Este fic participa en la campaña "Fickers unidas para llevar al canon hasta la cima", perteneciente a la página de Facebook ´´Estrellas de la biblioteca prohibida´´, tambiénparticipa en la campaña "Escribir para nosotras es una pasión, compartir nuestros fics llena el corazón", perteneciente al grupo de Facebook La Flor del Demonio.


Capítulo XVI

Conducía por la carretera tan rápido como el límite de velocidad lo permitía, lo que menos necesitaba en ese momento era que la policía de tránsito lo detuviese por exceso de velocidad.

El trayecto a Matsushima se le hacía eterno. Sabía que se trataba de un viaje de cinco horas y no pensaba detenerse. Cada minuto era esencial.

Intentaba concentrarse solo en la carretera, en los autos que pasaban, pero lo cierto era que no podía apartar a Rin de sus pensamientos.

Cada tanto revisaba su teléfono esperando tener un mensaje de Rin, y al no ser así intentaba llamarla, obteniendo la misma respuesta, ser enviado directo al buzón de voz.

No quería alarmarse innecesariamente pensando lo peor, pero el solo hecho de imaginar que a Rin o su hijo les pasara algo, despertaba su más profundo miedo. Porque si, no podía negar que sentía miedo de perder a Rin.

Quizás se tratase de un miedo irracional, pues ni siquiera podía afirmar que Rin estuviese en la escuela cuando ocurrió el temblor. Pero las probabilidades eran tan pocas que con cada minuto que pasaba sentía que el miedo era completamente racional, era real.

La presión en su pecho aumentó e intentó controlarse, se concentró por un momento en el medidor de velocidad y se dio cuenta de que, sin notarlo, había excedido el límite de velocidad.

Tenía que mantener el control. Él era un hombre reconocido por eso, alguien que nunca perdía los estribos, que se mantenía sereno sin importar la circunstancia. Hasta eso momento pensó con pesar. No podía calmarse sin saber que Rin y su hijo estaban a salvo, necesitaba verla y poder comprobarlo por él mismo. Solo así podría retomar el control.

La voz del GPS lo hizo volver a la realidad por un momento, tomó la vía alterna que le indicaba e intentó concentrarse en la carretera.

Los esfuerzos eran inútiles. Solo podía pensar en Rin, y eso posiblemente lo hacía descuidado, pero no podía sacársela de la cabeza. La incertidumbre de saberla a salvo lo consumía.

Cuando Kagura murió, años atrás, no llegó a sentir tal ansiedad. Él estuvo consciente durante las arriesgadas cirugías y sabía del peligro que corría la vida de la mujer, pero logró mantenerse calmado. Al momento que le comunicaron la muerte de Kagura solo pudo sentirse culpable, y fue una culpa que lo persiguió durante años. Aun cuando sabía que la vida de Kagura no estaba en sus manos.

Pero no recordaba haber sentido algo más allá de la culpa. Kagura era su esposa y era su deber mantenerla a salvo, y en su momento hubiese dado cualquier cosa por ser él quien tomase su lugar.

Lo que sentía en ese momento era mucho más abrumador. Era cierto que también sentía culpa por no estar con Rin, pero el miedo era mucho mayor. La angustia era aplastante y torturaba sus pensamientos.

En ese tiempo le había hecho sentir cosas que pensó jamás sentiría. Ella lo hizo salir de su burbuja, de su zona de confort. Donde todo era gris, ella lo llenó de colores. Le hizo darse cuenta que había vida más allá del trabajo, que existían cosas más importantes. Incluso le hizo querer a su estúpido perro.

Ella fue luz en su turbia y sombría existencia. Rin llegó a su vida tan inesperadamente como un torbellino, cambiando todo, ocasionando un caos necesario para que él despertara. Y se negaba a que ella desapareciera de la misma manera.

¿Cómo enfrentar a la vida sin su presencia? ¿Cómo sería capaz de asimilar su perdida? Recordó que no solo perdería a Rin, perdería también al hijo de ambos, y eso no era algo a lo que estaba dispuesto a afrontar.

En su cabeza resonaba el momento cuando vio por primera vez a su hijo a través de la ecografía, y cuando lo sintió moverse en el vientre materno, la emoción que experimento en ambas ocasiones no podría llegar a compararse con nada. Y pensar que quizás no llegase a tenerlo entre sus brazos era algo que no podía aceptar.

Y ahora no podía dejar de pensar en cómo no estuvo con ella durante el fin de semana anterior. Irónicamente creyó que realizar unos cambios en la casa era más importante que compartir el tiempo con Rin. Ahora entendía cuan equivocado estaba.

—¡Maldita sea! —gritó a la nada golpeando el volante—. Ella tiene que estar bien —dijo en voz alta para intentar mitigar la angustia que lo carcomía.

Ese miedo irracionalmente real volvía a envolverlo. Y al aceptar ese miedo quizás aceptaba también sus verdaderos sentimientos hacia la muchacha. La amaba, esa era la verdad absoluta.

Para cuando finalmente llegó a Matsushima eran pasadas las seis de la tarde. Al estacionar frente a la casa de Rin no pudo observar nada que le indicara si ella estaba o no allí. Pensó en llegar a la escuela, pero cambió de opinión, prefería primero comprobar si ella estaba en casa, y si no era así… sacó esos pensamientos de su cabeza. Rin estaba bien, debía estarlo.

Bajó del auto sintiendo la fuerte presión en su pecho, y tuvo que contenerse para no correr los metros que lo separaban de la puerta.

Cuando levantó la mano para tocar el timbre, vio que esta temblaba ligeramente. Maldita sea, tenía que controlarse.

Tocó el timbre una vez y esperó. Nada, no hubo respuesta. Lo tocó de nuevo con más insistencia, sin obtener resultado.

—Rin, abre la puerta, por favor —se escuchó suplicando.


Sango se asomó por la ventana al escuchar llegar un auto, esperaba que Miroku llegase de un momento a otro, aunque sabía que eso no pasaría, ya que su esposo estaba de turno especial por la emergencia del temblor. Se realizaban muchas llamadas al 911 y los bomberos no se daban abasto para acudir a todas.

Pero bien podría tratarse de su hermano, quien había ido a ver qué tan grave era la situación en la escuela. Para su inconformidad vio estacionar a una camioneta y entonces volvió la vista a su hijo que demandaba atención.

—¿Quién era?

—No lo sé, es una camioneta y se ha estacionado frente a tu casa.

—¿Una camioneta? —preguntó intrigada la muchacha acercándose a la ventana.

Rin no podía creer lo que estaba viendo, pero muy claramente se trataba de la camioneta todoterreno que tan bien conocía. No un auto de alquiler como los que solía usar cuando iba a verla, no, era su propio auto.

—Sesshoumaru —susurró.

—¿Qué dijiste? —quiso saber su amiga.

—Es Sesshoumaru —respondió más alto.

—¿Qué? No creí que abrirían los vuelos tan pronto.

—No, ha venido en su auto.

—Vaya. El trayecto de Tokyo aquí no es precisamente corto —comentó Sango—. Debe estar muy ansioso por saber de ti.

—Debería ir con él —dijo al salir de su sorpresa inicial.

—Ya lo creo, ve, ve. Si necesitas algo estaré aquí.

—¿Estarás bien? —por un momento dudo, pues sabía de la preocupación de su amiga.

—Claro, ya le hablare a Miroku para ver si puede acercarse a la escuela y que si encuentra a Kohaku lo traiga en la patrulla —bromeó—. Tú, ve con ese pobre hombre —señaló afuera.

—Gracias, Sango.

Se despidió de la castaña y con rapidez salió de la casa. Seguía sin creer que Sesshoumaru estuviese allí.

Aquella mañana resultó siendo un verdadero caos, comenzando con que no tenía auto, pues este se había dañado la tarde anterior cuando regresaba de la escuela. Tuvo que pagar una grúa y dejarlo en el taller para que lo revisaran. Por un momento pensó en llamar a Kohaku para que fuese a buscarla e hiciera el favor de llevarla a la escuela, pero descartó la idea al recordar lo maleducado que se había comportado las ultimas veces. Lo que menos deseaba era que tuviese otra razón para hablar mal de Sesshoumaru.

Finalmente optó por llamar a la escuela y decir que llegaría para la clase de las 11am, y así le daría tiempo de pasar por el taller. Cuando ya estaba preparada para salir se sintió el primer temblor, por un momento pensó que solo se trataba de su imaginación, pero al salir se encontró con que varios vecinos habían salido de sus casas. Sango fue con ella, le preguntó si estaba bien, y antes de poder responder se sintió una réplica, un temblor más fuerte que el anterior. Fue allí cuando comenzó a sentir algo de miedo. El bebé comenzó a moverse inquieto y eso la preocupó aún más.

Su amiga al darse cuenta de su inquietud la llevó hasta su casa, y le dijo que podía quedarse allí hasta que las cosas se calmaran. Al estar en casa de Sango encendieron la televisión y nada, no había señal. Sango intentó llamar a Miroku y al no obtener comunicación, fue a buscar algo en su habitación, regresó minutos después con lo que parecía ser un radio de la policía.

—Miroku me lo ha dejado para casos de emergencia —explicó su amiga—. También me ha dejado un arma, pero espero nunca llegar a usarla.

Sango logró comunicarse con su esposo minutos más tarde usando la frecuencia indicada, y este comenzó a relatarle de forma breve lo que estaba pasando. El primer terremoto fue de 5.1, y el segundo de 7.3, y de acuerdo con los expertos era posible que se presentase otra replica quizás aún más fuerte, con amenaza de un tsunami. Ambas mujeres se alarmaron y en ese momento Sango decidió ir a buscar a las niñas al colegio para tenerlas en casa, mientras que Rin se quedó con el menor.

En cuanto Sango llegó la notó más tranquila, pues al menos ya estaba junto a sus tres hijos. Kohaku llegó poco después alarmado también por la situación. Miroku volvió a comunicarse antes del mediodía y fue cuando les comunicó que la escuela de Arte se había visto muy afectada por el terremoto. El corazón de Rin dio un vuelco al escuchar la noticia pues varios conocidos, alumnos y profesores, se encontraban allí. Se sintió aún más nerviosa.

Kohaku decidió entonces acercarse a la escuela para ver los daños, pues él sentía un gran cariño por el lugar. Sango le había pedido que no fuese, pero el muchacho no escuchó e insistió. Por eso sabía que su amiga estaba preocupada.

Llegó al jardín de su casa y vio a Sesshoumaru frente a su puerta, parecía haberse quedado de piedra allí, de pie.

—Sesshoumaru —lo llamó y el hombre de inmediato se volvió para verla, y unos segundos después ya estaba frente a ella.

Él la veía de una forma que no lo había hecho antes.

—Rin —su voz sonaba ahogada. Y ella no pudo identificar lo que veía en sus dorados ojos. Sesshoumaru extendió una mano para tocarle la mejilla—. Estas bien —dijo y sorpresivamente la abrazó.

El gesto la tomó desprevenida, pues no esperaba eso de su parte. Antes de poder reaccionar al sorpresivo abrazo, Sesshoumaru se apartó para verla de nuevo a la cara.

—Ambos están a salvo —habló ahora al posar una mano sobre su vientre.

—Si, lo estamos —confirmó con una pequeña sonrisa—. Pero tu ¿qué estás haciendo aquí?

—En las noticias dijeron que la escuela quedó destruida, y yo… —calló un segundo sin dejar de verla— tenía que asegurarme de que estuvieses a salvo.

—No tuviste que haber venido, es decir, pudiste esperar algún vuelo y…

—Rin creí que tu estabas en la escuela. Pensé que… no podía esperar.

¿Era miedo lo que revelaba su mirada? Estaba viendo a Sesshoumaru de una forma que no lo había visto antes.

—Me alegro de que estés aquí —fue lo que pudo decir, porque después de todo era la verdad.

Lo instó a entrar en la casa y él la siguió de cerca. Al estar en el salón le narró de forma breve por qué no había podido a ir a la escuela ese día, y luego le contó cómo se había sentido durante los terremotos. Sesshoumaru la miraba atentamente.

—Lamento no haber estado contigo —dijo cuando ella terminó de hablar.

—No, no tienes que hacerlo —aseguró.

—Rin, si algo les hubiese pasado a ti o a nuestro hijo… —él negó con la cabeza como queriendo ahuyentar los pensamientos.

Ella se atrevió a tomarle las manos y él no rehuyó del contacto.

—Estamos bien, y ahora que estas aquí me siento un poco más tranquila —admitió.

Sesshoumaru asintió y le apretó las manos entre las suyas. El grado de intimidad que se creó en ellos en ese momento fue mucho más fuerte e intenso que cualquiera que hubiesen tenido antes. Fue tan impactante que se sintió abrumada.

Se apartó de él con la excusa de ir a preparar la cena, tenía que calmar sus emociones. Sesshoumaru la siguió a la cocina y le ofreció su ayuda, al ella negarse él tan solo se quedó observándola.

Preparó algo rápido y en cuanto estuvo se sentaron a comer.

—Si no te molesta, me gustaría quedarme. —Al escucharlo, Rin no pudo evitar mostrarse sorprendida— Dormiré en el sofá, por supuesto —aclaró de inmediato.

Por un instante ella pensó en decirle que no era necesario, pero descartó la idea.

—Está bien —aceptó con una sonrisa.

Al terminar de cenar ella tomó un baño y cuando salió le informó a Sesshoumaru que si lo deseaba podía tomar una ducha. Él la observó por un minuto.

—¿Qué sucede?

—No he traído mi bolso de viaje —respondió y parecía seriamente contrariado por eso.

¿Había salido él con tal prisa que incluso olvidó llevar equipaje? Eso no era algo que él haría, ella conocía a Sesshoumaru como alguien prudente, metódico, alguien que no se olvidaría de llevar equipaje si iba a hacer cualquier mínimo viaje.

—Iré a preguntarle a Sango si puede prestarte algún pijama de su esposo.

—No es necesario.

—Ya lo creo que sí, después de ese viaje necesitas una ducha. Ya regreso —y sin darle oportunidad de decir algo más se dirigió a la salida.

Regresó minutos más tarde y le entregó el pijama a Sesshoumaru, esté la aceptó y fue hasta el baño.

Sango le había dicho que ya Kohaku estaba en su casa y que Miroku estaba en camino. También le comentó que de acuerdo con fuentes oficiales ya había pasado la amenaza de tsunami, por lo que podían sentirse aliviados.

Para cuando Sesshoumaru terminó de bañarse ya ella había dejado una almohada y un par de mantas en el sofá, y una vez él estuvo de regreso, tuvo que contenerse para no reírse, se mostraba entre molesto e incómodo, y la razón era bastante obvia. El pijama que le dio Sango no era del estilo de Sesshoumaru, por decirlo de alguna manera.

Para comenzar era un conjunto de short, y las pocas veces que ella lo vio usar pijama eran de pantalón. Para completar la franela tenía un estampado bastante peculiar con una rana en color verde con la lengua afuera y con la consigna «¿Puedo saltar en tu cama?». Debía admitir que ese pijama era muy propio para ser llevado por alguien como Miroku, quien siempre hacia comentarios con doble sentido y era muy bromista, pero en Sesshoumaru quien solía ser reservado y serio, era bastante discordante.

—Mañana tendré que salir a comprar algo de ropa —comentó él.

—No es necesario —se apresuró a decir—. Pondré a lavar tu ropa y ya estará seca para mañana. ¿Regresaras temprano? —Era lo que suponía para poder ocuparse de su trabajo, después de todo apenas estaban a media semana.

—Ya lo pensaré —fue la simple respuesta.

Con esa respuesta pensó que quizás el viaje realmente resultó agotador, y deseaba descansar.

Ella dejó la ropa de Sesshoumaru en la lavadora y luego conversaron un rato en el salón. Fue él quien le dijo que debería ir a descansar cuando la vio soltar el primer bostezo, y así lo hizo.


Cuando despertó a las cinco de la mañana se sorprendió al encontrar a Sesshoumaru despierto ya tomando una taza de café, y vistiendo su ropa ya planchada, y aunque no llevaba ni el saco ni la corbata, debía admitir que se veía muy apuesto.

Ahora ella preparaba el desayuno mientras Sesshoumaru se ocupaba de revisar el auto, suponía que regresaría luego de comer algo.

—Al parecer se ha reestablecido la comunicación —anunció él al ingresar en la cocina, estaba revisando el teléfono.

—Esa es una buena noticia —comentó para luego servir el desayuno.

No fue una comida tranquila pues Sesshoumaru estuvo respondiendo varios mensajes y luego recibió una llamada que parecía ser de Jaken. Al parecer hablaban de un caso que tenía pendiente, Sesshoumaru convenía y daba algunas recomendaciones.

—Muy bien, si necesitas algo más me avisas —terminó con la llamada, y a los pocos minutos recibió otra, pero en esa ocasión le pasó el teléfono—. Es mi madre —indicó—, quiere saber que estas bien.

Rin tomó el teléfono y habló un par de minutos con Irasue. La mujer parecía de verdad preocupada por ella y se sintió conmovida.

—Y Sesshoumaru, ¿cómo esta? Salió de aquí bastante intranquilo y me preocupaba.

—Está bien —respondió simplemente, pues al menos en ese momento se mostraba tranquilo.

—Seguro que sí, ahora que sabe que están salvo debe estar mucho mejor. Cuídense mucho —dijo la mujer a modo de despedida y luego cortó la comunicación.

Le devolvió el teléfono a Sesshoumaru y este respondió otro par de mensajes. Lo observó con detenimiento e intentó descifrar su semblante. Él siempre se había mostrado frio y distante, exceptuando las veces que hicieron el amor, pero la tarde anterior lo había visto de otra manera, y la propia Irasue reconocía que se mostró intranquilo, la cual no era una característica que lo definiera.

Cuando terminaron de desayunar fue él quien se ocupó de lavar los platos.

—¿A qué hora crees que abran las tiendas? —soltó él de pronto.

—No lo sé, normalmente abren temprano.

—Bien, porque realmente necesito comprar ropa —dijo como si pensase permanecer por más tiempo.

—¿Esperaras a que abran los vuelos? —se aventuró a preguntar, quizás no quería tener que manejar de regreso. Sesshoumaru negó con la cabeza.

—No me iré, Rin. Me quedare aquí contigo —reveló tomándola por sorpresa.

—¿Qué? —no podía creer lo que escuchaba, cuando él le dijo que quería quedarse, creyó que se refería a pasar la noche y ya—. ¿Cuánto piensas quedarte? —preguntó con cautela. Lo vio encogerse de hombros.

—Pensé que podríamos buscar una casa más grande, para así dormir en habitaciones separadas si es lo que quieres.

¿De qué estaba hablando? ¿Pensaba quedarse allí? ¿Se había vuelto loco?

—No puedes estar hablando en serio.

—Si lo hacemos antes de que nazca el bebé, será más fácil el proceso de mudanza.

—Espera un momento —lo detuvo—. No puedes quedarte, es decir, ¿Qué hay de tu trabajo? ¿De Ah-Un? ¿Lo dejaras?

—Jaken se ocupará de los casos que he dejado —respondió como si tal cosa—. Y enviare a buscar a Ah-Un, por supuesto.

Él realmente hablaba en serio, y no mostraba ni un ápice de duda.

—Sesshoumaru, no tienes que hacer esto —concilió, no podía permitir que él dejara todo—. Tu trabajo es importante —eso lo sabía muy bien, y también sabía lo mucho que le gustaba.

—Ahora nada es más importante que tú y nuestro hijo —aseguró y al escucharlo el corazón de Rin latió descontrolado.

—Sessh…

—Rin, jamás me hubiese perdonado si a ti o a nuestro hijo les hubiese pasado algo en mi ausencia —reveló—. Tuve que haber estado contigo ayer, y ahora lo sé, no volveré a dejarte sola. No podría —sentenció.

Por más que Rin hubiese querido decir algo, no pudo hacerlo. Una parte de ella quería creer en sus palabras incondicionalmente, pero otra parte creía que él solo lo hacía por la preocupación que había sentido el día anterior y que luego de unos días se iría. Supuso que sería mejor pensar que lo segundo era lo más racional y lógico, y siendo así no le debatió.


Le sorprendió la cantidad de ropa que compró Seshoumaru, era como si realmente pensaba quedarse allí con ella. Se limitó a decir algo pues no quería que él creyese que lo estaba echando, porque no era así, pero tampoco quería ilusionarse.

Luego de comprar las cosas de Sesshoumaru, este la había llevado a casa y le dijo que iría a comprar algo de comida. Por lo que al escuchar el timbre pensó que se trataba de él, pero en su lugar se encontró con Kohaku.

—Quería pasar y asegurarme de que estuvieras bien —dijo después de saludarla—. Sango me ha dicho que ayer llegó Sesshoumaru, pero al ver que se ha marchado supuse que querrías algo de compañía después de lo que paso.

Rin pensó que su amigo realmente estaba empeñado en estar a su lado a toda costa.

—Estoy bien. Gracias por preocuparte, pero no es necesario—vio la cara de decepción del castaño—. ¿Qué supiste de la escuela? —preguntó para cambiar de tema.

—Tal vez deberías sentarte, me temo que no hay muy buenas noticias —y dicho esto entró y fue directamente a la sala. Ella lo siguió después de cerrar la puerta y opto por sentarse en el sillón, ya que Kohaku se había sentado en el sofá—. La escuela quedo totalmente destruida.

—¿Y qué hay de quienes estaban allí? ¿Los profesores, los alumnos?

—Aun ahora están buscando, pero muchos fallecieron, Rin.

—Oh, por Dios —se llevó una mano al estómago, de repente comenzó a sentir naúseas.

—El Director Fujikima está en terapia intensiva, y varios de los alumnos que lograron sobrevivir también.

Le producía bastante angustia el pensar que personas que conoció, profesores y alumnos, ya no estuviesen. Muchos de los alumnos eran incluso niños. Y pensar que ella pudo haber estado allí le produjo un escalofrío, pues de haber estado probablemente estaría muerta y era hasta ese momento en que se daba cuenta de esa realidad.

¿Esa fue la sensación que tuvo Sesshoumaru todo ese tiempo sin saber de ella? Ahora podía comprender bastante bien lo que vio en su mirada al saberla a salvo.

El sonido del timbre la trajo de vuelta a la realidad.

—¿Esperas a alguien? —escuchó preguntar a Kohaku.

Se levantó sin molestarse en responder y fue directo a la puerta. Al abrir y ver a Sesshoumaru solo pudo lanzarse a abrazarlo, y solo entonces se echó a llorar.

Sesshoumaru de inmediato soltó las bolsas que llevaba y rodeó a Rin con sus brazos. ¿Qué estaba sucediendo? ¿Por qué lo había recibido de esa forma? Cuando salió hace una hora la había dejado bien y tranquila.

—Rin ¿qué sucede? —preguntó con voz conciliadora.

Escuchó pasos desde la sala y dirigió su mirada hacia allí, pudo ver entonces al joven castaño, amigo de Rin.

—¿Qué le hiciste? —exigió saber. Si tenía algo que ver con el actual estado de Rin, se lo haría pagar.

Kohaku no supo que responder, primero porque no se imaginó que Rin reaccionaria de esa forma, o al menos esperaba que de hacerlo lo buscase a él, y segundo porque no esperaba ni remotamente que Sesshoumaru llegara. Tampoco podía negar que se sentía intimidado por la mirada que le dedicaba el abogado.

—Tranquila —dijo Sesshoumaru hacia Rin mientras le acariciaba el cabello—. Vamos a sentarnos un momento ¿quieres?

La muchacha solo asintió, entonces él la guio hasta el sofá y se sentó con ella a su lado.

—Oh, Sesshoumaru, murieron tantos, incluso niños —la escuchó hablar e intuyó que hablaba del derrumbe de la escuela, le dedicó otra mirada a Kohaku pues suponía que fue él quien habló con Rin de la grave situación.

El mismo había buscado informarse y no había noticias alentadoras de esa catástrofe.

—Lo sé, es algo trágico —utilizó su tono más atento. Debía lograr calmarla.

—¿Y si yo hubiese estado allí?

Sesshoumaru la apretó más en el abrazo, negando con la cabeza. Había luchado cada minuto por sacar esa imagen de su cabeza, por alejar esa sola posibilidad que lo llenaba de ese miedo irracional.

—No pienses en eso —dijo sin saber a quién iba dirigido—. Estas aquí a salvo. Tú y nuestro hijo están a salvo.

Kohaku, incomodo al ver tal escena y sintiéndose totalmente apartado optó por marcharse. Y fue en ese momento que comprendió que no tenía oportunidad alguna con Rin. Que nunca la tuvo.

Continuara.


¡Hola, hola, gente linda! Ya estoy de vuelta con esta historia, y como pueden ver todo fue un muy gran susto para nuestro Sessh. Quizás resulto un poco OoC con respecto a la actitud de Sessh, intente mantener su carácter en lo posible, pero haciéndolo actuar de acuerdo a la situación. Tambien espero que la actitud de Rin no les pareciera extraña.

Cualquier duda o pregunta pueden dejarla y con gusto respondere.

Muchísimas gracias, como siempre, por sus reviews, son ese pequeño motor que siempre me empujaba a no rendirme. Paso a responder el único guest, y el resto me tendrá por privado.

Guest: Así es, lo que pasó hizo reaccionar a Sesshoumaru, y por lo menos ya ha admitido sus sentimientos a él mismo, y ya eso es un avance. Rin y su bebé están a salvo y ahora solo queda ver que pasara ahora que viven juntos.

Ahora paso a dar información de interés. Para el próximo viernes 01 de mayo subiré el tan esperado epilogo de "Efervescente Pasión".

Nos estamos leyendo! Y miles de gracias por leer!