CAPÍTULO 1

La brisa del mar sofocaba el calor de un chico pelirrojo, de un metro noventa de altura, que estaba contemplando las olas del mar chocar contra la orilla. Debían ser las siete de la tarde, ya que el sol comenzaba a bajar de posición en el cielo. Realmente le encantaba aquel lugar, aunque desde luego, desearía haber estado allí por otra razón.

Aquel chico era Hanamichi Sakuragi, estudiante del instituto Shohoku y a la misma vez jugador de baloncesto de la misma preparatoria. O lo era, pensó con frustración el joven jugador. Una jugada espectacular contra el todopoderoso Sannoh le había permitido al equipo seguir en el partido para finalmente ganarlo, pero le había costado un precio demasiado alto.

Aun así, no cambiaria por nada aquella victoria…

- Hanamichi! – sonó una voz a su espalda, era la de la doctora que llevaba su lesión, Tatako Sasaki – Ya es hora de ir volviendo a la clínica para hacer los últimos ejercicios.

- Dalo por hecho, a este genio aun le quedan fuerzas para seguir trabajando- contestó con voz segura Sakuragi.

Tatako se quedo observando la espalda del chico que caminaba delante de ella y pensó que aún no dejaba de sorprenderse de la actitud del chico. Realmente tenía una tenacidad y fuerza de voluntad increíble, nunca se quejaba o protestaba y en las dos semanas que llevaba ya allí, aún no había escuchado una sola queja.

Tatako Sasaki era una doctora reconocida, trabaja para la clínica deportiva Fujisawa, una de las mejores de todo Japón. Tenía alrededor de unos 35 años, estatura media, pelo corto y carácter afable pero autoritario. Llevaba unos diez años ejerciendo de doctora en casos deportivos, aunque nunca había tratado con un chico tan joven. Y en todos esos años de profesión, nunca había tenido un paciente que se quejara tan poco.

- Sakuragi! – volvió a llamarle Tatako- ¿Hay algo o alguien esperando en Shohoku? – preguntó la doctora.

- …Sí, de hecho hay dos personas a las que estoy deseando ver lo más pronto posible- respondió Sakuragi, que se había detenido para mirar el crepúsculo.

- ¿Me puedes decir quienes son?- volvió a preguntar la doctora, que quería sonsacarle información al energético pelirrojo.

- Una es la persona que me entregó lo más valioso de mi vida hasta ahora y la otra, la persona que más deseo que vuelva a verme en una pista.

- Ya veo… ¿no me podrías decir los nombres? – preguntó perspicazmente Tatako.

- … Haruko Akagi y… Kaede Rukawa – respondió Hanamichi, con una sonrisa en la cara.


Kaede Rukawa llegaba a su casa después de una dura sesión de entrenamiento con la selección juvenil japonesa. Entraba por el jardín cuando su padre le interceptó.

- ¿Cómo ha ido el entrenamiento, hijo? – preguntó Yuto Rukawa.

- Bien – respondió tan directo como siempre Kaede, deseando ir a su habitación y ducharse.

- Como no, hijo – ironizó su padre con la actitud tan seca de siempre de su hijo – Te he dejado algo encima de tu cama – finalizó Yuto.

Kaede asintió y subió rápidamente a su habitación. Como se esperaba, el regalo de su padre eran unas nuevas bambas de basket, de la marca Jordan, uno de los últimos modelos puestos en el mercado. No le extrañaba, ya que su padre era un importante directivo de una cadena de tiendas deportivas en Japón. Su padre y su madre estaban divorciados, su madre vivía en Londres por cuestiones de su trabajo como diseñadora en una marca de diseño. Desde luego, si algo no le faltaba a su familia era dinero, pensó con sarcasmo Kaede.

Mientras se duchaba, pensaba en lo difícil que sería, no ser ya el mejor jugador de bachillerato de Japón, si no estar entre los 5 primeros. En la selección juvenil había muchos talentos aparte de él, aunque también sabía que técnicamente solo podían superarle dos jugadores en todo Japón. No acabaría los entrenamientos con la selección hasta mediados de Noviembre, así que no se entrenaría con el equipo de Shohoku hasta esas fechas.

El Campeonato de Invierno no empezaría hasta las vacaciones de Navidad, así que tendría tiempo para volver a acoplarse al equipo, pensó Rukawa. Y mientras pensaba en todo esto, acabó derivando en el jugador número 10 de Shohoku, Hanamichi Sakuragi. Estaba claro que al menos estaría 3 meses de recuperación, lo cuál significaba que no se incorporaría al equipo hasta finales de noviembre, con los mejores pronósticos. Pero sabía que la aportación del jugador pelirrojo era clave para el equipo de Shohoku, así que en el fondo de su ser, deseaba su pronta recuperación. Realmente comenzaba a considerarlo un rival digno.

Las clases empezaban en tres días, pensó con frustración…Aunque una sonrisa casi imperceptible apareció en su rostro cuando recordó el rostro de una chica, una chica muy tímida que seguro que no sospechaba en absoluto que el famoso Kaede Rukawa pensaba en ella.


Ryota Miyagi acababa de llegar a Kanagawa después de estar las últimas 2 semanas fuera. Había estado en casa de sus abuelos, a las afueras de Kioto, para relajarse de todo lo relacionado con Kanagawa. Sabía que en tres días comenzaba su último año en Shohoku, estrenaba cargo de capitán del equipo, que no tendría a Rukawa hasta mediados de Noviembre y a Sakuragi hasta quien sabe cuando. Aunque sabía que aún quedaba un jugador en el cual podía confiar completamente, en Hisashi Mitsui, que no se retiraría hasta finales del verano siguiente, lo que significaba que estaría en el equipo en el caso de que Shohoku llegase al Campeonato Nacional.

Todos estos pensamientos relacionados con el equipo acabaron derivando en Ayako, la chica de sus sueños. En estas dos semanas había pensado en como podría acercarse al corazón de la chica, el cual parecía estar rodeado de hielo. Tenía algo muy claro y era que a Ayako no la conquistaría con la actitud infantil de los últimos dos años. Si quería conquistar a la chica, primero debería dejar los arrebatos de egocentrismo que le daban.

- ¿Que haces ahí quieto, Ryota? – le preguntó su madre, que había visto como su hijo se había quedado completamente quieto observando el cielo.

- Pensar, mamá… - contestó Ryota, absortó en sus pensamientos.

Su madre negó con la cabeza, viendo como su hijo seguía igual extraño que siempre.


- Vamos Mitsui! Ya queda poco! – le gritaba el doctor Souta, que iba en bicicleta mientras perseguía al joven, que iba corriendo delante suyo, en el paseo marítimo de la playa.

- Sí – contestó Hisashi, al límite de sus fuerzas, mientras continuaba corriendo.

Le había pedido al doctor Souta, el mismo que le había operado la rodilla cuatro años atrás, que le preparase un plan de entrenamiento físico para las vacaciones, pues ese había sido su talón de Aquiles en su última temporada con Shohoku. Correr por la playa, bicicleta estática, pesas, natación… todas sus vacaciones las estaba dedicando a preparar a fondo su condición física.

- Con Hisashi Mitsui, este año Shohoku será el mejor de Japón y entonces, ya podré irme tranquilo a la universidad – susurraba para si mismo Mitsui, mientras comenzaba a hacer el último sprint.


Haruko Akagi llegaba a casa, después de haber pasado toda la tarde con sus amigas. Saludó a sus padres y fue directa a su habitación, a darse una ducha bien fría. Mientras se desnudaba, pensaba en el nuevo curso que se avecinaba en Shohoku. Comenzó a ducharse y sus pensamientos fluyeron. Segunda asistente del equipo, eh… Al salir de la ducha se enrolló una toalla y salió del cuarto de baño para buscar algo de ropa. Mientras hacía esto, fue interrumpida por unos golpes en la puerta.

- Haruko –sonó la voz de su hermano, Takenori Akagi - ¿Puedo pasar?

- Sí – contestó su hermana pequeña, mientras se ajustaba bien la toalla.

- Ha llegado correspondencia… de Sakuragi – informó pausadamente Takenori.

- Oh! Claro, aunque no me esperaba que llegase tan pronto – dijo algo nerviosa Haruko, debido a la mirada escrutadora de su hermano.

- La dejo aquí – contestó su hermano, mientras dejaba la carta encima de una repisa. Dio un último vistazo a una de las estanterías y mientras su hermana asentía, él se fue.

Ya veo…pensó Takenori. En una de las estanterías de su hermana, el año pasado esta coleccionó diversas fotos de Kaede Rukawa, haciendo una especia de mosaico. En cambio, este año no había ni una sola foto. Aquello solo podía significar una cosa, Haruko había abierto los ojos.

Takenori Akagi llevaba unas semanas muy serio, más de lo normal, y estaba algo deprimido. Aún no se recuperaba de que hubiese jugado su último partido con Shohoku, en las semifinales contra Aiwa. Había decidido incorporarse a la Universidad pública de Kanagawa este mismo cuatrimestre, a pesar de que muchos jugadores de su generación habían decidido esperarse a que acabara el Campeonato de Invierno. Pero el creía que contra antes se olvidase de Shohoku, antes cicatrizaría, por mucho que ahora doliese. Finalmente iría a la Universidad de Kanagawa después de que la Shintai acabase rompiendo el acuerdo verbal que tenían para concederle una beca. Después de tal mazazo, había decidido dejar el basket y dedicarse a fondo en su carrera, Ingeniería Náutica. Al menos Kogure estaría en la misma universidad, aunque en distinta carrera.

Pero había algo que tenía claro, tanto Kogure como él, siempre estarían ligados a Shohoku y siempre que pudiesen, se pasarían por allí para dar ánimos.