Latidos Sepultados

Capítulo 10: Cada vez que me amas es un milagro

Por Okashira Janet

A todos los que están leyendo, ¡gracias por llegar hasta aquí!, si tienen youtube a la mano sintonicen "Cada vez que me amas" de Luis Eduardo Aute, fue gracias a esa canción que nació éste fanfic. Y sin más, ¡nos vemos al final!

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Gaara se hizo un ovillo sobre el techo de su casa, le costaba respirar, le dolía el corazón, le temblaban las manos.

No. Era una pesadilla. Era una pesadilla.

Por favor, por favor. Si existía un Dios. Ese Dios que nunca lo había escuchado siendo niño, ese Dios que le había quitado a su madre, ese Dios al que no le importaban sus lágrimas. Si existía un Dios, por favor, por favor…

—Es mi esposa… —Sintió las lágrimas correrle por las mejillas, frías contra su piel—. Es mía… —No, no era suya, él simplemente la había obligado a estar junto a él mientras su corazón amaba a otro hombre, él simplemente había pasado por alto sus sentimientos—. Hinata… —Sintió que el nombre raspaba contra su garganta—. Hinata.

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Hinata se descubrió a sí misma sentada en la cama sin poder dormir, mirando a la puerta cada dos o tres segundos, esperando que su esposo entrara. El mero pensamiento le provocó sonrojarse escandalosamente, ¿aquello era inmoral?, no pudo evitar sentirse nerviosa y expectante. La noche anterior Gaara la había besado, su lengua había acariciado sus labios y ella se había abierto a la experiencia como una flor dispuesta.

¡Qué vergüenza!

Sin poder evitarlo se llevó ambas manos al rostro, sentía las mejillas calientes. Luego de aquello Gaara se había dormido rodeándola con un brazo, Hinata casi no había podido respirar de sentir su brazo grueso y tibio rodeando su cintura. Pero ya casi era medianoche y él no había regresado, tal vez tenía asuntos que atender como Kage o tal vez había sufrido alguna complicación, o tal vez…

Hinata sintió un dolor hueco en el estómago, algo que nunca había sentido antes, ¿no había dicho Kankuro que Gaara intentaría llegar más temprano a casa?, se lo había dicho guiñándole un ojo y ella había tenido un sobresalto por lo que su cuñado se había reído.

¿Pensaría Gaara también en eso?, no-no-no es que ella estuviera pensando en eso. Demasiado avergonzada se arremolinó contra las sabanas, hacía frío, pero espero paciente. Espero, espero y espero hasta que fue consciente de que él no llegaría temprano por esa puerta. Hacía frío y Gaara no estaba con ella. Que rápido se había acostumbrado a él y a su cabello rojo y desordenado por las mañanas, que rápido había aceptado amanecer en sus brazos, que rápido había sido creer que quizás y solo quizás no se había equivocado con ese matrimonio.

—Deja de soñar Hinata. —Sintió un conocido escalofrío correrle por la nariz hasta aguar sus ojos, ya una vez había soñado con un sol tan brillante que sus manos no habían sido capaz de alcanzarlo, no podía darse el lujo de soñar ahora con un fuego que era tan rojo que empequeñecía todo a su alrededor, si había un corazón que latiera bajo el pecho de Gaara estaba sepultado por las arenas de Suna y ella nunca, nunca sería capaz de hacer sonar para sí aquellos latidos sepultados.

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Gaara entró a su habitación a la una de la mañana. Por un momento se quedó parado frente a la puerta observándola dormir; su cabello negro desparramado sobre la almohada, la luz de la luna haciendo brillar sus pestañas, sus labios rosas, su hermosa figura dibujándose bajo las sábanas. Una vez más sintió que el corazón se le rompía sin remedio.

¿Estaba destinado a perder siempre lo que amaba?, ¿estaba destinado a nunca conocer la verdadera felicidad?, con pasos lentos avanzó hasta ella, sin atreverse a hablarle, sin atreverse a tocarla, sabiendo que esa sería la última noche a su lado, si la amaba haría ese sacrificio por ella. Y la amaba. No importaba lo que dijeran los concejeros ni su gente, no importaba si se creaba un conflicto entre sus aldeas, ella era más importante que todo eso, ¿por qué no se había dado cuenta antes?, ¿por qué había tenido que esperar hasta que su corazón ya había sido entregado?

Dolía. Dolía como el infierno. Dolía tanto que Gaara no quería volver a amar nunca.

Se sentó en el filo de la cama y la observó, su respiración acompasada, su cuerpo tibio; con delicadeza adelantó una mano y le retiró el flequillo de la frente. Si tan solo nunca le hubiera tendido la mano aquel día de tormenta, si tan solo ella no fuera tan amable, si tan solo no fuera tan sencillo amarla…

—¿Gaara-sama? —Los ojos de ella se abrieron despacio, pero al hacerlo Gaara notó que sus pupilas brillaban.

Gaara sé que este matrimonio fue forzado, seguramente tú y Hinata no lo han consumado aún, no es válido, aún podemos arreglar esto, deja volver a Hinata a su aldea, déjala estar conmigo.

Pero no quería, no podía, le dolía demasiado.

Sus manos la sujetaron trémulas, la cubierta de arena se deslizó fuera de su cuerpo y sintió que el corazón le aleteaba desesperado contra las costillas.

—¿Se encuentra bien? —Hinata adelantó una mano, como si fuera a tocarlo, pero el gesto se quedó en el aire. Gaara cerró los ojos, disfrutando el perfume que ya no sería suyo, aquella cercanía que le pertenecería a otro hombre, aquellos labios que no volverían a besarlo.

—Lo siento. —Pese a todo su voz no se quebró, suave y firme como una caricia lejana. La sujetó de la barbilla y unió sus labios con los suyos, aquel era el adiós y dolía, dolía, dolía.

—Gaara-sama… —Para su desconcierto ella subió lentamente las manos y lo sujetó de la nuca pegándose contra él. No lo haría de saber que Naruto estaba ahí, que había ido por ella, que la amaba de vuelta, que la amaba tanto que no le importaba crear una guerra entre aldeas por ella.

—No… —Fue un jadeo, con delicadeza le sujetó las manos y besó sus dedos, uno a uno—. Hinata, tenemos que hablar. —Ella lo miró fijo a los ojos por tanto tiempo que le pareció que caía en un pozo sin fondo.

—¿Por qué? —Los labios de su esposa temblaron.

—Es importante. —Sintió que el corazón le latía irregular y doloroso dentro del pecho.

—No quiero. —Para su desconcierto los ojos de la joven se cristalizaron.

—¿No quieres? —Aturdido Gaara parpadeó—. Es importante.

—No quiero oírlo. —No sabía lo que estaba diciendo, el amor de su vida venía por ella, el amor de su vida que pasaba por encima de cualquier ley humana, el hombre que la amaba más que a su posición o a su aldea. Un hombre contra el que no se podía comparar.

—Hinata. —Gaara le sujetó ambas manos, respiró hondo—. Necesitas saberlo.

—Hoy Gaara-sama se ve triste. —Los temblorosos dedos de Hinata se colocaron sobre su pecho—. Si-siento como si quisiera apartarme. —Sí, quería hacerlo, pero era demasiado tarde, su recuerdo le dolería por siempre, cada que mirara la luna su alma lloraría.

—No es mi deseo apartarte. —Pero se iría, se iría de todas formas, cuando se lo dijera lloraría, se desesperaría y luego se iría, no podía ser de otra manera, Gaara no volvería a atarla a él, había aprendido. Dolorosamente, pero había aprendido.

—¡Entonces no me aparte! —Las manos de la joven estrujaron su ropa y Gaara tuvo que cerrar los ojos.

—Te iras. —Intentó explicárselo, con diplomacia, de tal manera que no se sintiera culpable, ella no tenía la culpa después de todo, su único pecado había sido ser amable, su único pecado había sido ser la persona más maravillosa que jamás hubiera conocido en el mundo.

—¿Por qué? —Su voz quebrada le dolió, apretó más fuerte los parpados—. ¿Gaara-sama?, ¿por qué?

—Déjame que te explique…

—Gaara-sama, u-usted dijo… —La escuchó sollozar y abrió de golpe los ojos, no podía evadirse, no a esas alturas—. Di-dijo que sería lo que yo qui-quisiera que fuera. —Y era hermosa, ahí llorando, sujetándolo, sin saber que la felicidad envestida en hebras doradas había ido por ella—. Que me pro-protegería.

—Sí. —Con delicadeza le retiró una lágrima de la mejilla—. Pero ha llegado un hombre que puede hacerlo mejor que yo.

—¡Pero! —Así había sido toda su vida, cada que intentaba aferrarse a algo desaparecía, cada que se entregaba se topaba con una pared, cada que intentaba amar le rompían el corazón, ¿también Gaara se iría con una sonrisa triste en el rostro?, ¿no había significado nada todo lo que había dicho?, ¿no estarían juntos hasta que la muerte los separara?

—Todo va a estar bien. —Gaara la abrazó despacio, suave, dulcemente contra él, Hinata sollozó contra su pecho. Podía oír el corazón de Gaara latiendo contra su oreja, hondo, triste, como una lenta melodía atormentada.

—Gaara-sama… —Solo por una vez, solo para despedirse, solo para no volver a tener que cargar con arrepentimientos, aunque fuera tonto, aunque ya supiera la respuesta, aunque nunca hubiera esperado eso de él—. Algu… alguna vez… —Las lágrimas la ahogaron y la voz se le volvió nasal—. ¿Alguna vez me quiso? —Aunque ya sabía que él no era como el resto de las personas, aunque le habían advertido que lo habían educado para amarse solamente a sí mismo, aunque siempre era ella la que se imaginaba cosas que no existían y nunca lo harían—. Aunque… aunque sea un poquito… —Y sintió que en toda su vida nunca había sido más patética que en ese momento.

—Hinata. —Las manos de Gaara la tomaron con delicadeza de las mejillas, le alzaron la cabeza y con sorpresa descubrió que de aquellos hermosos ojos verdes bajaba una solitaria y triste lágrima que surcaba su rostro pálido—. Te quiero. —Tanto que no era incorrecto decir que la amaba, tanto que se convertía en un milagro. Pero no podía decírselo, no cuando era solo una pared que le impedía la felicidad. Ella lo observó fijo, como si no entendiera, ojos color perla que intentó grabar en lo profundo de su mente, una expresión que ninguna mujer volvería a tener jamás.

—Gaara-sama. —Hinata entreabrió los labios, pero no fue para seguir hablando, con sorpresa Gaara la sujetó por los hombros cuando ella se inclinó adelante y unió sus labios con los suyos.

—Hinata, no… —Pero ella echó todo su peso hacía delante y Gaara se encontró cayendo sobre la cama con ella encima—. Tienes que escucharme. —Pero por primera vez en su vida no parecía que la joven Hyuuga estuviera por la labor de escuchar, sus labios acariciaron los suyos, su aliento estremeció su boca, sus cálidos senos se aplastaron contra su pecho—. No lo hagas, vas a arrepentirte.

—No. —Ella declaró con firmeza—. No voy a arrepentirme. —Gaara encontró que ponía poco empeño en pararla, que intentaba sujetar sus manos sin fuerzas, que dejaba que la situación se saliera de su control.

—Hinata… —Si tan solo se lo dijera, si la sujetara de ambas manos, la mirara fijo a los ojos y le confesara que Naruto había venido por ella. Pero no podía, era débil, la quería, ¡Dios!, como la quería.

Sintió algo escapar de su garganta, no supo si fue un sollozo, un gruñido, un jadeo. Hinata le besó el cuello, con manos firmes abrió su gabardina.

—No… —Se arrepentiría, lo odiaría cuando supiera que él no le había dicho la verdad. Aun podía detenerla, aun podía decirle. Pero los dedos de ella acariciaron su pecho y Gaara dejó de pensar.

La amaba, ¿es que no podía tenerla?, solo una vez, aunque sea solo una vez, sentir que ella lo amaba de vuelta aunque no fuera cierto, siempre había vivido en la mentira, ¿qué importaba una más?

Por la ventana distinguió la luz de la luna colándose sobre sus cuerpos mientras ella acortaba la distancia entre ellos, sus mejillas rojas. Como si sus manos tuvieran vida propia la rodeó, la acarició, la acunó contra él.

Naruto.

Tenía que decirle, que estaba ahí, que había ido por ella, que la amaba tanto como ella lo amaba a él.

—Gaara-sama… —Pero era imposible, no podía desprenderse de sus labios, no tenía la voluntad para resistirse cuando ella se arqueó contra él, entregándose entera, buscando con dedos trémulos el cierre de su pantalón.

—No… —Pero mientras lo decía levantaba tembloroso su falda y acariciaba la tersa piel de sus muslos—. Tengo que… —Tenía que decirle o todo el cariño que sentía por él se convertiría en odio y dolor. Tenía que decirle o Naruto no volvería jamás a chocar su puño con él llamándolo amigo. Tenía que decirle… Pero su cuerpo reaccionaba solo, pedía por ella, duro, firme, esperando.

—Hinata, por favor. —Hizo un último intento, aunque le costó el mundo—. Tienes que saberlo. —Pero ella no lo escuchó, quizás es que ya no podía escucharlo, en sus ojos había una luz que hablaba de pasión y no pudo más que gruñir cuando ella se deslizó hacía él y sus caderas la encontraron en el aire.

Ya no pudo pensar, la sujetó de la cintura y la apretó contra él. Le estaba haciendo el amor, le estaba haciendo el amor. Y lo odiaría cuando terminara, pero no ahí, no en ese momento, en ese instante era suya. Por favor que aquel momento fuera eterno.

Ella jadeó, suspiró, explotó. Gaara nunca la había visto tan bonita, tan seductora, tan suya. Pero era una mentira y pronto terminaría, un doloroso lamento le desgarró la garganta.

—Gaa-Gaara. —Desnuda sobre él era la viva imagen de la perfección, era tan hermosa que lo cegaba. Gaara la besó dulcemente, la acostó sobre él, la acunó contra su pecho, la tapó con la sabana y sin soltar un solo lamento lloró.

—¿Gaara-sama?

—Lo siento. —Su cuerpo se estremeció—. Naruto ha venido por ti, te quiere, no… no pude decírtelo… —Sintió como ella se volvía piedra en sus brazos y giró la mirada hacía la ventana, ahí donde la luna empezaba a alejarse en el firmamento. Así se iría ella, partiría con el sol, jamás volvería a ser suya, pero le quedaba ese momento, esa mágica noche en la que su corazón había latido con el de ella, ese pequeño milagro.

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Naruto se sentó sobre una enorme duna de arena, con una pierna doblada para que le sirviera para apoyar los brazos y la otra formando un cuatro en el suelo. El viento frío del desierto agitó sus cabellos.

—Sabía que te encontraría por aquí. —Neji apareció como un fantasma a su lado y se sentó con ambas piernas extendidas, como si hubieran quedado para verse—. Te sentí cuando llegaste.

—Ah. —Naruto apoyó la barbilla sobre su rodilla.

—Gaara-sama ha ido a casa. —Neji soltó un hondo y largo suspiro—. No se veía muy bien.

—Ah.

—Hinata-sama está en casa. —Neji lo miró de reojo—. Es de noche y estarán solos y quizás Gaara-sama no quiera dejar ir tan fácil a su esposa.

—Ah.

—¿Vas a esperar aquí mientras eso pasa? —Neji arqueó una ceja.

—¿Se puede saber de qué lado estas? —Naruto se ocultó entre sus brazos y le dirigió una mirada de reojo—. Condenado traidor.

—Del lado de Hinata-sama, claro. —Neji se rascó una oreja—. Ni tú ni Gaara-sama me importan demasiado.

—Debí suponerlo. —Naruto bufó, Neji se arqueó como un gato y miró el cielo.

—Pero he de admitir que no me esperaba que te hicieras a un lado en el último momento.

—Yo… —Naruto estrujó sus rodillas—. Es horrible lo que le estoy haciendo a Gaara, ¿verdad?

—Lo es. —Neji sonrió irónico—. Con esa mierda de amigos mejor que se lo lleve de nuevo Akatsuki.

—¿La ama verdad?

—Es imposible no amar a Hinata-sama. —Neji anunció con retintín.

—No sé quién da más asco, si yo por querer arrebatarle la esposa a mi amigo o tú por amarla mientras esta con otro.

—Mis sentimientos por Hinata-sama son puros. —Neji se llevó una mano al pecho fingiendo indignación.

—Sí claro. —Naruto volvió a encoger la cabeza entre las rodillas—. Das asco.

—Tú lo das más. —Neji sonrió, aunque fue una sonrisa más bien triste mientras le colocaba una mano sobre el hombro—. ¿Cómo es que Shikamaru te dejó venir?

—Me escape, obviamente. —Naruto gruñó—. Nunca he sido de los que planean mucho las cosas.

—¿En serio? —Neji arqueó las cejas burlón.

—No quería creer que Gaara me había traicionado, todos decían que lo dejara, que si Gaara lo había hecho era porque no había otra salida, pero yo no podía pensar, todo estaba rojo y me dolía tanto el pecho. —El rubio se estrujó la ropa, ahí donde estaba el corazón.

—Si te consuela él no lo sabía. —Neji resopló—. Tan ingenuo, por algo son amigos.

—Hubieras visto su cara cuando se lo dije. —Naruto miró las estrellas—. Nunca había visto esa expresión, como si lo hubiera golpeado y de todas maneras no me importo, seguí diciendo, seguí hablando, ya ni siquiera recuerdo lo que le dije. —Sus puños se apretaron—. Y aunque se estaba quebrando delante de mí no podía parar.

—Es extraño verdad. —Neji cerró los ojos, el viento le revolvió el largo cabello castaño—. El amor, el dolor, los sentimientos.

—Es terrible. —Naruto se río, fuerte—. Horrible.

—Pero hace mejor a un hombre, hace más hermosa a una mujer y fortalece los corazones. —Neji le apretó el hombro.

—No la note, tantos años y no la note.

—Pero al final lo hiciste y eso te hizo mejor hombre.

—Pienso en ella cuando me despierto, cuando estoy trabajando, cuando veo la luna, cuando el viento me despeina. —En su rostro se pintó tanto dolor que Neji apretó los dientes—. Quiero estar con ella por siempre, para siempre, pero… —Cerró los ojos y echó la cabeza hacía atrás, una sonrisa blanca iluminó la noche—. Pero Gaara es mi amigo, después de todo no puedo hacerlo, pelear por ella. Y aun así estoy aquí, esperando, porque sé que él siente lo mismo por mí, porque sé que en medio de la noche brilla una pequeña esperanza y me odio a mí mismo por no ser capaz de dar media vuelta.

—Es difícil, dar media vuelta. —Neji se río—. Llevo toda la vida intentándolo.

—Hombre más triste. —Naruto se burló.

—Lo que digas. —El castaño lo miró de reojo con superioridad—. Al final es ella quien decide.

—Es ella. —El rubio sujetó un puño de arena y la dejó correr entre sus dedos—. Soy un hombre que ha perdido su oportunidad y aun espera. —Llenó sus pulmones de aire—. Siento como si fuera a amarla por siempre y para siempre, sin importar si no me ama de vuelta.

—No creo que Hinata-sama haya dejado de amarte. —Neji cerró los ojos—. Y también creo que siempre va a quererte.

—Siempre. —Naruto apretó sus rodillas, como un niño en busca de calor—. Siempre es tan largo.

—¿No lo has oído? —Neji le palmeó la espalda—, "es tan corto el amor y es tan largo el olvido". (1)

—¿Quién dijo eso?

—Un poeta.

—No sabía que te gustara la poesía.

—Yo tampoco.

—Pero sabía de lo que hablaba. —Naruto respiró hondo—. Y creo que al final realmente nunca se olvida.

—Quizás. —Neji hizo visor con la mano—. No falta mucho para que amanezca.

—Parece.

—Voy a enviar a Hinata-sama aquí así que pase lo que pase recuerda quien eres.

—¿Un idiota?

—El héroe de las naciones ninja, la esperanza naranja de Konoha, el hombre por el que Hinata-sama decidió unirse con un hombre al que no amaba. —Neji se puso de pie, dio dos pasos y luego giró ligeramente la cabeza para darle una última mirada—. El shinobi más fuerte de éste mundo.

—No me voy a quebrar. —Naruto sonrió—. Palabra de gennin. —Neji le sonrió una última vez y se fue. Naruto esperó ahí, recordando, a la niña tímida y rara que lo veía desde atrás de un poste, al chico de cabello rojo como el fuego que decía que solo se amaba a sí mismo, al niño de ojos azules que lloraba en soledad.

Hinata llegó antes de que empezara a amanecer, su largo cabello negro ondeaba tras de ella y su rostro pálido destacaba en la oscuridad.

—Hola. —Naruto le sonrío sin fuerza.

—Hola… —Titubeante ella se sentó a su lado, a prudente distancia.

—¿Gaara te dijo? —Hinata asintió lentamente con la cabeza—. Ya… —No es que pudiera decir gran cosa de todas maneras. Hinata apretó las rodillas contra su pecho y Naruto se ocupó en hacer dibujos en la arena con su dedo, finalmente no pudo soportar más tiempo el silencio—. Gaara es… —Sintió que farfullaba—. Un buen hombre.

—Lo es.

—Lamento que hayas tenido que pasar por todo esto. —El rubio se rascó la nuca, ella se encogió aún más sobre sí misma—. Lamento ser tan tonto.

—No creo que Naruto-kun sea tonto. —El rubio notó como ella estrujaba la tela sobre sus rodillas—. Nunca lo he creído.

—Y sin embargo fui lo suficientemente tonto para no verte. —Soltó un suspiro—. ¿Alguna vez te agradecí por salvarme la vida?

—Yo no… —Abriendo mucho los ojos Hinata negó con las manos.

—¿Te agradecí por amarme?, ¿por estar siempre a mi lado durante la guerra? —El rubio soltó un pesado suspiro—. Estaba tan absorto siendo el héroe de las naciones ninja que olvide que hay cosas que puedes perder si no las cuidas. —Hinata enrojeció—. ¿Te he perdido, verdad? —La joven giró a verlo, con los labios entreabiertos, los ojos brillantes.

—Yo… por Naruto-kun…

—Lo sé. —Naruto se puso de pie—. Y no voy a obligarte a decirlo. —Con delicadeza la ayudó a levantarse, atrás iba apareciendo lentamente el sol—. Lo supe desde que te vi caminar hacia mí.

—Yo… —Hinata bajó la cabeza—. Amo a Gaara-sama.

—Y él te ama a ti. —Hinata alzó con violencia la cabeza, una chispa de esperanza en sus ojos—. Solo que aún no te lo dice. —Juguetón Naruto le pegó en la nariz con un dedo—. No te sientas mal por mí, al final resulta que no puedo traicionar a mi amigo.

—Yo, —Hinata tomó aire con fuerza—, aun amo a Naruto-kun.

—Pero no puedes traicionar a Gaara, lo sé porque yo tampoco puedo. —Para sorpresa de Hinata Naruto lanzó un grito, alto, fuerte, festivo, mientras se reía—. Bueno, sí que puedo traicionarlo, pero solo un poquito.

—¿Un poquito? —Hinata iba a preguntarle a qué se refería con eso, pero Naruto la sujetó de las mejillas y unió sus labios a los suyos. No pudo evitarlo, lo sujetó de los hombros y cerró los ojos pegándose a él, Naruto la besó con dulzura, con pasión, abrazándola sabiendo que no volverían a estar nunca así. Y lo había amado tanto tiempo, lo había querido tanto tiempo…

—Bueno, —Naruto la soltó despacio, le guiñó un ojo y le acomodó un mechón de cabello tras la oreja mientras ella echaba humo de tan roja—, tenía que vengarme un poco, ¿no crees?

—Na-Na-Na- ¡Naruto-kun!

—Sé muy feliz Hinata. —Le sujetó una mano y besó delicadamente sus dedos—. Cuida a Gaara.

—Lo haré. —Ella sonrío con dulzura.

—Y acuérdate que el corazón del Hokage es tuyo, no importa lo que pase, siempre será tuyo. —Naruto le guiñó un ojo, dio media vuelta y se alejó con los hombros erguidos y el paso decidido, Hinata lo vio irse, al hombre que había amado, al hombre que aun amaba y supo que nada en la vida sería capaz de derribar nunca a Naruto Uzumaki, que siempre sería una estrella de luz brillando en la oscuridad.

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Sentado frente a su escritorio Gaara observó fijamente la pluma frente a él y el pergamino que desde esa mañana permanecía en blanco. Tenía que trabajar, tenía que escribir, tenía que firmar. Pero encontraba que sus dedos no tenían mucho afán de responderle.

Aún podía recordar la escena de hace unas horas, cuando le había dicho a Hinata que Naruto había ido por ella se había vuelto piedra entre sus brazos, luego se había levantado de la cama sin verlo, se había metido al cuarto de baño y luego de unos pocos minutos había salido cambiada y aseada. Había salido del cuarto sin decirle una sola palabra, sin mirarlo una sola vez.

Así es como debía ser, eso era lo mejor para todos. Aunque lo intentó notó que sus dedos temblaban y tuvo que sujetarse la mano por debajo de la silla. Había sido fácil cuando era niño, amarse a sí mismo y no confiar en nadie, pero ahora la situación era diferente, ahora era Hinata quien había confiado en él, quien se había entregado a él… Seguramente le había roto el corazón.

Pero a Naruto no le importaría, Gaara lo conocía y sabía que seguiría amando a Hinata, sin importar nada. Lo sabía porque él también habría hecho lo mismo.

—¿Se puede? —Quiso decir que no, pero su trabajo seguía, así era el puesto que había obtenido siendo adolescente, así de pesada era la carga sobre sus hombros.

—Adelante. —La puerta se abrió y Sochiro apareció mostrando su mal genio habitual, a Gaara incluso le calmó percatarse que las cosas seguían tal y como siempre con sus allegados.

—Kazekage-sama. —El joven dirigente se cruzó de brazos—. El maestro de la Academia está teniendo más problemas de los que creí.

—¿Maestro de la Academia? —Gaara lo observó sin entender.

—El maestro de Academia que me ordenaste supervisar. —Sus ojos azules chispearon con mal humor.

—¿Qué clase de problemas? —Lejano recordó que los padres de familia se habían quejado.

—Intenté un pequeño adiestramiento con él, pero aparentemente fue mucho para su… —Sochiro se rascó la nuca intentando recordar—. Para su psique… bueno, algo así dijo el psicólogo.

—¿El psicólogo? —Los ojos de Gaara se abrieron grandes—. ¿Lo mandaste con el psicólogo?

—En realidad lo mando el director. —El joven arqueó ambas cejas—. Como no paraba de temblar.

—¿No paraba de temblar? —Gaara soltó un pesado suspiro y se echó atrás en su silla—. ¿Exactamente que le hiciste? —Sochiro carraspeó.

—Como sea, el psicólogo dice que debemos darle una licencia, por lo menos tres meses.

—¿Sabes lo que eso significa? —Gaara lo miró fijo.

—¿Qué los niños van a tener clases libres?

—Que vas a tener que suplirlo.

—¡Ni hablar! —Le sorprendió darse cuenta de que habían terminado tuteándose sin ser conscientes.

—¿Quién causo esto en primer lugar? —Gaara se pasó la mano por la cara.

—¡Haré que regrese! —El pelirrojo le envió una mirada de advertencia—. Bueno, quizás esa no sea tan buena idea, pero entonces encontraré un suplente.

—Mañana los niños deben tener un nuevo instructor. —Gaara tamborileó con los dedos sobre el escritorio—. Y si no encuentras un suplente espero verte ahí.

—Eso sería malo tanto para mí como para ellos, créame. —Seguramente, pero la medida era temporal.

—Entonces espero que encuentres un suplente para mañana.

—De acuerdo. —Sochiro apretó los labios y entrecerró los ojos, a Gaara le pareció que pensaba intensamente—. De cualquier manera ya le había echado el ojo a alguien.

—Suerte entonces. —Gaara soltó pesadamente el aire que guardaban sus pulmones y Sochiro salió de ahí como una exhalación, casi como si pensara que debía atrapar a alguien (Gaara no lo dudaba).

La visita de su subordinado lo hizo reaccionar levemente así que sujetó con fuerza la pluma y se dedicó a trabajar, caer en depresión no lo ayudaría, pensar en lo que había sucedido tampoco. Solo le quedaba salir adelante, como pudiera, aunque de vez en cuando sintiera que se ahogaba.

Así que lo hizo; trabajar hasta que la espalda empezó a dolerle, sin alzar la mirada de sus papeles, sin preocuparse por comer tampoco.

—¿Gaara? —La puerta se abrió sin que se anunciaran y su hermana apareció con una caja bajo el brazo—. Pronto va a realizarse el festival de la Arena, sé que acabamos de salir de una rebelión y no estamos en los mejores momentos, pero pienso que podría ser buena idea subirle la moral al pueblo.

—¿Eh? —Gaara giró a verla sin comprender.

—¿Gaara? —Temari frunció el ceño—. ¿Qué sucede?

—Nada. —Sacudiendo ligeramente la cabeza se pegó al respaldo de su silla—. ¿Qué sucede con el festival?

—Gaara. —Con tono amenazador su hermana se cruzó de brazos observándolo ceñuda—. ¿Qué sucede? —Aunque en los últimos tiempos la confianza entre ellos había crecido el pelirrojo no se imaginaba que algún día su hermana lo enfrentaría de esa manera, con ojos decididos y postura recia.

—Nada… —Al final se le perdió un poco la voz, a ser sincero nunca había conversado acerca de sus asuntos sentimentales y si tenía un problema por el estilo lo resolvía por sí mismo sin hacer demasiado alboroto, aunque algo le decía que esta vez no sería tan fácil de resolver, sobre todo porque no es como si los concejeros y la aldea pasaran por alto que su esposa se había ido con el Hokage.

—Gaara… —Ahí parada frente a él su hermana parecía una madre molesta.

—Ayer Naruto ha venido a verme. —Al instante el rostro de Temari palideció—. Me dijo que estaba enamorado de Hinata y que todos lo sabían… que ustedes también lo sabían. —Al final cierto velado rencor se dibujó en sus últimas palabras, para su sorpresa su hermana caminó hasta su escritorio, se sentó con las piernas cruzadas y parpadeó.

—Por supuesto que lo sabíamos.

—¡Entonces…! —Gaara sintió como si lo hubieran traicionado por segunda ocasión.

—Gaara, —su hermana resopló—, el mundo entero lo sabía, ¿acaso eso cambiaba algo?, no es como si hubiéramos tomado esa decisión sin buscar todas las opciones.

—¡Pero…! —Se sintió como un niño que se ve atrapado injustamente.

—Te casaste con ella sabiendo que probablemente amaba a otra persona, ¿no te hubiera molestado si no fuera Naruto?, ¿no importaba si era otro hombre?

—Pero era Naruto. —Gaara apretó los puños—. Le debo la vida, ¿Cómo pude…?

—Este matrimonio fue para protegerlo, lo hiciste por él. —Temari le clavó un dedo en el pecho—. No te confundas.

—Eso ya no importa. —Gaara desvió la mirada—. Hinata se ha ido con él.

—¿Hinata? —Temari abrió la boca—. Pero… —Confusa parpadeó y estaba por decir algo más cuando Gaara la interrumpió.

—Y es mejor así, no importa los problemas que eso acarree.

—¿Es mejor así? —Temari se levantó del escritorio y a Gaara le pareció que había frialdad en su mirada—. ¿Qué se vaya y listo?

—Se aman. —Gaara sintió que el leve temblor de dedos regresaba—. ¿Qué puedo hacer?

—Decirle que tú también la amas, quizás. —Su hermana parecía bastante enojada—. Decirle que no quieres que se vaya.

—Eso sería egoísta de mi parte.

—¡El amor es egoísta Gaara! —Temari gritó tan recio que el vidrio tras él vibró—. Frente a un hombre que la ama y fue a buscarla desde otra aldea sin importar los riesgos y un hombre que ni siquiera es capaz de decirle que la ama y que no se vaya; incluso yo sabría con quién quedarme.

—Es lo mejor. —No fue capaz de ver nuevamente a su hermana, su vista fija en el horizonte.

—Repítetelo hasta que te lo creas Gaara. —Con rudeza le tiró la caja contra el pecho—. Y no se te ocurra llegar tarde hoy a la casa, si lo haces voy a despellejarte. —Luego salió de la oficina bastante cabreada. Gaara colocó la caja a un lado, su hermana le había llevado de comer, no tenía apetito pero aquel bento no parecía ser la clase de cosa que debía desperdiciar. La comida estaba bellamente acomodada y un delicioso aroma se desprendía del interior, que raro, Temari usualmente solía llevarle comida instantánea (algo le decía que Shikamaru debía ser buen cocinero si quería vivir decentemente).

—Itadakimasu. —Al principio comió despacio y sin ganas, pero el sabor de la comida le trajo recuerdos. Recuerdos dolorosos pero bellos al fin y al cabo. Rememoró los días en la mansión Hyuuga, la manera en la que esperaba aparecer a los primos por el patio, su salida de chicos con Kiba, la primera vez que le había dicho a Hinata que le gustaba y aquellos sentimientos le incomodaban…

—Hinata… —Y supo que algún día en algún momento al decir su nombre su corazón dejaría de doler. (2)

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A las 9 de la noche Gaara miró su reloj, soltó un suspiro y cerró los cuadernos en los que trabajaba. Definitivamente no tenía ninguna gana de que Temari lo despellejara o lo intentara siquiera. Suponía que llegando a su hogar sus hermanos tendrían una severa discusión con él, pero al final entenderían sus razones y no les quedaría más que ayudarlo a salir del caos político que iba a crear.

De nuevo.

No se quejaba, no es como si alguien que en el pasado había sido un monstruo no se mereciera todo lo que estaba pasando, ¿a cuanta gente había matado sin sentir ni un poco de peso en la consciencia?, si Hinata se hubiera atravesado en su vida en aquellos años la hubiera trozado como si se tratara de una ramita y ni siquiera lo recordaría.

Siendo honesto consigo mismo lo mejor que le podía pasar a alguien tan hermoso como Hinata era permanecer lejos de él.

Con lentitud acomodó sus cosas, despejo su escritorio, apagó las luces y bajo sin prisas la larga torre Kazekage, afuera ya estaba oscuro y frío así que había pocas gentes paseando fuera. Unos cuantos niños corrieron frente a él agitando las manos y un par de hombres que cerraban sus comercios le hicieron una reverencia, ¿lo verían del mismo modo una vez se enteraran que había dejado que el Hokage se llevara su esposa?, bueno, algunos sentirían lastima de él y otros tantos dirían que no tenía valor, de cualquier manera no era una imagen muy heroica para el dirigente de una aldea ninja.

Ya casi estaba escuchando los ladridos de Kankuro sobre él.

—Buenas noches Kazekage-sama. —Alguien lo saludó al dar vuelta en una esquina.

—Buenas noches. —Respondió en automático, la luz de la luna siguió su camino entre callejones maltrechos y sombras que corrían de un lado a otro en la oscuridad. Gaara vio un gato que lo observaba por encima de un techo con unos curiosos ojos morados.

Todo era igual o quizás todo era diferente, no estaba seguro.

Sus pies calzados con botines se deslizaron con firmeza por las calles y a pesar de que era lo último que deseaba se esforzó en mantener la espalda recta. Era el dirigente de una aldea y así tuviera el corazón quebrado no podía fallarle a las personas que protegía.

—¡Kazekage-sama! —Un niño lo saludó efusivamente desde la ventana, tenía los ojos azules como el cielo y Gaara asintió levemente con la cabeza en su dirección pensando en Naruto.

¿Estarían ya en camino a Konoha?, ¿tendrían muchos problemas por lo qué había ocurrido?, ¿pensaría Hinata alguna vez en él? Le había hecho el amor y había sido su primera vez, suponía que lo pensaría, aunque solo fuera para atormentarse y odiarlo… no era precisamente una buena perspectiva.

Al llegar a su casa abrió la puerta y se anunció con voz cansada, mejor sería darle celeridad al asunto y dejar que sus hermanos lo desgarraran lo más rápido posible para que juntos encontraran una solución. Para su sorpresa sus hermanos no le contestaron, ¿es que no lo estaban esperando como aves de presa en el recibidor?, a lo mejor habían creído que intentaría evadirse.

—¿Temari? —Se sacó los botines y avanzó por el pasillo—. ¿Kankuro? —Escuchó sonido en la cocina y se dirigió hacia allá, enseguida escuchó la voz de su hermano, ligeramente sonriente.

—¡Es en serio!, comíamos basura, ¿verdad Temari que comíamos basura?

—Supongo, —escuchó a su hermana suspirar—, no es que alguien nos haya enseñado a cocinar, ¿sabes? —Gaara carraspeó entrando al salón, si sus hermanos habían invitado a alguien más seguro que sería un concejero cascarrabias que iría a regañarlo.

—Gaara-sama. —Para su sorpresa Hinata se giró hacía él, con el largo cabello atado en una coleta, un delantal de cuadritos sobre la ropa y un cucharón en la mano—. Bienvenido a casa. —Gaara abrió mucho los ojos y dejó caer los brazos a sus costados, pero todos fingieron no notarlo.

—Solíamos comprar todas las marcas de fideos instantáneos de la tienda. —Kankuro se pasó ambas manos tras la nuca—. Pollo, res, camarón, incluso inventos raros de combinaciones.

—Una vez le compramos a Gaara una de chile con res, pensamos que pondría caras graciosas, pero ni siquiera pareció notarlo, tan raro desde pequeño. —Temari sonrío y Hinata le devolvió la sonrisa.

—¿Estoy en algún genjutsu? —Gaara anunció con voz fuerte y todos giraron a verlo con incomodidad.

—No que yo sepa. —Neji arqueó ambas cejas, estaba sentado sobre la barra de la cocina y por estar tan absorto observando a Hinata Gaara no lo había visto—. Sería una ofensa que alguien como yo cayera en un genjutsu teniendo el Byakugan.

—¿Qué haces aquí? —Gaara se giró hacía Hinata, la desazón en sus gestos.

—Cocinando. —Hinata se sonrojó—. Gaara-sama…

—Pero… —Gaara giró a ver a todos, como si le estuvieran jugando una broma—. ¿Es…?, ¿viniste a despedirte?

—Es una cena de celebración, celebración. —Kankuro le pasó una mano por los hombros y Gaara se tambaleó ante el peso de su hermano.

—¿Celebración?

—Hinata-sama ha decidido ser instructora en la Academia. —Neji se cruzó de brazos—. Sochiro-san es muy insistente, por cierto.

—¿Instructora? —Gaara cerró los ojos, los volvió a abrir, frunció el ceño y de dos pasos llegó hasta ella.

—¿Gaara-sama?

—Necesitamos hablar. —Sin reparar en los presentes la sujetó de la mano y tiró de ella Hinata lanzó una mirada preocupada atrás.

—Neji-niisan… —El castaño rodó los ojos.

—No se preocupe Hinata-sama, yo me ocupo de la cena.

—¿Eh? —Lejana Gaara escuchó la chanza de su hermano—. ¿No quieres que te traiga un delantal Neji?

—Cállate. —Pronto las voces de la cocina dejaron de oírse Gaara tiró de Hinata hasta su cuarto, sujetando su brazo sin girar a verla, en cuanto pudo cerrar la puerta tras ellos la soltó.

—Perdón por mi arrebato.

—No, —Hinata negó con las manos—, no es nada.

—Yo… —Gaara sujetó con una mano su cabeza—. No entiendo.

—Sochiro-san me dijo que había una plaza suplente para instructor de academia y que si lo hacía bien me aceptaría como la esposa del Kazekage. —Hinata ladeó ligeramente la cabeza sonriendo como en disculpa—. Fue muy insistente.

—No, eso no. —No podía verla, a ese rostro que tanto amaba—. Por qué… —La voz se le volvió un susurro—. ¿Por qué estás aquí?

—Esta es mi casa Kazekage-sama. —Hinata se colocó firme—. Usted es mi esposo.

—No te detengas por eso. —Gaara sintió que todo el dolor que había cargado durante el día volvía a él con mayor fuerza—. No voy a detenerte, voy a apoyarte, sé que amas a Naruto y sé que él te ama de vuelta.

—Kazekage-sama. —A pesar de que sus mejillas estaban sonrojadas su postura seguía firme, a Gaara le dolió que hubiera dejado de llamarlo por su nombre—. ¿Por qué me hizo el amor?

—Po-porque… —Nunca en su vida había tartamudeado y supo que era la primera vez en toda su existencia que se le ponían rojas las orejas—. Lo siento muchísimo. —Se inclinó en una marcada reverencia sintiendo que las manos se le humedecían—. No debí hacerlo.

—No le pregunté si debió o no hacerlo. —Hinata se abrazó a sí misma—. Le pregunte por qué lo había hecho.

—Yo… —Gaara se enderezó, no podía mentirle, no acerca de eso—. Me di cuenta de que te amaba, no pude evitarlo y lo lamento.

—¿Lamenta amarme? —Hinata frunció ligeramente sus bonitas cejas.

—Lamento incomodarte con estos sentimientos. —Gaara cerró los ojos—. No te detengas por algo como eso, ahora sé que llevas mucho tiempo enamorada de Naruto y si tus sentimientos son correspondidos yo… —No pudo terminar, Hinata lo golpeó en la mejilla, no con fuerza, pero si lo suficiente para que abriera los ojos sorprendido.

—Hace tiempo, —Hinata comenzó con la mirada serena—, en medio de la guerra yo golpee a Naruto-kun como lo acabo de hacer con usted, porque estaba confundido y quería tomar un camino equivocado. —Gaara se llevó lentamente la mano a la mejilla—. Gaara-sama, si deje que me hiciera el amor es porque estoy enamorada de usted, si estoy aquí es porque quiero y si usted me ama tiene que decirlo. —Sus bonitos ojos se llenaron de lágrimas—. ¿Cómo voy a saberlo si usted no lo dice?

—Te amo. —Aun con los ojos abiertos en sorpresa Gaara contestó con firmeza—. Te amo.

—Esta es mi casa, usted es mi esposo, no vuelva a decirme que vaya detrás de otro hombre.

—No, —Gaara tembló mientras la apresaba por la cintura—, nunca.

—Gaara-sama, —Hinata se arremolinó contra su hombro, casi como si se escondiera—, bese a Naruto-kun.

—Oh. —Gaara la alzó entre sus brazos y el escudo de arena se desprendió de su cuerpo formando una alfombra bajo sus pies—. Entonces voy a tener que hacer que lo olvides.

—Gaara-sama. —Mientras él la colocaba sobre la cama y empezaba a quitarle la ropa sintió que el rostro le enrojecía—. S-sí hacemos eso… no vamos a ir a cenar.

—Vamos a cenar. —Gaara le pasó las manos por el cuerpo y sintió que se perdía—. Solo que será otra variedad.

..

..

.

Gaara abrió los ojos lentamente, sobre su pecho desnudo sintió que Hinata se arremolinaba como un gato perezoso.

—¿Qué hora es?

—No sé. —Su esposa le pasó las manos por el pecho adormilada.

—Soñé con un árbol de cerezo y yo estaba debajo leyendo. —Gaara frunció el ceño intentando acordarse—.Luego un perro se puso a correr en círculos alrededor de mí y descubrí que estaba de cabeza. (3)

—Era un sueño normal hasta antes del perro. —Hinata frotó la cabeza bajo su barbilla.

—Sí. —Gaara se estiró—. Creo que es hora de levantarse.

—No quiero. —Ahogando un bostezo Hinata se abrazó a él—. Hace frío y Gaara-sama esta calientito.

—Pensé que habíamos quedado en que era solo Gaara. —El pelirrojo suspiró.

—Anoche no te quejabas. —Hinata se puso roja como tomate.

—Cuando hacemos el amor es diferente. —Claro como lo era siempre Gaara contestó sin titubeos—. Es muy excitante que me llames así cuando…

—¡Ya entendí! —Hinata chilló y le dio golpes torpes con una almohada, Gaara salió de la cama intuyendo que se desmayaría si no le daba algo de espacio. Hacía tres meses que vivían juntos luego de superar aquel evento con Naruto y aunque aún se estaban acostumbrando el uno al otro las cosas iban considerablemente bien.

—Hoy regresa el instructor de la Academia, ¿cierto? —Salomónicamente decidió cambiar de tema.

—Sí. —Hinata abrazó la almohada contra su estómago, se veía preciosa con la pequeña camiseta de resaque que dejaba su generoso busto a la vista y el cabello desordenado—. Sochiro-san estaba bastante fastidiado, quería que me quedara para siempre. —Hinata soltó una risita—. Dijo que haría que los niños se pusieran en huelga.

—Que ni se le ocurra. —Gaara frunció el ceño—. Bastante compensación ya tuvimos que entregar por causarle daños mentales al instructor.

—De todas maneras creo que prefiero volver a las misiones. —Hinata ladeó la cabeza—. Kiba-kun y Shino-kun me han escrito diciendo que consiguieron autorización para hacer un equipo de rastreo conjunto.

—Naruto también me ha escrito para contármelo. —Gaara colocó una mano en su cadera—. Y para pedirme que le mande una foto tuya mientras duermes.

—¿Eh? —Hinata enrojeció escandalosamente—. N-no es cierto.

—Es cierto. —Gaara se dirigió a un cajón y sacó tres fotografías—. Pero aun no estoy seguro de cual debo mandar.

—¡Ninguna! —Hinata chilló mortificada.

—Pero él mando las suyas. —Gaara parpadeó y luego de rebuscar bajo la lámpara levantó tres fotografías, en una Naruto guiñaba un ojo sonriendo, en la otra descansaba la barbilla sobre una mano mientras escribía con gesto distraído, en la última tenía una mirada picara en el rostro mientras pintaba una pared, casi como el niño gamberro que había sido en el pasado—. Creo que tenemos que mandarle unas de vuelta porque estas son muy buenas. —Hinata suspiró sonriente, preguntándose si su esposo también tenía un crush por el Hokage en modo inconsciente.

—Las fotos de Naruto-kun son muy buenas. —Hinata se levantó de la cama y avanzó como un gato perezoso hasta él—. Pero creo que podemos enviar tres fotos tuyas en compensación.

—Hum… —Gaara pareció considerarlo, luego la miró con seriedad—. ¿Me estas bromeando?

—No. —Hinata entrelazó los dedos tras la espalda—. Seguro que Naruto-kun se pone contento.

—No sé. —Gaara arrugó el ceño—. Si quisiera tres fotos tuyas durmiendo y me mandaran fotos de Naruto estaría disgustado. —Por lo menos ya no debía preocuparse de que el Hokage le robara a su esposo.

—Yo creo que a Naruto-kun le harían feliz. —Hinata sonrió, se colocó una bata encima y dio media vuelta—. Voy a preparar el desayuno.

—Ah. —Gaara se rascó la cabeza mientras ella salía, dejó las fotos sobre la repisa y se metió a bañar, el agua cayó sobre su cabeza mientras planificaba paso a paso ese día. Había quedado de ir con Temari a revisar los campos, un ingeniero había dicho que tenía un novedoso método de riego y Gaara quería ver si era viable, también debía revisar los informes de Neji acerca de los miembros rebeldes, el genio Hyuuga era muy rápido en su trabajo y ya los ANBU lo presionaban para reclutarlo, pero a ser sincero lo prefería como escolta de Hinata, por mucho que ella no lo necesitara.

Mientras se vestía volvió a repasar lo que le diría a Orion y el encuentro diplomático que empezaría a planear con el Rayo, si tenía algo de suerte Sochiro no iría por ahí a fanfarronear subiendo los pies sobre el escritorio mugiendo acerca de su clan y lo mucho que Gaara lo necesitaba (lo cual era cierto, pero no quería que se sintiera más importante de lo que era).

Correctamente vestido y con el cabello ligeramente desordenado y húmedo salió de la habitación, Neji estaba afuera caminando con modorra al comedor.

—Buenos días.

—Buenos días.

—Neji, —como si hablara del clima Gaara giró a verlo—, ¿qué pensarías de dos hombres adultos que se envían fotografías de ellos mismos uno al otro? —Neji lo observó de reojo soñoliento.

—Que seguro Naruto tiene mucho tiempo libre.

—Uhm. —Gaara frunció ligeramente el ceño—. ¿Y suponiendo que no se trata de Naruto?

—Supondría que se atraen.

—¿Qué clase de atracción?

—De verdad, —Neji gruñó pasándose una mano por la cara—, voy a tener que escribirle a Naruto. —Luego se alejó a paso vivo sin darle una explicación, Gaara sin embargo supuso que sus predicciones iniciales eran correctas.

Dos hombres adultos no podían intercambiar fotografías de sí mismos, por increíble que pareciera Hinata le estaba tomando el pelo.

Apenas dar la vuelta Gaara se encontró a Neji sentado en un banco al lado de la barra de la cocina y a Hinata atareada cocinando con el cabello levantado en una coleta floja.

—Hinata. —Gaara se sentó al lado de Neji—. Neji me ha dicho que dos hombres adultos que intercambian fotos deben sentir atracción el uno por el otro.

—¿Ah sí? —Hinata fingió desinterés mientras le daba la vuelta al guisado.

—Atracción sexual. —Gaara puntualizó y a Neji se le escapó el jugo de naranja por la nariz.

—¡Yo no dije eso!

—¡Buenos días! —Kankuro llegó al comedor con una sonrisa de oreja a oreja—. ¿Qué tenemos de almorzar? —Con desenfado se sentó al lado de Gaara y le pasó un brazo por los hombros—. Huele bien.

—Gracias. —Hinata le sonrió discretamente—. En un momento estará listo.

—Hinata. —Gaara volvió a llamarla, pero ella lo ignoró deliberadamente.

—Buenos días. —Temari avanzó hacía ellos frotándose un ojo, el cabello desordenado y suelto—. Hola Hinata.

—Hola. —La joven Hyuuga le sonrío—. En un momento estará listo.

—Huele bien. —Temari se encaramó en la barra olfateando con deleite.

—No te subas a la barra. —Kankuro la regañó, pero ella se cruzó de piernas aleteando las pestañas—. ¿No te da vergüenza?, somos tus hermanos, también esta Neji.

—A mí no me metan. —Neji colocó ambas manos al frente a modo de escudo.

—Gaara, ¿verdad que me puedo sentar donde quiera?

—Siempre te sientas donde quieres. —El pelirrojo la observó con ojo crítico.

—Servidos. —Hinata interrumpió poniéndoles los platos enfrente.

—Hoy voy a ir a la frontera norte para supervisar a los guardias. —Kankuro tragó pesado—. ¡Delicioso como siempre Hinata!

—Y nosotros vamos a los campos. —Temari comió despacio y elegante, como un gato—. No te olvides.

—Ya lo sé. —Gaara se llevó el guiso a los labios—. Tú eres quien ya debía estar bañada.

—Hinata-sama, ¿va a entregar las cosas en la Academia? —Neji ladeó ligeramente la cabeza—. ¿Requiere ayuda?

—No. —Hinata le sonrió gentil y también se sentó a comer.

—Creo que me están tomando el pelo así que no voy a enviar fotos mías. —Gaara comentó con decisión mientras daba los primeros bocados.

—¿A quién le vas a mandar fotos? —Kankuro habló con la boca llena.

—A Naruto, —Neji se sirvió prolijo con los palillos—, es que tienen una atracción sexual.

—Ah.

—Nuestra atracción no es sexual.

—¿Eres consciente de que deberías negar también la atracción, cierto?

—Hinata-sama, ¿qué se siente que tanto usted como su esposo estén enamorados del Hokage?

—¡Neji-niisan!

—¿Me pasas la salsa?

—¡Ey, eso era mío!

—¿Podrían dejar de removerse todos?

—Dame el jugo.

—Yo quiero ver esas fotos. —Gaara observó a sus hermanos reírse a Neji sonreír con aquel aire arrogante, a Hinata en medio con los ojos brillantes que auguraban un buen día y recordó al niño que se columpiaba solo en un columpio sin que a nadie le importara y al hombre que se encontraba quebrado en medio de la tormenta cuando una hermosa mujer había tendido la mano en su dirección.

—Mejor vamos a tomar una foto de todos.

—Hinata. —Gaara se inclinó contra la barra, ojos verdes fijos en ella, Hinata se puso de puntillas y cerró los ojos, sus labios se encontraron.

—Todos volteen. Uno, dos, tres, ¡sonrían!

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Naruto sorbió un montón de fideos instantáneos a escondidas mientras distraídamente firmaba una montaña de papeles, Shikamaru ya los había revisado y le había dicho algo así como "solo fírmalos y no hagas tonterías", no hacer tonterías significaba que no los manchara de ramen o aberración parecida, de cualquier manera Shikamaru era muy rígido con eso de entregar los papeles en buen estado.

Un golpe fue dado en la ventana y al girar Naruto descubrió el halcón mensajero de la Arena.

—Ey amigo. —Sonriendo abrió la ventana y le acarició la plumosa cabeza—. ¿Me traes buenas noticias? —Digna el ave extendió una pata y Naruto sacó un pequeño pergamino que luego de un simple jutsu se transformó en un sobre. El rubio se apresuró a abrirlo, adentro había una carta.

Naruto

Espero la paz y la tranquilidad sigan reinando en tu aldea, aquí es temporada de tormentas de arena así que los niños de la Academia están muy emocionados por probar sus nuevos jutsus en compañía de la naturaleza.

Mi esposa está muy entusiasmada porque hayas aprobado el escuadrón conjunto de rastreo entre Konoha y Suna por lo que estoy agradecido…

Naruto siguió leyendo sonriendo zorrunamente, "mi esposa", el muy cabrón. Gaara se despedía con todos sus buenos deseos y firmaba su nombre prolijamente, sin poner más atención al asunto Naruto metió la mano en el sobre y sus dedos hicieron contacto con su premio.

¡Eureka!

Para su consternación cuando sacó las fotos se encontró a Gaara mirando el horizonte, completamente ajeno a que lo estaban retratando, a Gaara dormido con el cabello rojo desordenado y a Gaara entrenando a unos niños pequeños, atrás de las imágenes la inconfundible letra de Neji.

"Lo siento, pero no es digno de una foto de Hinata-sama durmiendo". Maldito Hyuuga que metía en todo la nariz.

Alguien tocó la puerta y aun sonriendo por ser timado de aquella manera el rubio anunció jovial.

—Adelante.

—Naruto-sama. —Hanabi, la hermana pequeña de Hinata entró con los ojos brillando—. Hinata-neesan me ha enviado cartas y fotos, ¿quiere verlas?

—¡Oh, sí! —Naruto se hizo a un lado en su enorme silla Hokage y palmeó para que la niña se sentara a un lado, Hanabi se sentó contenta y meneó los pies en el aire mientras se las iba mostrando.

—Mire, aquí están todos en la hora del desayuno, ahí está Gaara-sama recién bañado y Hinata-neesan dándose un beso mientras todos saludan alrededor, ah, y esta me la envío Neji-niisan, —Hanabi entrecerró un poco los ojos—, es de Hinata-neesan durmiendo, pero dijo que la había interceptado, no le entendí.

—No te preocupes, —Naruto le palmeó la cabeza observando la imagen en donde Hinata dormía cubierta por sábanas blancas, su cabello negro brillante regado en la almohada—, ya llegó a donde debía.

—¿Hum? —Hanabi giró a verlo, pero él sonrío tan franco y brillante como había sido siempre.

—Anda, enséñame más.

—¡Sí!

.

.

.

.

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FIN

Notas de Okashira Janet: Si llegaron hasta acá, de nuevo, ¡gracias por leer!

Aclaraciones

1 Frase famosa del poeta Pablo Neruda.

2 Por sí no lo notaron Hinata le mando la comida a Gaara con Temari y por eso ella estaba cabreada con Gaara.

3 Gaara ya no tiene pesadillas, pero no es que sus sueños sean muy normales aún… y algo me dice que nunca lo serán.

Quería escribir éste capítulo desde la perspectiva de Gaara, la sensación de que perdía todo por amor era uno de los principales puntos que quería cerrar aquí, la salida de sus sentimientos y el milagro que se había producido al aprender a amar. Por desgracia sin la perspectiva de Hinata uno se tiene que imaginar todo lo que pensó ella y la manera por la que actuó de esa manera, pero espero que conociéndola se hayan hecho una idea.

Por fin termino este proyecto y dejamos al pelirrojo casado, feliz y con planes en puerta. Por mi parte quisiera terminar de una vez "El viaje de Canuto" y continuar "Equipo Cuervo", en cuanto a reedición me parece que voy a empezar a editar "Regresa a mí" en Wattpad, pero vamos por tiempos.

En fin, que no me enrollo, ¡gracias por leer!

24 de Octubre del 2016 Lunes