Bueno volví... No tardé mucho en entusiasmarme con una nueva idea, pero no fue por 'motus propio'. De hecho, quiero agradecer cordial y particularmente a:

- Joanne Pottershop, por la mejor guía de búsqueda de material de trabajo jajaja... (y apoyo moral, sin duda).

- Isa Weasley, por ayuda logística y estratégica de la base de la historia.

- Nattyta Potter, por el apoyo moral e impositivo que me ayuda a no dejarme estar con las publicaciones. Espero que el capítulo te entretenga mientras te recuperás.

¡Besos! y... a ver qué les parece.

Ceci Pott...


USO INDEBIDO DE LA MAGIA
("Te dije que la dejaras...")

Capítulo 1: El juicio

Amanecía un nuevo día... ¡Y era destable!

Los días seguían transcurriendo y él... simplemente lo detestaba. La vida seguía su curso, el sol salía cada día, aunque en Londres, este hecho se disimulara perfectamente. Las madres continuaban sacando a pasear a sus hijos por las plazas; las parejas se exhibían... ¡Hasta el cine muggle renovaba cartelera! ¡Merlín! ¡Cómo odiaba el cine...! ¡Y la gente! ¡Y los amaneceres!

Su pensamiento únicamente iba dirigido al deseo de que el mundo, y así sus atrocidades, se extinguiera de un día para el otro. Se preguntó si acaso habría un hechizo para eso... ¡Merlín! ¡Odiaba los hechizos! La magia era una basura y hacía años se había desvinculado de ella. Era impredecible, inútil... nunca logró nada bueno con ella. Aunque... la magia no era lo único de lo que estaba desvinculado hacía algún tiempo ya.

Luego de su parsimoniosa lista de errores del mundo y del ser humano, Harry se levantó. Ya no quedaba más remedio que afrontar el día. Sus cabellos estaban alborotados al punto del caos existencial, y sus anteojos no estaban en la mesita donde solía dejarlos todas las noches. "¡Malditos anteojos!" pensó "Jamás fueron útiles" ¡Maldición! ¡Cómo odiaba los anteojos!

Se levantó a tientas y comenzó a palmear las estanterías y mesas, hasta que por fin notó, antes de apoyar por completo el pie que, lo que había debajo de él, era vidrio. ¡Demonios! Se agachó casi trastabillando y los agarró... apenas estaban rajados. ¡Mierda! Ahora tendría que llevarlo a la otra punta del mundo, para que tardaran un mes en arreglárselo... ¡Pues no pensaba usar magia!

Tomó el teléfono para llamar a su novia; pues era ley que cada vez que ella viajaba por unos días, debían pelear durante horas, como había sucedido la noche anterior... Y, como era ley también, a la mañana siguiente DEBÍAN seguir insultándose. Era así... Necesitaban seguir peleando.

Harry marcó su número y esperó en linea. Si estaba haciendo bien los cálculos, allí debían de ser las cuatro de la madrugada y, sin lugar a dudar, su llamado la despertaría. Harry sonrió satisfactoriamente. ¡Adoraba despertarla a los gritos!

En realidad, no es que él fuera el conflictivo; la pareja lo era... su situación lo era. Sophía era un libro abierto para Harry, no había forma de esconder o mentir adecuadamente, para ella. Y tampoco era que Harry acaba de enterarse de su aventura con... ¡El repartidor de pizza! ¿Qué tan patético podía ser eso? Pero no... no acababa de enterarse. Ellos prácticamente se hacían eso apropósito. Ella lo celaba, él la celaba, ella lo engañaba, él le gritaba, ellos rompían, él aprovechaba su soltería, ella lo llamaba, ella le rogaba, él se regocijaba en su dolor, él la perdonaba, ellos volvían, ella se aburría... y el ciclo volvía a empezar. Jamás le faltaría diversión en aquella pareja. Después de todo, ya llevaban años de eso.

¡Pero un repartidor de pizza era el colmo! Otras tantas veces habían circulado historias de corresponsales, voceros, el primer ministro (aunque Harry se reservaba el derecho de la duda) y... una vez, hasta había intentado celarlo con el ministro de magia. Harry sonrió recordándolo; no le había resultado muy bien. De hecho, éste la había dejado a Sophia en una situación altamente incómoda y humillante... pero no había evitado que se separaran por unas semanas.

¡Pero un repartidor de pizza era el colmo! Pensó de nuevo. ¡Mierda! ¡Cómo odiaba la pizza!Y estaba seguro que la idiota había mentido sobre el viaje. O de hecho había viajado, pero ocultándole el verdadero carácter de su acompañante. Entonces, ¡tenía que molestarla! ¡Debía aclarar quién mandaba! ¡Quién era la que rogaba y quién el que perdonaba!

-¿Dónde estás?- le preguntó a modo de saludo.

-¿Cómo que dónde estoy?- Le respondió, ya alterada.

-¿Dónde mierda estás?

-¿Dónde mierda te dije que estaría? ¡Estoy en Chile! ¡Eso es Sudamérica por si no lo sabías, ignorante!- lo insultó.

-¿Ah si? ¿Y qué mierda haces despierta al supuesto horario chileno? ¿De donde vienes?

-¿Qué?

-¡Que son las cuatro de la mañana en Chile! ¡¿Qué mierda haces despierta y tan lúcida?

-Vuelvo de una fiesta- soltó indiferente.

-¿En dónde? ¿Con quién? ¿No ibas allá por trabajo?

-¡Mi trabajo son las fiestas, imbécil!- le cortó.

"Ok" pensó Harry "suficiente por ahora" sonrió satisfecho. Aunque algo dentro suyo ya no andaba tan bien ni tan calmo. Quería saber la verdad... Solía conocer las historias que ella le contaba para celarlo. Pero jamás había visto ni verificado nada... ¿Y si era realmente el momento de poner las manos en el fuego? ¡Quería saber la verdad! Aunque fuera mentira.

El no usar magia por mucho tiempo lo había ayudado a ingeniárselas para conseguir las cosas que necesitaba, cuando las necesitaba. Y hacía algún tiempo, había comenzado a seguir los pasos de su novia. Había conseguido un programa de computadora que, por medio de un registro de ondas satelitales, él podía captar las ondas del móvil de su novia y así... saber su exacta ubicación espacial. Sonrió. Éste le daría las exactas coordenadas de su paradero, y así, él podría acabar con ese martirio de saber si era o no era realmente el cornudo que ella planteaba.

Lo más extraño de todo era que la amaba. La amaba con locura, casi con una enfermedad atípica. Numerosas veces había sido convencido de hablar su relación con psicólogos mágicos. Y lo había hecho. Pero no había otra explicación que un "Extraño magnetismo que converge en una relación amor-odio" o algo así decía su informe final. Y el de ella, por cierto. Porque ambos habían ido. Después de todo, no era normal necesitarse tanto, y tolerarse tan poco.

La realidad era que habían comenzado normalmente, quizás demasiado pasionales, demasiado obsesionados por el otro, pero siempre de modo sano. Pero cuando Shophia empezó con sus estúpidas inseguridades, un año atrás, e intentaba ir y venir de la relación, él había comenzado a perder el juicio paulatinamente.

Pero la amaba; en un extraño y retorcido modo... pero la amaba. ¡Y el mundo era testigo que ella era lo único bueno que tenía la vida para él! ¡Odiaba todo lo demás!

Y tanto la amaba -a pesar de sus peleas- que, ni todas las certezas de su infidelidad, lo prepararon para el dolor que lo abarcó en ese instante, frente a su ordenador. Ella no sólo no estaba en Chile, ¡sino que estaba a diez cuadras de su propia casa!

"Con que así serán las cosas" refunfuñó. Se levantó de sopetón, tomó su campera y se dirigió a la puerta, con el rostro desfigurado por la rabia. Pero al abrir la puerta se detuvo en seco, reflexionando. Luego volvió unos pasos atrás y se adentró en el cuarto.

Allí, abrió las puertas de su enorme ropero, de par en par, y metió la mano al fondo, casi agachándose, para luego sacar un pequeño cofre empolvado. Se fue hasta la mesita de luz, y del cajón tomó una pequeña llave. Ésta abría el cofre.

Abrió el cerrojo y se quedó unos segundos mirando en su interior: Allí estaba, luego de tantos años... Su varita refulgía y centellaba, como llamándolo. La tomó con una nueva sonrisa pedante. Luego devolvió todo a su sitio y guardó la varita en su bolsillo. Casi podía sentir el calor de la madera... su varita parecía arder de la emoción que él mismo sentía.

Sin más demoras, salió del departamento a las corridas.

[…] […]

"Estimado señor Potter:

Usted ha sido sorprendido infringiendo las normas de seguridad mágica. Ha disparado un hechizo, a conciencia y voluntad, en presencia de muggles. Por este breve incidente está usted citado al juicio de su causa el día 23 de Enero del presente año, para declarar frente a la cámara correspondiente.

Podrá usted presentarse con testigos -si los hubiere- y defensores de la causa. Si no tuviera la posibilidad de pagar un defensor, el ministerio le proveerá de uno de cargo público, que adjudicará su causa.

Por la presente queda usted avisado.

Atte. Steven Starcks - Confederación Internacional del Estatuto del Secreto de los Magos, del Ministerio de Magia de Londres."

¡Mierda! ¡Odiaba el ministerio! Pensó mientras arrugaba la carta y la tiraba al cesto de la basura. Ahora sí la había fregado. ¡Lo último que le faltaba!

-Bueno, pero ha valido la pena...- intentó motivarse por primera vez en el día... quizás en el año. Ahora sí había terminado todo con Sophia- No más llamaditos llorando... ¡Embustera!

Harry se acercó a su inservible almanaque de cocina, e hizo un ostentoso círculo alrededor del día 23. ¡Mierda! ¡Odiaba los números impares! ¡Y sólo faltaban dos días! Al parecer el ministro buscaba una excusa para hacerlo reaparecer por sus lares. ¿Y quién quería reaparecer? ¡Malditos magos! Continuó quejándose mentalmente.

Harry se acostó en la cama y se quedó mirando el techo un rato largo. ¿Y ahora qué haría? Cuando no sabía qué hacer solía llamar a Sophia, encontrarse con ella y hacer el amor... o empezar una nueva pelea. Harry resopló. Quizás podría llamarla. Las cosas aún estaban que ardían... una sana discusión antes de irse a dormir, no haría daño a nadie. Sonrió.

[...] […]

El teléfono sonaba constantemente, pero nadie atendía. Harry rodaba los ojos, ansioso. Había marcado su número, al menos unas tres veces ya, pero como no se animaba a hablarle, había cortado enseguida. Cuando por fin juntó coraje para dejar que sonara algunas veces, no le atendían... resopló.

Por fin atendieron, pero Harry quedó en estado de shock al oír su voz. De un momento al otro olvidó qué decir.

-¿Diga?- le apremió la voz femenina. Harry se olvidó de cómo modular palabra- ¿Quién habla?

-Soy Harry- respondió por inercia, tragando saliva.

-¿Ha...? ¡Harry!- se alegró- ¿Cómo has estado?

-Bien...- dijo no muy convencido.

-¿Cómo está Sophía?- intentó sonar agradable.

-Con un pizzero...- agregó, irritado, encogiéndose de hombros.

-Humm...- chascó la lengua.

-Necesito... decirte algo- sonaba perturbado.

-Si, Harry, lo que quieras.

-Yo...- comenzó inseguro- sé que no fui ni estoy siendo el mejor de los amigos, ni... fui atento con...

-Harry- quiso ahorrarle el mal rato- No tienes que darme ninguna introducción.

-Es que es vergonzoso- dijo, compungido.

-Pues, ya estamos hablando ¿no?- intentó trasmitirle valor- Sólo dilo.

-Herms...-comenzó- Mañana tengo un juicio... yo...- se rascó la cabeza- soy culpable.

-¿Qué? ¿De qué?

-Pues... de "inflingir indebidamente mis dotes de mago"- dijo, casi citando.

-Creí que tú... odiabas la magia.

-Si, bueno... ella también me odia a mí.

-Pero, ¿qué pasó?

-Nada importante- dijo, displicente- Pero... quería ser yo quien los pusiera al tanto.

-¿Llevas testigos?

-No, no quiero llevar a nadie... suficiente vergüenza siento ahora mismo- dijo apesadumbrado- A estas alturas, Azkaban suena tentador.

-Pero, ¿qué fue lo que hiciste, Harry?

-Ahórrame los detalles ¿si?- le rogó- Sólo llamaba para que te enteraras por mí. No sé cómo resultará... pero... quiero que ambos sepan que lo siento- dijo algo melancólico- No estuve para ustedes cuando...

-Harry, en serio...-lo interrumpió- No importa. Estamos bien, de verdad. Somos amigos ¿o no?- quiso alegrarlo.

-Claro que si- sonrió tristemente- Aunque no me comporte como tal, de verdad siento que lo somos.

-Ya quedó atrás- Ambos se sumieron en un tranquilo silencio, quizás incómodo.

-Avísale a Ron, ¿si?- le pidió con suavidad- No sabría cómo decirle- La voz de la castaña dudó unos segundos.

-De acuerdo- sólo dijo, no muy convencida.

-¿Ustedes...? ¿Están bien?- tanteó, queriendo saber de pronto. Harry quiso saber más de sus amigos, si aquella sería la última vez que hablarían.

-Si...-dijo a modo de resumen.

-Me alegro.

-Harry...- cambió de tema, y luego se calló.

-¿Qué?

-Suerte mañana, ¿si? Todo irá bien- lo alentó intentando tranquilizarlo- Quizás no haya sido tan malo.

-Ojalá que si lo haya sido- confesó.

-No irás a Azkaban- le aseguró, aunque parecía buscar convencerse a sí misma de ello.

-Entonces tendré que repetirlo- dijo en un intento de broma. Hermione lo reprendió con un gesto- No, tranquila. Sólo quería ser yo quien les informara.

-Gracias.

-Sea como sea... prometo llamarlos mañana.

-Esperaré tu llamado...- luego se quedó unos segundos con una frase en el aire, dudando de si decirla o no- Te quiero, Harry- soltó con cierta inseguridad. El morocho sonrió.

-Yo también los quiero, Herms. Cuidense, ¿si...? En especial tú- agregó, sobreprotector. Ella asintió.

[...] […]

Harry caminaba lentamente por un extenso pasillo de azulejos; su croma era homogéneo y acorde con el de las paredes, todo el conjunto resultaba de un oscuro color verde musgo, casi negro. Hacía años que no pisaba ese lugar... y ya recordaba porqué; siempre le había parecido deprimente y lúgubre. Cuando estaba atiborrado de gente, era insoportable, y cuando no había nadie, era desolador. Harry continuó caminando monótonamente, como ido. Se conducía por inercia hacia su magro destino. Cada uno de sus pasos resonaba, dejando un eco nefasto por los alrededores. Aquel rebote luego volvía a penetrar sus oídos, perturbando su paz mental, que de por sí ya estaba alterada. ¿Qué hacía en ese lugar? ¿Qué le importaba si un par de magos consideraba que había hecho mal las cosas? ¡Ellos no sabían nada de su vida! ¡Jamás entenderían qué lo impulsó a actuar como actuó! Además... tampoco le importaba caerle bien o mal a nadie...

Hablando en pos de la verdad... si estaba allí, era sólo con el oscuro anhelo de que realmente lo enviaran a Azkaban. De hacer algo con su vida. Había caído en lo más hondo de su existencia... Por fin sentía haber tocado fondo... con todo; con su relación, con su razón de vida... Por fin sentía el verdadero sofoco de la inútil existencia.

Si aquel 23 de Enero se disponía a retomar ciertas cosas, era sólo con el profundo deseo de dejarlas de una vez y para siempre.

Continuó avanzando con paso pausado y seguro, pero a medida que se adentraba más y más en los pasillos laberínticos, su pecho se estrujaba y oprimía un poco más.

¿Por qué estaba ahí? Volvió a preguntarse. ¡Él no pertenecía! ¡Jamás había pertenecido! No obstante no era la primera vez que él iba al décimo piso. No era la primera vez que la humedad de aquellas paredes de piedra lo asolaban; la única diferencia, era que esta vez no era injustamente.

Se adentró en la sala circular con una duda oprimiendo su pecho. De pronto ya no estaba tan seguro de querer ir realmente a Azkaban. De pronto, la soledad y el cobijo de su casa, le parecieron mejor idea.

Se ubicó en la silla del centro e identificó directamente al que sería su defensor. Sonrió internamente; o querían mandarlo a Azkaban directo, o esperaban humillarlo y reírse un rato de él. El defensor tenía contextura pequeña y era bastante retraído. Su traje estaba algo desrraído, y claramente ese era su primer juicio, pues temblaba como si un terremoto le convulcionara el cerebro... y las ideas.

Harry buscó desviar su atención, asique comenzó a mirar a su público. El ministro de magia estaba sentado en un palco privilegiado, de frente a él, y los miembros de Wizengamot estaban a su derecha en una amplia tribuna. No llegaba a verle el rostro a todos, pero la mayoría no parecían ávidos de verlo nuevamente, tras sus años de desaparición del mundo mágico. También había unas cuantas figuras alrededor del ministro, pero Harry no reconoció a ninguno. Aunque el ministro Knight lo miraba con cierta particularidad desde el palco, sonreía con cierto orgullo que Harry no supo interpretar si era por sensación de superioridad ante él, o por la sensación de honradez que su presencia causaba en el ministerio.

Y otra vez se sentía la mascota del pueblo.

¿Cómo lo hacían?

Cada vez que uno de ellos lo miraban, pasaba a ser algo así como el payaso de aquel circo.

¡Ni modo! ¡Otra vez no! ¡Prefería Azkaban!

Cabía aclarar su sorpresa ante la falta de medios. No había ningún periodista, ni de El Profeta, ni de El Quisquilloso, ni de ninguna otra clase de medio alternativo. Lo cual lo relajó en desmedida. Cabían dos opciones; o el ministerio prefirió no hacer tanta alharaca para que, a la hora de dar un veredicto, no se vieran importunados por la opinión pública. O bien, dos días de aviso no eran suficiente para armar revuelo, o para creer que él realmente había vuelto al mundo mágico.

-¡Orden!- el ministro Knight golpeó levemente con su varita, el pequeño atril frente a su asiento privilegiado en la tribuna- ¡Orden!- volvió a requerir- Daremos inicio al juicio del señor...- hizo de cuenta que leía su nombre de unos expedientes- ...Harry Potter- lo miró con complicidad, pero aún serio- Señor Potter, ¿trajo testigos?

-No, señor.

-¿Defensores?- Harry negó con la cabeza.

-No, señor- El ministro le hizo una seña a su defensor público, para que tomara el lugar en el palco.

-¿Y cómo piensa proceder?- Harry sonrió inevitablemente.

-Pensaba decir la verdad, señor- soltó, olvidándose de su ubicación espacial. Un murmullo escandaloso y reprobatorio, se levantó a su alrededor.

-El ministerio- prosiguió Knight- y por consiguiente, los aquí presentes, lo acusan de cometer los siguientes delitos- tomó el expediente y comenzó a enumerar- "Uso indebido de la magia" Claúsula 18 de las Medidas de Regularización Mágicas."Realizar hechizos mágicos ante la presencia de muggles" Según lo establecido en el Estatuto del secreto de los magos, sección 13. "Revelar el secreto de identidad mágica a un muggle" Inciso 4 del mismo estatuto. Y por último, "Atentar directamente contra un muggle, poniendo en riesgo la comunidad mágica"- Levantó la mirada y lo observó, mientras dejaba los expedientes de lado y se quitaba los anteojos.

Harry tragó saliva. Había entendido sólo la mitad de las cosas... pero era notable cómo, de un simple desliz, el ministerio extraía penas, decretos y cláusulas que... ¡Ni modo!, lo enviarían directo a Azkaban.

-¿Y bien?- preguntó Knight- ¿Qué tiene para decir en su defensa?- lo miró atentamente.

Harry miró a los alrededores, preocupado. Intentó calcular la edad de los miembros de Wizengamot, para imaginarse si la verdad lo justificaría ante sus ojos, o no. Pero lo dudaba. Eran casi cincuenta miembros y sus edades variaban entre cuarenta y ochenta años. Ni modo... ¡IRÍA A AZKABAN!

-Nada, señor- respondió con cierta valía.

-Señoría- interfirió tímidamente su defensor- Querría solicitar la supresión de una de las acusaciones.

-¿Cómo es eso, Jeffreys?- lo miró a éste, de manera tal, que el defensor pareció acobardarse.

-Pues... La sección que multa la revelación de la identidad mágica... expresa que ésta debe ser multada, en tanto la revelación sea oral y directa hacia un muggle, señor.

-¿Se declara inocente de esa acusación?- miró a Harry. Él abrió grande los ojos.

-Señor, no dije una sola palabra... sólo usé mi varita- nuevamente los murmullos atestaron la auditoria.

-¡Orden!- solicitó. Luego miró a Harry- ¿Señor Potter, usted jura no haber revelado directa y oralmente, su condición mágica?

-Si, señor- Knight miró la reacción de los miembros, mientras reflexionaba un segundo.

-Bien, moción aprobada. La acusación se eliminará de su expediente...- Harry soltó un breve suspiro de alivio- En cuanto a las otras... ¿Cuál es su argumento? ¿Se declara culpable?- Harry miró dudoso al público.

-No en el estricto sentido, señor. Yo no maté ni herí permanentemente a ningún muggle.

-Por su accionar hay sanadores trabajando en la causa- acotó uno de los miembros de Wizengamot, al cual Harry no alcanzó a distinguir su rostro. Algunas zonas estaban oscuras- ¿No es acaso herir lo que hizo?

-Según su expediente- agregó Knight- usted agredió a... -leyó- Sophia Baxter en presencia de un muggle- volvió a leer- Francis Smith...

-...A quien también hirió- Agregó Falstaff, otro miembro. Harry volteó para verlo y reconocer su cara. No tenía idea de quién era... pero le caía mal.

-¿Cómo responde a ello, Señor Potter?

Sintió un atragantamiento en su laringe, y casi juraba sentir el recorrido de su bilis.

-Yo...

Tenía tantas cosas para decir, que no le servían en aquel juicio... ¡Tantas cosas para recriminar! Pero nada... nada útil para salvar su pellejo.

-Señor Potter- llamó su atención- ¡Está siendo juzgado por faltas graves, como la evidenciación de la comunidad mágica!- increpó Knight- Si no tiene nada para establecer a su favor, es hora que pasemos al veredicto.

-Señor Potter, diga algo- susurró Jeffreys- lo que sea... salve su posición.

-Señoría...- titubeó, desatento- yo no evidencié a nadie.

-¡Usó magia frente a un muggle! ¿Cómo llama a eso?

-Pues...

-Hirió de gravedad a un muggle...

-Pero...- quiso aclarar.

-Y hechizó a otro mago... -Harry comenzó a exasperarse. Todo lo que dijera lo usarían en su contra- ¡Le recuerdo que los duelos están prohibidos por la ley! ¡Una ley que también infligió!- Agregó con vehemencia. Harry estaba casi rojo- ¿Cómo responde a eso, Señor Potter?- Harry quiso hablar sereno, pero fue imposible no explotar.

-¡Respondo que tendría que haber una ley que regule a mujeres como Sophía por ser infieles!- soltó groseramente- ¡Eso respondo!- dijo enérgico- ¿Por qué no la llamaron a declarar a ella también? ¡Incrépenla a ella a ver si tiene defensa o es excusable!- soltó nuevamente olvidándose del lugar donde se encontraba.

-Ella no vino porque está en San Mungo- agregó Falstaff- por su conducta, señor Potter- lo acusó.

-¡Porque es una cobarde! ¡Sabe que es culpable!- agregó, mirándolo directamente a los ojos, haciendo que los murmullos se acrecentaran- ¡Yo vi su estado final! ¡Ella estaba ilesa! ¡Es una embustera!- agregó colérico- ¡No vino porque no tiene excusas!- hizo fuerzas para intentar levantarse de la silla, lo cual le resultó imposible.

-¡Orden! ¡Orden!

-Señoría... si me permite- solicitó una suave y segura voz femenina. Todas las miradas se dirigieron hacia ella- Querría intervenir...

Harry se detuvo a mirar aquella figura. Creyó reconocerla, pero la parte delantera del palco en la que se encontraba, estaba a oscuras. No obstante, ella se inclinó levemente hacia adelante de modo que, la luz que iluminaba a uno de los miembros, le dio de lleno. Su rostro no le era tan familiar como el color de su pelo... y no había dudas de que era el de los Weasley. Era Ginny Weasley, no cabía duda.

Harry se quedó unos instantes tildado, intentando entender qué la llevaba a ella allí. Es verdad que no sabía mucho de la vida de Ginevra... ¡Pero ser miembro de Wizengamot era imposible! No tardó en entender que estaba equivocado, ella no vestía la misma capa que el resto de los miembros, pero sí llevaba un tirante y sofisticado traje que la hacía parecer una eminencia. Y tenía unos anteojos de secretaria, negros, pequeños y rectangulares que le sentaban de maravilla.

-Ya que el defensor del señor Potter parece haberlo olvidado- se aclaró la garganta, mirando reprobatoriamente a Jeffreys- Existe un inciso del Estatuto de derechos del Wizengamot, que justifica la interpretación real de los hechos, para priorizar las etapas del veredicto...- Knight la miraba fijamente. No pasó desapercibido para Harry, que ella parecía tener cierta credibilidad inherente para el ministro- Por lo cual...- prosigió- Considerando los hechos, la persona adecuada para dar un informe de las reales consecuencias del accionar del acusado, sería aquella que tuviera las facultades para medirlas fehacientemente.

-¿Y quién sería?

-A mi entender, señoría, la única persona suficientemente al tanto y con dichas facultades, sería el Desmemorizador que intervino en la causa, quien presenció las consecuencias finales del crimen que se le adjudica al señor Potter.

-¿Cómo?- soltó Falstaff indignado- ¿Y cederle a tal, la decisión final de la pena? ¡Eso es facultad de Wizengamot! Y en caso de incisos- se burló de ella- la palabra final sólo podría ser del señor Ministro- agregó ofendido.

-Con todo respeto, Bilius- lo miró directamente, rotando apenas su cuerpo, ya que él se ubicaba detrás y encima suyo- El ministro tiene cosas mucho más importantes en qué ocupar su tiempo, y aquí no se ha cometido un asunto de gravedad máxima, cuyas consecuencias tuvieran repercusión a corto plazo... por ende- agregó, ahora mirando al ministro- Solicito, señoría, que se postergue el veredicto hasta que el informe del Desmemorizador a cargo, esté en su despacho. Sumado, claro, al de los sanadores de San Mungo, a cargo de las víctimas.

Harry se quedó paralizado. No entendía un ápice de qué se estaba reclamando a quién ni para cuándo, pero ella se manejaba con una soltura envidiable. Tan eminente parecía su palabra ante el ministro, que hasta lo hizo detener su prerrogativa, para reflexionar sus palabras. La corte se sumió en un completo silencio. Ginny no quitaba la mirada de Knight, esperando la reacción final a su pedido.

Harry, por otro lado, rescató parte de la información que ella había lanzado como bomba de tiempo, y entendió que una de las figuras interventoras en el asunto, se le escapaba a la comprensión.

-Jeffreys- le susurró por encima de su hombro, a su actual defensor. Éste le hizo una seña con la mirada- ¿Quién es el Desmemorizador que está a cargo de mi caso?- Jeffreys lo miró algo contrariado y confundido.

-Pues... ella- dijo en un hilo, señalando con la mirada, a la pelirroja, y denunciando su falta de comprensión del asunto- Ginevra Weasley- agregó.

Harry la miró, nuevamente confundido. ¿De dónde había salido? ¿Desde cuando un "simple" desmemorizador, era suficiente eminencia como para intervenir en un juicio como aquel? Algo se le escapaba...

-Bien...- soltó Knight de un segundo al otro, completamente resuelto- Se firmará una prórroga en el caso actual, que irá directamente al expediente del señor Potter. El plazo de la prórroga vencerá cuando se haya finalizado la investigación y el informe de la señorita Weasley. Señor Potter- se dirigió a él- Será avisado veinticuatro horas antes de la reformulación de sus acusaciones y por ende, de la fecha de su juicio. Hasta tanto está usted en libertad tentativa- le informó formalmente- Esta sesión se levanta hasta nuevo aviso- golpeó por última vez, su atril con la varita.

Harry sintió como si lo soltaran, dejando su cuerpo en libertad, por lo que se puso de pie rápidamente.

-¿Libre?- preguntó a Jeffreys.

-Sólo hasta nuevo aviso- palmeó su espalda, ya con un poco más de seguridad en sí mismo; el novato Jeffreys había sobrevivido a su primer juicio.

Harry buscó rápidamente a Ginny con la mirada, pero la perdió en el tumulto. Avanzó rápidamente hacia la salida, buscando entre las personas, su rojizo cabello. Chocó sin querer con una persona cuya contextura era bastante más grande que la propia. Harry levantó la mirada. Era Falstaff.

-Esto no terminará tan rápido- le avisó- Los delincuentes como tú, siempre reciben su merecido...- No le dio tiempo a responder, pues se fue rápidamente entre la multitud.

Cuando logró salir de la sala circular, miró en dirección contraria a la que todos se dirigían, y la encontró por fin, caminando al lado del ministro, con carpetas y papeles en sus manos, como intentando convencerlo de algo. El ministro detuvo el andar de ambos y le afirmó algo que decía, asintiendo con la cabeza. Ginny sonrió agradecida y luego el ministro se fue, dejando a la pelirroja, detenida en el pasillo.

Harry se acercó a ella, casi al trote. Ginny estaba tan ida que, cuando la alcanzó, se sobresaltó. Luego rodó los ojos para arriba y continuó caminando. Harry la siguió, caminando a su lado.

-Bueno, tú si que adoras los regresos vistosos- se burló- Desapareces de todo lo referente a la magia unos cuantos años, y cuando vuelves... ¡BUM! ¡Estalla el ministerio!- dijo con ironía. Harry continuó caminando, sin entender nada de lo que le decía. Aún sorprendido y apabullado.

-Gin ¿qué...? ¿Qué fue todo eso?

-Básicamente te estaban imputando cinco años en Azkaban... como mínimo- agregó con superioridad.

-Pero... No entiendo. ¿Qué...?

-Solicité una prórroga, Harry, nada más...- decía sin mirarlo, concentrada en llegar a destino, atravesando pasillos y escaleras.

-Detente un segundo ¿si?- le pidió, agarrándola del brazo y deteniendo el andar de ambos. Ginny miró su brazo con el ceño fruncido, y luego lo miró a él.

-¿Qué haces?

-Necesito ordenar mis ideas, no estoy muy lúcido... ¿Qué mierda pasó?- preguntó algo ansioso- Ginny se soltó suavemente de su agarre y lo miró, como perdiendo la paciencia. Resopló y luego se relajó, resignada.

-De acuerdo... lo único que me hizo intervenir- le aclaró con su dedo índice- fue mi estricto sentido de la justicia- dijo como advirtiéndole- Porque allí adentro, se te acusaba de muchas cosas erradas. Pero la realidad es que lo tuyo no fue un caso menor- dijo molesta- Ni lo que hubiera esperado viniendo de alguien como tú. A estas alturas, deberías reconocer tus propios límites...- sentenció. Luego se dio media vuelta y continuó caminando.

-Oye...- la llamó, volviendo a seguirla- No estoy excusando ni justificándome. Sé que lo que hice no está bien.

-¡Qué bueno!- dijo con sarcasmo.

-Pero no tienes porqué juzgarme...

-No, yo no... pero ellos iban a hacerlo.

-¿Y por qué los detuviste? Según tú, me lo merecía.

-No- lo miró- No te equivoques. Te merecías muchas cosas, pero no las cosas a las que ellos apuntaban, y Jeffreys no era el más indicado para llevar a cabo tu defensa.

-¿Y qué te hace a ti, la indicada?- la miró sugerente.

-¡Es mi caso, Potter! Yo estoy a cargo de esta investigación- dijo como ofendida, deteniendo su andar para enfrentarlo- De haber firmado el veredicto hoy, lo habrían hecho sobre hechos fugaces y disimiles... Así no es como deben hacerse las cosas- argumentó- Hay un proceso, existe una rutina... y ellos la estaban pasando por alto. Lo único que yo hice, fue velar por tu derecho como acusado, nada más... -Estaba por comenzar a caminar de nuevo, cuando se detuvo- Y otra cosa...- volvió sobre sus pasos- Yo que tú, me cuido bien con el modo en que vives este tiempo de prórroga... Porque Falstaff no te quitará los ojos de encima- le advirtió- Es un gran amigo de la familia Baxter... en especial de tu noviecita. Y si te descuidas, usará cualquiera de tus reacciones en tu contra, sin siquiera dudarlo... lleva las de ganar- le advirtió- considerando que tú estás en libertad tentativa y que... bueno, y que tienes esa forma tan peculiar de proceder- le reprobó.

Harry entrecerró los ojos, intentando leer entre líneas.

-Parece que tú y yo vamos a tener que tener una larga conversación- dijo algo ofendido- No sé quién te ha estado informando pero...

-La misma gente que le informa al ministro, Harry, no es sólo mi opinión- dijo más calmada- Es un consejo de amiga: Cuida tu espalda. Compórtate un poco, ¿quieres?- dijo casi a modo de pedido. Lo miró una última vez y luego continuó su camino.

-¡Ginny!- la llamó, ya casi de lejos. Ella volteó- Tenme al tanto de tus investigaciones, ¿si?- ella asintió-Por cierto...- soltó antes de que retomara su andar- Me alegra volver a verte.

-Si...- agregó ella- Lo indigno son los motivos del reencuentro...- dijo con sinceridad, encogiéndose de hombros. Lo saludó con la mano, y desapareció tras otro pasillo.

Aquella sería una larga semana... para ambos.


¿Qué les pareció? Dejen review así veo cómo va encaminada.

Saludos pottericos :)