década. Mas satisfecho con ese pensamiento, se levanto del tatami y camino hasta las enormes puertas, que se abrieron instantemente por dos sirvientas colocadas en estas.

-Yaken.- dijo con frialdad, no paso más de dos segundos cuando un pequeño yokai corriera hasta el con cierto desespero.

-Dígame Amo bonito.- dijo con admiración.

-Vigila el palacio del hanyou Naraku.- el pecho del hombrecillo se hincho llego de orgullo, y asintió vigorosamente.

-Como ordene Sesshomaru-sama.—reverencio, corriendo por los pasillos, para no perder más tiempo en cumplir sus órdenes.

Ahora todo era cuestión de tiempo…

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Naraku la miro fijamente, su sonrisa se amplio y su cuerpo se anticipo junto con su mente, la rutina desde hace mas de dos meses, nada cambiaba. Las antorchas eran las únicas que daban algo de claridad, aquel sufrimiento.

Los golpes, eran recibidos cada poco tiempo, aunque ahora era solo reservados para áreas poco visibles, ya lo que en una primera estancia habían desfigurado su rostro casi habían desparecido, y nada exteriormente podría decir que estaba siendo maltratada.

Recordó una vez que Naraku llego especialmente enojado, y sus golpes fueron tantos que su débil cuerpo no resistió más y callo inconsciente, su alma y su cuerpo se desconectaron, y todo pareció flotar en una completa oscuridad. Fueron los instantes más felices en días.

Los baños se habían convertido en una felicidad y tortura al mismo tiempo, era la única vez que salía del calabozo, para ir al contiguo, cierto que era igual de oscuro, pero en el corredor había un pequeño tragaluz que era su única fuente visible con el mundo exterior. Kagura era su carcelera en esos momentos, siempre como su vigilante, se colocaba en la esquina más oscura de las mazmorra, donde solo se veía el brillar de sus hipnóticos ojos rojos y su abanico moviéndose con parsimonia, mientras una de las sirvientas, la fregaba con una esponja y le dada otro nuevo yukata, tan ligero que en las noches sentía que estaba completamente desnuda.

Pasaba horas que aquella oscuridad, no luchaba, no gritaba, solo quedaba sentada con la mirada perdida, mientras que las cadenas frías en sus manos era la única muestra tangible de que estaba en el mundo, si no hubiera creído estar en la nada, con la oscuridad tan profunda que solo ver su mano era imposible.

Escucho unos pasos resonar, y su cuerpo se tenso, anticipándose, sabía que muchos de los morados recibidos la primera vez que llego aquel lugar ya habían desaparecido, pero otros adornaban su cuerpo, podía sentirlos a cada flexión. La puerta se abrió, y agradeció enormemente que solo se tratase de una de las sirvientas.

La comida le fue servida frente a ella, no era nada lujoso pero tampoco eran restos de comida vieja, era solo lo normal que se le daría a una criada, un cuenco de arroz con unas raciones de salsa y un pedazo de fruta, no había más nada, excepto él pocillo adicional de agua, tomo los palillos y comenzó a comer, no había prisa en ello, comía cada bocado lentamente, retrasando el tiempo, tener algo de compañía aparte de Naraku, era un poco esperanzador, una parte de ella aun deseaba que el dijera que la sacaría de ahí, y la mas alocada y enfebrecida esperaba que los calabozos fueran destruidos y apareciese Sesshomaru como su salvador. Pero la parte más realista sabia que las dos opciones estaban fuera de toda realidad tangible.

Dio el último mordisco a la fruta, y la mujer en completo silencio salió de las mazmorras, el guardia la miro de reojo, y cerró la puerta, todo quedo sumido en la más profunda oscuridad, otra vez. Unas lágrimas traicioneras, rebelaron de sus ojos, ahora vacios de una verdadera vida.

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¿Por qué todo había cambiado? Rin la dulce y cariñosa joven humana, quien llego llena de optimismo, con sonrisas para regalar, la chica que tenía el aprecio de muchos súbditos del palacio en el Norte, quien al parecer se había ganado el corazón de Naraku, esa hermosa joven ahora era la clara imagen de la tristeza y es que Rin ya no era ni la sombra de lo que había sido. Sus manos ahora pálidas, se veían marcadas por los golpes recibidos.

Y su corazón parecía el más destruido, junto con su alma, todo parecía marchitarse, la tristeza ya estaba consumiendo cada gota de sus energías, cerraba los ojos y pensaba en los momentos felices, en aquello donde todo era sonrisas, pero no podía lograr mucho con aquel optimismo, porque aparecía la imagen de Byakuya, el hombre al que ella había matado, dado el golpe de gracia. Nunca se había sentido tan sucia en su vida, tan miserable. A veces pensaba que todo lo que le estaba sucediendo se lo merecía que todo esto era la muestra irrefutable que kami, le mandaba el castigo por sus malas acciones.

No pudo pensar en nada más ya que en ese instante, Naraku hizo acto de presencia en aquella soledad.

-Rin, siempre te vez apetecible.- dijo arrastrando las palabras, sus manos casi que esqueléticas rosaron sus largos cabellos. – El encierro parece que enfrasca tu belleza.- dijo con cierto humor negro.

Con cuidado se arrodillo frente a ella, y con su lengua delineo su rostro, bajando por su cuello, el cual mordió causando varios jadeos de dolor. Sus manos rompieron sin mucha atención el fino kimono, y sus manos tomaron la piel expuesta, pasando sus garras por la delicada porcelana de sus pechos, rompiendo la piel delicada sin ningún tacto; ya las lágrimas saladas comenzaban a desfilar por sus pálidas mejillas.

-Porque lloras.—susurro mientras sus manos viajaban por la piel oscurecida de sus muslos, donde algunos morados mostraban un extraño color entre el verde y el morado.—oh será que te duele.— dijo, y apretó con rudeza uno de los parches que llegaban casi a un negro, un grito de dolor escapo de sus labios resecos.

-Parece que así es.—concluyo, y sin prestarle mayor atención siguió desgarrando su piel, jalando sus cabellos y mordiendo con fiereza sus hombros. Entro sin más, dentro de su cuerpo maltrecho, y se regocijo al ver, el sufrimiento y la muda aceptación a ese futuro miserable, parecía que su castigo iba por caminos satisfactorios.

Con un último jalón en el cabello y un mordisco en su cuello, se marcho Naraku de aquel denigrante calabozo, mientras se terminaba de arreglar el hamaka sin mucha atención.

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Mientras a millas de aquellos fríos calabozos, Yaken compraba a los sirvientes del palacio de Naraku para que le mantuvieran informados de todo lo que sucediera, sus grandes ojos se entrecerraban al escuchar todos los informes que estos le traían, la mayoría eran historias del encierro de la señora del palacio y las torturas a las que era sometida por su señor, pero Yaken no presto atención a ello, que le podría interesar a su amo lo que ocurriera con esa humana, así que obvio esa información en sus informes, detallando mejor las tácticas de guerra de los generales, como sus entrenamientos, todos los puntos débiles de su guardia, y la lista continuaba. Nunca menciono nada de la insulsa humana Rin.

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Felicidad, fue lo que sintió cuando la vio alumbrada con el resplandor del candelabro, a su lado venia Kagura y otra sirvienta que no reconocía a ver visto jamás. Por primera vez la veía y su rostro solo delataba sufrimiento, jamás se había visto en un espejo pero imagino que sería una imagen peor que la de su querida amiga Kagome.

-Rin-sama.- susurro y por su rostro confirmo sus sospechas.

-Si.- susurro no podía hablar muy alto tenia la garganta seca de tanto llorar, de el sufrimiento que la acompañaba y la obvia revelación de su inminente muerte.

-No tienes permitido hablar con ella.- respondió Kagura con acidez y por primera vez no se alejo a un rincón en el calabozo en cambio tomo el candelabro de las temblorosas manos de Kagome y comenzó a prender todas las antorchas que las rodeaban dejando el calabozo más iluminado de lo que hubiera visto jamás.

-Apresúrate que no tenemos mucho tiempo.- dijo como última orden y se alejo de las tres mujeres. Kagome asintió y por su parte dejo en el piso la enorme caja de madera, que ha Rin se le había pasado completamente desapercibida hasta ese instante. La abrió y la joven pudo reconocer uno de sus kimonos más lujosos, varias de sus joyas y sus maquillajes.

Por otra parte la otra mujer se acerco a ella y le soltó las cadenas de sus muñecas y la llevo hacia el otro calabozo seguidas por Kagura, Rin no tuvo que pensar mucho para saber que se trataba de su baño semanal.

La mujer lanzo el agua fría en su adolorido cuerpo y la fregó con cierta violencia y la vez muy meticulosa, limpio cualquier gramo de suciedad que pudiera tener y podría jurar que se llevo parte de su piel en el proceso. Al terminar la seco y la envolvió en uno de sus finos yukatas de seda.

De regreso a su calabozo fue el turno de Kagome de encargarse de ella, la desvistió y coloco adecuadamente su ropa interior y la enagua, luego fueron las almohadillas necesarias alrededor de su cintura, con cuidado de no lastimar su maltrecho cuerpo, poco a poco comenzó a recobrar su antigua grandeza, su apariencia de doncella, y a ocultar todos los golpes recibidos en su encierro.

Su rostro era otra historia, ella no podría ser maquillada con una capa de blanco para tapar golpes que todavía eran visibles, así que Kagome la maquillo lo mejor que pudo para camuflajear sus heridas y dejo parte de su peinado ligeramente suelto, con varias caídas que cubrían las peores partes donde el maquillaje no pudo ocultar nada mas sus lesiones, por ultimo pinto sus labios y roció perfume en su cuello.

Al final parecía la misma Rin de antes, la señora del palacio, pero al ver sus ojos cualquiera hubiese descifrado su sufrimiento, el gran pesar que llevaba a cuestas, Kagura le ordeno que girara varias veces para asegurarse que estaba presentable, y acercando su rostro al de la joven humana, le sonrió con cinismo.

-No creas que estas perdonada, pero Naraku necesita de tu presencia el día de hoy, falla una sola vez y lo que has vivido en estos meses parecerá el paraíso.- La mujer tembló de pies de cabeza, y sin posibilidad de articular palabra solo asintió.

Cuando salió de los calabozos la luz golpeo fuerte en su rostro había extrañado tanto ese sentimiento de libertad, que agradeció el momento con todas sus fuerzas, camino con grandeza siendo seguida por algunos sirvientes como era costumbre. Todo se sentía tan irreal como en un sueño caminar con parsimonia por los pasillos, mirar los frondosos jardines, las corrientes de agua cristalinas que se deslizaban entre el paisaje llevando sobre ella los pétalos caído de los arboles de cerezo, pero el dolor que le ocasionaba cada movimiento era la muestra clara de que esto era real y que más temprano que tarde regresaría a los calabozos nuevamente.

Su corazón se detuvo entonces al llegar a la entrada principal del palacio donde su padre hablaba con Naraku. Entonces comprendió al instante la razón por la que ella ahora se encontraba ahí, ya entendía que no había nada más claro que el hecho de que su libertad se debía a la visita de su padre.

-Rin hija, cada día estas más hermosa.- dijo su padre y ella vio como la mirada de él la analizaba de pies a cabeza, el lo sabía, no abría otra respuesta al hecho de que se fijara en cada parte de su piel.- Espero que estés siendo un buen esposo para mi pequeña.- dijo mientras miraba a Naraku quien sonrió con crueldad.

-Tiene todas las atenciones que se merece.- si su padre se dio cuenta o no del odio que destilaba sus palabras no lo hizo notar solo asintió e hizo señal hacia los dos jóvenes que se encontraban a su espalda como sus sombra.

Rin sabía quiénes eran, Sango y Kohaku, dos de los mejores exterminadores de demonios con los que contaba el palacio del Norte. Los dos vestían con las típicas ropas de los ninjas, para pasar desapercibidos en un lugar repleto de yokais. La joven en un salto ágil apareció arrodillada frente a ella, y le entrego varios pergaminos.

-Tus hermanos y mi esposa querían mandarte saludos.- hablo Suikotsu, Rin no entendió muy bien porque su madrastra querría hacer eso, si nunca se la llevaron bien, pero no lo menciono y asintió, en cuanto a sus hermano agradecía sus atenciones.

-Muchas gracias padre, estoy ansiosa por saber que me escriben.- Suikotsu miro a Naraku nuevamente.

-No hemos concretado aun sobre los planes con las tierras del Este Naraku.- el hanyou, no dijo palabra y se adentro hacia el palacio, siendo seguido naturalmente por su padre.

Rin no había recibido ninguna orden de parte de Naraku, así que se dedico a vagar por los pasillos del palacio, siempre cerca de los corredores y de los bellos jardines, no quería alejarse del sol, pero ya estaban entrando en el otoño, y las brisas no eran muy favorables para caminar con sus altas zori por las camineras de piedra.

Rin comenzó a pensar inevitablemente en la situación que se encontraba, estaba bajo el control de un hanyou, sometida a estar encadenada y a las torturas que Naraku se encargaba de aplicar, mientras que por otro lado su corazón latía emocionado por un daiyokai el cual solo deseaba su cuerpo y del el cual ella solo anhelaba su amor. Por el lado que lo viera su vida estaba por el camino equivocado, nunca creyó ser masoquista, pero el hecho de no querer desprenderse del recuerdo de Sesshomaru parecía una digna forma de sufrimiento, al pensar en él siempre, dedicarse a revivir todas las sensaciones que la embargaban cuando estaba a su lado, para después abrir los ojos en el calabozo oscuro donde la cruda realidad la hacía llorar por horas. Si era la persona más estúpida.

Y luego pensó en su padre, aun tenía en su mano los pergaminos entregados por su familia, quienes eran ignorantes de todo lo que acontecía en el palacio, suspiro pensando que opinarían sus hermanos de esto, Jakotsu seguramente se reiría de ella y le diría que: Naraku es un hombre que podría poner caliente a cualquiera. Comentario que ya había insinuado cuando los salvo de las invasiones hace ya un año atrás y fecha en la cual se vio en la obligación de desposarse con él y dejar atrás su compromiso con Bankotsu. Y Renkotsu alzaría una ceja, y diría con prepotencia: Eres realmente una mujer realmente débil, para ser digna de pertenecer a nuestra familia. No ninguno de ellos le diría algo que de verdad pudiera levantar sus ánimos.

Algunas lagrimas salieron nuevamente al pensar en eso, no podría permitirse llorar y dejar que se corriera el maquillaje, por otra parte si eso ocurría y su padre veía las marcas, podría imponerse y llevársela con él al palacio del Norte nuevamente junto con Kagome su corazón se acelero de emoción ante este pensamiento, y sin más corrió hasta su antigua habitación para limpiarse un poco el maquillaje, pero se detuvo a medio camino al recordar las palabras de Kagura. Si todo salía mal y su padre no pedía que ella regresara, toda su vida empeoraría, un sollozo se escapo de sus labios ante esta revelación.

Estaba entre la espada y la pared.

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Justamente cuando pensó que todo estaba perdido vio a su padre salir de uno de los pasillos, y pareció aliviado de verla o esa sensación le dio a ella.

-Te estaba buscando he pedido a Naraku, la autorización para hablar a solas contigo.- la joven se vio infinitamente esperanzada, y deseo que las lagrimas derramadas hace unos minutos hubieran eliminado satisfactoriamente parte de su maquillaje.

Entrados los dos en una de las mejores habitaciones del palacio, Suikotsu le dirigió una de sus miradas penetrantes, y volvió a encogerse a sí misma, con la imponente figura de su padre, del cual ahora sabía que había más que un poderoso terrateniente, sino que también un temible mercenario.

Su padre la tomo de las muñecas y sin más levanto las largas mangas de su kimono revelando las obvias marcas que los grilletes habían dejado en su piel, sin decir nada la acerco mas a él, movió su cuello y vio igualmente los destrozos que los afilados dientes del hanyou había dejado en este.

-Los rumores entonces son ciertos.—menciono mientras se alejaba de ella.—No me sorprende mucho, encerrada en los calabozos desde hace mas de cinco meses, dicen los rumores Rin, descubierta en adulterio por un hombre desconocido, ¿es cierto?.—la joven parpadeo, al escuchar la frialdad en las palabras de su padre. Intento excusarse o mentirle del último comentario pero la mirada de este la detuvo.

-No me interesa realmente si eso es o no cierto, Naraku parece no haber cambiado de parecer y tu seguirás aquí cuidado que así sea, no es mi problema si estas sufriendo, esto lo has buscado tu sola, sea o no verdad si lo engañaste.—continuo, mirándole de reojo.—Fuiste tan descuidada para que se crearan esos rumores, haz entonces de afrontarlos, con la boca cerrada.—termino y sin decir nada mas la dejo con los ojos llenos de lagrimas en aquella lujosa habitación, a su suerte. Cualquier esperanza de que su padre, "el temible mercenario" o "el terrateniente de acero" la salvara se fue con las brisas otoñales.

Continuara…

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Naturalmente este capítulo ha sido uno de mis favoritos, creo que en esta oportunidad todo se está dando por el camino que yo deseaba originalmente, y espero de verdad que ustedes les haya gustado igual que a mí el resultado final. Son exactamente las 12: 36 am del 31 de diciembre y acabo de terminar este capítulo el cual espero que hayan disfrutado.

Se quedo algo gris y todo esto está empeorando para Rin, pero nuestra chica es fuerte esperemos que todo salga bien, y con respecto a Yaken , no se ustedes pero yo tengo unas ligeras ganas de arrancarle el pescuezo por no dar los informes correctos, si el supiera ufff.

Bueno como siempre un agradecimiento a todas las chicas que me comentaron el capitulo pasado, espero que tengan un feliz año nuevo y me dejen de regalo su review ¿si? Hagan feliz a esta triste autora, y que lleguen los comentarios hasta la edad de mi mamá u.U

Sayonara….

Próximo Capitulo: El daiyokai y el hanyou IV