El sábado, ocho días después de haber llegado a Chidori, Naruto regresó a Tokio.

Entró de prisa en el departamento y abrió las puertas de vidrio que daban al patio trasero para poder ventilar el sitio. Después de desempacar, se sirvió una copa de vino, se acercó al aparato de sonido y puso un disco compacto. Mientras el ritmo del jazz se filtraba por la habitación, revisó la correspondencia. Como siempre, había muchas cuentas y las hizo a un lado para revisarlas más tarde.

No había ninguna llamada de su hijo en la máquina contestadora cuando la escuchó. En ese momento estaría cerca de un río, acampando con su padre en algún lugar de Suna. Sin Nao, la casa parecía extrañamente silenciosa. Pensó en las dos semanas de vacaciones que todavía le quedaban ese año. Pasaría con Nao unos días en la playa porque se lo había prometido, y aun así ten dría libre una semana. Podría tomarla en Navidad, pero ese año a su hijo le tocaba ir con su padre así que no tenía mucho caso hacer lo. Tal vez podría usar esa semana para arreglar algunas cosas en la casa que tenía pendientes, pero... ¿acaso alguien querría pasar sus vacaciones pintando y colocando papel tapiz?

Al fin se dio por vencido y decidió que si nada más emocionante se le ocurría, guardaría esa semana para el siguiente año. Tal vez Nao y el podrían ir a Hawái.

Se acostó y tomó una de las novelas que había comenzado en Chidori. Leyó rápido y sin distracción y terminó casi cien pági nas antes de sentirse cansado. A medianoche apagó la luz. Por segunda vez en dos días soñó que caminaba por una playa desierta.

La correspondencia en su escritorio el lunes por la mañana era abrumadora. Cuando llegó había casi doscientas cartas y el cartero le llevó ese día cincuenta más. Tan pronto como entró en la ofici na, Tsunade señaló con orgullo el montón.

– ¿Lo ves? Te lo dije –comentó con una sonrisa.

Naruto pidió que no le pasaran llamadas y comenzó a abrir la correspondencia de inmediato. Todas, sin excepción, eran alusivas a la carta que había publicado en su columna. La gran mayoría era de mujeres pero también escribieron algunos hombres, y la uni formidad de opinión que expresaban la sorprendió. Carta por carta leyó lo mucho que los había conmovido aquel mensaje anónimo.

Al terminar el día casi había leído todas las cartas y se sentía can sado. A las cinco y media empezó a escribir una columna acerca del Viaje de Nao y lo que sentía el al tenerlo lejos. Iba mejor de lo que esperaba y estaba a punto de terminar cuando el teléfono sonó.

Era la recepcionista del diario.

–Oye. Naruto-kun, ya sé que me pediste que no te pasara llamadas y es lo que he estado haciendo –comenzó–, pero esta mujer ha insistido mucho. Es la quinta vez que llama hoy y la semana pasada llamó dos veces. Me sigue pidiendo que la ponga en espera hasta que tengas un minuto libre. Dice que es una llamada de larga distancia, pero que tiene que hablar contigo.

–De acuerdo. ¿En qué línea está?

–En la cinco.

–Gracias –El rubio tomó el auricular y oprimió el botón línea cinco–. Moshi moshi.

La línea permaneció en silencio por un momento. Luego una voz suave y melodiosa, la persona en la línea preguntó:

–¿Es usted Uzumaki Naruto?

–Sí, soy yo –Naruto se retrepó en su silla y comenzó a retorcer un mechón de su cabello.

–¿Fue usted la que escribió la columna acerca del mensaje en la botella?

– Hai. ¿En qué puedo servirle?

La mujer hizo una pausa.

–¿Puede decirme los nombres que estaban en la carta?

Naruto cerró los ojos y dejó de retorcer su cabello.

–No, sumimasen pero no puedo. No quiero hacer pública esa información tebayo.

–¡Por favor! –insistió la mujer–. ¿Puede responder una sola pregunta? ¿La carta iba dirigida a Hinata y estaba firma un hombre llamado Sasuke?

Naruto abrió los ojos sorprendido y se enderezó en la silla.

–¿Quién habla? –inquirió con repentina urgencia, y una vez que lo dijo se dio cuenta de que la persona que llamaba sabría la respuesta a su pregunta.

–Así es, ¿verdad?

–¿Quién es usted? –preguntó el rubio de nuevo, esta vez con más amabilidad. Oyó cómo la mujer aspiraba profundo antes de responder.

–Me llamo Sora Misashi y vivo en Norfolk, Virginia. Hace tres años iba caminando por una playa de aquí y encontré una carta parecida a la que usted halló. Después de leer su columna supe que la había escrito la misma persona.

Naruto permaneció en silencio un momento. "No es posible", pensó. "¿Hace tres años?"

–¿En qué clase de papel estaba escrita? –preguntó.

–Era un papel color beige y tenía un dibujo de un velero en la esquina superior derecha. Su carta también tiene el dibujo de un barco, ¿no es verdad?

–Sí –balbuceó el rubio.

–Lo supe desde el momento en que leí su columna –parecía como si le hubieran quitado un peso de encima a Sora.

–¿Todavía tiene la carta? –preguntó Naruto.

–Sí. Es un poco distinta de la que usted copió en la columna, pero los sentimientos que expresa son los mismos.

–¿Podría enviarme una copia por fax?

–Claro que sí –dijo antes de hacer una pausa–. Es sorpren dente, ¿verdad?

–Sí –susurró el rubio–. ¡Vaya que lo es!

Después de darle a Sora el número del fax, Naruto ya no pudo concentrarse en corregir su escrito. Sora tenía que ir a una tienda de fotocopiado para enviar la carta, y el rubio caminaba de un lado a otro entre su escritorio y el fax, cada cinco minutos, mientras esperaba que llegara el fax. Cuarenta y seis minutos más tarde escuchó que la máquina cobraba vida. Sólo pasaron diez segundos para que saliera la página, pero hasta esa espera le pare ció excesivamente larga.

Tomó la hoja cuando el fax comenzó a sonar para indicar el fin de la transmisión. La llevó a su escritorio sin leerla.

Aspiró profundo y la levantó. Una rápida mirada al logotipo del barco le probó que, en efecto, pertenecía al mismo escritor. Acercó el papel a la luz y comenzó a leer.

6 de marzo de 1994.

Mi querida Hinata:

¿Dónde estás? ¿Por qué nos han obligado a separarnos?

No sé la respuesta a estas preguntas, sin importar cuánto trate de entenderlas. La razón es evidente, pero mi mente me obliga a desecharla y me destroza la ansiedad cada momento que paso despierto. Quiero decirte que me siento perdido sin ti. No tengo alma, soy un hombre sin rumbo, sin hogar, un ave solitaria en un vuelo sin destino.

Trato de recordar cómo fuimos alguna vez, en la fresca cubierta de kusanagi. ¿Te acuerdas de cuánto trabajamos juntos en ella? Nos convertimos en parte del mar mientras reconstruíamos la nave, porque los dos sabíamos que fue el mar el que nos unió. Por las noches navegábamos en el agua oscura, y yo veía cómo la luz dela Luna reflejaba tu belleza. Te observaba con reverencia y sabía en mi corazón que estaríamos juntos para siempre, que estábamos destinados a seguir juntos.

Pero ahora, solo en casa, me doy cuenta de que el destino puede herir a una persona tanto como puede bendecirla, y me pregunto por qué, de toda la gente en el mundo a la que pude haber amado, me enamoré de aquella que me fue arrebatada.

Sasuke

Después de leer la carta, Naruto se retrepó en su silla y se llevó los dedos a los labios. Los ruidos de la sala de redacción sonaron lejanos. Tomó su mochila, buscó la carta que había encontrado y la colocó al lado de la otra sobre el escritorio.

"¿Habrá más?", se preguntó. "¿Qué clase de hombre será el que las envía en una botella?" Sabía que en realidad no debería importarle mucho, pero de pronto sí le importó.

Cuando niño había llegado a creer en el hombre ideal: el príncipe o caballero de los cuentos de su infancia. Sin embargo, que en el mundo no existían hombres como aquellos. La gente de carne y hueso tenía sus propios planes, exigencias muy reales y expectativas acerca de cómo debía comportarse el resto del mundo. Sin embargo, en ese momento se dio cuenta de que sí existía un hombre así, un hombre que ahora estaba solo, y el saberlo tocó una fibra en su interior.

Le parecía claro que Hinata, fuera quien fuera, probablemente estaba muerta o tal vez desaparecida. Y sin embargo Sasuke seguía amándola lo suficiente para enviarle cartas por tres años. Por lo menos había demostrado que era capaz de amar a alguien profundamente y, lo más importante, seguir comprometido por com pleto incluso mucho después de haber perdido a su amada.

Pensó en la primera línea de la segunda carta. ¿Dónde estás?

Naruto no lo sabía exactamente, pero él existía y una de las cosas que había aprendido desde muy joven era que si uno descu bre algo que toca una fibra en su interior, es mejor tratar de inda gar más al respecto.

En su fuero interno entendía que la fascinación que sentía por Sasuke no lo iba a llevar a ningún lado. Seguiría con su vida, escri biendo su columna, pasando el tiempo con Nao, haciendo todo lo que un padre soltero tenía que hacer.

Y casi estuvo en lo cierto. Su vida pudo seguir exactamente como la había imaginado, pero tres días más tarde ocurrió algo que lo hizo emprender un viaje a lo desconocido con sólo una maleta llena de ropa y un montón de papeles que pudieran o no tener algún significado.

Descubrió una tercera carta del misterioso Sasuke.

Por supuesto, el día que descubrió la tercera carta, no esperaba que ocurriera nada fuera de lo normal. Era un típico día de media dos de verano en Tokio, cálido y húmedo. Naruto estaba en la sala de redacción haciendo una investigación para un artículo que escribía acerca de niños autistas. Su computadora tenía acceso a la biblioteca de Ambu University, una de las universidades más prestigiosas de todo el país y en un par de horas logró encon trar casi treinta artículos escritos en los últimos tres años. Seis de los títulos lucían muy prometedores y tal vez pudiera usarlos. Como iba a pasar cerca de Ambu de camino a casa, decidió que los reco gería el mismo.

Estaba a punto de apagar la computadora cuando se le ocurrió una idea y se detuvo. "¿Por qué no?", se dijo, "es poco probable, pero ¿qué puedo perder?". Volvió a entrar en la base de datos de la universidad y escribió las palabras "mensajes en botellas".

Después de presionar la tecla para entrar, se retrepó en su asien to y esperó a que la computadora le desplegara la información que le había solicitado.

La respuesta lo sorprendió. Durante los últimos años se había escrito una docena de artículos diferentes sobre ese tema. La mayoría, publicados por alguna revista científica, y los títulos parecían sugerir que se usaban botellas en un intento por aprender más acerca de las corrientes marinas, pero tres parecían interesantes. Le pareció bien tener esa información y anotó los títulos.

El tránsito era lento y pesado y tardó más tiempo del que pensó en llegar a la biblioteca y obtener una copia de los nueve artículos que iba a buscar. Llegó bastante tarde a su casa y, después de pedir de cenar a un restaurante chino cercano, se sentó en el sofá con los tres artículos sobre botellas frente a él.

El primero, publicado en la revista Gamakishi en marzo del año anterior, narraba historias acerca de botellas que habían sido encontradas en las costas de Nueva Inglaterra durante los últimos años. Casi al final del artículo, Naruto llegó a dos párrafos que hablaban de un mensaje que se había encontrado en Long Island.

La mayor parte de los mensajes que se envían en una botella piden a quien los encuentre que responda. Sin embargo, en ocasiones quienes los envían no quieren una respuesta. Una carta semejante, un conmovedor tributo a un amor perdido, se encontró el año pasado en una playa de Long Island. He aquí una parte:

Sin tenerte a ti en los brazos siento un vacío en el alma. Me sorprendo buscando tu rostro entre la multitud... sé que es algo imposible, pero no puedo evitarlo. Tú y yo hablamos acerca de lo que pasaría si las circunstancias nos obligaran a separarnos, pero no puedo cumplir la promesa que te hice esa noche. Lo siento, mi amor, pero nunca podrá haber nadie que ocupe tu lugar. Tú y sólo tú eres lo único que he deseado, y a hora que te has ido no siento deseos de encontrar a nadie más.

Dejó de leer y de súbito bajó el tenedor.

"¡No puede ser!", pensó mientras observaba las palabras. "Sencillamente no es posible".

Se secó la frente y se dio cuenta de que le temblaban las manos. ¿Otra carta? Dio vuelta a la hoja para ver el frente del artículo y el nombre del autor. Fue escrito por el doctor Masashi Kishimoto, profesor de historia de Tokio University.

Se puso en pie de un salto y tomó la guía telefónica del estante cercano a la mesa del comedor. Había menos de doce Kishimoto, sólo dos tenían una M como primera inicial. Miró la hora antes de Marcar. Las nueve y media. Era tarde, pero no demasiado. Marcó el número y esperó mientras el teléfono comenzaba a sonar.

Una vez.

Dos veces.

Tres veces.

A la cuarta vez comenzó a perder la esperanza, pero en la quinta oyó que descolgaban el teléfono.

–¡Moshi, moshi! –oyó la voz de un hombre.

Él se aclaró la garganta.

–Hola. Habla Uzumaki Naruto del Rasengan de Tokio. ¿Es usted Masashi Kishimoto?

–Sí, soy yo –respondió el hombre en tono de sorpresa.

–¡Ah! Buenas noches. Sólo le llamaba para saber si es usted quien publicó un artículo el año pasado en la revista Gamakishi sobre mensajes en botellas tebayo.

–Sí, yo lo escribí. ¿En qué puedo servirle?

Naruto sentía que le sudaban las manos en el teléfono.

–Tengo curiosidad acerca del mensaje que dice usted que apa reció en Long Island. Sé que es una petición poco usual tebayo, doctor Kishimoto, pero me interesa obtener una copia de la carta. Signifi caría mucho para mí.

–¿Sólo una copia?

–Sí, por supuesto. Puedo darle mi número de fax o puede usted enviármela.

Él permaneció un momento en silencio antes de responder:

–Yo... creo que está bien.

–Gracias, doctor Kishimoto –antes de que pudiera cambiar de Opinión el rubio le dio su número de fax.

Al día siguiente, cuando salió hacia su trabajo, sentía la cabeza en las nubes. La posible existencia de una tercera carta le hacía difí cil pensar en nada más, pero al llegar a su escritorio esperó, con toda premeditación antes de ir a donde se encontraba el fax. Encendió su computadora, llamó a dos médicos con los que tenía que hablar para su artículo sobre autismo, y tomó algunas notas acerca de otros posibles temas.

Cuando ya no se le ocurrió qué otra cosa hacer, se dirigió hacia el fax y comenzó a revisar acuciosamente el material que había llegado. Todavía no estaba clasificado y encontró varias docenas de páginas dirigidas a otras personas. A la mitad halló una portada dirigida a él, luego dos páginas más, y al revisarlas con más atención lo primero que reconoció fue el dibujo del velero grabado en la esquina superior derecha.

25 de septiembre de 1995.

Querida Hinata:

Ha pasado un mes desde la última vez que te escribí, pero ha transcurrido tan lentamente... ahora la vida pasa como un paisaje frente a la ventana de un auto en movimiento. No sé a dónde me dirijo ni cuando llegaré.

Ni siquiera el trabajo me quita el dolor. Tal vez bucee para divertirme o para enseñar a otros cómo hacerlo, pero cuando regreso a la tienda me parece vacía sin ti. Hago los pedidos para surtir la tienda como siempre, pero todavía hay momentos en los que miro por encima del hombro sin pensar y te llamo.

Sin tenerte a ti en los brazos siento un vacío en el alma. Me sorprendo buscando tu rostro entre la multitud... sé que es algo imposible, pero no puedo evitarlo. Tú y yo hablamos acerca de lo que pasaría si las circunstancias nos obligaran a separarnos, pero no puedo cumplir la promesa que te hice esa noche. Lo siento, mi amor, pero nunca podrá haber nadie que ocupe tu lugar. Tú y sólo tú eres lo único que he deseado, y ahora que te has ido no siento deseos de encontrar a nadie más. "Hasta que la muerte nos separe", juramos en la iglesia, y he llegado a creer que esas palabras serán realidad; hasta que yo también me marche de este mundo.

Sasuke

–Tsunade-obachan, ¿tienes un minuto? Necesito hablar contigo tebayo.

Tsunade levantó la mirada de la computadora y lo miro a los ojos.

–Claro que sí. ¿Qué sucede?

El rubio puso las tres cartas sobre el escritorio de Tsunade y le explicó cómo habían llegado a sus manos. Cuando terminó de con tar la historia, la rubia leyó las cartas en silencio. Naruto se sentó en una silla frente a ella, esperando que terminara.

–Bueno –dijo al terminar de leer la última carta–, sí que has estado guardando el secreto, ¿verdad?

Naruto se encogió de hombros y Tsunade continuó.

–Pero hay algo más que el hecho de haber encontrado las car tas, ¿no es así? Te interesa este hombre, Sasuke.

Naruto lo pensó por un momento.

–Estos últimos días han sido muy extraños... quiero decir que... no puedo dejar de pensar en él y no sé por qué. No sé quién es, no lo conozco, nunca hemos hablado. Incluso podría ser un hombre de setenta años tebayo.

Tsunade se retrepó en su silla y asintió pensativa, entrelazando sus dedos bajo su mentón.

–Es cierto, pero... no creo que sea ése el caso. ¿Tú sí?

Naruto negó lentamente con la cabeza.

–Tampoco yo –subrayó Tsunade mientras tomaba otra vez las cartas–. Habla de cómo se enamoraron cuando eran jóvenes. Es maestro de buceo y escribe sobre Hinata como si sólo hubieran estado casados unos cuantos años. No creo que sea tan viejo.

–Es lo mismo que yo pensé.

– ¿Quieres saber lo que creo?

–Por supuesto obachan.

–Creo que debes ir a Konoha y tratar de encontrar a Sasuke –sugirió Tsunade con voz pausada.

–Pero parece tan... ridículo. No sé nada sobre él. Y si... –se detuvo y Tsunade terminó la frase.

–¿Y si no es como lo imaginas? Naru-chan, puedo garantizarte que no lo es. Nunca nadie lo será, pero yo creo que eso no debería afec tar tu decisión. Si quieres saber más, sólo ve.

–¿No crees que todo este asunto es una locura tebayo?

Tsunade negó con la cabeza, pensativa.

–Por supuesto que no. Recuerda que soy mayor que tú y tengo más experiencia. Una de las cosas que he aprendido de la vida es que hay ocasiones en las que uno debe aprovechar las oportunida des. Además, Nao aún no regresa y te quedan muchos días de vacaciones en este año.

Naruto empezó a retorcer un mechón de cabello con el dedo.

–Haces que todo parezca tan fácil...

–Es fácil. La parte difícil será encontrarlo, pero creo que estas cartas tienen información que podemos usar para ayudarte. ¿Qué te parece si hacemos algunas llamadas telefónicas?

Naruto llevó su silla al otro lado del escritorio de Tsunade.

–¿Por dónde empezamos?

–Primero –enumeró Tsunade–, creo que podemos suponer que sí se llama Sasuke. Así firmó las tres cartas y no creo que se hubiera tomado la molestia de usar un nombre falso.

–Y –añadió Naruto– probablemente es de Konoha, o de alguna comunidad cercana.

–De acuerdo, bien –continuó Tsunade mientras asentía.– Además menciona un bote...

–El Kusanagi –interrumpió Naruto–. La carta menciona que solían navegar juntos. Probablemente sea un velero. Y también parece que tiene una tienda de buceo donde él y Hinata trabajaban tebayo.

–Bueno, eso ya es un inicio. Esto podría ser más fácil de lo que pensamos.

Tsunade llamó primero al diario de la localidad, el Konoha Journal. Pidió que la comunicaran con alguien que estuviera familiarizado con botes de vela y comenzó a charlar con Katsuki Matsumoto, encargada de los deportes acuáticos. Después de explicarle que quería saber si existía un lugar que llevara un registro de los nombres de los botes, ella le informó que no era así.

–Los botes se registran por medio de un número de identificación, casi como los autos –dijo arrastrando las palabras–, pero si tienen el nombre del propietario tal vez puedan averiguar el nombre del bote, si está anotado en el formulario. No es un dato que se solicite, pero mucha gente lo anota de cualquier manera.

Después de agradecer a katsuki por su tiempo y colgar, Tsunade revisó de nuevo la lista de lo que sabían. Lo pensó un instante y luego decidió llamar a información para pedir los números de las tiendas de buceo del área de Konoha. Naruto la miró mientras Tsunade anotaba los números de las once tiendas que apa recían en la guía.

Colgó el teléfono y Naruto la miró con curiosidad.

–¿Qué les preguntarás cuando llames tebayo?

–Preguntaré por Sasuke.

Naruto sintió que el corazón se le detenía un momento.

–¿Así nada más?

–Así nada más –respondió Tsunade, que sonreía mientras mar caba. Le hizo una seña a Naruto para que descolgara la extensión–. Sólo en caso de que sea él –y esperaron en silencio a que alguien respondiera en kumagura Adventures, el primer nom bre que les dieron.

Cuando por fin respondieron al teléfono, Tsunade aspiró profun do y preguntó en tono cordial si Sasuke estaba disponible para darle unas clases de buceo.

–Lo siento, creo que tiene el número equivocado –contestó la voz con rapidez.

Tsunade pidió una disculpa y colgó el auricular. Con decisión, tomó la lista, vio el siguiente nombre y marcó el número. Espera ba una respuesta igual, pero se sorprendió mucho al notar que la persona en la línea titubeaba.

–¿Se refiere usted a Sasuke Uchiha?

Naruto casi se cayó de la silla al escuchar el nombre. Tsunade respondió que sí y el hombre que tomó la llamada continuó.

–Él trabaja en Konran Diving. ¿Está usted segura de que nosotros no podemos ayudarla? Tenemos preparado un curso de buceo que iniciará pronto.

Tsunade se excusó a toda prisa.

–No, lo siento. Necesito que sea Sasuke. Se lo prometí –colgó el teléfono con una gran sonrisa–. Nos estamos acercando.

–No puedo creer que haya sido tan fácil. ¿De veras crees que sea el mismo Sasuke tebayo?

Tsunade inclinó la cabeza y enarcó una ceja.

–Bueno, lo sabremos muy pronto.

Volvió a llamar a información y obtuvo el número del registro de botes de Hebi. Marcó, y cuando le respondieron pidió que la comunicaran con alguien que pudiera verificar una información.

–Mi esposo y yo estábamos allá de vacaciones –explicó–, cuando nuestro bote se descompuso. Este agradable caballero nos encontró y nos ayudó a regresar a la orilla. Se llamaba Sasuke Uchiha y creo que el nombre de su bote era Kusanagi.

La persona que respondió estaba más que dispuesta a ayudar. Tsunade oyó el ruido de un teclado y luego un extraño bip. Después de un momento la mujer confirmó lo que Tsunade y Naruto esperaban oír.

–Sí, aquí está. Sasuke Uchiha. Ajá. El nombre está correcto, por lo menos de acuerdo con la información que tenemos. Aquí dice que tiene un velero que se llamaKusanagi.

Tsunade le dio las gracias con efusividad y colgó el teléfono, radiante.

–Sasuke Uchiha –dijo con una sonrisa victoriosa–. Nuestro escritor misterioso se llama Sasuke Uchiha.

La rubia le entregó una hoja de papel con el nombre. Naruto titubeó. Tsunade la miró por un momento; luego tomó el teléfono una vez más.

–¿A quién llamas ahora tebayo?

–A mi agencia de viajes. Vas a necesitar un boleto de avión y un sitio dónde quedarte.

–Oye, todavía no decido si voy a ir.

–¡Ay! Claro que vas a ir.

–Pero...

–Pero nada –se detuvo un momento y el tono de su voz se suavizó–. Naruto, recuerda que no tienes nada que perder. Lo peor que podría pasar sería que regresaras en un par de días. Es todo.

Se miraron en silencio. Tsunade tenía una sonrisita afectada en el rostro y Naru sintió que el pulso se le aceleraba cuando se dio cuenta de lo definitivo de la decisión. "En realidad quiero hacerlo. No puedo creer que de verdad vaya a hacerlo".

Su mente era un torbellino. Sasuke Uchiha. Hebi. Konran Diving. Kusanagi. Las palabras se repetían en su cabeza como si estuviera ensayando para un papel en una obra de teatro.

Tsunade le dijo que se tomara el resto del día y el siguiente. Cuando se marchaba de la oficina Naruto sintió como si lo hubieran obligado a hacer todo aquello, de la misma manera en la que él presionó al doctor Kishimoto. Sin embargo, en su interior esta ba contenta, y cuando el avión aterrizó en Hebi al día siguiente, Naruto Uzumaki todavía se preguntaba a dónde lo lleva ría todo aquello.