Disclaimer: Los personajes pertenecen a JK. Las imágenes de la portada son de MRBee30 y de basistka, en deviantArt.

Notas: Este fic participa en el reto "Viñetas de emociones" para el foro de La noble y ancestral casa de los Black. Creo que tengo que avisar que esta es una historia continuada. No creo que se entienda la primera sin la segunda o la tercera sin la primera. Pero bueno, ahí esta.

Gracias a Maia Sharairam y a Lilith Evans Black por el beteo.

EDITO: Este fic ganó el tercer puesto en el reto Viñetas de emociones. Gracias a los que lo votaron.

Amor

Hay solamente una cosa infame en el amor, y es la falsedad ― Paul Bourget

Voldemort se ha rodeado de seguidores durante todos estos años. Algunos creen en su causa, en la pureza de sangre. Otros buscaban un poder que sólo pueden alcanzar sirviéndole. Los hay que experimentan una mezcla de las dos, como su prima segunda Bellatrix. Evan, sin embargo, sólo está allí por la lucha. La acción y la emoción son los ingredientes claves de su vida.

Nunca le dio demasiada importancia a la sangre. No es tan ingenuo como para pensar que haber nacido de muggles o de magos te hace diferente, ha visto a Snape hacer magia y prefiere no meterse en medio de sus maldiciones por muy muggle que sea su padre. Evan escogió su bando en base a las preferencias de su padre y no cree que se vaya a arrepentir de su decisión. La otra opción está plagada de santurrones y moralistas, gente que se escandalizaría al verle luchar.

Unos aburridos, concluye mientras apura su whisky de fuego. Es su costumbre favorita: después matar a un par de sangresucias, ir al Caldero Chorreante y tomarse una copa con los chicos. Su pandilla del colegio. Wilkes, Snape, Avery y Mulciber. Deja el vaso con un golpe seco sobre la mesa.

Aunque, por supuesto, esos idiotas cada día están más paranoicos y temen que salga un auror de detrás de cada esquina. Así que, esta noche, después de torturar a una familia de traidores a la sangre hasta la muerte, Evan ha ido a cumplir su tradición. Aunque sea solo.

La puerta que conduce al Londres muggle se abre y entra en el establecimiento, calada hasta los huesos, una mujer. Aunque más que una mujer son las piernas más largas que ha visto Evan en su vida pegadas a una cabeza llena de rizos dorados.

La bruja saca su varita y se seca con un hechizo rápido antes de ir directa a la barra. Tom, el dueño del local, la atiende con media sonrisa. Evan aprovecha para mirarla: sus piernas, alargadas y delgadas, que terminan en unos botines de piel de dragón; su espalda delgada y recta; la curva de sus caderas… Evan se moja los labios.

Ella gira la cabeza y clava sus ojos azules en él, como si hubiera adivinado sus pensamientos. Evan sonríe un poco y levanta su copa vacía como saludo. Sabe que la ha visto antes en alguna parte, aunque no puede recordar donde.

Rápidamente toma una decisión: puede que haya llegado solo, pero no piensa irse a casa de la misma manera. Así que se levanta con cierta parsimonia y se dirige con paso firme hacia ella. Sus botas repiquetean contra el suelo de madera vieja, produciendo un taconeo que reverbera por todo el establecimiento. La chica rubia vuelve a girar la cabeza y a clavar sus ojos azules en él, curiosa.

Evan sonríe de nuevo, con esa media sonrisa que siempre vuelve locas a las chicas, y se deja caer a su lado.

― Ponme otra, Tom― pide, intentando sonar casual.

Siente sus ojos clavados en él, así que levanta la mirada.

― ¿Nos conocemos?― pregunta ella con voz suave, casi como un susurro. Evan sonríe: además de ser todo piernas y cabellera, tiene una voz preciosa.

― Puede, soy Evan Rosier― responde con voz ronca, sin apartar la mirada de ella.

Ella parpadea lentamente y arruga un poco el entrecejo, haciendo un pequeño mohín con sus labios, como si intentara localizarle. Al final suspira y niega con la cabeza.

― Yo soy Marlene, Marlene McKinnon.

Rápidamente Evan la recuerda. Ravenclaw, dos años mayor que él, sangre limpia. Todo piernas, cabellera y una voz preciosa.

― Yo sí me acuerdo de ti― comenta, mojando sus labios con la bebida que Tom ha hecho aparecer delante suya. ―. Cantabas en el coro, ¿verdad?

Ella se ruboriza hasta las cejas y ríe nerviosa.

― Sólo un trimestre, el profesor Flitwick me pidió que lo dejara porque, definitivamente, no tengo buena voz.

El corazón de Evan da un salto al escuchar su risa.

― Pues yo creo que tienes una voz preciosa― repone y ella sonríe un poco más.

Y entonces Evan se da cuenta de que está jodido. Bien jodido. No puede creer que haya dicho eso, que esté sonriendo como un imbécil o que el corazón le lata más fuerte que cuando lanza la Cruciatus. Se siente un poco mareado, con la mirada penetrante de Marlene sobre él.

Se lleva la copa a los labios y bebe un trago corto, buscando fuerzas.

― Voy a hacer una cosa― informa―, una cosa que llevo queriendo hacer desde que te he visto entrar por esa puerta.

Ella ladea un poco la cabeza y le mira con el entrecejo fruncido.

― ¿El…?

Evan se inclina un poco y la besa. Sabe a café y huele a humedad. La besa lentamente, casi dubitativo. Se sentiría más seguro con su varita en la mano, asegurándose de hacerla sufrir. Pero todo lo que quiere hacer es que se sienta bien, que le guste. Y es que Evan es un novato en esto del amor, o lo que sea que sienta.

Por suerte para él, al otro lado de sus labios Marlene jadea y cierra los ojos, colgándose de su cuello.

Esa noche no vuelve solo a su casa. Ni la siguiente, ni la siguiente. Poco a poco, Marlene se va volviendo una constate de su vida. Tan necesaria como respirar, como luchar, como matar.

Está enamorado de ella hasta los huesos.

~X~

Continuará.