Dom: PARA MI HERMANA DE INTERNET, ALTEA KAUR. ¡TE QUIERO! (Estoy un poco emocionada) Quiero avisar que esta historia subirá capítulos solo una vez al mes, por motivos de tiempo. ¡Gracias por leer!

La historia de Altea esta sacada de un cuento más corto y menos flashero (expresión de Argentina para flipar). El nombre de Daphne y el Sijsimo existen, el nombre proviene de esa religión India. Todo lo demás es pura imaginación barata.

Disclaimer: Nada de esto es mío, ni si quiera el nombre del fanfic.

Altea Kaur—

Scorpius se consideraba normal de muchas maneras. En realidad, lo era. Era un chico engreído, culto y amable con quién quería. Su única diferencia era su condición mágica, claro. Pero más allá de eso, era completamente normal.

La única parte disparatada de su vida, era su tía Daph. Daph era considerada la parte más alocada de Scorpius. No era como su madre, refinada y apagada sin una gota de calidez. No, Daph era fresca y amigable con muchos. Y apenas tuvo oportunidad, huyo a la India a buscar algo mejor con lo que formar su vida.

Y lo consiguió. Solo que cuando su tía volvió a los cuatro años de Scorpius era totalmente diferente. Había dejado los modales de su familia para rehacerse con lo que tenía en la India. Había cambiado de cultura, forma de hablar y religión. Se dedicaba al Sijismo, una cultura India. Si, Daph era más rara que Dobby queriendo ser libre. Pero Scorpius, que se había criado entre la frivolidad de su madre, sentía que era lo más loco que conocía.

Daph fue la primera relación estrecha que tuvo Scorpius con alguien de fuera. El sentía que era su segunda madre, su soporte y ejemplo, y Scorpius siempre quiso ser igualito a ella. Hasta cuando era pequeño soñaba con ser mujer con tal de seguirla. Claro, de pequeño.

Las primeras vacaciones de Scorpius fueron con tía Daph a Grecia, donde su tía conoció al (literalmente) amor de su vida. Se llamaba Andonis, y simplemente a Scorpius le generaba simpatía absoluta. Le hacía mucha gracia que justamente Andonis, con un nombre griego y viviendo en la misma Grecia, sea profesor de la Mitología Griega. Y simplemente sus cuentos de griegos eran tremendamente geniales para Scorpius. No podía creer lo fascinante que era Hércules, o la hermosura de Afrodita, o la valentía del semidiós Ulises…

Cuando estos dos pares de enamorados se casaron, Scorpius recibió la noticia con las manos abiertas. Adoraba aquel par de maniáticos frenéticos que darían cualquier cosa por conseguir cosas rarísimas, como un pedazo de tierra de tal país, o la humedad de una nube de tal nación en un frasco. Raros, raros y más raros.

Ese día Daph y Andonis luego de casi un año sin ver a su casi hijo, Scorpius, iban a visitarlo. El niño de ya siete años estaba más que muriéndose de los nervios. Estaba desesperado por ver a su querida tía rubia y su castaño rojizo tío Andonis.

Por eso cuando toco el timbre, no pudo contener más que un gritito de excitación. Atendió a la primera llamada y cuando abrió la puerta encontró a sus dos tíos con sonrisas más luminosas que sus ojos.

—¡Scor!—Scorpius corrió a los brazos de Daph con una sonrisa. ¡Por fin habían llegado! Abraso a Andonis con la misma emoción. Su padre apareció por atrás con una sonrisa.

— ¡Daphne! —La abrazó y luego estrecho la mano de Andonis— Suerte que estas aquí. Scorpius no hablo de nada más que eso estas últimas semanas.

Daph se agacho a la altura de Scorpius.

—Yo tampoco lo he hecho. Ni Andy. Y te trajimos un regalito. —Daphne saco un paño húmedo de su bolso hippie, y miro a Scorpius con simpatía— Mira adentro.

Scorpius la miro con emoción.

— ¿Para mí?—El chico se puso una mano en el corazón y Daph asintió. Scorpius lo abrió con manos temblorosas se encontró con la cosa más hermosa del mundo. O por lo menos, para él.

— ¿Qué es eso?—Dijo una voz estridente detrás de ellos. Astoria los miraba con una sonrisa forzada. Pero a Scorpius no le importo.

Su madre no era mala. Solo que era fría y le costaba muchísimo expresar lo que sentía. La mayoría de las veces era muy buena con el pequeño Scor, pero no con su hermana. Le tenía una apatía con motivo desconocido por Scorpius.

—Es el collar más bello del mundo— Explicó Scorpius con profunda admiración. En realidad, era una cuerda deshilachada con una roca de color verde agua pequeña atada en el medio. Sin embargo, tenía su encanto.

—Es de Argentina— Explico Daphne con una sonrisa— La piedra es preciosa ¿Verdad?, la encontramos en la Séptima Maravilla del Mundo, las Cataratas del Iguazú.

Scorpius frunció mucho el ceño, pensativo. Ladeo la cabeza.

— ¿Qué es Argentina, Daph? —Scorpius no llamaba a su tía por ese "apodo". Tía. Sus padres le decían Daph, el le diría Daph. No había vuelta de hoja. Andy y Daph se miraron con simpatía.

—Es un país. Fuimos de viaje hace poco. ¿Y qué mejor idea que hacerle un regalo a nuestro sobrino consentido? —Daph le apretó las mejillas a Scorpius, y el niño se escabullo entre risas.

No tenía idea de que era esa séptima cosa, o que era ese país tan raro, pero solo sonrió con satisfacción.

—Claro que soy tu sobrino consentido— Dijo Scorpius con altanería. Ninguno de los adultos pudo contener una carcajada, aunque sea una tímida como la de Astoria. Scorpius sonrió con dulzura.

Ese sería un gran día.

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— ¿Scorpius? ¿Quieres que te cuente un cuento? —Preguntó Andy con una sonrisa.

Scorpius lo miro, sentado desde su sofá y sonrió con emoción. Corrió hasta los brazos de su tío y se acomodo en su regazo. Lo miro, expectante.

— ¿Qué clase de cuento?—Preguntó Scorpius luego de un silencio. Los dos se encontraban solos en la biblioteca de los Malfoy. Astoria y Daphne habían estado peleando más de lo normal, y Andy decidió llevarse a Scorpius por un rato. Andy le sonrió con simpatía.

—Uno griego. Pero no cualquier cuento. —Agregó al ver que Scorpius replicaba— Todavía no te lo he contado, si eso piensas. No es uno de dioses. Es uno de milagros.

Scorpius arqueo las cejas, con más curiosidad. Le encantaban esos dioses y toda la historia, pero quería escuchar otra cosa. Y eso simplemente le fascino.

— ¿Milagros?

—Milagros— Repitió Andy, muy convencido. —El milagro de la doncella Altea. ¿Quieres escucharlo?

Scorpius asintió con más convicción. Miro a sus costados, e iba a pedirle a Andy que encienda fuego en la chimenea con su varita, pero recordó que su tío no era mago. Además, la magia de aterraba de una manera hasta chistosa. Le parecia maravillosa, pero le daba temor.

Andy tomo aire, se arreglo el suéter y acomodo a su sobrino en él. Sonrió.

—Hace muchos años, en la antigua Grecia, una peste se desarrollo por todo el lugar. Toda Grecia y sus habitantes habían quedados colmados de aquella terrible enfermedad. — El tono de Andy se había adaptado al de un poeta. Scorpius abrió sus azules ojos todo lo que pudo.

Fueron tiempos terribles para todos. La Peste mataba a todos lo que podía, dejando almas desgarradas. Una de ellas, fue el alma de la doncella Altea. Era conocida por su llameante cabello rojo y sus hermosos ojos azules. Ella era una pobre pueblerina con su abuelo enfermo de esta terrible Peste, a la que nombraron la Peste Azul. La pobre chica no tenía ni para pagar un hospital donde hospedar a su abuelo.

Una noche, desgarrada, corrió entre las colinas donde nevaba como nunca y cayó de rodillas. Derramo dos lágrimas cristalinas, que antes de llegar al suelo se convirtieron en hielo. Altea las agarró entre sus frías manos y dijo: "Oh dioses, ayúdenme en esta terrible desgracia". Como costumbre, había que dar ofrenda a sus superiores dioses, pero no tenía nada. Entonces planto sus dos lágrimas convertidas en escarchas puntiagudas en un pedazo de tierra reseca y corrió hasta su casa. A la mañana siguiente, corrió hasta el lugar donde había plantado sus dos lágrimas, y encontró una pequeña planta con una hermosa flor arriba. La arrancó de la planta, corrió hasta su casa y fue hasta el lecho donde descansaba su abuelo. Hizo una papilla con la flor, lo batió y metió de abocados a la boca del hombre. Esa noche, luego de tantos meses convalecientes, el viejo abuelo de Altea volvió a levantarse, comer y sobre todo a vivir.

Todas las mañanas, el milagro de las dos lagrimas de Altea visto como planta, se usaba para curara nuevos enfermos. Altea fue recompensada teniendo una larga y prospera vida, aunque ella o sabía por qué. Nunca reconoció que esas dos lágrimas de la esperanza que ella había plantado habían salvado a más de uno. Pero a ella no le importaba. Tan solo se sentía heroína por salvar a su abuelo.

Un silencio pensativo y filosófico se instalo entre los dos. Scorpius primero pensó por qué alguien querría salvar a su abuelo. Pero luego recordó que no todos eran como Lucius Malfoy, y que ese hombre debía de ser muy bueno. Sin embargo, le quedaba una duda del cuento.

¿Cómo era la flor de aquella planta curativa? Pues parecia que nunca lo sabría, por que cuando estuvo a punto de preguntar sus dos madres, Daph y Astoria, entraron como una llamarada.

— ¿Tu lo sabías?—Exclamó furibunda Astoria, mirando a Andy con repulsión. El hombre la miro con las cejas arqueadas, sin comprender. Ella suspiró. — ¡Lo de su nombre! ¡De cómo se lo cambio!

— ¡No me lo cambie! ¡Solo le agregue algo! —Exclamó Daph con enfado. Astoria la miro con estupefacción.

— ¿Daphne Kaur? ¿Es en serio? —Los perfectos rizos de Astoria se habían desaliñado. Scorpius pensó que se veía más linda así. Con expresiones en la cara, sentimientos. Pero claro, si lo decía, solo le dirían que tenía siete y tenía mucho que aprender. O eso siempre decía su madre.

—Es mi religión. Practico el Sijismo, es mi costumbre India, yo vivo ahí. No espero que lo entiendas, pero Kaur es un segundo nombre muy usado allá. Significa princesa y…

—No puedo creer que me hagas esto— Susurró Astoria con un lloriqueo. Daphne, que había mantenido la cordura toda la tarde, frunció el ceño.

—No te hago nada Astoria. Tu solo no aceptas mi cultura, lo que soy. ¿Esperabas que me casara con él que me digiera mamá, como siempre hice? ¿Qué formara una familia infeliz como la tuya aquí en Inglaterra? ¡Pues no! Yo no…— Daphne derramo dos lagrimas cuando Astoria le pego una bofetada. El magullón rojo era importante en su mejilla.

Todo rastro de felicidad se borro de los ojos de Daph. Sus ojos se apagaron. Y Daphne salió de la habitación con dos sollozos. Andy miro a Scorpius y le sonrió tímidamente.

—Espera un momento Scor. —Susurró Andy, dejando a Scorpius sentado en el tibio asiento de Andy. Pero Scorpius lo siguió. Andy lo miro con ojos dolidos. —Campeón, no puedes…

Pero Scorpius corría en la misma dirección en la que se había ido su tía. Seguía sus gemidos, que llegaban al cuarto de huéspedes. Draco lo vio pasar, pero no lo retuvo. Siempre había sido igual de terco que él, sabía que no cedería a dejarla sola.

Scorpius abrió la puerta de huéspedes, corrió hasta la cama y se sentó en el regazo de Daph. La mujer rubia lo miro con los ojos hinchados y la nariz rosa. Se seco las lágrimas de un manotón y sonrió como si se lo estuviera pasando en grande. Era buena para mentir. Después de todo, era Slytherin.

Pero no dijo nada. Scorpius la miro con atención, grabando todas sus facciones. Luego paso su mano por lágrimas en su rostro, tallándolas. Sonrió con pena.

—Se que no volverás por mucho tiempo tía Daph— Susurró Scorpius. —Y sé que no es por mí. Es por mamá. Y yo no tengo la culpa de nada.

Había oído tantas veces hablar a sus padres de eso con él que tenia las palabras grabadas en la memoria. Daphne sonrió, más aliviada.

—Siempre fuiste muy inteligente. Como tu padre— Añadió con ternura. — Pero quiero que me prometas algo cuando yo me valla. —Hizo una pausa cargada de intención, para que las palabras perduraran en la mente del pequeño. —No importa cuánto te digan y griten Scorpius, tu grita más fuerte. No interesa lo que piensen los demás, solo importa lo que piensas tú. No intentes copiar lo que ves en otros, ser único es bueno. Ser astuto es una virtud, no algo malo. Tu familia es solo una parte de tu pasado, pero tú estás en el presente. Y nunca olvides, que nunca es tarde para ser alguien nuevo. — Las mejillas de Daph se llenaron de lagrimas saladas—Prometo visitarte Scorpius— Gimió Daph— Lo prometo.

Scorpius no entendió las palabras de Daph en ese momento. Tampoco porque lo abrazaba y lloraba con él. Tampoco entendió en años venideros por qué nunca más vino tía Daph a visitarlo. Pero si entendió tres cosas. Las palabras de su tía eran importantes y se las grabaría en la memoria. La quería mucho, más que a nada en este mundo.

Y siempre recordaría los nombres Altea y Kaur.

_-.-_-.-_

"No intentes copiar lo que ves en otros, ser único es bueno".

—Que difícil, Daphne— Susurró Scorpius, mirando la plaza con precisión. —Desearía ser alguien completamente diferente hoy.

Scorpius se rascó la barba de dos días y cruzo la calle muggle. Iba a tener su primera entrevista de trabajo, y no era uno precisamente con trabajo específico. Escribir, así como así, se le daba más que bien. Más cuando escribía sus propias versiones de los Mitos Griegos, o algún que otro cuento tradicional. Pero… ¿Ser periodista? ¿Solo entrevistar y ser frio como un tempano de hielo? Podía mentir, engañar y sin importarle un bledo en la mayoría de las cosas. Pero en su escritura, con su nombre y visto en el Profeta todos los días… era algo importante como para mentir en lo que él pensaba.

Respiro lentamente y llegó a la plaza que tanto había observado hace unos minutos. Era poco concurrida, con tres o cuatro juegos y pocos niños jugando solo con barro y rocas. A Scorpius le llamaba la atención su naturaleza. Era una completa selva comparada con el frio Londres, donde la escasez de naturaleza se notaba.

Examinó los arboles, grandes y gruesos de más de cincuenta o cien años, y se preguntó cómo debía de sentirse. Perforado por todos lados con cuchillos, ramitas o lapiceras, escrito con iníciales y corazones de enamorados.

Scorpius, con veinticuatro años, creía en el amor. Lo creía porque si sus padres nunca lo habían practicado, era algo bueno. Si nunca había estado en su casa, era algo que valía la pena intentar. Bueno, tal vez si alguna vez estuvo en su casa el amor. Pero fue en visitas espontaneas de pocos días de una traidora que dijo que volvería y nunca cumplió…

Scorpius escucho el ruido de zapatos en la tierra y cambio su vista a otra dirección. Abrió los ojos como platos, y vio como la figura que se abría ante sus ojos era lo que había esperado encontrar toda la vida.

Esa chica, se cabello pelirrojo y ojos más celestes que el cielo. Esa era su Altea. Era idéntica a la del cuento, era familiar, era conocida. Habría jurado que ya la había visto antes. Tal vez su imaginación le jugaba una mala pasada, pero era chica era la del cuento tan esperanzador que se abrió a los ojos de Scorpius de niño. Era ella.

Scorpius tenía que gritar que se detenga, pero no sabía cómo pararla sin sonar psicópata. Lo único que se le ocurrió fue mover su varita instalada en el bolsillo y tirar todos los libros de la muchacha. La chica se dio vuelta y bufó, irritada. Scorpius se apresuro para correr hasta ella.

—Te ayudo— Dijo Scorpius con una sonrisa embobada. Tuvo que sostener la mano para no alargarla y sacar la varita. La chica levanto la vista y lo miro con esos ojos grandes y hermosos, completamente azules. Le echo una ojeada rápida y sonrió.

—Gracias.

Scorpius se apresuro a recoger todos los libros que pudo. Si ella se quería marchar, él tenía sus libros y no podía escapar. Ya lo sabía, sonaba psicópata, pero era idéntica a su Altea. No iba a dejarla irse tan fácilmente como al que le conto la historia.

La chica era preciosa, eso no cabía duda. Tenía el cabello pelirrojo un poco por debajo del hombro, y parecia no haberse peinado. Llevaba una camisa blanca ceñida y una falda color verde agua. Sus zapatos azul eléctrico y con unos tacos* más grandes que la cabeza de Scorpius llamaron su atención. Luego la miro a los ojos, y vio en sus orejas unos aretes de rosas. Scorpius observo los libros rápidamente, tratando de reconocer alguno.

Y lo hizo.

— ¿Mitos griegos? Me encantan. — Dijo Scorpius con voz ronca y carraspeo— Son muy inspiradores.

La chica hizo una mueca para hablar, pero Scorpius la paró.

— ¡No digo que me guste su machismo o violencia!—Exclamó con desesperación. La chica volvió abrir la boca, pero Scorpius siguió hablando. —Es que me recuerdan a un tío mío, y yo escribo sobre ellos, y estaba estudiando para enseñar sobre ellos… ¿Querías decir algo?

Las mejillas de la chica se volvieron rosas y estalló en carcajadas. Lo miro con simpatía.

— ¿No tienes idea ni de quién soy, verdad? —Preguntó con suspicacia. Scorpius temió lo peor. ¿Una de sus ex? O peor. ¿Una de las hermanas de sus ex? Pero la sonrisa de la muchacha le indicaba otra cosa— Soy Rose Weasley, fuimos juntos a Hogwarts. ¿Me recuerdas, o era de las que se confundían con el cesto de basura?

Scorpius la observo unos momentos en los que no le creyó. Sin embargo, lo extrañamente familiar, pero a la vez tan confuso… Scorpius sonrió ampliamente.

— ¿Rose? —Susurró. La chica asintió rápidamente— ¡Hola!

Scorpius saludo con la mano a la tal Rose, y al instante se sintió estúpido. Estaba a tres pasos de ella y la saludaba como si se encontraran a metros de distancia. Se recordó tirarse de un edificio cuando tuviera la posibilidad y trato de entablar conversación. ¡Mira si Altea se iba!

—¿Y cómo te va en la vida?—Preguntó, y camino como para indicar que lo siguiera. Rose capto la indirecta.

—Bastante bien. Tengo un lindo apartamento, un buen empleo, un estupendo novio…— Scorpius la miro como si hubiera dicho la peor cosa del mundo. Rose soltó unas carcajadas. —Solo quería ver en que estabas interesado conmigo. Y no, no tengo novio.

Scorpius sintió que enrojecía hasta la punta de la nariz. ¡Había quedado como un interesado! ¡No podía ser tan sincero! Y claro, no había quedado en Slytherin como el resto de su familia para ser tan buen mentiroso, más bien en Ravenclaw. Pero se consideraba lo suficientemente normal como para aparentar lo que se tiene que aparentar.

—No te asustes, no creo que me estés acosando— Bromeó Rose con desparpajo. Scorpius la observó con más atención. ¿Adonde habían quedado esos frenos y ese pelo esponjoso y enmarañado que el recordaba? Se había ido, y sin retorno al parecer.

—Esta distinta— Dijo Scorpius, poniendo las manos en los bolsillos— Te recuerdo diferente. Como…

— ¿Con aparatos y cabello indomable? —Los dos adultos sonrieron, chocando las miradas— Eso quedo en el pasado desde que terminamos la escuela. Ahora me dedico a arreglarme como persona normal. —Rose volvió a mirar de arriba abajo a Scorpius— Por lo que veo, tú sigues igual de guapo que siempre.

Scorpius sonrió y sus mejillas se colorearon.

—No todos son tan perfectos en apariencia como yo— Comentó con la cabeza alta, y Rose se echo a reír. Scorpius arqueo las cejas y abandono su aspecto de pavo real. La miro sin entender nada— ¿Por qué te ríes?

—Es por eso—Lo acusó la chica con un dedo el cual Scorpius descubrió con la uña pintada de purpura— que Lily te odiaba. A ella si la recuerdas, ¿Cierto?

Scorpius se sintió pésimo ante las palabras de Rose. Es que, Scorpius tenía dos grupos para recordar o reconocer a la gente: La que no importa, y la que son chicas lindas con las que puedes llegar a ligar. Lily Potter estaba entre el segundo grupo, y si la recordaba. Hasta el número de las pestañas. En cambio, Rose había formado parte de su vida en el primer grupo.

Lily Potter era odiosa con Scorpius en la escuela. Lo odiaba, y si no era suficiente decir, siempre que podía lo insultaba. Si, lo quería mucho. Tanto, que una vez lo tiro de su escoba en medio juego.

—Nunca había entendido por qué era una odiosa— Refunfuño Scorpius, bufando. Rose soltó una risa, y Scorpius pensó que hacer reír a alguien era lo mejor del mundo.

—Tenía sus razones. Eres un completo engreído. —Bromeó Rose, aunque sus palabras tenían mucho de cierto.

Scorpius y Rose se dieron cuenta que habían rodeado la plaza más rápido de lo que creían. Scorpius tenía que ir a su entrevista, y descubrió a Rose mirando la hora en su celular muggle. Suspiró.

—Tengo una entrevista de trabajo, y ya llegó tarde— Murmuro, mirando con pena a la clon maligna de Altea. Rose sonrió con sorpresa.

— ¿En serio?—Scorpius asintió y Rose le puso una mano en el hombro— ¡Que te valla muy bien!

Scorpius también sonrió, y asintió enérgicamente. Dio media vuelta con cara de embobado, sintiéndose completamente diferente ha como había empezado la mañana: Ahora estaba feliz de ser quien era, hablando con la nueva Rose.

Sin embargo, sintiendo que una mano lo agarraba por atrás. Se quedo muy quieto, y se dio la vuelta. Una Rose con cara de pocos amigos lo miraba reprobatoriamente.

—Esperaba que me pidieras algún número celular, o algo. ¿Tan aburrida parezco?—Scorpius negó frenéticamente con la cabeza, recordándose tirarse a un subterráneo. Rose suspiro, pero con una sonrisa— ¿Tengo que pedírtelo yo?

Scorpius saco su celular muggle del bolsillo y agregó el numero que le dio Rose al móvil. La chica hizo lo mismo, y mientras lo hacía, Scorpius observo a su Altea y como casi se le iba de las manos. No se dio cuenta que la misma Rose había querido volver a hablar con él.

—Nos vemos luego— Dijo la chica, y se inclino para darle un besito en la mejilla. Scorpius pensó en no lavársela por semanas unos segundos en estado idiota.

—Adiós— Susurró, y vio como Rose, la Altea de su cuento, se alejaba a paso rápido por la húmeda tierra de esa plaza extraña. Scorpius mostro una sonrisa chueca y siguió su dirección a la entrevista.

No veía la hora de llamarla.

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