El nombre de la página es todo el disclaimer que necesito.
GALLETAS
Capítulo 1: Cumpleaños
Iba a ser su cumpleaños y ¡por Dios! Cuánto lo odiaba. No le veía nada de especial a la fecha, pero estaba claro que las chicas de su salón —más bien su escuela— sí. Pero no le afectaría en lo más mínimo esa postura si no implicara que las chicas se la pasaran gritando y chillando desde semanas antes de la fecha, anticipando y conspirando, completamente escandalizadas. Si su salón ya era un hervidero de emociones y chillidos e indirectas a su persona faltando tres días para el esperado evento, Sasuke no quería ni imaginarse cómo se pondría la cosa el verdadero día de su cumpleaños.
Sacudiendo la cabeza algo aturdido, Sasuke decidió que era mejor no agitarse por adelantado, así que trató de centrar su atención en sus apuntes de Química, pero un comentario, llegado a él en forma de murmullo, le hizo respingar un poco.
—Si le regalo una tanga, ¿crees que me la modele? Yo lo haría por él y hasta gratis—había escuchado y un sentimiento de repugnancia lo llenó completamente en contra de la jovencita dueña del comentario. ¿Acaso las mujeres ya no tenían dignidad? Pues para él estaba claro que no, por lo menos las que él conocía.
Volvió a ignorarlas.
OoOoOoOoOoO
—¡Venga, Sasuke, algo tienes que querer! —gritaba Naruto a todo pulmón, cerca de las canchas de soccer.
—Que no quiere nada, déjalo ya, Naruto —medió Shikamaru, aburrido, como siempre.
—¡Pero algo tiene que querer! ¡Es su cumpleaños!
—Sí, que te calles.
Naruto se silenció ante el comentario de Ino, pero la miró feo en respuesta. La recién llegada simplemente se sentó por ahí, cerca de ellos sin mosquearse por el comportamiento del rubio para con ella. Sasuke le agradeció con una mirada y Naruto se enfurruñó en un rincón. Lo cierto era que no se había quedado callado por el comentario de la rubia (él podría seguir hablando incluso si le metieran un tapón en la boca), sino porque se quedó analizando a la rubia, no en una forma morbosa, claro está, lo hacía solamente porque había notado que, de un tiempo a este, Ino había dejado de acosar a Sasuke para volverse muy unida con Shikamaru. Tan unidos como una fastidiosa como ella y un quejumbroso como Shikamaru podrían ser.
De un momento a otro, Sasuke se levantó. El rubio hiperactivo dejó de lado sus cavilaciones e hizo lo mismo, pues sabía qué significaba eso: era hora de jugar.
OoOoOoOoOoO
El tan esperado día había llegado y al cumpleañero no le agradaba en lo más mínimo, es más, hasta lo tenía de mal humor. No quería ni ir a la escuela, pero él no era un cobarde. Enfrentaría cualquier cosa, incluso una masa de chicas queriendo una parte de él. Eso y que su madre lo obligaría de cualquier manera, por lo tanto resistirse no era una opción.
Salió de su casa a la hora que acostumbraba, no sin antes pasar por la vergonzosa experiencia de las mañanitas, el soplo de las velas, los besos de su madre y los abrazos de toda la familia.
Cuando llegó a la escuela sintió que un incontable número de miradas se clavaron en su persona. Era escalofriante, pues la gama de miradas iban desde el más loco enamoramiento hasta el odio más puro y psicópata. Trató de serenarse, él no era así, él no se amedrentaba por nada.
Siguió caminando.
El resto del día fue por demás una experiencia horrible, de hecho, lo guardó y clasificó en su memoria como el peor cumpleaños de todos. Bueno, para ser justos, cada año decía que era el peor e Itachi afirmaba (él disfrutaba de todo eso, en especial de ver sufrir a su hermano) que se debía a que cada año los Uchiha se volvían más y más atractivos.
—Estúpidos genes —murmuró para sí Sasuke molesto, con una enorme bolsa negra, como las de basura, llena de regalos. A veces era realmente molesto ser atractivo.
La verdad era que cada vez que ocurría una fecha importante como San Valentín, cumpleaños, pascua, navidad o cualquier otra, Sasuke llevaba una bolsa de esas, sabiendo que las mujeres que lo conocían utilizarían la celebración en turno como excusa para llenarlo de obsequios, cartas y tratar de abrazarle, besarle y a veces, en casos extremos, manosearle y tratar de violarle. Siempre la llevaba llena de regreso a casa.
Sus amigos y demás conocidos tenían varias teorías acerca de qué hacía Sasuke con los obsequios; unos aseguraban que los tiraba en algún contenedor de camino a casa, otros que él los vendía, algunos hasta pensaban que los llevaba a la caridad. Las chicas tenían una idea más optimista del asunto; creían fervientemente en que Sasuke los dejaba en algún lugar de su habitación, como si fueran objetos preciados o que —las que le regalaban peluches— dormía con ellos. Pero la triste realidad era que nadie lo sabía a ciencia cierta, sólo Naruto estaba enterado. ¿Cómo? Bueno, por dos simples y evidentes motivos: el primero es que el rubio era un entrometido y el segundo que era el mejor amigo de Sasuke. Así que Uzumaki podía contarles a todos lo que sucedía con los obsequios, pero igual no lo hacía. Se lo había prometido a su amigo y él mantenía sus promesas. Por lo menos aparentemente.
Bien, a todo esto, lo que el joven Uchiha hacía con tanto regalo era sencillo: lo llevaba a su casa para descubrir ahí qué contenía cada caja o cada bolsa y lo clasificaba de inútil y útil. Todo lo que le era útil (y no rosa) lo conservaba (pero JAMÁS abandonaba su habitación) y lo que no, se lo entregaba a su madre para que ella hiciera lo que quisiera con ello (caridad; punto para Shikamaru e Ino). También algunas cosas se las regalaba a Naruto, con la promesa implícita de que no divulgaría el paradero de los obsequios.
Las cartas eran harina de otro costal.
Sasuke podía ser frío, insensible e indiferente con todo aquel ser viviente que no le agradara, pero no era un canalla; su madre lo había educado bien. Se leía todas y cada una de las misivas y las clasificaba en importantes e insignificantes. Las primeras las releía y contestaba en alrededor de tres líneas (sabía por experiencia propia que escribir más le daría una idea falsa al receptor) y el rubio era el encargado de entregar las respuestas. ¿Qué hacía después de todo esto? Las guardaba en el ático en una enorme bolsa elaborada especialmente para su almacenamiento, al lado de otra aún más imponente que rezaba "Cartas de Itachi". Para ser francos, Sasuke quería tirarlas, quemarlas (tenía un serio problema de piromanía, decía su viejo psicólogo, al que su padre despidió por ofender a su hijo, calificándolo luego de "payaso" e "incompetente" en su profesión) si era necesario, pero su madre no lo dejaba. Ella siempre le decía "no es correcto tirar a la basura los sentimientos de una mujer enamorada". ¡Bah!
Pero bien, regresemos al presente. Ahora mismo Sasuke caminaba rumbo a la salida del instituto con la mentada bolsa "mata ilusiones" casi a rastras, cuando una vocecilla aguda y bajita se dirigió a él con un "disculpa". El joven de cabellos negros se estremeció, creyó que no quedaba nadie más en la escuela aparte de él y el intendente. Reprimió el escalofrío inicial y volteó a encarar a la, obviamente, chica, con su mejor cara de nada.
—Sa-Sa-Sasuke —la escuchó balbucear al tiempo que la veía jugar con sus dedos índices. El mencionado arqueó una ceja. ¿Era retardada? ¿Quién en su sano juicio tartamudeaba en pleno bachillerato?
Como su próximo movimiento, la chica le extendió una cajita forrada pulcramente con papel azul oscuro y una notita anexa junto al moño. La escuchó musitar "feliz cumpleaños" y luego la vio correr despavoridamente de allí.
—Todas las chicas deberían hacer eso —se dijo Sasuke, contento de que el suplicio hubiera terminado ya.
Suspiró y arrojó la cajita a su mochila. Se sentó en una banca afuera de la escuela y esperó a su rubio amigo, que ya se había demorado mucho en el baño.
"Seguramente volvió a comer ramen caducado" dedujo Uchiha.
OoOoOoOoOoO
—¡Sasuke! —chillaba Naruto muy cerca de la oreja de su amigo—. Dame los chocolates, a ti ni siquiera te gustan… lo suficiente.
—Ya te dije que no —le espetó, molesto— son para mi madre; además, a ti ya te di una caja de chocolates envinados.
—Pero quiero máááááás…
—Dile a tu madre que te compre.
El rubio sintió un escalofrío recorrerle la espina dorsal; sabía que si los pedía su padre seguramente se los compraría después de una larga sesión de ruegos, pero luego su madre intercedería en la decisión y entonces…
—¡Por favor! —siguió rogando, pensando que su amigo era mejor opción que su mamá.
—¡Que no!
Y siguieron vaciando la bolsa, encontrando de todo: desde relojes, toallas deportivas, dulces y chocolates hasta tangas, boxers y paquetes de condones con notas sugerentes que el cumpleañero prefería no leer. Al final sólo quedaron una caja rosa, la azul que sacó de su mochila y una roja. Primero abrió ésta última, no sin antes fijarse de quien procedía: Karin. Era una pelota de soccer (desinflada, claro) de gran calidad, sería un desperdicio no poder usarla. Dejando sus pensamientos pesimistas de lado, Sasuke procedió a abrir el presente rosado. En el interior había una enorme carta de aproximadamente siete hojas de largo, un termo y una muñequera. No había que ser un genio para saber que era de Sakura. ¿Quién más le regalaría a un chico cualquier cosa en un forro rosado?
Uchiha buscó preocupado el rostro de su amigo, sabía que al rubio le afectaba el comportamiento de la pelirrosa para con él, después de todo, estaba enamorado de ella desde hacía siete años. Lo encontró con una sonrisa de amargura en el rostro y se sintió frustrado puesto que no tenía idea de cómo consolarlo; entonces se precipitó a apartar el regalo y abrir el último como medio de distracción.
Primero leyó la tarjeta de la cajita azul, esperando que dijera algo lo suficientemente estúpido para animar a su amigo, pero no había allí nada de qué burlarse.
"Sasuke:
Espero que pases un feliz cumpleaños con todos tus seres queridos.
Hinata".
No supo si reír o llorar. La carta era tan simplona y genérica que no alcanzaba a comprender si era una carta de amor o una burla a su persona. Además, ¿quién diablos era Hinata?
—Así que Hinata te regaló algo —comentó Naruto, reponiéndose de su estado anterior.
—¿Hinata? ¿Cuál Hinata?
—La del salón. No me digas… ¡No me digas que ni siquiera conoces a tu compañera de aula!
Uchiha negó con la cabeza. Naruto lo golpeó por no conocer ni a sus propios compañeros de clase, siendo que llevaban más de un semestre juntos. Pelearon un rato y, al final, algo cansados abrieron la cajita.
—Galletas —dijo Uzumaki al ver el contenido—. Y parecen caseras.
El ojiazul le arrebató la caja y comenzó a devorar el contenido.
—¡Las súper galletas de Hina! —chilló de alegría.
—¿Súper? —Sasuke repitió la palabra con escepticismo. ¿Cómo unas galletas iban a ser maravillosas?
—Hina cocina delicioso; más los postres. ¿Nunca los has probado?
El moreno negó con la cabeza y su amigo le animó a probarlas. Tomó una de las galletitas y la miró achicando los ojos, ¿y si tenían algo? ¿Toluache, tal vez? Miró a Naruto de reojo. No se veía como si estuviera a punto de morir por envenenamiento o algo así. Regresó su vista a su postrecillo, algo descolocado. Nadie, nunca en su vida, le había regalado algo hecho a mano (exceptuando a su madre), mucho menos comida, por eso el gesto se le hizo hasta cierto punto lindo. Y con ese pensamiento, Sasuke se llevó la galleta a la boca; la masticó lentamente hasta que la tragó, Naruto se le quedó mirando con una sonrisa zorruna durante todo el proceso.
—¿Y bien?
—Sabe bien —se limitó a decir, aunque la verdad era que tenía ganas de agregar algo así como "son las mejores que he probado en años". Optó por seguir comiendo más galletas y guardarse sus comentarios o Naruto terminaría malpensando.
Al final del día, Naruto salió de la residencia Uchiha con la parte del "motín" que le correspondía, la barriga llena e hinchada de tanto comer, pastel —cortesía de la señora de la casa— y una sonrisa. Ahora que se encontraba solo, a Sasuke le tocaba la parte desagradable: leer y contestar TODAS las cartas. Pero en su propio purgatorio de apatía y sufrimiento, Sasuke no pudo olvidar el sabor de las galletitas que la tal Hinata, su compañera de clase, le había preparado.
Definitivamente tenía que comerlas otra vez.
¡Hola, mundo! Bien, para los que no me conocen soy Kristall Blauw, escritora mexicana a ratos. Este es mi tercer fanfic en esta parte del fandom de Naruto (SasuHina). Yo sé que no les interesa, pero igual se los voy a decir: esto lo escribí un día antes de mi cumpleaños 16 (supongo que por eso la temática) y pues nada, jamás fue publicado, ni siquiera cuando comencé a subir mis trabajos (osea a los 17). Ahora tengo 18. Bastante tiempo va desde su creación, ¿no creen?
Bueno, según mis cálculos, esto tendrá alrededor de 7 capítulos y la trama será simple: Sasuke quiere que Hinata le prepare más galletas, ninguna otra intención oculta tiene… por ahora.
La narrativa va a cambiar al próximo capítulo pues, me gusta pensar, que he mejorado como escritora desde los 15 años. Espero que les haya gustado y cualquier error, me avisan.
¿Comentarios?
Besos, abrazos y galletitas de Kristall Blauw
Última edición: 15/03/2012