Sasuke se inclinó hacia adelante apoyando sus codos en las rodillas y apretando con sus dos manos la taza de café caliente. Estaba sentado en una de las bancas de piedra del patio trasero, observando como el sol se ocultaba lentamente entre las montañas frente a él y como el cielo se teñía cada vez mas de colores oscuros, con algodonosas nubes naranjas arremolinándose con el viento frio.
Cielo rojo por la noche. Dijo una voz interior.
—Anuncio de buen tiempo —terminó él la frase. Aunque sabía que no era ningún buen augurio.
El cielo había sido rojo el día que sus padres murieron al igual que Itachi y Saoirse. También había sido rojo, el día que ella lo dejó.
Una brisa fría se levantó. Como si, al igual que él, el cielo estuviera suspirando.
Sasuke llevaba sentado más de una hora. No acostumbraba hacer ese tipo de cosas pero había sido un día tan extraño que prefería estar un rato más en su mundo para que la mañana siguiente despertara y fuera el mismo de siempre.
Itachi permanecía jugando en el piso de arriba con su amigo Konohamaru, mientras Sasuke esperaba que su hermana, a quien nunca había visto, fuera a recogerlo.
Normalmente era Edith quien trataba con los padres de los amigos de Itachi. A Sasuke no se le antojaba en lo más mínimo, ponerse a hablar de niños.
Eran las diez menos cuarto y la luz, al parecer, daba por concluida la jornada. Sasuke cerró los ojos mientras combatía las lágrimas que amenazaban con caer, se tragaba el nudo que amenazaba con cerrarle la garganta, y ahuyentaba los pensamientos que amenazaban con anegar su mente. Tenía la impresión de luchar contra el mundo que amenazaba con poner en peligro sus planes. Luchaba contra las personas que irrumpían en su universo sin su permiso; luchaba contra Luke y su mentalidad infantil, contra sus tíos y sus problemas de dominio, contra Tenten y sus ideas en el trabajo, contra los competidores de su negocio. Sentía que siempre estaba luchando, luchando, luchando.
Y ahora allí estaba sentada luchando contra sus propias emociones.
Se sentía como si hubiese aguantado cien asaltos en el cuadrilátero, como si hubiese encajado todos los puñetazos, golpes y patadas que sus oponentes le habían propinado. Ahora estaba cansado. Los músculos le dolían, estaba bajando la guardia y las heridas tardaban en cicatrizar. Un gato saltó de la alta tapia que separaba a Sasuke de sus vecinos y aterrizó en su jardín. Echó un vistazo a Sasuke; la cerviz en alto, los ojos brillantes en la oscuridad. Caminó lentamente a través de la hierba con absoluta despreocupación. Tan seguro de sí mismo, tan confiado, tan henchido de su propia importancia. Se encaramó a la tapia de enfrente y desapareció en la noche. Sasuke envidió su capacidad para ir y venir a su antojo sin deberle nada a nadie, ni siquiera a los seres más próximos, quienes lo amaban y cuidaban de él. A lo lejos la montaña parecía estar ardiendo mientras el sol se hundía y se perdía de vista. Al otro lado del cielo la luna llena aguardaba la última llamada para salir a escena. Los grillos continuaban parloteando ruidosamente entre sí, los últimos niños corrían a sus hogares para pasar la noche. Los motores de los coches se paraban, sus portezuelas se cerraban de golpe, las puertas y las ventanas se trancaban y las cortinas se corrían. Y luego se hizo el silencio y Sasuke volvió a quedarse solo sintiéndose como una visita en su propio jardín trasero, el cual había cobrado nueva vida en la creciente oscuridad.
Cerró los ojos y las palabras de Naruto se repitieron en su mente
"—… Sé que realmente no me quieres dejar ir."
Parecía que no estaba preparado para dejar ir a nadie.
Siempre se había aferrado demasiado a las personas que querían, buscando estabilidad, esa constancia que tanto deseó tener con sus padres. Pero entre mas retenía a las personas, estas se escabullían entre sus manos. El pedía algo que nadie le podía dar y por eso era mejor no dejar entras a nadie más a su corazón, para que nuevas heridas no se formaran.
La brisa sopló, y la herida abierta punzó.
Cerró los ojos, y por segunda vez en ese día, sintió las lágrimas aglomerarse en ellos. El nudo en su garganta se volvió más fuerte. Bajó su cabeza y soltó un largo suspiro.
"No me quieres dejar ir" Volvió a repetirse la frase de Naruto en su cabeza.
"No, no lo quiero". Quiso responder, gritarlo a la creciente oscuridad. Pero su garganta estaba atascada y lo único que hizo fue hundir sus manos en el cabello con frustración.
Estaba cansado que todos se marcharan. Cuando ya lo llenaban de calidez y una luz se abría paso en la oscuridad de su mundo, esa luz se marchaba dejándolo más solo y frio que antes.
Primero habían sido sus padres, viajando por más tiempo del que permanecían en casa y luego se marcharon para siempre dejándolos a él e Itachi con sus tíos, algunos menos estrictos que otros, pero sin ningún lugar permanente a donde ir. Sabía muy bien que solo lo acogían temporalmente, ninguno de esos lugares le brindaba la calidez que él buscaba. Solo un lugar al cual ir después del colegio.
Luego, Itachi y él se mudaron. Itachi se casó y nuevamente tenían algo similar a una familia feliz. Pero luego ellos también murieron. Sus amigos se mudaron y solo Naruto permaneció junto a él, pero Sasuke sabía que lo hacía por compasión. Naruto tenía muchas oportunidades afuera de ese pueblo y eventualmente las tomaría, lo dejaría como todos lo habían hecho.
Deseo que Ino, la única chica de la que se había enamorado, estuviera con él esa noche. Que se acomodara entre sus pectorales y mirará al cielo con los hermosos ojos azules que poseía y comenzara a hablar sobre las estrellas mientras él la apretaba más entre sus brazos y se embriagaba con la fragancia florar que siempre despedía. Y luego ella voltearía a verlo y le recriminaría con una sonrisa que nunca la escuchaba, y él repetiría lo mismo que ella había dicho, haciendo que Ino volviera a acostarse sobre su pecho.
Ella lo podía hacer creer cualquier cosa. Incluso que todo saldría bien y nunca más estaría solo.
Y cuanto más recordaba esos tiempos, más imbécil se sentía. Había pasado su vida persiguiendo migajas de afecto, creyéndole a cualquier, solo para volver a desilusionarse. Ya no iba a aceptar algo así otra vez. Ya había aprendido que en la vida el amor no es realmente importante, si lo encuentras está bien… pero sino, hay que colocar la vista al frente y seguir sin más problemas. Lo importante en la vida era mantener el control, el orden y seguir los objetivos, y el amor muchas veces los desviaba.
—Ya no más… —susurró con voz entre cortada —. Por favor…
Un chirrido de la puerta corrediza de la cocina lo hizo levantar la cabeza. Miro sobre su hombro y frunció sus cejas al ver a una chica parada debajo del arco de la puerta. La luz de la cocina la iluminaba desde atrás como si fuera un ángel y le impedía ver los rasgos de ella.
— ¿Quién…? —comenzó a preguntar pero su voz estaba congestionada y rota. Se aclaró la garganta y se levantó de su asiento. Se sentía muy incómodo por haber sido sorprendido en un momento tan íntimo y débil. Apretó sus ojos para disipar las molestas lágrimas y volvió a aclararse la garganta. Sentía como su corazón palpitaba feroz —. Usted debe ser la hermana de Konohamaru —su voz le temblaba ridículamente y caminó con pasos vacilantes hacia ella —. Soy Uchiha Sasuke.
Hubo un silencio incómodo y Sasuke notó como ella no dejaba de verlo patidifusa. Seguramente se miraba ridículo con los ojos enrojecidos y la voz descompuesta. Pensaría que es un hombre que no puede lidiar con sus asuntos y llora en el jardín.
—Le avisaré a Konohamaru — agregó torpemente en un murmullo.
Avanzó con grandes zancadas por el jardín, siempre con su cabeza gacha para que no notara sus enrojecidos ojos, y cuando paso junto a ella solo pudo observar unas zapatillas Converse rojas.