Los personajes le pertenecen a Meyer.

LA MUJER DEL CANÍBAL

EPILOGO.


La cocina en las horas de la mañana es una locura de olor dulce y música. El calor es un efluvio que parece venir de todos lados, sin embargo el viento marino refresca y la mañana es alegre, divertida y repleta de risas con dos adolescentes bordeando los cuarenta que ríen ante sus mellizos que tienen sus caritas llenas de compotas y un Pink Floyd que no deja de dar saltitos y mover la cola desesperado porque llegue su momento favorito e ir con los dos bebés hacia su cuarto de juego y sentarse a su lado para ser mimado y el motivo de las carcajadas de los dos pequeños.

Isabella se mueve de un lado a otro, prepara el desayuno ese día pues su compañero trabajó en el estudio —estudio que se mandó a construir en la vieja casa de al lado— hasta altas horas de la noche y debía descansar, cosa que Eddie detesta porque se había arrogado la tarea de levantarse y preparar el desayuno para su mujer, pero en verdad estaba agotado y por una hora más de sueño que podía mantenerlo en pie, cedió su lugar.

Huele delicioso y sonríe como un niño pequeño al ver como se ha esmerado: panecillos recién horneados, huevos con tocino, jugo de naranja, jalea de fresas y una de esas mermeladas exóticas que le enseñó a preparar Alice, ve a su mujer acomodando a uno de los chicos y no puede evitar sentir un vuelco en el corazón, Forks está tan lejano que ya le parece que nunca existió. Bella baila y le tira un beso cuando lo ve apoyado en la puerta de la cocina, deja un pocillo con fruta en la mesita de los niños, le hace una caricia al perro y de un salto se instala en sus brazos.

—Hola guapo, ¿pudiste dormir con el alboroto? —le da un beso rápido. Él la afirma de la espalda y no deja que se aleje de su boca.

—Buenos días, preciosa —la deja en el suelo—. Es un pecado dormir cuando tengo a una familia perfecta esperando por mí —el pequeño Jasper eructa ruidoso y la pequeña Alice se ríe escandalosamente— ¿Quién se puede resistir a esta bienvenida? —y de dos rápidos movimientos saca a los mellizos de donde tanto trabajo le había costado a Bella dejarlos.

Los dos primeros meses del nacimiento de sus hijos fueron difíciles sobre todo para ella, no solo por la incomodidad de la herida de la cesárea sino porque no dormía. Eddie la sorprendió más de noche frente a las cunas llorando y aunque entendió del agobio de la tarea sabía que de alguna manera las lágrimas iba dirigidas a su primera hija, era un llanto agridulce, entre alegría, y miedo de no poderlo hacerlo bien, sin embargo Eddie la entendió y buscó la manera de hacerle todo más fácil: la acompañó a ver a los niños en las noches, se convirtió en un experto en cambiar pañales y a la hora de entretener a los niños, con su guitarra escribió las canciones más disparatadas para hacerlos reír, ella también reía y sentía que nada más necesitaba, su chico, su novio, su amor hacía todo para que ella fuera feliz.

En los momentos que el trabajo de atender a los dos chicos la agobiaba, la abrazaba con fuerza y le decía lo poderosa que era, la sentaba con él en la mecedora y con su voz profunda le cantaba historias de amor al oído donde la protagonista es una delicada mariposa que con sus aleteos frenéticos alentaba la vida de un salvaje caníbal y de sus hijos hasta que ella se dormía.

Cuando Bella pudo organizar los horarios y las ayudas, todo fue fluyendo y pudo abrazar la maternidad con alegría y humor, volvió a ser la chica vivás que con su risa cascabel mantenía iluminada la vida de todos quienes la conocían.

Jasper y Alice fueron los nombres de sus hijos, no lo dudaron jamás, el niño tenía grandes ojos azules y la niña un furioso cabello rojo y ojos oscuros, eran la conjunción de los dos, la alegría que tantas veces se les había negado.

—¡Ay, Dios, esto me está matando! —clama una quejosa Isabella.

Edward se da vuelta, preocupado y cuando ve a su mujer con un brazo sosteniendo sus pechos y con la otra mano sobándose la espalda baja, tragó saliva.

—¡No, no, no! —dejó prestarle la atención a los mellizos y corre hasta ella, toca delicadamente sus pechos— ¡Están perfectos, mami! —la violenta lujuria corre por sus venas y solo ve dos enormes melocotones que desea chupar— te compro un arnés de seguridad, pero, ¡por favor! No le quites estas maravillas a tu viejo.

De solo imaginarse con una de esas fajas que usan las levantadoras de pesas para proteger la espalda la hacen negar rotundamente con la cabeza.

—Siempre piensas en sexo, Eddie —lo dice con una sonrisa maliciosa.

—¿Qué sería de mí, sino fuera así? —la abraza y se encorva un poco para mirarla a la cara— Te lo he dicho miles de veces y te lo he cantado otras tantas: ¡Tetas y coño de mi mujer y yo canto el puto aleluya!

—¿Podrías calmar tu boca? Hay niños presentes —lo pellizca con cariño.

El pequeño Jasper da un grito furioso, tiene su pocillo de fruta vacío y por más que estira su bracito, no alcanza el de su hermana. Reclama por la ayuda de su mamá.

Eddie libera del abrazo a su mujer y va donde su chico.

—¡Hey, amiguito! Ya es hora que aprendas que la preciosura que es mamá también es mía y que papi y mami se dan besitos y que cuando están en eso, tú no tienes que llorar.

—¡Tiene seis meses! ¿Cómo se te ocurre decirle eso?

—Será un chico de estos tiempos y desde ya tiene que saber cómo son las cosas en esta casa.

—¿Y Alice? —preguntó en broma, nunca antes habían hablado de qué tipo de padres serían.

Se acerca a su niña, besa su manita dos veces y se pone serio.

—Ella será lo que quiera, lo mismo que Jasper.

—¿Sí? —se acerca y con ternura, le revuelve el cabello.

—Nosotros no repetiremos errores, nosotros criaremos a nuestros hijos con amor, no les impondremos odios ni la carga de que cumplan nuestros sueños frustrados.

—Eddie…

—Soy salvaje, soy un caníbal, pero tú, mis hijos y mi amor por ustedes me mantiene a raya y me siento bien, feliz, tranquilo como nunca antes lo había sido. No voy a joder todo repitiendo lo que hicieron conmigo —su rostro se vuelve pícaro— ¡Alice y Jasper serán lo que quieran, siempre y cuando nos dejen joder tranquilos! —le da un largo beso y no se detiene hasta que siente que sus hijos, felices, golpean con sus cucharitas la mesa, armando alboroto. La mascota se une al escándalo y ladra y salta empujando a su ama quien, ante la presión, le llena el tazón de su alimento; se agacha, besa la cabeza peluda del perro quien bate la cola con ternura, voltea con gracia y lo busca con la mirada por encima del hombro, se miran largamente, cada día es un buen día, y al pasar las horas mejora.

—Ayer me prometiste que te quedarías con nosotros —Bella lo dice esperanzada, adora la música que hace y adora verlo cantar, pero el éxito de su proyecto lo ha alejado por días y eso es algo que no le gusta.

—Y todo lo que prometo lo cumplo —se hace por detrás de la espalda— es más, esta semana no iré al estudio de grabación, me quedaré con los niños.

—¿Y eso?

— Necesitas tiempo para ti y para tu trabajo.

Unos brazos lo rodean, y ella salta a su cintura.

—No me estoy quejando.

—Lo sé, pero te conozco, mariposa, necesitas de tu madera como yo de mi música, y no seré tan egoísta como para que yo siga haciendo lo que me gusta y tú no, ese no fue el trato, somos un equipo.

Isabella refunde sus manos en la mata de cabello que está de nuevo muy largo y lo hala levemente.

—Yo necesito hoy más de ti, hace días…

—Lo sé —Eddie la interrumpe— yo también lo necesito, Féilea, estoy a punto de estallar ¡Mierda! —lo dice pero calla al segundo mientras ve a sus hijos— estoy como un adolescente cachondo.

—Siento lo mismo —pasa su lengua por el lóbulo de su oreja— no tengo demasiado de ti, siempre quiero más.

—¿Crees que la abuela nos podrán ayudar? Dos horas, quizás una más.

Aman a sus hijos con locura, pero la paternidad es un trabajo de tiempo completo. Sin embargo una noche cuando todas las chicas del club de costura invadieron la casa por el cumpleaños de Edward, llegaron a la conclusión que unos padres felices en la alcoba, eran padres de niños felices así que serían capaces de organizarse en turnos para cuidar a los niños y darles tiempo privado a la pareja feliz.

—La llamaré estará feliz de ayudar.

Ambos miran a sus hijos.

—¿No somos malos padres, Eddie? Es decir…. —ella muerde sus labios y arruga su entrecejo preocupada.

—Somos los mejores, sino míralos.

Alice y Jasper gorjean en sus sillas, gritan y se carcajean al ver a su mascota comer apurado y mover su cola, son dos niños buenos, no han dado grandes problemas y los dos en sus miradas reflejan el amor, la calidez y la ternura de como son los dos amados.

Después del desayuno los mellizos son llevados hacia su habitación, luchan por no dormir y Pink Floyd coopera, salta y ladra a Bella, que intenta sacarlo afuera, pero la lucha es en vano y al final rueda los ojos pues sabe que no puede contra el amor del animal por sus pequeños.

—Eres un desastre Pinky, contigo son 3 bebés que criar —el animal se para en sus patas traseras y va hacia su mamá humana— no, no vas a besarme —pero es demasiado tarde, el perrazo lame su mejilla de forma juguetona— ¡chantajista!

—¡Hey, muchacho, deja a mi nena tranquila!

Edward pone a los niños en sus cunas, toma de la correa a la mascota y sale de la habitación, Isabella acomoda a Alice y le deja su mantita, con Jasper es un poco más difícil, tiene que sobarle la barriguita y pasarle su cascabel en forma de guitarra que le gusta hacer sonar hasta que se duerme, prende los monitores y va al vestidor en busca de un tenida especial, quería estar lista cuando llegara mamá Alice, Eddie la invitó a una salida de novios, irían a almorzar a la playa, caminar un rato, sería una escapada divertida donde los dos estarían solos.

Bella se coloca sus zapatos playeros, una blusa de color rosa, y sus capris favoritos, además de algo de rubor y brillo de labios; coqueta, apenas entra a la habitación le modela la ropa y le pregunta:

—¿Cómo me veo?

Eddie gruñe.

—Como un bombón.

—¿No estoy vieja? Tú te ves como un adolescente.

Ella se resiente, hace unos días, una foto de Eddie Caníbal fue la portada de la nueva edición de Times, con su pecho desnudo mostrando sus tatuajes y cicatrices, mirando a la cámara con una actitud desafiante lo elevó de nuevo a la categoría de símbolo sexual.

—Dame una hora, Isabella Swan y verás que sigues siendo lo más bonito que este viejo zorro ha probado —ella se acerca y él besa su boca con apetito, los niños desde sus cunas los observan con aquella mirada de asombro y curiosidad.

— ¿No son los más buenos bebés que hay? —la madre se abalanza a la cuna y sopla sobre la barriga de ambos.

Aspira el olor de sus hijos, se estremece, hay momento en el día en que piensa que tener lo que tiene es algo que no merece y el recuerdo de Nessa brota. Ya no llora, más bien piensa como hacer para conocerla.

El timbre de la casa suena.

—Ve a abrir, amor y dile a Alice que suba, yo la espero aquí.

—Okey.

Eddie baja las escaleras en tres grandes zancadas, tiene la camisa a medio abotonar y su cabello rojo es una locura. Abre la puerta de un solo golpe, una fuerza lo sacude y lo tira hacia atrás; unos ojos azules llameantes y un cabello negro cuervo que remarcan un rostro que es un recuerdo atesorado en su memoria le sonríe.

—Hola, Tony —sonrisa nerviosa.

—Nessa —su voz sale de su garganta como un hilillo.

Eddie siente que el corazón se le detiene, gime como niño pequeño y es entonces cuando su hija se acerca traspasando el límite de la puerta y toca su rostro con su mano caliente.

—¿Te puedo dar un abrazo? —todo lo dice con aquella voz suave acompañado de aquella risa que Eddie recuerda ser el solaz de sus peores días.

Él la aprieta con fuerza, tanto tiempo temiendo ese momento, muriendo de terror ante el rechazo cuando supiese la verdad y lo odiase, pero el calor del abrazo le dice que es su niña, la de la voz suave y la del helado de vainilla tras un día agotador de ensayos.

—¡Alice, te están esperando aquí arriba! —Bella baja la escalera con calma, esperando cruzarse con la abuela, pero no hay señas. Se asoma, ve la puerta entreabierta y algo de la espalda de su hombre, ligera como una mariposa se acerca para saber lo que pasa y toma el brazo de su compañero. No, no es la abuela, parpadea al ver la escena de una chica joven que abraza a Eddie— ¿Edward?

Al escuchar la voz de su chica de inmediato voltea, sus ojos azules están llenos de llanto, Isabella cierra la boca y vuelve hacia la chica que la mira tímida y asustada; Bella retrocede y comienza a temblar, Eddie suelta la mano de su hija y va hacia su mujer quien le tiembla la quijada y sofocada se lleva la mano a su boca.

—Cariño —es incapaz de responder, solo atina a agarrase de la camisa con fuerza, está a punto de desfallecer— Isabella, es Nessa, cariño.

Su mente se turba, aún en su vientre está aquel gemido que guardó durante tanto tiempo, aquel que se enterró en la tierra y que amontonó con dolor para que nadie supiera que ella estaba desgarrada por dentro; toma aire, trata de regular su respiración mientras la mira, son veintidós años en que ha sostenido el grito, el dolor en su interior, la pérdida absoluta de todo a sus dieciséis, y no puede controlarlo más; como si fuera un volcán en erupción, las lágrimas comienza a brotar, todo en ella se sacude con fuerza y es incapaz de controlar todas las emociones que la embargan: un dolor que la traspasa, su corazón que quiere explotar y la extraña sensación de correr sobre nubes de colores tras la hija que siempre quiso abrazar.

Y allí está, quieta, paralizada ante la hija que fue la primera, aquella que germinó en su vientre mientras el mundo se venía abajo, la bebé de una bebé que arrulló en la oscuridad de un hospicio y por la cual sacrificó hasta la sangre. No sabe qué hacer, tiene miedo de alegrarse, pavor a que veintidós años de silencio sean los que ella venga a reclamar, que quizás le diga que nada valió la pena. Pánico a que la niña sea un ser con un dolor de ausencia y la declare culpable.

Nessa se muerde los labios, tiene la mirada curiosa y una actitud decidida, da un paso hacia Isabella, pero la madre se sobresalta, retrocede y sale corriendo por las escaleras. Edward hace un ademán de seguirla, pero se detiene cuando ve los ojos brillosos de su niña, está en una encrucijada, entiende el miedo y el dolor de su mujer y al mismo tiempo entiende la necesidad de la hija por saber quién realmente es.

—¿No quiere verme? —le tiembla la voz.

—¡Nooo! ¡No! ha soñado toda la vida con este encuentro, pero está asustada. Eres tan grande para ella que no sabe cómo reaccionar.

—Es hermosa, ¿es tú jardín? —él asiente, recuerda aquella conversación donde le decía que él sembraba rosa para llegar a Isabella.

—Te ha esperado años, Vanessa —la abraza con fuerza.

La chica se asusta ante la energía poderosa que le entrega su padre, lo mira de reojo ve el cabello rojo que nunca vio, reconoce los ojos azules que son propios y que siempre buscó, siente que finalmente aquellos gestos, ojos y emociones tienen un nombre, y un origen, reconoce para ella, solo para ella que aunque sabía que pertenecía a los McCarthy, existía ese "algo" que la hacía ver más allá de la ventana de su habitación rosa. Lo ha encontrado. Está libre de cualquier reproche y solo quiere conocer la historia y a sus padres biológico, amando como siempre a los que la cuidaron.

—No la odio, yo solo… —gime en pequeños murmullos.

Edward toma el rostro entre sus manos, dos años en que deseo hacerlo y ahora es tan fácil y tan doloroso a la vez.

—Eres igual a ella, no hay odio en sus corazones.

—¿Puedes ir a buscarla, por favor?

—¡Ven! Esta casa la compró ella pensando en ti —la hala con fuerza hacia el interior de la casa, besa su mejilla— te hemos esperado siempre, Nessa Masen —la deja al pie de la escalera y corre habitación arriba.

Bella está sentada en la cama de su habitación, aprieta sus manos con fuerza y se mueve de atrás hacia adelante, ve a su hombre abrir la puerta apresuradamente e ir hacia ella y abrazarla.

—¿No es un sueño, Edward?

—No, mariposa, es nuestra niña.

Bella no deja de temblar.

—Es tan hermosa.

—La más hermosa chica del mundo, y es nuestra.

—¿Me odia?

—No.

Se levanta de improviso de la cama, siente que no puede respirar.

—¡Ay, Dios! toda mi vida planeando este encuentro, sosteniendo mi existencia para este momento y estoy aquí como una tonta que no sabe qué hacer ¿cómo puedo ser tan egoísta, mala y solo pensar en mí? —abraza de nuevo a su compañero de vida— tengo veintidós años de palabras, Edward, de besos y de mimos y no puedo detenerme solo porque pienso en que me odia.

—Quiere conocerte, conocernos…

Juntan sus frentes, en ese momento son dos padres de una niña ausente que tras años vuelve y no saben que viene con ella, tan solo quieren abrazarla y decirle que siempre ha vivido en sus corazones.

—¿Lo sabe?

Asiente con la cabeza.

—Está ansiosa, deja que te conozca, mariposa, permite que se enamoré de ti.

—¿La dejaste sola? ¡Dios mío, ve con ella! —se limpia sus lágrimas y va hacia el espejo—¡Que desastre! no puede verme así —lo toma de la mano y lo lleva hasta la puerta— Edward, por favor, por favor.

Frente al espejo y a solas, se observa, ha caminado hasta ese momento ha dejado parte de sí misma en aquel trayecto y se ha vestido de sueños, ahora se encuentra al final de la ruta que trazó y se siente desnuda, temiendo al sonido de la voz de su hija, sin atreverse a tocarla por miedo a que ella se esfume ‒se desata el moño y comienza a hacerse dos trenzas‒. Ha esperado, ha tejido un mundo alrededor de Nessa y ha soñado su vida hilando entre los cabellos negros de su pequeña. Su vientre se contrae, toca la cicatriz, allí está, ha tenido tres hijos que son todo, pero es la hija mayor la que le dio el coraje, y la que la instó a volver a ser madre después de mayor, quiere darle las gracias, quiere decirle que por ella pudo renacer y que a través de su amor empuñó sus manos y rompió con el destino que parecía empujarla hacia el abismo.

Termina sus trenzas, busca en la caja de sus tesoros y toma los escarpines, y como siempre que necesitó fuerzas, los aprieta, los besa para después bajar a verla.

Cuando Edward bajó, se encontró con Vanessa sentada en el sofá sosteniendo un plato con un pedazo de pastel a medio comer y que sonríe educadamente a Alice.

—En mi vida he comido un pastel más bueno—la chica habla apenas lo ve— ¡muy bueno!, no creí que tenía tanta hambre.

Alice parpadea y se limpia una lágrima, la voz de la muy alta Vanesa es dulce y leve como Eddie siempre la había descrito, Eddie niega con la cabeza, y le pide por favor que no la asuste más con el llanto que parece reverberar en ese momento.

—Lo hace la abuela Alice, es experta —el padre hace un gesto de niño nervioso y sonríe con timidez.

—Muy rico —la más joven voltea y le brinda una sonrisa cálida y picara a la vieja que se estremece.

—¡Dios mío! —corre hacia la chica y se sienta a su lado abrazándola— ¡Eres…! ¡Eres…! Ya verás, te voy a preparar ricos pasteles, mi preciosa —toma un mechón de su cabello negro y lo enreda embelesada— ni un salón de belleza hace esto —y hace un gesto divertido.

—Te lo dije, Alice, no hay nada como ella.

Los tres se quedan en silencio, Nessa baja el plato y toma a Edward de la mano y lo hala con suavidad a su lado.

—Recuerdo que era una bebé cuando te vi la primera vez.

—No fue mi mejor época, pero ese día, en aquel hotel, salvaste mi día.

La chica alza su brazo y despeja el cabello rebelde de la cara de su padre.

—Lo sé.

—No sabía, Nessa.

—No, pero regresaste por mí años después, fuiste mi maestro —se escuchan los pasos de Isabella, inmediatamente Vanesa voltea y se para intempestivamente— ¡Hola!

Bella cierra los ojos ¡no vas a llorar ahora! ¡Es tan bonita y alta! ¡Es otra vida, otra vida!

—Hola —contesta con un susurro, sube levemente los hombres y siente un cosquilleo por todo su cuerpo.

—No quería asustarte.

—Ni yo a ti —trata de sonreír.

Isabella pide socorro a su compañero, Eddie entiende y va hacia ella, la mano de su mujer está helada y él la sostiene con fuerza, la alienta a que se acerque.

—¿Viniste sola?—el padre pregunta.

—Sí —la chica no despega los ojos de su madre biológica, reconoce sus gestos y físico en Edward, busca en qué se parece a ella, lo busca desesperadamente— en el auto que me regalaste.

—¿Auto? —Isabella sale de su trance y parpadea.

—Una máquina enorme que hizo que todos me envidiaran en la universidad, fue difícil que se me acercaran con semejante aparato.

—Como una rockstar —Bella ríe.

—¡Oh sí!, él se aseguró que yo lo fuese.

—Un auto como ese a tu edad es todo lo que una chica merece —Isabella le guiña un ojo divertida, Nessa se estremece, reconoce en aquel mínimo gesto quien es y cómo se parece a su madre biológica quien es más pequeña de lo que se ve en televisión.

—Me gustan tus trenzas, tu cabello… está muy largo.

—Casi siempre lo he tenido así.

—A mí me gusta largo también…

—Isabella, me dicen Bella.

—¿Féileacán? —la chica hace un giño cómplice.

Eddie escucha la palabra y siente que una enorme tonelada de acero se ha quitado de su pecho.

—¿Pero cómo? Si es su nombre secreto —ríe y besa su mejilla, Isabella deja de temblar un poco.

—¡Oh, sí! Féileacán aquí, Féileacán allá —dice la chica.

Bella, más relajada, se adelanta tímidamente

—Debió ser un largo viaje.

—Amo manejar.

—A mí también me gusta mucho y acompañada de buena música es lo mejor.

— ¿Verdad que sí? mi padre odia que lo haga, dice que en la carretera hay demasiados locos.

—Es un buen papá.

—Lo es —mira a Edward quien baja la cabeza— los dos.

Alice suena sus mocos en el pañuelo bordado, está feliz y piensa en la enorme fiesta que va a preparar en el hotel.

Madre e hija están cerca, la segunda aventaja a la primera en estatura

—¡Eres muy alta! —se estremece de nuevo— eras una bebé pequeña cuando… —quiere llorar de nuevo, sin embargo se abstiene cuando la mano de su hija toma la propia, ella la aprieta con fuerza y se miran a los ojos— yo…

—No digas nada, Bella, no estoy aquí para juzgar, de verdad, no.

Alice se abalanza hacia la chica y la abraza con fuerza.

—Esto merece una celebración ¡mierda! tengo una nueva nieta —se carcajea— un metro ochenta para arrullar, pero bueno, esta vieja está fuerte ¡las chicas te van a amar! ¡Haremos una fiesta! —Eddie se estremece y dirige un gesto tierno a la abuela— Pero no hoy, ¡lo sé!, no hoy —corre hacia el pastel y parte otro pedazo— pero al menos mi pastel es parte de la bienvenida.

Se escucha el llanto de uno de los niños acompañados de un fuerte ladrido, Vanesa parpadea.

—¿Mellizos, no es así? Lo vi en las noticias —el grito desgarrador de Isabella contenido es la fuerza que la impulsa y de improvisto abraza a la portentosa hija, su cabeza le llega hasta la altura de su pecho.

—¡Te dejé con Rose pero no te abandoné! Dibujos, música, un jardín y muchos sueños Nessa, siempre, desde el primer día… ¡siempre!

Nessa se deja abrazar, por un momento aguanta su respiración. No es una chica tímida, pero durante meses esperó el encuentro, solo ella sabe que durante años se preguntó ¿cómo sería ella? Y tiene tanto o más miedo que su madre biológica, no responde al abrazo, pero brinda una sonrisa dulce acompañada con un sonrojo profundo, Eddie sabe lo que la hija siente, sabe cuál será su papel en el reencuentro entre su mujer y su hija mayor, es el puente que hará que el acercamiento se haga real. Bella se aleja, no puede esperar más, su corazón se contrae, tiene la pequeña esperanza que su niña algún día pueda entender lo ocurrido y que quizás…quizás….

Los niños lloran y es la abuela Alice quien sale al rescate.

—Yo iré, deben estar esperándome esos dos —la abuela se para frente a la chica joven— te hemos estado esperando, pequeña —sus ojos de azul acero son serios— se ha tenido fe en esta casa y para Eddie y Bella siempre has sido el cielo, cariño —de esa manera Alice con un gesto repleto de franqueza la interpela diciéndole que es hora de conocer a los dos desconocidos que esperan el abrazo de reencuentro.

La anciana sube la escalera, hay un silencio incomodo, Edward cierra los ojos, sabe que es la última parte de su redención.

—¿Vienes desde Denver o Michigan?

Se acerca con cautela y roza su hombro con el de ella y a la vez sostiene la mano de su mujer.

—No terminé la universidad, Tony… Eddie.

Un segundo y sueña, con la palabra papá, pero no, aún no.

—Oh cariño.

La garganta de Isabella está reseca, sigue en estado de shock, algo se resiente en ella, Eddie tiene dos años con su hija, ella no tiene nada. Odia sentirse así, no es culpa de su hombre, es ella la que debe dar el paso, y con la misma fuerza con que asumió su vida, en ese momento asume el reto de traer a su hija a su pecho y a su vida. Respira y levanta su rostro y aunque su mandíbula duele, suaviza el gesto y comienza el reto de que su niña venga a ella.

—Debes tener hambre, por muy bueno que sea el pastel de Alice, son horas de camino ¿dormiste en el camino? Vamos a la cocina —Bella se adelanta, Eddie la conoce bien y entiende lo que su chica planea.

—Tengo un hambre terrible.

No, no tiene, hace poco desayunó, pero no le importa, la cocina de Isabella y ella reina y conquista.

—Fue un largo viaje —Nessa contesta, tiene hambre y sed, además de que está agotada del viaje.

Sigue a sus padres biológicos con pasos pequeños, observa la casa con retraimiento, tiene algo hermoso, huele delicioso, y hay dos bebes en la parte de arriba, siente cosquillas en su vientre, tiene dos hermanos pequeños y le encanta. Además no puede evitar ver a Edward e Isabella, en su padre escasamente reconoce al maestro de su adolescencia, todos los rasgos oscuros y melancólicos se han ido ¡lo ha visto reír! Mostrar algo más que su ceño adusto y un gesto de dolor profundo, Tony, Edward Masen, los dos son su padre, un hombre lleno de dolor, el otro salvaje y anárquico, lo único que sabe es que ama al primero, al segundo le teme, teme a aquel hombre que escribió en una canción que él estrujaría la rosa y haría sangrar la piedra; a ella…a la mariposa, es un misterio, la ha amado, la ha ansiado, y junto con mamá Rose aprendió a que ella es alguien que por amor fue capaz de luchar contra gigantes.

Edward corre la silla e invita a Nessa a sentarse.

—Siempre pensé que no eras para estudiar medicina, te lo dije un día.

—Era el sueño de papá.

Isabella se para frente al refrigerador y la alacena, chocolate, pastel, un rico mouse o quizás un enorme desayuno, pero escucha la conversación y no puede evitar pensar en Rose y en su esposo el dulce y enorme policía.

—Jamás vi una mujer más hermosa que Rose —se acerca y se sienta frente a la niña, no puede abarcarla lo suficiente— cuando la conocí me intimidó su cabello rubio y su franqueza.

—Eras una niña tímida —ambas parpadean—ella me contó.

Eddie observa como Isabella baja la cabeza, ella vuela hacia esos meses de soledad y abandono, en él aquello quema y sin quererlo va también hacia esa época, la oscuridad se cierne y la culpa vuelve a llenarlo de pena y en medio de los dos Vanesa que es el cruce de caminos de los dos, la hija que de no haber nacido, ellos, estarían muertos. Alarga la mano y toma la de Nessa.

—¿Cómo lo supiste, Vanesa? Emmett me detesta y tu madre siempre quiso protegerte de mí, Bella y yo cumplimos la promesa de no hablar.

—Lo sé, ellos me lo contaron, y entendí cosas que ocurrieron cuando eras Tony —Nessa aspira— hace un año te vi en televisión, creo que en mi vida había gritado tanto, tu sabes por qué —Isabella interroga con su mirada— "Muévete suavemente"

—Tu canción, mariposa.

—Sí —muerde sus labios.

—La cámara te enfocó, y entonces te reconocí, el cabello rojo y los ojos azules, pero allí estaba mi adorado maestro, al instante Lauren y mis amigos de la escuela comenzaron a bombardearme por el celular ¿No es Tony? ¡Dios mío! y algo… no sé, llamé a mamá y ella comenzó a llorar y entonces agarré un avión y fui hasta Denver, papá estaba furioso y temblaba cuando le pregunté por ti, noticias, periódicos y la foto con tu esposa, todo era una locura en mi cabeza, mamá te vio —apunta hacia Isabella— no podían negarlo, y ambos esa noche me contaron todo, ya no era una niña, podía decidir, deseaba saber.

—Un año.

Nessa cierra los ojos, recuerda como hacia algunos meses, todo parecía venirse abajo, su novio de años no era lo que ella creía, cada día estar en la universidad se había convertido en un infierno, como tomar cursos extensivos de música le ayudaron a entender porque para ella la música era como vivir y el hecho negado durante años de sentir que algo de sí misma estaba ausente.

—Sentí tanta rabia.

Bella gime como una niña.

—Pero no con los dos, ni con mis padres, lo juro, siempre, y lo sabes To… Eddie, jamás sentí odio ¡jamás! era algo más profundo, las canciones de The Carnival, ese maestro que me ayudó y salvó mi vida, ese hombre triste, la historia de una niña dejando un bebé recién nacido porque ella era…

Las lágrimas de Nessa comienzan a surgir.

—Era un pequeño y frágil ángel —Eddie termina la frase.

—Sí, todo para que yo fuera feliz ¡y he sido feliz, Bella! ¡Mucho! —se lleva sus manos a la chaqueta, y de allí saca algo pequeño— mira.

Isabella sonríe entre lágrimas. Es el pequeño caballito de madera que forjó para ella en el hospicio.

—Lo hice para ti.

Edward toma el juguete y lo sostiene, la madera como símbolo de lo que Bella Swan es.

—No vine aquí a juzgarlo, tengo preguntas, quiero respuestas, saber la historia, pero no vengo a nada más, mis padres tienen tanto miedo, pero no es malo, no lo es, ellos son mi familia, pero quiero saber ¿por qué? ¡Dios! me siento tan infantil.

Se paró de la mesa y se aleja de Eddie y Bella, son unos desconocidos, pero sin embargo reconoce en cada uno gesto, movimientos, y hasta ciertos dejos al hablar. De Edward Masen tiene todo, a excepción del cabello, y de Isabella presiente una fuerza de carácter que hizo que sobreviviera al peor año de su vida.

—No, por favor —le pide Isabella.

—No deseo molestar.

Algo en la mente de Isabella intuye que su hija tiene más miedo que ella y que está sufriendo. Se levanta de la mesa, no puede abrazarla, se muere por hacerlo, pero Nessa tiene reservas y entiende que no es fácil ¿cómo decirle que tanto Eddie como ella la necesitan y que en ese momento los dos están allí para ella? No ha sido madre de Nessa durante veintidós años, debe empezar a hacerlo ahora.

—No digas eso —Nessa cierra los ojos y huele el perfume amaderado que de Isabella fluye, huele bien.

—Eddie y yo estamos aterrados —se siente tan pequeña— no sabemos cómo comportarnos contigo, has sido todo, no nos conoces, pero ¡y te juro que no voy a llorar! —Isabella mueve sus manos a la vez que habla, su voz se entrecorta y es un susurro— aunque por dentro estoy que exploto. Has sido nuestro sueño y cuando lo intentamos de nuevo, cada día nos dijimos que era por ti: esta vida, esta casa, el perdón, olvidar lo malo, siempre pensando en lo bueno…y eso eras tú ¿molestar? No digas eso, hemos tenido que detenernos para no ir contigo y decirte que sin ti, nada hubiera sido posible —la hija mira, Edward vuelve a aquel gesto donde toda la tristeza está contenida, Isabella como siempre debe ser el catalizador y aunque necesite ayuda ella debe ser fuerte por todos—hemos sido una familia incluyéndote, Vanessa —corre hacia su taller bajo la mirada de su compañero e hija y trae con ella una croquera repleta de dibujos, los abre frente a los ojos de Nessa, Eddie se levanta, no había visto los dibujos— son tuyos.

Vanesa se acerca y se ve en las pinturas, son muchas, y cada una la muestra en diferentes ocasiones de su vida.

— ¿Cómo?

—Facebook, Instagram, con el corazón —muestra un dibujo de ella recién nacida—cuando naciste guardé tu rostro en mi memoria —la hija de Isabella toma el enorme cuaderno y se queda con él en las manos— has estado allí, conmigo, siempre, Nessa, siempre.

—Sí.

Todo es incómodo aún, sin embargo Isabella presiente que su chica es todo lo que Eddie le ha dicho, y algo le hace saber que puede llegar a ella.

—Son tuyos.

Los padres observan cómo se lleva los dibujos a su pecho, ambos confluyen en una mirada repleta de esperanza y sonríen secretamente.

—¡Bueno! —Edward levanta las manos— este hombre pide a gritos comida, tu madre… — todo se queda en silencio— Bella hace unas omelet, cariño, que te mueres.

Isabella va hacia él y lo besa en la mejilla, ella despide una energía poderosa, nada como Eddie Caníbal, salvaje y ansioso de curar, abrazar y terminar con el pasado, para hacer que aquel momento fuese tranquilo, y que ella deshecha y llena de miedo pudiese acercarse a su hija.

—¿Podríamos comer helado de vainilla? —Nessa susurra sonriendo con picardía a su padre.

El rostro de Edward Masen cambia, sus cejas se alinean y su mirada azul deja ver una tormenta interna, la boca se aprieta casi como si contuviera un grito y contiene la respiración como si le doliera el oxígeno. Durante casi una hora se ha mantenido impávido, tratando de ser fuerte, pero la pregunta de su hija le trae el recuerdo de él con ansias de muerte escondido en un teatro de escuela esperando la hora de ensayo a una niña de ojos de cielo que le salvaba el día, que lo alejaba de las drogas. Nessa abre los ojos y va con él a la oscuridad del teatro y finalmente la respuesta que se hizo por años es contestada. ¿Por qué siempre está triste? Era por ella.

—Está esperándote en la heladera.

—Debiste decírmelo.

—Shiis —lleva los dedos a la boca de su hija— estás aquí, me basta eso.

Isabella recuesta su cabeza en el pecho de su hombre y le da dos palmados pequeñas, es un hombre con una nostalgia profunda, sigue siendo aquel que oculta su alma, y ahora tratando de borrar el pasado no puede evitar la culpa por no haber abierto los ojos mucho más rápido.

—¿Te gustaría conocer a tus hermanos?

Nessa salta levemente, su rostro se ilumina con una sonrisa que muestra los dientes de conejillo iguales a Bella.

—¡Me encantaría!

Los mellizos juegan en sus cunas con la abuela quien sostiene un enorme peluche y hace sonidos extravagantes, los pequeños se carcajean y el enorme perro con sus manazas puestas en la cuna ladra ruidosamente, Nessa los mira y la abuela y los padres se apartan, Pink Floyd la ha recibido con la cola batiente y haciendo malabares divertidos.

—Bueno, este también es tu hermano, no puedes decirle que no —Isabella introduce a la familia, cargando al pequeño Jasper, mientras Eddie carga a la niña. Nessa alarga la mano, el bebé toma sus dedos y los introduce a la boca, y la pequeña agarra uno de los largos mechones de cabello negro.

—Hola —arruga la nariz— soy Nessa… —unas palabras se anudan en su lengua y las sostiene por unos segundos— su hermana mayor —los pequeños gorjean y la observan curiosos, la pequeña Alice bosteza y su hermano la acompaña mientras recuesta su cabeza en el pecho de la madre, es hora de dormir la siesta de la mañana y los bebés no entienden la importancia del momento— es increíble, tengo hermanos, siempre quise tenerlos —toca la cabeza de la niña y besa a cada uno— tiene tu cabello —mira al padre— y él tiene el mío.

—Mi madre tenía el cabello azabache —lo dice más como un dato, no hay emoción en el recuerdo.

Amanda se presenta como algo lejano y perdido en el tiempo. La verdadera abuela está allí, cerca organizando en su cabeza una enorme fiesta.

El rostro de Vanesa denota cansancio, está agotada, no ha sido los días conduciendo, ha sido el año completo, ahora que parece estar en el punto de partida de su origen sus músculos parecen resentirse y no puede evitar bostezar.

—¡Perdón! Necesito descansar, ¿conocen un lugar donde pueda quedarme?

Isabella vuelve al terror y tiembla ¡no! ¡Un poco más! ¡Un poco más! Edward salta.

—¡Por supuesto que no!

—Vi un hotelito de lo más lindo, el "Mama´s Hotel" a unas cuadras de aquí… —los padres sueltan la carcajada.

—Es mío, cariño, mi hotel —dice Alice— me encantaría tenerte allí, serías mi invitada de honor, pero no, tienes esta casa, que es enorme y tiene un cuarto especial para ti.

—No quiero molestar, se los dije.

—No, esta casa es tuya, Nessa, la compré pensando hace años en que quizás en algún universo vendrías a mí —Isabella tiene los ojos abiertos como platos, y tiene aquel gesto de terquedad y voluntad— además hay una cena que te espera, si quieres, Eddie recoge tus cosas, te bañas, duermes un rato y tendrás una cena.

Los dos progenitores esperan la respuesta, Alice le da un codazo tierno a la chica alentando que ella dé el paso. Nessa sonríe, no puede creerlo, los padres de Denver son típicos, mamá Rose es hermosa, elegante, y papá Emmett es enorme y adusto, en cambio estos dos que la observan son dos hippies anárquicos y rebeldes, repletos de tatuajes y con aire de niños.

—Ya que insisten —sonrió.

—¡Wiii! —Bella da un grito pequeño, es una victoria— ¡ven! —toma la mano de su hija de improvisto— ¡vamos!, es un hermoso cuarto, pero si no te gusta, lo cambiamos como desees —Nessa se deja arrastrar por la pequeña mujer a la que el mundo llama la musa del rock, la misteriosa mariposa.

Edward y su mujer se conectan en una mirada, Alice toma del brazo al hombre y suspira.

—Ella ha llegado, Eddie —levanta su rostro— ¿Eres feliz? —una fuerte exhalación es la respuesta—. No tengas miedo, chico, esa niña tiene un alma buena, yo sé de eso.

—La mejor alma del mundo.

A los diez minutos, Nessa se encuentra en la ducha, mientras que los padres están sin palabras, ambos no saben qué decirse, es una emoción que está más allá de las palabras. A la hora todo es silencio, Edward y Bella entienden que su hija mayor ha caído como una piedra después de un viaje de varios días y cuando todo está en silencio, los dos abrazados, pues allí está la hija, el corazón de los dos.

—Todos nuestros hijos duermen en nuestra casa, mi amor, esto es lo que yo llamo perfección.

Isabella llora en su pecho y responde con un silencioso sí.

La cocina huele delicioso, Nessa se ha puesto unos short y una camiseta blanca con tirantes, cepilla su cabello, y se coloca unos collares y unos hermosos zarcillos artesanales, durmió durante más de cinco horas y ahora se siente liviana como una pluma. Sale de la habitación y llevada por una fuerza poderosa va hacia la habitación de sus hermanos, pero no los encuentra, abajo se escucha el ladrido del perro y una música suave, la casa es fresca a pesar de los casi cuarenta grados que muestra el termostato. Baja tímidamente, ella, Bella es un misterio, es tímida y suave, reconoce su voz en la de ella y en lo poco que la conoce ve gestos, pequeños guiños ¿qué más tiene de esa mujer? ¿Quién es?

—Hola —entra a la cocina, los niños están en sus sillas, Eddie tiene una guitarra en su mano e Isabella revolotea por todas partes— huele maravilloso.

—Hola, bella durmiente —responde el padre— ¿te despertó la música?

—No, para nada, viví años en un dormitorio universitario, podría estallar un meteoro y yo seguiría durmiendo —se adelanta y besa a sus hermanos— me encantan las mejillas de los bebes, son suaves.

—Lo mejor —Isabella besa a sus hijos en los cachetes rosas de sus pequeños, de esa manera recibe el beso de la hija que aún no se acerca demasiado— siéntate, por favor.

—Vas a probar la mejor comida de este puto mundo, cariño.

Ambas se quedan mirando a Eddie, Nessa suelta la carcajada y Bella lo regaña de una mirada.

—No te preocupes, me gusta eso de él, a veces en la escuela nos reíamos de cómo entre dientes maldecía, era liberador.

— ¿Ves, mujer? Es liberador.

—Pues eres demasiado libre, Masen, perdona cariño —inconsciente Isabella pone su mano sobre el hombro de Nessa— son cosas de rockeros.

—Pues a mí me encantan.

Ambos se miran picaros, y Eddie toma una de las manos de su hija.

—Gracias, Nessa.

A la mesa viene la deliciosa cena, pasta, pavo en salsa de ciruelas, mouse de mora, pastel de cerezas y el helado de vainilla. El estómago de Nessa gruñe y sin miedo y con el hambre voraz de una jovencita ataca, la madre espera con el alma en un hilo lo que su hija piensa de la comida, la confirmación llega con sonidos de goce y sin dejar nada.

—Esto está delicioso.

—¿Quieres más?

Nessa se sonroja.

—¿No sería mucho pedir?

—No.

—Mamá es chef y decoradora, pero ella va más con lo europeo, y aquí entre nos, después del cáncer, se volvió fanática de la comida sana, pero… —no terminó la frase, llenó su boca con la comida que le sirvió Bella.

Dos horas después, Nessa da de comer a sus hermanos, Eddie lava los platos y la madre ordena la cocina, la conversación fluye con naturalidad, la ciudad, Alice, la música, todo y nada. El sonido de la puerta y una carcajada sonora los interrumpe, viene desde la sala, Pink Floyd con su cola batiente que sale a ver, aunque sabe que es Johnny quien se ha convertido en un hombre risueño y divertido ‒es increíble como el viejo roble triste fuera del influjo de aquel terrible lugar llamado Forks es otra persona, y si era alguien entrañable antes, ahora es alguien insustituible‒ Eddie lo amaba como si fuese un padre y en los últimos meses, el nacimiento de los mellizos hizo que la relación se hiciera mucho más estrecha.

—¡Qué alegría volver a casa y toparse en la puerta con los juguetes de mis niños! —entra a la cocina.

Los pequeños levantan sus brazos alborozados.

—¡Ya llegó el abuelo!

Isabella sonríe con ternura, la última hora ha sido lo mejor de su vida, su sueño estaba resumido en aquellos minutos, por momentos tuvo que sostenerse de la isla de la cocina para no caer de emoción, o tomar la mano de su esposo quien estaba igualmente emocionado; errática y feliz, besaba a sus mellizos cada rato, saltaba e intentaba tener una conversación con su hija esforzándose para que una lágrima furtiva no la traicionara, era un camino largo y lo sabía, pero Vanessa estaba ahí y era todo lo que Eddie había dicho y más.

Entendió que al igual que ella, su hija mayor estaba emocionada y reticente, eran veintidós años que había que poner en orden poco a poco.

—¿Dónde están mis niños? —toma los piecitos y les hace cosquillas.

—¡Bueno, bueno!, has sobrevivido a otro fin de semana de sexo salvaje y cargado de culpa te acuerdas de que eres abuelo. Pensé que tu novia acabaría contigo esta vez.

El viejo empequeñece los ojos y divertido se da dos golpes en el pecho.

—¡Edward! —Bella le da un toque con el codo y mira cómplice a Nessa, ella arruga la nariz y hace un gesto coqueto con su boca, el viejo borra su gesto risueño, frunce el entrecejo e inmediatamente pregunta con la mirada a Isabella.

—Te presento a Vanessa, tío Johnny.

El viejo tiene el corazón de cristal, cierra los ojos por medio segundo y a su cabeza llega un pequeño pajarito preñado que arrullaba a su pichoncito a punto de canciones tristes y peluches azules.

Él es el eco de lo que los padres por miedo a no asustar a Nessa no hacen, se lleva sus manos a la cara y comienza a llorar como un niño pequeño. Se estremece y su cuerpo flacucho parece que va a reventar y deshacerse en miles de pedazos. Nessa no lo conoce, no sabe quién es, pero está conmovida, coloca a la pequeña en su silla y camina hasta donde el viejo ¡es pequeño! y ella es inmensa como una garza orgullosa, voltea hacia donde Eddie quien ladea la cabeza, se escucha un sollozo y es entonces cuando ella abraza al anciano.

—¿Tío Johnny? —el hombre no contesta y se deja abrazar— ya estoy aquí, he regresado.

Unos brazos delgados la rodean y es entonces cuando ella siente el olor de madera añeja; una energía dulce y protectora la cobija y presiente que ella fue salvada por aquel roble que así, pequeño, fue capaz de darle un hogar a una criatura herida.


Vanesa se despierta, mira el reloj de su celular, mira el chat donde ha hablado por más de dos horas con sus padres adoptivos, sabe muy bien que papá Emmett se muestra receloso de que ella esté en Biloxi, sin embargo es mamá Rose quien ha limado las sospechas de su esposo, el viejo policía está aterrado de que su pequeña se deje seducir por ese perverso animal de Edward Masen, y que olvide su hogar en Denver seducida por lo que le ofrece su nueva vida, cosa que Rose niega rotundamente, y discute con su marido, han criado a una buena chica, no puede dudar del amor que la hija siente por ambos. Vanesa se encarga de despejar las dudas, ella volverá a casa, sin dudarlo, pero necesita ese tiempo, quiere conocer a sus padres biológicos, tener ese lazo con ellos, saber cuál es su destino.

Son las tres de la mañana, se levanta, el calor la arrulla levemente, descorre las cortinas de la preciosa habitación que ella ha arreglado con primor y abre la ventana, huele a pino. Enciende la luz y sonríe emocionada cuando descubre en una de las paredes hay una repisa que contiene pequeñas figuritas talladas en madera: escarpines, biberón, un tierno ratoncito sosteniendo un diente, una bicicleta, un birrete de graduación, un libro de medicina… las cuenta, son 22, una delicada obra de arte para cada uno de sus años de vida.

—¡Eres una mujer extraña, Bella Swan! —tomó su teléfono y sacó foto— y no me olvidaste —suspiró aliviada.

Tenerla cerca la hizo sentir esas cosquillitas de niña que se deja mimar, le ha fascinado la enorme casa ‒Eddie y Bella habían derribado el muro medianero y había unidos las dos casa haciendo una larga y luminosa galería en altura, que por un lado daba vista al mar y por el otro, al gran patio que habían convertido en parque que tenía terraza y piscina‒ que a pesar de su tamaño, mantenía el calor de hogar en todos sus rincones. No dijo nada, pero se dio cuenta que por todos lados habían detalles que hablaban de ella: un mapa de Denver encerrado en un corazón por aquí, la gorra de beisbol de su equipo favorito por allá, el escudo de su universidad; cosas, varias cosas que le decían que en esa casa también vivía ella.

Los dibujos, las esculturas, el olor a madera, la colección de guitarras, sus hermosos hermanos, Pink Floyd, la abuela Alice, el tío Johnny y todo Biloxi, que en una hora parece haberse reunido en la enorme casa a darle la bienvenida ‒¡esos dos tienen una familia de amigos enorme!‒ la hacen sentir como si siempre hubiesen sido una familia, son seres increíbles y no puede negar que le encanta, pero Rose y Emmett son sus padres, nunca jamás renegaría de eso.

Tiene sed y va por un poco de limonada, es entonces cuando escucha una canción de cuna, parpadea y camina hacia el lugar donde aquella dulce voz se escucha ¡es ella! … su madre, se le aprieta el corazón. Escondida tras la puerta ve a Isabella cargar a uno de los mellizos, es el niño que la mira con sus grandes ojos, se siente hipnotizada y se va dejando llevar por el sonido y sin saberlo está sentada al lado de Isabella, quien la ha visto entrar y ha cerrado sus ojos al ver como su hija se sienta a su lado, no ha estado a solas con ella por más de una hora.

—A veces se despierta, Edward y yo venimos a cantarle, y se duerme tranquilo.

—Quizás algo le perturba.

—Ama la noche, como su padre, eso es todo.

—Mmm.

Ambas se miran a los ojos, Nessa alarga la mano hacia el cabello oscuro de Jasper.

—Tendrá mi cabello.

—Un hermoso cabello.

—A veces me miraba al espejo y me preguntaba a quién lo había sacado.

Isabella respira.

—Amanda, la madre de Eddie, era una mujer impresionante, su cabello era de color cuervo.

La hija ve en el rostro de Isabella una amargura inquietante.

—¿La odiabas?

—Ella me odiaba a mí, cariño —el bebé se ha dormido y ella se levanta a llevarlo a la cuna— yo estaba demasiado ocupada para odiarla, era una mujer triste, Nessa, quizás el ser humano más triste que he conocido —voltea a su hija— ¿estás preparada para escuchar tu historia?

Nessa niega con fuerza.

—No, aún no, me da miedo.

—¿Te doy miedo, Vanesa?

La chica baja la cabeza.

—Un poco —se limpia una lágrima— siempre me pregunté cómo eras.

—Podemos empezar conociéndonos ¿eh? —se sienta de nuevo a su lado— tratando de hablar de lo que quieras, romper la barrera —apunta su mano— cosas que te gustan, lo que piensas de la vida, de ti, de mí.

—Cocinas rico.

A Isabella se le ilumina su rostro.

—¿Ves?

—Me encantan tus tatuajes.

—Tengo muchos… Este eres tú —muestra el inicio de su tatuaje.

—¿De verdad? —asombrada.

—Me lo hice a los diecisiete, después de que naciste.

Nessa se silencia.

—¿Puedo verlos todos?

—Ven —la madre va hacia la ventana, los chicos duermen tranquilos, hay un leve sonido de arrullo de grillos y se escucha el respirar de los dos. La luz ilumina levemente y en entonces cuando Isabella se coloca de espaldas, está temblando, pero se arma de valor, levanta la camiseta que deja ver una parte del enorme dibujo. Vanesa se acerca, toma la camisa y la lleva hacia los hombros, un sonido parecido a un sollozo sale de su boca, ve el sol, es ella, observa las estrellas y sabe que todas son Vanesa Masen, pero a la luz agonizante de las candilejas de la noche es la cicatriz añeja la que reluce, para la chica que estudió medicina durante tres años es algo aterrador. Las aletas de su nariz se dilatan ante el oxígeno que lleva a sus pulmones, Bella sabe que la ha visto y frunce su boca y levanta su rostro como si dijera una oración, siente los dedos de su hija recorriendo la cicatriz que se enmarca cerca de la columna vertebral.

—¿Cuántos años tenías?

—Ocho —el tacto suave de la niña sobre aquella herida hace que los rezagos que quedaban en su memoria del insoportable dolor, desaparezcan. Nessa reprime un grito, Bella escucha como la garganta de su chica lo ahoga—. Sobreviví.

—Te rasgaron por la mitad ¡Dios!

Inmediatamente la madre baja su camisa y voltea, se encuentra con el rostro aterrado de Vanesa.

—Ya pasó —pero la niña está perdida, perdida en el tacto rugoso de la cicatriz y de la visión de ella sangrando, Bella escucha a Eddie que le dice que su hija es empática con todo y que el dolor de todos es su dolor—. Ya pasó —la toma de sus muñecas— todo ese dolor ya pasó.

—Yo no sé si hubiese sobrevivido —apesadumbrada.

—La verdad, una no sabe hasta que lo enfrenta —uno mechón azabache cae sobre el rostro de Nessa, su madre lo aparta—. Son historias triste, pero estoy aquí, aquí estamos… dispuesta a responder a todas tus preguntas.

—Tengo muchas —sonrió.

La pequeña Alice lloriquea.

—¿Qué tal si mañana seguimos? —le susurra mientras calma a la beba y después, salen del cuarto.

—Sí, gracias y por favor, no me tengas miedo. Yo no te juzgo, a ninguno de los dos.

—Vamos a dormir ¿eh? —la observa en la luz bajo la perspectiva de sus solo un metro cincuenta y seis, Bella es dura, su mandíbula tiene aquel gesto de voluntad y fuerza— sino asustaremos al lobo —señala la puerta del dormitorio del padre y esposo. Nessa sonríe.

—Él es algo grande.

—Es una fuerza de la naturaleza.

—Salvó mi vida, creo que vino a mí para mostrarme lo que yo quería para mi futuro, pero no sabía.

Las mujeres se miran y sonríen, los grillos siguen su tocata monótona, la atmósfera caliente del pueblo se refresca con el viento marino y hacen que en esa fracción de segundo entre madre e hija todo sea perfecto.


Un rugido seguido por estruendosas carcajaditas se escucha por toda la casa, Nessa se levanta y se topa en el pasillo con Isabella quien hace un gesto con la cabeza de resignación, la voz de Edward se escucha, canta una canción ruidosa, llena de onomatopeyas en la cocina, bajan apuradas la escalera.

—¿Siempre es así? —Nessa pregunta divertida,

La respuesta viene en una enorme sonrisa.

—¡Gracias a Dios!, sí, gracias a Dios.

"—¡Demonios, cariño, no hay nada que hacer "El Caníbal" ha muerto!

¡Jamás! es que ser feliz no es malo, Eddie, y puedes seguir escribiendo cosas poderosas.

¿No necesito sangrar?

Ya lo hicimos demasiado"

Como un relámpago se vino a su cabeza la conversación que entre un llanto de emoción tuvieron en la noche y sin temor, toma del brazo a Nessa y la lleva directo a la cocina. Apenas Eddie las ve entrar, adopta una actitud dramática.

—Bueno, mujeres son las diez de la mañana, este ejército necesita alimento.

—Ocho diez, exagerado.

—Te fijas, Johnny, uno habla de comida y ella se fija en el detalle de la hora —besa a la madre y a la hija.

—Me fijo, es lindo verte feliz con tu mujer y tus hijos —agregó el abuelo mientras se instalaba en su silla que quedaba entre Jasper y Alice.

Vanesa levanta la cabeza, suspira y sonríe… desayunos locos, tatuajes y cicatrices, esas personas son sus padres y se siente como si toda la vida lo hubiese sabido. Sacude su melena negra y aspira:

—Creo que saldré de esta casa pesando veinte libras más, y será la culpa de los dos, les advierto —va hacia sus hermanos y besa sus cachetes— ¡tendremos que huir, chicos! —frente a ella una cuchara de dulce de cereza que la tienta con el olor— ¡son malos, muy malos! —abre la boca y engulle sin culpa— ¡Qué diablos! seré una gordita feliz ¡dame más! Buenos días tío Johnny ¿dormiste bien?

—Dormí perfecto, pajarito.

—Obvio, después de tu maratón de sexo del fin de semana no te queda otra.

—¡Eddie! —madre e hija gritan en unisonó.

Y de esa manera todos en el desayuno, con la música en la cocina, el olor a comida, se aprestan a comenzar el día, en el interior de Edward su mundo de soledad, de termitas, de un niño empinado en una cocina tratando de entender a su madre y escuchando los ecos de las viejas canciones de Barbra Streisend parece lejano, es un papá y sabe que para eso nació, y le encanta.

Como si estuviera envuelta en un tornado Nessa se dejó llevar por los dos hippies rockeros que eran sus padres, más bien le parecen dos adolescentes tardíos que disfrutan de su primer amor y trata de encajar la imagen de ídolo peligroso y oscuro que tiene su padre con el profesor triste que conoció en su escuela y el hombre hogareño que tiene en frente ¿Cuál es el verdadero? Su mente analítica cree descubrir la clave, el Eddie que ve ahora está pleno, Isabella es quien lo llena; su cabeza se llena de inquietudes y se conforma pensado que ya habrá tiempo para preguntar. En cambio, Isabella le parece alguien inabarcable, toda la familia gira alrededor de ella, sobre todo Edward quien se comporta como un niño caprichoso, celoso y posesivo, que solía hacerle pataletas y ella, con una paciencia infinita, se las arreglaba para lograr que el padre hiciera lo que decidía ella. Le parecía fascinante; mariposa libre de brillantes colores, que hablaba suave y posa sus manos en la madera y en los corazones de quien quiere. Largos segundos la observó hipnotizada preguntándose como un ser tan pequeño llegó a tener tanta fuerza y se encontró pensando que quería ser como ella.

—¡Es un idiota!

Estaba plácidamente dormitando a la orilla de la piscina, cuando la voz de su padre la alertó, salía con Bella a la terraza.

—Todos los hombres que me rodean son unos idiotas para ti, no es una novedad lo que me dices.

—¡Es que lo son!

—¿Tío Johnny? —la ve anudar sus brazos.

—Él no es un hombre, es tu tío ¡Joder!

Bella se da cuenta de la presencia de Nessa, le hace un guiño y sonríe.

—De todas maneras, no puedes de tratar de idiota a ese pobre chico.

—¡¿Pobre?! Te estaba mirando como si fueras un pastel.

—Lo sacaste corriendo, Edward Masen, se fue de aquí creyendo que lo del caníbal era literal.

— ¡Lo es! Me habría comido su corazón si tú no me hubieras detenido.

Nessa aguanta una carcajada, aunque la energía de Eddie no era agradable.

—Vanesa, apóyame ¿viste como el tipo la miraba?

—No lo puedo culpar, Isabella es fascinante.

Bella casi llora, mira a su hija y sonríe.

—Gracias, tesoro.

Eddie no se rinde.

—¡No quiero ese imbécil aquí!, Dalilah puede ayudarte.

—¿Te oyes? No seas ridículo, Edward.

—¡No lo soy! Solo cuido lo mío.

—Jamás he dicho nada de cómo tengo que aguantar a esas jovencitas que te proponen cosas indecentes en cada concierto o cuando te ven en la calle —se empina en sus pies desnudos y le golpea el pecho con el dedo índice— ¡Jovencitas y jovenzotas!

—Ya hemos hablado de eso.

—No es diferente,

Johnny entra en medio de aquella discusión, ha sido testigo de varias de ellas, y rueda los ojos y se va con Nessa.

—Claro que lo es, yo no doy pie para nada.

Bella se sulfura.

—¿Y yo sí?

— ¡Eres malditamente bonita! Todos babean ¡demonios, Bella! ¿No te das cuenta? desde niña lo has sido y todos se vuelven locos por ti, ¡siempre!

Golpea la pared y sale corriendo, Nessa se asusta, ya no le parece divertida la discusión adolecente que tiene la pareja. Johnny la calma:

—Tranquila, mucho ruido y pocas nueces —le susurra.

Bella toma aire hasta llenar sus pulmones y lo bota suavemente.

—¿Pueden hacerse cargo de los mellizos mientras arreglo esto?

—Ve, pajarito, ve —la anima el viejo.

Nessa no se mide en el impulso y le toma la mano, preocupada.

—¿Estás bien?

—Sí, tesoro —lleva la mano de su primogénita hasta sus labios y la besa— ¡Gracias! —y entra corriendo a la casa.

Johnny toma la mano de la niña

—A veces tener tanto miedo no es bueno, tu padre es un hombre aterrado, algo en su interior le obliga a sabotearlo todo, es una fiera tratando de vivir entre gente buena, no se lo enseñaron, pero Isabella lo trae de vuelta —el viejo parpadea tímido— y nunca son silenciosos.

La chica no entiende al principio, pero en medio segundo abre la boca.

—¡Oooh, entiendo! —le hace un guiño y tira de la mano— ¡vayamos por los bebés y salgamos! no quiero escuchar a mis padres teniendo sexo ¡qué horror!

Bella espera en la terraza con la bandeja en las manos, hace dos horas que Nessa y tío Johnny se fueron con los chicos donde mamá Alice y ya vienen de vuelta.

—Té helado para ustedes y las muchas gracias por hacerse cargo de los niños.

—Vienen durmiendo —susurra Nessa.

—Los llevo a las cuna y vuelvo.

Cuando volvió, la chica estaba sola, sentada en el porche, con el vaso de té en la mano, disfrutando de la belleza del parque y de la tarde.

—En la escuela me decía que tú eras su jardín y que sembraba flores para llegar a ti —le dijo apenas sintió su perfume— amaba cuando lo decía — y se giró para mirarla.

La madre de tres hermosos hijos cierra los ojos y suspira, coloca su mano en la frente para palear el sol.

—Ha sembrado rosas, nena, muchas, pero a veces suele lastimarse con ellas, es parte de lo que es ser el Caníbal.

—¿Es tan difícil?

—Él es un hombre difícil, pero ha transformado su alma y es algo formidable.

—Es un poeta.

—El más grande, el mejor —hace una pausa y se sienta junto a la chica— y está muy avergonzado contigo.

Madre e hija caminan por la galería en altura, Bella toca tres veces a la puerta del estudio y después, abre.

—Tiene visitas —empuja suavemente a Nessa para que entre y se va.

—Debes tener hambre —Edward no contesta, pone el almuerzo sobre una mesita y con la servilleta se limpia la boca y las manos— ¡Dios! en mi vida no he comido tanto como aquí, y eso que me falta la fiesta donde la abuela —se pone de pie y le ofrece una silla a la chica—, me amenazó que ese día hará su pastel especial y ya quiero comerlo.

—Lo siento, cariño.

La hija clava sus ojos de manera inquietante en su padre.

—¿Cómo se siente amar así, Eddie?

El padre toma la guitarra.

—Duele, siempre me dolió amar a tu madre, toda mi adolescencia y parte de mi vida adulta sentí rabia por hacerlo. No fui bueno y tengo miedo a que sepas todo lo que le hice —su voz se quiebra, estira su mano hacia la chica, pero ella, en un gesto instintivo, endereza su espalda alejándose de él— ¡no quiero que me odies!, fui un maldito monstruo y pagaré toda mi vida por haberlo sido.

—¡No! —toca su rodilla— ¡yo no te odio! y ella ya te perdonó.

—Yo era un idiota que solo buscaba dejar de sentir porque al momento de nacer me grabaron a fuego el odio por ella.

—Ella te ama…

—Es lo único que me hace sentir vivo, ella y ustedes, mis hijos.

—¿Entonces…?

—Miedo —lanza su mano al aire y la empuña queriendo atrapar la emoción—, sentir todo lo que siento ahora… respirarla, oler a los pequeños, ver tu cabello reflejado en el sol me da una felicidad tan grande que siento que no la merezco y camino por una imaginaria cuerda floja con un muy real y maldito miedo de que cualquier cosa me desestabilice y me pierda en el vacío que me rebelo y me porto como un hijo de puta. No soy un hombre bueno, hija, yo estoy solapado en el bosque esperando que alguien venga y atente contra lo que tengo. Discúlpame —limpia una lágrima— soy feliz, pero…

—Te boicoteas.

—Sí.

—Bella no te dejará hacerlo. Por favor, no tengas tanto miedo, tú eres el espíritu, ella los músculos, lo sé, eso se percibe —toma una de sus manos y las aprieta con fuerza, mientras no le despega los ojos, los de él han visto mucho, los de ella son limpios—. Tienes todo, todo, si Isabella puede contra el mundo deja que ella guíe el barco, es el capitán, tu eres el océano, necesitas tempestades Eddie, lo sabes, pero confía en cómo puede ella guiarte, y no voy a odiarte, lo que he visto esta semana es suficiente para saber que lo que algún día me contaran no podrá borrar lo que he visto hasta ahora —pone la cabeza sobre su hombro— y no eres un mal hombre, odio que digas eso.

—¿No lo soy? —acaricia el cabello de su hija— hice sufrir a tu mamá y no se lastima a quien amas.

—Pero aquí estás, y convertiste todo ese pasado en esta familia, tú solo, ¡es increíble! —la chica suspira— hay gente cruel, Eddie…y lo disfrutan, toman tú corazón y lo hacen pedazos hasta que te reducen a nada.

La mirada de Nessa se pierde, va al momento en que su corazón fue arrancado de su pecho y la imagen de un rostro burlándose de ella es lo único que ve. Eddie siente el dolor de su hija y una mezcla de ira, de miedo y de dolor profundo se atenaza en su alma.

—¡Voy a matar a quien te hizo daño! —la abraza fuerte, Nessa comienza a llorar como una niña pequeña, durante meses ha tenido esa espina y necesita ese abrazo con desesperación.

—Solo necesito esto, solo abrázame, Eddie, por favor.

El padre calla, deja que la hija lloré en sus brazos por más de una hora, no quiere presionarla, pero sabe que Nessa necesita hablar de lo que la atormenta, comprende que si no lo hace su hija hará de su dolor una agonía.

—Fue mucho más que odiar lo que estudiabas ¿no es así, Nessa?

—Sí, es mucho más —niega con la cabeza levemente— fue una época difícil.

— ¿Le contaras a tu viejo, algún día? —la mira por lo bajo dulcemente— estamos aquí.

—Lo sé.

Edward toma la barbilla de su hija.

—Cuando vi tu foto por primera vez enloquecí, algo en mi ardió tan fuerte y que decir de la primera vez que me hablaste supe que la noche en que tu mamá y yo te hicimos fue un regalo, un regalo de Bella hacia mí. A pesar del asco de persona que yo era, hubo amor esa noche.

—¿Puedes cantarme una canción? —se limpia las lágrimas y su rostro de mujer adulta retoma aquel gesto de niña que Bella posee.

—Podemos cantarlo los dos —toma una guitarra y le entrega la emblemática guitarra negra.

Ella sonríe, Edward no lo hace, su chica está en los mundos oscuros que muy bien conoce y como padre que es, desea que sus hijos no repitan viejas historias, menos su muchacha quien es una hermosa muñeca que cantó para él una canción que le hizo seguir adelante.

La tarde cae y una agradable temperatura invita a pasear, Bella invita a Vanessa.

—¿Quieres caminar conmigo por la playa? hay fogatas y música —Nessa da un paso hacia atrás, más que temor a la intimidad con Isabella, es una sensación de poder y sabiduría que la madre emana— Eddie se queda con los chicos —le guiña un ojo a su hombre que la conoce bien, sabe que Bella está para curar, él es testigo de eso— es hora de chicas, además ya eres leyenda por aquí corazón, todos los chicos de Biloxi quieren verte caminar—enreda sus dedos en la melena negra—una hermosa y orgullosa garza de grandes ojos azules.

Edward suelta una fuerte respiración, ya ha escuchado comentarios de muchos que se han atrevido a llamarlo suegro, cosa que más que orgullo le produce furia.

—¡Demonios! —Bella levanta una ceja de advertencia cuando lo escucha; él, furioso, abandona la sala peleando en su mente contra los futuros duelos amorosos de su hija, sabiendo que en ese momento ya sufre por uno.

Nessa lo ve subir la escalera y parpadea asustada, pero Isabella pone una mano en su hombro.

—Se preocupa, eso es todo —sonríe con malicia— ¿Qué dices? Tú, yo, la playa, un bonito maquillaje y ¡voilá!, una noche de chicas.

—¿Podrías hacerme una de esas trenzas que te haces en el cabello? Me encantan.

A la madre se le ilumina la cara, escasamente la ha tocado, siempre soñó con esos momentos en que podría entrenzar aquella poderosa cabellera.

—No se diga más, será divertido.

En una hora ambas están listas para salir, Bella besa la mejilla del gruñón de su hombre, Nessa se voltea mostrando como se ha vestido y como está peinada, él con mirada de lobo la ausculta.

—Definitivamente soy bueno para hacer niños, ¿te apuntas a otro, mariposa?

Ella lo besa con pasión, adoraría tener otro niño, pero no puede y agradece que su hombre le haga saber cuánto ama los hijos que con ella ha tenido.

Caminar hasta la playa dura diez minutos, en el trayecto se cruza con amigos que, sorprendidos al verla acompañada por Vanessa, la saludan con gesto alegres, pero sin invadirla. Compran en los puestos de artesanía y helado en paletas en una cremería. No hablan demasiado, pero al llegar al enorme malecón la hija mayor se detiene, es luminoso, el cielo es rojo y azul cobalto y en la lejanía se ven las luces de un gigante crucero de turistas. Isabella la mira de reojo, es hermosa como ninguna, y no solo lo piensa porque es su bebé, sino porque tiene todo aquello fascinante de Eddie que Nessa multiplica, es igual de profunda y poética, llena de música secreta. Vive agradecida con la vida porque en la semana que ha estado allí, no ha hecho ningún reclamo y es dulce, paciente y está completamente enamorada de sus hermanos. Una lágrima secreta cae por la mejilla de Isabella, y ella la limpia rápidamente.

—Es hermoso.

—Es lo más hermoso que he visto en mi vida —contesta Isabella, y no se refiere al paisaje. Sin pensarlo toma a su hija del brazo y la alienta a caminar— vamos a la fogata, quiero tomar agua de coco con vainilla y algo de ginebra, es delicioso.

—No vamos a emborracharnos ¿no es así, Bella?

—Claro que no, Nessa, no he bebido más de dos copas de licor en mi vida y eso que durante años atendí un bar en San Francisco, odio el licor, solo que el coco y la vainilla palean el sabor, son dos gotas de alcohol y nada más, además soy mamá.

Ambas caminan del brazo, Nessa tímidamente le pregunta sobre San Francisco y todos esos lugares que Bella conoce y que parecen estar tatuados en su piel, Isabella respira y abre el cofre de recuerdos de aquellos viajes en su vieja camioneta, toman el licor de coco y hablan con la gente que sentada en la playa disfrutan el viento y el sonido del mar.

—Me gustaría recorrer todos esos lugares, suena emocionante.

—Lo es, algún día lo haremos juntas, aunque tu padre reviente, no le gusta que viaje sola, le gusta pensar que él está ahí siempre para protegerme —dibuja una sonrisa, solo ella sabe que Eddie resiente la fuerza de su carácter, ella es viento contra montañas, así reza una de sus canciones.

—¡Trato hecho!

Isabella suelta su cabello y sentada en la playa aspira el olor a mar.

—Amo este lugar, nunca quiero irme de aquí, lo busqué desde que era una niña, sol, mar, música, amigos, mi familia, mis hijos… Edward Masen, ser feliz.

—Deseo lo mismo, quiero ser feliz —se recuesta al lado de su madre y apunta a las estrellas— ¿tengo que sufrir para poder alcanzar eso?

Bella se acerca a su hija casi cabeza a cabeza, tiene un gesto preocupado, quiere acercarse, tocar su alma, decirle que puede contar con ella.

—Yo siempre soñé para ti un mundo de felicidad y si tuve que sangrar por ello lo hice con gusto porque me juré que nunca pasarías por cosas terribles —se da la vuelta y encara a su hija—. Tu padre y yo hicimos lo que pudimos con las pocas armas que nos dejaron, tú no tienes por qué sufrir, tienes todo: mi fuerza, la poesía de tu padre, y todo lo que tus padres adoptivos te dieron, estás repleta de cosas.

La más joven de las dos se limpia las lágrimas.

—Lo sé, he sido feliz.

—¿Entonces? ¿Qué te pasó? —roza con sus dedos las mejillas húmedas, a lo lejos se escucha un violín y unos chicos riendo y cantando.

—¿Tiene que doler el amor tanto?

La madre suspira, aspira el olor marino y a sus pulmones llega la sensación quemante de amar al Caníbal desde niña.

—¿Cómo se llama?

Nessa se levanta intempestivamente, camina hacia el mar, la madre la sigue y ve como su hija se quita los zapatos y mete los pies en el agua, respira hondo.

—Hasta que tenía catorce años creí que Rose era invencible, pero cuando le dio cáncer vi su miedo, y entendí que mamá era frágil y que papá dependía de ella a pesar de lo enorme que es, y me dio miedo, pero al ir creciendo sentí que yo podía pelear y defenderme, Tony —y sonríe— me enseñó que la música podía salvarme, pero ahora sé que eres tú la que me dio fortaleza —Bella acompaña a su hija en el agua, le llega escasamente a los hombros pero irradia tranquilidad, no puede quebrarse, sabe que su hija la necesita— voy a sobrevivir, Féileacán.

—Sí —ahogada de emoción, Bella responde, toma su mano con firmeza y se quedan en silencio, escuchando el sonido de las olas llegan a ellas.

—Curtis Jameson me rompió el corazón, me destruyó por dentro y aún estoy reconstruyéndome —la madre aprieta fuerte la mano de su pequeña—, pero sé que no voy a morir, ahora entiendo que si no hubiese sido tan cruel yo no sabría quién soy, no te conocería y no hubiese sido consciente de que mi camino no era ser doctor —tira de la mano de Bella y se sienta con ella a la orilla de la playa, respira aliviada, es como si vocalizar su tristeza fuera la manera de que el dolor se fuera— y eso es tu legado, Bella, es tu regalo, yo te lo quería decir, quería darte las gracias por eso.

Isabella recoge sus piernas y pone su cabeza entre ellas, tiembla como una hoja, su garganta contiene un grito, y su pecho recoge los años de ausencia, levanta la cabeza y respira entrecortado mirando fijamente a su hija.

—Mi hija preciosa…

Vanessa sonríe y se acomoda junto a Bella y coloca la cabeza sobre su hombro.

—Soy muy afortunada, y sé que nadie podrá vencerme, soy igual a ti, Isabella Swan, me parezco a Edward Masen, pero soy igual a ti.

Durante dos horas caminan por la playa. La historia de Nessa con Curtis está llena de decepciones y pequeñas tragedias, crueldades hechas a largo plazo y dolores sufridos con la esperanza de un posible intento de cambiar, pero no había vuelta atrás, la historia finalmente termina cuando su hija se encuentra de cara a cara con la verdad, amaba a alguien que no era capaz de amar, que no tenía poesía y que odiaba la música.

—¡Ese Curtis es hombre muerto! —fue la respuesta de Eddie cuando Isabella le contó la honda tristeza que embargaba a su hija.

—Es una mujer fuerte, Eddie, va a estar bien —a punto de ruego, lo insta a que dejara las cosas como estaban— ella va a sobrevivir, tiene nuestros genes, amor. Es ruda y sabe en su interior que ese chico es un idiota.

—No quiero que mis hijos sufran, Bella, me duele.

—Lo sé, me duele igual, pero ella debe vivir sus duelos, nosotros estamos aquí, la acompañamos, la amamos, lo sabe, está camino a madurar, y eso es duro para todos.

—¿Qué podemos hacer? ¿Cómo decirle que en algún lugar habrá alguien que la va adorar? Ella es una princesa.

Isabella suspira llena de ternura, apoya su cabeza en su pecho.

—La amamos demasiado, Eddie, tenemos que hacer que olvide y que entienda que en el mundo existe gente maravillosa que hará que su camino sea inolvidable. Es joven, está llena de fe, de amor, de música, eso es lo que ella desea en este momento, sabe que ese es su destino ¡Ay, mi cielo!, hiciste algo maravilloso —besa su barbilla y lentamente se sienta a horcadas sobre él— le diste la música —lo besa sensualmente— la impresionante música que solo el Caníbal Masen puede dar.

—¿Sí? —se deja mimar y mira por debajo de sus increíbles pestañas a su mujer— ¡Por supuesto! Solo yo puedo darle eso.

—Uhum —vuelve a besarlo— ella y todos nuestros niños tienen eso, el eco de tu voz preciosa y de tus letras, fue eso lo que hizo que estuviéramos aquí, ahora, el saber que a pesar de todo tenías esa alma de poeta y que todos íbamos tras tus huellas —él sonríe, ahueca su rostro en el cuello de Isabella y huele su perfume—. Y cuando muera, Masen, será tu voz la que seguiré siempre.

Edward entierra sus manos en las caderas de Isabella, la levanta de un tiro y la lleva hasta la pared, la besa casi ahogándola, queriendo su aire, necesitándola en lo más hondo.

—Tú nunca morirás.

Nessa tiene la puerta a medio abrir, ha borrado los números telefónicos de su ex novio y ha bloqueado todo contacto con él, sabe que ya no volverá atrás, y que ahora tiene nuevos retos que enfrentar, suspira con fuerza y es cuando escucha a Eddie tocando guitarra, sentado en afuera de la puerta, ríe repleta de lágrimas.

Lugares vacíos.

¿Para qué estamos viviendo?

Lugares abandonados.

Supongo que sabemos bien cómo termina esto.

Una y otra vez, ¿alguien sabe lo que estamos buscando?

Otro héroe, otro crimen sin sentido, tras las cortinas en la pantomima ¡resiste!

¿Aún alguien quiere seguir soportando esto?

Edward aparece y canta aquella canción que un día ella niña no entendía muy bien. Ahora es el momento de ella curar y de entender como Edward sintió esa canción como el milagro de seguir a pesar de todo.

El show debe continuar.

El show debe continuar…

Nessa respira y canta con él

Por dentro mi corazón se está rompiendo,

tal vez mi maquillaje se esté cayendo.

Ambos cantan muy fuerte, Isabella los escucha y se retira, es el momento de los dos, padre e hija y el poder curativo de la música.


Los tres miembros de la banda la miran de arriba abajo, Harry se lanza hacia ella y la abraza con fuerza, Nessa mira a Bella quien sonríe, Edward refunfuña por lo bajo.

—La vas a asfixiar.

—¡No jodas! No todos los días conoce uno a la mayor de sus sobrinas ¡mierda! esto es lo que yo llamo una belleza, eres un puto padrote, Eddie Caníbal —todos sueltan la carcajada y Bella rueda los ojos por la grosería.

Paul y Seth no se atreven a preguntar, están a punto del infarto con la noticia de la hija mayor de Edward Masen quien cortante dice que la tuvo con Isabella cuando eran unos niños. Paul se acerca a Isabella y le tiende la mano.

—Hay una historia aquí, no la conozco, pero discúlpame por ser un idiota, ahora entiendo muchas cosas.

Bella, tímida, asiente y acepta las disculpas del bajista de la banda y con la ayuda de Nessa se aboca a que la banda y su líder tengan todo lo que necesitan, están a punto de comenzar los ensayos preparatorios para el festival de verano y la primera reunión, siempre resulta un caos, los cuatro hombres son ruidosos y se comportan como verdaderos adolescentes.

Los tres hombres parten a sus casas, van a pasar vacaciones con sus mujeres e hijos, saben que dentro de unos meses la grabación y el festival los apartarán de sus hogares por tres meses y quieren pasar un tiempo más con sus amores, ya no son chicos, ahora son padres y esposos.

—¡Ahora somos más responsables! —grita Seth antes de subir a su camioneta. Todos se ríen.

—Si mi mujer supiera lo que hice en mis veintes, me cortaría las bolas.

—¡Ya te las cortaron Paul, vives pegado del puto celular! —contesta Edward.

—No digas nada, Caníbal, durante años te he visto como un perro tras tu mujer —le tira humo a la cara y le guiña un ojo.

—Y ha valido cada puto segundo ¿has visto a mis hijos? Son una jodida obra maestra.

La casa queda en silencio, Isabella se tira sobre el sofá y respira.

—¡Dios! estoy agotada —de pronto una fuerza la levanta y la carga como una pluma, ella abraza a su hombre que la lleva a la habitación para descansar.

Viernes en la noche, Eddie y Nessa conversan tranquilamente, Bella suspira ante la paz, los mellizos duermen, tío Johnny espera a su novia Mary Sue en el porche y ella tiene ganas de…

—¡Quiero bailar! —suelta la frase después de cerrar ruidosamente el libro que leía.

—¿Nena? —Edward la observa con malicia.

—¿Quieres ir a bailar, y tomar cerveza con nosotros Nessa? En el bar de Marcus, tu padre adora el lugar, es divertido, Johnny y su novia se quedarán en casa, llamo a la niñera y no habrá problemas ¿qué te parece?

—¡Me encanta la idea! —el padre y compañero golpea su rodilla— vas a ver a tus padres bailar, cariño, incendiamos la pista —se acerca a su mujer y sesea una canción— tú naciste porque los dos nos encontramos en un baile.

Isabella parpadea con aquel gesto profundo, mientras que la mirada de Eddie es salvaje, la hija de los dos ve aquella chispa de fuego, sabe que la historia será contada y ya no tiene miedo de conocerla.

Marcus corre hacia su amigo Edward y besa a Bella en la mejilla, hace unos días conoció a Vanesa y tímido en la emisora sin decir su nombre le dedicó una canción.

—Todo corre por cuenta de la casa, Eddie.

El lugar está a reventar, la gente baila y conversa amigablemente, todos se saludan, los Masen son parroquianos habituales y se mueven entre el público con tranquilidad. Se instalan en una mesa y al segundo, llegan tres cervezas, Edward toma una y se la pasa a Nessa.

—Solo una ¿eh?

—No soy buena bebedora de cerveza ni de nada, por eso no me gustó la fraternidad, nunca califiqué para ser una borracha universitaria.

—¡A la mierda la universidad! —Edward levanta la cerveza y la estrella con la de su hija—yo soy tu sensei, esos niños pijos de Harvard, Yale, y todas esas hierbas, se mueren por un día conmigo y tú, mi cielo, me tienes toda la vida ¿quieres ser músico? Aprende de mí, te juro que me superarás.

—¡Eso es! —Bella apoya la declaración de ego de su compañero, se levanta en puntillas y besa la mejilla de su hija— y si te interesa... yo también puedo enseñarte.

Nessa respira, tiene un taco en su pecho y no sabe por qué, se escucha jazz rock y todo es una locura, los tres van hacia la barra, el Caníbal canta en voz alta junto a Bella, Marcus lo ve desde lejos y le pregunta con una señal que todos se mueren por escucharlo cantar, Eddie dice que no, pero Nessa lo empuja.

—Vamos, ve a cantar, son tus amigos.

Los ojillos de su hija lo derriten, Bella la apoya y lo alienta a que cante.

—Un beso en la mejilla de las dos y cantaré lo que quieran.

Ambas se abalanzan hacia él y lo besan de forma ruidosa, levanta la mano y Marcus corre hacia el micrófono con una guitarra en la mano, pide silencio e invita a Eddie Caníbal al escenario, éste se adelanta, sus largas piernas llegan rápido al escenario y todo el mundo chilla de emoción, Bella silba y grita con fuerza como una fan más.

Toma el micrófono y mira hacia donde está su mujer e hija, no sonríe, tiene aquel gesto violento, lobuno y feroz, para Bella es el padre y el amante, para Nessa alguien misterioso e inabarcable. Agarra la guitarra, sus manos son fuertes y masculinas, tiene manillas en sus muñecas y los tatuajes relucen con la luz, templa el instrumento y hace un riff largo y estridente. La luz se estrella contra su cara y el rojo de su cabello es fuego, Isabella quiere llorar, es un hombre placido, repleto de voluptuosidad y vida.

—Esta es una canción que significa mucho para mí, la compuse para el amor de mi vida, y se convirtió en un himno para mis amores.

Nessa se contiene.

—"Muévete suavemente"

Todos gritan, Eddie comienza a silbar, uno de los músicos lo acompañan con una dulzaina y la guitarra rompe el silencio.

—Bella, mi amor ¿puedes acompañarme?

Isabella se queda sin oxígeno, como un relámpago mira a su hija, la ve emocionada y es el detonante para lanzarse al escenario, no es solo su canción, es la canción de su niña.

Todos aplauden, Bella al lado de su hombre es diminuta, pero cuando la canción comienza y ella con otra guitarra en la mano lo acompaña es inmensa y preciosa.

Tú vas con el aire nena…

Eres ángel y mariposa, te mueves hacia mí y tiemblo.

Caminas y el mundo late a tu paso…

Nena…

Bella lo acompaña en dos voces, ambos sonríen.

Y te mueves suavemente con el aire…

Vanessa los observa, son dos niños hermosos y tiernos, que cantan su historia de amor.

—¿Son tus amigos? —un hombre le pregunta.

Nessa niega con la cabeza y con lágrimas en los ojos.

—No… son mis padres.

Termina de decir esas palabras y el peso que oprimía su pecho desaparece.

La guitarra de Mississippi Fred McDowell y su "You Gotta Move" se escucha, Eddie alarga la mano.

—¿Bailas conmigo, mariposa?

Ella toma su mano y lo sigue. El baile es lento, juntan sus frentes y empiezan a bailar, Nessa no ha despegado su mirada de ellos. Sabe que han sufrido, sabe que han sido heridos, sabe también que son el aire que los dos respiran, sabe que han pasado por mucho para estar allí, no son perfectos, pero son maravillosos entre los dos, oirá la historia de sangre y desarraigo, de tristeza y de pasados malvados, de un baile, de un pueblo fantasma y de una abuela cuervo que murió enamorada de su locura, sabe que habrá lágrimas y culpas, miedos enterrados y una niebla que los cruce a los tres, pero allí están, han sido sus guardianes, y han sacrificado todo, tienen una historia escrita en la piel, lo entiende. Cierra los ojos, escucha la canción y bailan, Vanessa Masen hija de los dos escuchará la historia, y sabe con el corazón que entenderá lo que ocurrió y con la capacidad del perdón y el amor que lleva en su sangre dejará ir el pasado y entenderá quien es, y quienes son ellos, esos dos que bailan y que por ella se han reivindicado.

—¡No corras, Edward!

Bella va detrás y ríe como una niña, Eddie lanza un balón imaginario por los aires.

—¡Faltan 46 yardas y el quarterback Masen lanza el ovoide a su compañero de equipo Nessa Junior, quien corre veloz por todo el estadio! —Nessa grita al igual que él y salta agarrando el balón imaginario— ¡eso es! Junior corre, todos quieren atraparla, pero ella es indetenible —es la medianoche y han bailado por horas y conversado al calor de una sola cerveza, la ciudad está despierta y la fiesta se oye siempre— ¡Y anota! ¡anotaaaaaaaaa! —Edward levanta la mano y Vanessa choca la de ella contra él.

Bella se lanza a su hombre y se cuelga a su espalda.

—No voy a poderlos alcanzar, son muy altos —besa a su hombre y ella se abraza a él como si fuera una niña pequeña, mejilla a mejilla, comienzan a susurrar y cantar para los dos, Nessa levanta sus ojos y pide un deseo a las estrellas, ve algo refulgir y sabe que esto se hará realidad.

Pide que la amen igual algún día. Se adelanta y se para frente a ellos dos.

—¿Cuándo se van a casar?

Los dos se detienen, se miran a los ojos, y Bella baja de la espalda de su hombre.

—Nena, no es necesario, son casi treinta años de historia, tres bebés preciosos, una vida feliz, tu padre necesita su imagen de hombre sin ataduras —ella se sonroja.

Eddie parpadea.

—¿Quién dijo que yo necesitaba eso?

—Eres el Caníbal.

—¡A la mierda!

—No lo necesitamos.

Eddie se hace al lado de su hija.

—Yo lo necesito.

De pronto se arrodilla, todo es inesperado, y la noche es mágica, Nessa aplaude cuando ve a Eddie hincarse.

—Isabella Marie Swan, mariposa, mi amor ¿podrías hacerme el favor de hacerme un hombre decente y casarte conmigo? ¡Mierda necesito un anillo! Nena —se dirige a su hija— dame el que ganaste en la feria después te doy uno de diamantes.

La chica se quita el anillo, Bella está asustada y divertida, la broma ha llegado muy lejos.

Con el anillo de plástico en la mano, Eddie vuelve a preguntar

—¡Y quiero todo!, la ceremonia, la fiesta, tú vestida como una diosa, yo como un idiota baboso y feliz, luna de miel, ya tenemos bebés, pero bueno, yo quiero seguir intentando, nos hemos divertido. Me gusta lo de señora Masen, hace unos años adoraba que te dijeran así, me sentía que pertenecía a alguien.

La hija se lleva la mano a su pecho y piensa: ¡Sí! algún día me amaran así… lo sé.

—Vamos, Bella di que sí, dale agua a este hombre —Nessa ríe.

Eddie le guiña un ojo a su hija en agradecimiento. Isabella lo ve directamente a los ojos, ella es adorada por Edward Masen y, sin duda, pertenecer a él.

—Pasa el anillo, Caníbal, me voy a casar contigo.

El hombre se levanta y salta, carga a su mujer.

—Quiero toda la mierda de celebración, será jodidamente increíble.

—¿De verdad?

—Nací para eso, Féilea, nací para esto.

A la semana la boda se celebra, Alice ha tomado a su cargo la celebración y es un tirano absoluto, quiere lo mejor y lo logra. Nessa ayuda con los preparativos y está divertida junto a la anciana quien la sorprende con su mente libertaria. Todo es tradicional, lleno de pequeños rituales y símbolos de los dos, su padre se ha rasurado y hasta quiso cortarse el cabello cosa que Bella casi la hace desistir del matrimonio, pero entonces él peinado en una coleta se presenta en la iglesia vestido de frac y magnifico. Bella tiene un vestido blanco hippie repleta de flores la cabeza, el anillo no quiso que lo cambiaran, y la baratija de plástico era para ella mucho más entrañable y significativa.

Los niños participaron gritando en la iglesia, y la hija mayor fue la dama de honor. La fiesta duró toda la noche y al día siguiente la casa era la misma, música, pasteles, Pink Floyd y té helado.

—Me voy en una semana —las palabras fueron una sentencia para los padres que la observan como si dijera que tiene una enfermedad terminal— Pero voy a regresar, ¡por amor de Dios, saben muy bien que Rose y Emmett también me necesitan!

—Sí, pero… —Eddie se encoge de hombros.

—Rose y Emmett, solo tenemos agradecimientos para ellos —Isabella habla emocionada.

—Además no sé qué hacer con mi vida, salí de una universidad, quiero ser músico, pero estoy confundida, por favor no me miren así, yo sé que necesito aprender.

—Y aquí estaremos para enseñarte.

—Quiero aprender y sé que acompañándolos en la grabación y trabajando en el Festival aprenderé más que en cualquier universidad.

—Te apoyaremos en todo, hija.

—Tengo responsabilidades y no puedo ser desagradecida… amo a mis padres de Denver, yo sé que me entienden, soy una chica afortunada, tengo padres maravillosos, ustedes y ellos —se quiebra y comienza a llorar— no me hagan elegir, no puedo hacerles daño a ninguno.

La abrazan con fuerza, no quieren que se vaya, pero saben que es lo correcto, no pueden pedirle a Nessa que traicioné quien es, aunque eso les parta el corazón.

Esa noche ella les pide por fin lo que venía posponiendo.

—Quiero saberlo todo ¿pueden contarme?

Son las nueve de la noche y Bella respira con el corazón en pausa.

—Forks se llama el pueblo donde nacimos… es niebla, lluvia, y nunca sale el sol…

A la mañana siguiente, Nessa duerme agotada, sus padres biológicos no han pegado los ojos, no midieron llanto y tristeza para contarle los descarnados y sangrantes hechos de la historia de los dos.

La hija se levanta y en silencio sale de la casa rumbo a la playa, en la tarde la ven llegar, su gesto es pacífico y etéreo, mira a su padre quien no ha quitado los ojos del reloj y que sostiene una guitarra, y a su madre que nerviosa ha comenzado una nueva escultura, arriba los mellizos están con Alice y se escucha las risotadas de los dos y el ladrido metálico del perro.

Se sienta al lado de su padre y recuesta la cabeza en su hombro, y alarga la mano hacia su madre.

—No quiero conocer Forks, jamás, jamás.

—No, ya está muerto.

—Si ¿tienes pastel de fresa, Bella? Es delicioso.

Bella corre a la cocina, aguanta el llanto, sus miedos se han esfumado, tiene una hija en casa, Eddie la sorprende y la besa con ternura, finalmente todo se ha ido y todo está bajo el sol.

—Nunca me ha fallado, es un auto de miles de dólares, que raro.

Nessa con sus maletas espera el auto que la llevará al Aeropuerto de la ciudad de Jackson, Bella mira por lo bajo a Eddie quien arrancó los cables del auto magnifico, ni por todos los diablos iba a permitir que su pequeña viajará durante días. Bella lo ayudó.

—Voy a mandarlo a arreglar y cuando vuelvas lo tendrás como nuevo.

Pensaba comprarle otro.

Se ha despedido de todos, y solo está la familia, Johnny le abraza con fuerza y ella le corresponde igual, ha aprendido a amar al viejo roble, quien tiene un corazón dulce, juega con Pink Floyd que le bate la cola con alegría, con Alice ha cenado la noche anterior y ésta le ha regalado una hermosa colcha de recuerdos, la abuela es entrañable y le promete que aceptara su solicitud de amistad por facebook e instagram, ama a esa gente y cuando vuelva vendrá como la ayudante de The Carnival y la estudiante de Eddie Masen. En su celular tiene miles de fotos de sus hermanos de quienes no desea desprenderse, besa sus mejillas y el olor a bebé y a compota lo guarda en su memoria para siempre.

—Los amo chicos, la próxima vez vamos a salir a la playa, los cuatro —y mira al perro— cuenten conmigo para hacer pilatunas ¡no puedo esperar a ver cómo serán cuando caminen! ¡Será divertido ver a Eddie lleno de canas!

Bella y Eddie se prometieron no llorar, ella iba a volver y no perturbarían su despedida, porque esto no era un adiós, sino un hasta luego, dos meses eternos, pero no importaba, habían esperado veintidós años.

El claxon del taxi irrumpe en la casa, Nessa agarra sus maletas y su padre ayuda con otras, los tres se miran y Nessa los abraza con fuerza.

—Los amo, mucho, mucho, sé que me dañaron el carro para que no viajara en él.

El chofer insiste con el claxon, Eddie quiere pegarle un puño, pero sabe que es inevitable, meten las maletas al auto y se aleja un metro al lado de su mujer quien tiene aquel gesto de serenidad que esconde una fuerza incontenible. Nessa abre la puerta, se despide con un gesto, pero de pronto sale.

— Pa, ma, no se les olvide llamar al aeropuerto y a Rose, por favor, Emmett odia que yo viaje en avión sola —le manda un beso— hasta pronto, llamo cuando llegue.

La hija no se ha dado cuenta, pero Isabella y Edward están tomados de la mano con fuerza, ella los ha nombrado como padre y madre sin esfuerzo, de una manera simple y espontánea. Solo ellos dos saben lo que significa.

El taxi parte, los dos tomados de la mano la siguen hasta que el taxi se pierde en la otra calle, Bella entierra su cabeza en el pecho de su esposo.

—Voy a redecorar su habitación ¿crees que le gustará? Ama el color verde y blanco, ya no puedo comprarle peluches es una chica grande.

Eddie toma su barbilla y la levanta besando sus labios

—Le va a encantar y cómprale un gran oso de peluche, ella sabrá que lo haces por ti, ella lo amará.

En los ojos de los dos el ciclo se ha cerrado, un día los hijos se irán de casa y ellos dos quedaran soñando con ellos y esperando el regreso, mientras tanto todo les espera.

—Vamos a casa, cariño —Isabella toma a Eddie de la mano.

—Sí, vamos —la arrastra a su cuerpo y le susurra al oído— vamos a casa a esperar que la niña regrese y a hacer lo que mejor sabemos hacer.

—¿A sí? ¿Y qué es?

Ella es maliciosa. Él es tierno.

—Ser felices, mariposa, simplemente a eso.

—Me gusta —lo toma de la mano— me gusta mucho.


Editado por Ximena Bronte, es el fin de esta historia, tantos años después y me duele dejarla atrás, agotadora para escribir y un camino de aprendizaje que me enseñaron muchas cosas, gracias a todas las lectoras a las fantasmas y a las que capítulo a capítulo tuvieron la deferencia de dejar sus comentarios. Gracias por la paciencia, por esperar a que subiera un capítulo, por las muestras de afecto al Caníbal, por la fe que en él pusieron. Esta historia está dirigida a mi amor por la música, a las historias extravagantes y la esperanza de que exista un Biloxi en la vida de todos, un lugar de amor, sol, viento, rica comida y amigos que son para muchos el solaz y la familia. Gracias al FF que durante ocho años estuvo para mí, no tengo sino buenos recuerdos de mi paso por aquí. Gracias totales como diría uno mis héroes musicales, gracias infinitas, gracias a mis amigas y cómplices, sobre todo a ti Ximena, Menina amiga incondicional, editora por cariño a mis locuras y a Adriana quien desde la distancia te abraza muy fuerte y dice que por ti fui capaz de lograr muchos de mis sueños.