El Cazador de Sombras fue la primera historia que escribí, El Reinado del Miedo la segunda. Han pasado muchos años desde entonces, pero siempre tuve la idea de que una tercera parte podría ser posible, una tercera parte tan extensa como las dos primeras. Jamás me tomé el tiempo necesario para materializar esta idea, ya que no sé si habría alguien dispuesto a leerla. Por eso es que he creado estos tres nuevos anexos que sirven como introducción a la que podría ser una tercera saga. Si han llegado hasta aquí me gustaría que fueran ustedes quienes decidan si vale la pena comenzar a escribir esta nueva aventura. Muchas gracias, espero que disfruten de este Anexo.

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Anexo 7: La Casa de Blanco y Negro

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—Nunca había visto algo como esto…— murmuró Philionel, con una mezcla a partes iguales de asco y asombro.

Lina lo miró de reojo. No podía menos que coincidir con el rey de Saillune. Ella tampoco había visto nada semejante.

El cadáver yacía retorcido en la hierba húmeda del bosque, con los miembros horriblemente arqueados. A simple vista parecía como si lo hubieran… ¿hervido? En realidad, no era nada fácil describir el estado en que se encontraba aquel cuerpo. Se trataba de un hombre, eso era seguro, pero no era posible aseverar si había sido joven o anciano, delgado o robusto, de tez clara u oscura. La piel estaba reseca y marchita como un pergamino viejo, y había adquirido un desagradable tono terroso, entre gris y marrón. Las venas podían verse claramente por debajo, negras y abultadas. El rostro no era más que una calavera con una delgada máscara de piel agrietada sobre el hueso. Las cuencas vacías parecían observarla en una súplica muda.

Lina se arrodilló junto al cuerpo para examinarlo mejor. Era noche cerrada y las antorchas a sus espaldas no iluminaban bien el claro en el bosque. Por el contrario, creaban unas sombras alargadas y ondulantes que le ponían los pelos de punta. Era como si las ramas de los árboles y las hojas de los arbustos se transformaran de repente en grandes zarpas que se extendían hacia ella. Contuvo un escalofrío, volcando su atención en el cadáver.

—No veo marcas de dientes o zarpas, ni ninguna herida visible… Tampoco hay olor a descomposición, aunque es evidente que lleva un tiempo aquí. Justo como los otros dos cuerpos que nos mostraron en el pueblo.

—Claramente no es obra de un animal—dijo Philionel, frunciendo sus pobladas cejas— ¿Existe algún hechizo capaz de hacerle esto a un hombre?

—Conozco hechizos de magia negra que podrían arrancarle la carne de los huesos a una persona, y conjuros shamánicos que reducirían a cenizas un muro de piedra, pero no, no sé de ningún tipo de magia que pueda hacer algo como esto. Es extraño. La piel y la carne están resecas y consumidas, pero aun así conserva buena parte de sus fluidos.

—Sí, las venas pueden verse con claridad. Están hinchadas y negras. Sangre completamente coagulada, justo como los otros.

—Ajá. Eso más la ausencia de marcas en el cuello y en la nuca descarta la posibilidad de que se trate de un vampiro.

Lina se levantó, sacudiéndose el polvo de los muslos. Miró por encima del hombro al grupo de aldeanos a sus espaldas, los cuales sostenían las antorchas que iluminaban la macabra escena. Eran seis, cinco hombres adultos y un muchachito. Todos guardaban una temerosa distancia. No era para menos. Lina había visto a muchos hombres asustados antes, en multiplicidad de ocasiones, y no necesitaba mirar demasiado para advertir lo atemorizado que estaba su pequeño público. Varios hicieron señas para espantar al mal y a los demonios cuando se volvió hacia ellos.

— ¿Alguno de ustedes sabe quién era este hombre?

Nadie dijo nada.

—Por favor—insistió—Es importante que lo sepamos para saber qué paso aquí.

Uno de los aldeanos, un sujeto alto de rostro chupado, se adelantó un paso, inseguro.

—Era el viejo Harris—murmuró, señalando una de las manos del muerto—Siempre presumía de cómo se había ganado ese anillo en una partida de cartas.

—Cuéntenme de nuevo como fue que lo encontraron. No escatimen en detalles.

—Pues…veníamos de vender parte de la cosecha en la ciudad—señaló una carreta donde aún había restos de trigo. Un par de perros sollozantes se ocultaba debajo—Uno de nuestros sabuesos pareció olfatear algo extraño. Se puso como loco. Gimoteaba y no dejaba de gruñir y llorar. Tuvimos que obligarlo a seguir el rastro y…nos encontramos con el viejo Harris, en el mismo lugar en el que está tirado ahora. El alcalde dio la orden de que se le avisara a usted y a su compañero de cualquier cosa importante que encontráramos, así que…aquí estamos.

—Ya veo… ¿Y cuándo fue la última vez que vieron al viejo Harris?

—Hace unos tres días. Había salido a cazar y a buscar madera en el bosque.

— ¿A nadie le llamó la atención que no regresara al pueblo luego de tres días?

—Harris era un gran cazador—el aldeano negó con la cabeza, mirando inseguro hacia los lados—A veces se internaba una semana entera en el bosque, y luego volvía con carnes y pieles. Él conocía a la perfección cada metro de este bosque y sus alrededores. No nos imaginamos que le puede haber hecho…esto.

"Ni yo" pensó Lina, pero se abstuvo de decirlo en voz alta. Los habían contratado a ella y a Phil para acabar con lo que fuera que estuviera matando a la gente de Medelt, no podía mostrarse dubitativa.

—Tal vez sea la falta de luz—comentó de repente Philionel—Pero no veo ningún indicio de ataque en los alrededores.

—Mmmm…no sabría decirlo. Está muy oscuro.

—Sí, y por experiencia sé que no conviene estar dando tumbos en la oscuridad. Tal vez convenga continuar revisando el lugar cuando ya haya amanecido—Philionel señaló el cuerpo con un ademán—Ya hemos encontrado suficiente por hoy…

—Sí—Lina tragó saliva—Suficiente… Volvamos.

—Disculpen, señores…—el aldeano del rostro chupado se acercó un poco más—Pero no podemos dejar al viejo Harris aquí. Debemos entregarlo a su familia para que le dé sepultura según la tradición.

Lina asintió con la cabeza. Pese a las palabras de su portavoz, los aldeanos se miraron entre si durante un instante, asustados, pero finalmente accedieron a envolver el cuerpo en una gastada manta, subiéndolo al carro. Lina aprovechó para acercarse a uno de los árboles que rodeaban el claro, trazando un signo en el aire con los dedos. Una profunda cruz se marcó a fuego por si sola en el tronco. Lina asintió levemente. Aquella marca mágica bastaría para relocalizar el lugar al día siguiente. Luego de eso, siguió a Philionel y al resto del grupo de vuelta hacia el pueblo de Medelt, uno de los incontables asentamientos que integraban la campiña de Ruvinagardo.

"Tres muertos en menos de un mes…" se dijo a sí misma "Y de nuevo en el sur… ¿Qué rayos está sucediendo aquí?"

La república de Ruvinagardo formaba parte de la Alianza de los Estados Costeros, un país ubicado en la costa sureste del continente. Lina aún seguía necesitando dinero para saldar sus deudas en Elmekia, de manera que, luego de sus aventuras en Solaria con el dragón y el molino, había decidido encaminarse de nuevo hacia la Alianza en busca de trabajo. Por alguna razón que no terminaba de entender, en los últimos meses los ataques de demonios y otras bestias se habían hecho frecuentes allí.

Ahora, lejos de mejorar, las cosas habían empeorado. Las recompensas por todo tipo de criaturas y engendros eran cada vez más comunes. Recién había terminado de acabar con un Brass Demon que aterrorizaba a una aldea cercana cuando se topó con Philionel. Al parecer el buen Phil había decidido volver a los caminos a hacer justica, como en los viejos tiempos, y sus pasos lo habían llevado hasta la misma aldea. Lina se le había adelantado al liquidar al Brass Demon, pero el rey de Saillune tenía noticias sobre un nuevo contrato del que ella no había oído hablar. El alcalde de Medelt había hecho correr la voz de que pagaría mil coronas al valiente que acabara con la bestia que ya había asesinado a dos personas en las afueras del pueblo. Philionel no estaba en aquello por el dinero. Al igual que su hija Ameria, lo suyo era repartir justicia y proteger a los débiles sin esperar nada a cambio. Eso lo hacía un compañero perfecto de aventuras, obviamente, de modo que Lina aceptó al instante su propuesta de acompañarlo a Medelt.

Así que allí estaban, de cabeza en algo que no pintaba para nada bien. En los contratos anteriores siempre resultaba simple deducir lo que estaba sucediendo. No por nada le decían la Mata Demonios. Tenía experiencia y sabía lo que hacía y a que se enfrentaba. Ahora en cambio…

—Aquí estamos.

Medelt se alzaba a poco más de tres kilómetros del bosque. No era un pueblo demasiado grande. A ojo, unas trescientas personas debían vivir allí. Se trataba de un amontonado conjunto de calles de tierra en torno a una plaza central, todo ello rodeado por casas bajas de roca y madera. Por cada tejado con tejas cocidas de buena calidad, debía haber otros cinco de paja, hierba trenzada o madera. El asentamiento estaba bordeado en su totalidad por una rústica empalizada, cuya puerta de entrada era vigilada por un grupo de hombres armados. Un par de antorchas brillaban a ambos lados de la puerta, manteniendo a raya la oscuridad de la noche. Uno de los guardias entrecerró los ojos al verlos acercarse por el sendero, escudriñando las sombras.

— ¿Quién va?

—Somos nosotros—contestó Philionel, alzando un puño.

—Ah, son los caza recompensas… ¿Y bien? ¿Qué han encontrado en el bosque?

—Otro muerto—Phil sacudió la cabeza, agitando sus largos mostachos—Asesinado de la misma forma que los dos anteriores.

Los guardias se miraron entre sí, inquietos. Uno de ellos cruzó los dedos en un extraño signo. Lina no reconoció la señal, pero supuso que debía ser una de las tantas cábalas contra el mal comunes entre el populacho.

—Esa maldita bestia…—gruñó el guardia, abriendo la basta puerta de troncos—Será mejor que pasen. El señor Brandon los espera.

Lina alzó un poco las cejas. Era más de medianoche. No se esperaba que el alcalde Brandon, su empleador, siguiera despierto a esas horas. Pero sin duda lo estaba. Su despacho, un edificio achaparrado de dos plantas, se alzaba justo en frente de la gran plaza central del pueblo. La luz de las velas y el hogar podía verse a través del cristal de las ventanas. Lina y Philionel se despidieron de los aldeanos que los habían guiado hasta el cuerpo y llamaron a la puerta.

—Adelante—ordenó una voz firme del otro lado.

El despacho era austero, pero el suelo de madera estaba limpio y las estanterías ordenadas. Un gran hogar de piedra se ubicaba justo enfrente de la puerta, a un lado de la mesa donde el alcalde revisaba una pila de papeles. Alzó sus ojos claros hacia ellos, sonriendo afablemente. Era un hombre de unos cuarenta años, alto y fornido, muy bien conservado. Tenía la nariz afilada, los pómulos marcados y una mandíbula cuadrada que adornaba con una corta barba castaña. Se acercó a ellos con paso firme y erguido, alisándose la raya al costado de su cabellera.

—Señorita Inverse, señor Philionel, tomen asiento por favor.

Lina le echó un vistazo a la mesa mientras acomodaba la silla para sentarse. Varios documentos con el sello oficial de la República de Ruvinagardo se repartían por el escritorio. Pago de tributos, seguramente. El alcalde Brandon se sentó al otro lado de la mesa, soltando un suspiro de cansancio. Tenía la basta camisa de lino arremangada hasta los codos. Tanto sus manos callosas como la tela estaban llenas de manchas a medio limpiar de polvo, pasto y barro.

Luego de tantos y tantos años en el camino, Lina había aprendido a clasificar en dos posibles tipos a los alcaldes de pueblos pequeños como Medelt. Unos eran unos sujetos en pésimo estado físico, de aspecto nervioso, los cuales se mostraban serviciales ante todo el mundo pero siempre terminaban obrando en propio beneficio. Era común verlos con ropas elegantes y grandes casas cuando el resto de los aldeanos tenían apenas lo necesario para vivir. Los otros en cambio eran hombres que habían crecido trabajando la tierra; hombres que sabían lo que era madrugar todos los días para ganarse el pan. El hecho de haber escalado en la jerarquía social no parecía quitarles la costumbre de trabajar en el campo, aparte de en la administración del pueblo. Trataban de igual a igual a los campesinos y vivían del mismo modo que ellos. Evidentemente, Brandon pertenecía a esta segunda categoría.

—Creo que traen malas noticias, ¿no es así, amigos?

—Los comerciantes hallaron un cadáver de camino hacia el pueblo—Lina se cruzó de brazos con gesto sombrío—Lo hemos examinado y no hay la menor duda de que murió del mismo modo que los otros dos.

El alcalde torció los labios en una mueca de dolor.

—Es el tercer muerto en menos de cuatro semanas…Díganme, ¿pudieron identificarlo?

—Los comerciantes dijeron que era un hombre llamado Harris.

—El viejo Harris…uno de nuestros mejores cazadores. Un hombre que conocía como nadie el bosque y sus peligros.

—La gente entrará en pánico si se entera—señaló Lina—Ya bastante asustada está sin saber que alguien que conocía bien el bosque murió al internarse en él. Creo que deberíamos ser discretos con la información.

—Eso quisiera—Brandon sacudió la cabeza—Pero conozco a la esposa de Harris desde hace años. No puedo ocultarle la muerte de su marido.

—Y si ella se entera el resto del pueblo también lo sabrá…

—Así es, pero confío en que el hecho de haberlos contratado contribuya a calmar un poco a la gente. Después de todo, se trata nada más y nada menos que de la gran Lina Inverse y de Philionel de Saillune. Su fama los precede.

—Por supuesto.

—Ahora cuéntenme… ¿Qué fue lo que hallaron? ¿Tenemos alguna pista esta vez?

—Las heridas eran exactamente las mismas que habíamos visto antes—informó Philionel—Sin embargo no parecía haber ningún rastro del atacante. Al menos a simple vista. La oscuridad no ayuda mucho.

—Hemos decidido regresar al bosque en cuanto amanezca—dijo Lina—Confiamos en encontrar algún rastro de lo que sea que haya hecho esto.

—Rezo porque sea así…—el alcalde apoyó los codos sobre la mesa, masajeándose las sienas con la yema de los dedos. De repente parecía sumamente cansado y abatido—Cuando encontramos a las dos primeras víctimas en el bosque yo mismo lideré las expediciones para encontrar al asesino, fuera bestia u hombre. Aparte de granjero, en tiempos también fui cazador y leñador. Conozco el bosque y sé cómo moverme en él. Sin embargo, no encontré absolutamente nada…aparte de los cuerpos, claro. Ni una pisada, ni una rama quebrada, ni el más mínimo rastro de que alguien atacó allí a esa pobre gente. Era como si los cuerpos simplemente…hubieran aparecido de la nada en el bosque. Pero bueno, en realidad no soy un rastreador nato ni un experto en criaturas sobrenaturales—les sonrió tristemente—Por eso es que decidí contratar a verdaderos profesionales.

—Y no se arrepentirá—Lina le devolvió la sonrisa—No se preocupe, señor alcalde. Haremos nuestro trabajo. Encontraremos a quien sea que haya hecho esto, hombre, bestia o demonio. Mientras tanto, sería sensato ordenar que nadie entre en el bosque hasta que terminemos.

—Así se hará. La seguridad de mi gente depende de ello. …—la expresión de abatimiento en el rostro de Brandon se acentuó—Hace ya más de quince años que se me nombró alcalde de Medelt, pero nunca dejé de ser un granjero más. Los tres hombres que murieron eran amigos míos. Conozco a toda la gente de este pueblo, y es muy duro ver como alguien con quien has trabajado toda tu vida muere de una forma tan horrible… Es duro ver como tus hijos, tus amigos, tus vecinos, toda la gente que conoces, es consumida por el miedo y la desesperación. Desde que hallamos el primer muerto, son pocos los que se atreven a salir a arar los campos, y por supuesto nadie puede entrar al bosque, nuestra principal fuente de maderas y de caza. Si no acabamos con esta bestia cuanto antes todo Medelt sufrirá—alzó la vista hacia ellos—No puedo permitirlo.

Lina sonrió. Le gustaba esa mirada. Fuerte, decidida. Aquel era un hombre que se preocupaba por sus semejantes; un hombre dispuesto a todo por proteger a los suyos. Había una importante recompensa en el medio, pero más allá de eso siempre era un gusto hacer un trabajo que ayudara a gente honrada como Brandon. Se levantó y asintió firmemente con la cabeza. Philionel la imitó.

—Tenga por seguro, señor alcalde, que nosotros tampoco lo permitiremos.

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El bosque parecía mucho menos amenazador bajo la pálida luz del amanecer. Extensas alfombras de hierba verde, tierra negra y piedra gris se extendían ante ellos; todo cubierto por el mullido techo de ramas y hojas que los árboles formaban sobre sus cabezas.

Lina pasó su mano enguantada por la húmeda corteza de un roble, soltando un largo bostezo. Había dormido mucho menos de lo que le habría gustado. Cuando el implacable Philionel fue a buscarla a su cuarto en el Zorro Rojo, despertándola a voz en grito, le pareció que solo habían transcurrido unos minutos desde que se acostó. De todos modos, las pocas horas que había dormido habían estado plagada de sueños macabros; sueños llenos de cadáveres de piel marchita que extendían sus manos muertas hacia ella…

Sacudió la cabeza, restregándose los ojos con los nudillos. Había hecho cientos de trabajos como aquel en el pasado, de pueblo en pueblo, contra bandas de forajidos que amenazaban a las pobres gentes o monstruos y criaturas demoníacas que las devoraban, y siempre había salido victoriosa. No por nada era la famosa Lina Inverse, la Asesina de Ladrones, La Mata-Demonios. No obstante, no recordaba haber tenido un caso tan complicado y confuso antes. Sin una pista clara aún, el panorama en Medelt resultaba bastante desolador, por decirlo de alguna manera. Aun así, no tenía pensado dejar que eso la desanimara. Nunca lo hacía. Descubriría lo que había sucedido allí como que se llamaba Lina Inverse.

— ¡Descubriremos lo que ha pasado aquí como que me llamo Philionel de Saillune!—Philionel señaló con el dedo índice hacia el infinito, en una pose que recordaba mucho a cierta princesa— ¡Ya sea una pérfida criatura o un vil hechicero, someteremos al culpable de estos crímenes al incorruptible mazo de la justicia!

Lina sonrió un poco, mirando al robusto hombretón a su lado. Pese a los años transcurridos, Philionel seguía igual que siempre. Incluso su aspecto físico era casi el mismo. Ya comenzaba a peinar algunas canas en su cabellera y en sus largos bigotes negros, pero todavía era el mismo hombre corpulento, musculoso e imponente. A lo que no estaba habituada, eso sí, era a verlo sin sus regias ropas de monarca. Phil había reemplazado las sedas blancas por un grueso chaleco de cuero negro lleno de hebillas y correas. Debajo lucía una camisa de tela basta, sin adornos, al igual que sus pantalones y sus botas cortas. Una amplia capa gris humo le cubría las espaldas, cruzada en diagonal por un espadón a dos manos.

"Así que aquí estoy, en medio de un bosque cualquiera, hombro con hombro con el rey de una de las naciones más poderosas del mundo. Otra vez…"

Para Lina había sido toda una sorpresa encontrárselo en la aldea donde cumplió su anterior contrato, unas tres semanas atrás. Luego de entregar la cabeza del Brass Demon que había estado aterrorizando a aquella pobre gente, Phil apareció allí, de la nada, preguntando si había trabajo para él. Había sonreído de oreja a oreja al verla, envolviéndola en un abrazo que casi le parte la columna por la mitad. Después de eso ya lo tenía a su lado listo para acompañarla en su viaje, como si se hubieran visto el día anterior. Era bastante extraño, pero Lina optó por no hacer demasiadas preguntas. Después de todo, no era la primera vez que Phil sucumbía a sus irresistibles deseos de hacer justicia, marchando en busca de aventuras hacia donde su caballo lo llevara. Sin embargo, lo extraño era que por primera vez estaba en uno de sus viajes justicieros siendo el rey de pleno derecho.

Como era de público conocimiento, el padre de Phil, el viejo rey Éldoran, había muerto hacía poco más de un año. Si bien, en la práctica, Philionel se venía haciendo cargo de la dirección de Saillune desde hacía muchos años, Lina no estaba del todo segura de que tan correcto era que ahora, recién formalmente coronado y ungido rey, abandonara su país para vivir aventuras. De hecho, casi no habían hablado de ello desde que se encontraron.

"Bueno, tampoco es que importe demasiado"

Siempre era mejor viajar acompañada, y Philionel era un gran amigo al que hacía mucho que no veía. Además de que llevaba mucho dinero encima, eso también era más que bienvenido…

— ¡No pienso permitir que el culpable escape impune de tan horrendos crímenes!—seguía Philionel, totalmente metido en su clásico papel de justiciero. Desenvainó el espadón que llevaba a la espalda, agitándolo sobre su cabeza— ¡Ya puede venir el responsable a hacerme frente! ¡Ni siquiera un demonio será rival para el filo sagrado de esta espada!

Lina estaba a punto de decirle que se callara de una vez, pero entonces vio el arma que el rey agitaba como un loco sobre su cabeza. Aquella no era una espada ordinaria. Para nada. La empuñadura era de viejo cuero negro, sin adornos en los gavilanes, pero la hoja era algo completamente distinto. El metal era de un gris muy oscuro, con extrañas ondulaciones; nada que se pareciera al acero común y corriente. Los bordes correspondientes a ambos lados del filo brillaban con un deslumbrante tono plateado.

Lina sabía lo suficiente como para entender qué era lo que estaba mirando. La hoja de aquella espada estaba hecha de orihalcón. Eso por si solo le daba un valor incalculable. El orihalcón era un metal rarísimo, más valioso que el oro y más resistente, flexible y maleable que el mejor de los aceros. Pero eso no era lo que lo hacía tan codiciado. El orihalcón era el único material conocido completamente inmune a la magia. Esa cualidad hacía que una espada como esa fuera capaz de desviar y tal vez incluso bloquear hechizos, fuego de dragón, el aura maligna de un demonio y cualquier otro ataque basado en algún tipo de energía mágica. Los filos del arma eran diferentes. A simple vista parecían estar recubiertos de plata, aunque por el potente brillo Lina supuso que debía tratarse de alguna aleación de plata meteórica, mucho más rara, resistente y cortante que la plata ordinaria. Esto le confería un filo capaz de dañar más gravemente a monstruos y criaturas mágicas. A su vez, una hilera de complejas runas y glifos Shamánicos cubrían el largo de la hoja, desde la punta hasta la empuñadura. Reconoció la escritura al instante. Eran poderosos conjuros astrales utilizados en amuletos y pentagramas contra demonios. Grabados en una hoja de orihalcón con filo de plata meteórica, aquellos glifos convertían la espada en una excelente arma contra monstruos y mazokus.

"Y en una verdadera fortuna. Ese pedazo de metal vale más que todo lo que hay en Medelt junto…incluyendo el valor de las tierras."

Intentó no babear ante el pensamiento.

— ¿De dónde rayos sacaste esa espada?

Philionel interrumpió su perorata. Miró la espada con orgullo antes de devolverla a su vaina con un ágil molinete.

—Así que lo has notado, ¿eh, Lina?

—Una hoja de orihalcón puro con un filo revestido de plata meteórica. Como para no notarlo.

—Tienes buen ojo.

—Me enorgullezco de ello.

—No tanto como yo me enorgullezco de esta espada—Philionel dio una cariñosa palmada a la empuñadura—Fue forjada en los tiempos de la fundación de Saillune por el Gran Maestro Herrero, y luego bendecida por los sacerdotes-magos del Primer Templo de Ceiphied, quienes grabaron los hechizos protectores en su hoja. El primer rey de Saillune fue su dueño, y se ha transmitido de padre a hijo desde entonces. La llaman Sangre Negra, ya que ha probado la sangre de cientos de malvados demonios. ¡Y ahora ha llegado mi turno de empuñarla!

— ¿Sangre Negra? Para ser una espada tan excepcional jamás había oído hablar de ella antes. Tampoco te vi nunca llevándola.

—No me extraña. Esta espada ha pertenecido siempre al rey de Saillune, sin embargo hace siglos que solo se utiliza en forma ceremonial. Debido a la política e ideología pacifista que mis nobles ancestros instauraron, Sangre Negra no prueba verdadera sangre desde hace generaciones. Si no me viste antes con ella es porque pertenecía pura y exclusivamente a mi padre. Jamás me hubiera atrevido a reclamarla para mí—Philionel desenvainó la espada, visiblemente emocionado otra vez—Esta arma reposaba al pie del lecho de mi padre, el gran Éldoran, cuando su brillante luz se extinguió… Pero ahora me pertenece por derecho, como su heredero… ¿y qué mejor espada que esta para acompañarme en mi sagrado viaje? ¿Qué mejor arma para que el portador de la justicia reparta su don? ¡¿Qué mejor hoja para liberar del yugo de la opresión a aquellos pobres desamparados?! ¡¿QUÉ MEJOR ESPADA PARA…?!

—Ahhhh pero cuanto había extrañado esto…—gritó Lina, haciéndose oír por encima del discurso de Philionel—Nada me hace sentir tanto como en los viejos tiempos que el pomposo discurso de un Saillune…

Philionel carraspeó, sonrojándose un poco.

—Bueno, es una gran espada. Desde que la empuño me ha salvado la vida en más de una ocasión. En cuanto a mis discursos…

—…me hacen sentir como en casa—Lina sonrió alegremente—Es bueno volver a estar en el camino contigo, Phil. Te he echado de menos. Hacía mucho que no nos veíamos.

— ¡Ja! Sí, mucho tiempo, en efecto. ¿Tres, cuatro años?

—Creo que sí. La última vez fue en la boda de Ameria y Zel, luego de la batalla con Dolphin.

—Ahhh…la boda—Philionel soltó un largo suspiro, sonriendo con añoranza—Que gran, gran, día fue ese…

Sin duda lo había sido. Lina lo recordaba a la perfección. De repente sus pensamientos se alejaron de la increíblemente valiosa espada de orihalcón y las mil formas que tenía de robársela. Estaba en otro lugar, a muchas leguas y años de allí, en el lejano y querido reino de la Magia Blanca. Luego de la batalla final con la Señora del Mar Profundo, ella y Gourry habían disfrutado durante varios meses de la generosa hospitalidad de Saillune. La boda entre sus amigos se había celebrado en esos días. Fue un acontecimiento grandioso. Aún podía ver con toda claridad el hermoso vestido blanco de Ameria, adornado con hilo de oro y diminutas rosas de plata. Podía ver la túnica azul de Zelgadiss, con la ornamentada espada de ceremonias al cinto y el escudo de la casa real en la pechera.

La boda se había celebrado en uno de los enormes jardines colgantes del palacio, con la nobleza aplaudiendo plácidamente en las largas mesas de invitados y el pueblo rugiendo en aclamaciones debajo, amontonados en las plazas y en las calles, clamando por los príncipes que habían salvado su ciudad de las garras de Dolphin. Ameria la había abrazado entre lágrimas, mientras Zel soportaba estoico las palmadas en la espalda de Gourry, Philionel y sus antiguos camaradas de la Guardia Real y la Guardia Personal del Rey.

Todo había sido maravilloso. No solo la alegría desbordante de Ameria, que se contagiaba a todos, sino la genuina felicidad en el rostro de Zelgadiss. Ese día supo que, luego de tantos y tantos años de sufrimiento, su amigo finalmente había hallado la paz.

—Que gran día fue ese—repitió Lina, sonriendo ella también con añoranza—El día que el Reino de la Magia Blanca dio la bienvenida a sus nuevos príncipes. Aquella fue también la última vez que vi a Ameria y a Zel. Ahora lamento no haberles escrito más a menudo desde Elmekia… ¿Qué tal llevan la vida de casados, eh?

—Perfectamente. Esos dos siempre fueron el uno para el otro, lo supe desde el principio. Cuando me fui de Saillune Ameria llevaba ya cuatro meses embarazada. ¡En menos de medio año seré abuelo!

Lina abrió y cerró la boca, anonadada.

— ¿Qué?

—Que Ameria dará a luz a mi nieto de aquí a medio año—respondió Philionel, riendo orgulloso— ¡Y los sacerdotes han vaticinado que será un varón! ¿Te imaginas? ¡El pequeño Éldoran de Sail…!

— ¿Ameria está embarazada?

—Si…eso es lo que estoy diciendo.

— ¡¿Y nadie me lo informó?!—Lina agitó el dedo índice delante de la cara del rey— ¿A mí, a su mejor amiga?

—Tengo entendido que se enviaron cartas a tu residencia en Elmekia hace unos meses—Phil alzó una ceja con suspicacia—Evidentemente no estabas ahí para recibir la noticia. Seguramente el joven Gourry debe estar al tanto en este momento. Si leyó las cartas…

—Ah…claro…—Lina se ruborizó intensamente. Jampas se habría imaginado que estaría ausente para recibir semejante noticia—Pero…un momento… Si Ameria está embarazada… ¿qué estás haciendo tú aquí?

— ¿Mmm? ¿A qué te refieres?

— ¡A que tu hija está a punto de tener un bebé y tú estás aquí, jugando al caza-recompensas! ¡Eres su padre! ¿No deberías estar con ella y Zelgadiss? ¿No deberías estar gobernando Saillune?

—En primer lugar, no estoy jugando al caza-recompensas—Philionel parecía bastante divertido—Desde que partí de Saillune he liberado a cuatro aldeas del cruel yugo de las bestias y los bandidos, y no cobré ni una sola moneda por ello, a diferencia de otros…

—Oye, no todos tienen la suerte de ser el rey de uno de los países más ricos del mundo.

Philionel soltó una fuerte carcajada, apartando de un manotazo las ramas bajas de un árbol.

—En segundo lugar, querida Lina, tengo pensado estar de vuelta en Saillune antes de que Ameria dé a luz a mi nieto, eso tenlo por seguro.

— ¿Entonces esto de vivir aventuras y repartir justicia es solo algo temporal?

—Naturalmente. Solo quería recordar la libertad del camino y estirar un poco las piernas mientras aún soy joven.

— ¿"Joven"?—preguntó Lina en tono burlón.

—Relativamente. Por supuesto, no tengo intención de vivir de aventura en aventura hasta el final de mis días. De aquí a unos meses regresaré junto a mi hija, me ceñiré de nuevo la corona y gobernaré mi país. Y ya que hablamos de gobernar… ¡Ja! Tendrías que ver lo bien que se le da a eso a Zelgadiss.

— ¿Zelgadiss?—Lina parpadeó— ¿Gobernar? ¿Él?

— ¡Por supuesto!

—Pero si lo nombraste comandante de la Guardia Real. Lo recuerdo bien, fue el día que regresamos a Saillune y nos condecoraste por haber derrotado a Dolphin—Lina apartó una piedra del sendero de una patada—Buena jugada, por cierto. Con semejante cargo, Ameria no se casaría con un simple plebeyo, sino con uno de los líderes militares más importantes de todo el país.

—En efecto. Zel ejerció el cargo de comandante de la Guardia Real durante casi tres años, el suficiente para realzar su ya excelente reputación como soldado y estratega. Sin embargo, cuando tomé la decisión de salir de viaje, le ordené que dejara el cargo y comenzara a ocuparse de las cuestiones de estado. De eso hace un año, más o menos.

— ¿O sea que Zel ha estado gobernando Saillune en la práctica todo ese tiempo?

—Sí, él y Ameria—Phil le enseñó los dientes en una amplia sonrisa—Y fue una decisión acertada… ¡hacía tiempo que el reino no gozaba de tanta prosperidad! En tan corto lapso, mi hija y su esposo lograron incrementar los ingresos de la corona sin que ello supusiera una suba de los impuestos. Ya no hay déficit, los servicios públicos funcionan mejor que nunca y las cortes de justicia hacen justicia de verdad. ¡Si hasta el pueblo llano ha comenzado a llamar "Zelgadiss el Justo" a mi yerno!

— ¿"El Justo"?—a Lina le costaba creerse que alguien con el carácter de Zelgadiss pudiera ganarse un apodo como ese— ¿Lo dices en serio?

— ¡Claro que sí! Sabía que tomaba la decisión correcta al ponerlo al mando a él y a mi hija. Ambos han demostrado ser más que capaces. ¡Y el pueblo los adora!

A Ameria sí que podía verla ganándose el favor del pueblo, pues, más allá de su irritante tendencia a los discursos (costumbre heredada de su padre, qué duda cabía), la princesa de Saillune siempre había tenido don de gente, empatía y un gran corazón.

—Todavía no puedo creer que esté embarazada…—murmuró casi para sí misma—Cuando haya terminado estos trabajos en el sur tengo que ir a Saillune a verla.

—Serás más que bienvenida, como siempre. Solo espero que, ejem, hayas logrado saldar tus deudas de aquí a seis meses.

Lina torció la boca en una mueca de impaciencia. Como una buena idiota que era, le había dicho la verdad a Phil cuando le preguntó por qué estaba viajando sin la compañía de Gourry. Ahora, el rey de Saillune no paraba de recordárselo con sutiles comentarios como aquel.

—Estuve mal, lo admito. ¿Vas a seguir recordármelo a cada rato?

—Tal vez si me cuentas exactamente qué fue lo que sucedió…

— ¿Dejarás el tema de una vez?

—…yo mismo acceda a pagar a tus acreedores.

Lina abrió la boca para decir algo. La cerró. La abrió de nuevo, mirando indecisa a Philionel, y luego la volvió a cerrar. Finalmente sonrió de oreja a oreja como una idiota, echando a hablar con toda confianza.

—De acuerdo, ahí va la historia. Luego de que regresáramos de Saillune, tras la boda, Gourry y yo decidimos que no volveríamos a nuestra casa en Elmekia, sino que partiríamos nuevamente en busca de aventuras. Tal y como en los viejos tiempos.

—Eso oí. Cuando Lina Inverse está en el camino, tarde o temprano terminan llegando noticias de los líos en los que se mete.

—Tomaré eso como un halago—Lina se encogió de hombros—En fin, Gourry y yo estuvimos haciendo de caza-recompensas por unos dos años, más o menos. Luego decidimos volver a la bonita finca que habíamos comprado hacía tiempo en Elmekia. Habíamos acumulado muchas riquezas durante nuestros viajes, así que decidimos que nos asentaríamos por un tiempo. Un tiempo largo—soltó un suspiro, rascándose la cabeza—No fue lo mejor.

— ¿Por qué? ¿Qué sucedió?

—Sorprendentemente, Gourry supo administrar mucho mejor que yo su tiempo libre—Lina dio un puñetazo desdeñoso a un alto arbusto a un lado del sendero— ¿Puedes creerlo?

—Mmmm…la verdad es que no. ¿Gourry? ¿Qué fue lo que hizo?

—Teníamos dinero como para vivir tranquilos durante varios años, así que Gourry invirtió una pequeña cantidad en un taller de mantenimiento de espadas. Es un cabeza hueca, pero nadie puede negar que conoce su oficio. Al poco tiempo, ya tenía muchos clientes que acudían a él para mejorar el filo de sus armas, comprar piedras de amolar, cuero para empuñaduras y pequeños volúmenes que él mismo escribía con consejos para mantener una espada en óptimas condiciones—Lina sonrió con cierto orgullo—Le iba muy bien.

—Vaya, ¿quién lo hubiera imaginado del joven Gourry? Ejem, sin embargo, esto no explica por qué tú…

Lina lo atajó alzando una mano.

—A eso iba a llegar. Mientras Gourry encontró esta bonita forma de ocupar su tiempo libre, yo…emmm…digamos que no supe readaptarme tan bien como él a la vida fija en la ciudad. Teníamos mucho dinero, así que me confié y comencé a…apostar. También hice una serie de inversiones que no fueron tan rentables como la de Gourry…

— ¿Por ejemplo?

—Mmmm compré una cuadrilla de caballos de carrera. No les fue tan bien como me esperaba… Luego tuve que pedir algunos préstamos, pensando que las tasas de interés no me matarían. Tampoco fue así…

—Ya veo…—Phil se acarició sus largos bigotes con gesto pensativo— ¿Y no podías…digamos…"ahuyentar" a tus acreedores como sueles hacer?

—Hubiera sido genial—admitió Lina—pero se trataba de apuestas y de negocios legales, todo al amparo de la estricta legislación de Elmekia. Idiota de mí. ¿Desde cuándo me muevo legalmente en estas cuestiones? En fin, otros dos años después las deudas y sus malditos intereses estaban empezando a hacerse cada vez más grandes. Así que decidí ponerme a trabajar en lo que de verdad se me da bien: contratos de caza-recompensas.

— ¿Y Gourry nunca supo nada de esto?

—No…—Lina se sonrojó—Estaba tan feliz con su taller que no me atreví a decirle. De haberlo sabido habría intentado usar sus ingresos para pagar mis deudas, y no podía permitir algo como eso. Por otro lado, no quise despegarlo del nuevo trabajo que tanto disfruta, ya que si se lo contaba nada le hubiera impedido acompañarme en este viaje.

— ¿Qué hiciste entonces?

—Le dije que mis padres me habían invitado a pasar una temporada con ellos. Obviamente se ofreció a acompañarme, pero le dije que no se preocupara, y que siguiera enfocándose en el taller.

— ¿Una temporada? Eso es bastante tiempo.

— Sí. Logré convencer a los bancos de que me dieran un año de plazo para cancelar las deudas, así que confiaba en poder lograrlo antes y regresar con Gourry—Lina alzó las manos, derrotada—Y esa es mi historia. ¿Qué me dices, Phil? ¿Te sientes con ganas de ayudar a los necesitados?

El rey de Saillune se cruzó de brazos, sonriendo con gesto magnánimo.

—Vaya, jamás me imaginé que vería a la gran y orgullosa Asesina de Ladrones pidiéndome algo como esto.

—Lo estás disfrutando, ¿verdad? Vamos Phil, no te burles de mí. ¿Me ayudarás o no?

— ¿Cuánto dinero has logrado reunir hasta ahora?

—Mmmm cerca de la mitad de la deuda.

—Bien, haremos lo siguiente entonces. Cuando terminemos este trabajo, iremos a la sucursal más cercana del Banco Nacional de Saillune. De allí extraeremos la cantidad justa para pagar el resto de tu deuda…—Philionel le guiñó un ojo—…más otra pequeña cantidad que usarás para asentarte nuevamente en Elmekia junto a Gourry.

— ¿Lo dices en serio, Phil?—Lina se volvió hacia él con las manos entrelazadas y los ojos muy, muy, abiertos y brillantes— ¿Me harás ese gran favor?

—Solo si has aprendido la lección.

— ¡Claro que sí!—Lina se llevó una mano a la frente en gesto teatral—He aprendido la lección. ¡A partir de ahora prometo dejar a un lado las apuestas y la mala vida! ¡Seguiré el ejemplo de Gourry y sentaré cabeza con un oficio honrado!

Philionel se echó a reír.

—No hagas promesas que no puedes cumplir, mi querida amiga. Además, estoy bromeando. Pagaré con gusto tu deuda, sin condiciones, y, cuando hayamos terminado de hacer justicia en los caminos, regresaremos juntos a Saillune a ver a mi hija y mi nieto. ¿De acuerdo?

— ¡De acuerdo!—Lina chocó el dorso del antebrazo con el de Philionel— ¡Claro que acepto!

— ¡Ja! Ya no puedo esperar a que llegue el día ahora. ¡Mi nieto! ¡Ya puedo imaginármelo! De seguro Ameria y Zel querrán que seas la madri…—la gran sonrisa en el rostro de Phil se esfumó de repente—Oh…aquí estamos.

Lina volcó su atención en el irregular sendero que atravesaba el bosque. Habían llegado a un pequeño claro que se abría paso entre la maleza y la maraña de árboles. El tronco de uno de ellos estaba marcado con la cruz mágica que había hecho la noche anterior. La señal todavía brillaba débilmente, señalando el lugar donde habían hallado el cuerpo. Había algo en el suelo.

—Esto no estaba así anoche…—susurró Philionel.

La hierba donde había estado el cadáver del viejo Harris estaba oscura y podrida. De hecho, toda la naturaleza en torno a aquel lugar mostraba muestras de corrupción, como si alguien hubiera rociado la zona con algún líquido corrosivo. Lina se agachó junto a la hierba con el ceño fruncido. Salvo aquello, no parecía haber ningún otro signo de que allí habían matado a alguien.

—Es como si hubieran quemado el suelo…—reflexionó Philionel.

—No, esto es diferente—Lina arrancó un puñado de hierba y la desmenuzó entre los dedos—No está quemada…está muerta. Degradada. Mira.

Recogió una piedra cercana y se la arrojó a Philionel. El rey la atrapó al vuelo. Al segundo de hacerlo, parte de la piedra comenzó a deshacerse entre sus manos.

—Está como…hecha polvo.

—Como si se erosionara rápidamente, diría yo—lo corrigió Lina—Lo mismo pasa con la hierba. Está podrida, como si hubiera envejecido y muerto de repente.

— ¿Es eso posible?

—Solo a través de la magia…o a causa del aura maligna de un demonio.

"Un demonio tan poderoso como para dejar parte de su esencia corrupta en un cadáver".

—Tengo entendido que hay determinadas bestias que hacen un uso innato de la magia, ¿verdad?

—Sí. Los dragones y los garms, por ejemplo. Sin embargo, hay que descartar a cualquier animal, ¿recuerdas? Los cuerpos no presentaban ningún tipo de herida hecha por garras, dientes o fuerza bruta. Además, tanto esas criaturas como los mismos demonios dejan algún rastro allí por donde pasan—Lina señaló el terreno con un amplio movimiento del brazo— ¿Ves algo aparte de esta hierba podrida?

—No a simple vista—Philionel hizo tronar sus nudillos con gesto desafiante—Pero si hay un rastro lo encontraré.

Eso intentaron durante las tres horas siguientes. En al menos un kilómetro a la redonda, no hubo un solo rincón del bosque que no examinaran en busca de pistas; una pisada, una rama rota, un arbusto hecho a un lado, sangre, señales de arrastre de un cuerpo por la tierra, lo que fuera.

No encontraron absolutamente nada.

—Maldición…no hay nada… ¡Nada!—farfulló Philionel—Es como si el cuerpo se hubiera materializado por si solo aquí, en el medio del bosque. ¿Cómo puede ser posible?

—Nada no, Phil—Lina se mordió el labio, inquieta. No le gustaba en absoluto el tono que estaba tomando aquello—El hecho de que no hayamos encontrado ningún rastro supone algo…

— ¿A qué te refieres?

—A que nos estamos enfrentando a un ser consiente, un ser que sabe que debe borrar su rastro para que no lo encuentren y, lo que es peor, que tiene la habilidad necesaria para hacerlo así de bien…

— ¿Y qué ser es capaz de semejante cosa?—Philionel miró confundido la hierba ennegrecida a la que habían regresado luego de tres horas de búsqueda en vano— ¿Qué ser puede consumir a un hombre hasta matarlo y dejar así el suelo donde cae su cadáver?

"Te va a gustar la respuesta tan poco como a mí".

—Un hechicero que sabe hacer un uso exhaustivo de la magia…o un demonio.

—Un demonio…

—Sí. Y me inclino más por esa opción.

—Pero hace un rato dijiste que hasta los demonios dejan un rastro al atacar.

—Si…los demonios menores. Criaturas como los Brass Demons, o los demonios brownies, los cuales no se diferencian mucho de un animal o una bestia cualquiera. Toda la costa sur del continente se ha visto asolada en los últimos meses por este tipo de criaturas…pero esto es diferente—Lina clavó sus ojos anaranjados en el rey de Saillune—No hay muchas opciones. Solo un poderoso hechicero o un demonio puro, un verdadero mazoku de nivel, podría hacer algo como esto.

. . .

La cena era sencilla pero abundante. Cordero asado a la miel con puré de patatas bañado en mantequilla. Lina estiró el brazo por encima de la mesa, pinchando un nuevo trozo de carne con su daga. Del otro lado de la mesa, el alcalde Brandon le sonrió ampliamente.

—Me agrada ver que tiene tan…buen apetito, señorita Inverse.

—Es una forma amable de decirlo—murmuró Philionel, cortando con elegancia su porción.

—Cállate Phil. ¿Hay un poco más de este vino tan delicioso?

—Por supuesto—Brandon se volvió hacia su sonriente esposa—Vivienne, querida, tráenos otra botella de la despensa por favor.

Vivienne, una atractiva mujer de rostro dulce y largo cabello negro, asintió con una sonrisa.

—Enseguida cariño.

Detrás de ella, dos de sus pequeños hijos, unos niños de nueve o diez años, reían a carcajadas junto al fuego del hogar. La hija menor del matrimonio estaba sentada un poco más lejos, observando hacia la mesa con la pequeña carita fruncida.

— ¿Sucede algo, Sofie?—preguntó Vivienne, agachándose junto a la niña.

La pequeña negó con la cabeza lentamente, sin apartar la mirada de la mesa.

—Debe estar enfurruñada por algo que le han hecho sus hermanos—rió Brandon—Niños, ya les he dicho que no molesten a su hermana.

— ¡Pero si no le hemos hecho nada, papá!

—Sí, eso es lo que dicen siempre…—Brandon soltó un largo suspiro, volviéndose hacia Lina— ¿Tiene hijos, señorita Inverse?

Lina sintió que el rostro se le encendía hasta adquirir el color de una granada. ¿Ella? ¿Hijos?

—N-no, señor alcalde…

—Es una verdadera pena. No hay nada más importante para un hombre que sus hijos…—alzó un dedo con gesto alegre—…salvo tal vez la paciencia infinita que hace falta para criarlos.

— ¡Ja!—rió Philionel, que sabía a la perfección lo que era aguantar los berrinches de dos niñas pequeñas—Es lo más sabio y cierto que he oído en mucho tiempo. Brindo por eso, señor alcalde.

—Y yo—ambos alzaron sus copas con gesto alegre—Por nuestros hijos. Que los dioses les concedan vidas largas y plenas, y muchos nietos para nosotros. Oh, ahí viene el vino.

Vivienne se sentó a su lado y depositó un gran botellón verde sobre la mesa, descorchándolo con presteza. Lina estiró el brazo para servirse una copa. El vino era fuerte y dulce, de un color rojo como la sangre. Se lo llevó a los labios, intentando disipar su rubor. Había cosas más importantes que discutir que la maternidad. Miró al alcalde, sacudiendo suavemente su copa.

—Dígame algo señor Brandon… ¿Qué noticias ha tenido últimamente de los pueblos más cercanos a la costa?

— ¿Noticias?—el alcalde alzó las cejas— ¿A qué se refiere?

—A qué Medelt no es el primer pueblo de la Alianza en el que me he encontrado con este tipo de…problemas.

— ¿Ya había visto asesinatos como estos en otros pueblos?

—No…no, exactamente. Lo que quiero decir es que desde hace unos meses ha habido muchos ataques en toda la costa sur de la Alianza. En los casos en los que me involucré siempre terminó tratándose de algún tipo de criatura.

—Sí, lo mismo he visto yo—aportó Philionel—Vine al sur en primer lugar porque había oído rumores de muertes y desapariciones a lo largo de toda la costa. En mi caso, primero me topé con un grupo de bandidos que asolaba un pequeño pueblo pesquero, nada fuero de lo común. Pero en otras dos ocasiones fueron criaturas demoniacas de bajo nivel, aunque no por eso menos peligrosas—echó una mirada a su espada de orihalcón, colgada de un estante en la pared—Me vino muy bien contar con Sangre Negra, pueden creerme.

—Yo también había oído algunos rumores—reconoció Brandon—historias que me contaban nuestros comerciantes luego de visitar las grandes ciudades. Pero Medelt es un asentamiento aislado, nada extraordinario suele suceder aquí. Somos gente sencilla con vidas sencillas—soltó un largo suspiro, masajeándose las sienes con los dedos—Supongo que uno no da importancia a los rumores y a las habladurías hasta que comienza a sufrirlos en carne propia… Tres hombres muertos…por todos los dioses… Señorita Inverse, ¿cree que estos asesinatos están relacionados de algún modo con los otros ataques en los pueblos costeros?

"¿Lo están?"

—No sabría decirlo… No parece haber un motivo común para esta ola de violencia. Todos los casos que he visto parecían aislados. Simples criaturas que atacaban tal pueblo o aldea, siempre solas. Esto suele suceder de tanto en tanto, demonios menores o monstruos que deciden caer sobre los asentamientos humanos cercanos a sus guaridas. Ahora, por alguna razón que desconozco, los casos simplemente están aumentando en toda la costa sur.

—Y han terminado por alcanzar a mi pueblo…

Lina asintió con la cabeza, aunque había algo que se guardaba para sí misa, algo que comenzaba a inquietarla. Los primeros ataques de los que había tenido noticia habían sido en asentamientos pesqueros muy cercanos al mar, prácticamente sobre las playas. Allí había hecho sus primeros trabajos. Sin embargo, poco a poco los casos comenzaron a adentrarse hacia el interior del continente. Medelt era un clarísimo ejemplo. El pueblo estaba ubicado en la república de Ruvinagardo, la cual, pese a formar parte de la Alianza de los Estados Costeros, era un país que carecía de costa al no limitar con el mar en ninguna de sus fronteras.

"Parecen casos aislados, pero aun así es casi como si algo estuviera avanzando desde el Mar del Demonio hacia el interior…"

El caso de Medelt, no obstante, era totalmente distinto a cualquier cosa que hubiera visto hasta entonces. Alzó la vista hacia el alcalde. Debía explicárselo. Al fin y al cabo por eso estaban en su casa en esos momentos, compartiendo la carne y el vino. Luego de que volvieran de su expedición en el bosque, Brandon les había dicho que estaban invitados a cenar a su casa, con su mujer y sus tres pequeños hijos. Obviamente, no se trataba solo de la hospitalidad que le correspondía mostrar como alcalde del pueblo, sino también de la necesidad de saber que tal les iba con el trabajo por el que les iba a pagar.

—Tengo entendido que pasaron buena parte de la mañana investigando en el bosque—dijo el alcalde, pasándose una mano por la boca con gesteo nervioso.

—Sí, así es.

— ¿Y bien? ¿Tuvieron más suerte que la noche anterior?

—Me temo que las noticias no son buenas—se adelantó Philionel—No encontramos ninguna pista en el bosque…

— ¿Ninguna?

—No exactamente…—Lina hizo bailar el contenido de la copa en su mano—Encontramos dos cosas que creo que pueden sernos de ayuda.

—Hasta ahora no tenemos idea de que es lo que está matando a mi gente. Cualquier hallazgo, por pequeño que sea, es bienvenido. La escucho, señorita Inverse. ¿Qué han descubierto?

Lina bebió un largo trago antes de responder.

—En primer lugar, descubrimos que la hierba donde había yacido el cuerpo estaba completamente podrida.

— ¿Podrida?

—Seca, degradada—asintió Philionel—Y no solo la hierba. La propia tierra y las piedras cercanas estaban medio corroídas. No estaba así ayer.

—En los dos casos anteriores la hierba en torno a los cuerpos estaba un poco reseca—recordó Brandon—Pero nada que nos llamara la atención.

—Esta vez era diferente, puedo asegurárselo.

— ¿Qué creen que significa?

—Ya llegaré a eso—lo atajó Lina—Aparte de lo de la hierba, creo que no haber encontrado absolutamente nada también significa algo.

— ¿Qué cosa?

Lina se dio cuenta de que Vivienne escuchaba atenta la conversación. Del otro lado de la mesa, los dos niños jugaban ante a la gran chimenea de piedra. La chiquilla llamada Sofie seguía mirándolos seria e inexpresiva, con los grandes ojos azules clavados en la mesa. Lina se llevó un puño a la boca, carraspeando fuertemente. Lo que iba a decir a continuación no era nada agradable.

—Tal vez los niños deberían irse a dormir, ¿no le parece?

—Por supuesto—Brandon entendió al instante la indirecta—Vivienne, querida, ya es tarde. ¿Por qué no llevas a los chicos a la cama?

La esposa del alcalde asintió quedamente, echando hacia atrás la silla.

—Niños…

Lina esperó a que los pequeños abandonaran la sala antes de seguir hablando. Los dos muchachitos se levantaron entre risas del suelo, envolviendo a su padre en un escandaloso abrazo. Sofie en cambio se apresuró a tomar a su madre de la mano. Pasó junto a la mesa muda como una tumba, echándole una mirada de lo más extraña al alcalde. Clavó esa misma mirada en Lina antes de dejar la habitación junto a su madre y a sus hermanos.

"¿Pero qué rayos le pasa a esta niña?"

—La tierra donde encontraron al viejo Harris muerta, y una ausencia total de pistas aparte de eso—Brandon entrelazó los dedos bajo la barbilla, mirándola atentamente— ¿Qué significa todo esto?

Lina dejó escapar un largo suspiro.

—No es fácil de decirlo, así que seré directa… Lo más probable es que nos estemos enfrentando a un poderoso demonio, un verdadero mazoku de nivel medio o superior.

— ¿Un mazoku?—el alcalde palideció— ¿Está segura?

—Casi. Que no hayamos encontrado ni siquiera una miserable huella o marca en la escena, más el extraño estado de los cadáveres, me hizo descartar la posibilidad de que fuera un animal. La hierba y la tierra muerta terminó de confirmármelo.

— ¿Ya no estamos considerando la posibilidad de que sea un hechicero?—Philionel la miró—A la mañana comentaste que podría ser tanto un demonio como un mago poderoso.

—Si…pero la posibilidad de que sea un hechicero pierde fuerza al ver el aspecto de los cadáveres y el entorno. Es decir, es evidente que estamos tratando con un ser que conscientemente está ocultando su rastro, y que además lo hace a la perfección. Esto me hizo pensar que podría tratarse de un mago, ya que es posible ocultar mágicamente la presencia y el rastro, aunque hacerlo así de bien es algo asombrosamente difícil.

— ¿Tú podrías hacerlo? No conozco a nadie más versado en el uso de la magia que la gran Lina Inverse…

—Creo que podría hacerlo, pero nunca tan minuciosamente en un área tan grande. No deben olvidar que encontramos al viejo Harris bien adentro en el bosque, y en más de un kilómetro a la redonda no hallamos absolutamente nada que indicara que alguien lo atacó o lo llevó hasta allí—Lina sacudió la cabeza—Aún con todo mi conocimiento de la magia habría terminado dejando algún rastro en semejante espacio, de un modo u otro.

—Ya veo…

—Por otro lado estamos en Medelt, un pueblo bastante alejado de todo. ¿Cuáles son las posibilidades de que un archi-mago degenerado venga hasta aquí a hacer de asesino serial?

—Bueno…visto así…—Philionel alzó sus pobladas cejas—Tal vez el hecho de que sea un lugar tan apartado…

—No he terminado aún, Phil. Iba a hablar del cuerpo. La verdad es que no conozco ningún hechizo que pueda dejar a una persona en ese estado. Es posible incinerar a un hombre con magia Shamánica de fuego, o consumir su carne con magia negra, pero no sé de ningún conjuro que marchite la piel y transforme los fluidos corporales en gelatina. Además, el deterioro de la hierba en torno al cadáver, el cual se produjo luego de varias horas, tampoco es algo que la magia pueda hacer tan fácilmente. Los aldeanos también nos dijeron que Harris llevaba más de tres días desaparecido, sin embargo el cuerpo no desprendía ni el más leve olor a podredumbre—Lina alzó la vista hacia ambos—Solo el aura corrompida de un demonio puede consumir la naturaleza en tan poco tiempo, eliminando incluso las bacterias que provocan la descomposición. Un mazoku lo suficientemente poderoso como para dejar parte de su propia esencia maligna en el cadáver al que tocado.

—Al hablar de demonios no puedo evitar pensar en bestias enormes—dijo Brandon—Criaturas de ojos rojos y grandes cuernos que destrozan todo a su paso. ¿Cómo podría no dejar ningún rastro un ser así?

—Usted se está refiriendo a los demonios menores, mazokus de nivel bajo más enraizados en su forma física que en la astral. No se diferencian mucho de cualquier otra bestia salvaje. Los auténticos demonios, y aquí hablo de mazokus de un nivel superior, son seres básicamente incorpóreos. Tienen cuerpos astrales, no materiales, y si bien pueden manifestarse físicamente en nuestro plano, para ellos es fácil variar de una forma a otra, lo cual hace que puedan ocultar perfectamente su rastro cuando se mueven como entes espirituales.

—O sea que…

—Que lo más probable es que estemos lidiando con uno de ellos.

El silencio llenó la modesta sala de estar. Durante un buen rato no se oyó nada aparte del crepitar del fuego en el hogar.

—Un demonio…—susurró el alcalde, con la mirada perdida.

—Sí, un demonio…pero no hay nada que temer—Lina se señaló a sí misma con el pulgar, sonriente—Tengo un plan.

—Señorita Inverse… ¿se ha enfrentado a algo así en el pasado?

— ¡Ja! ¡No por nada me llaman la Mata Demonios! He destruido a muchos mazokus de nivel medio en mil aventuras—se cruzó de brazos en pose altanera—Incluso he acabado con algunos verdaderos reyes de los demonios, poderosos mazokus del más alto nivel. El mismísimo Shabranigudú y su lugarteniente, Phibrizzo, podrían dar fe de ello…si estuvieran vivos.

— ¿Ojo de Rubí? ¿El Amo de los Infiernos?—el alcalde Brandon estaba pálido del asombro y el miedo— ¿Entonces las historias son ciertas?

— ¡Claro que lo son! Repito, ¿por qué cree que me llaman la Mata Demonios? ¿Porque suena bien? ¡Nada de eso!

—Suele fanfarronear e hincharse como un sapo por muchas cosas—comentó Philionel, sirviéndose una copa—Pero en este caso lo que dice es verdad.

— ¡Yo siempre digo la verdad!

—Cuando te conviene…

— ¡Óyeme bien, bigotudo! ¡Tú n…!

—Ha dicho algo de un plan—los interrumpió Brandon— ¿Qué tiene en mente, señorita Inverse?

—Ah, claro, el plan—Lina volvió a sentarse, fulminando al rey de Saillune con la mirada—Estoy casi segura de que se trata de un demonio de gran nivel, y más segura aún de que puedo derrotarlo. Pero para eso tengo que encontrarlo primero. Ese es el verdadero problema.

— ¿A qué se refiere?

—Como expliqué antes, los demonios mayores pueden cambiar a voluntad de su forma astral a su forma física. Si un ser así no quiere ser encontrado, no tiene más que retirarse al plano astral. La verdadera dificultad, por lo tanto, reside en cómo dar con él.

—Ya veo… ¿Cuáles son nuestras opciones?

—Bueno, tengo entendido que las otras dos víctimas también fueron halladas en el bosque, ¿verdad?

—Así es, pero…

—Me juego lo que sea—lo interrumpió Lina—a que los tres hombres que murieron solían internarse muy adentro en el bosque, a veces durante días.

—Si… Los tres eran leñadores y cazadores que tenían esa costumbre. Vivían de eso.

—Exacto. Esto es lo que creo que pasó. Por algún motivo que desconozco, nuestro demonio ha escogido este bosque como refugio. He visto esto antes. Por lo general, los mazokus de alto nivel suelen ser leales subordinados de los sub-lords de Shabranigudú, pero a veces se dan casos de demonios que optan por recluirse y llevar una existencia solitaria. Creo que estamos ante uno de esos casos.

—Eso explicaría por qué asesinó a los que se adentraron tan profundamente en el bosque—aventuró Philionel—Estaban invadiendo su territorio.

— ¡Entonces bastaría con que no volvamos a entrar más al bosque!—exclamó Brandon, aunque enseguida se desanimó—Pero no…no podemos hacer eso… He ordenado que nadie entre de momento, pero el bosque es nuestra principal fuente de madera, frutas y caza. Además, hemos descubierto una vieja mina de hierro abandonada. No podemos sencillamente renunciar al bosque…

—De todas maneras no serviría de nada— Lina sacudió la cabeza—Los demonios son seres crueles y violentos por naturaleza, sí, pero además de eso se alimentan de las emociones negativas de la gente.

— ¿Emociones negativas?

—Claro. Odio, ira, tristeza…miedo. Que no le quepa la menor duda, señor alcalde. El mazoku mató tan violentamente a esos tres hombres por el pánico y el miedo que les provocó al asesinarlos. Por eso es que dejar de entrar en el bosque no solucionaría nada. Si lo hicieran, tarde o temprano el demonio comenzaría a atacar directamente el pueblo, provocando muertes y desgracias que potenciaran las emociones negativas que necesita—Lina recordó la inútil campaña de muerte con la que Deep Sea Dolphin había sumergido al mundo en el temor y la desesperación, todo para poder despertar uno de los fragmentos sobrevivientes de Shabranigudú—Eso es lo que hacen.

—Esto es terrible…—la conversación venía haciendo palidecer a Brandon, pero en ese momento su rostro tenía el color de la leche cortada—Señorita Inverse…hábleme de su plan. ¿Qué es lo que tiene en mente para evitar esto?

Lina se cruzó de brazos.

—Como dije antes, el problema no será derrotar al mazoku, sino encontrarlo. No sabemos dónde se esconde exactamente, más si ha optado por refugiarse en el plano astral. Así que si no podemos encontrarlo…

—…Haremos que el venga a nosotros—terminó Philionel.

—Exacto—Lina sonrió, volviéndose hacia el alcalde—Señor Brandon, necesitaremos un buen carro con provisiones, una tienda de campamento y herramientas de talar. Mi intención es entrar en el bosque como si tuviéramos la intención de pasar varios días en él. Una vez allí fingiremos trabajar como leñadores—la sonrisa se amplió en sus labios, desafiante—Tarde o temprano el miserable morderá el anzuelo y se presentará ante nosotros. Entonces lo destruiré.

—Bueno, suena peligroso sin lugar a dudas—caviló Brandon. Parecía indeciso—Pero confío en ustedes. Tendrán lo que me piden. Me aseguraré de que el carro con las herramientas está preparado para el amanecer.

—No hay más que decir entonces—Lina se levantó de su silla—Muchas gracias por la cena y por su hospitalidad. Mándele mis saludos a Vivienne, y agradecimientos por su comida. Estaba deliciosa. Ahora, con su permiso, debemos retirarnos a descansar. Cuando amanezca partiremos rumbo al bosque. Vamos Phil.

Philionel se levantó a su vez, inclinándose respetuosamente para saludar a Brandon. Estaban a medio camino de la puerta cuando la voz del alcalde sonó a sus espaldas.

—Señorita Inverse, señor Philionel…

Ambos se volvieron.

— ¿Si?

—No podemos permitir que esa bestia pase del bosque al pueblo. Es mi gente. Debo protegerlos.

La sonrisa desafiante volvió a bailar en los labios de Lina.

—No se preocupe señor alcalde. No lo defraudaremos.

.

La posada de Medelt era un alto edificio de tres plantas, con la base de piedra basta, sin pulir, y los dos pisos superiores de madera. Un cartel en forma de escudo colgaba a un lado de la puerta, con el destartalado dibujo de un zorro sobre un cuchillo y un tenedor cruzados. "El zorro Rojo", se leía bajo los cubiertos.

Lina subió las escaleras hasta su modesta habitación y se dejó caer en la cama. Estaba exhausta. Había sido un día horriblemente largo, y tenía la cabeza llena de sombras que se arrastraban por el bosque, sangre coagulada y cadáveres resecos. Cuando amaneciera, tendría que salir a enfrentar a un demonio del que no sabía absolutamente nada, aparte del hecho de que le gustaba asesinar a la gente. Aunque estaba segura de poder destruirlo, como le había prometido al alcalde, la víspera del combate siempre le provocaba una enorme ansiedad. Dio varias vueltas en la cama, inquieta. No debía pensar en eso. Necesitaba descansar para hacer frente a lo que se aproximaba. Intentó desviar sus pensamientos hacia cosas más agradables, algo que la ayudara a calmar aquella maldita ansiedad.

"Ameria está embarazada…"

Sonrió de repente, sintiéndose absurdamente feliz. Conoció a Ameria cuando era una chiquilla de catorce años obsesionada con el amor y la justicia. La había acompañado durante años en sus viajes, a ella y a Gourry, y durante ese tiempo la vio crecer y madurar. Presenció de primera mano cómo la pequeña princesa de Saillune se convertía en una mujer con un gran instinto político, una sucesora digna de Philionel. La obsesión por la justicia y los discursos nunca se fueron, pero poco a poco Ameria fue adquiriendo lucidez y pragmatismo. Sabía a la perfección que ella había gobernado el reino casi tanto como su padre en los últimos años.

Pero no solo había visto madurar a Ameria en sus viajes, también había sido testigo de cómo nacía el amor entre la princesa y Zelgadiss. Ella fue la primera en notarlo, tal vez incluso antes que ellos mismos. Todo empezó con pequeños gestos y acciones que podían parecer inocentes e insignificantes, pero que a Lina no le pasaban inadvertidos. Si por algún motivo era necesario separarse, ambos elegían en forma natural ir juntos, antes de que ella pudiera decir que formaría pareja con Gourry. Se sentaban juntos a la mesa y viajaban codo a codo en el camino. Ameria comenzaba a fruncir el ceño cuando veía a Zelgadiss hablando con cualquier otra mujer. Muy de tanto en tanto notaba el sonrojo de Zel cuando la princesa le sonreía. Recordaba como luchaban juntos, cuidándose la espalda el uno al otro en todo momento, como él la había protegido tantas veces a costa de su propia seguridad. Recordaba el amuleto que Ameria le había dado luego de la terrible batalla contra Estrella Oscura. Y jamás olvidaría el sacrificio de Ameria en el Templo Blanco, cuando ella, Gourry y Zelgadiss pensaron que la habían perdido para siempre.

"Y ahora ambos están casados y esperan un hijo"

La sola idea la hacía sonreír de oreja a oreja. De repente sintió una enorme añoranza. Deseaba estar en Saillune, junto a ellos; deseaba poner ambas manos en la barriga de Ameria y sentir los movimientos del bebé, deseaba felicitar a Zelgadiss y bromear con ambos sobre a quién de los dos se parecería más. Ardía en deseos de avergonzarlos con preguntas picantes sobre como habían concebido al niño. Y, sobre todas las cosas, deseaba que Gourry estuviera allí, con ella.

"Solo un poco más, Gourry, solo un poco más…" pensó antes de quedarse profundamente dormida.

Esa noche soñó que estaba en Saillune. Los hermosos jardines colgantes del palacio refulgían iluminados por mil farolillos de colores. En las calles el pueblo rugía extasiado, en las mesas de invitados toda la nobleza aplaudía. Pero no era la boda de Ameria y Zelgadiss lo que celebraban. Sus dos amigos estaban entre los invitados de honor, aplaudiendo radiantes y sonrientes. Zel vestía la elegante túnica azul de la guardia real, con una fina corona de oro entre sus cabellos oscuros. Ameria vitoreaba a su lado, luciendo la misma corona y un vientre que evidenciaba los meses finales del embarazo. Era a ella a quien aplaudían, a ella y a Gourry. Era su boda la que celebraban. Lina sintió como Gourry le apretaba la mano. Ambos lucían ropas elegantes como jamás habían vestido antes. Seda color marfil con brocado de oro para ella, seda negra y azul con anillos de platino para Gourry.

Lina sabía que era un sueño, pero no quería despertarse. Todo era tan maravilloso… El sacerdote unió a ella y a Gourry en santo matrimonio, ante la aclamación ensordecedora de sus amigos y el pueblo. Luego tuvo lugar el gran banquete, donde ambos se hartaron de comer antes de pasar a la pista de baile. Gourry la sujetó por la cintura con ambas manos y la hizo dar vueltas y vueltas mientras todos reían y aplaudían. Y luego…luego se retiraron a sus alcobas, donde el desenlace de la boda los aguardaba. Gourry la recostó suavemente sobre la cama, inclinándose sobre ella para besarla.

—Lina.

—Gourry…—el corazón le latía como un yunque bajo el martillo.

—Oye…Lina.

— ¿Gourry?—los besos de Gourry, antes tan intensos y apasionados, comenzaban a difuminarse.

—Lina… ¿me escuchas?

— ¿Eh?

— ¡Lina! ¡DESPIERTA!

Lina abrió bruscamente los ojos, dando un respingo hacia atrás. La sonriente cara de Gourry se transformó de golpe en el rostro cuadrado y bigotudo de Philionel. El rey de Saillune la zarandeaba del hombro con una mano.

— ¡Despierta Lina!

— ¿Eh? ¿Cómo? ¿Pero qué…?—Philionel la sacudió con más fuerza por el hombro— ¡Para ya, maldición! ¡Ya estoy despierta!

—Lina, escúch…

— ¡Más te vale que tengas una buena razón para despertarme a mitad de la madrugada! ¿Tienes idea del sueño que acabas de interrumpirme?

—Ehhh…

— ¡¿Qué rayos pasa?!

—Han encontrado otro muerto…

La nube de sueño y desorientación que llenaba su cabeza desapareció de repente. Lina se incorporó de un salto, echando las mantas al suelo. Debajo solo llevaba un camisón largo hasta las rodillas, pero estaba demasiado impactada como para preocuparse por eso.

— ¿Otro muerto? ¡¿Dónde?!

—En el bosque—Phil apartó la mirada, incómodo—El propio alcalde vino a despertarme para avisarme. Parece que lo encontraron en la mina de hierro abandonada.

— ¡Esos idiotas!—Lina saltaba sobre un pie mientras se ponía una bota, la capa y el jubón, todo a la vez—Brandon ordenó que nadie se adentrara en el bosque mientras investigábamos. ¿Quién encontró el cuerpo?

—No lo sé. En estos momentos el alcalde está preparando a los guardias para guiarnos.

— ¿Él también va a venir? ¿Acaso se ha vuelto loco?

—Dice que es su gente. No va a hacerse a un lado mientas mueren.

—Cómo sea—Lina se terminó de vestir a las apuradas—No hay tiempo que perder. ¡Vamos!

Fuera era noche cerrada. El cielo brillaba cuajado por mil millares de estrellas.

"Aún falta mucho para que amanezca. ¿Quién diablos ha encontrado el cuerpo a estas horas?".

Philionel no mentía. El alcalde Brandon los aguardaba en la entrada de la posada, escoltado por cuatro de los albarderos encargados de vigilar la empalizada. Los cinco montaban a caballo y había otros dos ensillados, sin jinetes.

—Señor Brandon. Creí que había ordenado que nadie entrara en el bosque. ¿Quién ha hallado el cadáver a estas horas de la madrugada?

—Se lo explicaré en el camino, señorita Inverse—el alcalde sacudió las riendas, dando vuelta a su caballo—Por favor monten, no hay tiempo que perder. El responsable de esto, ya sea hombre o demonio, aún puede andar cerca.

Lina no discutió y montó de un salto a uno de los corceles. Philionel la seguía de cerca. En cuestión de segundos recorrieron de punta a punta la avenida principal de Medelt, atravesando el portón de madera abierto en la empalizada. Del otro lado, tres kilómetros de campo abierto los separaban del bosque. Lina podía ver las copas negras y retorcidas de los árboles en el horizonte. Tenía un mal presentimiento…

—Esto me ha sorprendido tanto como a usted, señorita Inverse—el alcalde acercó su caballo al de ella, hablándole en voz baja—En efecto, ayer di la orden de que nadie pusiera un pie en el maldito bosque, pero el descubrimiento de la vieja mina de hierro ha despertado la codicia de algunos. Alguien ha corrido el rumor de que no solo hay hierro allí, sino también oro. Un vagabundo al que vi un par de veces en la plaza central vino a golpear la puerta de mi casa esta noche. Estaba aterrorizado…

—Déjeme adivinar…—Lina se veía venir lo siguiente—Ese hombre ignoró sus órdenes y quiso colarse en la mina, encontrándose con una desagradable sorpresa.

—Así es. Dijo que echó a correr como loco en cuanto notó el cuerpo, pero aun así llegó a ver charcos de sangre fresca en el suelo. Los anteriores cadáveres tenían la sangre transformada en esos coágulos asquerosos. Si de verdad vio sangre fresca…

—…el asesinato acaba de ocurrir—terminó Lina.

—Exacto.

Todo parecía tener sentido. Aunque había algo que la incomodaba desde que Philionel la despertó con la noticia.

"Hay algo que no cuadra… ¿Pero qué?"

No tuvo tiempo de meditarlo demasiado. Brandon espoleó de repente su caballo para colocarse al frente del grupo. Él también había salido a las apuradas de su hogar. Tenía la camisa blanca por fuera del pantalón, y el chaleco sin mangas de cuero desabrochado. Había tenido tiempo suficiente, no obstante, para colgarse una espada larga del cinturón. Si sus sospechas sobre lo que estaba ocurriendo en Medelt eran correctas, la espada no le serviría de gran cosa. Aun así, no pudo evitar sentir una nueva oleada de admiración hacia aquel hombre. No era frecuente que el alcalde de un pueblo se preocupara tanto por su gente, aunque, teniendo en cuenta el tamaño de Medelt y lo apartado que estaba, resultaba comprensible. Aquellos hombres y mujeres debían cuidarse unos a otros. Seguramente, Brandon sentía que era su deber, su honor y su responsabilidad hacerlo. Bastaba con verlo allí mismo, encabezando la marcha, para darse cuenta.

— ¡Alto!—el alcalde alzó un puño—A partir de aquí seguiremos a pie. El suelo del bosque es oscuro y traicionero. No quiero que ningún caballo se rompa una pata y derribe a su jinete. ¡Desmonten!

Philionel fue el primero en obedecer la orden, seguido por los cuatro alabarderos. El rey de Saillune bajó de un salto de su montura, desenfundando a Sangre Negra de un tirón. Aquella espada era algo totalmente diferente. Lina misma podría tener muchas más chances de vencer al hipotético demonio si la utilizaba.

— ¡Adelante!

El bosque se alzaba ante ellos como un muro de troncos y ramas. Lina desmontó de su corcel, lo amarró a uno de los árboles y echó a andar tras Brandon y Philionel. Los cuatro alabarderos cerraban la marcha. Avanzó con cautela. Ya había estado antes en el bosque de noche y sabía que el alcalde no mentía. En algunos puntos el suelo era una maraña de raíces, barro, charcos de agua y hojas podridas. Además estaba oscuro. Terriblemente oscuro. La luz de la luna apenas se filtraba a través de las elevadas copas de los árboles.

—No me gusta este lugar…—murmuró uno de los alabarderos a sus espaldas.

—Sí, a mí tampoco…—respondió otro—Algo no está bien. Es casi como si pudieras sentir la maldad en el aire…

Lina frunció el ceño. De haber habido el más mínimo rastro de esencia mágica, la habría notado. Pero no podía sentir absolutamente nada. El bosque estaba quieto, silencioso y en calma como una tumba. Aquellos hombres simplemente estaban asustados…y sin embargo había algo en esa calma que la molestaba. No se oía un solo sonido en el bosque, ni grillos, ni ranas, ni búhos. Nada. El viento tampoco soplaba entre las ramas. Todo estaba quieto, antinaturalmente quieto. Recordó el mal presentimiento que había tenido al ver la silueta de los árboles en el horizonte.

"Tal vez estos pobres hombres no estén tan equivocados…"

Siguieron avanzando en silencio durante al menos treinta minutos, aunque a Lina le parecieron treinta horas. Estaba tan oscuro que apenas podía ver a unos cuantos pasos de distancia, y lo que alcanzaba a ver le provocaba escalofríos. Siluetas altas, negras y nudosas de cientos de árboles, ramas afiladas y retorcidas que parecían inclinarse sobre ellos como garras. Una espesa y gélida niebla blanca brotaba del suelo mismo, trepando hasta casi sus rodillas. De repente, a través de la bruma, la oscuridad pareció hacerse todavía más profunda en un punto por delante de ellos; una gran abertura de un negro impenetrable en medio del bosque. Solo cuando estuvieron a menos de dos pasos se dio cuenta de que estaban ante la enorme entrada de una cueva. Brandon señaló con gesto lúgubre hacia adelante.

—Esta es la entrada a la mina.

—Es más grande de lo que me imaginaba…—murmuró Philionel.

—Así es. La descubrimos hace tiempo, pero no llegamos a inspeccionarla nunca a fondo. Sabemos que aún quedan yacimientos utilizables de hierro ahí dentro, pero hacen falta muchos trabajadores para poder explotarla como es debido. Estaba tratando de contratar a gente para trabajar aquí cuando descubrimos el primer cuerpo en el bosque…

—Bien. Phil, ven conmigo. Vamos a entrar—Lina se adelantó un paso, ajustándose los guantes—Señor alcalde, usted espere aquí con sus hombres.

—Ni hablar. Es la gente de mi pueblo la que está muriendo. Vamos con ustedes.

—Pensé que nos había contratado para hacernos cargo de esto en su lugar.

—Puede… Pero tal vez el responsable sigue ahí dentro ahora mismo. Nunca habíamos estado tan cerca de atraparlo—la voz de Brandon se transformó. De repente sonaba a un hombre que está acostumbrado a dar órdenes y ser obedecido—Voy con ustedes.

Lina soltó un largo suspiro, sacudiendo la cabeza.

—Bien, de acuerdo. Pero manténganse detrás de mí. Esto puede ser peligroso.

Ingresaron en silenciosa procesión; Lina y Philionel por delante, hombro con hombro, Brandon y los cuatro guardias por detrás. Lina husmeó el aire. Adentro la oscuridad era peor que afuera, pero no fue eso lo que la inquietó. Ni bien puso un pie en la caverna, pudo sentir un tenue pero desagradable hedor. Era un olor dulzón a muerte y podredumbre. Los demás también lo notaron.

— ¿A qué rayos huele?—preguntó uno de los alabarderos.

—Dioses, que oscuro está…

—Creo que hay antorchas en la pared.

Lina miró hacia su derecha. Estaban lo suficientemente cerca de la entrada aún como para que la luz de la luna besara los muros más próximos. Distinguió vagamente el contorno de varias antorchas clavadas a lo largo de la pared. No perdió tiempo y alzó una mano mientras susurraba unas cuantas palabras. En el momento en que dobló los dedos en un complicado gesto, todas las antorchas se encendieron por sí solas. El fuego mágico hizo retroceder las sombras en un abrir y cerrar de ojos, iluminando el interior de la cueva con una potente luz blanca. El lugar era enorme. El inmenso túnel se extendía hacia arriba y hacia los lados, perdiéndose en la oscuridad por delante.

Ni Lina, ni Philionel, ni los alabarderos prestaron atención a las grandes dimensiones de la caverna. Todos tenían los ojos clavados en el cuerpo tirado boca arriba en el suelo, a apenas un puñado de metros de la entrada. Lina se acercó sintiendo el corazón en un puño. Antes de dar el primer paso ya había notado que algo no estaba bien. Inconscientemente buscó las manchas de sangre fresca que Brandon había mencionado, pero no encontró ni rastro de ellas. Notó en cambio que el olor a descomposición manaba del cuerpo despatarrado en el suelo. Notó que, a diferencia de las otras tres víctimas, el cadáver apestaba y no tenía la piel marchita y consumida. Notó que aquel era el cuerpo de un hombre al que simplemente le habían quebrado el cuello con una fuerza monstruosa. Tenía la cabeza ladeada hacia un lado en una posición macabra, pero pese a eso y a la expresión de terror con la que había muerto, Lina reconoció de inmediato los rasgos. Reconoció el frondoso cabello castaño, la barba corta, la mandíbula cuadrada y fuerte, los ojos azules y la nariz afilada.

Un escalofrío siniestro la recorrió de la columna hasta la punta de los pies.

—Es…es…—Philionel, de pie a su lado, trataba de describir lo que estaba viendo—Él es…

—…Brandon—terminó ella.

Estaban mirando el cuerpo en descomposición del alcalde de Medelt.

Lina estaba tan incrédula y asombrada que ni siquiera tenía miedo. No aún. Solo cuando sintió el feroz crujido a sus espaldas comenzó a asustarse de verdad.

Volteó de un salto, con los puños alzados y todos sus instintos mágicos en alerta. Lo primero que vio fue a tres de los alabarderos derrumbados en el piso. O al menos parecían ser los alabarderos. Sus rostros se habían convertido en calaveras recubiertas de una fina capa de piel marchita, con las venas gruesas e hinchadas latiendo debajo. La piel grisácea despedía leves volutas de humo, como si toda la carne de sus cuerpos hirviera. El cuarto guardia estaba de pie, con los ojos y la boca muy abiertos. Un hilillo de sangre le resbaló de la comisura de los labios antes de desplomarse como una marioneta desarticulada. Y allí, detrás de él, con la mano con la cual lo había atravesado empapada en sangre, estaba…Brandon.

"No…no es Brandon".

— ¡Nos engañaste!—rugió Philionel, alzando a Sangre Negra con ambas manos— ¡Tú eres el asesino! ¡Tú!

— ¡Espera, Phil! ¡No!

Lina alzó una mano para detenerlo, pero el rey de Saillune se movió más rápido de lo que habría creído posible. Cayó sobre el hombre que no era Brandon hecho una tormenta de mandobles y giros de espada. Pero aquella cosa no era un hombre. Agitó un brazo con un movimiento invisible, golpeando a Philionel en las costillas con el dorso de la mano. Ni siquiera fue un ataque. Fue apenas un gesto despreocupado, distraído, como quien agita la mano para espantar a una mosca. El golpe, de todos modos, fue brutal. Phil salió despedido hacia un costado como si fuera un muñeco de trapo, estrellándose de espaldas contra uno de los húmedos muros de la cueva. Se deslizó bruscamente, cayendo de bruces sobre el suelo, y allí se quedó. No volvió a levantarse.

— ¡Phil!—una parte de Lina amagó con salir corriendo para socorrer al rey, pero enseguida se obligó a quedarse donde estaba, atenta a la cosa que tenía adelante— ¿Quién…qué eres tú?

El ser que había fingido ser Brandon no respondió, se limitó a esbozar una sonrisa afilada y gélida como un trozo de hielo. Lina tragó saliva y desvió la mirada hacia el cuerpo que llevaba días allí, pudriéndose en la caverna. Eran exactamente iguales.

"La niña…Sofie…"

De repente, varias cosas comenzaron a tener sentido. Varias cosas que inconscientemente la habían molestado, comenzaron a encajar entre sí como las piezas de un oscuro rompecabezas. Sofie, la hija más pequeña del alcalde…ella lo sabía. Sabía que aquel sujeto no era en realidad su padre. Lina conocía la teoría de que los niños más pequeños percibían el mundo de una forma más instintiva que los adultos, menos racional, ya que sus mentes no estaban del todo desarrolladas. Por eso Sofie actuaba de forma tan extraña; por eso miraba a Brandon como si fuera un desconocido. Por eso estaba tan asustada. Sofie lo sabía, y había tratado de decírselo en silencio cuando sus miradas se cruzaron en la cabaña del alcalde.

Había algo más… De repente, la historia de cómo habían llegado hasta la cueva tampoco tenía sentido. ¿El vagabundo se había presentado directamente en la casa del alcalde? ¿Viniendo desde el bosque de noche? ¿Cómo no lo detuvieron los guardias en la empalizada? ¿Cómo no les llevaron ellos la noticia al alcalde?

"¡Idiota, idiota, idiota!"

Eso era lo que la había estado incomodando desde que Phil la despertó. ¿Cómo no se dio cuenta antes? Nunca hubo ningún vagabundo, nada de eso había sucedido en realidad. El maldito sabía dónde estaba el cuerpo del verdadero Brandon porque él mismo lo había asesinado, al igual que a las tres anteriores víctimas. Los llevó directamente a la boca del lobo y ella, medio dormida y llena de euforia ante la perspectiva de atraparlo, se dejó conducir como una perfecta idiota.

— ¿Quién eres tú?—repitió, aunque sabía perfectamente a que se estaba enfrentando— ¿Por qué has hecho todo esto?

—Eres un humano muy difícil de encontrar, Lina Inverse—declaró la cosa que se hacía pasar por Brandon. Su voz era la misma…aunque una segunda voz parecía sonar perfectamente al unísono sobre la primera, gutural y apenas perceptible—Tuve que montar toda esta farsa para atraerte hasta aquí desde el otro lado de la Alianza.

El sujeto avanzó tranquilamente hacia ella. El brazo con el que le había atravesado la espalda al alabardero estaba rojo hasta el codo. Fuera de eso, lucía exactamente igual al cadáver tirado en el suelo…salvo por sus ojos. Los ojos seguían siendo azules, pero tan fríos y cortantes que no parecían humanos. Y de hecho no lo eran.

—Deja esa forma que no te pertenece—ordenó Lina, retrocediendo cautelosamente un paso— ¡Muéstrate ante mí!

Sin dejar de avanzar hacia ella, la cosa alzó una mano, deslizándola lentamente por delante de su rostro. Allí por donde su mano pasaba, la carne cambiaba. El rostro cuadrado y amable de Brandon se estrechó, volviéndose delgado y anguloso. La cabellera castaña se aclaró y creció, cayéndole larga por los hombros. Los ojos se oscurecieron. Las simples ropas fueron reemplazadas por una ajustada túnica negra, larga hasta los tobillos, la cual se abría a un lado de la pierna izquierda, dejando ver pantalones de un rojo oscuro y botas largas hasta la rodilla. Piezas de una brillante armadura negra le cubrían el peto, los brazos y el hombro derecho. Del izquierdo se sujetaba una larga capa del mismo rojo oscuro que los pantalones, con la ornamentada empuñadura de una espada sobresaliendo en diagonal.

Lina lo miró fijamente. El nuevo rostro era mortalmente pálido, de pómulos altos, labios finos y nariz respingada. La cabellera era del color del oro blanco, larga hasta el nacimiento de la espalda y surcada de largas y elaboradísimas trenzas aquí y allá. Los ojos eran de un amatista opaco, con las pupilas negras y rasgadas como las de una serpiente. Era, pese a su cadavérica palidez y a aquellos ojos de víbora, el hombre más hermoso que había visto jamás.

—Mi nombre es Ábadon—le dijo con dos voces superpuestas, una que sonaba amable y gentil, y otra tan grave y gutural que parecía pertenecer a una bestia—Y al fin te he encontrado, Lina Inverse.

—Así que me estabas buscando, eh—Lina sonrió nerviosamente, acariciando uno de sus Talismanes de Sangre que aún funcionaban— ¿Debería sentirme halagada?

—Si tu deseo es morir, sí.

—Ahhh…si me dieran un penique por todas las veces que un demonio me ha amenazado de muerte… Responde. ¿Por qué has hecho todo esto? ¿Por qué has tomado la forma de Brandon y me has contratado para…encontrarte?

Ábadon sonrió ampliamente ante sus palabras, aunque sus ojos permanecieron tan helados y cortantes como antes de cambiar de forma.

—Ha tenido que ser así. Lo único que sabía era que la famosa Lina Inverse estaba de cacería en la Alianza de los Estados Costeros. No sabía exactamente dónde, así que maté al alcalde, me metí en su piel y luego asesiné al primero de los tres pobres desgraciados que inspeccionaste. Lo único que tuve que hacer después fue correr la voz de que una bestia asolaba al miserable pueblo de Medelt, ofreciendo la consecuente recompensa por su cabeza. Tal y como predije, no tardaste en morder el anzuelo y presentarte voluntaria.

—Has hecho un gran papel, jamás sospeché de ti en ningún momento. La verdad es que podrías haberme asesinado cuando hubieras querido en el pueblo, a mí y a Phil. ¿Por qué tomarse tantas molestias con esta pantomima? ¿Por qué invitarme a cenar a la casa del alcalde? ¿Por qué traernos hasta aquí?

—Oh, simplemente sentía…curiosidad—Ábadon la miró con algo parecido al interés, como un hombre que mira a un insecto particularmente raro—Lina Inverse, la famosa Mata Demonios. Quería conocerte, quería esperar un tiempo para saber cómo eras, así que eso hice. Pero hoy he decidido que ya he esperado suficiente.

—Ya veo. Y aquí estamos para ponerle un punto final a todo, ¿verdad?

—En efecto…—Ábadon llevó lentamente una mano hacia la empuñadura de su espada, desenfundándola de un tirón—Aquí estamos…

La espada era larga y esbelta, de un metal tan negro y brillante como las piezas de armadura que llevaba sobre la túnica. La empuñadura era un poco más larga de lo habitual, con lo cual quedaba claro que era un arma que podía utilizarse tanto a una como a dos manos. Glifos plateados surcaban la hoja en un lenguaje que ni Lina ni ningún mortal podía leer.

"La lengua de los mazokus…"

—Sabes, hay mucho que puedes deducir a partir del aspecto de un demonio—declaró Lina, retrocediendo con las manos ahuecadas a la altura del pecho—Solo los más poderosos, aquellos de un nivel cercano a los de un sub-lord, pueden adquirir una forma humana tan perfecta como esta que has revelado.

—Ah, ¿sí?

—Sí. Por eso es que no me sorprende que te hayas tomado tantas molestias en armar esta farsa para encontrarme y eliminarme. Después de todo, le vengo fastidiando la existencia a los sub-lords desde hace mucho tiempo. Rayos, si hasta me termino aburriendo cuando pasa mucho tiempo sin que alguno intente asesinarme.

Ábadon ni siquiera pestañeó ante su comentario. Siguió acercándose con la hermosa espada desenfundada en su diestra. Evidentemente no tenía ni el más mínimo sentido del humor…

—No me cabe la menor duda de que alguien que se hizo pasar por un ser humano ante mis narices, sin que notara nunca su verdadera naturaleza, solo puede ser un general o un sacerdote de algún sub-lord. Un general diría yo, teniendo en cuenta esa bonita espada—Nada. El rostro blanco y perfecto del demonio parecía esculpido en piedra—Claro que eso me genera un poco de curiosidad. Gaav y Phibrizzo están muertos, al igual que todos sus subordinados salvo Ámel, y, evidentemente, tú no eres ese imbécil cara-cortada. Por otro lado, mis amigos y yo nos encargamos de acabar con Riksfalto y Huraker, y Deep Sea Dolphin sigue demasiado herida como para crear a un nuevo confidente. Eso nos deja con Dynast y Zelas… Dime, ¿acaso la Señora de las Bestias ha decidido vomitar un nuevo hijito aparte del vástago traidor de Xellos? ¿O ha sido el propio Xellos, el ladrón de la Lágrima de Ceiphied, quién ha decidido jugar a ser un dios y te ha escupido a ti con ayuda de la perla?

Durante el segundo previo a que Ábadon se lanzara sobre ella, a Lina le pareció ver un destello de ira en sus ojos de serpiente. No tuvo tiempo de pensarlo. El mazoku se acercó a una velocidad indescriptible, con unos movimientos fluidos y difusos, como si su cuerpo estuviera hecho de humo negro. Puramente por instinto, Lina invocó un conjuro de escudo justo en el instante en que la espada la tajaba horizontalmente. De cualquier forma, el choque entre la hoja y la barrera fue tan brutal y violento que el escudo mágico no solo estalló, sino que la lanzó hacia atrás con una fuerza monstruosa. Temió haberse roto la columna cuando se enterró de espaldas contra uno de los muros, pero en momentos como ese no había tiempo para detenerse a pensar. En momentos como ese todo se reducía a moverse o morir. Así que, en cuanto cayó de rodillas en el suelo, Lina ya tenía preparada su respuesta.

— ¡Dynast Brass!

Lanzar un hechizo de magia negra tan poderoso y destructivo como aquel, el cual invocaba directamente el poder de uno de los sub-lords mazoku, requería de un gran control y habilidad en cualquier hechicero. Pero Lina no era cualquier hechicera. No solo lo invocó apenas murmurando las palabras del caos, sino que lo adaptó para lanzarlo de una manera acorde a su situación. Un pentagrama circular de luz se dibujó en el aire, justo delante de su mano extendida, y, entonces, un centenar de rayos de energía eléctrica salieron disparados como una lluvia de flechas.

Lo que sucedió a continuación fue todavía más asombroso. Ábadon ni siquiera pestañeó ante el poderoso conjuro negro. Salió a su encuentro con la espada en alto, corriendo tan rápidamente que sus pies apenas rozaban el suelo. Los rayos lo golpearon de lleno en el pecho, en el abdomen y en los hombros, pero fue como si una tormenta de piedras cayera de repente sobre la superficie de un lago. El cuerpo del demonio pareció absorber cada uno de los rayos de energía, succionándolos hacia su interior sin provocarle el más mínimo daño.

Lina abrió enormemente los ojos, incrédula. No se esperaba destruirlo con aquel hechizo, pero supuso que un conjuro que invocara el poder de un sub-lord lo aturdiría un poco, dándole el tiempo suficiente para rematarlo con algo más potente. No fue eso lo que ocurrió. Ábadon volvió a atacarla con otro bestial tajo de su espada negra. Esta vez Lina apenas si tuvo tiempo de alzar un brazo, formando a medias un hechizo de escudo. La hoja impactó contra la barrera, deshaciéndola y atravesándole la carne del antebrazo casi hasta el hueso. Lina rugió de dolor, pero aún así se las arregló para reaccionar fríamente. La distancia entre ambos era mínima, apenas un metro, y ella podía invocar hechizos mucho más poderosos que el Dynast Brass. Alzó su brazo sano a quemarropa, sin pronunciar las palabras del caos.

— ¡La Tilt!

El pilar de energía brotó de su mano en un estallido blanco-azulado, rápido como un relámpago, pero, una vez más, la reacción de Ábadon fue asombrosa. A aquella ínfima distancia logró lanzar un nuevo y velocísimo golpe horizontal con su espada, rechazando el La Tilt hacia un lado sin ningún esfuerzo. Lina sabía que aquella espada no era un arma de verdad, sino una extensión del cuerpo astral del demonio, la cual había decidido representar físicamente de esa forma. Eso quería decir que había rechazado el más poderoso hechizo de la magia astral con el equivalente a un simple manotazo.

Antes de que su mente terminara de procesar aquel hecho, la hoja oscura volvió a bailar directo hacia su cabeza. Lina se arrojó por reflejo hacia un lado, decidiendo hacer algo que probablemente era toda una locura. Para expresarlo en pocas palabras, ya habían danzado lo suficiente como para entender que no tenía ninguna posibilidad de vencerlo en una lucha cuerpo a cuerpo, y eso era precisamente lo que Ábadon pretendía: reducir la distancia al mínimo posible para desbordarla con su monstruosa fuerza, velocidad y agilidad. De modo que la única forma que tenía de vencerlo era alcanzarlo de lleno con un golpe masivo de energía mágica. Y para ello debía ser rápida.

Muy rápida.

Sin pronunciar las palabras del caos, Lina activó sus dos Talismanes de Sangre que aún funcionaban, aquellas piedras amplificadoras que incrementaban exponencialmente el poder de cualquier conjuro. Sin pronunciar las palabras del caos, invocó de un solo golpe el segundo hechizo más poderoso que conocía.

— ¡Ragna Blade!

Una espada negra y púrpura, alimentada por la energía del mismísimo Señor de las Pesadillas, tomó forma entre sus manos. ¡Lo había logrado! Era probablemente una de las cosas más difíciles que había hecho en su vida, pero sabía que no podría mantener el conjuro durante mucho tiempo, era demasiada energía invocada en forma demasiado repentina, de modo que atacó con todas sus fuerzas, golpeando de abajo hacia arriba en un feroz mandoble ascendente. Por primera vez en todo el combate, Ábadon torció su gesto en una mueca de asombro. Sin embargo, mayor fue la sorpresa de Lina cuando el demonio, en lugar de intentar apartarse, alzó una mano con el dedo índice y pulgar unidos.

Entonces chasqueó los dedos.

Para ella fue como si algo la clavara al suelo de repente. Su poderoso golpe ascendente se detuvo en el aire a medio camino, frenado por una fuerza invisible. No podía moverse, no podía mover un solo músculo. La hoja negra de la Ragna Blade seguía brillando furiosa en sus manos, pero lo mismo le habría dado no haberla invocado. Estaba total y absolutamente paralizada.

Total y absolutamente a merced de aquel demonio mil veces maldito.

Ábadon esbozó una sonrisa pérfida, arrogante, enseñando unos dientes blancos y perfectos.

—"Ten cuidado con ella", me ordenó. "Esa mocosa humana ha acabado con algunos de los más poderosos entre nosotros. Te ordeno que la elimines pero no se te ocurra subestimarla", eso mismo me dijo—el demonio soltó una risita, observándola de arriba a abajo—Incluso mi hermano te toma muy en serio, aunque ahora no puedo evitar preguntarme por qué—señaló con un vago movimiento la hoja de la Ragna Blade, la cual aún refulgía inmóvil e inútil—Reconozco que esto que acabas de hacer es sorprendente. Un hechizo que invoca el poder del Creador es algo que pocos demonios podrían resistir… ¿pero de que te sirve si tu lento, débil y frágil cuerpo humano es incapaz de asestar el golpe? ¿De qué te sirve si ni siquiera eres capaz de enfrentar la energía tan simple que te inmoviliza?

—Ve…vete…—balbuceó Lina. Le costaba mucho hablar; incluso su lengua estaba paralizada—Al…in…inf…

— ¿Al infierno?—Ábadon hizo girar su espada con una habilidad demencial, colocando el filo oscuro sobre su cuello—No te preocupes, te veré pronto allí, "Mata Demonios".

Lina sabía que estaba acabada. Luchó desesperadamente por romper los ligamentos invisibles que la apresaban, pero fue inútil. Ábadon no era un mazoku normal, ni siquiera dentro de los estándares de sacerdotes y generales. Su poder era superior al de Huraker y al de Riksfalto, tal vez incluso equiparable al del mismísimo Xellos. Sabía que de un segundo a otro deslizaría aquella hoja por su garganta, abriéndole un tajo por el que se le escaparía la vida. Cuando entrecerró sus ojos de sierpe y le sonrió con una mueca bestial e inhumana, supo que todo había terminado.

Hasta que el filo gris de bordes plateados, cubierto de runas y glifos, brotó del pecho del demonio.

Ábadon soltó un rugido monstruoso, un chillido de dolor más propio de un animal que de un hombre.

—T…tú…—escupió, mirando por encima del hombro con los ojos inyectados en sangre— ¡Tú!

Philionel estaba parado justo detrás del mazoku, sujetando con ambas manos a Sangre Negra. Casi un metro de afilado orihalcón sobresalía del pecho de Ábadon, atravesándolo de lado a lado por la espalda.

— ¡Ahora Lina!—gritó el rey de Saillune— ¡Hazlo!

Todo sucedió en menos de un suspiro.

Lina podía moverse de nuevo. Ábadon arrojó una golpe hacia atrás con el codo, sacándose de encima a Philionel. Sangre Negra seguía atravesándolo de lado a lado, arrancando un humo negro de la herida. De todas formas se volvió hacia ella con su espada en alto, pero fue demasiado tarde. Lina ya estaba encima de él, y no dudó. La Ragna Blade cortó el reducido espacio que los separaba, abriéndolo del hombro a la cadera. Ábadon volvió a soltar aquel alarido desgarrador, retorciéndose como una bestia. Uno de sus puños salió disparado hacia ella, golpeándola en el hombro con tanta fuerza que Lina rodó por el suelo como un barril, perdiendo la Ragna Blade en el camino.

— ¡Malditos! ¡Malditos humanos!

La voz de Ábadon había cambiado, ya no eran dos voces superpuestas, sino una sola, la que antes sonaba de fondo, monstruosa e inhumana. Lina retrocedió arrastrándose sobres sus codos, sintiendo un dolor brutal en el hombro. Delante de ella, Phil yacía en el suelo, claramente inconsciente. Ábadon se retorcía como una alimaña, con el rostro desencajado de ira y dolor. La Ragna Blade le había abierto una horrible herida que surcaba en diagonal todo el torso, despidiendo un espeso humo negro que apestaba a azufre.

— ¡Pagarán!

El demonio intentó avanzar hacia ella, pero a medio camino dobló la rodilla, desplomándose sobre el piso. La herida humeaba más que nunca, y había comenzado a supurar un líquido oscuro que arrancaba vapor del suelo cada vez que goteaba. Ábadon le echó una mirada siniestra a ella y a Philionel, una mirada desbordante de odio e indecibles promesas de dolor.

—Volveremos a vernos, malditos animales… Antes de lo que se esperan. Cumpliré mis órdenes…

Y entonces desapareció. Se esfumó en una nube de niebla oscura sin dejar ningún rastro.

Lina se quedó allí, temblado de miedo y dolor, sola en la caverna junto a un inconsciente Philionel. En el centro de la cueva, los cuerpos de Brandon y los alabarderos parecían observarla en silencio. Acusadores.

Muertos.

. . .

—Mil coronas de oro…esa era la recompensa…—Vivienne, la esposa del alcalde, les tendió un pequeño cofre de cedro junto a un pergamino—Firmen aquí para declarar formalmente que han recibido el dinero. Con eso habremos terminado.

Lina la miró sintiendo un regusto amargo en la boca. Vivienne tenía los ojos rojos e hinchados por encima de unas ojeras que parecían moretones. Su rostro terso estaba tan pálido como el de un cadáver.

"Ella también ha muerto un poco al enterarse…"

Su marido estaba muerto, asesinado por el hombre al que había creído su esposo y con el que había estado viviendo las últimas semanas. Ábadon, el impostor, había resultado ser el demonio que asesinó al propio Brandon y a otras tres personas. Vivienne se había negado a creerlo. Tal y como le había sucedido a Lina, no había sido capaz de ver a través del perfecto engaño del mazoku. Al final no hubo más opción que llevarla a la cueva para que reconociera el cuerpo. Después de eso, la antes dulce y sonriente mujer había empequeñecido, quedando reducida al ser gris y lloroso que les ofrecía el pago por la recompensa.

"Una recompensa que fue una farsa… Una recompensa que el maldito de Ábadon ofreció para traerme hasta Medelt…"

Lina rechazó el cofre negando con la cabeza.

—Lo siento, pero no puedo aceptar este oro. Luego de lo que ha pasado, yo… Consérvenlo. El pueblo lo necesita mucho más que nosotros.

Vivienne asintió lentamente con la cabeza, observándola con dureza desde el fondo de sus ojos enrojecidos. Había rencor en esa mirada, un rencor que no intentaba ocultar en absoluto. No podía culparla. En parte era tan responsable de la muerte de Brandon como el propio Ábadon. Todo lo que había sucedido allí, incluyendo el asesinato del alcalde, había sido una treta del mazoku para atraerla al pueblo, y Vivienne lo sabía. ¿Cómo podía aceptar el oro cuando todo lo que había pasado era su culpa?

—Medelt conservará el oro entonces—dijo Vivienne—Es todo.

No había que ser muy sagaz para comprender que los estaban invitando a retirarse.

—Vivienne, yo…

—Es todo.

A su espalda, Philionel sacudió la cabeza con tristeza. Lina decidió que era mejor no insistir. Se inclinó en una respetuosa reverencia ante la viuda y dio media vuelta. No había dado tres pasos cuando su voz volvió a llamarla.

—Señorita Inverse…

Lina se detuvo, observando por encima del hombro.

— ¿Si?

—No vuelvan nunca más a Medelt.

De algún modo, aquellas palabras fueron más dolorosas que el hombro dislocado y la profunda herida de espada en su antebrazo. Ni ella ni Phil dijeron nada. En momentos como ese no había nada que decir. Se alejaron por la avenida principal en silencio, sintiendo los ojos de todo el pueblo clavados en ellos. Desde los balcones de las casas de madera, desde los puestos de mercado en la plaza principal, desde los niños que correteaban en las aceras y los hombres y mujeres que venían desde y hacia el campo para trabajar; toda la gente de Medelt parecía seguirlos atentamente con la mirada. Lina se obligó a seguir caminando sin girar la cabeza.

Cuando llegaron a las puertas de la empalizada, los guardias ya tenían preparadas sus monturas. Lina subió a su caballo sintiendo el regusto amargo en su boca más insoportable que nunca. Se alejaron al galope del pueblo, sintiendo los ojos clavados acusadores en sus espaldas. Cabalgaron en silencio durante un largo rato, bordeando el gran bosque para no tener que volver a pisar aquel suelo maldito. Ninguno decía nada. Philionel se acariciaba de tanto en tanto el abdomen con gesto dolorido. Debajo del chaleco tachonado llevaba un ajustado vendaje de lino, allí donde el golpe de Ábadon le había roto tres costillas. Lina no era menos. Tenía el hombro derecho cubierto por un gigantesco cardenal ennegrecido, y el brazo de ese lado sostenido con un cabestrillo. Se había tratado las heridas con magia curativa, pero aun así le dolían de forma casi insoportable.

Las primeras horas de la mañana ya habían quedado bien atrás cuando Phil se volvió finalmente hacia ella.

— ¿Qué tan grave es todo esto, Lina?—le preguntó—Es decir, la muerte del alcalde ha sido algo terrible, pero…creo que ese tal Ábadon no era un demonio ordinario.

"Ni te lo imaginas…"

Lina trató de escoger cuidadosamente sus palabras. No quería inquietar a Philionel, pero tampoco serviría de nada mentirle. Si lo que sospechaba era cierto, la situación era mucho, mucho, más grave de lo que el rey de Saillune se creía. Mucho más grave de lo que ella misma había sospechado al inicio.

—Mis primeros contratos aquí en la Alianza fueron por demonios menores, en su mayoría—explicó—Me llamaba mucho la atención que tantos ataques de mazokus se concentraran en la costa sur del continente, adentrándose luego hacia el interior, casi como si vinieran desde el mar. No podía explicarlo al principio, pero ahora…ahora creo que sé por qué.

— ¿Qué has averiguado?

— ¿De verdad quieres saberlo?

— ¿Es algo que podría poner en riesgo a toda la Alianza de los Estados Costeros?

—Si—"y quizás a todo el mundo…"—Es posible.

—Dímelo entonces.

—Bien… —"No te va a gustar…"—Desde un principio supe que estábamos tratando con un demonio poderoso, pero en realidad me esperaba que fuera un mazoku de nivel intermedio como mucho. Ábadon…él es algo completamente diferente. Es un demonio puro de la más alta categoría. Su poder es equiparable al de los sacerdotes y generales creados por los sub-lords de Shabranigudú. No, incluso más… Tal vez él mismo sea un general.

— ¿El general de un sub-lord?—Philionel se puso muy pálido— ¿Cuál de ellos?

—No estoy segura aún… Puedo descartar completamente a Phibrizzo y a Gaav. Los dos murieron, al igual que sus sacerdotes y generales, sin contar a Ámel, por supuesto, que ahora se encuentra encerrado en un cuerpo humano. Tampoco consideraría a Deep Sea Dolphin, pues nosotros mismos acabamos con Huraker y Riksfalto durante la rebelión. Además, la Señora de los Mares quedó gravemente herida tras la batalla, antes de retirarse al plano astral. Han transcurrido menos de cuatro años desde entonces, es muy poco tiempo para que se regenere por completo y cree un nuevo subordinado tan poderoso como Ábadon.

—Eso nos deja con…

—Dynast y Zelas…y tal vez incluso Xellos.

—Claro, Xellos…—Philionel se pasó una mano por la boca—Recuerdo la historia que me contaste. Él traicionó a su ama Zelas y se quedó con la joya, la Lágrima del dios…

"¿Podría ser eso?" se preguntó Lina, inquieta "¿Podría la Lágrima de Ceiphied ser tan poderosa como para permitirle a Xellos crear un subordinado casi tan fuerte como él?"

Aquella posibilidad la molestaba. No quería creer que fuera posible que la Lágrima tuviera semejante poder. Por otro lado, si las leyendas eran ciertas, Dynast había creado cuatro subordinados, dos generales y dos sacerdotes. Esto quería decir que sus confidentes eran los más débiles entre todos los sacerdotes y generales, pues había tenido que dividir su poder en cuatro para darles vida, mientras que los demás, salvo Zelas, habían creado solo dos. Ábadon no podía ser uno de ellos…era demasiado fuerte, más incluso que Huraker y Riksfalto.

Tampoco podía ignorar el hecho de que los ataques parecían haber venido desde el Mar del Demonio, al sur, donde supuestamente se hallaba la Isla de Jauría de Lobos ¿Podía ser entonces que Zelas Metallium hubiera decidido crear un nuevo subordinado ante la deserción de Xellos, uno casi tan fuerte como él? Tenía sentido…salvo que para dar vida a un demonio tan poderoso la Señora de las Bestias tendría que haber renunciado a una gran cantidad de su propia energía y esencia… No, no creía que Zelas se atreviera a hacer algo semejante; no podía crear un confidente de ese nivel sin perder una enorme cantidad de su propio poder. Al menos que…

"Al menos que Xellos…"

La idea la golpeó de pronto con la fuerza de un ariete. Debió desencajar el rostro en una mueca de incredulidad, porque Phil acercó su caballo al suyo, poniéndole una mano en el hombro con gesto preocupado.

—Lina, ¿qué te sucede? ¿Te encuentras bien?

Ella no lo escuchó. La idea seguía dando vueltas como un insecto en su cabeza, irrevocable.

La idea de que los demonios no se habían separado en varios frentes que luchaban entre sí. La idea de que no se trataba de un mazoku terriblemente poderoso como Xellos por un lado, con la joya legendaria, y los dos sub-lords restantes por el otro. La idea de que todo era obra en realidad de ese demonio tan poderoso y su creador, juntos, como siempre había sido.

No había modo de que Zelas pudiera crear un subordinado de ese nivel sin perder gran parte de su fuerza… Al menos que…

— ¿Lina?

Lina miró fijamente a Philionel.

—Al menos que Xellos nos haya engañado a todos…

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Fin del Anexo 7

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