EL ASUNTO

Naruto no me pertenece, los personajes e historia son una creación de Masashi Kishimoto.

C34 Epílogo

- Mama, mama, mira ¿Aquel de allí no es tío Neji? - Preguntó el pequeño Hatake tirando enérgicamente de la manga de su madre y señalando con su minúsculo índice una imponente silueta que se intuía entre las sombras.

El heredero Hyuga se encontraba sentado en un banco del parque situado justo al otro lado de la calle, acompañado de una guapa jovencita.

La pareja se hallaba sentada en un banco del parque bajo el abrigo de un gran roble que les protegía tanto del inclemente sol de julio a medio día como de las miradas indiscretas, aunque al parecer, no habían conseguido esquivar al observador Sakumo.

- ¿Quién? - Preguntó Sakura sin prestarle mucha atención y aprovechando la interrupción para hacer una pausa en el camino y dejar en el suelo las innumerables bolsas de la compra que llevaba.

Estaba agotada, pero a pesar de su avanzado estado de gestación, la peli-rosa todavía se empeñaba en realizar todas las tareas domésticas y laborales que su estado le permitía, asegurando categóricamente que estar embarazada no significaba ser inválida. Este hecho desencadenaba siempre en una lucha diaria con su marido que insistía en obligarla a descansar constantemente y se obstinaba en realizar hasta la más insignificante labor que ella se empecinara en ejecutar. Él sabía por experiencia que el bebé consumía gran parte del chakra de la madre, en el anterior embarazo había intentado ocultarlo de forma bastante efectiva, pero ahora que no era necesario fingir, no entendía por qué se empeñaba en mostrarse rebosante de energía aunque no fuera así. De todas formas, él tenía asumido que su mujer era bastante cabezota y no le gustaba dar su brazo a torcer.

- Aquel de allí - Contestó el niño volviendo a señalar descaradamente con el dedo a la pareja mientras que con su otra mano continuaba tironeando de la manga de su madre para llamar su atención.

La peli-rosa se giró ante la insistencia de su hijo para encontrarse ante sus ojos con una insólita estampa. Un completamente ruborizado Hyuga, que perfectamente podría ganar un concurso de tomates, intentaba disimular sin mucho éxito el estado de turbación que le estaba produciendo el hecho de que su bella acompañante hubiese osado tomar su mano y entrelazar sus dedos con los suyos.

La kunoichi pudo, con mucho esfuerzo, reprimir una sonora carcajada que luchaba por salir de su garganta, pero lo que no pudo evitar fue que una maliciosa sonrisa se formara en sus labios. La verdad es que para su tortura, desde que Sakura eligiera a Kakashi en vez de a él, el Hyuga no había mostrado ningún interés en el género femenino y había llevado el peso de esa losa a su espalda como una penitencia personal, así que para ella, ese pequeño gesto fue un gran cambio, un acontecimiento muy esperado y muy bien recibido.

¿Pudiera ser que por fin se decidiera a seguir adelante con su vida?. Era de sobra conocido que el clan Hyuga necesitaba un heredero y aunque Naruto al fin se había casado con Hinata después de años de remoloneo por parte de ambos y esperaban su primer hijo, no confiaba del todo en los genes del rubio para ese puesto. El líder de un clan tan arcaico y tradicional como ese, no soportaría un terremoto tan potente como podía llegar a ser un descendiente Uzumaki. Además, seguramente, al hijo de su mejor amigo le esperaban otros grandes proyectos, como ser el octavo o quizás noveno Hokage.

- Sakumo, ¿Qué te he dicho mil veces que no se debe hacer? - Le regañó su madre intentando no transmitirle a su hijo lo divertida que le parecía la escena.

- No se debe señalar a la gente con el dedo… - Contestó el niño con la cadencia musical del que ha repetido la frase mil veces.

- Pues eso. Venga, vámonos a casa. Papa nos estará esperando para ir al parque - Le apremió la kunoichi intentando desviar la atención de su hijo hacia otra cosa y poder proporcionar así a la pareja la intimidad que necesitaban.

- Pero… no has contestado a mi pregunta - Se quejó el pequeño que no era tan fácil de manipular.

- ¿Qué pregunta? - Cuestionó la peli-rosa tratando de hacerse la despistada.

- Si es o no tío Neji. Yo creo que sí - Insistió el renacuajo mirando sin ningún tipo de disimulo hacia la pareja.

- Pues a mí me parece que no es - Mintió descaradamente la peli-rosa - Venga, que ya sabes cómo se pone de pesado tu padre cuando tardamos demasiado en volver de la compra - Replicó la kunoichi con el propósito de desviar su atención sin mucho éxito.

- Míralo bien, yo creo que no hay duda - Reiteró el pequeñajo señalando esta vez con el codo creyendo ingenuamente que había encontrado un vacío legal en las órdenes de su madre - Aunque está un poco más rojo de lo normal. Igual tiene calor… - Supuso ingenuamente.

- ¿Qué te acabo de decir sobre señalar? – Volvió a reprenderle la peli-rosa.

- Pero si esta vez no estaba señalando con el dedo – Protestó el crío ante lo que pensaba que era una injusta regañina de su madre – Jo, no hay quien te entienda – Se quejó mientras súbitamente arrancaba a correr en dirección del shinobi de ojos perla.

- Sakumo Hatake, ven aquí ahora mismo - Le ordenó enérgicamente su madre.

El chiquillo se paró en seco. Sabía por experiencia que cuando su madre le llamaba con nombre y apellido, era síntoma de estar en problemas, así que con la cabeza gacha y más que resignado, volvió junto a su madre.

- Pero… ¿Por qué?. Tú siempre dices que hay que ser educados y ser educado es saludar a la gente que conoces cuando la ves - Intentó rebatir el niño sin llegar a entender el comportamiento tan desconcertante de su madre.

- Si… pero tu tío está ocupado en estos momento. No le molestes - Le trató de explicar su madre.

- Ajá… así que ahora sí que crees que es tío Neji - Declaró triunfante el pequeño.

Era tan cabezón como ella, en eso se veía perfectamente a quién había salido, y aunque supiese que no iba a ningún lado, se sentía todo orgulloso de haber ganado por lo menos esa pequeña batalla.

- Sí… pero ahora está ocupado. Ya hablaremos con él en otro momento - Contestó mesando tiernamente los indómitos cabellos plateados de su hijo.

- Pues yo no lo veo ocupado para nada. No está entrenando ni preparándose para una misión… ni si quiera está intentando atrapar un gato - Comentó el chiquillo numerando lo que para él eran las únicas tareas que requerían toda su atención.

- Sakumo… hazme caso. No solo se está ocupado cuando se está trabajando. A veces las personas, cuando están en compañía de otras, no quieren ser molestados - Trató de explicarle sin mucho éxito.

Todavía era demasiado pequeño para entender aquellas cosas, pero sin duda, un día no muy lejano, las entendería a la perfección.

- Pero si solo está hablando con esa chica de pelo azul, la que vino de intercambio de Iwa hace un mes. No es nadie importante -Contestó algo escéptico ante la explicación de su madre. Para él, todo su mundo empezaba y terminaba en las clases de la escuela ninja y en su escueta colección de armas.

- Eso no importa, tu quédate conmigo y no les molestes - Decretó la peli-rosa sin dar opción al pequeño.

- Jo, que rollo. Siempre tengo que hacer lo que tú quieras - Se quejó el niño haciendo un mohín que reflejaba claramente su enfado.

- Si, jovencito. Ya sabes que esas son las reglas. A menos que quieras quedarte sin postre durante un mes - Le contestó su madre recordándole cuál sería su castigo en caso de insubordinación.

- La vida es muy injusta cuando tienes 5 años - Respondió a regañadientes obedeciendo a su madre y permaneciendo junto a ella.

- Si, la vida es injusta. Ya es hora de que lo aprendas y ahora caminando para casa - Le ordenó la peli-rosa mientras volvía a coger todas las bolsas que había dejado en el suelo durante la discusión.

Sakura caminaba pesadamente junto a su hijo en dirección a casa bajo el insufrible calor que apretaba despiadadamente y hacía que sus rosados cabellos se le pegaran a la cara. La tienda de comestibles no se hallaba muy lejos de su casa, pero en ese momento se arrepentía mentalmente de haber comprado tantas cosas. Siempre le pasaba lo mismo, se acercaba a comprar un par de cosas y volvía repleta de bolsas. Y eso no era lo peor, aun tenía que aguantar la regañina de Kakashi por volver tan cargada.

Justo después de doblar la esquina de su manzana, la puerta de su casa se abrió dando paso a un despeinado peli-plata con cara de pocos amigos.

- Papá, papá, hemos visto a tío Neji, pero mamá no me ha dejado ir a saludarle - Se chivó sin ningún remordimiento la pequeña copia de Kakashi mientras corría a su encuentro - Me ha amenazado con dejarme un mes sin postre si lo hacía.

En apenas un segundo, el shinobi recorrió la distancia que lo separaba de su mujer cogiendo al pequeño Hatake por el camino y colocándoselo sentado sobre sus hombros ignorando el comentario de su hijo y dirigiéndose severamente hacia su mujer.

- Ves como no me puedo fiar de ti cuando dices que solo vas a ir a por pan. Siempre haces lo mismo y en tu estado no te conviene coger peso - Le regañó con un semblante totalmente serio.

- ¿Qué estado?, ¿El de tetrapléjica? - Contraatacó la kunoichi mirándole ferozmente.

Sin dejarle tiempo a contestar continuó.

- ¿Te vas a limitar a sermonearme o te vas a dignar a ayudarme con las bolsas?

En un rápido y sutil gesto, toda la pesada carga que llevaba la peli-rosa desapareció de sus manos sin ningún otro comentario. Era bien sabido por todos el fuerte carácter que gastaba la kunoichi, y teniendo en cuenta el coctel hormonal que alteraba a todas las embarazadas, Kakashi sabía que lo mejor era no tentar a la suerte, si no, también él sería castigado "sin postre" durante un mes.

Entraron todos en la que en el pasado fue la casa del ninja copia y que ahora albergaba a toda la familia. Mientras el peli-plata colocaba todo lo que Sakura había comprado, ésta se dejó caer pesadamente en el sofá. Últimamente cualquier esfuerzo la agotaba de sobremanera.

- Venga mamá, vámonos al parque. Lo has prometido - Le recordó el pequeño tirando de su brazo en un infructuoso intento de levantarla.

- Si… Sakumo… iremos al parque, pero ahora deja que mamá descanse un poco - Le pidió dulcemente imitando uno de los pucheros que solía utilizar él cuando quería algo.

- Joooo, no… siempre haces lo mismo, como te duermas en el sofá se acabó la tarde - Se quejó el chiquillo sabiendo que si cedía estaba perdido.

- No me voy a dormir, solo voy a descansar un poco - Se justificó su madre sabiendo que su afirmación no era del todo cierta.

- No es verdad, siempre dices lo mismo y al final se hace de noche antes de que te hayas despertado - Alegó el miniHatake lleno de indignación al saber que iba a ser ignorado aunque llevase razón.

- Sakumo, no molestes a tu madre. Ya iremos otro día al parque - Le prometió su padre alborotándole los desordenados cabellos que había heredado de él.

- ¿Por qué no vamos nosotros dos? - Propuso esperanzado el niño.

- Porque no podemos dejar sola a tu madre. Tu hermanita podría llegar en cualquier momento - Le explicó el ninja copia.

- Pues que llame antes, como hace todo el mundo. Así sabríamos cuando va a venir - Sugirió el pequeño como si fuera lo más lógico del mundo.

El shinobi se rió con ganas ante el inocente comentario de su hijo.

- No sé porqué te ríes. A mí me parece que sería lo normal - Replicó un poco dolido por la risa de su padre.

- Sakumo… no te enfades. Lo que pasa es que tu hermanita no sabe llamar. Cuando vaya a venir yo lo sabré, mientras tanto, solo podemos esperar - Le explicó - Venga, vamos al parque, ya me tumbaré allí - Cedió la peli-rosa.

Dicho esto Sakura se levantó con gran esfuerzo del sofá mientras Sakumo daba saltitos de alegría alrededor del tresillo.

- Siiii, al parque, al parque - Canturreaba el pequeño alegremente - Así podré entrenar mi puntería con los suriken - Exclamó desapareciendo instantáneamente para ir a su habitación en busca de sus armas.

No había hecho más que levantarse, cuando Sakura sintió como un agudo dolor la obligaba a retorcerse sobre sí misma mientras se abrazaba el abultado vientre. Una lacerante punzada le atravesó como una lanza en el costado. El grito que emitió dejó petrificado al ninja copia que contemplaba totalmente paralizado por el pánico toda la escena.

- Mamá… te has hecho pis en la alfombra - Comentó extrañado el pequeño Hatake cuando volvió a la sala de estar.

- No cariño, esta es la forma que tiene tu hermanita de decir que ya viene - Le explicó su madre respirando sonoramente y reprimiendo una mueca de dolor.

- Pues vaya cochinada. Podía haber escrito un mensaje, es mucho más limpio - Se quejó con una mueca de asco.

- ¡Kakashi!, que haces ahí parado. Necesito tu ayuda - Reclamó exigente la peli-rosa mientras otra dolorosa contracción la obligaba a encogerse - Llévame al hospital ya.

El peli-plata por fin reaccionó ante la desesperada demanda de su esposa, alzándola en brazos dispuesto a llevarla al fin del mundo si fuera necesario. Se volvió hacia su hijo y por una vez, no pudo disimular su nerviosismo ante él. Ni si quiera la vez que el pequeño le había pillado encerrado en un armario leyendo uno de sus confiscados Icha Icha había sentido tanta ansiedad. Nunca se acostumbraría a ver sufrir a la peli-rosa.

- Sakumo, voy a llevar a mamá al hospital. Ya sabes donde es. Hemos ido muchas veces a buscarla cuando sale de trabajar.

- Claro que sí, no soy tonto, soy un ninja - Se quejó el niño todo digno - Es el edificio grande donde siempre hay gente con vendas. Ese en el que tú nunca entras aunque mamá tarde mucho y nos tengamos que quedar horas en la puerta esperando - Especificó.

- Si lo tienes tan claro, reúnete con nosotros allí - Le pidió su padre - Y no te entretengas por el camino, que nos conocemos.

- Noooo, no me entretendré… - prometió el niño cruzando los dedos tras su espalda y murmurando para sí, que pudiera ser que lo que pasara fuera que otras personas le entretuvieran a él.

- Kakashi, por favor, me duele mucho - Suplicó la peli-rosa entre grandes y rápidas espiraciones - Creo que ya viene, uf, uf, no podré esperar mucho más.

Inmediatamente el peli-plata salió disparado con su mujer en brazos hacia el hospital con un semblante tal pálido que sus cabellos parecían una continuación de su cara.

Cuando llegaron al hospital todo fue muy rápido. Sakura fue ingresada con fuertes dolores que indicaban que la pequeña no tardaría mucho en nacer, mientras un lívido peli-plata la seguía allí donde la trasladasen. ¡Como si alguien pudiera osar a impedírselo!.

Las contracciones fueron haciéndose cada vez más continuas y dolorosas, para suplicio del ninja copia que en un acto altruista, le había ofrecido su mano a su mujer para que esta supiera que estaba allí, junto a ella, pero… ¡cómo olvidarlo!. La fuerza descomunal de Sakura parecía haber vuelto en ese preciso momento, siendo su inocente mano la destinataria de toda la furia de su mujer.

- Todo esto es por tu culpa, indolente y perezoso gandul - Gritaba la peli-rosa recriminándole a su marido - Si no fuera por ti, yo no estaría en esta situación.

El shinobi, conociendo bien a su esposa, intentaba aguantar el tipo sin inmutarse ante el rapapolvo.

- Creo que para esto hacen falta dos…

- ¿Sabes?, así no ayudas en absoluto - Cortó tajante la peli-rosa lanzándole una mirada furibunda.

- Lo siento, no era mi intención - Se disculpó el shinobi absorbiendo toda la ira de su mujer y devolviéndole una cálida mirada - Sabes que te quiero y que eres una de las personas más fuertes que conozco, sé que todo va a salir bien, solo tienes que tranquilizarte un poco - Le contestó reprimiendo un alarido de dolor causado por la fuerte presión de la mano de su esposa.

El ninja copia, fiel a su carácter, había vuelto a recobrar la compostura y permanecía sereno a su lado. Trataba de apaciguar al la peli-rosa con palabras cariñosas y caricias, pero contrariamente a su propósito, parecía que sus intentos no hacía más que alterarla todavía más.

-¡Que me calme!, Ya me gustaría verte a ti en mi lugar - continuaba quejándose la kunoichi mientras estrujaba la mano de su marido con toda la rabia que poseía - a ver si se te cambiaba esa inexpresiva cara que tienes - vociferaba colérica - Ya quisiera yo ver a cualquier hombre en esta situación, que sintieran como el dolor les parte en dos, a ver si gritan o no.

Tras varios minutos de quejas y alaridos que se dejaron oír por todo el hospital y después de que varios huesos de la mano de Kakashi quedaran pulverizados, la pequeña Hatake vio la luz.

Fue un descanso para todos, no solo para Sakura. Tanto el personal médico como los pacientes fueron testigos de lo mal que llevaba la peli-rosa el dolor, pero ninguno tuvo el valor de llamarle la atención, ni si quiera el peli-plata.

Finalmente, cuando volvieron a traer a la recién nacida después de haberle hecho las pruebas pertinentes, una Sakura mucho más tranquila, pudo sostener por fin a la diminuta recompensa de tanto sufrimiento. Su cabello era exactamente del mismo color rosa que el suyo, ese cursi y extravagante color a chicle que tanto detestaba, pero que por una vez, al verlo en la cabeza de su hija, le pareció precioso solo por el hecho de que lo había heredado de ella. ¡Su hija se parecía a ella!.

Siguió examinando a la pequeña personita que descansaba en sus brazos. Su minúscula nariz, sus finos labios, su pequeña barbilla, sus diminutas manos… para su tranquilidad, todo parecía estar en orden.

Kakashi se encontraba a su lado, contemplando embelesado a ambas desde su posición.

- Es preciosa - Habló por fin, revelando en su tono de voz lo emocionado que se encontraba - Se parece tanto a ti.

- Hola Mebuki, soy tu mamá - Le habló dulcemente la kunoichi - y este que tienes aquí enfrente es tu papá.

La pequeña se encontraba dormida, seguramente exhausta por tanto ajetreo. Le habían puesto el nombre de la madre de Sakura, teniendo en cuenta que su primer hijo se llamaba como su abuelo paterno, les había parecido buena idea seguir con el mismo criterio y ponerle a la nueva integrante de la familia el nombre de su abuela materna, Mebuki.

Ambos contemplaban absortos cada gesto o movimiento de la pequeña, que dormía plácidamente acurrucada en los brazos de su madre.

- ¿Quieres cogerla? - Le preguntó la peli-rosa a su marido

- Desde luego. Será un placer - Respondió el orgulloso padre aproximándose a su esposa para poder tomar a la niña - De lo que no estoy tan seguro es de querer soltarla en algún momento - Comentó con una radiante sonrisa cuando ya la tenía entre sus brazos.

Se podía ver como Kakashi intentaba reprimir unas lágrimas de felicidad que amenazaban con escaparse de sus ojos debido a la emoción. Era su segundo hijo, pero era la primera vez que estaba presente en el parto, con su primer hijo todo había sido bastante más complicado.

Se había imaginado la escena cientos de veces, y sí, era tal cual la había supuesto. La pequeña era una réplica casi exacta de su madre. Estaba seguro de que aunque lo intentara, no iba a poder evitar mimarla y consentirla hasta la saciedad. Su amor por ella había sido instantáneo y rozaba los límites de lo empalagoso.

Observándola más detenidamente pudo apreciar cómo realmente se parecía a su madre. Su pelo, su boca, su nariz… todo era clavado a ella, excepto cuando abrió los ojos, que se quedó sin aliento.

Cuando la niña abrió por primera vez sus ojos ante él, lo dejó sin habla. Allí estaban, unos ojos negro azabache de mirada tan profunda que parecían no tener fin. Eran sus mismos ojos, la prueba irrefutable de que la pequeña era hija suya, y no es que tuviera ninguna duda, pero todo padre se siente orgulloso al verse reflejado en los rasgos de sus hijos.

- Tiene mis ojos - Afirmó orgulloso el peli-plata.

- A ver - Pidió la kunoichi que no había tenido la oportunidad de ver los brillantes ónix de su hija al haber estado ésta dormida cuando se la habían entregado - Sí, es verdad, tiene tu misma mirada - Corroboró.

La peli-rosa se derretía ante la tierna imagen que tenía ante ella. Padre e hija tan compenetrados. Era de esperar, puesto que el shinobi se había pasado los últimos 4 meses hablándole dulcemente a su barriga para que cuando llegara el momento, la pequeña le conociera y se sintiera a segura en sus brazos. Y vaya si lo había conseguido, la niña descansaba plácidamente en el regazo de su padre como si el que lo hubiera llevado nueve meses en su interior hubiera sido él.

- Si te das cuenta, parece el negativo de Sakumo - Advirtió el ninja copia.

- Es verdad, Sakumo es igualito a ti salvo en los ojos, que son verdes como los míos y Mebuki se parece mucho a mí a excepción también de sus ojos, que son como los tuyos - Recalcó la peli-rosa sonriendo - Por cierto, ¿Dónde está Sakumo? Creí que venía directo aquí - Se extrañó su madre sintiéndose un poco culpable por no haberle echado en falta hasta ese momento.

Habían estados tan absortos por la situación que ninguno de los dos se había dado cuenta de su ausencia hasta ese instante.

- Bueno, ya le conoces, se habrá entretenido en algún sitio - Trató de restarle importancia el peli-plata para no preocupar a la kunoichi, que se veía totalmente agotada.

No es que el ninja copia no se preocupara por su hijo, lo conocía de sobra y sabía que no le había pasado nada, pero eso no cambiaba el hecho de que fueran a tener una seria conversación con él por su tardanza. Ahora era el hermano mayor y como tal, tenía unas obligaciones. Debía cuidar de su hermana pequeña y encargarse de vigilarla y protegerla.

Sabía que para el niño iba a ser un poco difícil aceptar no ser ya el centro de atención. Estaba acostumbrado a que todos le prestaran atención, tanto sus padres como sus tíos Naruto, Ino y sobre todo, quién lo iba a decir, Sai. Ahora, verse desplazado a un segundo puesto podía suponerle alguna rabieta, pero con el tiempo lo aceptaría de buen agrado, sobre todo cuando descubriera que era mucho mejor para jugar que cualquier adulto. Quería pensar que la razón de su tardanza era otra, no los injustificados celos del príncipe destronado, pero no las tenía todas consigo. Ya lo descubriría cuando viera su reacción al conocer a su hermana, al fin de cuentas, no era algo de lo que pudiera huir eternamente.

- No, si cuando digo yo que es clavadito a ti, es en todo, hasta en eso - Comentó sarcásticamente la peli-rosa - Todavía no sé cómo no llegaste tarde a nuestra boda.

- Bueno, siempre hay cosas que merecen la pena… además, no quería perderme la luna de miel, y si llegaba tarde estaba seguro de que me castigarías de alguna manera.

- Puedes apostar por ello - Le confirmó la kunoichi mientras veía como el peli-plata se inclinaba hacia ella para besarla en los labios.

En ese momento Sakumo, el hijo pródigo, entró en la habitación.

-Jo, qué asco, siempre estáis igual, dándoos besitos a todas horas. Podíais tener un poco de consideración frente a Mebuki - Protestó nada más llegar - ¿Es esa?, ¿Puedo verla? - Preguntó con ansia.

Kakashi lo miró orgulloso despejando cualquier duda que hubiera tenido sobre los posibles celos de su hijo y miró hacia su esposa que contemplaba a su primogénito con un brillo de satisfacción en sus ojos.

- Claro que sí - Le concedió su padre mientras se agachaba para ponerse a su altura - Anda, acércate para que puedas conocerla.

Sakumo se acercó con sigilo, como si tuviese miedo de despertarla.

- ¡Que pequeña es! - Se extrañó - ¿Seguro que no ha salido antes de tiempo?

-Tú también has sido así de pequeño, cariño - Le explicó su madre - Pero has ido creciendo. Mebuki también crecerá, siempre y cuando nos ayudes a cuidar de ella.

- Claro que sí, ¿Qué tengo que hacer? - Preguntó diligente.

- Para empezar, no llegar tarde y no hacer que nos preocupemos por ti. ¿Se puede saber dónde has estado? - Le preguntó su madre sin poder llegar a enfadarse con él en un momento tan feliz.

Y de la misma forma que había oído justificarse a su padre cientos de veces, comenzó a hablar.

-Es que… cuando venía hacia aquí, me he tropezado con una ancianita que me ha preguntado si la podía ayudar. Así que no he tenido más remedio que hacerlo - Comenzó a hablar para desesperación de su madre y diversión de su padre.

Sí, el hogar Hatake había experimentado cambios en sus últimos años, pero siempre habría cosas que permanecerían inmutables.


Bueno, pues esta historia ha llegado a su fin, ¡Qué penitaaaa!. Espero que os haya gustado. Sí es así, solo os pido que si no os apetece dejar un comentario (reconozco que yo no soy muy dada a ellos), me agreguéis a vuestros favoritos, siempre reconforta saber que tu trabajo (Y son muchas horas…) tiene su recompensa.

Un besazo muy fuerte a todas y cada una de las personas que han seguido esta historia, está escrita para vosotros. Yo he disfrutado mucho escribiéndola y también he aprendido mucho (creo que es apreciable la evolución en la forma de escribir, que aunque en esencia sigue siendo la misma, creo que del medio a esta parte, se puede ver como se profundiza más en la descripción de las situaciones y los personajes, o al menos eso creo yo)

Pues lo dicho, un besazo para todos y por favor, si os ha gustado, hacédmelo saber ya sea con un review o agregándola a vuestros favoritos.

Por cierto, ya de paso, os invito a que paséis a leer mi otra historia, malos pensamientos, que a partir de ahora continuaré más a menudo.

Un beso y hasta pronto, nos vemos en el otro fic.