Hola, los personajes de twilight no me pertenecen, solo la historia es enteramente mía :)

A continuación les coloco los link de las canciones que irán en medio del capítulo (agreguen el youtube). Aparecerán los numeritos que corresponden a cada tema.

(1) Um amor pra viver ― Fabio Nestares: /watch?v=7N3njYnuovw

(2) Fall — Cider sky: /watch?v=uN6M9Xrlw2I

(3) Mi vida ― Divino: /watch?v=kI5cEAa5ITU

(4) Rendirme en tu amor ― Anahi y Carlos Ponce: /watch?v=2byJTqQtPdY


EPÍLOGO ― "TU CUERPO ES MI PARQUE DE ATRACCIONES"

(1) ¿Algún día me llegué a imaginar esto? ¿En alguna ocasión se me pasó por la mente que mi vida iba a terminar de esta manera? La respuesta era siempre negativa.

Me recosté un poco sobre el balcón, con mis manos cruzadas, para contemplar la caída de la nevada tarde, todo se veía blanco y perfecto. Las luces de las calles se empezaron a encender, los adornos navideños de las casas vecinas se hacían resaltar entre verdes y rojas luces, y un grupo de coristas se organizaron rápidamente frente a la puerta de la casa del otro lado de la calle para empezar a entonar Noche de Paz.

Cerré los ojos y por un momento la nostalgia me invadió. Todo el mundo irradiaba tanta felicidad en esta época, las familias se reunían, cenaban, cantaban, se regalaban presentes, se abrazaban, se decían lo mucho que se amaban mientras se sentaban en torno al árbol… y por muchos años ignoré eso, por muchos años me fue negada toda esa parafernalia. A mis padres nunca les gustó, siempre trabajaban mientras yo me quedaba en casa, jugando con el montón de juguetes que simplemente revolvía, porque no hallaba un motivo para usarlos.

Una solitaria lágrima resbaló por mi mejilla mientras unas cálidas y protectoras manos me envolvían por la espalda, alejándome de mis tristes recuerdos.

―Amor, la cena está por servirse, mamá quiere que estemos todos reunidos cuando coloquen todo en la mesa.

Suspiré profundo y me giré para quedar frente a él. Mis brazos envolvieron instantáneamente su cuello. Sus ojos se conectaron con los míos y un triste brillo los opacó.

―Bella, amor, ¿por qué lloras? ¿No te gustó la sorpresa que mis padres nos dieron?

―No, Edward, claro que me gustó, todo es tan perfecto ―me apresuré a responderle, no quería que mi forma de actuar distante fuera traducida como que no me había gustado―. Solo estoy sensible, Edward. Además, nunca celebré esta época, ni ninguna otra, no sé cómo actuar. Todo esto: la cena de tus padres, el montón de regalos…, me tiene tan aturdida, es tan nuevo en mi vida. Y el hecho de que hayan invitado a mis padres y ellos no hayan aceptado venir me pone mal, me da pena con Carlisle y Esme, Edward. No quiero que…

―Shh, no digas más. ―Uno de sus dedos rosó mis labios para callarme antes de depositar un delicado beso en la punta de mi nariz―. Bella…

―Cariño ―interrumpió en ese momento la madre de Edward, Esme. En su rostro enmarcado por las perfectas hebras caramelo, y en sus ojos tan inmensamente verdes como los de su hijo, reflejó tanto cariño sincero que el corazón se me oprimió―. Que tus padres hayan rechazado nuestra invitación es lo de menos, no debemos juzgarlos, porque nunca se incentivó en sus vidas este tipo de celebraciones. No te avergüences, desde ahora haces parte de nuestra familia, y en esta familia no es permitido estar triste, mucho menos en esta época. ―Me sonrió dulcemente, y le regresé el gesto mientras Edward me besaba suavemente el tope de mi cabeza y limpiaba las lágrimas amargas que resbalaban por mis mejillas.

―Gracias ―murmuré entre hipidos antes de acortar el espacio que me separaba de Esme para abrazarla desesperadamente. Ella me envolvió con sus finos brazos y mi llanto se desató completamente.

―Ay. ―Salté unos momentos después al sentir una nada ligera patada desde mi interior.

―¿Qué pasó? ―preguntó Edward, exageradamente alarmado, acercándose precipitadamente para tocar mi frente y rostro con una mano, mientras la otra se posicionaba protectora sobre mi vientre. ―¿Va a nacer? ―Sus ojos inocentes y asustados me hicieron sonreír de la pura ternura. Esme se rió conmigo mientras negábamos divertidas con la cabeza. Me limpié el rostro con el pañuelo que mi suegra me tendió antes de contestar:

―Edward, no seas exagerado, solo fue una patadita, a esta hora empieza con sus maromas intrauterinas. Además, apenas tengo cuatro meses. Parece como si no lo supieras. ―Edward se sonrojó.

―Lo sé, perdón, solo que estoy tan emocionado, quiero tenerlo entre mis brazos ya, es hermosos sentirlo en tu vientre, pero…

―Ya Edward. ―Lo besé fugazmente en los labios antes de tomarlo de la mano y arrastrarlo hacia la meza.

La cena estaba sencillamente exquisita, el pavo, el vino… no sé si era por el embarazo, pero quería comerme todo lo que pusieran frente a mí, incluso repetir. Edward simplemente me miraba con adoración, alimentándome de vez en vez de su plato, entre pequeños besitos y caricias furtivas sobre mi pierna.

La charla amena que se instaló en la meza versó sobre la infancia de Edward y de cómo sus padres luchaban porque ese pequeño angelito inquieto no destrozara todos los adornos de la casa. De solo imaginarme a un pequeño Edward me emocionaba, se me hacía la cosa más tierna, quería comérmelo a besos en ese momento. Llevé mi mano instintivamente a mi vientre y rogué para que mi bebé se pareciera a su padre; mi ilusión creció al imaginarme a un pequeñito con los ojos, nariz y cabello de Edward.

―Sí, Bella, aunque no me lo creas, Edward me decía que se quería casar conmigo, porque bueno, ya sabes, siempre le inculcamos que te tienes que casar con la persona que más ames. ―Me reí y Edward lo hizo conmigo.

―Bueno, madre, te amo demasiado, pero lástima, ya te ganaron el puesto por no haberme aceptado ―bromeó Edward y pasó un brazo sobre mi hombro. Se me hacía tan adorable.

Mientras Edward y Esme, incluso Carlisle, seguían discutiendo sobre la pedida de matrimonio de Edward a su madre, las memorias del día más feliz de mi vida, el día que uní mi vida para siempre a Edward, acudieron a mi mente...

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Flashback

(2) El día tan esperado y temido había llegado, los preparativos de la boda se empezaron tan pronto como lo anunciamos oficialmente en una cena con los padres de Edward y con mis mejores amigas, casi hermanas, Alice y Rosalie; ellas, junto con Esme, por supuesto tomaron la batuta de todo, y prácticamente decidieron la fecha del matrimonio. Iba a protestar porque era demasiado precipitado, cuadraron todo para dos meses después, pero no pude hacer nada porque Edward se mostró más que feliz con ello. Por supuesto mis padres no pudieron asistir a esa comida, y por poco tampoco acudirían a la ceremonia, si no fuera porque los llamé, y prácticamente les rogué que acudieran.

Respiré profundamente ante ese recuerdo, no quería que el día más importante de mi vida se viera opacado por ese tipo de cosas.

Sonreí y recordé cómo Esme y Carlisle me habían aceptado en sus vidas desde el primer día de conocernos, como si desde que puse un pie dentro de su acogedora morada me hubiera convertido en parte de su familia. Esme, con su espíritu tan maternal, tan sobrecogedor, que te invitaba a escabullirte entre sus brazos y tomarla como tu mayor confidente y amiga; y Carlisle, con ese paternalismo protector, comprensivo y amistoso. Definitivamente, una pequeña pero grandiosa familia que con alegría acepté como mía.

Estaba muy nerviosa, las manos me temblaban, pero intenté respirar profundamente y mentalizar la idea de que todo iba a estar bien.

La alegría me desbordaba y quería saltar, y gritar, y correr en círculos para que esa sensación de expectativa en mi estómago aminorara un poco, y me dejara pensar con más claridad para evitarme la vergonzosa escena de caer en mitad de pasillo.

A una hora de empezar con la ceremonia y Alice aún seguía entretenida con mi cabello, Rosalie en el maquillaje, y Esme arreglando el vestido. No es que no me estuviese gustando ser atendida, es más, el hecho de que me peinaran y sentir, además, cómo el pincel que sostenía Rose hacia cosquillitas sobre mi piel era una rica sensación; lo que me estaba desesperando era la hora.

―¿Ya?

―Bella, estate quieta o te voy a manchar y luego, nuevamente tengo que empezar con todo en trabajo ―me regañó Rose.

―Tranquila hija, aún queda tiempo.

―Esme, queda solo una hora, un tiempo de nada, no quiero hacer esperar a Edward. ―Todas rieron, y la verdad que no le notaba la gracia al asunto.

―Belli Bell, las novias tienen derecho a retrasarse.

―Pero yo no, yo quiero llegar puntual, las novias se retrasan por tontas, dejan esperando a su novio. Bueno, no las culpo, no todas se casan con Edward Cullen. ―Mi voz sonó petulante.

Me permití bromear un poco, aunque para mí no era del todo chiste, ¿quién en su sano juicio haría esperar en el altar a ese hermoso hombre? Yo en lo personal, no.

―Ya, está bien, mejor confiesa que quieres apurar todo para que la noche de bodas llegue. Eres una pervertida, Swan ―Rosalie dijo riendo. Me mordí un poco el labio, ya que de cierta manera ella había acertado en algo. Pero esa no era la razón más poderosa, a Edward lo tendría en mi cama por el resto de mi vida, sin dejarlo colocarse una sola prenda sobre su cuerpo, verlo andar en cueros para mi entera satisfacción por siempre. Lo que me tenía ansiosa era el hecho de que quería verlo, quería que tomara mi mano y juntos catapultarnos, frente a toda esa gente invitada, a pertenecernos el uno al otro, frente a los ojos de Dios y de los hombres, por siempre.

―Ya, deja de molestar, que tú estabas más alborotada que yo cuando fue tu boda. Pobre Emmett, lo hiciste esperar como por una hora, eres cruel; pobre hombre, creyó que lo habías dejado plantado.

Rosalie roló los ojos cuando todas reímos.

―Tenía que ponerme hermosa, además, él fue el que disfrutó más de la vista ese día, así que ni se queje. ―Reímos. Cómo amaba a estas chicas, siempre haciéndome reír en momentos oportunos.

―Listo ―dijeron al unísono, al tiempo que el reloj marcaba quince minutos para que la ceremonia diera comienzo.

Me miré en el espejo y realmente me encantó, el maquillaje no estaba muy sobrecargado, solo lo justo para resaltar mis ojos, labios y pómulos. El cabello me lo había recogido en un moño casi descuidado, que dejaba algunas de mis hebras caer libres por mi rostro.

Me apresuraron para ayudarme a poner el vestido, el cual era de un estilo bastante sencillo, strapless, de encaje, con un corpiño ajustado, falda de una línea que llegaba hasta el piso y una pequeña cola en la parte de atrás, con el pequeño detalle en la cintura de una flor al lado izquierdo. No quise nada extravagante, mi relación con Edward siempre fue así, sencilla, y así quería lucir para él. Amarlo siempre fue natural aunque yo me lo haya complicado, negando mis sentimientos por tanto tiempo.

―¿Lista? ―preguntó Carlisle desde la puerta, solo asentí mientras a pasos trémulos me acercaba a él para envolver mi brazo en el suyo.

Sí, el papá de mi novio me iba a entregar en el altar, ya que mi propio padre, incluso antes de que yo dijera una sola palabra, dejó bien en claro que no caminaría conmigo en medio de todo ese montón de gente extraña, le parecía bastante ridículo. Fue entonces cuando en medio de mi rabia, y de manera arrebatada antes de colgar el auricular del teléfono, le dije que ni siquiera se lo pediría, que iba a ir con Carlisle. Pero poco después me arrepentí, ¿qué tal si él no quería? Edward, que ese día estaba conmigo, por supuesto notó mi cambio de humor, e inmediatamente me envolvió entre sus brazos mientras me consolaba, diciéndome que todo iba a estar bien.

Y no se equivocó, pues cuando se lo contamos a Carlisle, él se puso más que contento, y yo me eché a llorar, como si no hubiera sido suficientes lágrimas por un tiempo, no estaba en mí ese tipo de actitud, pero la sensibilidad me aquejaba bastante en el último par de meses. Sensibilidad que tenía su motivo creciendo dentro de mí. Esa noticia llegó a nosotros en los días siguientes al anuncio de nuestra boda, el día en el parque de atracciones había tenido sus consecuencias. Y eso ahora hacía que el vestido de novia, "hecho a la medida", se sintiera un tanto ajustado.

(3) Y ahí estaba, camino al altar, con mis ojos fijos en el hombre de mi vida, que lucía impecable en su traje negro con camisa blanca, corbata y zapatos de charol. Sus ojos totalmente extasiados, llenos de un amor y entrega infinita… Simplemente quería saltarme toda la estupidez de ir lentamente y lanzarme a besarlo. Estuve a punto de hacerlo, si no hubiera sido por el suave carraspeo y el apretón en la mano que Carlisle sutilmente me dio para detenerme. Bajé la cabeza y el sonrojo se apoderó de mi rostro.

Llegué a su lado y me abrumó el hecho de que sus labios me susurraran un: hermosa. Ya lo había escuchado de boca de mis amigas y de mis suegros, pero saberlo de él era lo que más me importaba.

―No te diré que la cuides hijo, porque sé que lo harás, incluso mejor que a ti mismo. Solo te diré que la ames…

―Más que a mi propia vida, padre ―completó Edward. Se miraron de manera cómplice y en los ojos de Carlisle brilló el orgullo. Le dio un par de palmadas en el hombro mientras le sonreía y colocaba mi mano entre la suya. Las palabras de mi suegro me llenaron de un sentimiento de plenitud, que me decía que estaba haciendo lo correcto, que este día no solo me desposaría con Edward, sino que ganaba una verdadera familia.

La ceremonia se pasó como un borrón ante mis ojos, los gestos, las miradas, sonrisas, las suaves caricias furtivas que Edward me brindaba, era lo que me tenía embelesada, hasta que su aterciopelada voz fue la que me regresó a la realidad:

―Sí, acepto.

―Y tú, Isabella, ¿aceptas por esposo a Edward, para amarlo, respetarlo, en la salud, la enfermedad, en la alegría, la desventura, en la riqueza, la pobreza?

―Sí, acepto.

"Si, acepto" se repetía incontables veces en mi mente, en mi corazón, y estaba segura que esas palabras también se repetían en él, sus brillantes ojos, llenos de amor, de esperanza, de promesas… me lo revelaban.

―Por el poder que me concede la Santa Iglesia, los declaro marido y mujer.

Nuestros labios de encontraron deseosos, demostrando así, ante Dios y los hombres, la eterna unión de nuestros, ahora, por siempre unidos corazones.

Fin Flashback

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―Amor, ¿qué opinas de lo que mamá nos propone? ―Nuevamente, como ese día, las palabras de Edward me regresaron a la realidad.

―Mmm ―pregunté confusa ante la mirada expectante que todos tenían sobre mí―. Perdón, estaba un poco distraída. ¿Qué me decían? ―Todos se rieron quedito y yo me sonrojé.

―Papá y mamá nos invitan a pasar el fin de año en la casa que tenemos en Forks. ―Sonreí. Edward me había comentado que siempre pasaban las vacaciones en ese pueblo, me contó maravillas del lugar, y realmente estaba deseosa de conocerlo.

―Por supuesto, me encantaría.

Nos enfrascamos en los preparativos para el viaje, el cual emprenderíamos en los dos días siguientes.

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(4) Salimos de la casa de mis suegros pasada la media noche. Edward me ayudó a subir al coche y a colocarme el cinturón, como era su costumbre desde aquel día al finalizar nuestra aventura en el parque. Un suave beso en mis labios me hizo sonreír como boba. ¿Siempre produciría ese efecto en mí? La respuesta era un rotundo sí, y la verdad no me importaba; verme terriblemente boba, tontamente enamorada por él, era simplemente maravilloso, porque su sonrisa era como la mía, siempre.

Mientras conducía hasta casa ―es decir mi casa, que habíamos hecho nuestra después de casarnos, no es que no haya sido ya su hogar incluso desde antes, pero se convirtió en suya oficialmente desde nuestro matrimonio― me sumí en un sueño profundo, en el que la sonrisa de Edward fue la protagonista, mientras cargaba entre sus brazos a un pequeño bultito envuelto en una manta rosa. Le hablaba cariñosamente y le hacía muecas graciosas.

Amor, mira como me sonríe ―dijo, y supe que se refería a mí. Me acerqué y efectivamente la pequeñita sonreía. Ensanchó su sonrisita cuando me vio con sus enormes ojos azules, como los de su padre. Unas cobrizas mechas de cabello se podían distinguir fuera de su delicado gorrito blanco; me enorgullecí al ver que esa parte de ella era también como Edward. Pasé un dedo por su pequeña nariz en forma de cereza, que era casi como la mía, la niña seguía sonriendo ampliamente, dentro de lo que su boquita miniatura le permitía―. Tómala ―murmuró Edward mientras me la pasaba.

De pronto, un miedo inmenso me invadió. Se veía tan pequeña, tan frágil, temía que mis manos inexpertas la lastimaran; pero al mismo tiempo, un sentimiento infinitamente hermoso e inexplicable, ese deseo de protegerla, de tenerla muy cerca para llenarla con mi calor, llenó a mi corazón.

La sostuve con temor por unos momentos hasta que me sentí un poco más en confianza y la abracé contra mi pecho.

Es hermosa, Edward ―murmuré despacio.

Lo sé, amor. Es tan hermosa como tú… una mezcla perfecta de los dos ―dijo mientras sus brazos se enroscaban protectores por mi cintura y descansaba su barbilla en mi hombro, suspirando.

Pedacito mío. ―canturree a medida que una de mis manos se alzaba para delicadamente pasar un dedo por su pequeñito rostro.

Los suaves besos de Edward en mi nuca me despertaron del hermoso sueño en el que me había sumergido.

―Hmm ―protesté mientras me removía, dándome cuenta que estaba recostada sobre una superficie suave y cálida. Abrí los ojos y me sorprendí al ya encontrarme en mi cuarto.

Los besos de Edward continuaban su camino por mi mejilla, hasta llegar al lóbulo de mi oreja, el cual lo lamió con abandono.

―Edward ―gemí. Sus manos ya se encontraban deseosas bajo mi blusa, acariciando el pequeño bultito entre mis caderas.

―Bella ―siseó sobre mi cuello.

Sus manos y mis manos se deshicieron rápidamente de nuestras ropas, nuestros cuerpos desnudos rosándose suavemente mientras jadeábamos en los labios del otro.

―¿Muy impaciente, señor Cullen? ―bromee mientras sentía a su dulce aliento penetrar los poros de mi piel.

―La verdad es que si, señora Cullen ―respondió antes de, con su lengua, adorar el contorno de mi vientre. Arquee mi espalda, deseosa de más contacto.

―Avíseme cuando quiera regresar al parque de atracciones, creo que es el mejor lugar para fabricar bebés. ―Su risa me hizo estremecer.

―Amor ―dijo, regresando a besar mis labios, mientras con ímpetu, y al mismo tiempo con delicadeza, acariciaba mis pechos, de por si sensibles por el embarazo, aún más con sus gestos―. Tus pechos… ―Mordió mi labio inferior, arrancándome un fuerte gemido―, tu vientre, tus piernas, cada curva de tu cuerpo es mi deleite… ―Fue acariciando cada parte de mi a la par que sus labios las nombraban, haciendo que mi cuerpo respondiera muy favorablemente, temblando y rogando porque sus caricias siguieran así, eternamente―. Tu cuerpo es mi parque de atracciones, cariño. Solo necesito tenerte aquí, desnuda y enteramente mía.

―Te amo. ―Sonreí, acercando su rostro para besarlo apasionadamente, sintiéndome exactamente igual.

―También te amo.

Esa noche nos amamos como si no hubiera un mañana, disfrutando enormemente del cuerpo y de la entrega del otro. Comprendiendo que aunque nuestra relación empezó con el nombre de carnal, siempre fue y sería una entrega de dos personas que estuvieron destinadas a estar juntas… entera y eternamente la una de la otra.


Hasta aquí llego… ha sido un enorme placer haber compartido esta loca historia con ustedes, y que me leyeran, gracias infinitas de verdad, por cada alerta, por cada favorito, a la historia y a mí como autora, es un alago. Gracias por sus reviews, cada uno lo leí con un enorme cariño. Todo eso, incluido que solo entren a leer, es un pago genial.

Sin más que decir, solo que espero hayan disfrutado de verdad esta historia, me despido, hasta siempre…

NEVER STOP DREAMING

Merce