N/A:Esta historia no me pertenece, es propiedad de Penny Jordan. Los personajes que utilizo tampoco me pertenecen, pues son de Clam. Así que se podría decir que yo soy solo una intermediaria que a modificado ciertos puntos de esta historia.

Espero que os guste tanto como me gusto a mí la primera vez que la leí, hará ya cinco años.

¡Disfrutad con la lectura!

Amor por Chantaje

Prólogo

-Entonces, ¿vas a seguir adelante con todo esto? ¿Te vas a casar con Shaoran aunque sabes que él no te quiere?

Sakura se estremeció al oír las palabras envenenadas que acababa de pronunciar su madrastra.

Ambas estaban en el dormitorio de Sakura, bueno, el que lo había sido hasta poco después de la muerte de su padre. Tras aquello Sonomi había anunciado su decisión de vender la preciosa casa con jardín en la que Sakura había crecido para poder comprarse un apartamento en la pequeña ciudad en la que vivían.

-Shaoran me ha pedido que reciba a sus clientes -había explicado su madrastra el día que le había comunicado sus planes de vender la casa, cosa que había dejado perpleja a Sakura- Dice que cuando yo me hice cargo de tratar con los clientes, la empresa de tu padre empezó a ir mucho mejor. Desgraciadamente tu madre nunca entendió lo importante que era ser amable con los clientes.

En aquella ocasión Sakura había intentado que no la afectaran las palabras de su madrastra; simplemente había respondido encogiéndose de hombros en un gesto que ya era característico en ella cada vez que Sonomi mencionaba a su difunta madre. Siempre sentía el impulso de defender su memoria, pero ya tenía experiencia suficiente para saber que era mejor no hacerlo. Sin embargo no había podido evitar hacer un breve comentario:

-Mamá estaba muy enferma. Si no hubiera sido así, estoy completamente segura de que habría tratado a los clientes de papá con toda amabilidad de la que fuese posible, y habría estado encantada de hacerlo.

-Sí, todos sabemos que piensas que tu madre era una santa -sus ojos se habían llenado de furia y hostilidad- Y Shaoran está de acuerdo conmigo en que, durante todos estos años, le has puesto las cosas muy difíciles a tu padre con esa manía tuya de intentar hacerlo sentir culpable por haberse enamorado de mí.

La manera en la que Sonomi se vanagloriaba de aquello había hecho que a Sakura se le revolviera el estómago, y el resto de la conversación no había logrado precisamente que se encontrara mejor.

-Shaoran opina que tu padre fue muy afortunado al casarse conmigo. De hecho… -había dejado de hablar para hacerle un gesto de complicidad, una complicidad que desde luego no existía entre ellas dos.

Sakura solo tenía ganas de dejar de escuchar a Sonomi hablar de Shaoran como si tuviera una relación muy estrecha con él; le dolía aún más porque estaba profundamente enamorada de él.

Sakura nunca había conseguido entender por qué su querido padre se había enamorado de una mujer fría y manipuladora como Sonomi. Tenía que admitir que también era muy bella: alta, rubia y con muy buena figura. Todo lo contrario que Sakura, que siempre había sido la viva imagen de su madre: bajita, con el pelo castaño lleno de leves hondas que no podían ser consideradas ni rizos ni nada, y los ojos verde oscuro que, en el caso de su madre estaban permanentemente llenos de amor y ternura, mientras que los ojos azules de Sonomi no transmitían nada más que frialdad.

Sin embargo quería demasiado a su padre como para decirle lo que opinaba realmente. Su madre había muerto cuando ella tenía cinco años y, cuando a los catorce su padre había decidido volver a casarse, Sakura se había convencido a sí misma para aceptar a aquella mujer que se iba a convertir en su madrastra por el bien de su padre. De hecho, tenía la firme convicción de aceptar a cualquier persona que pudiera hacerlo feliz.

Pero Sonomi pronto había dejado muy claro que ella no era tan generosa; tenía treinta y dos años cuando se casó con su padre y nunca demostró el más mínimo interés por los niños, y mucho menos por Sakura, a la que siempre había tratado como una adversaria, una rival con la que tenía que competir por el amor y la atención de su marido. La más obvia muestra de lo que sentía por su hijastra había tenido lugar a los tres meses de llegar a la casa, cuando había anunciado que creía que lo mejor era mandar a Sakura a un internado, en lugar de seguir viviendo allí con ellos y estudiando en el colegio privado que había elegido su madre antes de sucumbir a la terrible enfermedad degenerativa que había acabado por matarla. Entonces había sido Shaoran el que había intervenido para recordarle a su padre las molestias que se había tomado su primera mujer para encontrar una escuela adecuada para su hija. También había sido Shaoran el que había aparecido un día en aquel mismo colegio con la terrible noticia del accidente de su padre; y había consolado a Sakura mientras ella no había podido controlar un llanto desesperado y lleno de impotencia.

Eso había ocurrido casi doce meses antes, cuando ella tenía diecisiete años; ahora tenía dieciocho y en menos de una hora se convertiría en su esposa.

El coche que tenía que llevarla a la misma iglesia en la que se habían casado sus padres y en la que estaba enterrada su madre estaba esperándola fuera. En la habitación contigua se encontraba el viejo abogado de su padre que iba a acompañarla hasta el altar. Iba a ser una boda tranquila, como le había pedido a Shaoran encarecidamente.

«¿Vas a seguir adelante con todo esto? ¿Te vas a casar con Shaoran aunque sepas que él no te quiere?» Su mente volvió a repasar las palabras que su madrastra había pronunciado consciente del dolor que iban a causarle.

-Shaoran dice que es por mi propio bien -respondió con voz entrecortada-… y que eso es lo que mi padre habría querido.

-Shaoran dice - Sonomi repitió sus palabras burlándose de ella abiertamente- ¡Eres tonta, Sakura! Solo hay una razón por la que Shaoran quiere casarse contigo y es porque quiere hacerse con el control de las empresas.

-¡Eso no es cierto! -la joven protestó con fuerza- Él ya dirige la mayor parte de nuestros negocios -le recordó a su madrastra- Y sabe perfectamente que yo jamás querría que fuera de otra forma.

-Puede que tú no pero, ¿qué me dices del hombre con el que te casarías algún día si Shaoran no se convirtiera en tu marido? -le preguntó con más suavidad- Vamos, Sakura, ¿no creerás de verdad que Shaoran está enamorado de ti? -su tono volvió a rozar la burla- Es un hombre, para él solo eres una niña… Escucha, él mismo me ha dicho que si no fuese por la empresa, jamás se casaría contigo.

Aunque trató de contenerlo, se le escapó un grito ahogado de dolor que contrastaba con la sonrisa triunfante de Sonomi. Se odió a sí misma por permitir que aquella mujer traspasara todas sus defensas.

-Shaoran nunca… -empezó a decir intentando recuperar el control que había perdido.

-¿Nunca qué, Sakura? -la interrumpió antes de que pudiera seguir- ¿Nunca me confesaría algo a mí? Querida, me temo que hay muchas cosas de las que no tienes ni la menor idea. Shaoran y yo… -hizo una pausa mientras se observaba las uñas con total tranquilidad- Bueno, debería ser él el que te dijera esto y no yo, pero digamos simplemente que tenemos una relación muy especial.

Apenas podía creer lo que estaba oyendo; no era posible que algo así le estuviera ocurriendo justo el día de su boda, el día que se suponía iba a ser uno de los más felices de su vida pero que, gracias a Sonomi, se estaba convirtiendo en uno de los peores.

Desde la muerte de su padre, Sakura no se había parado a pensar en las complejidades del testamento; había estado demasiado inmersa en su dolor como para considerar cómo iba a afectarla económicamente aquel fallecimiento. Por supuesto sabía que su padre había tenido mucho éxito en los negocios; Fujitaka Kinomoto siempre había sido un arqueólogo muy apreciado, y sus negocios con los distintos museos de Japón e incluso China eran bien conocidos, sus clientes y el resto de la gente con la que hacía negocios lo consideraban una eminencia en lo que temas arqueológicos se refería. También recordaba lo entusiasmado que se había mostrado con Shaoran cuando lo contrató nada más licenciarse.

Ambos hombres se habían conocido en una conferencia que el señor Kinomoto había dado en la universidad en la que estudiaba Shaoran, y ya allí le había sorprendido la energía y las habilidades del joven.

Shaoran había tenido una dura infancia; su padre lo había muerto cuando apenas tenia diez años y lo habían criado multitud de parientes después de que su madre volviera a casarse y su marido se negara a aceptarlo en su casa. A pesar de tantas calamidades, Shaoran había trabajado duro para pagarse los estudios y, al principio de trabajar para su padre, había vivido con ellos durante un tiempo.

Él solía llevar a Sakura al colegio cuando el señor Kinomoto estaba en algún viaje de expedición; también había sido él el que la había enseñado a montar en bici; y, cuando su padre lo nombró socio de la empresa, Shaoran el Lobo, como ella lo llamaba en broma, había sido Sakura con la que había salido a celebrarlo a una heladería cercana.

Lo que no sabía muy bien era cuándo había cambiado su forma de ver a Shaoran, cuándo había dejado de ser solo un empleado de su padre o un buen amigo suyo y había pasado a ser algo más.

Recordaba un día en el que, al salir de la escuela, lo había encontrado esperándola en el pequeño coche deportivo que acababa de comprarse. Era un día soleado y Shaoran había abierto la capota; se había vuelto a mirarla como si hubiera podido notar su presencia incluso antes de que estuviera a su lado, y la había observado con aquellos maravillosos ojos ámbar. Aquel día había sentido que lo veía por vez primera y, su corazón había reaccionado golpeándole el pecho con fuerza.

De pronto había notado una terrible emoción al acercarse a él y, sin saber muy bien por qué, había sentido el impulso de mirarlo a la boca. Algo había cambiado dentro de su cuerpo; algo había despertado y la había hecho sonrojarse al percibir el peligro que aquello suponía, el peligro de que él pudiera adivinar lo que le estaba ocurriendo. No podía aguantar estar cerca de él y, al mismo tiempo, no podía soportar la idea de que se alejara de ella.

-Solo una chiquilla inexperta como tú podría creer que Shaoran te quisiera -la voz dura y cruel de Sonomi hizo que Sakura volviera de sus recuerdos- Una mujer de verdad sabría inmediatamente que hay alguien más en su vida. ¿A que ni siquiera ha intentado llevarte a la cama? -le preguntó desafiante- Y no finjas que no te habría encantado que lo hiciera.

De forma instintiva le dio la espalda a su madrastra para que ésta no pudiera ver la expresión de su rostro; al hacerlo se vio a sí misma en el espejo. Shaoran había insistido en que se pusiera un vestido bastante clásico y de nuevo había dicho que eso era lo que le habría gustado a su padre. Era obvio que, si había algo que Shaoran y ella tenían en común, era el amor por el difunto señor Kinomoto.

-Él no te quiere como un hombre quiere a una mujer -insistió su madrastra sin piedad- Estoy segura que hasta a alguien tan ajena al sexo como tú, le resultará extraño que no te haya llevado a la cama. Cualquiera habría adivinado lo que eso significaba; especialmente tratándose de un hombre tan apasionado como Shaoran -añadió sonriendo- Si lo que quieres es ser una esposa no deseada, tendrás que aprender a ocultar tus sentimientos un poco mejor. ¿No habrás creído que no ha habido otras mujeres en su vida?

Claro que sabía que había habido otras, y sabía también lo angustioso que era sentirse celosa de todas ellas porque lo había sufrido durante años. Mujeres a las que encontraba atractivas de un modo que, obviamente, ella no se lo parecía; a ellas las había tenido entre sus brazos, en la cama junto a aquel cuerpo fuerte y sexy, desnudo al lado de ellas bajo las sábanas…

Ella no era más que una niña, la hija de su socio y amigo; una chiquilla a quien protegía y trataba con cierto paternalismo, como si los separaran veinte años, en lugar de siete. Pero, ¿qué más daban esos siete años? Dentro de nada serían iguales porque serían marido y mujer. Sintió un escalofrío al pensar aquello. Durante toda su adolescencia había deseado que su sueño se hiciera realidad y Shaoran correspondiera a su amor y le dijera que no podía vivir sin ella; que la deseara con todas sus fuerzas y la hiciera su esposa.

Por supuesto que una parte de ella, una vocecita que se había negado a escuchar, le aconsejaba que fuera cauta, que se preguntara por qué Shaoran jamás había mencionado el amor en sus conversaciones con ella. Y de alguna manera había conseguido no pensar en ello hasta ese momento.

En la actitud de su madrastra Sakura percibía una extraña determinación, parecía furiosa y desesperada; pero estaba demasiado debilitada por el dolor como para plantearse el motivo de tal comportamiento.

-Bueno -dijo con repentina dignidad-, el caso es que Shaoran va a casarse conmigo.

-No -respondió Sonomi iracunda- Se va a casar con tu herencia. ¿Acaso no tienes orgullo? Cualquier mujer que se preciara de serlo pararía todo esto antes de que fuera demasiado tarde; se buscaría un hombre que la amara de verdad en lugar de arrastrarse ante uno que no la quiere, ¡un hombre que además ya tiene a la mujer a la que quiere!

Aquello era una pesadilla. ¿Qué mayor crueldad le tenía reservada? Fuera lo que fuera no quería oírlo. Ya era hora de marcharse de allí. Sakura echó a andar pero, al pasar junto a ella, Sonomi la agarró del brazo y le dijo mientras clavaba la mirada en sus ojos:

-Sé qué es lo que esperas, pero pierdes el tiempo; Shaoran jamás te amará porque ama a otra. Si no me crees pregúntale a él si hay alguna mujer a la que quiera. Y pregúntaselo hoy, antes de que se case contigo. Si te atreves pregúntale quién es esa mujer.

Mientras se acercaba hacia el altar donde la esperaba Shaoran, Sakura no podía dejar de pensar en la conversación con su madrastra, sus palabras le martilleaban en la cabeza provocándole un dolor infinito. El aroma de las lilas que adornaban la iglesia era tan intenso que se sentía mareada, como si fuera a desmayarse.

¿Cómo era posible que fuera verdad lo que había dicho Sonomi?

¿Cómo iba siquiera a plantearse casarse con ella estando enamorado de otra?

No, su madrastra mentía, del mismo modo que lo había hecho tantas otras veces en el pasado; solo quería hacerle daño. Y desde luego su último comentario era totalmente descabellado, había insinuado que ella era esa mujer que ocupaba el corazón de Shaoran… Eso era imposible.

-Queridos hermanos…

El cuerpo de Sakura se tambaleó ligeramente, quizás no tan ligeramente porque Shaoran le puso la mano en el hombro intentarlo transmitirle la fuerza que le faltaba.

A cada instante le resultaba más difícil soportar el dolor que la invadía; dolor y rabia porque aquel debería haber sido el día más feliz de su vida, al fin y al cabo estaba casándose con el hombre al que amaba, al que había amado desde el mismo momento en el que supo lo que era el amor.

-¿Estás bien, Sakura? Hace un rato me ha parecido que ibas a desmayarte.

Intentó sonreír a su marido, que la miraba con la preocupación dibujada en el rostro. Se sentía rara, le temblaban las piernas y tenía miedo…

-Shaoran, hay algo que quiero preguntarte.

Se encontraban a la puerta de la iglesia, rodeados por los invitados que los aplaudían con alegría. Shaoran apenas la miraba y darse cuenta fue como una puñalada en el corazón. No tenían el menor aspecto de una pareja que acababa de casarse, no parecían un matrimonio enamorado. Antes de que el valor se desvaneciera, consiguió preguntárselo:

-¿Tienes… hay… hay alguna mujer a la que ames?

Ahora sí la miró, pero no del modo que ella habría esperado; tenía el ceño fruncido y los ojos clavados en los de ella. Sakura sin embargo era incapaz de sostener aquella intensa mirada.

-¿Quién te ha dicho eso? -le preguntó furioso. El corazón se le hizo pedazos. Todo era verdad. Shaoran la miró con tristeza infinita y contestó susurrando.-Sí… es cierto. Pero…

Quería a otra. Estaba enamorado de otra mujer, pero se había casado con ella. Sakura tuvo la certeza de que todo su mundo se estaba derrumbando en ese preciso instante. ¿Dónde estaba el hombre al que adoraba, en el que confiaba, al que amaba? Parecía que ese hombre no existía realmente…

Con un grito de dolor se dio media vuelta y echó a correr tan rápido como le daban las piernas; quería huir del dolor y del triunfo de Sonomi pero, sobre todo, necesitaba huir de Shaoran, que la había traicionado. A su espalda pudo oírlo gritar su nombre, pero solo consiguió que corriera aún más aprisa. En la calle de detrás de la iglesia vio un taxi del que estaba bajando una persona y, sin pensarlo dos veces, se subió a él. En cualquier otro momento se habría echado a reír al ver la cara con la que la miró el taxista al entrar en el coche, pero reír era lo último que se le pasaba entonces por la cabeza…

-Rápido -le pidió con voz temblorosa- Dése prisa por favor.

Cuando el coche se puso en movimiento miró atrás, hacia el lugar donde se encontraba la iglesia, con la esperanza de ver a Shaoran corriendo tras ella, pero la calle estaba vacía.

-No me lo diga -comenzó a decir el conductor, en tono jovial- tiene que llegar a una boda a toda prisa, ¿verdad?

-No -corrigió con ímpetu- En realidad lo que quiero es huir de una.

Se volvió a mirarla perplejo olvidándose del tráfico por un instante.

-¿En serio? ¿Es usted una novia a la fuga? Nunca lo habría imaginado.

Sakura prefirió no contestar, simplemente le dio su dirección y volvió a pedirle que se diera prisa.

Entre tanto no había ni rastro de que alguien hubiera ido en su busca; ni su marido, ni su madrastra.

Aquel fue el trayecto más largo de su vida, hasta que al fin llegaron a la puerta de su casa Sakura tuvo las uñas clavadas en la tapicería del asiento y no pudo dejar de mirar a ver si alguien los seguía.

Después de entrar a casa a buscar dinero para pagar al taxista, se apresuró escaleras arriba mientras se iba quitando el vestido de novia con tal fuerza que acabó por desgarrar algunas costuras. De la misma manera que su madrastra y Shaoran le habían desgarrado el corazón a ella.

Se puso unos vaqueros y una camiseta, y cambió algunas de las cosas que había en la maleta que debía haberse llevado a la luna de miel. Todavía no había asimilado del todo lo que acababa de hacer; lo único de lo que era consciente era que tenía que alejarse de su marido tanto como le fuera necesario. Si, como le había dicho Sonomi, solo quería casarse con ella para hacerse con el control de la empresa, no pararía hasta tenerlo; por lo que lo mejor era irse de allí enseguida. Sakura sabía perfectamente lo impetuoso que podía ser cuando se trataba de negocios, a veces incluso despiadado… ¡Shaoran! ¿Cómo podía haberle hecho algo así? Un desagradable escalofrío le recorrió el cuerpo al pensar aquello; se sentía tan humillada.

Se enjuagó las lágrimas, respiró hondo y salió del dormitorio con la maleta que había comprado especialmente para la luna de miel. Dentro de esa maleta estaba su pasaporte y los cheques de viaje que Shaoran le había dado el día anterior.

-Dinero para gastos -le había dicho con aquella sonrisa que siempre hacía que se le acelerara el corazón y todo su cuerpo deseara…

Bueno, todo ese dinero le iba a venir muy bien ahora, pensó amargamente sin querer detenerse en lo irónico de la situación. El dinero de la luna de miel le iba a servir para comprar un billete al lugar más lejano que pudiera encontrar.

-A ver… Hay asientos libres en el vuelo que sale hacia Río de Janeiro dentro de media hora -le dijo la azafata de tierra sin apartar la mirada del ordenador.

Mientras la escuchaba Sakura no podía dejar de mirar por encima del hombro, seguía esperando ver la imagen de Shaoran aparecer por algún lugar.

Ya era demasiado tarde, había reservado plaza en el avión a Río.

Adiós al hogar, adiós al amor que tanto había esperado disfrutar el resto de su vida…

¡Adiós, Shaoran!

¡Hola de nuevo!

No me matéis por favor, jeje, ya se que no tengo perdón por haber subido una historia nueva teniendo en proceso, y dos en prolongado paro, tres de mis historias. Pero puedo explicarlo, lo juro.

Resulta que esta historia se basa en un libro, podría denominarse romántico, que leí cunado tenia quince años, mi primer libro de esta clase jeje, y hace una semana o así lo encontré en una estantería de mi antigua habitación, que ahora mi madre utiliza de despacho, y no pude resistirme a leerlo de nuevo. Y que creéis: me enamoré de nuevo.

La historia no es muy compleja, o al menos a mi punto de vista, y el libro es cortito así que pensé "¿Porqué no lo trasformo en un fic?".

La verdad es que no me a costado demasiado modificar la historia para que se adaptase al mundo Clam, ya desde la primera vez que lo leí lo hice cambiando los nombres de los personajes (que son raros de cojones) por los de CCS que por aquel entonces era mi serie favorita. Así que digamos que no tuve duda alguna de quien serian los personajes si llegaba realmente a llevar a cavo mi idea.

Bueno ahora que conocéis el motivo de otro de mis desvaríos solo me resta prometeros un capitulo nuevo cada semana y la esperanza de que os guste la historia tanto como me gusto a mi hace cinco años.

Sin más me despido.

¡Paz y Amor... y algún que otro R&R! ;)