Disclaimer: FMA es de Hiromu Arakawa. El título de la historia le pertenece a Federico Moccia y a su libro más famoso "Scusa ma ti chiamo amore", mas no la trama, esa es mía y ésto fue escrito sin fines lucrativos.
Línea Temporal: Universo alterno.
Nota1: Puericultura es una de las especialidades de la medicina. Significa "cuidado de los niños"; o sea, el arte de la crianza. Una puericulturista está calificada para cuidar niños en guarderías, jardines de infancia y estancias infantiles.
"Cuando menos te lo esperas, cuando crees que todo va mal, y que tu vida calculada hasta el mínimo detalle es un desastre, es cuando sucede".
-Federico Moccia; Perdona si te Llamo Amor.
PERDONA SI TE LLAMO AMOR
Capítulo 1: Primera vista
Winry Rockbell, rubia de ojos azules, estatura media; dieciocho años; estudiante de bachillerato técnico, puericulturista; se dirige a su centro de prácticas profesionales, la estancia infantil "Sueños y Sonrisas". A Winry siempre le han gustado los niños, la manera en la que se expresan, lo simples y complicados que pueden ser, lo inteligentes que se vuelven; sus manos pequeñas, sus sonrisas babosas y faltas de dientes, sus caras gordas y redondas, sus risas que pueden alegrarle el día a cualquiera.
Ella, Rockbell, decidió estudiar un bachillerato técnico por dos razones: es más barato y te otorga un título. Vive con su abuela, Pinako Rockbell, la cual posee una modesta ferretería en un barrio humilde de la ciudad de Central. Winry perdió a sus padres cuando niña, un accidente de autos, hombre borracho que embiste a un carro que trata de esquivarlo.
Sueños y Sonrisas es un lugar mágico, piensa Winry al entrar a la guardería. No es muy grande, pero es lo suficientemente amplio para los menos de cincuenta niños que cuidan allí. Está pintado en varios colores, vivos, alegres que la invitan a sonreír. Las risas y los cantos llegan hasta ella, que aún se encuentra en la calle. Es su primer día, está emocionada. Entra al lugar y la directora del plantel la saluda con una sonrisa.
—Debes ser Winry —dice como con un tono amigable, como si fuera una agradable conocida.
—Un placer conocerla.
—Llámame Rose —pide la mujer—. No me gusta que me digan "señora" o "directora". Me hace creer que soy prepotente.
Sonriendo, Winry agradece las cortesías y atenciones para con ella, una simple estudiante. Rose, mujer de más de treinta años y con el cabello castaño y graciosos mechones rosas al frente (¡a los niños les gustan! Dice cada vez que le preguntan por ellos), la invita a abandonar la salita de entrada y la encamina hasta las aulas. Ella le pregunta cómo le va en la escuela y qué es lo que le gusta de ser educadora, ella responde con sinceridad a todos los cuestionamientos y sonríe también.
Rose la presenta con todas las maestras, la que se ocupa de niños más pequeños, los de tres años, Riza Hawkeye. Quien cuida de los más difíciles de controlar, los que poseen de entre cinco y seis años, Rebecca Catalina. La misma directora es quien cuida a los niños de cuatro; el lugar es pequeño, la cantidad de niños también.
Ya es hora de decidir a quién va a ayudar. Es muy obvio, a la directora. La pobre vive estresada entre la dirección, recepción y el salón desde que María Ross, la antigua maestra que ocupaba su puesto en el aula, desertó hace tres semanas.
—Serás de gran ayuda; como una bendición —dice. Winry sonríe nuevamente. ¿Cuántas sonrisas lleva ya?
Pasa al salón pintado en colores amarillo y naranja, lleno de juguetes y libros; dibujos y pintura; crayolas y colores. Allí hay cerca de quince niños corriendo, descontrolados. ¿Qué hacen? Unos juegan a atraparse, otros iluminan los libros de colorear y un par de niñas sacan libros de la pequeña biblioteca y se maravillan por los dibujos, pues no saben leer.
El día pasa rápidamente, es pesado, pero satisfactorio. Winry está segura de que nunca lo olvidará. Fue imperfectamente perfecto y se alegra cada vez más de haber elegido un bachillerato técnico. Piensa que está preparada para trabajar en cualquier momento en eso, que es su vocación… si tan solo tuviera el dinero suficiente para pagarse la universidad…
Sabe de sobra que, aunque posea un título técnico, la paga que recibirá será mínima y, probablemente, hasta lastimosa. Apenas para subsistir. Por eso quiere ir a la universidad a licenciarse, para que la tomen en serio, para que le paguen lo que se merece; para que su abuela deje de trabajar en ese lugar deteriorado y llevarla a vivir a otra parte, a un lugar bonito, a que descanse por el resto de sus días.
Con un beso, Winry se despide de Kristin, una niña de cuatro años a la que le faltan los dientes frontales, pero que sonríe mucho, y la lleva hasta la entrada para que la directora la entregue a sus padres. Kristin en la primera en marcharse, pero a los pocos minutos llegan por Mariel, luego por Anthony y Jasmin, son primos y vecinos, así que los recogen juntos.
Poco a poco el salón se queda vacío y los barullos se alejan junto con los motores de los autos, con el ruido de los claxon y las voces de los padres que conversan con sus niños. Winry se sienta en una de las pequeñas sillas de color rojo vibrante, esperando no romperla, y observa los dibujos que los pequeños han hecho y han olvidado en la mesa en su carrera de regresar a sus hogares. Todos son más rayones que dibujos y, si de iluminar se trata, dejan mucho que desear. Pero son niños pequeños y no se les puede pedir más.
Sin embargo, hay un dibujo que resalta entre los otros. Un niño con bata blanca, morteros, matraces y tubos de ensayo a su alrededor. Es exponencialmente bueno comparado con los otros. ¿Es de un niño?
Como respondiendo a su pregunta, un niño sale del cuarto de aseo y le dice:
—Ese es mío —con la dulce y tierna voz que sólo un niño pequeño puede hacer—. Se lo daré a mi papá.
Sonriendo, Winry se reprende a sí misma por no notar que no era la última persona del aula y trata de recordar el nombre del pequeño. Sabe que lo vio a lo largo del día, pero no recuerda haberlo correteado ni exigido que dejara de jalar a sus compañeros u obligado a hacer alguna cosa que no quisiera, como a muchos otros. Fracasa en su intento por rememorar y se lo pregunta directamente, apenada con el infante.
—Soy Joshua.
—¡Oh! ¿Y por qué dibujas tan bien, Joshua?
—Me gusta dibujar; papá cuelga todos mis dibujos en el refri.
Winry revuelve sus cabellos rubios y observa el reloj de pared. Pasan de las seis y media. Se supone que los niños salen a las seis, ¿por qué Joshua sigue aquí? nuevamente, coincidentemente con sus pensamientos, Rose entra por la puerta y le pide a Winry que se quede un poco de tiempo más, que las maestras se han ido ya y ella tiene una junta con otros directores de guarderías acerca de nuevos menús infantiles.
—Está bien, no hay ningún problema.
—Todo el tiempo que te quedes esperando irá a tu registro, no te preocupes. Y lamento mucho que esto ocurra desde el primer día, pero no puedo dejar a Joshua solo.
—Eso no es lo que me preocupa —responde—. Pero, ¿quién vendrá por Joshua?
—¡Mi papi! —se entromete el niño y toma uno de los carritos que están relegados en el rincón para ponerse a jugar.
—Su papá vendrá y, por favor, no te tomes personal nada de lo que diga, es un buen hombre.
Asintiendo, la estudiante insta a la profesora a marcharse sin preocupaciones y se queda con el menor, arrodillándose y sentándose a jugar con él, esperando que vengan por él. Cuando pasan los minutos y dan las siete, Winry se preocupa. ¿Y si no vienen por él? ¿Qué hará ella? pero, lo que más la turba del asunto, es que Joshua permanece entretenido y nada preocupado. No llora ni se queja porque se ha quedado tan tarde en la guardería y nadie ha venido por él. Rockbell cree que el niño está acostumbrado. ¿Qué clase de padres tendría? ¿Por qué lo abandonan tan fácilmente?
Molesta por su línea de pensamiento, Winry le pide a Joshua que deje los juguetes, que es hora de guardar, pero, que a cambio, le leerá un cuento.
—Sé leer —argumenta el niño y él mismo escoge un libro y comienza con su lectura, mientras, Winry recoge los juguetes y los pone en el baúl.
—¿Qué lees? —pregunta la chica, sentándose a su lado.
—El guardián entre el centeno —le responde y la muchacha se asusta. ¿El guardián entre el centeno? ¿En serio? ¡Esa es lectura para adolescentes! ¡Un niño no debería estar leyendo eso. Se lo arrebata.
—¿De dónde has sacado ese libro?
—De mi casa. Papá siempre lo lee, quiero leerlo yo también.
—¿Él te lo…
La campanilla de la recepción corta su inspiración para la reprimenda. Asume que es el padre del niño, así que, envalentonada, se para y camina con Joshua de la mano hasta la sala de espera y el libro en otra. Ensaya lo que va a decirle en los quince segundos de camino que hace, el pequeño rubio canturrea la canción "son las doce" que se canta en el jardín de infancia, pero le cambia la hora. Son las siete, él recita.
—¿Quién eres tú? —pregunta el hombre con voz que no admite quejas o reproches, tampoco mentiras o pretextos. Todo el valor de Winry se esfuma ante su voz, lo poco que le queda desaparece al verlo. Su corazón palpita, sus ojos se pierden en los de él. Son dorados, profundos, llenos de emociones que no puede descifrar, pero que la arrastran con ellos. ¿Qué es esto que está sintiendo? Su corazón golpea fuerte en su pecho. Ella se dice que es miedo y trata de imitar el procedimiento de entrega de niños que hace la directora.
—Soy una pasante de bachillerato. La directora no se encuentra aquí —responde sumisamente. Ya no quiere regañar, ya no está molesta; está perdida, está abrumada, eso sí—. ¿Es usted el padre de Joshua?
—Sí, soy Edward Elric. Gracias por cuidar de mi hijo —el autoritarismo de su voz baja considerablemente, ahora está agradecido con ella. Le sonríe. Las mejillas de la estudiante se sonrojan.
—No-no es nada —tartamudea y se reprende mentalmente por eso. Ella no tartamudea, ella no se avergüenza. Ella es directa y firme, como ese hombre. No puede bajar la guardia así, se supone que está molesta, se supone que él es un mal padre. Se supone que ella no debe verlo así, como ahora, como un príncipe. Porque él tiene un hijo, probablemente también una esposa. Es mayor y ya casado, con seguridad, y ella es una niña boba que acaba de cumplir la mayoría de edad.
Joshua, que ya está tomado de la mano con su padre, le entrega el dibujo que hizo. Su padre sonríe y, aunque Winry sabe que esa sonrisa no es para ella, siente que su corazón se salta un latido cuando la ve.
Ambos rubios se despiden, padre e hijo, Edward y Joshua, ella corresponde el gesto. Cuando ya se han ido, Winry se recarga en una pared, se resbala hasta llegar al suelo, una mano sobre su alocado corazón. Sus piernas son como gelatina, sus manos tiemblan por el encuentro, su cara, no la ve, pero está segura de que se encuentra roja, muy colorada. Parece una niña enamorada; no, es una niña enamorada.
¿Es acaso estúpida? Él es un mal padre, él tiene un hijo, él está casado. ¿Cómo ha podido enamorarse de él a primera vista y por una sonrisa? ¿Es que no ha madurado nada? Ella no cree en los hombres, bueno, no puede creer en ellos ahora. Quiere concentrarse en sus estudios, quiere ser alguien en la vida, quiere tener un mejor futuro, quiere hacerlo por su abuela. Todo lo que le está sucediendo ahora es una niñería, un sinsentido…
…Pero lo está sintiendo, y algo en su interior le dice que no hay marcha atrás.
Well. Para aquellos listillos que me tengan en alertas (xD) y hayan notado que tengo una historia escalofriantemente paralela-casi igual a ésta, les explico las razones:
Si bien esta historia fue pensada como un EdWin hace como ¡uuuuhhhh! De tiempo (antes de pensar Persuasión, siquiera. Mis ideas son de lenta gestación), nada más acabar de escribirla y publicarla, como que quise borrarla y adaptarla a la otra pareja (como ya lo hice), pero estuvo ocupada y luego salí de parranda y bla bla y no alcancé y, para cuando lo iba a hacer... ya había reviews (:D). Entonces me dio penita eliminarla por esas personas y ahora me estoy auto-castigando por mi etsupidez publicando dos historias "paralelas", pero, como dije en la versión Narutera, NO soy iguales. Ni siquiera van a tener el mismo final, para los próximos capítulos, lo que suceda en una, puede no suceder en otra. ¿Por qué? PORQUE SERÍA ESTAR FUERA DE PERSONAJE, los protagonistas de ambas historias son abismalmente diferentes. Aunquehay algunos sucesos que pueden suceder en ambas, pero de diferente manera. Joder, que hasta para eso hay que tener maña, es un engorro.
Yey. Es todo. Gracias por su atención.
Miss Pringles.