SUMARY: Yamato, Sesshomaru y Sasuke disfrazados de Reyes Magos y escuchando lo que los niños quieren, pero sufriendo por dentro sus asuntos personales.

Parejas principales: Yamato x Sora .-. Sesshomaru x Rin .-. Sasuke x Sakura

Aclaraciones: Este es un fic crossover y UA

Género: Romance & Humor

Disclaimer: Los personajes de Digimon, Inuyasha y Naruto no me pertenecen, sino a sus respectivos creadores Akiyoshi Hongo, Rumiko Takahashi y Masashi Kishimoto


Dedicado a Angie y a Kayr


LOS TRES REYES MAGOS

by: Atori

Twoshoot


Un pequeño bostezo se escapó de sus labios. Se cuidó de hacerlo disimuladamente, pues estaba frente al público, principalmente de niños, y aún por encima, disfrazado de una personalidad que los niños adoraban más que a sus propios padres.

¡Puff!

¡Tonterías!

¿Cómo podían creer los niños en tres tíos que tenían más de mil años y que daban regalos a todos los críos del mundo en una sola noche?

Él nunca había sido tan cerrado de mente, ni siquiera cuando tenía uso de razón. Su padre, e incluso su hermano mayor, se habían ocupado de hacerle ver las cosas claras. La magia no existe, todo es cosa de la ciencia.

Además, ¿qué alguien le explicara eso de los Reyes Magos de Oriente en un país como lo era Japón? ¿No se suponía que era un evento relacionado con el cristianismo? ¿Desde cuándo Japón era un país católico? ¿Cómo es que llegaron al punto de imitar a los del otro lado?

Por hacer que los niños tuvieran más fiestas y más regalos en Navidad, ya no sabían lo que inventar. Aunque de algo estaba seguro, aquella decisión de dictaminar que en Japón existiera la creencia de los Tres Reyes Magos había sido cosa de las distintas fundaciones en defensa de los niños, donde su madre era vicepresidenta de una de ellas. Si hasta era de chiste. Él, por ser el hijo pequeño, libre y sin compromiso, el hijo de la presidenta de la Fundación Ogamo, institución que se dedicaba a la creación de eventos infantiles en beneficio de los niños sin hogar, le había tocado el marrón de vestirse de uno de esos tres reyes magos. Y para colmo, el que era negro. Estaba hasta los cojones de aquel maquillaje oscuro, en manos inclusive, y de escuchar a esos niños consentidos pidiendo una sarta de barbaridades donde ni la mitad de ellas, serían concedidas.

¡Joder!

¿Por qué le había toca la suerte de escucharles y afirmar con una sonrisa boba como el resto de sus dos compañeros pringados?

¡Era ridículo!

¿Por qué su madre había decidido ordenarle que se disfrazara de rey mago cuando sabía que le disgustaban los niños?

Ni siquiera soportaba a su sobrino de cuatro años, a pesar de que, para el resto de la familia, era todo un amor, que nunca se quejaba, ni lloraba.

¡JODER!

¡ERA UN MALDITO MOCOSO QUE TENÍA QUE LIMPIAR EL CULO CUANDO ACABABA DE CAGAR PORQUE EL CONDENADO NO SABÍA Y QUE TODAVÍA SE MEABA EN LA CAMA!

Por no hablar de esas veces cuando era un bebé y lloraba una y otra vez.

¡JODER!

Por su culpa, había tenido que joderse no sé cuantas veces, cuando regresaba de madrugada, después de una noche de botellón. En esas ocasiones maldecía al cabrón y comodón de su hermano, cuando les pedía a sus padres que cuidaran del crío, porque tenía que irse con su mujer a uno de esos aburridos y sosos viajes de negocios.

Y, ¡premio!

Hoy era uno de esos días en que su fastidioso sobrino se pasaba la noche en su casa. Le había entrado la berrincha de que quería pasar la noche con sus abuelos, que quería dormir con el tío, y como puto pringado que era, se decidió que el niño durmiera con él, en su misma cama. Por culpa de aquel enano, tuvo que cancelar la quedada con Kabuto donde habrían pasado una de esas noches en las que beberían hasta quedar pedos.

"No son buenas esas compañías" Le decía su hermano y su madre.

"Deberías dejar de beber y sentar la cabeza" Le decía una y otra vez su antigua novia.

¡Mierdas es lo que todos decían!

Pero que lo miraran ahora mismo. Rendido ante su imponente madre, disfrazado de rey negro, sentado en un trono improvisado y escuchando a todos los críos que aparecían por la calle peatonal más importante de la ciudad.

.

-una bicicleta, una Barbie Malibú, el coche Megane de Ken, un potro, el kit de maquillaje de princesas Disney…

El rey, encargado de escuchar aquellas peticiones, asentía una y otra vez con una sonrisa bajo su barba morena postiza. Claro que eso solo era fachada. Por dentro estaba que flipaba.

¿Cómo era posible que una niña de seis años pidiera semejantes cosas?

Viendo de reojo a los padres encontró la respuesta. Típicos padres que consienten y le dan todo a su hija.

Si fuera padre, sin duda no dejaría que su hija fuese una caprichosa. Antes muerto. Aunque fuera considerado el malo de la película, pondría mano dura, dejando tanta mierda y tanta chiquillada para los que acaban mal.

Sin embargo para aquellos que acababan mal, él estaba dentro de esa categoría, pero en una sección completamente distinta.

Pues aunque le gustaban los niños, disfrazarse de un rey mago y escuchar toda la tarde las mil y una cosas que aquellos niños pijos pedían sin contemplaciones era algo agotador y hasta fastidioso.

Además, creía que su madre estaba metida en una institución que beneficiaba a los huérfanos. ¿En qué les beneficiaban ahí? ¿En suprimir la envidia al no poder pedir una sencilla muñeca, en comparación con aquellos mocosos mimados que si quieren una muñeca tiene que comer, cagar y todas esas barbaridades que inventan ahora?

-pequeña, creo que es suficiente. –dijo la voz del paje que estaba con él- Si pides mucho, Sus Majestades no podrán con todo y no podrán llegar hasta tu casa esta noche.

El rey la miró de reojo. La mirada y la cálida sonrisa de aquel paje femenino habían logrado que la niña dejase de pedir sus juguetes costosos. Mirando al suelo un instante, le observó a él con cierta vergüenza.

-Rey Gaspar, si le pido solo la bici y la Barbie Malibú, ¿le será mucho peso?

-solo si esta noche me dejas en la ventana galletas y agua para los camellos.

-¿les gusta las de chocolate? –preguntó la niña, abandonando poco a poco su vergüenza.

-son las que más me gustan. –afirmando con emoción, aunque en realidad no era así, pero debía actuar y fingir.

-¡Genial! –saltando de su regazo, para observarle- Le pediré a mis papás que compren una caja con muchas galletas de chocolate. –gestuando con las manos- Recuerde Rey Gaspar, la bici y la Barbie, la de Malibú, ¿eh? –regresando con sus padres, quiénes no tardaron en hacerle las típicas preguntas sobre que tal estuvo y lo que le había pedido.

El rey disfrazado de Gaspar, solo se echó para atrás con la intención de descansar un poco, antes de dar el pase al siguiente niño. De reojo, observó a su compañero, el Rey Baltasar, quién debido a la pintura negra sobre su cara y aquel rostro de pocos amigos, producía pánico y terror en los niños, quiénes no se acercaban a él, ni para saludarlo. Uchiha Sasuke era su nombre, si mal no recordaba. Y si su memoria seguía funcionando bien, era el hijo más joven de la vicepresidenta de la fundación donde su madre era la administradora de los eventos infantiles. Nunca había hablado con él, por la sencilla razón de que se presentaba en raras ocasiones a aquellas convecciones, y cuando lo hacía, parecía un muchacho antisocial, perdido en el camino de la vida. Era extraño, porque la madre era una mujer realmente encantadora, lo mismo que el hermano mayor.

-Yamato, ¿a qué esperas? ¿Por qué no haces pasar al siguiente niño? –le preguntó en voz baja aquel paje mujer que él tan bien conocía.

El mencionado miró todavía la larga cola que le quedaba por atender, bueno, la que les quedaba por atender a los dos únicos reyes que recibían gustosos a los niños.

Recordando que el que iba disfrazado de Rey Melchor se había tomado hacía una hora un descanso, aprovechó para hacer lo mismo y se levantó de su trono improvisado, llamando la atención de todos.

-Baltasar, ¿podría ayudarle a Melchor y atender las peticiones de los niños?

Sasuke le miró con la boca tan abierta que si se pudiera, una colmena entera de avispas se habrían instalado en ella.

-me vacilas, ¿verdad? –le preguntó sin rodeos sin importarle un pepino que los niños y la gente del staff le escuchara.

-en absoluto. –devolviéndole el comentario con una sonrisa de no haber roto un plato.

Por parte de los niños se escuchó un gran murmullo acompañado de múltiples quejas, ya que ninguno quería estar en el regazo de un tipo que acojonaba por su mirada amenazante.

-Su Majestad, el Rey Melchor ya ha ido a alimentarse. –el mencionado, solo lo miró de reojo desinteresadamente, mientras fingía atender al crío que le contaba lo muy bien que se había portado en todo el año- Creo que es mi turno de ir a comer, compañero. –recalcándolo demasiado bien, para luego salir por el lateral, donde solo personal autorizado podía pasar.

El paje femenino, viendo lo ocurrido, no tardó en ir tras de él, como si de su guardaespaldas se tratara.

.

¡Esplendido!

Si no tenía un hermoso día lidiando con aquellos mocosos, ahora le tocaba doble trabajo. Su compañero, el disfrazado de Rey Gaspar se había largado a tomar un descanso, según él.

¡Seguro!

Lo que el hijo de puta quería era dejarle todo el marrón a él, ya que el rey pintado de negro y con malas pulgas, alejaba a esos mocosos con solo mirarlos. Si ni siquiera tenía la compañía de un paje porque el maldito cabrón quería estar solo.

Él tampoco es que estuviera a gusto, escuchando a esos críos que creían en tres Reyes Magos que traían regalos como aquel viejo de barba blanca y vestido de rojo. Pero con tal de recibir regalos, los niños hasta eran capaces de creer en que los elefantes volaban como ese elefante animado llamado Dumbo.

Pero por culpa de una ridícula apuesta hecha con su medio hermano pequeño, le había tocado disfrazarse de Rey Melchor y estar sentado toda la santa tarde, escuchando lo que esos niños querían que, supuestamente, él les regalara.

Había llegado un momento en que había logrado desconectar del exterior y poner el motor automático, haciendo creer que atendía a aquellos chavalines.

Entre aquella fila de niños, que parecía que habían acudido todos los mocosos de la ciudad nipona, divisó a una adolescente, encargada de poner orden entre unos pequeños muy distintos a los que atendía, y con rostros demacrados por la pureza y la tristeza.

Sino fuera por aquella chica, no se habría fijado en que pronto les tocarían a los niños de uno de los famosos orfanatos donde su madre, como presidenta, se encargaba de proporcionarle toda clase de fiestas y ayudas. Aquella adolescente que no dejaba de mirar, había sido una de ellos, hasta que su padre la había adoptado. Su familia había sufrido un raro incremento con aquella niña, al estar compuesta por su propia madre, su padre, la amante de su padre y su medio hermano, hijo de la amante. Su madre, que siempre había estado enfrascada en la fundación Ogamo, le era indiferente la situación de ser considerada como la mujer cornuda.

Él no podía decir lo mismo, pues en aquella época, como típico adolescente que había sido, se había sentido entre ofendido y humillado de ver como su medio hermano y la adoptada, obtenían unos cuidados y un cariño que su padre jamás le había dado. Había sido aquella niña, que por alguna extraña razón, se había apegado tanto a él, que cuando se había marchado a la universidad a otra ciudad, había llorado y hasta dejado de comer. Y cuando regresó, fue como si volviera la luz a su alma.

Nunca había logrado entender por qué ese afecto por él. No se comportaba con ella cariñosamente como su padre, ni tampoco había jugado con ella, como su medio hermano, y mucho menos, le daba besos o abrazos como su madrastra. Simplemente él estaba ahí, a su aire, ella se acercaba, le preguntaba si le molestaba o si quería algo, él le contestaba con una seca negativa y ella…

La joven tras poner orden, se percató de que era observada, buscó inmediatamente a los ojos que la observaban con tanta intensidad, encontrándolo en el rey Melchor. Con una amplia sonrisa de niña inocente, reconociéndolo a la perfección, le hizo la señal de OK con la mano, como si quisiera tranquilizarlo.

…y ella siempre sonriéndole de esa manera tan sincera y tan amplia, solamente a él…

Apagó el motor automático y antes de reconocer lo que sentía por ella, se centró en el niño que tenía sentado sobre sus piernas, pidiéndole un no sé qué palacio de Gormiti.

CONTINUARÁ…


Notas de la autora:

Hace mucho que no publico ni actualizo nada. Una de las razones se debe a mis estudios que me impiden incluso conectarme a msn.

Esta historia es un regalo de Reyes Magos de Angie y Kayr, aparte de , también está publicada en mi cuenta de facebook y en mi cuenta de DA.

Solo pido a mis dos amigas que les haya gustado, como a mí escribirla. Soy consciente de que no hay muchas páginas, como las que acostumbro a escribir, pero quería que ellas tuvieran el regalo en este día.

'Atori'