¡Hola a todos!

Bueno, esta es otra historia de Cheryl... (Sí, me emocioné traduciendo)

No lo había hecho antes, pero me gustaría dedicarle esta traducción a Krispy_Sly, que a pesar de que nos acabamos de conocer por este medio, empezamos con el pie izquierdo. Digamos que esta traducción es mi ofrenda de paz. Kris, espero te guste esta traducción...

Bueno, a lo que vamos...


Draco alzó la cabeza y miró por la ventana, convenciéndose de no haber visto lo que su mente le decía que acababa de ver. Un hombre había cruzado la calle, Draco lo vio de reojo, y algo acerca de su modo de andar le había parecido familiar. Draco frunció el ceño, volteando a ver el cristal otra vez. Había habido algo… Se sentía como un recuerdo, de hace mucho tiempo. Pasó la vista por la calle, pero no reconoció a nadie.

La puerta se abrió, acompañada de un sonido de campanas. La cafetería era grande, con el techo alto y varias ventanas. A Draco le gustaba porque le recordaba a las de Inglaterra: oscura, con vasos y madera pulida, y superficies gastadas. Se sentía como en casa.

Un hombre grande, vestido con un voluminoso abrigo café entró en la tienda. Draco se le quedó viendo por un momento. El hombre se parecía un poco a Rubeus Hagrid, alto y corpulento, con una barba negra y tupida. Sin embargo, su cabello era corto o inexistente, pues no se podía ver gracias a un sombrero estilo leñador cuyo color Draco describiría como "bilis" o algo que también fuera poco halagador.

Draco se sorbió la nariz y se olvidó del hombre, regresando su atención a los documentos que tenía enfrente de él. Las bayas eran muy obvias, así que tal vez eran las hojas…

-Un Earl Grey (1), por favor… Y, ¿podrías hacer que el agua esté extra caliente?

Draco levantó la cabeza de nuevo, completamente distraído de su investigación por la voz. Le era familiar, y no solo por el acento inglés, sino algo más incrustado en los recuerdos de su hogar.

El hombre grande ordenó un café negro. Su corpulencia cubría casi en su totalidad al hombre que estaba un poco más lejos; solo un abrigo color oliva era visible. Mientras Draco se preguntaba si debía levantarse por una servilleta o un popote o algo que le diera una excusa para acercarse al par, el hombre más grande se movió a un lado.

El más pequeño alcanzó su taza humeante y luego se volteó. Se congeló completamente cuando notó a Draco y sus miradas se cruzaron. Draco se le quedó viendo. No pudo evitarlo. Tenía que ser Harry Potter, pero Potter como Draco jamás lo había visto. Su cabello oscuro estaba cubierto por un gorro aviador tejido y un largo abrigo oliva le tapaba casi todo el cuerpo.

Los lentes eran casi los mismos, con el marco grueso y oscuro, que parecían realzar el brillo de sus ojos, pero la barba de días cubriendo su mandíbula lo hacía ver diferente. Hacía ver a Potter tosco y casi peligroso.

Draco abrió la boca para dejar salir un mordaz saludo, pero Potter puso los ojos como platos y negó rápidamente con la cabeza antes de dirigir su atención al otro hombre, que volteó para ver a Potter con los ojos abiertos.

El hombre miró a Draco con curiosidad y luego le preguntó a Potter:

-¿Lo conoces?

Potter sonrió.

-No, pero me gustaría.- dijo sugestivamente, y le guiñó el ojo a Draco.

Si no hubiese estado sentado, Draco se habría caído de la impresión. El hombre grande soltó una risotada y palmeó el hombro de Potter con una fuerza que casi lo lanza al mostrador de granos de café en bolsa.

-No sabía que eras de ese tipo, Harold, mi muchacho, pero, haz lo que te venga en gana. Toma el azúcar y vámonos. El ferry no nos esperará.

El cerebro de Draco reaccionó al escuchar el nombre. Harold. De acuerdo a lo último que había oído, Potter seguía siendo el auror ideal, así que lo más seguro era que se hallaba allí por algún asunto del Ministerio, oculto. La última suposición hizo que se sintiera mejor; le gustaba saber cosas que otras personas no sabían, en particular si tenían que ver con Harry Potter.

Potter se dedicó a ponerle azúcar a su té mientras veía de reojo a Draco, pero finalmente le puso la tapa de plástico y se dirigió a la puerta donde el otro hombre esperaba. Draco frunció el ceño. ¿Potter ya se iba?

-Espera, Carl,-dijo Potter cuando la puerta se abrió.-Regreso en un momento.

Potter caminó de regreso por el suelo de madera con brío, y se detuvo ante la mesa de Draco para después inclinarse. Se veía mucho más interesante de cerca y su aroma le llegó de lleno a Draco, una curiosa mezcla de madera quemada y colonia fuerte.

-Malfoy,-dijo Potter en un tono bajo, intenso.-Haz como que te estoy pidiendo tu número. Te mandaré una lechuza más tarde si estás en un lugar protegido.

-Aquí usan cuervos, Potter,-dijo Draco suavemente, moviendo unos papeles a un lado para encontrar su agenda.

Potter apretó los labios.

-Cuervos. Sí, te mandaré un cuervo. ¿Estás quedándote en un lugar de magos?

-No, Potter.- dijo Draco, y alcanzó la cubierta de enfrente de su agenda para localizar una tarjeta de presentación. Se la dio a Potter y le regaló una sonrisa insinuante. A ver qué hacía el imbécil con eso. –Pero puedes mandarme un cuervo.

Potter tomó la tarjeta y sus yemas apenas tocaron las de Draco. Se veía pensativo.

-Estoy hospedado en el Hotel 1000,-dijo Draco. - Está en…

-Sé donde está. Sabrás de mí hoy en la noche. ¿Puedes, em… sonreír?

Irritado por la interrupción, Draco pensó que su sonrisa parecería más una mueca que otra cosa, pero a Potter pareció no importarle, a juzgar por la sonrisa que le devolvió. Las palabras que susurró fueron casi inaudibles.

-Gracias, Malfoy. Te debo una.

-Nos vemos luego, Harold.-dijo Draco.

Potter se volteó y se fue sin decir otra palabra.

oOOoOOo

Harry le dio un trago a su té a pesar de que se había enfriado en lo que caminaron al ferry. Pudo ver como las olas se arremolinaban detrás del bote, cuando dejaba el muelle. La ciudad se veía hermosa a la luz clara y fría de la mañana. Hasta ahora, Seattle no daba la apariencia de ser una ciudad lluviosa. En las dos semanas que Harry llevaba viviendo ahí había solo llovido una vez, y se había pronosticado nieve para los siguientes días.

Su mente regresó a Draco Malfoy. De todas las personas que Harry habría esperado encontrarse a dos mil millas de casa, Malfoy no estaba en su lista. Su naturaleza sospechosa rondó su cabeza. ¿Qué estaba haciendo Malfoy ahí cuando, casualmente, Harry estaba buscando la conexión británica de un círculo de contrabandistas? Le había parecido demasiado sencillo, pero Malfoy no había parecido nervioso, solo sorprendido.

Carl estaba de pie junto a él, viendo la ciudad alejarse. Le recordaba a Hagrid, lo que lo hacía sentirse un poco culpable al estar engañándolo. Aun así, Carl tenía un vínculo con el caso, dado que el último cargamento al Reino Unido había tenido su origen en la posada (2) que Carl manejaba en su propiedad en Bainbridge Island.

Harry le había rentado una habitación y luego lo había acompañado al centro, haciéndose pasar por un turista que estaba tratando de conocer el lugar. De hecho, había estado a punto de arruinar la misión un par de veces debido a la fascinación que sentía por la ciudad. Seattle era tan diferente a Londres, con sus calles uniformes y pavimentadas, arquitectura moderna y fascinante, y obras de arte en casi cada esquina.

-Entonces,- dijo Carl, -¿eres gay?

Harry lo miró y se encogió de hombros.

-A veces,- admitió y sonrió.

-Este es un lugar tolerante, en su mayoría. No tan avanzado como Londres, pero nos va bien. Solo… ten cuidado.

-Siempre lo tengo. A lo mejor me regresó a la ciudad esta noche por algo de vida nocturna.

Carl soltó una risotada.

-¿Y con un guapo hombre rubio?

-Eso espero. ¿Cuándo regresa el último ferry?

-Tarde. Como a las 2 de la mañana. Toma uno de los horarios del estante para estar seguros. Yo me voy a sentar. Hace demasiado frío.

Harry asintió y miró a Carl mientras se dirigía a una de las sillas atornilladas y se sentaba. Parecía cada vez más que Carl era un muggle ordinario sin relación alguna con el caso, lo que era a la vez un alivio y una frustración; Harry ya no tenía pistas que seguir. El último inquilino en la posada no le había dicho nada.

Harry metió la mano en su abrigo y sacó la tarjeta de presentación de Malfoy. El imbécil también se encontraba allí con falsos aires y un nombre falso. La tarjeta decía "Brutus Black, herbolario". Sorprendentemente, había un número telefónico y una dirección de correo electrónico. El pensar en Malfoy usando herramientas muggles hizo que Harry negara con la cabeza, sin dar crédito.

Regresó la tarjeta a su bolsillo. Herbolario, ¿en serio? Harry se preguntó qué era lo que hacía ahí en realidad. Se dividió entre esperar que Malfoy estuviese envuelto en su caso y esperar que no lo estuviera. Por un lado, le sería más fácil resolver el caso y Harry podría volver a casa; pero por el otro, significaría que Draco Malfoy seguía siendo un horrible gilipollas y no alguien a quien Harry querría conocer mejor.

Harry pensó que el tiempo lejos de Inglaterra le había sentado bien a Malfoy. Muy bien. El bastardo estaba guapísimo. Las últimas veces que lo había visto, Malfoy se veía pálido, estresado, delgado y con aspecto petulante. Todo eso, excepto lo pálido, se había ido. Malfoy se veía sano, pacífico y etéreamente deseable.

Harry se estremeció cuando sintió una ráfaga de viento y se acomodó el gorro en su cabeza. ¡Maldita sea! Seattle era tan frio como Escocia. Y Harry estaba calentándose por Draco Malfoy. Claramente había entrado a un dimensión alterna.

oOOoOOo

Carl era dueño de la posada en Bainbridge Island que había sido antes una mansión de tamaño decente. Estaba pintada de blanco con rayas azul marino y poseía un porche que la rodeaba, con vista al agua. Harry había pagado por el mejor cuarto de la casa, así que tenía una vista increíble desde su pequeño balcón privado.

Hasta donde podía decir, Carl y todos los huéspedes eran muggles. Harry había sospechado de Carl al principio, pero ahora parecía que solo era el chivo expiatorio del criminal real.

Harry hizo un hechizo rápido para llamar a un cuervo al barandal del balcón. Esas aves negras estaban en todos lados y se veían diabólicamente inteligentes. Harry le mostró el mensaje al cuervo y éste puso la cabeza de lado, para luego levantar la pata. Harry le amarró el mensaje.

-Draco Malfoy, Hotel 1000,-dijo.

El ave no se movió y Harry frunció el ceño.

-Craaa,-dijo el ave, en tono de reproche.

-Ah, sí. Chucherías primero. Perdón.- Harry entró y encontró un pedazo de panque de mora azul en su plato, sobras del desayuno. Se lo llevó al cuervo, que lo agarró con el pico y se fue volando. Extrañas aves; Harry prefería más las lechuzas.

Volvió a entrar y puso sus archivos sobre el escritorio, tratando de concentrarse en el trabajo, en vez de preguntarse si Malfoy respondería.

oOOoOOo

A pesar de la sorprendente aparición de Potter, Draco pudo sacar al hombre de su mente y enfocarse en su trabajo. Necesitaba darse una vuelta por el jardín botánico local, pero era arriesgado aparecerse en el día. Incluso en tan frio clima, parecía que los muggles amaban caminar, correr o andar en bicicleta por el parque. Draco supuso que podría tomar un taxi, pero odiaba esas horribles cajas de metal en las que los muggles se desplazaban. Tambien, quería esperar por si Potter le mandaba la lechuza… o cuervo, como sucedía allí.

Al final, Draco dejó su agenda en el hotel y caminó al mercado de Pike Place para examinar el arte muggle y la fruta fresca. Allí, sucumbió a la tentación de otro diario forrado de cuero (malditos sean los muggles… ¿Cómo pudieron descubrir su debilidad?) y una colguije de plata para su madre. Le gustaba mandar pequeños regalos a casa junto con sus cartas.

Compró un ramo de flores frescas y regresó al hotel, donde las acomodó en un jarrón de cristal que había comprado en su primer día en la ciudad. Las flores le recordaban su hogar y las cambiaba cada que empezaban a marchitarse.

Apenas se había sentado y abierto su agenda cuando un cuervo se posó en el alfeizar y tocó el vidrio. Su pulso se aceleró, pero se recriminó a sí mismo y se levantó para acercarse a la ventana. El mensaje no tenía que ser de Potter, y, de tomas formas, ¿por qué habría de sentirse emocionado por saber de Potter?

"Simplemente estoy nostálgico", Draco pensó. Había sido bueno escuchar una voz británica y ver una cara familiar, incluso si era la de Potter. Draco transformó una esquina del vidrio en arena para dejar pasar al ave. Los rascacielos muggles no tenían ventanas que se abrieran. Mucha probabilidad de que algún muggle saltara directo a su muerte, suponía Draco, algo que él entendía. Si Draco no tuviese magia, también se sentiría tentado a arrojarse.

El ave saltó para entrar y luego voló por el cuarto, rehusándose a darle el mensaje hasta que Draco encontró una chuchería. Por fortuna, había comprado una bolsa en "Satsuma", así que rápidamente peló una frutilla y se la ofreció al cuervo. El ave la tomó y se posó sobre la mesa, permitiéndole por fin quitarle el mensaje.

¿Estarás disponible esta noche a las 7:00? Si sí, ¿te veo en tu hotel o en algún otro lado? ~ H

Draco enrolló el mensaje y tocó sus labios con el pergamino. No estaba seguro si era sabio invitar al auror "me-hago-pasar-por-gay" a su cuarto, pero supuso que no habría problema. Draco estaba en el pent-house, después de todo, y el lugar tenía una pequeña sala de estar ajena a la recámara. Tomó un trozo de pergamino y una pluma.

En mi hotel está bien. Estoy en el pent-house. Le diré al personal que te deje pasar.

Draco aprobaba al personal del hotel. Para ser muggles, estaban muy atentos a cada una de sus necesidades, y eran casi tan eficientes como los elfos domésticos.

El cuervo seguía en la mesa, rasgando la fruta naranja, así que Draco le amarró la nota y le dijo:

-Harry Potter, donde sea que esté.

oOOoOOo

Harry estaba parado enfrente de una puerta de metal y checó su apariencia una vez más antes de quitarse el gorro y pasarse los dedos por el cabello tratando de acomodarlo. Cuando se dio cuenta que estaba arreglándose para Draco Malfoy, frunció el ceño y metió con rudeza el gorro en uno de los bolsillos del abrigo, antes de levantar una mano para golpear la puerta.

La puerta se abrió justo cuando Harry estaba a punto de tocar de nuevo. Malfoy se veía inmaculado, como esperaba, pero muy casual, lo que era inesperado. Llevaba una camisa blanca con algunos botones del cuello abierto, y unos pantalones color oliva oscuro con un dobladillo pulcro. Sus pies estaban revestidos con calcetines blancos, que lo hacían parecer de alguna manera, raramente vulnerable.

Harry se aclaró la garganta y elevó la mirada hasta encontrar sus ojos con los del rubio.

-Pasa a mi humilde morada, Potter- dijo Potter con una sonrisa socarrona y gesticuló hacia el cuarto con una floritura.

Harry entró y no pudo evitar estar impresionado. El cuarto era gigante para ser una suite de hotel, y tenía dos sofás grandes, una chimenea de gas y un comedor con seis sillas. Todo estaba cubierto con cuero color crema o madera oscura y reluciente que prácticamente gritaba "costoso". Era un cambio obvio de su cuarto individual y pequeño en la posada.

Dos ventanas grandes permitían ver todo Puget Sound y Harry admiró las luces de los botes comerciales que salpicaban la bahía de cuando en cuando. Ya estaba oscuro y afuera hacía un frio que calaba.

-Linda vista.

-Gracias. ¿Te gustaría un poco de té? ¿Café? Aun no he entendido como hacer funcionar este cacharro,-dijo Malfoy, señalando la cafetería muggle en la cocineta,- pero el servicio a la habitación es muy rápido cuando me traen lo que sea que les pida. Puedes dejar tu abrigo en esa silla de allí.

Harry alejó su mirada de las ventanas para alzar una ceja hacia Malfoy. Su tono había sido amable, pero no muy amigable.

-Me sorprende encontrarte en un establecimiento muggle. Hay varios hoteles para magos aquí, ¿sabes?

-Directo a la interrogación, puedo ver. Entonces, ¿nada de beber? Tengo un Cabernet fino, o ¿a los aurores les está prohibido beber en horas de trabajo cuando están a miles de millas de casa?

-No estoy trabajando,-dijo Harry torpemente, aunque eso no era del todo cierto. Harry dejó caer su mochila, que contenía la capa de invisibilidad, un mapa de Seattle y el horario del ferry, se desabrochó el abrigo y se lo quitó, arrojándolo junto con su bufanda sobre una silla de aspecto incómodo.

Malfoy bufó.

-No creo que en verdad llegues a estar sin trabajar, Potter. ¿Vino? –La última palabra fue en tono de burla, mientras Malfoy levantaba la botella.

-Sí, por favor.- dijo Harry y luego frunció el ceño cuando los labios de Malfoy se movieron nerviosamente. Rayos, había estado en presencia de Malfoy por menos de cinco minutos y ya estaba irritándose y cayendo en sus manipulativas técnicas Slytherin.

Malfoy se volteó para tomar dos vasos de una vitrina oscura.

-¿Ya comiste?-preguntó casualmente, mientras le sacaba el corcho con magia y servía dos vasos.

-Sí,-replicó Harry, aunque tampoco era completamente cierto. Había comido tarde y no estaba en verdad hambriento, pero tal vez no debía sentarse sin hacer nada más que beber con Draco Malfoy sin comer algo más sustancial. No es que fuera a "sentarse sin hacer nada". Su plan era hacerle a Malfoy varias preguntas y luego tomar el ferry para regresar a Bainbridge Island.

-Siéntate, Potter. Bien podríamos estar cómodos mientras nos vemos el uno al otro con sospecha, ¿no crees?

Harry rodó los ojos, pero caminó hasta sentarse en el sofá de cuero blanco, sintiendo el suave brillo de la lámpara sobre la mesita contigua. El cuero se sentía frio al tocarlo, pero se puso tibio en un instante. Harry se preguntó si Malfoy sentiría lo mismo, y tomó una de las revistas de la mesa para ocultar sus pensamientos.

"La guía de hierbas", decía el título, encima de una foto de una sopa con aspecto sabroso, que hizo que Harry de repente se sintiera más hambriento.

-¿Es en serio eso del "herbolario"?-preguntó Harry.

Malfoy lo vio hostilmente mientras le daba una copa a medio llenar de vino rojo. Antes de responder, un tono se oyó del otro lado del cuarto. Harry parpadeó con sorpresa. A pesar de que la tarjeta de presentación de Malfoy tenía un número telefónico, no había esperado que en verdad poseyera un teléfono.

-Discúlpame,-dijo Malfoy con cortesía y puso su vaso sobre la mesa de centro. Caminó al otro lado del cuarto y levantó el teléfono rectangular negro. –Brutus Black,- dijo. Harry se rio por lo bajo y Malfoy le lanzó una mirada reprobadora por encima del hombro.- No, Sylvia, no es molestia. ¿Mañana? ¿A qué hora?

Harry vio como Malfoy se dirigía al escritorio y abría de golpe la agenda que Harry le había visto usar en la cafetería. Malfoy pasó varias páginas. Su trasero se veía extremadamente bien, revestido por sus pantalones, y sus piernas eran más largas y estaban en mejor forma de lo que Harry recordaba. Harry le dio un trago a su vino y se enfocó en la revista, abriéndola en una página al azar.

-Sí, estoy disponible. Claro, no hay ningún problema. Lo espero con ansias. Que tenga una buena noche también, Sylvia. Buenas noches.-El tono de Malfoy rozaba en lo lisonjero hasta que presionó el botón para terminar la llamada.-Mañana. Maldita sea, le encanta hacerme esto. Qué no daría por decirle que se fuera al diablo.-Suspiró y anotó algo en su agenda con una pluma muggle.

-¿Algún problema?- preguntó Harry gentilmente, y tomó un poco de vino. Su curiosidad estaba a punto de reventar y por un momento se preguntó si Malfoy se había convertido en alguna clase de "prostituto" de clase alta y todo el rollo del "herbolario" era solo una fachada. Harry le dio un trago más largo a su vino cuando, al pensar en pagar por una noche de sexo con Draco Malfoy, su corazón se aceleró y una parte de su anatomía reaccionó con interés. "Tranquilo, chico", pensó Harry.

-No,-replicó Malfoy, y se volteó.-Sí. ¿Quieres dar un paseo, Potter? Me reuniré con la maldita arpía mañana por la mañana, ni más ni menos que a las diez de la mañana, joder, lo que significa que necesito ir a buscarle sus chucherías preferidas ya mismo, mientras la tienda aun esté abierta. Aparecerme mañana sin ellas provocaría que dejase de agradarle y no puedo permitirme eso. No después de todo el trabajo que he hecho para estar donde estoy.

Harry parpadeó con sorpresa, dándose cuenta que probablemente era lo más que Malfoy le había dicho de un jalón. Era una lástima que no tuviera sentido.

-¿Un paseo? ¿A dónde?

-No muy lejos. Diez, tal vez quince minutos, si andamos con parsimonia. Te compraré un café. Está junto a una cafetería muggle.

-¿Qué no todo está junto a una cafetería muggle?

Malfoy sonrió, algo que era muy agradable a la vista, en verdad.

-Te diste cuenta, ¿verdad?

Harry bufó. No era difícil cuando había al menos dos cafeterías en cada trecho de pavimento entre calles.

-Auror entrenado,-dijo Harry, con un tono de confianza.-Me doy cuenta de las cosas.

La sonrisa de Malfoy se ensanchó, pero negó con la cabeza y se volteó para dirigirse a otra puerta.

-Déjame ir por mis guantes. Ahorita regreso.

Harry se acabó el resto de su vino, tosió cuando sintió la quemazón bajar por su garganta, y luego se levantó para ponerse su abrigo de nuevo. Malfoy regresó, vestido inteligentemente con un abrigo de lana negro con doble hilera de botones negros y planos. Llevaba una bufanda verde sobre sus hombros, con un toque de plata, como declarando su eterna alianza a la casa de Slytherin. Malfoy se puso unos guantes de cuero negros y le dio a Harry una mirada indescifrable mientras éste se abrochaba los botones de su propio abrigo y se colgaba su mochila al hombro.

Sin embargo, Malfoy no dijo nada, y simplemente caminó a la puerta, manteniéndola abierta para Harry. Después de pensarlo un poco, aparentemente, dejó que la puerta se cerrara, dejando a Harry en el pasillo, solo. Regresó después de un momento con su celular en la mano.

-No dudo que ella podría llamarme para cancelar,- murmuró mientras se lo metía en un bolsillo y cerraba la puerta.

Caminaron por el pasillo hacia el ascensor y Harry lo miró con recelo.

-¿La magia no interfiere con esa cosa?

-Enormemente. Llevo tres de estos hasta ahora, y eso que tengo mucho cuidado en no hacer ningún hechizo cerca de él. A veces lo olvido y hago algo sin varita,-dijo Malfoy con una mueca. –Los muggles no funcionan sin ellos y, debo admitir, me ha empezado a gustar esto de la comunicación instantánea. Si necesito comunicarme con un muggle, simplemente aprieto los botones de su número de identificación y hablo directamente con ellos. Esperar por lechuzas, o cuervos, se está convirtiendo en una molestia.

Harry negó con la cabeza, sorprendido, mientras las puertas se abrían y entraban a la caja con paneles de madera.

-Usando aparatos muggle y apreciándolos. ¿Quién eres y qué has hecho con Draco Malfoy?

Malfoy bufó.

-Yo soy Brutus Black, y Draco Malfoy se encuentra en Inglaterra, donde pertenece.

-¿Por qué Brutus?

-Un ancestro.

Harry asintió.

-El nombre no te queda. Pero la ropa sí.

-Vaya, Potter, si no fuera sensato, juraría que estás coqueteando conmigo.

Harry se sonrojó y fijó su mirada en la hilera de botones numerados. Malfoy presionó la L, y Harry trató de recordar su significado. ¿Lobby? ¿Living?

-¿Qué quieres decir con "Si no fueras sensato"?

-Aún recibo el diario "El Profeta", Potter. Tal vez no esté en Inglaterra, pero me mantengo al tanto de las noticias. No he visto algún titular reciente anunciando tu rompimiento con la comadrejilla, ni una solo insinuación escandalosa de que tú no fueses el "Chico Dorado y Hetero".

Harry lo miró por un rato y dijo:

-Es bueno saber que los de "El Profeta" no saben ni la mitad de lo que creen saber. –Harry disfrutó el aspecto confundido de Malfoy hasta que las puertas se abrieron. Pudo evitar reírse entre dientes y salió del ascensor.

Afuera, en la acera, el frio golpeó a Harry como una bludger; el viento se había calmado y hacía parecer el dia helado algo placentero. El portero estaba vestido abrigadamente, pero se veía bastante miserable.

-Buenas noches, señor.- dijo de forma amigable.

-¿No se supone que debe llover en Seattle? –se quejó Harry.

-Sí, señor. Esto es muy inusual. Esperamos que acabe pronto y todo vuelva a la normalidad. Disfrute su noche, señor.

-¿Te quejas por un poco de frío, Potter? –preguntó Malfoy, y envolvió su bufanda verde dos veces alrededor de su cara.

-Esto no es un poco de frío,-replicó Harry. -Esto es jodidamente glacial.- Sacó de un tirón su gorro del bolsillo y se lo acomodó en la cabeza, casi suspirando con alivio cuando la lana cubrió las vulnerables puntas de sus orejas. -¿A dónde vamos?

-Por aquí. No te preocupes, prometo no dejar que te congeles.- Draco se volteó y se dirigió al sur, cruzando la primer calle y pasando por un rascacielos amarillento. Muchos de los edificios en Seattle eran maravillas arquitectónicas. Otros, no tanto.

El paseo lo entibió y para cuando alcanzaron la pequeña área que parecía parque, con unos cuantos árboles enormes envueltos con luces blancas, Harry sentía menos frío por todo el cuerpo, a excepción de su cara. Con cada ráfaga de viento sentía como si le arrancaran otra capa de piel de sus mejillas.

Quería preguntar cuánto más faltaba, pero no quería parecer un niño malhumorado.

-Ya casi, Potter.

Gente sin hogar se apiñaba en las bancas del pequeño parque y varias personas con diferentes tipos de ropa esperaban cerca de un letrero que indicaba la parada del autobús. Malfoy lo llevó a la esquina y le dijo:

-Ven por aquí. Quiero checar algo.

Cruzaron la Primera Avenida y luego otra calle: James, notó Harry con una punzada. Alcanzó a ver una tienda de chocolates en la esquina y pensó que ése era el destino de Malfoy, pero éste viró y se dirigió a los muelles. La calle ahí estaba oscura y el área se veía más amenazante que la región iluminada que acababan de dejar.

-¿Dónde…?- comenzó Harry, pero Malfoy de repente lo agarró de las solapas y lo empujó, no tan duramente, contra la pared de piedra del edificio más cercano. Debido a la falta de agresión en su actuar, Harry no se resistió, sino que solo esperó a ver lo que Malfoy se traía entre manos.

Malfoy se acercó, hasta que su aliento se mezcló con el de Harry. Por primera vez desde que dejó el hotel, Harry se sintió tibio en exceso. Le resultaba asombroso que Malfoy quisiera besarlo, sin haberlo incitado, en tan extraño lugar, pero no podía imaginar otra razón por la que Malfoy se estuviese comportando de forma tan extraña.

-No mires ahora,- dijo Malfoy en voz baja, -pero nos están siguiendo. Allá en la esquina, el tipo de gabardina negra. Nos captó justo después del hotel y ahora está merodeando por allá. La luz ya cambió una vez y él ha estado examinando el volante en ese poste lo suficiente como para habérselo aprendido dos veces.

Harry miró por encima del hombro de Malfoy con su visión periférica y alcanzó a ver la forma negra. Estaba muy oscuro y el hombre se hallaba a gran distancia como para poder notar algún detalle, aparte de que tenía el cabello largo y oscuro, o posiblemente llevaba una bufanda sobre la cabeza. O una capucha, maldita sea. ¿Cómo era que Harry no se había dado cuenta?

Porque había estado demasiado enfocado en la atractiva presencia de Malfoy, obviamente. Al momento en que registró esa idea, Malfoy presionó sus labios contra los de Harry. La inhalación brusca de Harry fue callada por la boca de Malfoy. Su corazón latía muy fuerte, aunque no habría podido sentirlo de todas maneras. Quería alejar a Malfoy y exigirle que le explicara lo que hacía; quería jalar a Malfoy para sentirlo más cerca y saciar la loca necesidad que de repente le pareció lo más importante del mundo.

-Haz que se vea bien,- murmuró Malfoy contra sus labios y luego jaló a Harry rudamente a la vuelta de la esquina, agarrándolo firmemente de su abrigo. Harry lo siguió a trompicones, deseando que su cerebro alcanzara a su libido. Un callejón se abría ante ellos y Malfoy soltó su abrigo, sonriéndole.

La inteligencia de Harry por fin hizo efecto. Para los espectadores, parecería como que él y Malfoy habían tenido un arrebato de pasión y se habían metido al callejón para tener algo de tiempo a solas.

-Gracias,- dijo Harry, jadeando más de lo que había querido. Alcanzó su mochila y sacó su capa de invisibilidad, agradeciendo el llevarla con él a todas horas.

Harry se la puso, tratando de no sonrojarse, preparado para ocultarse de la mirada curiosa de Malfoy. Harry le sonrió.

-Ahorita regreso,- dijo, y luego se detuvo. Se movió hacia adelante y depositó un beso fugaz en los labios de Malfoy antes de salir del callejón y dejar que la capucha cayera. A ver qué hacía Malfoy con eso.

Invisible, Harry trotó por la calle, buscando con los ojos al hombre de la gabardina.

Continuará…


(1) El Earl Grey es una mezcla de té negro con aceite de bergamota, una fruta cítrica fragante y pequeña, con sabor agrio.

(2) En el original, dice "Bed-and-breakfast", que es una especie de hotel donde las personas tienen "alojamiento y desayuno". Me parece que no ofrecen otra comida.

Adigium21


Y sí, les dejo un adelanto del siguiente capítulo:

-¿Señor Black?- gritó en voz alta, cambiando el apellido de Malfoy en el último momento.

Harry pensó haber escuchado su nombre, cortado con rapidez. Su varita estaba en su mano al instante y lanzó un Alohomora, destruyendo el seguro muggle con una lluvia de chispas. La puerta se abrió y Harry entró, poniéndose de cuclillas para luego rodar. Un rayo rojo golpeó la puerta donde su pecho habría estado si se hubiera quedado parado.

Expelliarmus!- gritó Harry.

Una varita oscura salió volando de la mano de un hombre con cara redonda y cayó atrás de un sofá. La atención de Harry se enfocó en Malfoy, atado a su silla en el centro del cuarto. Una figura oscura estaba parada detrás de él, con la varita apuntándole a la garganta.