Título: Decolora

Sumary: Dejaré que vivas para ver como mueren los que amas, veremos cuánto eres capaz de soportar. Sólo entonces me gustaría ver tus ojos teñidos por el odio afrontando mí mirada…/Prólogo.

Advertencias: Posible OoC/Posible Bashing/Situaciones para adultos/Lenguaje para adultos/Dark Fic.

Pareja: SasuHina

Cantidad de palabras: 4,009/Cortesía de Magic Word en complot con Microsoft para hacernos creer que de verdad hay esa cantidad de palabras en el capítulo.

Disclaimer: Naruto no me pertenece, todo registro legal y de derechos son de su autor Kishimoto. Aunque dicen los rumores que planea hacerle una segunda serie a su antagonista y tiene por título tentativo "Sasuke" que al igual que Naruto trata sobre la vida del Uchiha…

O

O

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"No importa que pase,

incluso si mi vida se termina

Espero que en mi sangre se transmita

Si debemos probar que vivos estamos,

de rojo nos teñiremos

Solo a ti:

Descansa en paz"

OoOoO

El viento la hería conforme avanzaba. Se paseaba deliberadamente sobre la piel interna que exponía de sus labios, chocando fuertemente contra la abertura y empuñando sus finas corrientes en lacerar y empujar la carne que aún recubría el contorno. Lamer con insistencia sólo provocaba una sensación de frío y el ardor empeoraba con su acción.

Las ramas pasaban una tras otra bajo sus pies, crujiendo con suavidad gracias a su poco peso y el paso suave que efectuaba al andar. La distancia se acortaba y el corazón no daba muestras de querer mantenerse en su pecho, los golpes que efectuaba contra su cuerpo comenzaban a volverse tan dolorosos como una herida física y el desazón gobernaba cada idea que rondaba su mente; la pelinegra llevó la mano derecha a su pecho, tratando de retenerlo y lo aplastó con firmeza en un vano intento de someterlo. Aquél sufrimiento solo le hacía recordar más y más a Uchiha Sasuke.

Estaba desenfocando el camino gracias a ser tan inútil hasta en una sencilla acción como controlarse. Un tropiezo y no sólo su lacerada boca tendrían problemas con el sabor de la tierra tras impactársele en la garganta a más de veinte metros de altura. Los párpados le pesaron, bajando mecánicamente y volviendo con avidez a su sitio cuando vislumbraba una porción del suelo; los árboles no deberían ser tan grandes en tiempos de tala inmoderada.

Suspiró, hasta estupideces contra los pobres árboles estaba pensando. Trató de retomar la concentración enfocándose en el frente y no hacia abajo, recordándose que al ser llamada fracaso durante toda su vida no era por simple gusto de humillarle, que lo había, pero ella misma lo provocaba con su débil y endeble forma de ser. La agilidad, aunque algo que manejaba medianamente gracias a sus técnicas con el puño suave no le favorecía cuando se trataba de cuestiones técnicas como correr a través del bosque a llevar un mensaje de suma importancia. Ironías, le decía su primo cada vez que la levantaba. No era por su velocidad, sino su amplia capacidad de distraerse con cualquier nimiedad.

La trayectoria comenzaba a carecer de árboles monstruosamente altos, dándole la oportunidad perfecta de descender con precaución hacia un sitio seguro. Metros más adelante logró diferenciar manchas de color café, suponiendo serían de la tela que conforman las carpas. Se dio un leve golpe en la frente al recordar que poseía una técnica ocular capaz de localizarlo sin mayores problemas, más distraída jamás podría ser.

Formó los sellos, encontrando de inmediato el chakra y figura deseados.

Los latidos cesaron hasta un punto preocupante y la sangre se le acumuló en las mejillas con fuerza al saberse en un mismo sitio con la persona que admiraba. Había superado muchas de sus esperanzas infantiles de un futuro a su lado pero eso no impedía que los resquicios le hicieran seguirlo a todas partes. No era solo su amor unilateral, Naruto era su héroe, la persona que le cambió la vida sin saberlo y el hombre más valeroso que conocía. Era imposible no sentirse animada con su presencia.

El cuerpo de la azabache comenzó a andar sin permiso, ganando la misma sensación de asfixia y presión de antaño al tener un acercamiento directo después de tanto tiempo sin verlo.

—Naruto-kun…—Repitió inaudiblemente, como siempre, el extravagante nombre ya integraba un mantra en el escaso vocabulario que emitían siempre sus labios. Cada letra de esa palabra le traía una gran paz y calma a su alma como ninguna otra hubiese experimentado en su vida tan mísera y pobre.

Acortó la longitud de su senda con pequeños y cautos pasos, vagando con tranquilidad en el extraño hecho que le ocurrió apenas una hora atrás. Un nombre pasó fugazmente por su cabeza, quedándose en sus pensamientos en un resonante hueco que pulsaba cada vocablo como escritura grabada a fuego. Los nervios anteriores fueron reemplazados con una especie de vórtice oscuro en la boca del estómago y la palidez de su níveo tono aumentó; aún recordar haber estado frente al demonio Uchiha era como sobrevivir a un cuento de terror nada agradable para contar.

Su mirada opaca causaba una percepción devastadora de la realidad contigua, parecido a caer en un trance hipnótico del cuál unos segundos originarían la decadencia del ánima hasta llegar a su erradicación. Era entrar en la prisión de la noche y jamás salir de la penumbra, abarcando cada sentido en una dirección irracional de autodestrucción que le evocaba sus días y noche tristes, perdida, deseando saber cuánto más podía revolcarse en el lodo del fracaso y la desgracia.

Verlo le provocaba repelerlo como que jamás imaginó, era todo lo contrario a Naruto. Pero lo más extraño de esa persona era sin duda que la presencia de Uchiha Sasuke no fuera caudal de ningún sentimiento negativo en su ser más allá del rechazo. Le temía, pero su aprensión lograba encapsularlo. Pensar en él era como entrar en un estado catatónico emocional. Su juicio retorcido era relativamente aceptable debido a su pasado trauma, aunque jamás comprendería como una individuo que aparentaba tenerlo todo pudiera elegir estancarse en el pasado para vivir de él.

¿Qué sería de su persona cuando esas razones terminaran? Sólo esperaba que eso no afectara demasiado a Naruto.

—Hinata-sama, aún lleva el byakugan activo…—Llamó uno de los congregados en el centro. Alzó la mirada y encontró a su instructor de la infancia cubriéndola de indiscretas miradas del resto del clan, se sonrojó y deshizo la técnica. Al menos tres personas vieron el inútil desperdicio de energía por una distracción y le reprendían con la mirada, ahora verdaderamente consideraba una desventaja el ir con tantos Hyuuga en el equipo de combate a corta distancia.

—Ko-san, ne-necesito ver a Na-Naruto-kun…—Chaqueó la lengua, rasguñándola sin marcas como correctivo a su torpe modo de hablar. Odiaba tartamudear precisamente en los vocablos dónde la consistencia de su voz debería ser palpable, el decir un nombre siempre era motivo de técnicamente deletrearlo por el miedo a afrontar a la persona a menos que le tuviera cierta confianza. El hombre arqueó una ceja al notar los cortes profundos de su boca pero lo dejó pasar suponiendo una caída, no quería herir a la heredera con cuestiones frente a sus detractores.

—De acuerdo Hinata-sama, le llamaré enseguida. —Reverenció y dio media vuelta, volviendo a hundir a la alba en las aguas negras del pasado y sus melancólicos hechos.

A pesar de no darle la suficiente importancia a las palabras del desertor de Konoha en su momento, aún tenía que considerarlo una alarma de amenaza. Alguien tan centrado como ese joven jamás daría el esfuerzo de expresarse simplemente por hacer una broma, pero igualmente si consideraba la cantidad inimaginable de personas que ya habían muerto a sus manos en la guerra y cuánto fuera su objetivo era extraño que desperdiciase tiempo con ella en un absurdo juego de tortura. O que quisiera molestarse con ella.

No había nada que pudiera ganar realmente, más que desquiciada diversión. Quería entender porque necesariamente la escogió a ella para que le enfrentase con ojos llenos de odio en vez de rebanarle el cuello por cruzarse en su camino. Era insólito.

Su juicio mental se sumergía en la decadencia, tan retorcido como para creer que el mejor modo de demostrar fortaleza era asesinar a inocentes quienes forjaron un lazo entrañable con él. El modo absurdo que tiene de ver la venganza como única justicia suficientemente razonable para efectuarse y el método que utiliza para llevar a cabo sus planes le parecía demasiado nefasto para poderle rescatar de la oscuridad en que se había hundido.

Poco quedaba de humano en ese individuo, pero Uzumaki Naruto aún guardaba esperanzas por él. Por ende, Hinata creería en el Uchiha.

—Hinata, el gemelo grande de Neji me ha dicho que tienes algo que decirme, dattebayo. —Clamó una voz profunda, aunque un cierto toque de agudeza que aún restaba de la infancia. Estuvo a punto de sonreír y sonrojarse hasta las orejas como siempre pero el recuerdo de aquella amenaza la detuvo. Su tez se volvió de un suave amarillo y ocultó la mirada bajó su flequillo, preocupada por la reacción que obtendría. —Por favor hazlo rápido porque tengo que ir a…

—Uchiha Sasuke. —Le silenció la azabache ante la urgencia del rubio; sus ojos de aguazul precioso se oscurecieron, ocultándose tras los párpados una y otra vez con pesar. Tardó unos segundos en reaccionar y forzó una mueca que intentó ser sonrisa que lejos de tranquilizarla la inquietó más, la tensión en que ese joven se veía envuelto con ese nombre le hizo abrir la boca sin pensar en que no había tartamudeado como era lo normal. Activó su dojutsu. —Tre-trescientos metros al norte, c-cruzando el bosque. —Señaló, percatándose de que no estaba demasiado lejos de dónde lo encontró. —Camino recto, pa-parece esperarle…

— ¡Sasuke! —Gritó el rubio con fuerza, constituyendo en su voz la mezcla perfecta de la sorpresa, rabia y agonía como un fluyente suave veneno que impactó contra su garganta y deslizó hiel acerba. Su sonido normalmente semi agudo e irritante se agravó tres octavas, entristeciéndola por ser la portadora de tal noticia.

Los párpados le fueron pesando en demasía e impidieron que conservara la mirada alta y consoladora que pretendía regalarle, anteponiendo en su sitio una esquiva y cubierta de tonos grises que para nada alentaba al chico que perdía rápidamente la calma. Clavó el cerúleo de sus orbes en la entrada de la tienda provisional de guerra que estaba cinco metros atrás, atravesando como dagas con la intensidad que parecía pretender evitar a toda costa que esa tela fuera removida de su sitio.

Los labios le temblaron, era fácil discernir la causa tras su preocupación sobre ese sitio. Lo vio girar el cuerpo, los músculos de sus piernas marcarse con clara muestra tras el brusco movimiento para buscar su posición más cómoda.

Apenas eran unos segundos los que la separaban de la impresión de hablarle sobre su amigo y ver cuán intratable era ese tema, le costaba respirar con calma para recuperar el aliento perdido y estabilidad mental suficiente para volver a afrontarlo con una petición. Tenía la frase atascada, atrapada en el trayecto de su garganta con un horrendo sabor a cobardía, nuevamente fracasaba en un simple intento de expresar aquello que deseaba hacer con todas las fuerzas de su corazón ahora mismo; acompañarle. —Na-Naruto-kun…

Las cuerdas vocales le temblaban con violencia y sentía que sólo emitía balbuceos ininteligibles que ni siquiera eran capaces de ser escuchados.

Iré contigo —Sentenció una tercera voz con sequedad, Hinata dedujo el grado de seriedad empleado por esa joven al escucharla usar el tono grave que se unía a su voz cuando no lo retenía para ser coquetamente acaramelada. Reprimió las ganas de llorar ahí mismo, recriminándole con el pensamiento a su compañera que fuera capaz de decir fácilmente lo que ella no.

Él asintió, ignorando premeditadamente cuánta ansiedad mostraba las facciones de Hinata, su rostro pálido por el pesar de no ser quien le acompañara en su viaje. Suspiró con pesadez, aguardando el velo cristalino que empañaba sus ojos, no pretendía ser aún más ridícula de lo que ya era; su escena dramática entre la historia de esos tres estaba de más.

Alzó un poco la vista y logró notar la enorme estela de humo que desprendía el rubio tras su furioso y veloz paso por la tierra del bosque, distanciado apenas diez metros de la segunda sombra que arrancaba con crueldad las ramas bajas de los árboles simplemente con avanzar. No tardó ni medio segundo al perderles el rastro en lo profundo del bosque, pensando con melancolía que la persona que tanto intentaban buscar no existía más.

Hostigar el recuerdo de alguien que murió en vida desde hace tanto tiempo era triste, aunque quizás no tanto como el intentar vivir de remembranzas como ella y Sasuke. —I-Iré, Na-Naruto-kun…—Declaró al aire, con media sonrisa forzada. Nuevamente nadie le escucharía.

Decidió seguirlos, solo por si acaso. Si esa persona se alejaba la necesitarían para buscar.

Una vez más acababa teniendo que masticar cada sílaba con los labios fruncidos y el ceño arrugado bien oculto tras las hebras negras de su cabello. Los primeros le ardieron mientras se refregaban uno contra otro pero ni su cruento dolor aminoraba el sabor amargo que dejaban las verdades al exponerse claras sin necesidad de palabras.

Claro estaba cuán importante era para Uzumaki Naruto escucharla hasta terminar de hablar.

OoOoO

Sabía que una brisa fresca recorría cada centímetro de aquél trayecto solitario como filosa daga, pero el dolor que debía supuestamente causar no hacía merma ni siquiera para despeinar sus hebras oscuras. Estaba hecho. El espacio estaba vacío, completamente despejado y la tierra que se honraba de residir bajo sus pies parecía arenosa, erosionada por el paso del tiempo y los constantes maltratos volviéndola incapaz de ser cultivada nuevamente.

Cualquier metáfora sobre ese pedazo de porquería comparable a su situación que cruzara por sus pensamientos y un alma más descendería al averno ese día. Bueno, una aparte de Naruto. Aguardaba, impaciente como nunca antes y redescubriendo el fastidio de la espera en su carácter; después de hablar con la Hyuuga y saber que ella daría aviso al fastidioso ex compañero seguramente la estúpida Haruno le seguiría. Dos elementos con los que contaba desde hace meses el maldito plan del falso Madara Uchiha para llevar a cabo de una vez por todas el acto final que haría que lo dejasen de buscar con jodida insistencia.

No dejó escapar ningún sonido o movimiento a su cuerpo, estático como una piedra de escultura perfecta. Las finas corrientes iban meciendo de un lado a otro los pedazos colgantes de su ropa, la única cosa que lograrían remover. Sobre las copas de los árboles danzaban las hileras negras más recientes que aún no terminaban de apagarse, producto de un pequeño incendio emitido desde la boca del pelinegro. El silencio total en un bosque por la mañana era algo pocas veces logrado, pero sencillo si los pájaros dejaban de emitir sonido alguno desde que sus cuerpos carbonizados cayeron al suelo junto a los cadáveres de shinobis con rango basura que creyeron buena idea ir contra él.

Un desperdicio de chakra, aunque aceptable si consideraba que usar más que sus mano para acabar con esa clase insectos sería ensuciar su reputación por tonterías. Se mantuvo irascible, con el ansia gobernando por instantes, queriendo de una maldita vez ir por ellos y largarse.

Estaba en sitio a vista de todos, sin árboles de interferencia hartándose de la luz solar que quemaba sus entrañas por el tiempo que llevaba bajo éste en el puto numerito que estaba por armar. El color pálido de su piel se resaltó con las perceptibles ojeras bajo sus ojos negros, tan oscuros que opacaban cualquier brillo. Dos líneas de un milímetro de grosor descendían desde el borde superior del pómulo hasta la mediación de su mejilla, bastante similares a las que en vida desarrollara su hermano mayor por velar cada noche de su bienestar y lidiar con los problemas de esa maldita villa.

Recordar el encuentro con esa niña que de kunoichi tenía lo que él de benevolente le era contraproducente. Por más que deseara quedar vacío siempre sobrevivía algo, un desagradable resquicio de lo que fue su vida en ese sitio habitado por traidores que causaron la muerte de su familia. De algún modo siempre se colaban entre sus pensamientos fragmentos de recuerdos, buenos y malos, dónde cada momento se volvía una tortura para su juicio.

Ojalá se pudriera la Hyuuga por ahondarlo en esos, ahora, insignificantes detalles. De alguna manera le hacía recordarlo a él mismo cuando niño, así era antes de ser tan putrefacto. Quizás, si alguien alguna vez le hubiera dicho que su venganza terminaría de este modo lo hubiese matado. Y con seguridad, la culpa sobre esa muerte la lanzaría al vacío sin siquiera merecer un espacio de su mente, la venganza sería el único camino aceptable y él un humilde subordinado de la justicia verdadera que deleitaba a su víctima con el elíxir de la sangre roja. Pero habría seguido el mismo sendero de destrucción, corrompiendo su alma hasta el punto deseable en que su alma reducida en cenizas y la nada fuese su compañera perenne.

Por un instante volvía a saber cuán divertido era reír maniáticamente ante las estupideces color rosa que se le ocurrían por culpa de la heredera bastarda. ¿Cuánto más tardaría su marioneta en aparecer? Si seguía a este paso tarde o temprano comenzaría a cuestionarse si estaba haciendo lo correcto. Otro resquicio de humano.

—Sasuke…—Hablando del rey idiota… Por culpa de él empezaba a odiar su nombre, al parecer sólo tenía capacidad cerebral para repetirlo como autómata.

—Sasuke-kun…—Llegó una segunda voz, molesta como ninguna otra hubo antes. La gravedad de su tono decreció tres octavas para caramelizarse con su nombre, los mismos insulsos trucos de la infancia jamás la dejarían por lo visto. Su expresión siguió estoica como piedra, incapaz de exteriorizar una pizca de su pensamiento al volverlos a ver después de tanto tiempo; como si le importara de verdad.

Alzó la mirada, encontrando con indiferencia la pieza que había adquirido esa mañana para su juego. El asco que le provocaban esos ojos inocentes sólo era comparable a la repulsión que tenía la imagen de su difunta madre sobre el rostro de ésa. Físicamente se parecía a ella. Mentalmente, era como la niña que alguna vez él fue. Lo apenas interesante de la aborrecible escena que armaría era la presencia de su actriz extra de reparto, carente de importancia y aun así suficientemente molesta para ser conducida a la perdición con aquello mismo que la guiaba en la oscuridad.

— ¡Respóndenos bastardo! —Bramó el rubio en su contra. Quizás si supiera que hacía exactamente lo que quería, estaría tratando inútilmente de partirle la cara en este momento.

Lo vio perturbarse, enfocando por completo su campo de visión en las acciones del moreno. Excelente, ni cuenta se daba de la transitoria mirada que le dedicó a la que fuera su débil compañera de equipo, su denominada molestia personal que encajaba con esas palabras como ninguna otra persona.

El silencio se hizo tenso, tan grueso que podía tocarlo con extender la palma de su mano. Los ojos azules lo miraban confundidos, extrañados ante su evidente falta de dialogo; más del normal. Los ojos de jade se perdían tras un velo de oscuridad y las pupilas se dilataron hasta su punto cumbre; las cosas estaban marchando mejor de lo que esperaba. Una mujer más allá observaba la escena con preocupación visible, intentando descifrar que era lo que ocultaba tras sus acciones sospechosas.

Movió levemente los labios.

—Sakura, ahora…

— ¿A qué te…?

La orden se declamó, imperiosa y con un timbre autoritario que más que respeto inspiraba temor; el joven de cabello rubio fue sorprendido antes de terminar su pregunta por un agudo dolor en el pecho y el bello carmín de su sangre escurriendo por la boca y pecho.

— ¡Naruto-kun!

El cuadro era perfecto, la piel pálida de esa mano contrastaba con belleza ante el rojo fuerte que colgaba sus fluidos hilos entre sus dedos extendidos. Sublime como la tez tostada del idiota perdía color y trazos enormes de lo que cubrió segundos antes el área de su corazón se perdían en el aire, esperando acabar y tintar el suelo de esa delicia visual.

Naruto apenas logró ver los ojos verdes abrirse desorbitados por su atentado a sangre fría contra el único ser humano al que creyó que no podría lastimar. Se desplomó inmediatamente, respirando agitado y tratando de detener la hemorragia sin utilidad; era una herida planeada para ser de gravedad y probar la fuerza del Kyuubi, era un estúpido si creía que sería capaz de detenerla con la fuerza de su mano. —Naruto, no, Naruto…—Llamó con fuerza la afectada, meneando al chico entre sus brazos y tratando de ayudarlo.

Su misión estaba completada, ahora podía jugar un poco con la enloquecida Hyuuga que corría hacia el tonto como si se le fuera la vida a ella también. Avanzó rápido, interponiéndose en el camino de la joven y frustrando cada nimia oportunidad de eludirlo y huir al lado de su enemigo.

—De-déjeme ir con Naruto-kun…—Pidió suave, muy a su pesar tuvo que esforzarse en descifrar las palabras que otorgaba con esa voz escasa y desgarbada; la azabache respiraba agitado y sus ojos no dejaban de ignorarlo al tratar de ver por sus costados con desesperación.

Ni siquiera tenía sentido sonreír. Un esfuerzo inútil por una emoción que no necesitaba expresar o dar conocer bajo ningún motivo, desgaste de músculos faciales que pueden ser usados para emitir el veredicto final sobre una víctima. El solo pensamiento era una pérdida de segundos que estaba desaprovechando en la persona incorrecta; la Hyuuga le obligaba a enfocar su atención.

Esos podridos ojos blancos, tan ausentes del sentimiento que deberían contener le otorgaban una faceta que hace tiempo no manifestaba la mínima señal; sorpresa. A pesar de que la sensación jamás fue traspasada a sus facciones y sus oscuros orbes siguieran con inquebrantable firmeza posados sobre la patética figura y ninguna clase de brillo se acrecentara en ellos, estaba algo extrañado de cuán retorcidos pueden ser los seres humanos.

El odio que buscaba aún no sería impreso si no erradicaba esa estúpida bondad que residía en sus ojos contra quienes le dañaban. Una nueva pizca de furia nació en su ser, consciente de que el ridículo papel de villano demente y cruel que estaba jugando con Naruto no tenía efecto en alguien tan ciega como la del cabello negro. Hasta el más bondadoso de los seres se ve tomado por la oscuridad. En el mundo las reglas son simples, el humano noble es pisoteado, humillado y denigrado hasta el punto en que cualquier acción que no se realice con pronunciado egoísmo lo haga valer nada; su compasión los guía a la destrucción. Es herir o ser herido, un alma pura no logra sobrevivir por mucho tiempo a la sociedad.

Y ahí iba Hyuuga Hinata y rompía las reglas establecidas para que los malos se jodieran al prójimo.

Su cuerpo respondió, descubriendo con satisfacción como entre más tiempo pasara ella apartaba la nobleza de tajo y formaba gestos lo más parecidos a la expresión que aguardaba encontrar. Lo sabía, había algo oscuro que aguardaba tras sus insulsos ojos y brotaba cuando Hinata era provocada; desenvainó su espada con rapidez, colocándola frente a ella.

Esperó, descubriendo con rabia que esa mujer poco le importaba por lo menos preguntar las razones de sus actos, buscar juzgarlo y por último darle un sermón de volver al camino del bien… No es que sirviera pero ahora no necesitaba de su silencio y al parecer ella no buscaría iniciar una conversación. Con una mierda, tendría que hacerlo él, jodería si la mocosa kunoichi resultaba tan retrasada como las demás y el mensaje no llegaba a decodificarlo.

—Hyuuga. —Captó su atención por segundos pero la perdió, contuvo las ganas de romperle el cuello. —Apenas es el inicio…

Se abalanzó contra ella aprovechando la distracción. Fue extraño, pero su cuerpo se resistió un segundo antes de mover la mano y crear una herida honda en su vientre, suficientemente grave para poner en aprietos a Sakura algunos minutos antes de tener que decidir entre dos humanos desangrándose a quien debía salvarle la vida. Eso sí recordaba que Naruto podía sobrevivir con el Kyuubi. Sería divertido cuando descubriera que la herida de ella sanaría por sí sola con el veneno suave que añadió a la hoja de la espada. Aunque es seguro que se infectaría…

Dio media vuelta, decidiendo que había sido suficiente por una mañana. Hinata se retorcía del dolor en el suelo con una mano sobre su estómago; quiso sonreír, con malicia; los rastros de un naciente rencor se formaron bajo su tonto color blanco. Él presionaría hasta ver el odio consumir su mirada.

Ese momento guardado en lo profundo de sus ojos lo esperaría para disfrutarlo.

OoOoO

Notas de Kou: La diva reportándose (?) –se auto denomina diva porque tarda lo que quiere xD- Sé que no ha cambiado mucho el capítulo, pero tuve que retomar unos cuántos detalles ilógicos. He cumplido un deseo, Naruto será minimizado al máximo. No será interés amoroso tampoco, pero tiene su papel así que no se preocupen.

Bien, sé que merezco de todo por tardar tanto, lo siento mucho. Sucedió que poco después de subir esta historia abandoné dos años fanfiction por problemas personales. Tengo como dos años o tres de haber vuelto, pero mi amor por el SasuHina se vio opacado por las peleas, hoy que a mi parecer algo de calma ha vuelto al fandom quiero pedirles la oportunidad de volver a publicar. No es necesario que dejen reviews, no los merezco luego de tanto tiempo. Digan no al odio irracional que se ha creado en el fandom, ¿qué tiene de malo shippear crack, canon o lo que sea? Ignoren a las que las critican, la mayoría son mocosas de 12 a 17 años que les falta madurar y el futuro se arrepentirán. Saludos a todos :3

PD: Ustedes están en código amarillo. O sea, posible actualización cada semana o actualización en quince días. No quiero decir esto pero dependerá de los reviews, no me gusta condicionar pero me enfocaré en que más reciba ya que tengo DEMASIADAS historias abiertas TwT En serio quiero terminarlas. Por mi parte tienen la promesa de que, tarde lo que tarde actualizaré hasta el final… Los de InuYasha y DL me van a matar TwT