Esta terminado. No puedo creerlo. Estoy llorando en este momento, pero ya quiero dar punto final.

Historia: Papel y tinta

Título del capítulo: ¿Crees en la reencarnación?

Pareja: Todas

Canción: Here we go again de Paramore

De verdad les recomiendo que escuchen la canción mientras leen, sobre todo en el pedazo final.

Voy a decir todo lo que debo aquí arriba para dejarles solo el fin. Gracias a todos los que me leyeron, me hayan dejado review o no. De verdad ¡Gracias! Esta historia fue especial para mi y me alegro de saber que también lo fue para otras personas. No es lo último que haré pero me dejaré llevar por el sentimentalismo.

Gracias en especial a Gabi17, SweetInsanity1039, queenBwaldorf, Sakuyachan15, Garu0212, Tweekiee Tweekers, Red Crayon Princess y a todos los que no pude poner aquí. Mil gracias, se los debo todo.

Nos leeremos en T.P.M. (que ya casi esta terminado y me preparo para empezar a teclearlo) y luego en Husos horarios.

South Park no es mío, es de Trey Parker y Matt Stone.


Epílogo: "¿Crees en la reencarnación?"

Jamestown, Virginia, EUA. 1635 – 2030

"Te escribiré solo para hacerte saber que estoy bien"

1635

Diez años se pasan con increíble rapidez cuando vives en el paraíso que tenía Philip a mitad del bosque, con nadie más y nadie menos que el anticristo para defenderle y ayudarle a sobrevivir. Aquella mañana de primavera parecía ser como las demás; las noticias nunca llegaban a lo profundo del bosque, ni siquiera a Jamestown. Pero esta era demasiado. Corrió como pólvora. El rey de Francia había desaparecido de forma misteriosa, al igual que el duque de Inglaterra. Las coronas se negaron a hablar, algo obvio ¿Qué clase de corona admitiría que su rey era marica y que tenía un tórrido romance con el duque inglés? Los ojos de Pip se abrieron de sobremanera, su gorro de plebeyo se cayó de su cabeza por el viento sin que él tuviera la mínima intención de evitarlo. Damien también estaba atónito. Jamás pensó volverlos a ver.

– ¿Cómo ha estado su majestad Philip? – bromeó Ze Mole

Una lágrima escurrió por la mejilla de Pip al escuchar de nueva cuenta la voz de Christophe y su marcado acento, aunado a la risa de Gregory ante tal comentario. Muchas noches lo soñó, justo en el momento en que trataba de hablar despertaba. Pero no fue así cuando exclamó.

– ¿Y qué hay de usted Rey de Francia? O mejor dicho, desaparecido rey de Francia– dijo el ex príncipe haciendo una reverencia

– ¿Tú y Damien eran los únicos merecedores de un final feliz?

Entraron a la pequeña casa. Christophe era muy diferente a la última vez que lo vieron, la experiencia ya estaba en su rostro mientras que Gregory tenía un aspecto todavía dulce, demasiado como para un joven, común en un niño de pocos años. Charlaron como los viejos amigos que eran, recordando los tiempos en el viejo continente y la boda. También se enteraron del destino de sus padres, iban por el noveno hijo. Carlos I nunca soportó la pérdida de Philip, llenándola con muchos herederos. Pero igual se sentía vacío, ninguno sería como Pip.

Richard había muerto en una batalla protegiendo al rey tres años después de que huyeran. Damien no pudo evitar entristecerse, aunque en si ya lo presentía, hace 7 años sintió un dolor punzante en el pecho sin razón aparente. Ahora conocía el motivo. Por fin llegó la pregunta del millón ¿por qué había escapado de Francia?

–Por dos razones – empezó Christophe meditabundo – uno porque ya me exigían un heredero al trono y segundo…

–Eduardo nos descubrió – completó la frase Gregory

Pip y Damien abrieron los ojos de par en par, más atónitos aún.

– ¿Sigue vivo? – Inquirió Pip sin creerlo – ¡Tiene 112 años!

Una carcajada inundó el ambiente, Ze Mole había esperado esa pregunta solo para poder ver la cara asustada de Pip. Mala hierba nunca muere, y sí, el maestro seguía vivo y viviría tres años más antes de por fin cerrar los ojos.

– ¿Vivirán en Jamestown? – quiso saber Damien

Los dos chicos negaron con la cabeza. Su plan era un poco más elaborado, viajarían por las tierras recién descubiertas, serían unos nómadas, por seguridad y por placer. No los reconocerían si andaban de lado a lado y siempre desearon probar la libertad de hacer lo que querían cuando lo querían. El día pasó como un verdadero suspiro para ellos, quizá ese fue el día más rápido de sus vidas. La noche cayó y por más que les rogaron quedarse a pasar la noche ellos se negaron, ya habían alquilado una pequeña habitación en Jamestown. Caminar por el bosque de noche les dio menos miedo de lo que esperaban.

– ¿Qué tanto piensas Christophe? – preguntó Gregory ante el insólito silencio del parlanchín de su novio

–Solo recordaba el día en que los conocí, aún puedo olor la madera del salón principal, el olor a flores y sobre todo aún recuerdo tu gran entrada

Gregory sonrió de lado, también lo recordaba. Nunca llegó a imaginarse ahí, caminando en un bosque oscuro en Nueva Inglaterra, siempre creyó que pasaría el resto de sus días en ese aburrido castillo. Cumplieron su promesa, visitaban a la pareja en la cabaña dos o tres veces cada cuatro años. Vieron muchas maravillas en esa tierra y todas las anécdotas se las contaban, admirándolos mucho. Los hacían sentir como si también viajaran con ellos. Así fueron muchos años, hasta que la edad frenó a la pareja y se establecieron en el centro de Jamestown, visitándolos aún más seguido. Murieron en ese mágico pueblo, sin que ninguno de sus habitantes supiera que eran el duque de Inglaterra y el rey de Francia. Hasta que ellos murieron Pip comprendió el verdadero dolor de la muerte de una persona amada. Supo entonces como se sintió la gente con la muerte de su abuelo.

1710

Diez años sin una sola muerte, bueno, una que otra pero nada tan grave. Libre de hacer sus mezclas de hierbas y todo el tiempo con aquel viento delicioso que siempre atraen los ríos. Kenneth casi olvidaba lo que se sentía morir, hasta ese día, que estuvo al borde del infarto y recordó las llamas ardientes del fuego abriéndole la piel y acabando con cada parte de él. Todo eso le provocó ver esos tres niños que tanto le recordaban a su juventud. Luego ver a Karen y a Kevin sonrientes fue todo lo que necesitó. Soltó unas enormes lágrimas, dejó su hacha a un lado y abrazó a su hermana, incrédulo de que ahí estaba. Una mujer pelirroja y un hombre de negro cabello estaban un poco más alejados de ellos.

–No han perdido el tiempo – dijo Kenny comprendiendo el origen de los niños

–Solo hacemos lo que nos pediste hermano – dijo Karen conteniendo el llanto – ¿Dónde está Butters?

Butters estaba en la habitación de arriba viendo el río correr tan sereno y tan calmado, sin ninguna preocupación. Así llevaba años sintiéndose, y podría decir que no había nada mejor en ese mundo. Escuchó la puerta abrirse pero no se molestó en bajar. Escuchó pasos en la escalera pero tampoco se alarmó. Cuando sintió que le miraban supo alguien que había entrado a la habitación.

– ¿Por qué andas tan apurado Kenny? – inquirió el dulce chico

–Aún no te das cuenta Butters – dijo una voz que creyó no volvería a escuchar

Al voltearse se topó con la misma Karen, la abrazó sin pensarlo, revivió el momento en que se enteró de la inmortalidad de Kenny. Tenía mil preguntas que hacerle, ella le sonrió y le pidió que bajara a la sala. Vaya sorpresa toparse de nuevo con Kevin, pero sobre todo con esas caras desconocidas y familiares a la vez. Charlaron de muchas cosas de los niños, de sus vidas hasta que supieron el motivo de su visita.

–Ya no hay trabajo en Inglaterra – dijo Kevin – en Richmond está la esperanza, no vinimos de visita, vinimos a vivir aquí

–Significa que ya no estaremos tan lejos – dijo Karen animosa

Kenny jugaba con los niños, desapareciendo la moneda ante ellos y luego apareciéndola detrás de la oreja de otro, ellos admirados lo revisaban, buscando el truco y riendo al no encontrar nada.

–Eres muy bueno con los niños – dijo la esposa de Kevin – ¿No has pensado en tener los propios? ¿O al menos en casarte?

Kenneth se quedó pensativo, no esperaba que su hermano fuera a revelarle el secreto de su orientación sexual, pero esa pregunta lo hizo reflexionar mucho, dejó la moneda a los niños que luchaban por imitar su truco y se sentó frente a la pelirroja mujer que le recordaba en cierto modo a ese chico Dougie. Butters ladeó la cabeza al ver el semblante solemne de su novio, algo bueno diría.

–El día en que todas las personas me preguntes eso en vez de acusarme de brujo por realizar magia delante de ellos, ese día le responderé su pregunta. No tratemos de correr sin siquiera gatear

La respuesta pareció satisfacer a la mujer, que intrigada y admirada decía a su amado que Kenny era más impresionante ahora que cuando era niño. Pero los hermanos del chico pobre si entendieron el mensaje. Pasarían muchos años, aún después de la muerte de la pareja, antes de que pudiera responder esa pregunta con toda tranquilidad.

El matrimonio se quedó esa noche a dormir para partir a la mañana siguiente a Richmond. Los niños jugaban cerca del río cuidados por sus respectivos padres mientras los hermanos tomaban su tiempo para hablar y despedirse de una verdadera forma. Karen abrazó a Kenny con mucha fuerza, pidiendo a Dios congelar ese instante y nunca separarse de él. Kevin se unió al abrazo, no recordaba la última vez que eso pasó, además de su primera despedida, tendrían unos cuantos años la primera que se sintieron de verdad unos hermanos. Butters recordó a Dougie, ni Karen ni Kevin había vuelto a saber de él o de sus padres ¿Qué clase de persona puede deslindarse de forma total de su pasado? Era obvio que todos los días pensaría en ellos, rezaría por ellos y les desearía lo mejor.

–Cuida bien de Kenny – le dijo Karen al despedirse –él vive solo por ti

–Te equivocas – dijo Leopold – también vive por ti, por Kevin, por tus sobrinos, pero solo por mi es tan valiente

Se verían varias veces luego de eso, hasta la muerte e Kevin. Luego Karen se mudaría con su hermano, incluso ella murió antes de que cualquiera de ellos lo hiciera. Lo niños nunca se enteraron de los gustos de su tío aunque durante toda su vida se preguntaron por el motivo del que no se casara y que vivía con su amigo Leopold. Esa familia aún radica en el estado de Virginia en la actualidad.

1808

Clyde ya tenía su fama en Jamestown, todos los conocían e incluso sus vegetales llegaban a otros pueblos, casi a Richmond. No usaba esclavos, todos los del pueblo trabajaban para él, recibían un sueldo. Token se hacía pasar por su esclavo personal y nadie nunca le preguntó porque el chico blanco no se casaba. Varias chicas se le insinuaban, pero la eterna presencia del negro las ahuyentaba siempre. Entonces ese día llegó, aquel agosto de 1808 alguien llamó a la puerta. Clyde quedó boquiabierto, sonriente le gritó a Token que llegó como un rayo. Judie les sonreía, con más arrugas en la cara pero la misma sonrisa calmada y comprensiva. Típica de una madre. A su lado Walter contenía el llanto y Mudo sonreía de lado en silencio como siempre. La sirvienta hizo un viaje muy largo al enterarse de la ubicación de su hijo, sus benevolentes amos le permitieron ir. Mudo y Walter estaban en Richmond cuando se la toparon y todos juntos se dirigieron río arriba en búsqueda de sus amigos. Hablaron durante horas, disfrutando mucho de su compañía.

–Quédense – dijo Clyde – puedes vivir con nosotros Judie

–No creo que sea conveniente Clyde, sería un obstáculo entre tú y Token. No, yo conseguiré empleo en alguna casa de aquí o tal vez regrese a Richmond y te visite lo más seguido que pueda – dijo con esa voz calmada y ahora sabia

–Entonces quédense ustedes, Walter, Mudo – Dijo Token

–Ojalá pudiéramos – dijo Walter – pero eso los pondría en peligro, es más probable que se enteren de que no somos esclavos… tendremos que irnos, pero no dejaremos de visitarles

El amo y el esclavo bajaron la mirada tristes. Mudo tocó sus hombros y los hizo verle a los ojos. El mejor argumento lo dio él, con ese mirar y ese silencio que siempre les convencía. Judie les contó de la decadencia de su padre y de las noticias que daban. Dieron a Clyde por muerto y sería peligroso si alguien se enterara de su apellido o al menos de la relación entre él y el famoso John Donovan.

– ¿Recuerdas el rostro de Lenny, Mudo? – Le preguntó Token mientras su novio y la mujer hablaban en una habitación separada – porque yo no… se que debería, pero me es imposible ¿De qué color tenía los ojos?

Walter soltó una carcajada mientras Mudo contuvo la risa.

–Como todos los negros tienen ojos azules – dijo Walter sarcástico

Token recordó sus pláticas a la hora de la comida, sus competencias de adivinar que les daban de comer, sus pláticas antes de dormir, todo eso le pareció algo muy lindo; a pesar de ser esclavos se tenían los unos a los otros y ahora, cada quien estaba en su camino, pero eso no les impedía seguir en contacto y riendo de la misma manera. Token suspirando por Clyde en secreto y viéndolo en la noche. Mientras Mudo y Walter se preocupaban. Era una buena vida, pero su actual momento no lo cambaría por nada del mundo. Y sabía que sus dos amigos pensaban lo mismo.

–Siempre te consideré mi madre – dijo Clyde a Judie – tú me cuidabas, tú me procurabas, no me ignorabas como Martha Donovan. Sin mencionar el hecho de que ya sabía que Martha no era mi madre

La sirvienta tragó saliva. Si era la madre biológica de Clyde ¿Debería decirle eso? ¿Debería contestar las dudas que durante tantos años le asaltaron en las noches y siempre que la estúpida señora Donovan charlaba con sus rosas en vez de con su hijo? ¿Era realmente necesario revelar un defecto más de su padre y de la horrible vida que tenían los Donovan?

–Pero de todas maneras – interrumpió su conflicto interno – no me importa lo que la sangre diga, tú eres mi madre Judie…

La sonrisa de la mujer inundaba el lugar, abrazó a su hijo y nunca dijo nada ¿Para qué? De todas maneras Clyde la consideraba su madre. Que importaba lo que la sangre indicara. Lo importante era que ellos así lo sentían y lo sentirían por siempre. El castaño por fin podía decir "mamá" con seguridad de que la mujer a quien se lo decía era exactamente eso, su madre.

Judie consiguió un empleo en una de las casa, el sueldo era bajo pero al menos podía estar más cerca de su adorado hijo. Walter y Mudo regresaron a su colonia, en el camino se toparon con el lugar donde ocho años antes había estado el campamento de Gabriel Prosser. El hombre que no podía hablar recordaba con toda nitidez el lugar donde dejó el cuerpo del esclavo que tanto daño causó. En el piso de tierra hizo una cruz y se persignó, rezando por el alma del infortunado. Visitarían a Token unas cuantas veces después de eso. Pero no vivirían mucho luego de eso. Su secreto se supo y un ataque sorpresa por parte de sus vecinos les causó la muerte. Clyde y Token lloraron mucho, pero nunca los olvidaron, cada noche veían el lugar donde estaba el diario y suplicaban que un día la sociedad pudiera cambiar y dejar de ser ese feo monstruo. Si le hubieran pedido escribir una carta a alguien, Clyde lo haría, pero solo para que la otra persona supiera que estaban bien, muy bien.

1946

La guerra había acabado por fin. Siete años pendientes de cada movimiento diseñando estrategias que nunca llegarían a manos de los importantes generales y que solo estarían en los cuadernos y mapas de Stanley. Siete años ganándose el pan como el Sheriff y el futuro dueño de la tienda del pueblo. Cada vez que Kyle veía algún producto con el nombre de Clyde recordaba el diario perfectamente escondido. Ese día había poca gente en la tienda y el judío charlaba amenamente con uno de sus compañeros. Sintió una persona detrás de él, luego su compañero le dijo que había alguien que deseaba comprar algo. Al voltearse quedó atónito. Esos rizos rubios y ese rostro que nunca olvidaría. Detrás de ella vio solo el perfil de la mujer pelinegra con ojos del mismo color sonriéndole ligeramente. Abrazó a la rubia sin cruzar el mostrador, dejando medio cuerpo apoyado en él y llorando un poco. Ella le abrazó con igual nostalgia, Wendy solo bajó la mirada.

–Pensé que jamás te volvería a ver Bebe – dijo el pelirrojo nostálgico

–Mira a quien se lo dices Kyle – dijo la rubia – pensábamos lo mismo de ustedes dos ¿verdad Wendy?

El abrazo entre la rubia y el pelirrojo se rompió, Kyle se fijó mejor en Wendy, la última vez que supo de ella estaba en el edificio envuelto en llamas. Se veía perfecta ¿Cómo logró salir ilesa? Su pregunta fue contestada cuando se volteó y dejó ver su perfil izquierdo. Totalmente marcado. Eran las cicatrices de unas dolorosas quemaduras de tercer grado. Hasta a Kyle le dolió la cara al verla. Ella sonrió un poco más al ver el rostro asustado y en parte arrepentido del humil chico que Stanley escogió para pasar el resto de sus días.

–He pagado mis errores Kyle – dijo ella con una voz calmada, una que era la antítesis de su antigua voz en la escuela – no te sientas culpable de la cuenta que el destino me ha cobrado por mi estupidez

Kyle se relajó un poco, fue a buscar a su jefe para pedirle el resto del día por un "contratiempo inmenso". El jefe hubiera aceptado sin decir la mínima explicación.

Stanley regresaba a casa para comer, se encontró con el agradable olor de los alimentos recién preparados; pero también con unas voces desconocidas. Al entrar a la cocina se llevó la sorpresa de su vida. Quedó impactado al ver el rostro de Wendy, el karma era algo de lo que nadie se escapa, tuvo suerte de no pagar con su vida. Lo mínimo que podía darle Stanley más que un abrazo o una palabra de aliento era ese pequeño beso en la mejilla aún tersa. Una pequeña lágrima se le escapó a la pelinegra que agradeció profundamente esa muestra de cariño. Y a la vez ese perdón que tanto esperaba. Kyle le sirvió un plato de comida a Stan y le contó rápidamente de todo lo que había hablado. Los sueños de la post guerra y su plan para llegar hasta Francia y abrir un pequeño restaurante. Tenían mucha experiencia de su juventud. También le dieron la mala noticia a Stan de la muerte de sus padres o al menos así los había declarado luego de siete años desaparecidos. Kyle les preguntó cómo había dado con ellos. La sonrisa que se formó en sus rostros le hizo sospechar algo que segundos después una foto aclaró. Era su familia, los Broflovski años después de refugiarse de la guerra, su hermano ya era todo un hombre e incluso posaba con una chica que seguramente era su esposa. Una sonrisa iluminó su rostro a más no poder, se sentía contento de saber de su adorada familia.

–Nos dijeron – empezó Wendy – que si llegábamos a encontrarlos les avisáramos que la boda de Ike es a finales del año

Un nudo se formó en el estómago de Kyle, no deseaba más que ir a ver a su hermano y acompañarlo en un momento tan importante. Stanley sabía que debían ir consiguiendo unos trajes. Poco antes de que la noche llegara ellas se despedían, no deseaban causarles molestias cuando ya tenían un cuarto rentado en una casa del pueblo. Pero antes le pidieron una respuesta al judío, pasarían a Richmond a despedirse también de los Broflovski. Kyle subió a su habitación corriendo, llegando hasta su cuaderno de dibujos, arrancó el retrato de Ike y anotó en grandes legras un enorme "sí". Bajó a dos escalones y se lo entregó a las chicas. Stanley veía fijamente a Wendy, que se tapaba su cara quemada con el cabello. Él le apartó el pelo y dijo.

–Eres hermosa en tu interior Wendy, no temas enseñarte como realmente eres. Yo oculté mi forma de ser, tú no ocultes tu cuerpo

Ella solo asintió con la cabeza, dudaba volver a ver al chico del que estuvo perdidamente enamorada. No encontró las palabras concretas para decir adiós, siempre habló de más, así que su mejor adiós sería ese inusual silencio.

2017

Craig veía su nueva oficina, era un buen inicio. No era el dueño pero si el dueño en turno. Manejaba todo ese museo recién graduado de la carrera de administración de empresas turísticas. Le agradó esa carrera, sobre todo por poder estudiarla junto a Tweek. El rubio estaba en la entrada, era el guía principal y recibía las pocas personas que entraban, era raro que alguien pidiera un guía. Entonces ellos entraron al museo. No los reconoció al principio, fue hasta que sintió su abrazo y sus palabras de alegría supo quién era. El chico aficionado a Star Wars, Kevin Stoley. Jason iba de traje, venía de una junta con su pequeña compañía que luchaba por desarrollar su primer videojuego.

–Siempre dijeron que deseaban ser otra cosa, un día eran astronautas y al otro eran ganaderos – dijo Jason incrédulo de la profesión que sus dos amigos ejercían

–T-todo cambió en e-esa excursión ¡Gah! – dijo Tweek guiándolos a la oficina de su novio

La sorpresa de Craig fue menos notoria pero no evitó que esbozara una enorme sonrisa y se encargara de preparar un café. Los problemas de Bullying que Tweak sufrió durante toda la preparatoria quedaron atrás después de aquella excursión, quedaron muy en deuda con el museo pero sobre todo con ese diario que les abrió los ojos. A quien les preguntara el motivo de trabajar ahí solo contestaban.

–Nos agrada la historia – Dijo Craig dándole un sorbo a su café

Jason alzó una ceja sin creerle ni una sola palabra a su amigo pelinegro. Kevin contrariamente le atribuyó el gusto que mencionaban a las clases que Garrison les daba en la preparatoria. Tweek dejó de temblar un poco debido a la cafeína que ahora atravesaba por su cuerpo. Era calmante, casi tanto como las palabras escritas en el papel antiguo, deseó haber podido conseguir un mejor cuaderno en donde anotar, pero consiguieron lo que pudieron.

– ¿A qué se debe su visita? – preguntó Tucker

Jason y Kevin se vieron entre sí unos instantes. Luego extendieron una invitación con papel transparente alrededor. Craig la abrió y supo a donde iba todo eso. Se realizaría una reunión de la generación 2010–2012 de la preparatoria de Richmond.

–Nosotros asistiremos, Garrison nos pidió entregárselas

Craig la miró un instante, luego observó a su novio. El cruzarse sus miradas se hablaron más que con las palabras. Negaron con la cabeza y de la forma más cortés que pudieron rechazaron el ofrecimiento. Deseaban concentrarse en su presente. Además, les parecía que cinco años era un tiempo muy corto para volver a reunir a una generación. ¿Tanto así los extrañaban los maestros? El rostro de Kevin se ensombreció un poco, pero Jason solo recogió las invitaciones y las guardó, por algo hacían eso sus amigos y no tenía nada que ver con el no querer juntarse o viajar a Richmond, si no por el miedo de reencontrarse con alguno de los antiguos abusadores. Aunque Tweek no lo dijera aún tenía malos recuerdos de esos días y prefería evitarlos.

Jason se puso de pie, ya era hora de regresar a Richmond. Kevin no quería despedirse, extrañaba la clase de matemáticas, Adler y sus charlas, extrañaba las bromas en la clase de historia y los gritos de Garrison enojado por una denominada "incompetencia" por parte de los alumnos que serían los mejores en la historia de su clase o de la escuela incluso. Tweek los despidió con su típico tic y unas risas bastante alegres por parte de todos. Sintieron ese efímero instante como si fuera una despedida al salir de la preparatoria. Creyendo que al día siguiente volverían a verlos y el siguiente y el siguiente. Pero ya no sería tan seguido.

La carrera de ese par despegó poco después de la despedida. Verían a sus amigos en el mismo museo de Jamestown varias ocasiones más, cuando sus apretadas agendas se los permitían. Les debían todo a ellos, su felicidad, su relación, su triunfo. Y nunca lo olvidaban, si algún día ven una película que diga dedicada a Craig y Tweek Tucker sabrán de quien estoy hablando. O un videojuego que en los créditos al ganar el último nivel venga "con el apoyo de C.T.T.". La era digita la iniciaron esos dos con grandes avances computacionales, pero nadie les creería cuando dijeron que todo lo obtenido era gracias a que dos chicos se enamorasen. No, eso era imposible. Al menos durante ese siglo. La humanidad cambió, el pensamiento se abrió y poco a poco fue común ver a las parejas homosexuales en la calle. Por algo se empieza. Es lo que siempre dice Stoley cuando le preguntan por sus orígenes. Lo mismo contesta Jason.

"Olvidamos las cosas que jurábamos que pensábamos"

Philip se recostaba en la cama pensativo. La visita de su amigo le hizo reflexionar un poco, su huida solo fue adelantar lo que iba a suceder. No sería rey nunca, ni aunque su sangre lo indicara.

–No te tortures Pip – Dijo Damien entrando al cuarto – estarán bien, tan bien como lo estamos nosotros ¿O te arrepientes de haber huido?

Pip esbozó una enorme sonrisa y dijo viendo a Damien a los ojos.

–Nunca… nunca Damien…

Pasarían el resto de sus días en aquella cabaña, alejados del mundo y sobreviviendo con lo que podían. El padre de Damien no le dio la orden a su hijo de atacar la tierra y no se enteró de todo lo que estaba haciendo ahí arriba, hasta una mañana de 1687. Luego de 62 años viviendo en esa cabaña la vida se le acababa a Pip. El debía ir al cielo, ahí van las personas buenas, pero el anticristo no renunció a él. Para su padre fue una inmensa sorpresa verle regresar al infierno tomado de la mano de un mortal que debía ir al paraíso. Se negó a volver a la superficie, Satán cedió finalmente y prometió retrasar el fin del mundo unos cuantos siglos más. Tal como lo proclamó su padre, nadie supo de la existencia del príncipe, se borró de los registros y nadie nunca supo algo de aquel chico. Los descendientes de Carlos y Enriquetta gobernaron la corona. Ni siquiera en la familia real sabían de Philip. ¿Ese era realmente el final del chico? ¿Del anticristo? Ahí acababa su corta historia en la tierra para iniciar la dulce estancia eterna en el infierno como príncipe también. Satanás llegó un día con una carta dorada que le provocó una quemadura al tocarlo, venía del cielo dirigida a Pip. El rubio no supo si abrirla o no, recordando la sensación que le provocó su regalo de 19 años. Pero como esa vez la curiosidad lo forzó a abrir la carta.

– ¿Crees que algún día venga? – preguntó Leopold a Kenneth

– ¿Quién? ¿Dougie? Lo dudo mucho – respondía el inmortal acomodándose entre las sábanas, había sido un día realmente agitado y lo único que deseaba era poder recostarse un rato y dormir hasta que el sol saliera

–Lo extraño mucho – dijo Butters – no pasa un día sin que no crea que va a cruzar la puerta, de visita como siempre

Un beso en los labios fue la respuesta que ahora recibió, Kenny no quería tocar el tema, porque sabía que él era el afortunado, aún podía estar en contacto con su familia y en cambio Leopold no vería de nuevo a sus padres o a su mejor amigo. Pero se tenían el uno al otro y con eso era suficiente, o al menos así lo consideraba Kenneth.

– ¿Preferirías regresar a esa época? – inquirió en voz tenue

Leopold no tuvo que pensarlo ni un segundo.

–No Kenny… te prefiero a ti…

Los siguientes 52 años pasaron sin muchos sobre saltos, las esporádicas visitas de los hermanos y las típicas tareas de la casa. Veían venir una revolución gigantesca. Las cosas estaban muy tensas. La América deseaba deslindarse por completo de Europa, pero no tuvieron que vivirlo, porque una mañana de 1762 Butters ya no pudo levantarse. Kenny sabía que la hora de su amado había llegado. La suya no tardaría en llegar, Dios, nunca deseó tanto morir y ya no revivir. La vida pasó frente a Leopold como pequeñas fotografías. Sonrió ligeramente. Acarició con ternura la oreja de su amigo y ahí estaba, brillante y reluciente, una moneda de una libra, Kenneth no pudo evitar reír al recordar las muchas veces que él fue quien hizo aquel truco que los condenó a la hoguera.

–Te dije que aprendería – dijo Leopold antes de cerrar los ojos para siempre

–Estoy seguro de que ella es tu madre – dijo Token recogiendo la mesa

–Lo es Token, sea de sangre o no ella lo es… ¿Extrañas a la tuya?

El esclavo se quedó callado unos minutos, no veía a su madre o a su padre desde hacía ya ocho años. Claro que se preguntaba por ellos, claro que los extrañaba. Pero de no haberse convertido en esclavo no estaría allí, en América con el chico que más amaba en todo el mundo. Era un sacrificio el que hizo por vivir ese instante y no se arrepentía absolutamente de nada. Se giró hacia Donovan y besó sus labios saboreándolos como lo hizo durante su primer beso, aquel beso en el húmedo pasto con Clyde encima de él emocionado de estar enamorado y ser correspondido.

–Valió la pena ser esclavo… porque tengo el mejor amo de todos

Clyde se sonrojó ligeramente, apartó a Token y terminó e recoger los platos, tratando de no darle importancia a la frase que sin duda era la más dulce que había oído con las palabras amo y esclavo juntas.

Vivieron algo que creían que sus ojos nunca verían, la abolición de la esclavitud por manos de Abram Lincoln, el hombre que nació cuando ellos recibieron la visita de Judie, Mudo y Walter. Festejaron más que nadie en América, aunque les duró muy poco a comparación de la vida que tuvieron ocultando su amor detrás de una cruel esclavitud. Pero los años pasan y cobran las cuentas de la vida llevada, no le pareció raro a Clyde ser el primero en estar muriendo, Token siempre fue más fuerte que él. Ahora, postrado en esa cama solo podía ver los ojos aún vivos de su amado Token. Le pronosticaron una semana, Token empezó a enfermar también, deseaba irse casi al mismo tiempo. El chico Donovan le quiso dar ese gusto, esperándolo un poco.

– ¿Crees que los veamos? – preguntó Clyde casi con el último aliento

– ¿Quiénes? ¿Walter, Mudo o… ellos…? Pues…

Clyde murió con la sonrisa en el rostro por la respuesta escuchada.

De los cinco fueron quienes vivieron menos. Vivieron muchas cosas en el país, incluyendo esa dramática y explosiva revolución sexual, la gente asiendo cosas que ni ellos con años juntos habían pensado en hacer. El surgir de los Beatles, la caída del muro de Berlín. Pero nunca volvieron a Varsovia.

– ¿Qué habrá sido de ese nazi? – preguntó Kyle una noche

– ¿El que casi nos mata? Por mí que se pudra en el infierno

–Se que debería desear lo mismo pero… algo me hace sentirme identificado – dijo girándose hacia Stanley – como si muy en el fondo tuviéramos muchas cosas en común

–Un nazi es tu antítesis total – respondió Marsh sin creerle que alguna similitud pudiera existir entre ellos

No se perdió la boda de su hermano Ike, mantuvieron contacto durante los siguientes años. Aunque ellos ya sentían que la vida les empezaba a pedir que le regresara su préstamo. A principios del año de 1993 por fin aceptaron el trato con los hombres de negocios que deseaban comprar su casa para convertirla en un museo sobre la época colonial. Lo hicieron con una condición, que esperaran a su muerte; los hombres aceptaron gustosos, prediciendo un final cercano, no se equivocaban. Una tarde de julio de 1993 la hora llegó para Kyle. El corazón empezó a fallarle, pero lo que le dolía más que el infarto que le asaltaba era el rostro de Stanley triste. Poco después de ese día el pelinegro moriría de la misma manera; pero en ese instante sufría la pérdida de su amado. De la persona por la que dejó su tierra de Polonia, por la que dio todo. Con su último aliento Kyle sacó una hoja de entre sus ropas, dándosela a Stanley. El pelinegro rompió a llorar al ver el dibujo de los niños y Sparky.

–Esa es mi mayor obra… bueno, luego de tu retrato – entonces murió

– ¿Crees que debimos haber aceptado Tweek? – inquirió Tucker

El rubio abrió un ojo agotado, abrazando con más fuerza el pecho de su amado. Debía responder, Tucker nunca ha sido de los calmados.

–N-no… ¿A q-qué iríamos? ¡Gah!

– ¿A promocionar el museo? – Dijo Tucker topándose con esos orbes color oliva que tanto le atraían y enamoraban – o solo ganaremos que se rieran

–M-me parece q-que no e-es s-sano ¡Gah! V-ver tanto al p-pasado ¡Gah! – dijo temblando ligeramente

–Quizás tienes razón – respondió Tucker acariciando su espalda, sintiendo cada vértebra y disfrutando el tacto suave de la blanca y desnuda piel de su novio Tweek

El museo ganó mucha popularidad los años siguientes, expandiéndose a las casas o construcciones aledañas, pronto todo Jamestown dependía de las visitas al museo que poseían. Gente de todo Estados Unidos y no solo de Virginia llegaba a ver esos lugares y fascinarse por las historias recopiladas. Tweek venció su fobia de hablar en público gracias a su trabajo de guía. Participó en conferencias contra el Bullying contando su testimonio. Jamás tuvieron que volver a ocultar su sexualidad absolutamente a nadie, bueno, quizás solo a los niños. Murieron a la edad de 85 años, los dos con tan solo una hora de diferencia. En aquel museo también, cumpliendo con la tradición y preguntándose qué clase de pareja serían los siguientes en hallar el diario y quizás por fin exponerlo a todo el planeta en una sociedad que no se asustaría con sus contenidos y a veces descripciones detalladas. Si, vaya que vivieron, pero nunca le dieron el verdadero valor a lo que pasó una mañana de primavera del año 2030. Un día agitado en la tarde, pero con solo ocho visita en la mañana.

La corona inglesa sobrevivió, siguió su rumbo ignorando el escándalo en su sangre, aunque el gen siempre seguirá en ellos. El nombre de Philip y Damien fue borrado de todo registro.

Ese pueblo de Charlotte es considerado un mito, una leyenda que le contaban a los niños sobre las brujas; pero si existió y albergó las juventudes del aldeano Butters y el brujo Kenny.

La esclavitud fue abolida, la compañía Donovan decayó igual que su apellido. Y el nombre de Token ni siquiera figura en alguna lista del mercado de esclavos. Ni rastro de Clyde y su esclavo.

La segunda guerra mundial acabó, le siguió una relativa paz y miles de ocurrencias por parte de la sociedad americana que albergó como hijos a los refugiados Kyle y Stan.

El Bullying acabó, la globalización creó una unidad entre naciones, las drogas fueron eliminadas y todo el sufrimiento de Craig y Tweek fue recompensado.

"Y ahí vamos de nuevo"

2030

Craig leía un artículo en el periódico de Jamestown, se notaba que era un pueblito pequeño. Dedicar toda una sección a las teorías sobre la reencarnación. Dudaba que eso fuera posible. Tweek en cambio si lo consideraba factible, ¿Qué sentido tenía vivir solo una vida? Seguramente podía volver si así lo decidías. Las puertas se abrieron como cada día, cuatro parejas entraron al lugar. El rubio y el pelinegro charlaban sobre cualquier cosa. Entonces el grupo pidió la visita guiada. Philip, un inglés que vivía en América buscando un mejor trabajo. Damien, el mismísimo anticristo. Butters, un reportero de un diario mediocre en la ciudad de Richmond. Kenny, compañero de cuarto de Leopold y chico multi-trabajos. Clyde, dueño de una tienda de tocas en la periferia de la capital e Virginia. Token, publicista de empresas, sobre todo del negocio del castaño. Kyle, un chico pelirrojo, judío y de Jersey; el mejor abogado de Richmond junto con su compañero también abogado Stan. Todos en esa sala tenían una cosa en común, sus relaciones entre sí. Sus vidas entrelazadas por un segundo en ese museo un fin de semana. Un reportaje, un día aburridos, la curiosidad innata de un judío y el dejarse llevar por las palabras de dos ancianos que le dijeron al inglés que debía ir. Entraron al cuarto que años antes estaba cerrado al público, el lugar donde seguía oculto el diario. La explicación inició con una serie de datos históricos de las fotografías. Craig no podía dejar de ver a cada una de las parejas, que por una extraña razón llamaban de sobremanera su atención. Como si las conociera de algún lado que aún no lograba recordar o identificar. Tweek también tenía esa extraña sensación, aunque no lo denotaba frente a los ojos de esos ocho chicos visitantes.

Philip miraba con suma atención la pintura casi foto que había de la época de la colonia, más precisamente de 1625, el año en el que se cree se construyó la casa. Damien lo imitaba, pero a diferencia de ese inglés él sí recordaba perfectamente, incluso pudo ubicar un error, ese árbol no estaba tan cercano a la casa.

Butters dejó de escribir los datos que Tweek dictaba al ver la pintura de la vivienda en el año aproximado de 1700. Era como si esta le dijera algo que no podía entender con claridad. Kenny se había perdido en la ventana de arriba de la casa, como si tratase de ver el cuarto que en ese instante le traía algún recuerdo que estimulaba su cuerpo.

Clyde tenía la vista clavada en la ya fotografía de la vivienda en el año de 1800, más específicamente veía la puerta que daba a la cocina ¿Cómo estaba tan seguro que era a la cocina? Token solo podía ver los tan bien cuidados campos a su alrededor, como enorgulleciéndose de un trabajo hecho a la perfección, aunque él no vivió ahí.

Kyle observaba la fotografía de la casa ya un poco más adentrada al pueblo, algo en ese camino de piedras le causaba que el estómago se le revolviera; como la presión de ir al trabajo. Stanley al ver esa foto sintió un impulso de adrenalina y autoridad, llevándose incluso la mano a la cintura, como buscando el arma que siempre porta el sheriff.

Todos se reunieron ante la foto del 2012, creando un círculo los diez alrededor de la tabla suelta del suelo y el diario que ahí estaba escondido y esperando, pero igual sonriendo.

– ¿Cómo cree que hayan sido los dueños anteriores? – preguntó Butters

–Unas personas maravillosas – dijo Tweek sin vacilar

Tal vez ya no eran el príncipe y el caballero; el aldeano y el brujo; el amo y el esclavo; el judío y el polaco o el estudiante y su protector. Pero ninguno de nosotros sabe lo que fue en otra vida.

Fin