Capítulo 18: Pequeños sentimientos.

Primera parte: La princesa

Michiru descansaba su cabeza sobre el hombro de quién la había rescatado y hasta este día no deseaba decirle su nombre. El libro de cuentos estaba al costado de ella, el verde del pasto se mezclaba con el azul de su vestido.

Una pequeña y acogedora brisa soplaba y hacía levantar sus cabellos de hasta casi la mitad de la espalda. Ella se había decidido a tenerlos largos como su madre, por eso la imitaba en todos los cuidados que ella le daba a su hermosa cabellera. Dirigió una mirada de soslayo hacia el joven que dormitaba a su lado, el aire que se escapaba de sus labios producía un pequeño y simpático ronquido. Que en un principio hizo sonreír a la niña, para luego encontrarlo sumamente encantador. Apartó su cabeza de la zona que usaba de almohada, para observarlo con más detenimiento aprovechando que no le estaban devolviendo la mirada. Hasta ahora no había notado que la piel parecía tener pequeñas y diminutas pecas infantiles que adornaban las mejillas y nariz. Casi imperceptibles a la distancia, pero que lo hacía ser único entre todos los niños que ella había conocido. Sin pensarlo llevó su mano hasta el rostro bajo la directriz de retirarle la máscara y así saber la identidad de quién siempre compartía la sombra con ella. Deseaba admirar completamente el rostro, sin el impedimento de esa tela oscura, pero cuando las yemas se apoyaron en la piel un movimiento de la otra persona hicieron que la hija de Caspian retirara con gran velocidad las manos sin llegar a cometer el delito.

Su protector movió su rostro para un costado y ante ese movimiento su cuerpo terminó acostándose en el césped verde. Balbuceo unas palabras inentendibles y continúo con su respiración pausada. Su gesto tranquilo denotaba la confianza que sentía al lado de la pequeña lectora. Inconscientemente busco su almohada, siempre que extraviaba la suya en su cama la terminaba rastreando entre sueños. En su búsqueda encontró algo agradable y reposó su cabeza en esa almohadilla que era más cómoda que la que usaba durante la noche. Disfruto el tacto de su piel en la tela suave, y sintió un aroma sutil que le regaló un tranquilo descanso.

Michiru dejó de respirar por unos segundos, al ver los movimientos esporádicos de su protector, se mantuvo lo más quieta posible y hasta notó que el joven con sus ojos cerrados buscaba algo con ahínco, y ella no sabía que era hasta que fue muy tarde. La cabeza, tapada con una tela negra, ahora reposaba con tranquilidad sobre su regazo con un gesto sosegado. En un principio su respiración parecía haberse detenido, hasta que el aliento se le escapo de sus labios infantiles. Ansiaba conocer quién estaba detrás de esa máscara, sin embargo sus deseos se dieron vuelta, ya qué ahora los labios de su protector estaban algo abiertos, y parecían húmedos seguro porque hasta dormido el pequeño habito continuaba. Ella lo había descubierto hace unos días atrás, que el muchacho humedecía sus labios cuando estaba concentrado en escucharle. Sonrió con ternura y sin aún saberlo, en su mente infantil, llevo con cuidado sus labios hasta sólo rozar los que no le pertenecían. Fue como esos besos que ilustraban el centenar de cuentos que ya había leído, sin embargo no era el príncipe apuesto el que besaba a la princesa, sino todo lo opuesto.

Igual fue un beso corto, casto e inocente que tan sólo duro unos segundos. Pero, que dejo en Michiru una sonrisa que no podría borrar y unas mariposas que revoloteaban en su estomago, logrando animar a que su corazón latiera aún más rápido que de costumbre.

Ella se separo, degustando todavía el sabor de ese beso hurtado, ahora la pequeña niña había dejado en esos labios una parte de su infancia, y le regalo a su protector su primer beso, juguetón y sin mucho significado más allá de cumplir con un sueño de cuentos de hadas.

Y cómo todo sueño tiene que acabar con la llamada de algún adulto, está vez el nombre de Michiru resonó por todo el jardín hasta llegar a sus oídos. Con cuidado y sin despertar a quién aún permanecía descansando, aparto la cabeza para verse liberada del peso. Se mantuvo en silencio, intentando que el joven continuará durmiendo, levantó sin hacer sonido alguno el libro de cuentos sin percatarse que la hoja que estaba rota caía al suelo cerca de la mano de su protector. Ella corrió dejando atrás el árbol que les había dado cobijo, con el corazón latiendo y con unas mariposas que anunciaban un sentimiento nuevo en su interior que por ahora ella no sabría darle más significado que el de una travesura.

La ilustración del príncipe fue agarrada inmediatamente, antes de que el viento se la llevara, una mano se cerró sosteniendo la hoja y llevándosela hacía la altura del pecho izquierdo. Los labios profanados parecían arder después de ese tímido contacto que había tenido con los de Michiru. Ella no lo sabía, pero todo ese tiempo estaba aparentando descansar para jugarle una broma, hasta el punto de mantener su gesto tranquilo y permanecer en quietud esperando el momento para jugarle una travesura. Sin embargo la que le hizo la broma fue Michiru, y ahora con los ojos abiertos, sosteniendo con cuidado la ilustración con una mano y con la otra llevándola a sus labios para ahí acariciarlos con sus yemas frías para así intentar, aunque sea imposible, aliviar la piel afiebrada de ese sitio; mas lo único que logró fue encontrar un sabor que le era conocido, aunque no recordaba a qué.

La mano que estaba en los labios fue llevada lentamente hasta apartar la tela que tapaba su rostro y cabellos. Sentía calor en sus mejillas, y su respiración continuaba entrecortada. Sus dedos peinaron para atrás sus cabellos rubios y con un gesto preocupado intentó levantarse del suelo, primero se sentó y busco sostén para su espalda en el tronco del árbol. Miró la ilustración, y sus mejillas enrojecieron al recordar el final de muchos cuentos que le habían leído todas las tardes anteriores a está. Los ojos verdes observaron con detenimiento al príncipe azul, hasta encontrar un parentesco consigo.

Tal y como había pasado con Michiru una voz le saco de sus pensamientos y de la rigidez en que su cuerpo había sido hechizado, con ese pequeño contacto sobre sus labios.

- - Haruka!- la voz masculina de su mentor le daba a entender que estaba cerca muy cerca de su escondite, miró al cielo y supo que se había quedado más tiempo que el permitido-

Suspiró para levantarse en un solo movimiento, busco en los alrededores la chaqueta del instituto que siempre escondía, se la coloco y abotono todos los botones hasta sentir que su cuello estaba siendo apretado. Dirigió su mirada a la dirección en dónde la niña de cabellos como el mar se había alejado, y sin saber el porqué el nombre de ella se escapó raudamente y sin permiso de sus labios

- - Michiru…

No supo el porqué pero ahora ese nombre dicho con su voz, le sonaba aún más encantador que antes. El gesto preocupado se volvió uno que sí lo viera su madre o Leonidas estarían realmente preocupados por ella. Haruka guardó con cuidado la hoja del libro de cuentos dentro de la chaqueta junto con la máscara que siempre usaba para esconder su identidad. Mascara que había usado, en un principio para que no supieran que se había escapado, pero luego la uso ya que siempre recordaba el gesto que había tenido Michiru con ella en el pasado. Haruka sabía muy bien, que la hija de Felicity y Caspián no compartía la amabilidad de sus padres. No la culpaba, ambas eran de distintos mundos, a ella la habían criado para ser una señorita, mientras que Lizbeth le había criado para disfrutar la libertad y Leonidas a ser más fuerte que el resto, aunque fuera una niña y no un varón. Oculto su sonrisa colocando su mano en sus labios, y debido a eso logró saber el sabor que había quedado sobre ellos a sal marina.

…...

Segunda Parte: Tú nunca serás un príncipe.

Haruka se encontró con Tate que lo estaba esperando para entrenar con la espada. Sus horarios, ahora se habían vuelto más organizados que una semana atrás, clases por la mañana y a última hora con su maestra de piano y por supuesto quién había logrado que participará en el evento; y por la tarde clases de esgrima y defensa personal con el hijo del volcán. Que parecía aún más contento que antes, hasta había dejado de lado su actitud desprolija para adoptar una actitud que hasta la barba estaba cuidada y sin restos de alimentos o bebidas alcohólicas. Hasta, a veces, aunque él lo escondía, intentaba mostrarse caballeroso con la institutriz (vieja bruja como la llamaba Haruka) que estaba a cargo de su alumna.

Por su parte la niña intentaba no bromear con el asunto, reconocía que gracias a que Tate mantenía ocupada a quién la vigilaba, podía tomarse sus siestas, y descansar aunque tenía que compartirlas con la lectora de cuentos de hadas. Sonrió con amabilidad al llegar hasta las puertas del Instituto, al observar las siluetas que reconoció a la distancia corrió aún más entusiasmado hasta ellas.

- - FELICITY, CASPIAN!- gritó olvidándose de los modales aprendidos para saltar de alegría hasta los brazos del segundo-

Caspian algo sorprendido, pero gracias a su entrenamiento, reacciono rápido y agarró a Haruka. Compartiendo la misma alegría la observo de arriba abajo, descubriendo que en esos meses había crecido un par de centímetros.

- - Te ves guapo- halago despeinándola y recordando también que Haruka era una digna hija de su mejor amigo, el parecido era innegable- no pensé que te iba a encontrar, pequeño Rufián.

Felicity por su parte sólo atino a sonreír ante la escena, su esposo había roto muchos protocolos en ese mismo instante. Negó con la cabeza y sintió la manito de su hija apretando la suya con firmeza, como madre la comprendía, Caspian estaba siendo más expresivo y cariñoso con alguien que no era su hija. Sin embargo para el guerrero de Neptuno la niña vestida de chico era una forma de redención, y debía de cumplir con el último pedido de su mejor amigo y compañero de armas. Felicity, había sentido celos durante muchos años hacia el joven de cabellos rubios que a medida que crecía se les iba oscureciendo, cuya mirada era como la de un cielo despejado de verano. Sí ella, la hija de una duquesa, sintió celos y a la vez cariño hacia Phill, debía de admitirlo sin él se hubiese perdido muchas sonrisas de un tímido y tranquilo muchacho, cuya belleza competía con el título de una sirena. Sonrió ante ese recuerdo, todavía podía escuchar las burlas de Phill llamándolo sirena al que sería su futuro esposo, mientras él le respondía con un golpe en el hombro escondiendo sus mejillas ardientes y llamándolo de muchas maneras ofensivas, aunque al rato ambos jóvenes compartían la sombra de un árbol buscando sosiego en las horas de más calor.
Ahora en el presente, miraba la escena, y aunque desearía no mostrar tristeza en su semblante no pudo ocultar un deseo imposible de cumplir, si Phill estuviera aquí o se hubiese decidido antes habría podido encontrarse pasando y compartiendo su tiempo con su hija, y no haberla dejado pasar por estas penurias. Quizás el destino de ambos habría sido más amable.

Caspian despeino los cabellos de Haruka a la vez que ocultaba un pensamiento negativo, él ya sabía cuál era la última prueba y aunque tenía órdenes estrictas sobre no comunicar ahora al ver la sonrisa de su protegido quería romperlas y advertirle sobre la naturaleza y el peligro de la prueba. Hasta el punto de que estuvo casi de retirarlo del juego, y sobre protegerlo de todo el futuro mal. Si sabía que nadie lo iba a contradecir, su esposa seguro lo estará apoyando en su decisión, pero no la dama Sabía, ella seguro que aceptaría ese tipo de prueba y lo vería como óptimo y perfecto para la elección del futuro sailor.

Haruka retiró la mano, para luego intentar saludar a Felicity, sus pasos fueron detenidos al ver a Michiru con un gesto que hasta ahora lo había visto sólo en ella y en las institutrices exigentes que no ocultaban su disgusto ante la actitud de la rubia. Que en vez de usar palabras solo le dirigían miradas inquisitorias. Se quedo de piedra en parte por la mirada y por otro lado por el recuerdo que aún se mantenía sobre sus labios.

- hola- saludo acomodando sus cabellos, mejor dicho intentando y obteniendo malos resultados, sus cabellos se pusieron rebeldes y se levantaron gracias al remolino de su cabeza-

Michiru desvió su mirada e hizo que no lo escuchó en un principio, hasta que noto la mirada llena de reproche de su madre. Y antes de recibir algún tipo de castigo, le contestó.

- Hola-

Haruka notó el desagrado con el cual le habían saludado, así que borró su sonrisa amable para colocar un rostro serio y hacer una mueca de desdén.

- ¿La princesita no debería de saludar de mejor forma?- pregunto con ironía a la vez que le daba la espalda- Sí las institutrices supieran que el modelo de modales perfectos, saluda de esa forma… se sentirían muy mal.

Sonrió de lado, para luego volver a mirarla a los ojos y encontrando un gesto aún más severo en el rostro de la pequeña. Su respuesta llego con un sonoro cachetazo y unos ojos llenos de odio.

- Eres un salvaje y aunque te vistas como un pequeño caballero nunca lo podrás ser- dijo a la vez que corría hacía su transporte a paso veloz-

Felicity después de ver a su hija responder de esa forma y correr luego, sólo saludo a Haruka con una mirada severa y un movimiento negativo de su cabeza.

La niña de cabellos rubios tragó saliva al ver ese semblante, supo que había hecho las cosas mal. Pero, con Michiru no podía reaccionar de otra forma, sus labios seguían con ese gusto salado y sin la máscara no podía ser de otra manera como lo era con ella.

Caspian con rapidez, castigo la acción de Haruka con un pequeño y suave golpe sobre la nuca. La primera reacción obtenida fue verlo masajeando la zona del golpe, sin quejarse ya que hasta el pequeño comprendía que se había comportado mal con su hija. Sin embargo, en parte esa reacción era parecida a la que los de Urano deciden realizar.

- Estoy feliz de verte antes de marcharnos- comentó con seriedad Caspian-

La niña de cabellos rubios dirigió su mirada al hombre que la trajo y protegió, en sus ojos escondían un brillo culposo por haberse portado tan mal con la pequeña princesa de Neptuno. Y ahora ese brillo se convirtió en una pequeña lágrima

- Pero, prometiste acompañarme con mis lecciones- exigió apretando sus manos- Recién nos hemos vuelto a encontrar, y ya me estas dejando nuevamente.

Al terminar esas palabras, Haruka se alejo completamente de Caspian. Tate que hasta ese momento se había mantenido al margen caminó y sostuvo con protección el hombro de su alumno, atrayéndolo hacía él y llevándolo consigo hasta el instituto.

- Ya es hora para tus lecciones con la Dama Sabia- comentó en voz alta para que también el sailor marino pudiera escucharlo- El guerrero de Neptuno no puede ayudarte, Haruka, como parte del consejo planetario y protector de nuestra Reina no puede continuar con su trato preferencial.

El guerrero agradeció internamente la interrupción del hijo del volcán, el comentario fue idóneo y perfecto para esta situación. Ya, antes, le habían acusado de favoritismo y ahora debía de empezar de dar el ejemplo. Miró por última vez a Haruka, y sin esperar más tiempo le dio la espalda para también acompañar a su familia. Sin embargo antes de retirarse del todo murmuro unas palabras que lograron escuchar los nacidos de Urano.

- Hasta dentro de dos meses…

Caspian dejó atrás el instituto de música, y se dirigió a cumplir sus obligaciones como padre de familia y guerrero protector tanto de su planeta como de la reina.

Haruka escondió su rencor bajando su rostro hasta mirar el suelo, y gracias a que su flequillo ocultaba su rostro logró derramar unas lágrimas que fueron secadas con una brisa suave.

Sólo una persona observaba lo sucedido en las puertas, gracias a estar en el segundo piso, pudo guardar su anonimato para ellos. El aroma del té recién preparado le hizo dejar su puesto de vigilancia y mirar a quién le había preparado su bebida favorita. Leonard vestido con su traje, sonreía con amabilidad hacía la Dama Sabia, que ahora acomodaba la taza de té y vertía en ella dos cucharadas de azúcar.

- Un pajarito me ha dicho- comento sin darle importancia el sirviente- que ya han elegido el lugar de la tercera prueba.

Sayuki escondió su preocupación llevando la taza a sus labios y aunque estaba curiosa intentó no observar al hombre que desde siempre la había servido.

- Usted ya ha estado ahí-

La guerrera de Urano abrió los ojos completamente y su pulso le traiciono dejando caer la taza de porcelana al piso, la bebida azucarada terminó volcada sobre la alfombra. Leonard corrió a limpiar el desastre, y no noto cuando Sayuki apretó con fuerza el apoya brazos de su silla. Una duda nació de su interior: Debía de advertirle a su protegido… o tenía que mantenerse al margen.

En el pasado, tanto a ella como a sus compañeros de generación, los llevaban a la fuerza como una costumbre para alcanzar la mayoría de edad, pero desde que se habían civilizado esa tradición la habían dejado atrás.

- Sí es dónde yo pienso que será, saldrá merecedor del título el que mejor se adapte y logre forzar su espíritu hasta el límite- habló para sí misma, recordando las palabras de su padre y abuelo- Sólo los más fuertes sobreviven.

Aunque ahora con la edad y el largo periodo de paz, comprendía que esa costumbre era inhumana. Observo que la puerta se abría y entraba su alumno, lo estudio mientras le saludaba con una sonrisa llena de entusiasmo y le hablaba sobre sus prácticas de esgrima. Estudio en silencio, mientras su alumno hablaba, y supo que le sería difícil dejar ir a Haruka a ese tipo de reto… cómo podrían haberlo elegido, siendo que iban a entrar niños de hasta doce años.

- Haruka- lo llamo-

- Sí, Dama Sabía- contesto deteniéndose en la tecla que iba a presionar para sacar la nota musical- Me acabo de equivocar?

La Dama acaricio los cabellos rubios, y sorprendiendo al pequeño le abrazo. Ambos se mantuvieron en silencio, aceptando que había un vínculo entre ellos. La Dama se había encontrado con el ser más parecido a su hijo, y Haruka aunque más de una vez quiso confesar su parentesco no podía por no tener ninguna prueba que le avale como hija de Phill.

- Lo lamento- se disculpo por la decisión de no detenerle ni preverle del peligro-

La Dama de Urano, rompió el abrazo para mover la partitura y señalársela. Su joven pupilo no preguntó el porqué de esa acción, y sin dudarlo estudio la partitura para comentar a tocarla cometiendo pequeños errores, que eran corregidos rápidamente por su maestra.

Dos meses estuvieron practicando, logrando que tanto el instrumento como el joven lograran expresarse musicalmente, de forma tan perfecta que al final de las lecciones muchas de las viejas institutrices se quedaban anonadadas y sin palabras por el cambio de quién antes le habían remarcado como poco diestro para ser un músico. Y ahora dentro del instituto el pequeño era considerado como un superdotado del piano.

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Un capítulo más, que puedo decir… 3000 palabras! Estoy queriendo terminar la primera parte de esté fic, perdón por no actualizarlo.

LO SIENTO.

He estado con muy pocas musas, y las que tenía las usaba para rolear, sí me han metido en un foro. Cosa que me viene bien, estoy practicando escribir y salir de mi zona de confort.

Perdón por los errores y muchas pero muchas gracias a quienes me han dejado comentarios. Espero que con está actualización logré un poquito su perdón.

Entropia.