Capitulo 2: El ángel y el demonio de Géminis.

— ¿Qué sucede Kanon? Hace una semana esto no significaba un gran problema para ti. — Odysseus observaba, aparentemente aburrido, a los niños que intentaban destruir aquellas rocas con sus manos. La respiración de los gemelos era irregular y el sol los azotaba sin piedad, a pesar de que su control con el cosmos había mejorado aun no podían sincronizarlo perfectamente con sus puños.

La parte de Saga estaba levemente rasgada, sin embargo donde correspondía a Kanon solo se vislumbraban las gotas de sangre seca. — Si no piensas hacer uso de tu cosmos dime ¿que te diferenciara de un caballero de bronce? — agrego mientras se cercaba al menor de los gemelos. — ¿o mas bien, al mas vulgar escudero? Porque yo no entreno esa clase de escoria.

Kanon apretó sus puños con cólera sin apartar su mirada del suelo.

— ¿Entonces, seguiré perdiendo mi tiempo contigo y le dejaras el camino libre a Saga o dejaras los juegos a un lado?

—Yo puedo hacerlo. — respondió sin ocultar su enojo.

—Bien, tal ves solo ocupes un estimulo. — sugirió el portador de géminis.

—Kanon, estas cayendo en su juego. — le susurro Saga a su gemelo, preocupado. — no te ves bien.

Saga observo el cansado rostro de su hermano y como sus mejillas lucían levemente sonrojadas. Alzo una mano hacia su gemelo, pero fue apartada con un manotazo antes de tocarlo.

—Estoy bien. — siseo sin apartar la mirada de su maestro. — no te metas.

Odysseus espero paciente a que la riña entre hermanos terminara, se comportaban tal como él había esperado que lo hicieran. El castigo apenas comenzaba.

— ¡Cerberus! — llamo, localizando a su subordinado con su cosmos. El caballero de plata, que solo se encontraba a unos pasos, interrumpió su entrenamiento acercándose suspicaz. — Quiero que utilices tu cadena de picos contra los gemelos…

— ¡Pero señor es demasiado para unos niños! — lo interrumpió alarmado.

Odysseus alzo una ceja sorprendido ante el atrevimiento y con una mirada lo obligo a callar.

—Es entrenamiento. Ellos deberían de tener la velocidad para esquivarlas. Utiliza dos, yo me encargare del resto y no se te ocurra ser compasivo. — agrego lo ultimo con tono amenazador.

El santo de plata se posiciono frente los gemelos, una solo vistazo le basto para saber que uno de ellos no se encontraba bien. Voltio hacia géminis, en un intento por advertirle pero con una afilada mirada volvió a recordarle la orden que ya había recibido.

— ¿Están listos? — pregunto. Uno de los peliazules asintió con seguridad, mientras el otro solo observaba su hermano.

—Comienza. — ordeno Odysseus, tomando asiento detrás de él.

El caballero de Cerberus giro las cadenas al compás de sus muñecas, esperando que los dos niños tomaran posiciones defensivas, lanzo la primera bola con intención de separarlos y así atacar por separado a cada uno de ellos, pero al percatarse que tres cadenas más salían de sus brazos para atacar, no pudo hacer más que sorprenderse. Los dos niños saltaron, esquivándolas por centímetros y colocándose rápidamente a cada lado del guerrero de plata.

Continuo con su ataque, sin embargo se permitió ver por unos segundos al líder de su unidad.

Odysseus seguía en la misma posición si apartar su mirada de los movimientos de los chicos, parecía aburrido pero su cosmos se agitaba ligeramente a su alrededor.

Negó con incredulidad, no había manera que ellos supieran que se trataba de una ilusión.

Siguió atacando, uno tras otro, sin embargo pudo notar como ambos buscaban acercarse nuevamente. Intrigado por su estrategia, fingió que no se percataba de ello y finalmente los niños se juntaron colocándose uno a espaldas del otro.

— ¿Cómo sigues? — pregunto Saga.

—Me ha herido el brazo derecho.

Saga se permitió darle un vistazo a su hermano, comprobando que aquello no era una simple herida. Sin contar con el extremo cansancio que era evidente.

—Creo que es mejor no separarnos.

Kanon le concedió la razón y ambos dejaron su actitud defensiva para ganar terreno. No era mucho lo que podían hacer contra aquellas bolas de metal. Un ataque con el cuerpo les rasgaría la piel, por lo que solo les quedaba el uso de sus cosmos y evitar todo lo posible. La cadena se dirigió a sus pies y Kanon tomo el brazo de Saga, llevándolo consigo mientras saltaba hacia atrás.

— ¿Cómo terminamos con esto? — Le pregunto a un Saga aun desconcertado, que no apartaba la vista del gran agujero que estaba donde hace segundos ellos se encontraban.

Las bolas con púas salieron disparadas contra ellos. Ambos niños se concentraron para encender sus cosmos, aprovechando los pocos segundos que tardarían en llegar. Saga lanzo pequeñas bolas de energía, evitando que las cadenas se acercaran demasiado pero aquellas que traspasaban el perímetro que inconscientemente había establecido eran eliminadas por Kanon, en sus condiciones no podría hacer lo mismo que su hermano pero había conseguido mantener sus puños cubiertos de cosmos, dando ataques a corta distancia sin salir lastimado. Los dos sonrieron al ver lo efectivo de su defensa y sintiéndose más positivos se empeñaron en mantenerla tanto tiempo como Odysseus deseara torturarlos.

Su maestro se levanto, en lo que a ellos les pareció una eternidad, y los ataques cesaron de inmediato. Los dos se dejaron caer en la tierra, manchada por su sangre y sudor. No habían vuelto a retroceder, aunque tampoco habían avanzado ni un paso más.

—Te espero aquí mañana. — Cerberus asintió, dándoles una ultima mirada a los gemelos antes de marcharse. Habían hecho mas de lo que él esperada.

Odysseus avanzo hasta sus alumnos, examinando las miradas cómplices entre ellos y preguntándose en que momento habían planeado aquella defensa. Él no les dio tiempo para hacerlo.

Al llegar cerca de ellos trazo una línea en la tierra con su pie. Los gemelos alzaron su vista hacia su maestro intrigados.

—Hasta aquí lograste lanzar tu cosmos sin que perdiera su fuerza. – le recrimino a Saga. Solo eran unos cinco pasos de donde ellos estaban como máximo. – ¿Y tu? ¿Ataques a corta distancia? Lamento decirles que la mayoría de nuestros ataques son a larga distancia y esto nunca será suficiente. – miro con desprecio la línea que lo separaba a él y a los niños.

—Su velocidad aun deja mucho que desear, a estas alturas deberían ser capaces de llegar a la velocidad del sonido. – continuo, caminando alrededor de ellos. Los chicos procuraban siempre mantenerlo en su campo de visión. – Nunca pudieron contratacar y eso al final los llevara a perder. Si quieren ganar deben atacar. En una batalla real solo dependerán de unos segundos para comprender la estrategia de su enemigo y destruirla por completo.

—Ya estábamos cansados. –susurro Kanon, apretando los dientes.

— ¿No será que tu estabas cansado desde antes de comenzar el entrenamiento? – el santo de géminis esbozo una retorcida sonrisa cuando Kanon gruño por lo bajo. – piénsalo mejor la próxima vez que decidas escaparte para ir a jugar. El entrenamiento ha terminado.

—Un al menos no murieron, no estaría mal. — bufo Kanon cuando Odysseus se había alejado lo suficiente para no escucharlo.

Saga rio al imaginarse al pelinegro decir eso. Se puso de pie con un poco de dificultad, para tenderle la mano a su hermano.

—Vamos, te tienen que curar.

—Esto no es nada. — le contesto con un ademan. — en géminis hay vendas. Tal vez nos encontremos al arquero en el camino.

—No parece ser que solo ocupes vendas…

— ¡Saga por favor! — Gruño— no somos niñitas.

El mayor de los gemelos observo en silencio a su hermano desde que llegaron a Géminis. Se había puesto mas irritable a medida pasaba el tiempo y molestarlo ya no era para nada divertido. Hasta que finalmente el menor se tumbo en su cama boca abajo y Saga sin otro remedio se subió a la suya tomando un par de libros.

No podía evitar mirarlo cada tanto, notando como se revolvía en sueños y como gruñía cada vez que se apoyaba en su brazo lastimado. Sentía que Kanon no estaba bien. Lo sabía.

Aprovechando que su hermano no se daría cuenta, se acercó hasta la cama de su hermano y retiro la sabana. Frunció el seño de inmediato al ver el flojo vendaje empapado de sangre. Sabía lo que tenia que hacer aunque a Kanon no le gustaría y se molestara después, pero no podía permitir que su hermano siguiera de esa manera.

Salió de la habitación evitando hacer cualquier ruido y hasta que estuvo una vez en las escaleras hacia Cáncer salió corriendo. Cruzo los primeros salones del templo papal apenas siendo consciente del camino, las doncellas rara vez pasaban en la parte externa del templo; doblo una esquina antes de llegar a las cocinas y ahí la encontró a medio pasillo.

—Leda. — Llamo quedamente. La doncella se detuvo de inmediato.

— ¡Saga! Que agradable sorpresa. — El gemelo se quedo mirando como la doncella se acercaba, los delicados pasos no producían ningún ruido aparte del susurro que creaba su peplo azul contra el suelo. — ¿Qué ocurre pequeño? – pregunto agachándose frente a él.

—Es… Kanon. – respondió aun con su respiración agitada.

Saga bajo la mirada apretando sus puños. Su hermano se enojaría mucho con él, pero ya había empezado y no tenia marcha atrás.

— ¿Qué ocurrió? ¿Pelearon? – Saga negó fervientemente. — ¿Entonces que ha ocurrido?

La doncella se preocupo más al ver que el niño se rehusaba a contestar. Saga no era del tipo que pedía ayuda por cualquier cosa, por lo que sostuvo entre sus manos el rostro del niño intentando buscar las respuestas sin que él las dijera.

—Es que… en el entrenamiento estábamos con… bueno eso no importa. – movió su cabeza de un lado al otro para disipar sus pensamientos sin notar como Leda arrugaba el rostro al escucharlo. La joven no pudo evitar maldecir internamente al culpable del sufrimiento. – Pero él se hirió y esta sangrando mucho. Además ha estado todo el día raro, no me deja acercarme pero… ¡Yo sé que algo le pasa! –Exclamo desesperado. La castaña sonrió con ternura al ver cristalizados los ojos de Saga.

— ¿Porque no fueron a La Fuente de Athena?

—Ya lo conoces, dice que esta bien.

Leda suspiro con pesadez y luego se puso de pie.

— ¿Qué te parece si tú te adelantas y evitas que haga alguna locura, mientras yo voy por lo necesario?

Saga asintió con entusiasmo y ella sonrió revolviéndole el cabello, un segundo después el chico se encontraba bajando las escaleras deprisa sin percatarse que el patriarca había sido testigo de todo.

Al entrar nuevamente en géminis intento sentir los cosmos que se encontraban en el lugar, el de Kanon no se le dificultaba para nada, estaba bastante acostumbrado a sentirlo e incluso sus cosmos parecían atraerse de alguna manera. Tal vez era la similaridad entre ambos, la sangre que compartían; por lo que casi al instante lo ubico en su habitación. Sin embargo, el que más le preocupaba era Odysseus. No lo sentía por ningún lado pero sabía que él era capaz de ocultarlo a la perfección. Camino con sigilo por el salón de batallas, mirando disimuladamente hacia todos lados hasta colarse a la parte residencial del templo. En la sala que le dio la bienvenida no había nadie, y podía escuchar la estancia en absoluto silencio. Camino hasta la cocina, lo que le obligaba a recorrer la mayor parte del templo, y tomo dos vasos de jugo. Sabia que parecía ridículo tener todas aquellas precauciones y disimular cuando no había nadie que lo mirara, pero no podía evitar sentirse siempre vigilado cuando estaba en Géminis – mas que en cualquier otro lugar. – como si alguien siempre estuviera juzgando lo que hacia y en cualquier momento aparecería para recriminarle.

Tal vez sea mi conciencia. – dedujo una vez, pero inmediatamente lo descarto. No podía ser tan severo consigo mismo, ¿o si?

— ¿Dónde estabas? –Kanon se sentó en su cama al escuchar la puerta abrirse, restregándose los ojos con pereza.

— ¿Ah? Eh… por ahí. – intento hablar despreocupado. Dejo los dos vasos de jugo en la mesita que separaba las dos camas y subió a la de él. Kanon alzo una ceja y siguió con la mirada a su hermano. – He hecho tus deberes. – anuncio sin voltear a verlo y aun así sabia el gesto exacto que tenia su hermano. Podía sentir el reclamo en aquel silencio.

—Espero que Odysseus no se dé cuenta. – comento como quien no quiere la cosa.

—Yo también… — murmuro el mayor.

Kanon se tiro de espaldas en la cama y un gemido de dolor escapo de sus labios. Como acto reflejo se sujeto el brazo herido, pero de inmediato se arrepintió intentando disimularlo con un ajuste en sus vendas.

— ¿Te duele?

Kanon voltio hacia su gemelo, que no apartaba los ojos del ensangrentado vendaje. Hizo acopio de su mejor sonrisa para remediar su error.

— ¿Esto? Es una pequeñez, claro que no.

—No parece así.

Fue interrumpido por un par de golpes en la puerta. Los dos miraron de inmediato hacia ella, uno con el corazón en la garganta.

— ¿Saga? ¿Kanon? ¿Están ahí?

El menor llevo de inmediato su mirada hasta Saga, furioso.

— ¿La llamaste? – recrimino en un susurro.

—Claro que no.

— ¡No te creo!

— ¿Chicos?

Saga hizo caso omiso a las miradas afiladas de su gemelo y de un salto se dirigió a la puerta, abriéndola de un tirón.

— ¡Leda! – grito con emoción, aferrándose a la falda del peplo.

La chica se agacho y dejando la canasta que cargaba a un lado, lo abrazo.

—No pensabas que te fallaría, ¿verdad? – le susurro al oído.

Saga movió la cabeza de un lado al otro con renovadas energías y se hizo a un lado para dejarla pasar.

— ¿Qué ocurre? ¿No merezco un abrazo de tu parte, Kanon? –Interrogo sin levantarse. El chico había rodado sobre la cama hasta darles la espalda, escondiendo el brazo herido.

— ¿A que has venido?

—A visitar a mis gemelos favoritos.

—Tú ya no nos visitas. – le reprocho, moviéndose en la cama para crear mas distancia.

La castaña suspiro y camino hasta sentarse en la cama del menor. Todo bajo la atenta mirada de Saga, quien se mantenía en silencio y expectante.

—Supongo que no querrás las tartaletas que he traído. – La chica destapo el canasto y tomo dos, extendiéndole una a Saga. – Vamos Saga acércate que no muerdo. – dijo entre risas dándole un mordisco a su tarta.

Kanon frunció el seño al sentir el peso de su hermano en su cama y como el olor a fresas se hacia mas fuerte.

— ¿Y como van las cosas? Imagino que ya son tan fuertes como Aquiles— Kanon gruño y la mirada del mayor se perdió en su jugo. Negó lentamente.

—Según él no llegamos ni a caballero de bronce. — Contesto Saga.

La chica bufo y en gesto que parecía casi distraído, comenzó a acariciar la melena de Kanon. Sintió al chico tensarse pero no se apartó ya que si se movía más caería de la cama.

—Apuesto que pronto los veré relucir vestidos en oro. – les animo. – solo es que esta celoso, porque él no es tan adorable como ustedes.

— ¡Los guerreros no tiene que ser adorables! — bufo molesto Kanon, interviniendo en la conversación pero sin voltear a verlos. – deben ser temidos.

—No Kanon, tienen que ser respetados. Lo cual no es lo mismo. – Golpeo levemente la cabeza del chico, en un gesto amistoso. – El respeto lo obtendrás por la calidad de personas que seas y por el uso que le des a tu poder. Si lo empleas de una mala manera conseguirás el temor y la desconfianza de los demás; un falso respeto. Y eso no es por lo que luchan los caballeros de Athena, ¿O me equivoco?

—Luchamos por la justicia. – tercio Saga. Segundos después sus ojos se iluminaron al mismo tiempo que una sonrisa traviesa se abría paso en su rostro. – Aunque a Kanon le molesta por otra razón.

La doncella lo miro interrogante e incluso Kanon levanto un poco su cabeza para poder mirarlo por sobre su hombro. La sonrisa burlona de su hermano le daba un mal presentimiento.

— ¡Ayer una niña le dijo que era lindo! – exclamo, casi de forma acusadora, después de unos segundos de silencio para luego estallar en carcajadas. Kanon no pudo evitar sonrojarse, incluso más que el día anterior, e incorporarse de un brinco con una cara de espanto.

— ¡Prometiste no decir nada! – le reclamo.

—No dijiste nada de que Leda no se enterara.

Kanon lo fulmino con la mirada y Saga se la retuvo, solo que sus ojos brillaban con diversión.

—También te lo dijo a ti.

—Solo porque somos idénticos, pero te lo dijo a ti primero.

—No tiene por qué apenarte eso. – le dijo ella con picardía y riendo ante la expresión perpleja del niño.

—No quiero que una niña este detrás de mí molestándome siempre. – Se quejo con frustración, olvidando el enojo que tenia contra la doncella.

—Apuesto que no dirás eso dentro de unos años. – murmuro y ambos niños la miraron contrariados.

— ¿Por qué voy a querer eso?

Leda solo rio y le coloco una tartaleta a Kanon en la mano ilesa. Desato el vendaje y comenzó a limpiar la sangre seca que estaba en el brazo del niño. Había llevado todo lo necesario para tratar la herida de la que Saga había hablado, mientras los dos niños seguían discutiendo. Siempre había sido lo mismo, la única manera de curar cualquier herida u obligarlo a quedarse en cama era entretenerlo con algo mas y nunca preguntar si quería que lo ayudaran; agradecía que Saga fuera mas sensato en ese aspecto. Coloco nuevamente el vendaje y sin decir nada se levanto y se dirigió a la cocina para preparar un té.

Se había percatado, con disgusto, que el niño tenia fiebre y aunque disimulaba el malestar perfectamente, estaba seguro que el caballero de Géminis lo sabia y aun así lo había obligado a entrenar. Tampoco puedo evitar sentirse molesta con Kanon y su terquedad, pero ya no había mucho que hacer por él. Probablemente la fiebre había ido disminuyendo en el transcurso del día –Mucho más lento de lo que hubiera sido si se habría quedado en cama. – pero no era nada grave, tal vez solo empezaba un leve resfriado.

— ¿Desde cuando te sientes así? – pregunto molesta al regresar a la habitación y extenderle al menor la taza de té.

Kanon la miro confuso y tomo la taza con cierto recelo.

—Fuiste a entrenar aun estando enfermo. – lo acuso.

—Desde hoy. – respondió en un susurro evitando verla a ella o a su hermano. – Él no me dejaría quedarme de todos modos.

La reprimenda que tenia en mente murió al instante. No pudo apartar sus ojos del niño cabizbajo, se mantuvo así unos segundos hasta que se atrevió a mirarla a través de las pestañas.

—Prométeme que te tomaras el té y descansaras el resto del día. No quiero escuchar que Saga y tu se meten en algún problemas al menos por hoy.

Kanon asintió si mucho entusiasmo, esperando la reprimenda en cualquier momento pero esta nunca llego. Tomo un trago del te, para ganar tiempo, y después levanto la mirada hacia ella. La doncella simplemente le sonrió y le revolvió el cabello, un gesto que siempre había tenido con ellos.

—Ya debo volver al templo del patriarca, pero prometo que volveré pronto.

— ¿Lo dices enserio? – pregunto Saga con entusiasmo. – Te echamos de menos.

—Claro que lo digo en serio, nunca les mentiría.

Los gemelos intercambiaron una sonrisa y luego le permitieron marcharse sin rechistar. Habían pensado que la doncella fácilmente los había olvidado al dejar el templo papal y le habían creído a Odysseus cuando les espeto que ellos solo eran otro deber mas en la lista de obligaciones de ella, de esa manera habían dejado de buscarla. Pero ahora con la reciente promesa, había una esperanza que las cosas no eran como su maestro las había planteado. Que uno de los primeros vínculos que tenían si significaba algo.

—Si fuiste tu quien la llamo. – acuso Kanon, mirando con ojos entrecerrados a su hermano.

—No puedes quejarte ahora. – espeto el mayor, conteniéndose de reír.

—Pero no lo vuelvas a hacer. — Kanon se cruzo de brazos y miro hacia cualquier lado que no fuera su gemelo. Abrió los ojos inmediatamente al notar la cesta de mimbre descansando en el suelo y de un salto salió de su cama. – Iré a dársela. – informo, pero antes de tomarla Saga se adelanto hacia él.

—No puedes, debes quedarte en cama por hoy. Iré yo.

—Después volveré a la cama, pero quiero ir.

—Kanon…

Ambos entrecerraron los ojos levemente, retándose con la mirada. Pero ninguno de los dos estará dispuesto a ceder.

—Entre mas rápido vaya, mas rápido regresare. – propuso el menor, esbozando una sonrisa a la que sabia hermano no podría negarse.

—Ni creas que te dejare ir solo.

Saga tomo la cesta y salió de la habitación, consiente que su hermano lo seguía más feliz de lo que aparentaba, no solo por salirse con su cometido. Saga sabia muy bien lo mucho que su hermano detestaba pasar el tiempo sin hacer nada. Ese aspecto lo compartían ambos.

Faltaban unos pasos para llegar a la parte que servía de sala, cuando escucharon un gemido de dolor. Los dos chicos se miraron interrogante y avanzaron solo un poco para poder escuchar lo que sucedía.

—Considérate advertida. – siseo la voz de su maestro, mas fría de lo que ellos jamás habían escuchado.

—No me das miedo, Géminis.

—Deberías de tenerlo. Esos mocosos están bajo mi protección, grávatelo.

— ¿Protección? Eso es más bien tortura.

—Hare con ellos lo que se me plazca y entre mas fastidies, peor saldrán ellos. Te parece mejor ese… trato.

Una bofetada resonó entra las paredes milenarias. Los hermanos se tensaron. Querían ayudar a Leda, pero se encontraban petrificados. Después de un silencio aterrador, la carcajada del pelinegro inundo cada rincón de la estancia, realmente parecía que disfrutaba la situación.

— ¿Se supone que eso debería de doler? – pregunto aún con una nota de diversión en su voz. – Sera mejor que te vallas, no pretendo castigarte por lo que acabas de hacer ni por entrometerte en mis asuntos. Agradece que esté de buenas.

—Dame una razón para obedecerte. – El rencor en la voz de la chica era evidente hasta para los niños.

—Por que yo te lo digo. – respondió con simpleza. Era tal la tranquilidad que emanaba de su voz, que los niños realmente empezaron a temer por su doncella. ¡Caería en la trampa de su maestro!

—Como si yo te obedeciera. – se burlo la chica. – Nadie en su sano juicio lo hace. Dame una verdadera razón, ¡solo tienen siete años! – volvió a pedir, luego de unos minutos en silencio.

Hubo un golpe seco en la pared de piedra y nuevamente silencio. Los niños intentaron asomarse al pasillo para ver algo, pero sea donde sea que estaban discutiendo no podían observarlos.

—Métetelo en la cabeza llena de ilusiones que tienes. – rompió el silencio Odysseus, pero esta vez su voz llegaba hasta ellos en un susurro que era difícil de entender. – Serán caballeros dorados. ¿Sabes lo que significa eso? No se trata de pavonearse por el santuario luciendo las armaduras para que estas no agarren polvo. Si alguien se encarga de solo ser una presencia vistosa en este lugar, son ustedes. – escupió con desdén. – Ellos lucharan con titanes, dioses o lo que sea que les venga encima. Deberán ser los primeros en sacrificarse cuando el momento llegue, deberán de darlo todo por setenta y seis santos que no serán más que un estorbo. Y deben hacerlo sin temor. ¿Crees que consintiéndolos como príncipes llegaran a los talones de lo que se espera en un santo dorado? Dame el placer de desilusionarte, porque así no llegaran ni a vencer al mas insignificante espectro de Hades. Además… — agrego dándole una pausa dramática. – ha habido caballeros dorados que consiguen su armadura a esa edad.

El silencio volvió a extenderse una vez más por el tercer templo zodiacal, mientras los gemelos una vez más se miraron nerviosamente.

—Es mejor que… — susurro Saga.

—Nos vallamos. – termino su hermano.

Se escabulleron en silencio hasta su habitación, tragándose la amarga sensación que invadía su pecho y ocultando el temblor en sus extremidades.

.—

—Ody… — murmuro Leda sin apartar sus ojos de las amatistas que estaban a escasos centímetros de los suyos, pero se callo al ver como el rostro del pelinegro se contraía y miraba de reojo el pasillo que llevaba a las habitaciones. Ella voltio su rostro asustada, pero suspiro con alivio al no ver a nadie. — ¿Tu te preocupas por ellos? – volvió a preguntar, esta vez en voz baja.

Odysseus la miro confundido y por varios segundos ninguno de los dos se movió, hasta que él se dio cuenta del pequeño espacio entre ellos y se separo de un solo movimiento. Camino hacia la cocina.

—No te confundas. Su reputación será la mía, solo lo hago por eso.

.—

Leda se escabullo entre la multitud que entrenaba, nadie le ponía mucho interés al ir y venir de las doncellas por lo que solo debía de preocuparse que la persona a quien deseaba espiar no la mirara antes de tiempo.

Para todos era más que conocido el lugar donde a Odysseus le gustaba practicar y solo las personas bajo su cargo se atrevían a ir a ese lugar. Se encontraba resguardado por una pequeña muralla de fuertes piedras, de la vista de los curiosos, aunque no se sabía si era porque al caballero dorado le gustara la soledad o para hacer más grande el misterio que siempre rodeaba a su persona. Probablemente ambas, consideraba la chica. Aun sabiendo todo eso, la chica se asomo al único camino que llevaba hasta ahí, y se escondió detrás de las rocas agudizando la vista en busca de los únicos niños que debían estar en el lugar.

Su sangre hirvió al momento de ver las dos matas de pelo azul, escabullirse con dificultad de las bolas con púas que lanzaba el caballero de plata Cerberus y Odysseus… ¡Parecía disfrutar todo aquello!

Apretó sus puños hasta clavarse las uñas en la palma de la mano y dio un paso decidida a plantarle cara al pelinegro.

—Ni se te ocurra. – Leda se voltio en el momento que escucho esa voz grave a sus espaldas. Lo primero que vio fue el resplandor que producía el Oro a la luz del sol y con cierto temor levanto la vista hasta encontrarse con unos ojos avellana que lo miraban desaprobadoramente. El ambiente se quedo de inmediato y ella no atino a hacer nada más que morderse su labio inferior con nerviosismo.

—Señor… eso es… demasiado. – musito, aunque no estaba segura si el caballero conocía sus intenciones.

—Eso es entrenamiento. – respondió, sin alterar un ápice su voz.

—Pero solo son niños, si el Señor Shion se entera…

—Sabrá que es lo correcto… – Leda parpadeo confundida. ¡Como era posible que el caballero de Capricornio defendiera a un ser como Géminis! – hasta cierto punto. Pero entiende que estas a punto de cuestionar deliberadamente la orden de un caballero dorado, que solo están debajo de las Patriarca y la mismísima Athena.

—Pero tampoco debo de obedecerlo ciegamente. Mi deber es con el Patriarca, no con él.

—Te concedo toda la razón, no es ni con Géminis ni con los niños.

— ¡Eso es injusto, ellos no tienen a nadie mas!

—Así son las cosas en el santuario, con suerte tienen un hermano. Además recuerda cual es su futuro, deben de ser fuertes en todos los sentidos.

El caballero de Capricornio dio media vuelta y ella se quedo unos momentos observando como el cabello, largo y azabache, se movía al compás de la blanca capa. Tragándose toda la impotencia que sentía en esos momentos, lo siguió.

Buscaría la manera de ayudar a sus gemelos.