Comentarios: Este fic sigue el canon original, antes del epílogo, lo que vendría a ser un EWE, vamos. Serán 9 capítulos de 1000 palabras cada uno y están todos escritos. Al ser escenas tan cortas, actualizaré muy seguido (día sí, día no).

Disclaimer: Harry Potter y Draco Malfoy pertenecen a J.K. Rowling, yo sólo los tomo prestados de vez en cuando.

Beta: Aeren

Dedicatoria: Aquí me tenéis con mi fic número 20. Algo que cuando empecé a escribir ni pensaba que llegaría tan lejos. Dentro de poco hará un año que publiqué "Por amor al arte" y por ese motivo y porque ya llevo escritos 20 fics (pueden parecer pocos, pero para mí no lo es), os traigo este Drarry dedicado para todas las personas que me siguen desde que empecé y para las que me habéis ido descubriendo con el paso del tiempo, pero sobre todo, para dos personas muy importantes para mí y que me dieron el empujón para que yo ahora me encuentre escribiendo esto, Lucy y Aeren.

Como he dicho son 9 capítulos, es un fic meramente fluffy, con una trama muy ligera y centrada en ellos. Espero que lo disfrutéis y me acompañéis en cada capítulo. Y por cierto, a finales de semana, habrá sorpresa para las que leeis mis Thorkis :)

¡Gracias por todo!

P.D: por cierto! hace poco me fije que uno de mis Drarrys, "Verdades encubiertas" no lo marqué como estaba finalizado, os pido disculpas si alguien esperaba que continuara, pero no, el fic es un one-shot, perdón por la equivocación.

Ro Hoshi


Nadie desea regresar a un lugar donde has vivido muchas experiencias angustiosas, más bien, si se hace es porque alguna persona te obliga a ello. Draco hubiera preferido no tener que volver a Hogwarts, pero ni el Ministerio ni su propia madre estaban de acuerdo y no le habían dado ninguna opción. Lo había intentado, Merlín sabía que lo había hecho. Era consciente de que nada sería de nuevo igual, de que existía demasiado dolor, rencor, una destrucción que iba más allá de alguna pared rota. Ninguno de los que luchó en la batalla final quedó libre de heridas y en su caso, algunas llegaron a realizarse muchos meses antes, traspasando no sólo la piel, también algo mucho más profundo. Draco se sentía marcado, no únicamente por el tatuaje de su antebrazo, también por todo lo que había sido obligado a ver y a hacer. Sería difícil seguir adelante viviendo en un sitio que le recordaba tantas equivocaciones.

Ese uno de septiembre, refugiado en la cama que había sido suya durante siete años, decidió que lo mejor sería ser invisible, pasar ese curso de la mejor forma posible y evitar enfrentamientos. Ya llegarían oportunidades para ser valiente, ya llegaría el momento de encarar todo lo que le quebraba por dentro, ahora no lo era.


Si hubiera sido por él, Harry no se encontraría de nuevo en Hogwarts, pero Hermione le había dado una serie de motivos muy razonables y contundentes, para hacerlo. Ahora se arrepentía de haber aceptado. Sí, las palabras de su amiga fueron como un bálsamo en esos días en los que se sentía perdido, sin ninguna misión o reto por delante. Había cumplido con lo que llevaba siete años batallando, con una profecía que había marcado su destino, su vida y se dejó llevar por esa comodidad a hacer lo que se esperaba de él. Había sido como seguir un camino recto, con pequeñas curvas pero sin ninguna salida a la vista y era el momento de coger una, la que fuera.

Sin embargo, ese uno de septiembre, una pequeña parte de él, entendió que había vuelto a hacer lo mismo, aceptar decisiones que le eran puestas en una bandeja de plata. Era muy fácil dejarse llevar y en ese momento, tampoco encontraba la entereza para no hacerlo. Ya llegarían oportunidades para ser valiente, ya llegaría el momento de afrontar otras vías, ahora no lo era.


Una soleada y fría mañana de enero, Draco se encontraba en el campo de quidditch leyendo un viejo manual de pociones que había pertenecido a Severus, la única posesión que tenía de su padrino, tapado hasta las orejas con un gorro negro y la bufanda verde Slytherin. El plan de pasar inadvertido le estaba funcionando a la perfección, apenas había tenido muchos encontronazos o situaciones incomodas con nadie. Desde que había comenzado el curso y de forma espontánea, había surgido un pequeño rito en el desayuno: durante un minuto los alumnos miraban en silencio los huecos que se podían ver en las amplias mesas del gran comedor, espacios que eran la confirmación de que alguien faltaba. Era en esos momentos cuando Draco, callado y solo, se encogía en su asiento pensando en Crabbe y deseando que tras la pausa, nadie le echara la culpa de alguna de esas muertes.

No hacía falta ser muy listo para entender que había sido revocado de su puesto de honor en la casa Slytherin, aunque tampoco había reclamado nada. Era lo que pretendía en realidad. Incluso había ignorado a Potter, cosa que le había costado, tras tantos años persiguiéndose mutuamente, pero parecía que el Gryffindor tampoco quería llamar mucho la atención.

Cuando estaba a punto de levantarse de las gradas para ir a la biblioteca, entumecido por la humedad del lugar, se dio cuenta de que Potter caminaba en dirección a él. Nervioso, sin tener ni motivos ni ganas para enfrentarse, se incorporó con rapidez.

—¡Malfoy! —gritó Harry, corriendo por las estrechas tablas, intentando no caerse—. Espera, Malfoy.

Draco se quedó esperándolo, rígido, con los puños cerrados. Confiaba que Potter no viniera con ganas de pelea, porque entonces todo por lo que había trabajado esos meses se echaría a perder.

—¿Qué quieres, Potter? —le preguntó cuando estaban frente a frente. El Gryffindor se había cambiado después del entrenamiento de quidditch, vestido con unos vaqueros y un anorak rojo. Hacía tiempo que no estaban tan cerca uno del otro, y ahora podía ver con detalle a ese chico que le había salvado la vida. Se sonrojó al recordar como se había aferrado a él montados en la escoba, huyendo del fuego en la Sala de Menesteres. Ni tan siquiera le había dado las gracias por ello. ¿Cómo podría hacerlo ahora?

No entendía que le había pasado por la cabeza como para estar hablando con Malfoy. Al salir de los vestuarios, le había visto sentado con un libro en las manos, solo. Se había dado cuenta de que Malfoy ni se metía en líos ni hablaba casi con nadie, parecía una sombra del chico insoportable de otros años. Aunque, ¿quién de ese castillo no lo era en realidad? Cuando quiso darse cuenta, ya corría en su busca, con una fuerte necesidad de charlar, sin tener claro de qué.

—Yo… pues… estás raro —dijo al final el moreno, abochornado de la frase tan estúpida que acababa de soltar. El Slytherin estaba tapado con un gorro y una bufanda, haciendo que Harry no consiguiera ver cómo Draco levantaba una ceja, aunque estaba convencido de que lo había hecho..Sólo eso, hizo que Harry se riera.

—¿Eres estúpido o qué te pasa? —le preguntó indignado y sin entender nada de lo que pretendía el otro chico. Era extraño verle sonreír, sobre todo, era extraño que le sonriera a él. Precisamente a él.

—Perdona, es que, hay cosas que cambian, pero cuando se trata de ti y de mí… —musitó Harry, mirando a los plateados ojos, lo único visible del pálido rostro.

—Todo parece igual… —continuó Draco.

Pero nada lo era.