¡Buen día, chicos!

Aquí les caigo una especie de two o threeshot que llegó en un golpe de inspiración luego de ver varios videos de un deporte extremo muy chido llamado "Parkour" ó arte del desplazamiento. Aquí les dejo los links de dos videos en Youtube para que echen una miradita a este fascinante deporte:

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Así mismo, me gustaría dedicar este fic a Garu0212 y a Symphknot, a la primera por su fic de regalo sobre la pareja Josh MeyersxClyde Donovan en su serie "Drabbles de South Park" y a la segunda por sus felicitaciones de cumple :-). Chicas, ojalá les guste el primer episodio de este fic :-).

Sin más qué decirles, excepto el típico disclaimer de que YO NO SOY TREY PARKER NI MATT STONE, POR LO TANTO, YO NO CREÉ SOUTH PARK (T.T Lástima) Y HAGO ESTO NADA MÁS POR DIVERISÓN, aquí les dejo este fic llamado:


Parkour of freedom.

Dedicado a: Garu0212 y a Symphknot. ¡Un abrazo, chicas!


I.

Parkour.

Todo un arte, un deporte extremo, un grito de libertad… Una nueva forma de ejercitar tu mente, tu alma, tu espíritu y tu cuerpo.

Es una carrera libre que prueba hasta que límites podemos llegar; es una carrera en todos podemos saltar barreras, escalar paredes, hacer toda clase de acrobacias… Todo con control, confianza en Dios y en sí mismo, con disciplina y con coordinación de cuerpo y mente. . Es como un juego de adrenalina y de pasión por sentir el viento en el rostro y distribuir tu energía en tu cuerpo.

Creo que ha sido ese aspecto lo que me atrajo del parkour desde los catorce años.

Uhmmm… Tal vez cuando mi viejo me castigó por enésima vez por no recuerdo qué pendejada. Recuerdo que estaba llorando en el parque del pueblo cuando conocí a Marcus y a Selene, mis dos mejores amigos con quienes vivo ahora en Londres; a ambos los vi ejecutar el parkour en los juegos para niños con maestría y gracia, como si se tratara de un juego.

Me había quedado tan fascinado con ello, pero tan fascinado, que pensé por un momento en intentarlo. De todos modos, no tenía nada que perder excepto la vida. En fin, esperé a que ellos se fueran para poder hacerlo en solitario y no hacer el ridículo, que ya estaba harto de recibir las burlas de todos.

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::Flashback::

Butters, de 14 años, se levantó con esfuerzo y, con mirada desafiante, intentó nuevamente subirse a los paralelos e intentar dar una voltereta idéntica al que había visto ejecutar al chico del suéter blanco con rojo. No obstante, nuevamente cayó y por poco se rompía el tobillo, pero eso no lo detendría. No hasta perfeccionarlo, hasta lograr al menos una reproducción fiel y exacta de aquella pareja de chicos amantes del parkour.

En fin, una vez más se subió a los paralelos y, respirando hondo, cerró los ojos y, enfocando todas sus energías en su cuerpo, tomó impulso y saltó tratando de dar una vuelta de 360° sin éxito.

- Estás iniciando mal – le dijo una voz.

Butters levantó su rostro.

Ahí estaban esos dos, los chicos del parkour; ambos parecían haber estado observando sus vanos intentos de poder hacer las mismas acrobacias que ellos.

Levantándose con trabajo y con una sonrisa en el rostro, replicó:

- Tal vez… Pero por algo debo de comenzar.

- Deberías comenzar con ponerte en forma- le dijo la chica de pantalones pescador, tenis grises y suéter rojo -. Necesitas una buena condición física para hacer esto, chico. Condición física, disciplina y coordinación de cuerpo y mente.

- Bueno… No tendría problema al respecto si no fuera porque acabo de huir de un lugar a donde no quiero regresar.

::Flashback::

&%&%&

Sentía el viento en mi rostro mientras que los chicos y yo corríamos por las azoteas haciendo saltos y acrobacias; esa era nuestra manera de divertirnos y de ejercitarnos, de sentir que éramos libres y que nuestro cuerpo puede hacer toda clase de cosas que normalmente uno no se atrevería a hacer por temor a lastimarse.

Saltando hacia "tierra firme" como llamábamos a las calles de Londres, empezamos a saltar los muros, las escaleras y hasta girar en los postes.

Me sentía bien, me sentía diferente, me sentía yo mismo en su máxima expresión; me sentía como si el Parkour fuera mi medio de libertad, mi medio de fe, mi medio de poder expresar lo que siento. Realmente era una lástima que los cabrones de South Park no pudieran pensar lo mismo cuando me vieron ejecutarlo en el edificio escolar... El día en que huí de casa de manera definitiva.

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::Flashback::

Butters , de 15 años, observaba con detenimiento el panorama de South Park desde el techo del instituto.

Había pasado un año desde que había empezado a aprender Parkour; Marcus y Selene, sus nuevos amigos, le enseñaban cómo controlar la energía de su cuerpo, cómo expresar los grandes anhelos de su alma y espíritu, y cómo coordinar su mente y su cuerpo para evitar como pudiera los accidentes comunes en ese deporte, a saber la rotura de huesos de la pierna, del pie, de la espalda y de los brazos.

Decidido a probar su destreza en ese estilo deportivo extremo, el chico fue hacia la otra punta de la azotea y, mirando al cielo, se encomendó mentalmente a Dios para luego respirar hondo y correr hacia la orilla con todo el impulso que tenía su cuerpo.

A pocos centímetros de llegar a la orilla, el chico saltó y dio una voltereta de 360° para ejecutar un León, o sea, aterrizar con las manos, rodar sobre su espalda y levantarse.

Los chicos de la escuela, al presenciar aquella acrobacia, se acercaron para observarle de cerca, especialmente el Cuarteto, quienes se pusieron en primera fila para ver cómo el chico realizaba un grimpeo o subir nuevamente a la cima impulsando los pies y las manos, como si se trataba de un juego de Assassin's Creed.

- ¡Este cabrón está bien loco! – exclamaron algunos.

- ¿Qué mosca le picó? – se preguntaban otros.

- ¿Qué droga se habrá fumado Butters para hacer esas cosas sin temor a lastimarse? – inquirió Kenny.

- No lo sé – respondió Stan -, pero no es la primera vez que hace eso. Me dijo Craig que lo han visto en varias partes de South Park haciendo esta clase de locuras.

- En serio que vivir con sus padres le está afectando el cerebro – comentó Kyle.

- Ese marica busca suicidarse – argumentó Cartman.

- No lo creo, culón.

- Mejor vayamos a preguntarle, ¿no creen? – intervino Stan justo a tiempo.

- Sip – respondió Kenny.

Un rato después, en los baños del gimnasio, el Cuarteto se acercó a Butters y, con preocupación, le preguntaron:

- Butters, ¿estás bien?

- Perfectamente – respondió el chico muy extrañado - ¿Por qué?

- Pues…

- Creemos que estás arriesgando tu cuello al hacer esa clase de locuras – interrumpió Kenny.

- ¿Locuras?

- Sí – respondió Kyle-: Saltar desde lo alto de un edificio, hacer acrobacias, correr por los bordes de los muros…

- ¡Ah! ¡Parkour!

- ¿Par-qué? – inquirió Cartman.

- Parkour: Arte del desplazamiento. Ese es el nombre del deporte que he estado practicando.

- ¡¿Deporte? – exclamó Craig, quien estaba escuchando junto con sus amigos la charla de Butters y el Cuarteto - ¡¿A esa madre de saltos le llamas deporte?

- Sí – replicó Butters -. ¿Tienes algún problema con ello?

- Pues… no soy el único que tiene un problema con ello, Stotch. Más bien, todos aquí tenemos un serio problema con ello.

- Oh… Me imagino cuál debe ser… Y realmente me importa un comino.

Aquella respuesta sorprendió a todos, hasta a los bravucones de la escuela, quienes habían entrado a los baños a refrescarse y prepararse para las prácticas de futbol.

Kyle le preguntó:

- Butters, ¿te das cuenta de lo que has contestado?

- Sí, Broflovski. Me di cuenta, ¿y eso qué?

- Viejo – intervino Clyde-, en serio nadie esperaba esa contestación de tu parte.

- Pues lo siento si se ofendieron, pero lo que dije es la verdad. Me vale un comino lo que piensen de mí o del Parkour.

- Butters,si realmente te quieres a ti mismo, valora tu vida – comentó Trent Boyett, uno de los bullies-. No puedes hacer esa clase de cosas todo el tiempo. Tal vez, no sé, algún día te rompas la madre.

- Me la he roto muchas veces, viejo. Me he roto la pierna derecha tres veces y la izquierda cuatro veces y todavía estoy vivito y coleando. Incluso me he roto las muñecas varias veces.

- Y yo te romperé el rostro si sigues con esa actitud de "soy chingón", cabrón pendejo.

- Sí, claro… Chúpale el pene al culón y después hablamos, ¿sí?

Aquellas palabras ofendieron tanto a Trent que éste intentó golpearle, pero Butters, con destreza, evadió el golpe y le dio una patada en la pierna; luego, sin importar si estaba en ropa interior, salió por la ventana en un solo salto y se subió al árbol vecino con la destreza de un mono para luego saltar al techo de la escuela.

::Flashback::

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- ¡Leo! – me llamó Cristina, mi mejor amiga.

- ¡Hey, Cristina! – exclamé mientras la abrazaba - ¿Qué haces aquí, chica?

- Vine a buscarte para avisarte de que un tipo te busca.

- ¿A mí? ¿Por qué?

- Dice que es un detective de la policía de Colorado.

- ¡¿Colorado? ¿Y qué diablos hace aquí en Londres?

- Me dijo que te ha estado buscando desde hace 10 años, justamente el tiempo que llevas de desaparecido de Estados Unidos durante ese tiempo.

- Cielos… No esperaba que me buscaran hasta acá. Ni siquiera me despedí de nadie, que yo recuerde.

Y así era, francamente.

Yo no me despedí de nadie ese día… Ni siquiera cuando me llevaron con Garrison.

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::Flashback::

- Leopold, lo que estás haciendo es realmente un riesgo para tu vida – explicaba el director Garrison mientras un desenfadado Butters sentado con las piernas abiertas -. El Parkour podrá ser un buen deporte, pero todo tiene un límite, incluso para el cuerpo humano.

- Si te pones límites, entonces no podrás coordinar bien tu cuerpo y tu mente, señor director – replicó el chico Stotch -. Además, entiendo que mi vida está en juego al hacer todo lo que hago.

- Leopold – intervino el señor Mackey -, solo tratamos de hacerte comprender que para todo hay un momento, mkay. Lo que hiciste hoy en el techo fue una temeridad, mkay.

- No fue una temeridad, señor Mackey. Fue un simple ejercicio.

- Para ti lo es, pero para nosotros no – replicó Garrison -. Tus amigos están preocupados, Leopold. Están preocupados y por eso han intentado ayudarte.

- Con todo respeto, señor director, pero ellos no son mis amigos. Sólo son una bola de hipócritas que intentan hacer de mí su perro faldero a quien patear y olvidar cada vez que se les antoje.

- ¡Butters! – exclamó una voz conocida.

Butters simplemente ignoró olímpicamente la voz de su madre, quien entró intempestivamente a la oficina acompañada de su padre.

- Señores Stotch, gracias por venir – saludó Garrison mientras le daba la mano a los padres del chico.

- Venimos cuanto pudimos – explicó Steven mientras observaba cómo su hijo único los continuaba ignorando olímpicamente-. ¿En qué problemas se ha metido esta vez?

- Señor Stotch – intervino Mackey -, ¿ha oído hablar alguna vez del parkour?

- ¿Del par-qué?

- Parkour – respondió Butters -. Arte del desplazamiento corporal. Saltar muros, edificios, espacios urbanos o rurales. Carrera libre… En pocas palabras.

- ¡Butters, no interrumpas! – exclamó su madre molesta.

- Interrumpo cuando se me venga en gana.

- ¡No le contestes así a tu madre, jovencito! – reprendió Steven.

Butters le mostró descaradamente el dedo medio a su padre con una sonrisa cínica.

Steven, sorprendido ante la actitud de su hijo, se volvió hacia el director y el señor Mackey y les explicó:

- Desde hace un año que está así, señor director. Se ha vuelto rebelde, no nos escucha y ni siquiera nos dirige la palabra cuando le hablamos. Es como si algo le impulsara a hacer lo que no debe.

- Entiendo – dijo el señor Mackey.

- ¿Alguna vez se preguntaron si estoy así por ustedes? – interrumpió Leopold con sarcasmo.

- ¡Butters! – exclamó su madre.

- ¿Qué? Es la verdad.

- Leopold – dijo el señor Garrison -, mejor sal afuera y te sientas mientras hablamos con tus padres.

- ¿Para qué le dijeran a usted la sarta de mentiras sobre mí?

- ¡YA ES SUFICIENTE, LEOPOLD! – gritó su padre ya muy exasperado ante el descaro de su hijo - ¡NOS ESTÁS AVERGONZANDO!

- ¡MÁS BIEN USTEDES SON LOS QUE ME AVERGÜENZAN A MÍ! – gritó el joven con pasión- ¡GRACIAS A USTEDES MI VIDA ES UNA MIERDA, UNA PORQUERÍA!

Una sonora bofetada se escuchó en la oficina.

Linda, con la respiración entrecortada, miraba con lágrimas en los ojos cómo su hijo, quien tenía la mirada desviada y el moretón por la bofetada, poco a poco les empezaba a mirar con mayor desafío.

No había lágrimas recorriendo sus mejillas. No había ningún asomo de romper en llanto, ya que el chico no quería darles el gusto de demostrar sus debilidades.

Lo único que podían los presentes ver en sus ojos es una mirada llena de indiferencia que parecía evidenciarse con las siguientes palabras:

- No es la primera vez que tú y él me agreden, madre. No es la primera vez que ustedes me lastiman por fuera y por dentro. No es la primera vez que se hacen los pendejos mientras que mi abuela me golpea como si fuera un bully. No es la primera vez que descargan su frustración en mí… Me retiro, señor Garrison… Me retiro por respeto a usted y al señor Mackey como autoridades escolares, no por ellos ni por nadie más…

Y váyanse todos al carajo, concluyó el joven con el pensamiento.

Dicho esto, el chico tomó sus cosas y se retiró de la oficina… Sólo para abrir inmediatamente la puerta e irse corriendo ante las miradas de todos aquellos que se apostaron a las puertas de la oficina del director para conocer lo que le sucedería a Leopold.

Esa sería la última vez que lo verían en South Park.

::Flashback::

&%&%%

- ¿Qué harás, Leo? – me inquirió Selene mientras que ella, yo, Cristina y Marcus observábamos el amanecer desde el techo del edificio cercano a nuestro departamento.

- ¿Sobre qué?

- El policía. El tipo ese que te comentó Cristina. ¿Huirás?

- No. No huiré… No esta vez. No ahora… Además, ya pasó mucho tiempo desde que me fui de South Park.

- Pues si yo fuera tú, Leo, no me confiaría – comentó Marcus -. Hay casos de personas desaparecidas que se reabren al recibir una equis pista que les conduzca a ella. Incluso es posible que te obliguen a regresar.

- De ser así…

Me levanté y, dirigiéndome hacia el otro lado de la azotea, me volví hacia mis amigos y les dije sonriente:

- Siempre habrá un lugar a dónde ir… Siempre.


Son las 7 de la mañana y yo estoy llegando a mi departamento cargado de despensa luego de competir con los chicos en una carrera libre por las calles de East End, el barrio en donde vivo.

Dios, estaba muy cansado y agotado luego de la intensa actividad del día de ayer en donde no pude pestañear ni un rato; por suerte era fin de semana y no había trabajo pendiente, así que no estaba de más trancar bien las puertas, cambiarme de ropa y acostarme a jetear como el Jefazo manda.

No obstante, en lo que colocaba mi despensa, escuché que tocaban la puerta.

No me atreví a preguntarme quién era, puesto que de seguro era Chris trayéndome el dinero que me debía. O eso o…

- ¿Sí? – inquirí antes de abrir - ¿Quién es?

- Somos la Policía.

El sueño se me fue del rostro al escuchar la odiosa palabrita.

La policía… ¿Qué carajo querrá la policía?, pensé mientras le quitaba la tranca a la puerta para luego abrirla.

- Buen día, oficiales. ¿Puedo ayudarles?

Los policías, vestidos de manera formal que me evocaban mucho a esa versión británica de La Ley y el Orden, me mostraron sus placas y uno de ellos me respondió:

- Sí, señor Weisz. Nos gustaría que nos acompañara a la estación.

¡Mierda! ¿Qué habré hecho?

- ¿A la estación? – inquirí - ¿He cometido algún delito que se me acuse?

- No, señor Weisz. No ha cometido ningún delito. Más bien es para verificar un pequeño detalle sobre su identidad.

- ¿Un detalle sobre mi identidad? Ehmmm… Señores, realmente no sé qué sucede y créanme que no quiero saberlo, pero… Está bien. Les acompañaré. Sólo déjeme ir por mi chaqueta.

Los oficiales asintieron y yo fui por mi chaqueta, no sin antes escribir una nota a Cristina diciéndole que estaré en la estación de policía.


Estaba sentado en la sala de interrogatorio.

Por Dios que me siento como uno más en espera de ser confrontado por sus crímenes; sin embargo, no pude evitar empezar a dudar de la verdadera razón por la cual estoy aquí y no en mi casa durmiendo plácidamente y hacer tiempo para ir con mis amigos a un conocido bar del centro.

De repente entró el detective Huttington, un viejo conocido mío con quien he tratado desde los 17, cuando sucedió mi primer arresto por defender a una chica de un acosador. Huttington era un señor de mediana edad, regordete y de buen carácter a juzgar con su sonrisa y su evidente sentido del humor.

Sentándose frente a mí, me preguntó:

- ¿Cómo has estado, Leopold?

- Bien, detective Huttington. Gracias. ¿Y usted?

- Muy bien, gracias por la pregunta.

- Disculpe, señor detective, pero me gustaría saber el motivo de mi presencia en esta unidad de la policía. Lo digo porque si he cometido algún crimen y he de pagar alguna condena, estoy más que puesto a hacer el trámite necesario.

- ¿Has cometido un crimen acaso?

- No, señor.

- Pues ahí lo tienes, muchacho. No has cometido ningún delito.

- Bueno, en ese caso… ¿Puedo retirarme?

- Lamento decirte que no, muchacho.

- ¿Por qué no?

- Pues… Verás, Leopold… Tú vives aquí en Londres desde hace 5 años, ¿no?

- Sí, señor. He vivido aquí desde hace cinco años… ¿Por qué?

- ¿Y dónde has estado antes de venir aquí, muchacho?

- Pues… Estuve en Lima, Perú; en Río de la Plata, Argentina; en Veracruz, México... Estuve también en Sao Paolo, Brasil… Y en Dublín, Irlanda.

- En cada uno de esos lugares residiste durante un año, ¿no es verdad?

- Así es. He trabajado en esos lugares de todo, desde mesero hasta botones de hoteles. Todos los trabajos fueron honrados, si me lo pregunta.

- ¿Y antes de viajar por esos lugares, en dónde vivías?

Maldita sea.

Acabo de darme cuenta de a dónde iba el viejito. Acabo de darme cuenta a qué se referían Boot y Charlton con esa cosa de "verificación de identidad". De hecho, Cristina me había contado sobre un policía de Colorado haciendo preguntas entre mis amigos… Y ese policía ha de estar buscándome para quién sabe qué.

Huttington, al notar mi titubeo, sonrió y me dijo:

- Entiendo bien las razones por las que la última pregunta te haya hecho sentir muy incómodo, Leopold.

- Detective Huttington… T-tengo los papeles en regla. Apenas el año pasado me dieron la respuesta positiva a mi solicitud de residencia permanente en este país…

- Entonces sí te dijeron que un homólogo norteamericano está de visita en la ciudad durante unos días.

- S-sí… Así es. Me lo dijo una amiga mía muy cercana… Por favor, detective, no quiero regresar allá…

- Tranquilo, muchacho, tranquilo. No tienes nada de qué preocuparte.

- Dios…

- Pero debiste haberme dicho desde el principio que te habías escapado de tu hogar, aunque claro, han pasado diez años desde que ese entonces. Supongo que jamás esperaste a que te reconociera un conocido tuyo.

- ¿Conocido?

- Sí. Un buen tipo, por cierto.

- ¿Y se puede saber cómo me reconoció si hace diez años que no me ha visto?

- Pues… Me dijo que te reconoció cuando realizabas Parkour por el centro de la ciudad. Es más… Me mostró la última foto que te tomaron antes de que huyeras.

Dicho esto, me extendió la dichosa foto mientras me decía:

- Realmente eres un rostro sumamente imperdible a pesar del cabello largo y tu complexión un poco más robusta.

Observé la foto.

Era una vieja foto del tercero de secundaria, justamente en el mero día de la graduación. Ya para esas épocas, que yo recordara, ya había iniciado mis prácticas de Parkour. Es increíble cómo la memoria empieza a trabajar al observar una fotografía llena de rostros hundidos en los mares perdidos de los recuerdos.

Habían varios individuos cuyos nombres los he olvidado con el paso del tiempo; es más, con decir que me había olvidado por completo de sus rostros y de sus nombres, y ahora que tengo la fotografía en mis manos, estoy tratando de recordar a todos ellos sin éxito alguno.

Huttington, quien me observaba, me preguntó:

- Intentas recordarles, ¿no es verdad?

Levantando mi vista con serenidad, le respondí:

- Han pasado diez años, ¿sabe? Es… Increíble cómo uno se olvida tan fácilmente de ellos… Y es triste cómo todos ellos nunca habían notado mi presencia cuando estaba con ellos. Soy como una de esas personas invisibles que nunca son recordadas aún cuando están presentes: Ignorado y menospreciado.

- Y por eso no quieres volver ahí.

- Así es. No quiero volver… Volvería sólo para vacacionar en Nueva York o en Miami, pero ahí… A esa jaula de oro lleno de hipócritas… No, Huttington. No volvería ni aunque quisiera que me enterraran. ¿Por qué dejar una vida construida con trabajo, esfuerzo, perseverancia, sacrificio, amor, amistad y voluntad en pos de un infierno del cual había escapado de milagro?

- Para hacer las paces…

- Ya las hice, Huttington. Las hice al olvidarme de ellos… Las hice desde el momento en que empecé a practicar el Parkour.

El detective suspiró y, levantándose, me dio una palmada en la espalda y me dijo con una sonrisa:

- Si tu conocido hubiera escuchado esas mismas palabras, créeme, lo habría comprendido a la perfección.

- Depende de quién sea.

- Bien… Puedes retirarte, muchacho. Eso era todo lo que quería preguntarte.

Suspirando de alivio, me levanté, le di un apretón de manos al detective y salí de la sala de interrogación. Empero, parecía ser que la vida pensaba en insistirme sobre el pasado, ya que cuando había salido del compartimento, observé de perfil a un hombre de mi misma edad observando fijamente la sala de interrogatorio.

El tipo era pelirrojo, de complexión delgada tirando a atlética, ojos verdes y de belleza sin igual. Portaba unos pantalones de vestir cafés oscuros, una camisa blanca con corbata café oscuro y unos zapatos oscuros.

El tipo se volvió hacia mí…


¿Y qué ha pasado?... No se lo pierdan ;-).