Disclaimer: Honestamente, si fuera dueña de FMA, ¿de verdad creen que haría fanfics?
SOBRE UNA CHICA
Capítulo 10: El deber de un amigo
Edward arrancó la hoja del calendario que se encontraba pegado en la pared de la cocina, lo arrugó lo más que pudo y lo tiró al cesto de la basura. Ya era noviembre. Tomó su taza de café y se fue a la sala, pretendiendo encender la televisión.
― Buenos días, hermano― saludó Alphonse desde las escaleras, aún en pijama y con cara de sueño.
― Buenas.
― Ya está comenzando a hacer frío― comentó el menor, mientras caminaba hacia la cocina.
El otro asintió, mientras le daba otro sorbo a su taza de café, pensativo. Noviembre. Había pasado un mes más o menos, desde que se había quedado a dormir con Winry. Agradecía internamente que ella se hubiera quedado dormida antes de que él hubiera podido meter la pata besándola, porque aunque en realidad quería hacerlo, cuando despertó a la mañana siguiente con las ideas un poco más claras, se dio cuenta de que si lo hubiera hecho, ella seguramente lo rechazaría y las cosas se volverían raras entre ambos.
Por suerte las cosas no habían pasado así y en cambio, Winry estaba más agradable de lo normal. Ella parecía evitar un poco más a Russell y se escondía en el baño de chicas cuando lo veía acercarse a ellos. A Ed eso le parecía gracioso, sobre todo por las miradas de odio que le daba el otro chico cada vez que se lo topaba. Sin embargo, se preguntaba qué le había hecho aquél tipo a su amiga como para que ella prefiriera de repente dejar de hablarle.
"Nada. Sólo que me parece demasiado acosador" había dicho ella, jugando con su cabello mientras almorzaban en el aula. Habían llegado a tal punto en que ella ni siquiera quería salir a la cafetería, así que se quedaban ahí y Alphonse, May y Ling se reunían con ellos también. Edward podía tomarlo como una ventaja, pero él era un poco cobarde con el tema como para sincerarse con la rubia, además la chica había agregado después que seguía viéndose con Russell después de la escuela. Aunque ese hecho le había molestado un poco en un principio, sentía que prefería eso a seguir viendo cómo Winry coqueteaba con él en sus narices.
Alphonse interrumpió su línea de pensamientos cuando se sentó a su lado con un tazón de cereal con fruta.
― ¿En qué piensas, hermano?― le preguntó con curiosidad, mientras se llevaba una cucharada de su desayuno a la boca.
― Cosas sin importancia― se excusó Ed. Su hermano le dedicó una sonrisa burlesca y le dio un codazo en las costillas.
― Estabas pensando en Winry― sentenció Al. El mayor casi se atraganta con el café, a lo que el menor rio divertido―. ¿Qué hay de malo con que me digas que estás pensando en ella?
― Nada― respondió el chico, sonrojado―. Es sólo que no estaba pensando en Winry en la manera que crees.
― ¿Entonces?
― Pues nada― dijo, encogiéndose de hombros―, sólo que ha estado como distanciándose de Russell.
― Deberías aprovechar, ¿no crees?― dijo Al en tono despreocupado.
― Lo dices como si fuera tan fácil― suspiró Ed.
― Y tú lo haces sonar como si fuera tan difícil declarártele a la chica que te gusta
― Mira quién lo dice. Cuando veas a May, asegúrate de limpiarte la baba.
― ¡Eso no es cierto!― repuso Al― En cualquier caso, yo sí he tenido novias, así que no trates de meterme en el mismo saco que tú.
Touché.
― De acuerdo, de acuerdo― respondió Ed poniéndose de pie―. Ya me voy.
― ¿A dónde?
― Quedé de verme con Clara hoy. No es lo que piensas― añadió, notando que su hermano nuevamente le sonreía con cierta picardía.
― Y tampoco con Julia, ¿verdad?― dijo Al, dándole una pequeña palmada en la espalda.
Edward le dio un último sorbo a su taza de café para disimular lo incómodo que le había puesto el comentario de su hermano. Era verdad. Después de haberse disculpado con ella, él y Julia habían comenzado a salir después de los entrenamientos de karate, aunque siempre acompañados por Ling, así que para él no contaban como citas. Julia era agradable y compartían el sentido del humor, pero en realidad Edward no sentía algo más que amistad por ella y al parecer ella tampoco estaba interesada en él en ese sentido.
Por otro lado, con Clara las cosas se sentían diferentes si lo comparaba con Julia. Los días en los que el Dr. Rockbell casi no atendía pacientes y los dejaba irse temprano, él y Clara se iban a una cafetería cercana y platicaban, a modo de realimentación, acerca de lo que Edward había leído esa tarde. Aunque apenas llevaban un mes conviviendo, ambos se sentían cómodos con el otro al grado de que el muchacho había comenzado a acompañarla al edificio departamental donde ella vivía con una amiga de la facultad y a veces hablaban de cosas personales durante el trayecto.
El muchacho había descubierto que ella era de un pequeño pueblo cercano y que se había tenido que mudar para estudiar la universidad. También sabía que su padre había abandonado a su familia cuando ella era muy pequeña y que si necesitaba el trabajo con el Dr. Rockbell era porque su madre había caído enferma hacía poco, así que con su salario pagaba las citas médicas de su madre y cubría los gastos de la escuela. Lo que Ed sentía por ella era algo más parecido a la admiración y respeto, aunque también la encontraba particularmente atractiva y con mucho carisma.
― Julia es sólo una amiga― sentenció Ed.
― ¿Amiga como Clara o amiga como Winry?― preguntó Al. Le gustaba molestar a su hermano con esa clase de temas.
― Hm… No. Clara es una amiga como Winry y Julia es sólo amiga como Ling― respondió Edward mientras se ponía el suéter que había dejado sobre el perchero de la entrada―. Nos vemos al rato. Apúrate o vas a llegar tarde con Ling, que ya pasa del medio día.
Dicho lo anterior, abrió la puerta y salió, cerrándola nuevamente tras de sí. Alphonse miró instintivamente al reloj de pared y se sorprendió. Su hermano tenía razón. Había dormido demasiado, así que se apuró a comer su cereal. Tenía que bañarse, arreglarse y pasar por Winry para ir a sus reuniones sabatinas en casa de Ling.
Winry.
¡Un momento!
¿A qué se refería su hermano con que Clara era una amiga como Winry?
OoOoOoOoOoOoO
Sonrió satisfecha a su reflejo en el espejo. Sólo le faltaba echarse un poco de perfume y estaría más que lista. No es que ella siempre se esforzara demasiado para lucir guapa. Aunque a decir verdad eso no le importaba demasiado, excepto contadas ocasiones y esta era una de esas. Esperaba que Edward notara y le reconociera que se veía más bonita que de costumbre. Cerró los ojos, negando con la cabeza. No, Ed nunca haría algo así. Le diría algo como que había exagerado demasiado cuando sólo iban a comer pizza y platicar o jugar videojuegos, eso si es que hacía algún comentario acerca de su apariencia.
Escuchó la notificación de que le había llegado un mensaje a su móvil. Era de Alphonse avisándole que se acababa de despertar y que podía adelantarse a la casa de Ling.
― Ed irá a estudiar con Clara― leyó en voz alta, sintiendo como si un saco de papas le golpeara justo en el estómago.
Miró nuevamente su reflejo y suspiró. Bueno, él se lo perdía.
Escribió un mensaje rápido avisándole a Al que le tomaba la palabra, lo guardó en su bolso de mano y salió de la habitación.
― Mamá, voy a casa de Ling― anunció, asomándose a la cocina.
― Que te diviertas, cariño― respondió Sarah―. No llegues muy tarde y avisa si no vas a llegar a cenar.
Winry asintió con una sonrisa mientras abría la puerta. Atravesó el jardín tan sumergida en sus pensamientos -que consistían en buscarle una explicación al porqué Edward faltaría a su reunión- que ni siquiera notó el automóvil que se encontraba estacionado casi en la mera entrada de su casa.
― ¿A dónde vas tan guapa?
Winry se detuvo en seco al reconocer la voz. Giró sobre su propio eje para enfrentar al joven que se encontraba apoyado en el coche.
― ¿Qué haces aquí?― preguntó ella, con cierto fastidio. Él caminó hasta quedar a unos cuantos centímetros de distancia y le acomodó un mechón de cabello detrás de la oreja. Ella dio un paso hacia atrás.
― ¿Acaso no puedo visitar a mi novia cuando yo quiera?― repuso Russell, divertido.
― No quedamos en nada y ya tengo planes― respondió la chica, dispuesta a irse, pero el muchacho fue más rápido y la tomó de ambos brazos, aproximándola aún más hacia él
― ¿Y se puede saber con quién?― escupió él, ya sin tratar de sonar agradable. Winry sintió un escalofrío.
― Con mis amigos.
― Mentirosa.
Winry sintió cómo el agarre se volvía más fuerte y sintió miedo por la manera en la que Russell la estaba mirando.
― Vas a verte con ese, ¿no? Con Edward. No me quieras ver la cara, no soy tan estúpido.
― No tengo por qué darte explicaciones― dijo Winry, tratando de sonar desafiante―, pero si eso es lo que te preocupa, no, Edward no irá, ¿feliz? Ahora suéltame, por favor.
― Sube al auto― ordenó el rubio, suavizando el agarre―. Te llevaré. Así me aseguro que no me estás engañando.
Winry frunció el ceño. Eso le daba mala espina, pero también le daba miedo que si no le hacía caso, él utilizara otros métodos para obligarla a subirse. Asintió con la cabeza y él le abrió la puerta del copiloto.
― Voy a casa de Ling. Te paso la ubicación― dijo ella, tratando de sonar más amable. No quería que él se molestara ahora que la tenía encerrada en su coche.
Él la ignoró por completo mientras se abrochaba el cinturón de seguridad y encendía el coche. Comenzó a avanzar y una vez que habían pasado un par de cuadras, Russell comenzó a hablar, sin apartar la vista de enfrente.
― Dije que te iba a llevar, mas no dije que a casa de Yao, ¿de acuerdo?
Winry abrió los ojos como platos, sintiendo cómo el alma le caía a los pies. Se había metido en la boca del lobo. ¿Qué podía hacer? ¿Saltar del auto cuando les tocara un semáforo en rojo? ¿Bajar el vidrio de la ventana y comenzar a gritar por ayuda? ¿Golpearlo con el bastón de seguridad para el volante hasta dejarlo inconsciente y conducir en su lugar? Se hundió en el asiento. No se lo ocurría nada en lo que no acabara provocando un accidente. Respiró profundamente, tratando de controlar sus ganas de llorar y ya que llegaran a cualquiera que fuera su destino, vería qué haría para huir.
El recorrido no fue demasiado largo y Winry observaba a través del cristal de la ventana el camino a través de calles totalmente desconocidas para ella, tratando de memorizarlo y saber hacia dónde debía de correr cuando lograra escapar. La chica pasó saliva cuando se dio cuenta de dónde habían llegado. Era un motel. ¡Tonta! ¿Cómo no se le había ocurrido? Cerró los ojos, apretando los puños, temblando.
― Una habitación para dos― dijo el chico al micrófono que había en la entrada, poniendo una de sus manos sobre una pierna de la rubia. La muchacha sintió náuseas.
Una voz femenina le indicó a través de una bocina el precio de la habitación y él pagó la cantidad. Winry pensó en aprovechar para pedir ayuda a través del micrófono, pero el auto ya había comenzado a avanzar hacia el número de habitación. ¡Además de tonta, lenta!
Todavía seguía en shock cuando él ingresó a la cochera para estacionarse. El rubio bajó y aplastó un botón para cerrar el portón. Después rodeó el auto para abrir la puerta del copiloto.
― ¿Quieres que te ponga una alfombra roja para que bajes de ahí o qué?― espetó él. Winry estaba temblando, con la mirada perdida en algún punto frente a ella― ¿Estás sorda?― añadió al no recibir respuesta. Bufó desesperado y la obligó a bajarse, tirando del brazo de ella. Abrió la puerta y la empujó hacia el interior de la habitación, cerrando detrás de sí con la llave.
Russell la tiró contra la cama y se metió al baño. "Vamos, Winry, haz algo, haz algo" se recriminó en su cabeza, pero no se sentía capaz de hacer nada. Estaba en blanco.
Nunca le había pasado algo así. Maldijo el hecho de haber estado usando falda. Maldijo no haber esperado a Al. Maldijo haber accedido a subirse al auto en vez de pedir ayuda. Probablemente eso hubiera hecho que su madre saliera de casa y la hubiera ayudado. Maldijo no haber tratado de hablar por el micrófono cuando Russell estaba pidiendo la habitación. Comenzó a sentir cómo corrían lágrimas calientes por sus mejillas. Maldijo estar llorando en vez de hacer algo útil. Se sentó en el borde de la cama, agachando la mirada y con las manos sobre sus rodillas.
Él salió del baño y la miró de arriba abajo.
― ¿Siempre te pones a llorar antes de tener sexo?
Winry hipó.
― Soy virgen― confesó ella, esperando que eso lo detuviera.
Él soltó una carcajada, lo cual le indicó que eso, lejos de desmotivarlo, lo incitaba a continuar.
― Bueno, entonces prometo ser cuidadoso.
Dicho esto, se inclinó hacia ella y comenzó a besarle el cuello. Winry se tensó aún más. Trató de meter sus manos para empujarlo, pero él pesaba más de lo que esperaba.
― No estoy lista, Russell― dijo ella, con tono suplicante.
― Nadie está listo, cariño― respondió él contra su cuello, tratando de separarle las piernas, pero Winry se mantenía reacia a ceder.
― ¡Es en serio! Russell, por favor, no.
Russell levantó la mirada para observarla a los ojos. Se hincó en frente de ella y comenzó a subirle la falda, depositando suaves besos en sus piernas en sentido ascendente. Winry juntó aún más sus rodillas y con ambas manos sobre la cabeza del muchacho, lo empujaba para separarlo en vano.
― Winry― suspiró él, exasperado―, deja de ser tan infantil, ¿quieres? Mientras más te opongas, más te va a doler.
― No me va a doler nada, porque no vamos a hacer nada― sentenció ella, tratando de reunir valor.
Él rio divertido.
― Si tú quieres que sea a la mala…― dijo él, antes de empujarla contra la cama y aprisionarla contra su cuerpo.
Winry trató de golpearlo, morderlo y rasguñarlo, pero él rápidamente le tomó con fuerza de ambas muñecas con una mano, y la miró con fastidio.
― Cariño, no quiero lastimarte― dijo él, en un último intento de convencerla― y si lo hago, será tu culpa. ¿No has escuchado eso de flojita y cooperando? Porque te guste o no, eres mía, ¿entendido?
La chica sintió cómo comenzaba a hervirle la cara del coraje cuando él le depositó un beso en la mejilla. Respiró profundo y contó hasta diez. Sabía que se enojaba, iba a pensar con menos claridad y era lo último que necesitaba si quería salir de ahí intacta.
Russell era como un pulpo, metiendo su mano libre por todos lados y besando toda la piel que estuviera a su alcance. Winry comenzó a observar toda la habitación. ¿Qué podría utilizar para separarlo de ella?
Dio un respingo cuando él comenzó a desabrochar los botones de su blusa. Él comenzó a descender sus besos, topándose con su sostén de encaje.
― Ibas con tus amigos. Sí, cómo no.― dijo él con sarcasmo―. No ocupas ropa interior tan bonita para eso, Winry― tomó el rostro de ella con ambas manos, dejándole finalmente libre sus muñecas―. Así que ya me vas contando. Si dices que no es con Edward, ¿con quién pensabas acostarte, eh?
― Con nadie.
― ¡Deja de mentir, Winry!― le gritó él, apretándole las mejillas― ¡Llevas evadiéndome casi un mes, pero si crees que te voy a dejar ir tan fácilmente, estás equivocada!― él se llevó una mano a la cara para tratar de calmarse― Te extraño tanto.
Ella lo miró estupefacta. Quien sea que estuviera arriba le estaba jugando una broma muy pesada. ¿Qué diablos pasaba con ese sujeto? Primero estaba tratando de violarla y ahora le decía que la extrañaba. ¿Era parte de su estrategia para hacerle bajar la guardia?
― Me estás volviendo loco, Winry― gruñó él. Se irguió para quedar a horcajadas sobre ella y comenzó a desabrocharse el cinturón―. Últimamente en lo único que podía pensar era en lo mucho que deseaba hacerte mía.
Joder, joder, joder.
Giró la cabeza a hacia un lado, avergonzada. Entonces la vio.
Rápidamente tomó la lámpara de la mesita de noche y la estampó contra la cabeza de él, golpeándolo con la base de metal sacando fuerzas de quién sabe dónde. Quizás demasiada fuerza. Él sólo dobló los ojos hacia arriba y cayó sobre ella, inconsciente.
Winry tomó una gran bocanada de aire.
― Dios es máquina― suspiró aliviada.
Se apuró a buscar las llaves de la habitación y del automóvil en el bolsillo del pantalón de él. Aún estaba temblando mientras trataba de introducir la llave en el cerrojo de la puerta. Apoyó su mano sobre el picaporte que cedió, abriendo la puerta y rápidamente presionó el botón para abrir el portón de la cochera que comenzó a abrirse. Escuchó a Russel quejarse en el interior de la habitación. Sintió una ola de adrenalina recorrer su cuerpo. Tenía que actuar rápido.
Después de haberle quitado la alarma al coche y el seguro, introdujo la llave y encendió el coche una vez que estaba sentada en el asiento del conductor. Dio reversa y echó a andar lo más rápido que pudo. Vio a través del espejo retrovisor cómo el rubio trataba de alcanzarla, sin éxito. Salió del motel y avanzó un par de calles. Giró el volante hacia la derecha, metiéndose al estacionamiento de un supermercado y aparcó el coche.
Chocó su cabeza contra el volante varias veces. Se abrochó rápidamente la blusa, con las manos temblorosas. Inspiró profundamente y se aguantó las ganas que tenía de llorar. Bajó rápidamente e ingresó rápidamente en el local, buscando un baño. Entró a un cubículo y sacó su celular, buscando en su lista de contactos del número de Edward. Estaba a punto de llamarlo, pero se contuvo.
― Debe estar ocupado― murmuró, recordando que no iría con Ling.
Se mordió el labio inferior y se pegó el aparato contra el pecho. No podía ir a su casa. Se sentía asqueada de sí misma y no sabía cómo iba a poder ver a su madre a la cara. Colocó su mano sobre su boca, tratando de silenciar sus propios sollozos. No podía llamar a ninguno de sus amigos, porque sabía que eso les arruinaría la tarde. Se sintió terriblemente sola.
― ¿Estás bien?― preguntó alguien del otro lado de la puerta.
Murmuró un tímido "sí" en respuesta. Tomó papel higiénico del despachador que tenía a su lado y se limpió rápidamente las lágrimas y se sonó la nariz. Suspiró, tratando de serenarse. Salió del cubículo, sintiendo cómo una chica la seguía con la mirada, pero pronto dejó de hacerlo y se metió en el baño. Winry abrió la llave de uno de los lavamanos y acunó las manos para juntar un poco de agua para limpiarse la cara. Tomó papel nuevamente y se secó la cara.
Miró su reflejo en el espejo tal como en la mañana. Sonrió con ironía. Tenía los ojos enrojecidos e hinchados de tanto llorar, estaba despeinada, su blusa estaba arrugada y su falda estaba un poco desacomoda. Se deshizo la cola de caballo tratando de ocultar un par de chupetones que se había descubierto en el cuello.
Volvió a desbloquear su teléfono y marcó a un taxi.
OoOoOoOoOoOoO
Llevaba sentado cerca de media hora, esperando la llegada de Clara a la cafetería donde usualmente se reunían. Estaba a punto enviarle un mensaje, cuando sintió unos finos dedos colocarse sobre sus ojos.
― ¿Quién soy?― preguntó una voz femenina a la altura de su oreja. Él apartó las manos de ella y se giró para ver a la dueña de la voz. Ella sólo lo abrazó por detrás. Clara era muy cariñosa y, aunque Ed aún no lograba a acostumbrarse a sus demostraciones de afecto, no le parecían del todo incómodas― Lamento haberme retrasado. Hablé con mi mamá por teléfono y se me fue la hora.
― No hay problema.
Ella sonrió con alivio y se sentó a su lado, comenzando a sacar una libreta y una pluma
― Bien, ¿y qué estudiamos ahora?
Edward no tenía del todo claro por qué, pero las sesiones de estudio con la chica le parecían muy reconfortantes. De hecho, toda ella tenía el mismo efecto sobre él. Su voz, sus expresiones faciales, el movimiento de sus manos y todos los roces tanto accidentales como los hechos a propósito.
Nunca había pasado tanto tiempo a solas con otra chica que no fuera Winry. Aunque estaba seguro que lo que sentía por Clara no era nada parecido a lo que sentía por su mejor amiga. La chica le gustaba, sí, no tenía problema en admitir eso, pero no se sentía enamorado y, aunque el contacto piel con piel le generaba cosquillas, él sabía perfectamente que con Winry era una sensación muchísimo más electrizante.
Sin embargo, el tiempo pasaba muy rápido cuando estaba con ella y sentía un vacío extraño cada vez que la dejaba en la puerta de su casa que volvía a llenarse cuando la veía al día siguiente.
― Creo que eso es todo por hoy― dijo ella, cerrando la libreta y comenzando a estirarse para quitarse el entumecimiento―. Estoy cansadísima, Ed. Además, me iré hoy a mi pueblo y me regreso hasta mañana en la noche.
Edward asintió y comenzó a imitarla, guardando sus cosas.
Como ya se había vuelto costumbre, ambos caminaron hacia el departamento de ella.
― Ed― dijo Clara, deteniéndose un poco―, tú sabes que tengo 21, ¿no? Es decir, soy cuatro años mayor que tú.
― Sí.
― Bueno, no quiero parecer demasiado atrevida, pero…― ella se relamió los labios y miró hacia arriba. Resopló―… Me pareces muy guapo y… Cuando estoy contigo… No sé cómo explicarlo… Pero me gusta mucho estar contigo.
Edward se sonrojó ligeramente y comenzó a ver sus pies.
― Lo lamento. No quería avergonzarte― ella suspiró con tristeza―. Seguro piensas que soy una pedófila, pervertida y quién sabe qué más.
― ¿Qué?― dijo el muchacho, sorprendido― No, nada qué ver. No pienso eso de ti, Clara.
Ella se acercó a él y lo abrazó con fuerza, recargando barbilla sobre su hombro. Él correspondió el abrazo de buena gana, apretándola aún más contra él.
― ¡Oh, por Dios! Eres tan tierno. Podría comerte, ¿sabes?
― Tú también me gustas mucho― soltó Ed.
Y la besó.
OoOoOoOoOoOoO
Algo no estaba bien. Se suponía que Winry debía llegar antes que él, sin embargo su amiga no estaba en casa de Ling. Revisaba cada tanto su teléfono para verificar si ella le había mandado un nuevo mensaje después de haberle dicho que se iba a adelantar, pero no. Tampoco tenía llamadas perdidas de ella. Estaba comenzando a preocuparse. ¿Debía llamarla él? ¿Y si en realidad no le había pasado nada y sólo era un pequeño retraso? No, no era un pequeño retraso. Eran dos horas.
― Deja de preocuparte― dijo Ling, notando que el menor de los Elric estaba distraído―. Probablemente le surgió algo importante y no pudo venir.
― No lo sé. No creo. Winry siempre avisa.
― Quizás no tuvo ni tiempo de avisar.
Alphonse bufó con cansancio. Se fue a la cocina y se sirvió un vaso de agua. Divisó a May por el rabillo del ojo, aproximándose.
― Tranquilo, Al― dijo ella, revolviéndole el cabello de forma cariñosa―, Ling lo dice con buenas intenciones. No es que creamos que estás exagerando, pero trata de pensar de manera positiva, ¿de acuerdo? Y si en un rato más ella no se comunica contigo y aún estás preocupado, puedes llamarla o ir a buscarla a su casa, pero yo tampoco creo que le haya pasado nada.
Él se recargó contra el mostrador de la cocina y cruzó los brazos.
― Creo que la llamaré ya mismo.
May sonrió tímidamente y articuló un "está bien". Él trató de devolverle la sonrisa y le hizo una seña para que se pusiera a su lado. Ella se apoyó en su brazo, y el muchacho aprovechó la cercanía para acariciarle el cabello, distraído.
― ¿Alphonse?― dijo la voz de Winry a través del auricular. No era necesario estar en frente de ella como para no saber que había estado llorando. Él la conocía bastante bien.
― Winry, ¿estás bien?― preguntó preocupado, separándose un poco de May.
― Sí, no te preocupes.
― No suenas como si lo estuvieras. ¿Necesitas que vaya por ti a algún lado? ¿Dónde estás?
May lo miró atentamente mientras él comenzaba a caminar a lo largo de la cocina de un extremo a otros mientras platicaba con Winry. Alphonse de repente había adoptado una expresión seria. ¿Había pasado algo malo? Sintió auténtica angustia. Reconocía que la rubia y ella no eran tan cercanas, pero la chica era muy dulce con ella y era fácil tomarle cariño.
― De acuerdo, ya voy para allá… Sí, no te preocupes, no creo que a los chicos les importe… Claro, nos vemos―. Alphonse cortó la llamada y respiró sonoramente.
― ¿Le ha pasado algo a Winry?
― No me quiso decir por teléfono. Está en mi casa. Creo que iré para allá.
La muchacha asintió con cierta resignación. No negaba que una de las cosas que más le gustaban de Alphonse era su empatía por los demás, pero en esos momentos, se estaba sintiendo desplazada. Se acercó a él y le acomodó el flequillo con sus dedos de manera cariñosa.
― ¿Quieres que te acompañe?― se ofreció. Quería que él sintiera que ella siempre estaría con él apoyándolo, pero él le tomó de la muñeca y la apartó de su cabello.
― No es necesario― se apresuró a decir.
Ella se encogió de hombros con una sonrisa triste, sintiéndose rechazada. Él salió de la cocina para despedirse de Ling y Ran Fan, dejándola sola y con ganas de llorar.
OoOoOoOoOoOoO
Riza jugaba con sus manos nerviosamente, captando la atención de Roy. A pesar de esto, ella mantenía un semblante tranquilo mientras observaba con detenimiento los detalles del lugar. Él colocó su mano sobre las de ella y les dio un pequeño apretón.
― Tranquila, mujer― le dijo, dedicándole una sonrisa. Ella frunció el ceño en respuesta.
― Si me hubieras dicho que me ibas a traer a este restaurante, hubiera procurado venir un poco más acorde, ¿sabes?
― Si te hubiera dicho que te iba a traer a este restaurante te hubieras negado, diciendo que era demasiado caro.
― Bueno, sí.
Roy se inclinó para besarla, pero ella se apartó rápidamente.
― Que no se te olvide que todavía somos amigos― puntualizó ella.
― Y los amigos no se besan en la boca― continuó él.
― Así es― sonrió Riza, dándole un par de palmadas en la cabeza―. Buen chico.
― Prácticamente sólo te hace falta darle una galleta, ¿no?― interrumpió el recién llegado. Era Maes.
Riza rápidamente se ruborizó. Dio un sorbo a su limonada para aclararse la garganta.
― Y menear la cola― dijo ella, tratando de seguir la broma.
― ¿Podrían no hablar de mí como si no estuviera presente?
― ¡Roy! ¿Siempre estuviste aquí?― respondió Hughes fingiendo sorpresa― Pensé que Riza había venido con su mascota.
El otro bufó molesto.
― ¿No ibas a salir con Gracia el día de hoy?
― Sí. De hecho ella está en el baño― respondió el otro―. ¿Te molesta si los acompañamos?
― Mientras tú pagues su cuenta…
― ¡Eres un pésimo amigo!
― ¡Esto no tiene nada qué ver con la amistad!
― ¡Eres un tacaño!
― ¡Ah, aquí estás, cariño!― dijo una chica con alivio. Tenía unos grandes ojos color verde esmeralda y su cabello era corto de color rubio oscuro. Maes giró a verla y Riza notó cómo los ojos de él brillaron de una forma especial― ¿Sucede algo?
― Pues nada, que me he encontrado con un amigo―respondió el muchacho― y nos invitó a cenar. Dice que no te preocupes, que él paga la cuenta, ¿verdad, Roy?
― ¿Ah, sí?― se sorprendió la muchacha― ¿No será ninguna molestia?
― Claro que no― se apuró a contestar Riza. Miró de reojo a su acompañante quien la miraba fijamente, dolido por su traición.
― Claro, siéntate con nosotros― dijo Roy sonriendo. El hámster en su cabeza estaba comenzando a idear cómo sacarle ventaja a la situación―. Mira, Gracia, ella es Riza, es mi novia. Cariño, ella es Gracia, novia de Maes.
Riza abrió la boca con sorpresa y pisó a Roy por debajo de la mesa. Él giró a verla con una sonrisa de autosuficiencia, pasando un brazo por los hombros de ella.
― Mucho gusto― dijo Gracia, extendiendo su mano hacia la rubia. Ella correspondió el gesto, devolviéndole la sonrisa muy a pesar.
El mesero se acercó, trayéndoles la carta del menú. Riza aprovechó y tapándose la cara con la carpeta, se inclinó hacia Roy y le habló en la voz más baja que pudo:
― ¿Qué diablos te pasa?
― No sé a qué te refieres― respondió el, sin voltear a verla―. ¿Sabes si el pavé de saumon de aquí está rico?― preguntó él tratando de imitar el acento francés.
― No me cambies el tema.
Roy la miró divertido y comenzó a acariciarle el hombro.
― Relájate y diviértete. No todos los días eres la novia falsa de alguien― y se inclinó a darle un beso en el hombro.
― Eres imposible― murmuró ella.
Él se rio en respuesta. La rubia rodó los ojos. Volvió a dirigir su vista al menú, buscando el platillo más caro. Ni siquiera sabía qué era ni cómo pronunciarlo, así que para evitar la vergüenza sólo se lo señaló al mesero lo que quería.
― ¿Y cómo se conocieron?― se interesó Riza, mirando a la pareja que tenía en frente de ella. Ambos se miraron el uno al otro, con una sonrisa. La chica no pudo evitar sentirse rara. ¿Acaso era normal toda esa miel que ambos desprendían?
― Bueno― comenzó la mujer, comenzando a jugar con el salero que había en la mesa―, Maes es amigo de un primo mío. Nos conocimos en su fiesta de cumpleaños.
― Fue amor a primera vista― dijo el muchacho, haciendo sonrojar a su novia.
― ¿Y ustedes?
― En la escuela― dijo Roy, incluyéndose en la conversación, mirando a Riza fijamente―. No fue nada fácil, ella me odió desde el primer momento, pero con mi amor, logré ganarme poco a poco su corazón.
Nuevamente se inclinó hacia ella y recargó su nariz contra la cabeza de ella, aspirando el aroma a jazmines de su champú. Riza sintió un pequeño escalofrío placentero al sentir la respiración tan cerca.
― Eso es muy lindo― dijo Gracia.
― Sí― susurró la otra.
El muchacho depositó un beso rápido sobre su cabello y Riza se sonrojó levemente. Volteó a verlo. Él ya estaba jugando con una servilleta con una sonrisa tímida, pero al sentirse observado, también la miró. Riza comenzó a sentir demasiado calor repentinamente, así que apartó la vista.
El resto de la velada ocurrió tranquila. Roy ya no volvió a intentar tener demasiado contacto físico con ella, pues no quería que creyera que se estaba aprovechando de la situación y, aunque casi le da un infarto cuando llegó la cuenta, se comportó lo mejor que pudo y pagó la cantidad sin chistar.
Ambas parejas salieron del establecimiento, se despidieron y marcharon en direcciones opuestas. Roy metió sus manos a los bolsillos de su pantalón mientras caminaban y Riza sólo siguió a lado sin decir nada. Se sorprendió de que el silencio entre ambos no resultara incómodo. En realidad, estar con Roy era totalmente lo opuesto a la incomodidad.
Parecía lejana aquella tarde en la que le había llamado a Jean para que la ayudara a encontrarse con el pelinegro. Aunque el muchacho mostró cierta resistencia al principio, terminó apoyándola.
Cuando Roy se encontró con Riza en la entrada de su casa en lugar de Jean, pensó que era un mal chiste y estuvo a punto de cerrarle la puerta de la cara, pero él no podía hacer eso. Sobre todo cuando ella le dijo que pensaba darle una oportunidad para salir con ella, aunque aclarando que sólo era para que ambos se conocieran mejor, no como pareja. Él lo dudó durante unos segundos, pues aún se sentía inseguro, no por él, sino por ella.
Rápidamente todas las preguntas se disiparon después de la primera vez que salieron a solas. Ambos se dieron cuenta que en realidad tenían algunos temas en común diferente a los temas de escuela y que, aunque a Riza le costara un poco más admitirlo, tenían química. No es que no lo hubieran notado desde el principio, pero ella pretendía fingir ignorar ese factor.
― ¿Puedo llevarte hasta tu casa?― preguntó él, una vez que habían llegado hasta el estacionamiento.
― ¿Estás seguro? Digo, no quiero que tu papá se moleste porque le devuelvas el coche tan noche.
― Yo creo que no le importará si le explico que fue por una buena causa.
Ella aceptó la invitación y dejó que él le abriera la puerta del auto. Otro de los puntos que la muchacha le encontraba a favor a su compañero es que era su caballerosidad sin presunciones, sino con auténtica cortesía.
Después de conducir durante algunos minutos, él se detuvo frente a la casa de Riza.
― Listo― dijo Roy, apagando el coche―. Espero que la hayas pasado bien esta noche.
El muchacho puso una mano en su mejilla y se inclinó para besarle la frente.
― Roy…― lo llamó ella, con voz temblorosa.
― Dime.
En respuesta ella cerró los ojos y acercó su rostro al de él, provocando que sus narices chocaran con suavidad. El pelinegro suspiró, conteniendo sus deseos de besarla, sin embargo ella pasó sus brazos por su cuello y se inclinó, acortando aún más la distancia entre ellos.
― Riza…― murmuró él con voz ronca.
― ¿Ajá?― respondió ella.
Él pasó saliva, se alejó un poco para poder observarla mejor y la besó en una mejilla. Ella no dio señales de apartarse. Besó su otra mejilla, su frente, el puente de su nariz, la barbilla y, finalmente, depositó un suave beso sobre sus labios. Riza suspiró.
― ¿Tanto tiempo esperando para que fuera tan corto?― dijo ella en tono divertido, abriendo los ojos. Él se rio y volvió a inclinarse, rozando sus labios.
― ¿Estás segura? Porque los amigos no se besan en la boca, ¿sabes? Y no quiero que creas que soy un chico fácil.
― ¡Dios! Hablas demasiado.
Riza terminó de juntar su boca con la de él. Roy correspondió el beso casi en automático. Posó su mano sobre la cintura de ella, quien dio un respingo por el roce, pero no se separó. Comenzó a rozar con la punta de su lengua los labios de ella, tratando de introducirla en su boca, ella pareció captar el mensaje, separando un poco más sus labios para facilitarle el acceso. Él suspiró, mientras sentía cómo el beso comenzaba a aumentar de velocidad. Subió su mano de la cintura de Riza siguiendo el camino de su columna vertebral, ella gimió suavemente contra su boca.
Él se separó de su boca y continuó su recorrido de besos por detrás de su oreja y después por el cuello. La chica sólo tiró ligeramente del cabello de él, quien en automático volvió a su boca. Buscó la manera de desabrochar el cinturón de seguridad y con un movimiento rápido la atrajo aún más hacia él, quedando sentada ella encima. Roy pasó sus manos hacia las caderas de ella y jaló de ellas ligeramente, provocando que sus cuerpos quedaran todavía aún más cerca. Riza se sobresaltó por la sensación y cortó el beso, pero él rápidamente dirigió su atención a su cuello. La chica se mordió el labio inferior. Sentía cómo las respiraciones y la ropa de ambos se volvían más pesadas. Roy parecía saber exactamente qué hacer para que ella terminara cediendo.
"Entonces con tanta experiencia debe ser muy bueno, ¿no crees?"
Mierda. Era una estúpida.
Él sabía cómo conquistar a una chica. Él sabía cómo tratarla, besarla y tocarla para que ella terminara metida en su cama y había caído redondita.
― R-roy…― lo llamó ella, tratando de regular el ritmo de su voz. Él hizo un ruidito raro mientras comenzaba a besarla a la altura de sus calvículas―… ¿Cuántas… n-novias has… has tenido?― él se detuvo― Es simple curiosidad.
Él suspiró.
― No sé, no las cuento― respondió. Volvió a buscar la boca de Riza, pero ella continuó.
― ¿T-te… has…? Bueno, ya sabes… Tú y ellas…
Roy la miró sin entender.
― ¿Qué cosa?
― Pues ya sabes…
― No sé de qué hablas― dijo él, encogiéndose de hombros.
― Claro que sabes de qué hablo, no quieras pasarte de listo― sentenció ella. Él rodó los ojos y bufó.
― ¿Es en serio?― preguntó el pelinegro― ¿Para qué quieres saberlo?― ella no respondió, pero tampoco dio señales de querer continuar con la sesión de besos― No es importante el número de chicas que hayan estado antes o si me acosté con ellas, ¿sabes?
― Para mí sí…
― ¿Por qué? A mí no me interesa si has estado con otros chicos antes, sólo sé que quiero estar contigo, en tiempo presente y, para variar, no quiero que haya otros chicos después, ¿sí? Suena tonto y cursi, pero quiero ser el último.
Ella agarró aire. Y dijo lo peor que se le vino a la mente.
― ¿Eso se lo dices a todas o sólo a mí?
Roy gimió con exasperación.
― ¿Sabes qué? No importa lo que yo diga si eso no te hace cambiar de opinión respecto a mí― dijo Roy, apretando los labios. Bufó―. ¿Qué es lo que quieres escuchar? ¿Que sólo eres una más de mi interminable lista de conquistas?
― No…― respondió la rubia, con voz temblorosa.
― ¿Entonces?
― Nada.
Ella se quitó de encima de él y nuevamente se instaló en el asiento del copiloto.
― No vayas a llorar, por favor.
― ¡Por Dios! No voy a llorar por esto.
― Bien― dijo él secamente, colocando sus manos frente al volante―. Siempre he detestado que las chicas lloren por todo y crean que con eso se solucionan las cosas.
― Nadie pidió tu opinión, Roy.
Silencio.
― 35― dijo él.
― ¿Qué?
― He estado con 35 chicas diferentes. He salido con otras tantas, pero en este momento no recuerdo a todas.
― Ah.
― Te puedo hacer una lista de sus nombres y pasarte sus números. Digo, si quieres tener alguna referencia de cómo soy en la cama y que dejes de tener tantas dudas― continuó Roy en tono sarcástico―, pero yo te aconsejaría que mejor te enteraras por ti misma. Prometo que no va a ser nada decepcionante.
― Eres un cerdo.
Él rio, aunque claramente incómodo.
― Pues es que crees que sólo te quiero para eso, ¿no?― comenzó a decir― Por eso no quieres ser mi novia, porque piensas que voy a aprovechar la hora del receso para meterte al baño, que después de la escuela te voy a llevar a mi casa, que en la noche me voy a meter a tu cuarto a escondidas de tu papá y durante los fines de semana no vamos a salir de la cama, ¿no? Porque según tú, es para lo único que quiero que seamos novios, ya que estoy enfermo y sólo quiero sexo― volteó a verla―. Pero no, Riza, no pienso gastar todo el dinero que me dan mis papás en condones. No niego que estaría genial, pero no es lo único que quiero hacer contigo.
Riza se removió incómoda en su asiento. Él apoyó su frente sobre el volante y maldijo por lo bajito.
― Lo siento― murmuró él.
― De acuerdo.
El chico se bajó del automóvil y le abrió la puerta. Extendió su mano para ayudarla a bajar y la acompañó hasta la entrada de su casa.
― Yo también lo siento― suspiró ella, una vez en el pórtico.
― ¿Por qué?
― Porque creo que también me he estado comportando como una idiota contigo.
― No te entiendo.
― Me gustas, Roy.
Él nuevamente la miró, arqueando una ceja.
― ¿Segura?
― Sí.
― ¿Totalmente?
Ella se puso de puntitas y lo besó con suavidad.
― Totalmente.
OoOoOoOoOoOoO
Winry miraba el fondo de la taza de té que Trisha le había preparado. La mujer se sentó a su lado y le ofreció un pañuelo. ¿Cuándo había comenzado a llorar nuevamente? Hipó.
― Gracias.
Ella le sonrió y le acarició el cabello con ternura. La muchacha se enjugó las lágrimas, aunque quizás de forma inútil, pues a pesar de sus esfuerzos por detenerse, parecían no querer dejar de salir. No quería preocupar aún más a la señora Elric, sin embargo, era el único lugar que encontró como refugio, ya que era, sin contar a su abuela Pinako, como una segunda madre para ella, sólo que a diferencia de su mamá, Trisha la consolaba sin armar tanto escándalo y sin necesidad de explicaciones, probablemente a consecuencia de haber criado a dos varones, sobre todo porque uno de ellos no era tan dado a hablar de sus sentimientos.
La mujer únicamente se separó de ella cuando su marido llegó a casa para ayudarle a quitarse el saco. El hombre miró a la chica, con cierta sorpresa, pero no hizo ningún comentario sobre su aspecto que, Winry deducía, debía ser lamentable. ¿De qué otra manera podía lucir alguien quien había llorado toda una tarde?
― Buenas noches― la saludó él, revolviéndole el cabello cuando pasó a lado de ella, quizás un poco tosco y torpe para su gusto, pero no se quejó, sabiendo que el hombre no era bueno para las muestras de afecto. Ed tenía que sacarlo de algún lado.
― Buenas noches― respondió con voz ronca.
El hombre se sentó en el sillón que estaba en frente de ella y la observó durante unos segundos, aunque sin saber muy bien qué decirle. Se acomodó los lentes y le dirigió una mirada de soslayo a su esposa, quien estaba acomodando su abrigo en el perchero. Winry miró a sus pies, incómoda y avergonzada. De repente todas sus ganas de llorar habían desaparecido. El padre de sus amigos siempre le había parecido atemorizante, aunque en realidad nunca habían convivido mucho, debido a que él solía estar de viaje la mayor parte del tiempo debido a su trabajo, algo que a Ed le molestaba mucho.
― Entonces…― comenzó Hohenheim, mirando a su esposa, como esperando que ella lo rescatara de la situación, pero ella no captó su idea―... Trisha, ¿dónde están los niños?
― Alphonse está en casa de Ling y Edward fue a estudiar con una amiga.
― Oh, ya veo… No deben de tardar, ¿cierto?― dijo él, en tono aliviado y mirando a Winry, como si tratara de animarla.
― Eso espero― dijo Trisha, sentándose a lado de Winry y tomándole de la mano―. Cariño, ¿te quedarás a cenar?
― De hecho… Eh… Yo… No lo sé, no quiero ser importuna.
― Sabes que siempre es un gusto tenerte en nuestra casa, ¿no es así, querido?
― Eh, así es, Winry.
La muchacha asintió, agradecida y la mujer alargó su brazo hacia el teléfono.
― Toma, para que avises en casa.
Winry obedeció, aprovechando que ya había dejado de hipar y que sentía que sonaría más calmada como para que su mamá no notara lo mal que se encontraba anímicamente. De hecho, Sarah no la cuestionó en lo absoluto y supuso que la decisión la había tomado después de haber estado con Ed y Al durante la tarde.
― Sólo asegúrate que te acompañen de regreso a casa. No me gusta que andes tan tarde y a solas en la calle.
Winry suspiró. Si tan sólo supiera lo que había pasado a plena luz del día y justo en frente de su propia casa.
― De acuerdo, no te preocupes por eso.
Colgó y se levantó para colocar el teléfono en su lugar.
Trisha había aprovechado para ir a la cocina mientras ella hablaba con su madre y Hohenheim la había seguido, dejándola sola con sus pensamientos. Miró a sus pies, sintiendo cómo las lágrimas nuevamente se agolpaban en sus ojos, pero al escuchar cómo la puerta de la entrada se abría, se talló los ojos para evitar que notaran que estaba llorando. Esperaba encontrar a Al, sin embargo se enfrentó a un Ed que silbaba tranquilamente sin reparar en su presencia. Winry sintió un nudo en su estómago. Él se notaba feliz y ella sólo iba a arruinarle la noche.
― ¿Eh? ¿Qué haces aquí?― señaló el rubio, confundido.
― ¿Qué manera es esa de saludar a una amiga, Edward?― lo regañó Hohenheim desde la cocina. El aludido hizo una mueca de fastidio.
― A mí también me da gusto verte, Ed― dijo Winry, tratando de sonar como siempre.
― Ese no es el punto― dijo el muchacho, evitando mirarla directamente.
La chica caminó hacia él y lo abrazó con fuerza, pasando sus brazos debajo de los de él. Edward pasó saliva.
― ¿Sucede algo, Winry? Estás actuando muy raro.
― Cállate, Ed― murmuró ella contra su hombro.
El muchacho obedeció, aunque no muy convencido, con sus brazos colgando a los costados. Vio cómo sus padres se asomaban desde la cocina, Hohenheim lo miraba con curiosidad, mientras su mamá lo felicitaba mediante señas. Tuvo el impulso de empujar a la chica para apartarlo de sí, sin embargo el contacto era agradable y terminó correspondiendo al abrazo a pesar de que le avergonzaba hacerlo sabiendo que sus padres le observaban. La sonrisa de Trisha se hizo aún más amplia y dio brinquitos en su lugar, mientras su padre levantaba ambos pulgares. ¿Qué diablos pasaba con ellos?
Winry se separó de él después de unos instantes que a l rubio le parecieron eternos y, aunque en el fondo había deseado que el abrazo durara un poco más, a la vez se sentía un poco agradecido porque hubiera finalizado. Esto último no era sólo porque sus padres seguían fisgoneando desde el pasillo, sino por el sentimiento de culpabilidad que lo estaba invadiendo.
¿Besó a Clara porque quiso? Sí. ¿Estaba feliz por haberlo hecho? Obviamente. ¿Volvería a hacerlo si se daba la oportunidad? Por supuesto que sí, sobre todo considerando que ella había correspondido el beso y que le había tomado de la mano para continuar el camino hacia casa de ella, donde la rubia le dio un beso rápido como despedida.
Sin embargo, ahora con Winry frente a él, comenzaba a dudar acerca de si había sido lo correcto haber besado a Clara y si en realidad se había sentido tan bien como recordaba. Ver a la chica sentada en el sofá lo había descolocado un poco –ya que no esperaba encontrársela-, pero el abrazo terminó por confundirlo completamente.
― Ed, aún falta un poco para que la cena esté lista― interrumpió Trisha, secándose las manos en el mandil blanco que usaba para evitar ensuciar su vestido lila―, ¿por qué no vas con Winry a dar una vuelta mientras tanto? Creo que ella necesita hablar de algo.
Edward dirigió su atención a la chica, quien tenía la vista centrada en el piso. Fue cuando se dio cuenta que Winry no sólo estaba rara, sino que sus ojos estaban vidriosos y su nariz rosada, como si hubiera estado llorando. Si bajaba un poco más la vista, notaba ciertos moretones en su cuello y en el inicio de su escote, así como alrededor de las muñecas. El muchacho sintió cómo la sangre comenzaba a agolparse fuertemente en su cabeza y caminó pesadamente hacia la puerta, seguido por la rubia.
Caminaron en silencio hasta un parque casi desierto, si no fuera por la presencia de un señor paseando a su perro. Edward se sentó sobre el pasto, ignorando olímpicamente el cartel donde se indicaba que eso estaba prohibido y apoyó su espalda contra el tronco de un árbol, Winry le imitó, poniéndose a lado de él. Ella comenzó a seguir su vista hacia el canino, buscando algo que la distrajera para evitar conversar con Ed. Dio un respingo cuando él le tomó del antebrazo más próximo a él y después acercarlo a su rostro para inspeccionar con más detenimiento sus muñecas. Ella se soltó rápidamente del agarre, recibiendo una mirada confundida.
― Mamá dijo que necesitabas hablar de algo― dijo Ed, con voz queda―. ¿Tiene algo que ver con esos moretones?
Winry se removió incómoda en su lugar.
― Hey, sabes que puedes confiar en mí, ¿cierto? Somos mejores amigos.
Ella pasó saliva.
― Preferiría hablarlo con Al.
Edward sintió como si le cayera un balde de agua fría. Se puso rápidamente de pie, dándole la espalda y se revolvió el cabello, claramente incómodo por la respuesta que había obtenido de ella.
― Bien, bien. Se me olvidaba que Al también es tu mejor amigo.
― No es eso…
― No te preocupes. Entiendo, él es un poco más… No sé, ¿empático? ¿Comprensivo?
― No― suspiró Winry―, es sólo que él es menos violento.
Edward giró sobre sus talones para encararla.
― Es decir… Tú te enojas más fácilmente… Yo también, pero Al es más sereno y prudente…
― Y yo no― sentenció Ed.
― Pues eres un poco más impulsivo y…
― Y te da miedo que vaya y golpee al estúpido que te hizo eso, ¿no?
Winry agachó la mirada.
― Mira, prometo que no haré nada estúpido si me dices quién fue y qué te hizo, exactamente.
Edward ni siquiera se había dado cuenta de que había cerrado los puños, hasta el momento en que sus uñas ya le estaban lastimando las palmas y sus uñas se habían vuelto completamente blancos.
― ¿Fue Russell?
― Ed, por favor…
El muchacho golpeó el árbol.
― ¡Maldita sea, Winry! Deja de protegerlo― le gritó, aunque se arrepintió casi al instante, cuando vio que ella estaba comenzando a llorar. Bufó y se puso de cuclillas para quedar a la misma altura―. Winry― la llamó, más calmado―, ¿qué te hizo?― ella negó con la cabeza. Él la tomó de ambos brazos, presionándola contra el tronco del árbol― Winry, me estoy imaginando lo peor. Necesito que me digas que sólo fueron esos chupetones.
― Suéltame, por favor, Ed. Me estás haciendo daño― susurró ella. Él suavizó el agarre. La chica cerró los ojos y tomó aire―. Sólo fueron esos chupetones porque no le dejé llegar más lejos, ¿contento?
― Entonces sí trató de abusar de ti― sentenció Edward. Ella apartó la mirada.
― Sí, pero no pasó nada. Logré escapar a tiempo, Ed. Eso es lo importante.
― ¡No!― le gritó él, poniéndose de pie― ¡Lo importante aquí es que ese maldito me las va a pagar!
Edward hizo ademán de irse, pero Winry rápidamente se levantó y lo detuvo, tomándole del brazo.
― Por favor, Edward, no… No vale la pena.
― ¿Ah? ¿Estás diciéndome que lo que te hizo no es motivo suficiente?
― No me hizo nada, Ed. No se lo permití.
― ¡Entonces debo esperarme a que te haga algo más! ¡ ¿Uh? !― dijo Edward, quitando la mano de ella― No te entiendo Winry.
― Sólo no quiero armar un drama por esto. No quiero que te metas en problemas por mi culpa.
Edward comenzó a caminar, alejándose, para posteriormente volver a ella. La miró, tratando de decir algo coherente, pero estaba demasiado molesto como para lograrlo. Nuevamente se dirigió hacia la calle, arrepintiéndose sólo unos pasos después, regresando a Winry para abrazarla, tratando de calmarse.
― Creo que ya está lista la cena― masculló Ed, hundiendo su cara en el espacio que había entre el cuello y el hombro de su amiga.
― Seguro― asintió la chica.
Ambos se separaron y caminaron en silencio de regreso a la casa de la familia Elric. Edward volteó a ver en varias ocasiones a su acompañante, sin embargo ella parecía demasiado metida en sus propios pensamientos como para darse cuenta.
Nuevamente la culpabilidad estaba apoderándose de él. Quizás si hubiera ido por Winry para ir a casa de Ling, las cosas no hubieran terminado así. Quizás ambos hubieran podido pasar una tarde tranquila con sus amigos y ella hubiera estado a salvo. Sin embargo, de no haber sido así, Clara no se le hubiera declarado y no se hubieran besado. Se regañó mentalmente. Un beso no valía la pena como para arriesgar la seguridad de su amiga.
― ¿Y qué hiciste tú en la tarde?― preguntó Winry cuando estaban a un par de casas de su destino, como si acabara de leer sus pensamientos. Él se sonrojó abruptamente.
― Nada, nada. Sólo estudié con Clara, ya sabes, lo de siempre.
― Ya veo― sonrió ella, aunque Ed pudo notar cierta tristeza en sus palabras.
Ninguno agregó nada más.
Fue Alphonse quien les abrió la puerta y recibió a Winry con un abrazo. Él era más afectuoso que su hermano mayor y Ed sentía una especie de celos debido a la facilidad con la que Al podía abrazar a cualquier chica sin sentirse avergonzado, sobre todo si la chica era Winry.
― Estoy bien, Al, tranquilo― respondió la rubia, mientras Alphonse se disculpaba por no haber podido llegar antes―. Tu hermano y yo ya hablamos del asunto y lo mejor será dejarlo así, ¿no, Ed?
El aludido cruzó los brazos y rodó los ojos.
― Lo que digas― murmuró Ed y se fue a la cocina.
― ¿Segura que todo está bien?
― Confía en mí, Al.
― De acuerdo.
Winry sabía que Alphonse había notado sus heridas como Ed, pero que a diferencia de él, el menor no insistiría si ella no quería hablar al respecto y la muchacha estaba internamente agradecida con él por su discreción.
¡Listo!
Holas, holitas. ¿Qué tal? ¿Han notado lo largo que quedó este capi y que he tardado menos en actualizar? (Estoy tan orgullosa de mí *sniff*).
Dejando a lado ese punto, me gustaría aclarar que este es un fic clasificado como T, así que lamento decepcionarlos, chicos, pero aquí no habrá nada de limones. Pinky promise. Lo que sí es que esto va tomando cada vez más forma (espero). Vamos a paso (súper) lento, pero seguro.
En fin, un abrazo.
Bye-BEE!