El cuchillo se clava en la piel como si fuera de mantequilla. Atraviesa las capas de piel, de nervios y músculos sin que Annie se inmute. Ya no siente dolor, solo entumecimiento. Se siente tan rígida que ha de recurrir a esto para sentirse viva, aun a sabiendas que está vacía por dentro.

La sangre que emana la herida cae en el fondo de la bañera. Blanco y rojo. El rojo gana al blanco, para variar. Los cortes y hematomas ya no le afectan. Se siente inmune, pero a la vez está más débil que nunca. Las voces no hablan, ya solo hay gritos apagados que le ponen la piel de gallina.

Tiene los ojos resecos, pero no quiere llorar. Ya no tiene fuerza para ello. Solo mira los azulejos mientras se va desangrando. Se pregunta cuánto tiempo lleva ahí, como ha llegado a este estado o porqué no quiere salir de él. Se pregunta si se estará muriendo, y si es así cuánto tardará.

Su mata de cabello enmarañado cae por su espalda desnuda y le molesta. Le pica. Lo agarra con una mano y estira de él, sintiendo más dolor en el nacimiento del cabello. Se lleva la mano a la altura de los ojos y observa pequeñas hebras enredadas. Se agarra el cabello de nuevo y estira de él, distraída por el nuevo dolor.

Es una especie de purificación. El dolor es natural, es real y vívido. Mientras siga sintiendo dolor seguirá siendo humana y no será un monstruo. No es consciente de que ahora parece más un monstruo que una persona.

Finnick mira la casa de la vencedora con la duda marcada en el rostro. Son las cuatro de la mañana, pero le dijo que volvería a verla. Solo quiere asegurarse de que se encuentra bien.

Entra en la estancia con la llave de repuesto que se llevó. Silencio total. Finnick se traga el nudo de la garganta y la llama. Nadie contesta, y eso lo pone más nervioso todavía. Empieza a registrar la casa, y para cuando la encuentra la vencedora ya se ha desmayado.

Después de curar todas sus heridas, Finnick espera pacientemente a que despierte. Realmente no sabe que decir al respecto, está horrorizado por lo lejos que ha llegado. Contempla su cuerpo desnudo y envenado mientras advierte que no debe haber comido o bebido desde que se fue hará un par de días. La falta de sangre le hace tener un color pálido y enfermizo.

Por otra parte está agotado. Hoy ha sido de las peores sesiones de sexo morboso de su vida. Se siente adolorido espiritual y no tan espiritualmente. Solo quiere dormir un poco, pero tiene que velar por Annie…

Annie despierta en los brazos de Finnick, y por un momento cree que está soñando. Su amor pletórico la agarra con fuerza, tumbado encima de la cama. Pestañea un poco al encontrarse fuera de la bañera. Parece su habitación, pero no lo es. Es más clara, y tiene más cosas en ella. Las cortinas están abiertas. Las paredes pintadas de color verde como el mar.

Se siente abrumada y confusa. Su cerebro es incapaz de dar respuesta. Se mira el cuerpo, y ve que está medio desnuda y cubierta de vendas. Por un momento tiene vergüenza, pero Finnick ya la ha visto así alguna vez que otra. Mira la expresión de Finnick y ve que este se ha quedado dormido. Unas enormes ojeras demacran su rostro, aunque sigue siendo bonito.

La vencedora acerca una mano temblorosa al rostro de Finnick. Sus facciones son malditamente perfectas, sobre todo ahora que estando dormido no pone su típica sonrisa forzada. Se pregunta con quien se habrá acostado la noche pasada, y eso la turba de alguna manera.

Intenta sacarse esos pensamientos de la cabeza, pero ya es demasiado tarde. Como si las hubiera llamado, las voces vuelven y arremeten en su conciencia con una nueva intensidad, tanta, que queda aturdida.

¿Te gusta Finnick Odair?

¿Con quién habrá pasado hoy la noche?

Con una asesina como tú nunca hablaría…

Asesina…

Eres una carcasa vacía…

Estas vacía… solo te mueve el odio…

La maldad…

Finnick te tiene miedo…

Annie grita de desesperación y despierta a Finnick sin querer. Busca desesperadamente algo con lo que herirse, algo con lo que espantar las voces. El la abraza intentado calmarla, pero es inútil. Su respiración es errática, sus ojos están aguados y muestran la locura de su interior. Finnick sabe lo que tiene que hacer, aunque odie la idea.

Intenta soltar a Annie con rapidez y buscar el teléfono. Llama las urgencias del capitolio. Rápidamente contestan, y él da los datos mientras vigile que Annie no se saque los ojos con las uñas.

Finalmente acuerdan ir a buscarla, pero antes quiere calmarla.

Le dice que todo saldrá bien, y por una vez Annie lo cree. Si Finnick dice que todo saldrá bien, es que todo va a salir bien. Porque nunca le ha mentido. Así que se relaja y deja que él la acune en sus brazos a la espera del aerodeslizador. Pero antes, tiene que preguntar algo.

—Finnick, ¿tú me quieres?

Dice tu me quieres, y no otra cosa, porque siempre se ha preguntado si alguien le quiere hacer bien en este mundo. Se lo pregunta a él porque es el más cercano que tiene… Y sin embargo no espera que le diga que sí, porque él es el maravilloso Finnick Odair, y Annie es solo Annie.

Finnick contempla unos instantes los ojos de Annie, que lo miran con verdadera interrogación. Curiosos, sus ojos. Parecen más redondeados de lo normal y están permanentemente aguados, dándole la expresión de un cachorro triste. Sonríe y contesta sin dudar.

—Si

Annie hace un amago de sonrisa, pero sin motivo alguno vuelve a gritar y a taparse los oídos. Finnick escucha el aerodeslizador y la calma mientras la arrastra hacia las escaleras. Por el camino le otorga una toalla para cubrirse un mínimo.

Así que para veces futuras, Annie ya sabe que puede confiar en Finnick. Y él ya ha aprendido que tendrá que cuidar de los dos.

FIN

Gracias por los comentarios y favoritos que ha recibido la historia. Este es el fin por mi parte, pero si a alguien le apetece retomarla que me envíe un mensaje privado. ¡Hasta pronto!