Disclaimer: The hunger games no me pertenece


—"¿Sabes que ni aunque vivieras 100 vidas no te merecerías el amor de Peeta, verdad?"

¡NO!

Abrí los ojos en ese justo momento, sobresaltada, mi respiración estaba acelerada, notaba como unas pequeñas gotas de frío sudor rodaban por mi frente y mi cuello. Enfoque la mirada al pequeño despertador, las 7 de la mañana, recorrí la habitación con la mirada dirigiéndola a la ventana y la pose sobre las ramas del árbol del jardín. Un pequeño escalofrío me recorrió al ver al pequeño pájaro, sus suaves y brillantes plumas negras se agitaron, levanto un ala para peinarse con esmero las plumas del costado, pude ver el impoluto blanco. Volví a estremecerme, no podía evitar tener sentimientos encontrados con el simple hecho de ver esa pequeña ave. Ahora todo era diferente…todo había cambiado, ahora todo era ¿mejor? ¿Para quién? Para mí desde luego que no…

—Ssssshhhh…—oí susurrar a mi oído. Otro escalofrío recorrió mi cuerpo, pero este era diferente — ¿Otra pesadilla?

Negué con la cabeza suavemente, mentiría si le dijera que sí, aunque estuve tentada a hacerlo, solo por la reconfortante sensación de ser estrechada (aún más) entre sus fuertes y cálidos brazos.

—Solo ha sido un sueño raro…—Acaricie la mano que tenía posada sobre mi cintura. Una mano suave pero fuerte y grande, perfecta para alejar las pesadillas.

No pude evitar mirar de nuevo por la ventana, aquel pájaro seguía allí acicalándose. Maldije en silencio al sinsajo de plumaje carbón y como si el animalillo me hubiera oído echó a volar. Por un segundo pensé que se metería en la habitación lo que provocó en mí otro sobresalto, por lo que sin darme cuenta me pegue aún más a mi compañero de cama.

—Hey… Katniss… ¿qué…?—

—Nada… a… a…. abrázame…— conseguí murmurar tartamudeando. Pude oír perfectamente el suspiro de preocupación pero no dije nada, me deje abrazar en la misma posición en la que estábamos, él acomodado contra mi cuerpo desde atrás, encajado perfectamente, como dos piezas de puzle, cerré de nuevo los ojos y dejé que el suave ritmo de su respiración contra mi oreja me relajara.

Hacía meses que la guerra había acabado, no podía llamarse de otro modo a esa rebelión de la que me habían hecho participe, de la cual sin pretenderlo me habían hecho su símbolo, la amante trágica, la superviviente, la joven que había desafiado al capitolio y su farsa… Una guerra necesaria con muertes innecesarias.

Apreté los ojos con más fuerza, tenía…no, debía eliminar esos pensamientos, no me hacía ningún bien pensar en la pequeña Rue, el valiente Finnick, o en…en quien más me dolía mi dulce hermana Prim.

Antes, en ocasiones como esta, cuando un simple pájaro me hacía recordar, me dejaba ir y me hundía en mi dolor, dejaba que la tristeza me invadiese y dejaba de ser yo. Dejaba de comer, me pasaba días enteros tirada en la cama, envuelta entre las sabanas, incluso descuidaba mi propia higiene. Me culpaba y me atormentaba, quería dejarme morir. Incluso después de que él volviera, de volver a la "vida", de volver a ser consciente de mi propia existencia, tenía episodios de esos cada pocos días. Al principio él se alejaba, me dejaba sola, hasta que recuperaba la cordura.

Pero poco a poco sus miedos y los míos propios fueron desapareciendo, o al menos empezaron a ser controlables, él ya no tenía miedo a dañarme y yo dejé de esconderme. Así fue como en una de mis numerosas recaídas él, mi chico del pan, empezó a ocupar el otro lado de mi enorme cama. Y así fue como poco a poco mi dolor dejó de ser tan intenso, como las pesadillas descendieron hasta casi extinguirse, encontrarme a salvo, rodeada por esos fuertes brazos, me daba la tranquilidad y la seguridad, como hace tiempo, como deseaba que fuera para siempre. Y algo dentro de mí, me decía que él, había regresado y deseaba tanto como yo compartir sábanas conmigo.

Deseché esos pensamientos y me propuse disfrutar en la medida de lo posible de la sensación de plenitud que me aportaba Peeta tumbado a mi lado. Miré el jarrón de la mesita, las primroses de su interior estaban empezando a secarse, pero le aportaban a la estancia un olor dulzón que, al contrario de lo que pensaba, me traían a la mente buenos recuerdos, el recuerdo de la primera vez que volví a ver a Peeta en el distrito, recuperado casi en su totalidad.

Baje la mirada y esbocé una leve sonrisa para mí misma. La mano de Peeta estaba posada sobre mi vientre, descubierto en ese momento debido a la ancha camiseta de mi pijama de verano. Sus dedos hacían cientos de formas sobre mi ombligo y un poco por debajo de él, proporcionándome miles de caricias placenteras. Estoy segura de que si tuviera la capacidad de ronronear, en ese mismo momento estaría emitiendo ese suave murmullo felino.

—Hmmmm…cada día entiendo más a Buttercup— el solamente emitió una leve risita sin dejar de acariciarme.

No sé muy bien en qué momento del pasado habíamos empezado con las suaves caricias. Entre pesadilla y pesadilla, yo había empezado a jugar con sus pequeños rizos, enredando mis dedos entre sus bucles dorados, para pasar luego a su cuello y su pecho. Su gran pecho…suave…musculoso…acogedor. Tenía mil y un adjetivos solo para su pecho. Me mordí el labio y cerré los ojos un segundo de nuevo, volvía a divagar. Y yo no soy de las que divagan con la anatomía de los hombres. Definitivamente todo esto me había cambiado, era más débil algo que odiaba profundamente, pero sé que Peeta lo adoraba, en una ocasión me lo había dicho, por lo que yo había dejado de quejarme aunque seguía buscando de nuevo mi fortaleza. Quizás se pudiera compaginar, fortaleza y sus caricias.

El caso era que en nuestra relación las caricias habían empezado a ser habituales casi sin darnos cuenta, y algo que antes habría hecho que mis mejillas se enrojecieran ahora disfrutaba de ello si ningún atisbo de rubor, y es que Peeta se había medio obsesionado con mi vientre. En un principio sus caricias habían estado dirigidas a mi pelo y mis brazos, pero un día cambiaron de zona y casi toda la atención se entraba en esa parte de mi anatomía. A decir verdad, no lo entendía muy bien. Mi vientre no distaba mucho de alguna otra parte de mi cuerpo, quizás fuera por su color (levemente más claro) o su tacto (más suave) fuera como fuera, el caso es que a Peeta le gustaba esa zona, y yo disfrutaba de su suave contacto.

Me acomodé mejor en la cama con los ojos cerrados de nuevo y fue entonces cuando pude notar algo duro contra el final de mi espalda. Caí en la cuenta de que fuera lo que fuera aquella cosa tan incómoda llevaba varios minutos clavada en mi cuerpo. Estaba tan perdida y disfrutando tanto de las sensaciones que el bueno de Peeta me proporcionaba que no me di cuenta de la leve molestia que aquello me estaba causando.

Acaricié un par de segundos la mano de Peeta y posicioné mi mano hacia atrás, para apartar aquello que se interponía entre mi comodidad y la de Peeta.

Solo llegué a tocar levemente los pantalones de mi acompañante, solamente un microsegundo, un bulto que se hacía patente debajo de ellos. En un momento estábamos relajados, acariciándonos, y al segundo siguiente Peeta se había apartado de mí y se había levantado, dejándome asombrada e intentando asimilar lo que había pasado, sin entenderlo del todo.

—Voy a ducharme ya, Katniss— Susurro apretando los puños y ya levantado sin tan siquiera mirarme y salió de la habitación como alma que lleva al diablo.

Me senté en la cama, abrazando mis propias piernas, repasando lo que había ocurrido hacía tan solo un minuto. Por mi mente pasaron el sueño, el sinsajo, el abrazo y las caricias, nada más, lo de siempre, nada fuera de lo habitual. A no ser que…que tuviera un nuevo ataque de los suyos…Ya contaba con que los había controlado, cada vez eran más débiles, y más espaciados en el tiempo, sus preguntas de "real o no" era cada vez más escasas, algo que por una parte me aliviaba, necesitaba al Peeta seguro de sí mismo. Seguí recordando lo acontecido en los dos últimos minutos. Nada…no había nada q yo hubiera hecho para que su cuerpo reaccionara con el ataque de un recuerdo falso.

Nada… salvo… esa molestia de algo clavándose, mi mano retrocediendo hasta tocar algo en sus pantalones…un momento, SUS PANTALONES. La boca se me abrió de manera casi ridícula, estoy segura de que mis ojos estaban a punto de salirse de sus orbitas. Lo que había tocado era su…su…su… ni siquiera podía pensar la palabra. Obviamente sabia que el contacto romántico llevaba consigo esas consecuencias, nos lo habían dejado muy claro en el colegio, pero… ¿Dónde estaba el contacto romántico en esta situación? Sabía que mis sentimientos podían desencadenar en algo más…carnal, pero Peeta y yo estábamos por encima de eso ¿no?, aunque sintiera el fuego en mi interior con algunos de sus besos…Me imaginaba donde se encontraba el fuego de Peeta ahora mismo. Y ese pensamiento consiguió que mis mejillas se enrojecieran, las notaba calientes, palpitando.

Me frote las sienes, no podía pensar con claridad…había rozado con los dedos su intimidad, su miembro, y no solo eso, si no q su miembro en… en estado de excitación, duro. Me sentí rara…pensándolo fríamente, no debía desagradarme tanto, era algo normal entre las parejas ¿no? Y Peeta y yo… ¿Qué éramos Peeta y yo? Dormíamos juntos, nos besábamos, nos acariciábamos. Pero ni él ni yo habíamos puesto nombre a esto. ¿Novios? Gemí lastimeramente, necesitaba a Peeta tanto como respirar. Los días en los que habría los ojos y el no estaba en la cama sentía un nudo en el estomago, aunque supiera perfectamente que estaba abajo, en la cocina, horneándome sus deliciosos panecillos. También estaban esos momentos en los que me asaba varias horas sin estar a su lado. La opresión en el pecho me hacía salir a buscarle, o volver rápidamente a casa…Maldita sea, ¿eso era amor? Mi sonrisa bobalicona al mirarle amasar…mi respiración agitada contra sus labios, este cosquilleo en el bajo vientre al recordar esos besos…Arg, pues el amor era estúpido, me hacia ser irracional, y eso no me gustaba. Pero supongo que los brazos y los besos de Peeta merecían la pena.

Me levanté de un salto y me vestí con mi vieja ropa de caza, adoraba esas botas y la chaqueta de mi padre, Cuando me dispuse a bajar las escaleras, aun se oía el agua de la ducha correr. Salí de la casa y corrí por la Aldea de los Vencedores hasta llegar a lo que antes era la antigua Veta. Entre los escombros empezaban a renacer nuevas casas, mejor construidas y más grandes que antes. Atravesé la valla y me refugié en el bosque.


Gracias por leer! este es el primer capítulo de mi primer fic aquí

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