Los personajes son de Suzanne Collins, esto es de mi autoría.


¿Real o no Real?


Todavía le era confuso todo aquello. Los recuerdos solían mezclarse entre sí, y en momentos como éste le era difícil distinguir qué había sucedido en realidad y qué era producto de su imaginación.

Recorrió la vacía habitación a paso lento, tratando de encontrar algo, una pequeña pista que le ayudara a hacer funcionar su memoria. Sin embargo, todo era inútil. Nada a su alrededor parecía guardar la presencia de alguien. Era igual de impersonal que el resto del lugar en donde se encontraba.

En ese momento, una marea de borrosas imágenes se colaron en su cabeza, causándole un poco de dolor, pero principalmente dejándolo aturdido. Piel sedosa, labios carnosos y una mirada penetrante y cautivadora; una cueva, besos tímidos, aunque ardientes, y remedios para el dolor. ¿Qué era todo eso?

La cabeza le dolió aún más, tratando de encontrarle respuesta. Sabía, en alguna parte de su memoria, que todo eso era parte de algo importante; algo que había marcado su vida de manera permanente. Dolía, y no entendía por qué; no sabía si había sido un momento doloroso o uno muy feliz. La chica en su recuerdo le causaba sentimientos encontrados ¿Odio por no saber quién era, o un inevitable amor?

Pateó una silla y volvió a tumbarse en la cama, enfurruñado por no poder recordar nada que le fuera de utilidad.

El sonido de la puerta hizo que volviera al presente. El hombre que se apoyaba contra el marco le resultaba vagamente familiar también. Soltó un bufido frustrado, y dejó caer la cabeza contra la almohada. Su visitante rodó los ojos y se sentó en la silla que momentos antes había sido tumbada de una patada.

— ¿Algún avance?

— Ni siquiera sé quién eres —dijo entre dientes

— ¡Venga, princesa! —rió con fuerza, con cierto deje de ebriedad y haciendo que el dolor de cabeza del muchacho se intensificara—. ¡Pensé que teníamos algo especial, Peeta!

— Recuerdo… —empezó, algo avergonzado por decirlo en voz alta—, había una chica conmigo. Me dolía el cuerpo y ella me curó. Era… muy bonita.

— ¿Algo más que recuerdes?

— Primero dime quién es ella.

El hombre suspiró pesadamente y se talló la cara antes de hablar.

— Me pidieron que no dijera nada, pero los mandé al carajo en ese mismo instante —Peeta sonrió ligeramente—. Creen que si permaneces en la ignorancia, podrás retomar tu vida y seguir adelante, pero yo sé mejor que nadie que el pasado siempre regresa a atormentarnos.

— Solo dime

— Katniss… ella compitió contigo en los Juegos del Hambre. Al igual que tú, era del Distrito 12, y durante la Cosecha…

— ¿La… la maté? —chilló, interrumpiéndolo y casi atragantándose con sus palabras.

— ¿Qué? ¡Oh, no, nada de eso! Ustedes prácticamente fueron los ganadores, pero cambiaron las reglas y nuevamente quedaron uno frente al otro —tomó aire con fuerza—. Ella… ustedes, trataron de demostrarle al Capitolio que ellos no tenían control sobre ustedes, y que no podían dominarlos, pero algo salió mal.

— ¿Qué quieres decir con eso?

— Usaron unas bayas venenosas. Tú las escupiste, pero Katniss tragó una por accidente. No sobrevivió.

El corazón se le fue al piso. A pesar de que no lograba recordar más sobre ella, algo en su interior gritaba de dolor por la pérdida de aquella muchacha. Pero, sobre todas las cosas, le dolía porque ella parecía ser la única que podía darle las respuestas que necesitaba. En su fuero interno, Peeta sentía que Katniss había sido el amor de su vida. Solo que ahora no estaba ella para saber si todo aquello había sido real o no.

Ante aquella revelación, se dio cuenta de que ya había perdido todo.